robot de la enciclopedia para niños

Imperio bizantino para niños

Enciclopedia para niños
Datos para niños
Imperio romano de Oriente
Βασιλεία Ῥωμαίων  (griego antiguo)
Basileía Rhōmaíōn  (griego antiguo)
Imperium Rōmānum  (latín)
Imperio
395-1453
(Interregno de 1204 a 1261)
El Imperio bizantino no tuvo símbolos oficiales, para algunos usados de manera no oficial véase: banderas e insignias del Imperio bizantino
Territorial evolution of the Eastern Roman Empire.gif
Desarrollo territorial del Imperio y cada dinastía hasta su caída
Justinian555AD.png
Imperio romano de oriente en el año 555 cuando gobernaba Justiniano I.
Capital Constantinopla
Entidad Imperio
Idioma oficial Griego, Latín
Población (300)  
 • Total 17 000 000 hab.
Superficie hist.    
 • 457 2 500 000 km²
 • 565 3 400 000 km²
 • 775   690 000 km²
 • 1025 1 650 000 km²
 • 1320   120 000 km²
Población hist.    
 • 457 est. 20 000 000 hab.
 • 565 est. 26 000 000 hab.
 • 775 est.   7 000 000 hab.
 • 1025 est. 12 000 000 hab.
 • 1320 est.   2 000 000 hab.
Religión Iglesia católica (330-1054)
Iglesia ortodoxa (1054-1453)
Moneda Numo, sólido, Hiperpirón
Período histórico Edad Antigua y Edad Media
 • 1 de abril
de 286
Primera división del Imperio (Diarquía)
 • 11 de mayo
de 330
Fundación de Constantinopla por Constantino I
 • 17 de mayo
de 395
División final entre Oriente y Occidente
 • 4 de septiembre
de 476
Caída del Imperio romano de Occidente
 • 16 de julio
de 1054
Cisma de Oriente y Occidente
 • 12 de abril
de 1204
Toma de Constantinopla en la Cuarta Cruzada
 • 25 de julio
de 1261
Reconquista de Constantinopla
 • 29 de mayo
de 1453
Caída definitiva de Constantinopla
Forma de gobierno Autocracia
Emperador
• 395-408
• 1449-1453

Arcadio
Constantino XI
Legislatura Senado bizantino
Precedido por
Sucedido por
Imperio romano
Imperio otomano

El Imperio romano de Oriente, también conocido como Imperio bizantino o simplemente Bizancio, fue la parte oriental del Imperio romano que continuó existiendo después del año 395. Este imperio duró durante toda la Edad Media y el inicio del Renacimiento. Su capital era Constantinopla, hoy conocida como Estambul, construida sobre la antigua ciudad de Bizancio.

Aunque al principio era romano, con el tiempo se volvió más helenístico (griego). El idioma griego reemplazó al latín como lengua oficial. Por eso, algunos historiadores lo llaman un imperio principalmente griego.

Durante sus primeros siglos, las provincias occidentales del Imperio romano se hicieron más romanas. Sin embargo, las partes orientales mantuvieron su cultura griega. El emperador Constantino I (gobernó del 306 al 337) permitió el cristianismo y trasladó la capital a Constantinopla. Más tarde, Teodosio I (gobernó del 379 al 395) hizo del cristianismo la religión oficial del estado.

A lo largo de su larga historia, el Imperio bizantino sufrió muchos problemas y perdió territorios. Esto ocurrió en guerras contra los sasánidas, normandos, búlgaros, árabes y, finalmente, turcos.

El Imperio fue más grande bajo el emperador Justiniano I (gobernó del 527 al 565). Él reconquistó gran parte de Italia y la costa occidental del Mar Mediterráneo. Sin embargo, una gran enfermedad, la Plaga de Justiniano, comenzó alrededor del año 541. Una guerra difícil con Persia también agotó los recursos del imperio.

Las conquistas árabes hicieron que el imperio perdiera sus provincias más ricas, como Egipto y Siria. En el año 689, África se perdió a manos del Califato omeya. A pesar de esto, el imperio se estabilizó bajo la dinastía isáurica.

El Imperio bizantino volvió a crecer bajo la dinastía macedonia, viviendo un periodo de gran desarrollo de dos siglos. Después, hubo periodos de conflictos internos y ataques de los turcos selyúcidas. Esto llevó a la pérdida de la mayor parte de Asia Menor.

Aunque su poder en el norte de África y Oriente Próximo disminuyó, el imperio siguió siendo una potencia importante en Europa y el Mar Mediterráneo durante gran parte de la Edad Media. El imperio se recuperó durante la restauración Comneno. Constantinopla siguió siendo la ciudad más grande y rica de Europa hasta el siglo XIII.

Después de esto, el Imperio comenzó una larga etapa de declive. Fue muy afectado en 1204, después del saqueo de Constantinopla durante la Cuarta cruzada. Sus territorios fueron divididos entre estados griegos y reinos latinos.

Aunque Constantinopla fue recuperada en 1261, el imperio reconstruido solo tuvo un poder regional en sus últimos siglos. Los turcos otomanos fueron conquistando sus territorios restantes en varias guerras en los siglos XIV y XV. La caída de Constantinopla en 1453 marcó el final del imperio.

Durante sus mil años de existencia, el Imperio bizantino fue un defensor del cristianismo. También impidió el avance del islam hacia Europa Occidental. Fue un centro comercial muy importante, con una moneda de oro estable que se usaba en todo el Mediterráneo. Influyó mucho en las leyes, los sistemas de gobierno y las costumbres de gran parte de Europa y Oriente Medio. Gracias a él, se conservaron y transmitieron muchas obras literarias y científicas del mundo clásico.

El Imperio bizantino es la continuación de la parte oriental del Imperio romano. Su cambio a una cultura diferente de Occidente fue un proceso largo. Comenzó cuando el emperador Constantino I el Grande trasladó la capital a Constantinopla en el año 330. Continuó con la división final del Imperio después de la muerte de Teodosio I en 395. Luego, el Imperio romano de Occidente cayó en 476. El cambio se completó en el siglo VII, bajo el emperador Heraclio I. Sus reformas hicieron que el Imperio fuera muy diferente del antiguo Imperio romano.

Algunos expertos dicen que hasta Heraclio se puede hablar del Imperio romano de Oriente. Esto es porque Heraclio cambió el título imperial de «augusto» por el de basileus (palabra griega que significa 'rey' o 'emperador'). También reemplazó el latín por el griego como lengua oficial en el año 620. Después de esto, el Imperio tuvo un carácter muy griego.

El nombre Imperio bizantino fue creado por estudiosos en los siglos XVII y XVIII. Los habitantes de este imperio nunca lo usaron. Ellos siempre lo llamaron Imperio romano (en griego: Βασileía Ῥωμαίων, Basileía Romaíon o Ῥωμανία, Romanía).

El nombre "Imperio bizantino"

Archivo:3Byzantium476lightblue-es
Imperio romano oriental en el 480.

La expresión «Imperio bizantino» (que viene de Bizancio, el antiguo nombre de Constantinopla) fue creada por el historiador alemán Hieronymus Wolf. Él la usó en 1557, un siglo después de la caída de Constantinopla, en su libro Corpus Historiae Byzantinae. Quería diferenciar este periodo de la historia de las culturas griega y romana de la Antigüedad clásica. El término no se hizo popular hasta el siglo XVIII, gracias a autores franceses como Montesquieu.

El éxito de este término puede estar relacionado con que Occidente no siempre reconoció al Imperio romano de Oriente como la continuación legítima de Roma. Por ejemplo, en el siglo IX, Carlomagno y sus sucesores usaron un documento falso llamado «Donación de Constantino» para proclamarse emperadores romanos, con el apoyo del papa. Desde entonces, en Occidente, el título Imperator Romanorum ('Emperador de los Romanos') se reservó para los gobernantes del Sacro Imperio Romano Germánico. Al emperador de Constantinopla lo llamaban, de forma un poco despectiva, Imperator Graecorum ('Emperador de los Griegos'), y a sus tierras, Imperium Graecorum ('Imperio Griego') o Imperium Constantinopolitanus ('Imperio de Constantinopla'). Los emperadores de Constantinopla nunca aceptaron estos nombres.

En el mundo islámico, esta distinción tampoco existía. Los turcos conocían al Imperio bizantino como روم (Rûm, 'tierra de los Romanos'). A sus habitantes los llamaban rumis, un nombre que luego se usó para los cristianos en general, especialmente para los que mantuvieron su fe en los territorios conquistados por el islam.

El adjetivo «bizantino» llegó a tener un significado negativo, como sinónimo de «decadente». Esto se debe a historiadores como Edward Gibbon y Arnold J. Toynbee. Ellos compararon la civilización bizantina con la Antigüedad clásica y vieron su historia como un largo periodo de declive. La opinión de los cruzados de los reinos de Europa occidental que visitaron el Imperio desde finales del siglo XI también influyó en esta percepción.

La idea de los bizantinos como personas sutiles y frívolas se mantiene en la expresión italiana «discusión bizantina». Se refiere a una discusión intensa sobre algo sin importancia. Esto probablemente se basa en las largas discusiones religiosas que tenían los intelectuales bizantinos.

Identidad y continuidad

Bizancio fue un Imperio con muchas culturas diferentes. Nació como un estado cristiano y heredero de la tradición romana. Terminó sus más de 1000 años de historia en 1453 como un estado griego ortodoxo, con una identidad nacional clara.

Los bizantinos se consideraban a sí mismos romanos. Siguieron usando este término incluso cuando se volvió sinónimo de griegos. Preferían llamarse, en griego, romioi (es decir, 'pueblo griego cristiano con ciudadanía romana'). Al mismo tiempo, desarrollaron un sentimiento de pertenencia a Romania, su tierra.

El amor por su país se veía en la literatura, especialmente en canciones y poemas como el Digenis Acritas. En esta obra, los guerreros de las fronteras (llamados akritai) se sentían orgullosos de defender su país de los invasores. Con el tiempo, este patriotismo se volvió más local, ya que no siempre podían contar con la protección de los ejércitos imperiales.

Aunque los antiguos griegos no eran cristianos, los bizantinos se sentían orgullosos de sus antepasados. Incluso en los siglos posteriores a las conquistas árabes y lombardas del siglo VII, cuando el Imperio se redujo a los Balcanes y Asia Menor, donde vivía una gran población griega, el carácter multiétnico continuó. Sin embargo, desde el siglo IX, se hizo más fuerte la identificación con la cultura griega antigua.

A medida que avanzaba la Edad Media, dejaron de llamarse romioi ('romanos') para usar helenoi (que tenía significados paganos) o graekos ('griego'). Este último término fue usado a menudo por los bizantinos para identificarse étnicamente, sobre todo en los últimos años del Imperio. La desaparición del estado bizantino en el siglo XV no acabó de inmediato con la sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana, los griegos siguieron identificándose como romioi y helenos. Esta identificación perduró hasta principios del siglo XX y aún existe en la Grecia moderna.

Historia del Imperio Bizantino

¿Cómo se originó el Imperio Bizantino?

La división del Imperio romano en Oriente y Occidente tiene mucho que ver con la herencia de las conquistas de Alejandro Magno (356-323 a. C.). Después de su muerte, el imperio helenístico se dividió en Grecia, Anatolia, Media y Egipto. Los herederos de Alejandro lucharon entre sí por más de 100 años. Estas luchas debilitaron a todos los reinos, que pidieron ayuda a Roma. Poco a poco, Roma los fue ocupando e invadiendo entre los siglos I y II a. C.. Lo que a Alejandro Magno le llevó doce años, Roma lo hizo en 150 años: todas se convirtieron en provincias romanas (excepto Persia y Media oriental).

Las características de estas regiones eran su mezcla de culturas, muchas religiones (predominaba el politeísmo) y gran variedad de idiomas. La ciudad de Alejandría, fundada por Alejandro Magno, era un centro importante de conocimiento y ciencia. Roma decidió mantener las cosas como estaban, pero obtenía recursos económicos, ingenieros, científicos y pensadores para su imperio.

Para controlar mejor el Imperio romano y que su administración fuera más eficiente, el emperador Diocleciano, a finales del siglo III, creó un sistema de gobierno llamado tetrarquía. Este sistema dividía el Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos. Cada uno tenía un «vice-emperador» y futuro heredero llamado césar. Después de que Diocleciano renunciara pacíficamente, el sistema dejó de funcionar. Esto llevó a un periodo de conflictos internos que terminó en el año 324, cuando Constantino I el Grande unió las dos partes del Imperio.

Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio y la convirtió en su nueva capital en el año 330. La llamó Nueva Roma, pero la gente la conoció como Constantinopla o Constantinópolis ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración se centró en esta ciudad, que tenía una ubicación estratégica excelente. Estaba en el cruce de las rutas comerciales más importantes del Mediterráneo oriental.

¿Cómo cambiaron las creencias religiosas?

Constantino fue el primer emperador en adoptar el cristianismo. Esta religión fue declarada oficial y obligatoria por el emperador Teodosio I en el año 380 d. C., después de promulgar el Edicto de Tesalónica. Esto causó mucha resistencia y una larga serie de conflictos religiosos. Las regiones que habían estado bajo un imperio que permitía la libertad religiosa y las prácticas culturales propias de cada grupo, ahora tenían muchas prohibiciones nuevas.

¿Cuándo se dividió el Imperio?

Cuando el emperador Teodosio I murió en 395, el Imperio se dividió de forma definitiva. Flavio Honorio, su hijo menor, heredó la parte occidental, con capital en Roma. A su hijo mayor, Arcadio, le correspondió la parte oriental, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los historiadores, a partir de este momento comienza la historia del Imperio bizantino.

Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente terminó en 476, cuando el joven Rómulo Augústulo fue depuesto por el germano Odoacro, la historia del Imperio bizantino duró casi mil años más.

¿Qué pasó en la historia temprana del Imperio Bizantino?

Mientras el Imperio de Occidente se desmoronaba, los sucesores de Teodosio lograron evitar las invasiones de pueblos bárbaros que amenazaban el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron enviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450), reforzó las murallas de Constantinopla, haciéndola una ciudad muy difícil de conquistar (de hecho, no fue tomada por tropas extranjeras hasta 1204). También evitó la invasión de los hunos pagando tributos hasta que se dispersaron y dejaron de ser un peligro tras la muerte de Atila en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande, dirigiéndolo hacia Italia contra el reino establecido por Odoacro.

La unidad religiosa se vio amenazada por las herejías que surgieron en la parte oriental del Imperio. Estas herejías mostraron la división en creencias entre las cuatro sedes principales de Oriente: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo, que negaba que Cristo fuera divino. En 431, el Concilio de Éfeso declaró herético el nestorianismo. Sin embargo, la crisis más larga fue la causada por la herejía monofisista, que decía que Cristo solo tenía una naturaleza, la divina. Aunque también fue condenada por el Concilio de Calcedonia en 451, había ganado muchos seguidores, especialmente en Egipto y Siria. Todos los emperadores intentaron sin éxito restablecer la unidad religiosa.

En este periodo, la Iglesia y el Imperio comenzaron una relación muy cercana. León I (457-474) fue el primer emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.

A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro de las invasiones bárbaras parecía haber terminado. Los pueblos germánicos, ya establecidos en el desaparecido Imperio de Occidente, estaban demasiado ocupados consolidando sus propios reinos como para interesarse por Bizancio.

La época de Justiniano I

Archivo:Expansion del Imperio Bizantino
Mapa del Imperio bizantino en el año 550, bajo el reinado de Justiniano.

Durante el reinado de Justiniano I (527-565), el Imperio alcanzó su mayor poder. El emperador quería restaurar las fronteras del antiguo Imperio romano. Para ello, primero aseguró la frontera oriental tras la victoria del general Belisario contra el persa de Cosroes I en la batalla de Dara (530). Luego, inició una serie de guerras de conquista en Occidente.

Entre 533 y 534, después de victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un ejército liderado por Belisario conquistó el reino vándalo. Este reino estaba en la antigua provincia romana de África y en las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y las Baleares). Una vez pacificado, el territorio fue gobernado por un funcionario llamado magister militum. En 535, Mundus ocupó Dalmacia. Ese mismo año, Belisario avanzó hacia Italia, llegando a Roma en 536 después de ocupar el sur de Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, esta vez liderado por Narsés, volvió a anexar Italia, creando el exarcado de Rávena. En 552, los bizantinos intervinieron en conflictos internos de la Hispania visigoda y anexaron grandes territorios del sur de la península ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania duró hasta el año 620.

Archivo:Justinian mosaik ravenna
Justiniano en los mosaicos de la iglesia de San Vital en Rávena.

La época de Justiniano no solo se destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió un periodo de gran desarrollo cultural, a pesar del cierre de la Academia de Atenas. Destacaron figuras como los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el emperador organizó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis. Esto permitió que uno de los legados más importantes del mundo antiguo se transmitiera a futuras generaciones. Otra recopilación de leyes, el Digesto, dirigida por Triboniano, se publicó en 533. El esplendor de la época de Justiniano se ve mejor en una de las obras arquitectónicas más famosas de la historia del Arte, la iglesia de Santa Sofía. Fue construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.

Dentro de la capital, el poder de los grupos del circo disminuyó. Las carreras de cuadrigas eran una diversión popular que generaba mucha emoción. De hecho, se usaban políticamente, mostrando las diferencias religiosas de cada equipo. La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-sacerdote y restableció la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina Sabiduría (Hagia Sophia) como símbolo de un esplendor magnífico.

Las campañas de Justiniano en Occidente y el costo de estos actos de esplendor imperial agotaron las finanzas del Imperio. Esto llevó al Imperio a una situación de crisis, que llegó a su punto más alto a principios del siglo VII. La necesidad de más dinero hizo que su ministro de finanzas, Juan de Capadocia, impusiera impuestos más altos a los ciudadanos de Bizancio. La revuelta de Niká (532) casi hizo que el emperador huyera. La emperatriz Teodora lo evitó con su famosa frase: «la púrpura es un sudario glorioso». Procopio, en su Historia secreta, cuenta las palabras de Teodora así:

... quien ha recibido el poder soberano no debe vivir si se lo deja quitar. Tú César, si quieres huir, nada es más fácil... en cuanto a mí, Dios no permita que abandone la púrpura y aparezca en público sin ser saludada como Emperatriz. Aprecio mucho esta antigua sentencia: «La púrpura es un glorioso sudario».

Además, un desastre golpeó al Imperio en el año 543 d. C. Fue la Peste de Justiniano, causada por la bacteria Yersinia pestis, también conocida como "la peste negra". Sin duda, fue un factor clave que contribuyó a agravar la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la población de Constantinopla murió a causa de ella.

El repliegue de Bizancio

Los siglos VII y VIII son una especie de «Edad Oscura» en la historia de Bizancio, con muy poca información disponible. Fue un periodo de crisis, con enormes dificultades externas. Hubo ataques constantes del islam que conquistó las regiones más ricas, y de búlgaros y eslavos desde el norte. También se reanudó la lucha contra los persas en el este. Internamente, hubo conflictos entre iconoclastas (quienes rechazaban las imágenes religiosas) e iconódulos (quienes las defendían). A pesar de todo, el Imperio salió de este periodo transformado y más fuerte.

Justino II intentó seguir los pasos de su tío, pero su mente no pudo soportar la presión de gobernar un Imperio amenazado por varios frentes. Su sucesor, Tiberio II, abandonó la política militar de Justiniano. Permitió que Italia cayera bajo el poder de los lombardos y que los bárbaros ocuparan el Tíber, y se retiró a África. Mauricio logró un tratado favorable con Persia (590) y volvió a defender las fronteras del norte. Sin embargo, el ejército se negó a soportar las dificultades de la campaña, y Mauricio perdió el trono y la vida. Con Focas, las invasiones de los persas, los bárbaros y los conflictos internos casi destruyen el Imperio. No obstante, una revuelta en algunas provincias logró salvarlo.

Amenazas externas

Desde África, donde el elemento latino era más fuerte, zarpó Heraclio para rescatar los últimos restos del Imperio romano. Para él, este viaje era una misión religiosa, y ese interés fue clave durante todo su reinado. El siglo VII comenzó con una gran crisis causada por la ofensiva del monarca persa Cosroes II. Sus conquistas en Egipto, Siria y Asia Menor llegaron a amenazar la existencia misma del Imperio. Otros enemigos de Bizancio, como los ávaros y eslavos, aprovecharon esta situación y sitiaron Constantinopla en 626.

El emperador Heraclio logró, después de una guerra larga y agotadora, superar este peligro. Repelió el ataque de ávaros y eslavos, y derrotó definitivamente a los persas en 628. En su guerra contra los persas, Heraclio los hizo retroceder hasta el corazón de su patria y los debilitó tanto que no pudieron sobrevivir al ataque árabe posterior. En su misión de salvar y fortalecer el Imperio, contó con un gran apoyo de la Iglesia.

Sin embargo, pocos años después, entre 633 y 645, la rápida expansión musulmana arrebató para siempre al Imperio, agotado por la guerra contra Persia, las provincias de Siria, Palestina y Egipto. Pero el Imperio de Heraclio sobrevivió a los ataques árabes (aunque perdió casi toda su identidad romana y adoptó características completamente griegas en la zona de los Balcanes y Anatolia), mientras que los persas fueron completamente conquistados por los árabes.

A mediados del siglo VII, las fronteras se estabilizaron. Los árabes siguieron presionando, incluso llegando a amenazar la capital. Pero la superioridad naval bizantina, reforzada por sus magníficas fortificaciones navales y su arma secreta, el «fuego griego» (un producto químico que ardía en el agua), salvó al Imperio bizantino de la destrucción.

En la frontera occidental, el Imperio se vio obligado a aceptar, desde la época de Constantino IV (668-685), la creación de un reino independiente de Bulgaria dentro de sus fronteras, en la provincia de Moesia (véase Primer Imperio búlgaro). Además, pueblos eslavos se fueron instalando en los Balcanes, llegando incluso hasta el Peloponeso. En Occidente, la invasión de los lombardos hizo que el control bizantino sobre Italia fuera mucho más débil.

La disputa iconoclasta

Entre los años 726 y 843, el Imperio bizantino sufrió conflictos internos entre los iconoclastas y los iconódulos. Los iconoclastas querían prohibir las imágenes religiosas, mientras que los iconódulos estaban en contra de esa prohibición. La primera etapa iconoclasta duró desde 726, cuando León III (717-741) suprimió el culto a las imágenes, hasta 783, cuando fue restablecido por el II Concilio de Nicea. La segunda etapa iconoclasta ocurrió entre 813 y 843. En este último año, la práctica de venerar imágenes fue restablecida de forma definitiva.

No fue solo un debate religioso. Fue un conflicto interno iniciado por el patriarcado de Constantinopla, con el apoyo del emperador León III. Querían reducir el poder y la influencia política y religiosa de los monasterios y sus propiedades. Algunos autores dicen que el conflicto iconoclasta también reflejó la división entre el poder del estado (los emperadores, la mayoría a favor de la iconoclasia) y el poder de la Iglesia (el patriarcado de Constantinopla, generalmente iconódulo). También se ha señalado que en Asia Menor los iconoclastas eran la mayoría, mientras que en la parte europea del Imperio predominaban los iconódulos.

Transformaciones del Imperio

La recuperación de la autoridad imperial y una mayor estabilidad en los siglos siguientes trajeron consigo un proceso de helenización. Esto significó una recuperación de la identidad griega frente a la identidad romana oficial de las instituciones. Esto fue más fácil entonces, dada la reducción y homogeneización geográfica causada por la pérdida de provincias. Esto permitió una organización territorial militarizada y más fácil de manejar: los temas (themata). En estos, los militares se asentaban en la tierra, lo que produjo formas similares al feudalismo occidental. A principios del siglo IX, el Imperio había sufrido varias transformaciones importantes:

  • Uniformidad cultural y religiosa: La pérdida de las provincias de Siria, Palestina y Egipto a manos del islam resultó en una mayor uniformidad. Los territorios que el Imperio conservaba a mediados del siglo VII eran principalmente de cultura griega. El latín fue abandonado definitivamente en favor del griego. Ya en 629, durante el reinado de Heraclio, se documenta el uso del término griego basileus en lugar del latín augustus. En el aspecto religioso, la incorporación de estas provincias al islam puso fin a la crisis monofisita, y en 843 el triunfo de los iconódulos significó finalmente la unidad religiosa.
  • Reorganización territorial: En el siglo VII —probablemente en la época de Constante II (641-668)— el Imperio recibió una nueva organización territorial para hacer su defensa más efectiva. El territorio bizantino se organizó en themata, que eran distritos militares y administrativos al mismo tiempo. Su gobernador y jefe militar, el estrategos, tenía mucha autonomía.
  • Ruralización: La pérdida de las provincias del Sur, donde la artesanía y el comercio estaban más desarrollados, hizo que la economía bizantina se volviera principalmente agraria. La llegada del islam al Mediterráneo a partir del siglo VIII dificultó las rutas comerciales. La población y la importancia de las ciudades en el Imperio disminuyeron, mientras que una nueva clase social, la aristocracia terrateniente, comenzó a desarrollarse, especialmente en Asia Menor.

La mayoría de estas transformaciones ocurrieron debido a la pérdida de las provincias de Egipto, Siria y Palestina, que pasaron a estar bajo dominio musulmán.

El Renacimiento Macedónico (867)

El fin de las luchas iconoclastas marcó una importante recuperación del Imperio. Esto se hizo visible desde el reinado de Miguel III (842-867), el último emperador de la dinastía Amoriana. Pero fue aún más notable durante los casi dos siglos (867-1056) en que Bizancio fue gobernado por la Dinastía Macedónica. Los historiadores conocen este periodo como el «renacimiento macedónico».

Política exterior

Durante estos años, la crisis del Califato Abasí, el principal enemigo del Imperio en Oriente, debilitó mucho la ofensiva islámica. Sin embargo, los nuevos estados musulmanes que surgieron de la disolución del califato (principalmente los aglabíes del Norte de África y los fatimíes de Egipto) lucharon duramente contra los bizantinos por el control del Mediterráneo oriental. A lo largo del siglo IX, los musulmanes arrebataron definitivamente Sicilia al Imperio. Creta ya había sido conquistada por los árabes en 827. El siglo X fue una época de importantes ofensivas contra el islam, que permitieron recuperar territorios perdidos muchos siglos antes. Nicéforo II Focas (963-969) reconquistó el norte de Siria, incluyendo Antioquía (969), así como Creta (961) y Chipre (965).

El gran enemigo occidental del Imperio en esta etapa fue el estado búlgaro. Convertida al cristianismo a mediados del siglo IX, Bulgaria alcanzó su máximo poder en tiempos del zar Simeón I (893-927), quien se educó en Constantinopla. Desde 896, el Imperio tuvo que pagar un tributo a Bulgaria, y en 913, Simeón estuvo a punto de atacar la capital. A la muerte de este monarca, en 927, su reino incluía gran parte de Macedonia y Tracia, junto con Serbia y Albania. Sin embargo, el poder de Bulgaria fue disminuyendo durante el siglo X. A principios del siglo siguiente, Basilio II (976-1025), llamado Bulgaróctonos ('Matador de búlgaros'), invadió Bulgaria y la anexó al Imperio, dividiéndola en 4 temas.

Archivo:Byzantine Empire Themes 1025-es
Mapa del Imperio durante el reinado de Basilio II.

Uno de los hechos más importantes y duraderos de esta época fue la incorporación de los pueblos eslavos a la cultura y religión de Bizancio. En la segunda mitad del siglo IX, los monjes de Tesalónica, Cirilo y Metodio, fueron enviados a evangelizar Moravia a petición de su gobernante, Ratislav I. Para su tarea, crearon una lengua literaria, el antiguo eslavo eclesiástico, y un nuevo alfabeto para escribirla, el alfabeto glagolítico (luego reemplazado por el alfabeto cirílico). Aunque la misión en Moravia no tuvo éxito, a mediados del siglo X se produjo la conversión de la Rus de Kiev. Así, un estado más grande que el propio Imperio quedó bajo la influencia bizantina.

Las relaciones con Occidente fueron tensas desde la coronación de Carlomagno (800). Sus sucesores reclamaban el título de emperadores romanos y el dominio sobre Italia. Durante toda esta etapa, a pesar de la pérdida de Sicilia, el Imperio siguió teniendo una enorme influencia en el sur de Italia. Las tensiones con Otón I, quien quería expulsar a los bizantinos de Italia, se resolvieron con el matrimonio de la princesa bizantina Teófano, sobrina del emperador bizantino Juan I Tzimiscés, con Otón II.

La separación de las iglesias cristianas (1054)

Después de que se resolvió el conflicto iconoclasta, la unidad religiosa del Imperio se restauró. Sin embargo, tuvieron que enfrentar la herejía de los paulicianos, que en el siglo IX se extendió mucho en Asia Menor. También su resurgimiento en Bulgaria, la doctrina bogomilita.

Durante esta época, los búlgaros fueron evangelizados. Esta expansión del cristianismo oriental causó recelos en Roma. A mediados del siglo IX, estalló una grave crisis entre el patriarca de Constantinopla, Focio, y el papa Nicolás I. Se excomulgaron mutuamente, lo que llevó a la separación definitiva de las iglesias oriental y occidental. Además de la rivalidad por la importancia entre Roma y Constantinopla, había algunos desacuerdos en las creencias. El Cisma de Focio fue breve, y hacia 877 las relaciones entre Oriente y Occidente volvieron a la normalidad.

La ruptura definitiva con Roma ocurrió en 1054, conocida como Cisma de Oriente y Occidente. Fue por una nueva disputa sobre el texto del Credo. Los teólogos latinos habían incluido la cláusula Filioque, que significaba que el Espíritu Santo procedía no solo del Padre, sino también del Hijo. Esto iba en contra de la tradición de las iglesias orientales. También había desacuerdos en muchos otros temas menores. Pero, sobre todo, estaba el conflicto por la importancia entre las dos antiguas capitales del Imperio.

El declive del Imperio (1056-1204)

Archivo:Emperador Manuel I Comneno (1143-1180
Emperador Manuel I Comneno (1143-1180).

Después del periodo de esplendor del Renacimiento macedonio, en la segunda mitad del siglo XI comenzó una etapa de crisis. Se caracterizó por la debilidad del Imperio ante dos nuevos y poderosos enemigos: los turcos selyúcidas y los reinos cristianos de Europa occidental. También por la creciente feudalización del Imperio. Esto se acentuó cuando los emperadores Comneno se vieron obligados a ceder territorios (llamados pronoia) a la aristocracia y a miembros de su propia familia.

En la frontera oriental, los turcos selyúcidas, que hasta entonces se habían centrado en derrotar al Egipto fatimí, comenzaron a atacar Asia Menor. De esta región provenía la mayoría de los soldados bizantinos. Con la inesperada y aplastante derrota en la batalla de Manzikert (1071) de Romano IV a manos del sultán Alp Arslan, el dominio bizantino en Asia Menor terminó. Emperadores posteriores de la dinastía Comnena lograron reconquistar parte de los territorios perdidos, pero después de 1204 esto fue imposible. Además, un siglo después, Manuel I Comneno sufrió otra derrota humillante frente a los selyúcidas en Miriocéfalo en 1176.

En Occidente, los normandos expulsaron a los bizantinos de Italia en pocos años (entre 1060 y 1076). Conquistaron Dirraquio, en Iliria, desde donde querían llegar a Constantinopla. La muerte de Roberto Guiscardo en 1085 impidió que estos planes se llevaran a cabo. Aprovechando la ausencia normanda y la paz temporal con los pechenegos en Bulgaria, el emperador Alejo I Comneno buscó la ayuda del papa Urbano II. Quería reclutar un ejército que le ayudara a reconquistar Anatolia. Esto resultó en el inicio de las Cruzadas, que, irónicamente, terminarían causando el declive final del Imperio.

La intervención de los cruzados causó problemas al Imperio. A pesar de haberse comprometido a obedecer la autoridad bizantina, los cruzados establecieron varios estados independientes en Antioquía, Edesa, Trípoli y Jerusalén. Los alemanes del Sacro Imperio y los normandos de Sicilia y el sur de Italia siguieron atacando el Imperio durante el siglo XII. Las ciudades-estado y repúblicas italianas como Venecia y Génova, a las que Alejo I había concedido derechos comerciales en Constantinopla, se convirtieron en blanco de sentimientos antioccidentales. A los europeos en general se les llamaba despectivamente "francos", un pueblo recordado por conquistar los antiguos territorios del Imperio occidental durante la época de Carlomagno. A los venecianos, en particular, les molestaron mucho estas manifestaciones del pueblo bizantino, ya que su flota era la base de la marina bizantina.

La Cuarta Cruzada y sus consecuencias (1204-1261)

Archivo:Byzantium1204b-es
La situación en la primera mitad del siglo XIII.

Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio, intentó sin éxito conquistar el Imperio durante la Tercera cruzada. Pero fue la cuarta la que tuvo el efecto más devastador sobre el Imperio bizantino. La intención original de la Cruzada era conquistar Egipto. Sin embargo, los cruzados terminaron trabajando como mercenarios para la República de Venecia. Venecia les prometió riquezas a cambio de tomar Zara (Hungría). La ciudad fue sitiada y cayó en 1202.

Fue entonces cuando intervino Alejo IV Ángelo, quien estaba en un conflicto interno contra el emperador Alejo III Ángelo. Sin considerar el mal estado de las finanzas imperiales, Alejo IV prometió soldados y dinero a cambio de ser puesto en el trono, y así lo hicieron. Cruzados y venecianos tomaron la ciudad sin muchas dificultades, ya que el emperador había huido y los ciudadanos habían liberado al ex-emperador Isaac II, quien fue restaurado junto a su hijo Alejo IV. Sin embargo, estos no pudieron pagar a los cruzados, quienes en respuesta volvieron a atacar la ciudad.

Constantinopla cayó en manos de los cruzados en 1204. Le siguieron tres días de saqueo y destrucción de importantes obras de arte. Por primera vez desde su fundación por Constantino I, más de ochocientos años antes, la ciudad había sido tomada por un ejército extranjero. Los cruzados y venecianos firmaron el Partitio terrarum imperii Romaniae ("Partición del Imperio romano"). Con esto, el Imperio dejó de existir para dar lugar a una serie de estados cruzados. El más importante de estos fue el Imperio latino (1204-1261).

Archivo:ShepherdByzempire1265-es
El Imperio hacia el año 1265, terminó siendo casi una representación geográfica de la Grecia Clásica del siglo V a. C.

El poder bizantino se debilitó permanentemente. En este tiempo, Serbia, bajo Esteban Dushan, de la dinastía Nemanjić, se fortaleció aprovechando el desmoronamiento imperial. Inició un proceso que culminaría con el establecimiento del Imperio serbio en 1346. Sin embargo, existieron tres estados griegos herederos del Imperio bizantino fuera del control latino: el Imperio de Nicea, el Imperio de Trebisonda, y el Despotado de Epiro. El primero, gobernado por la dinastía Paleólogo, reconquistó Constantinopla en 1261 y derrotó al Epiro. Esto revitalizó el Imperio, pero se prestó demasiada atención a Europa cuando la creciente entrada de los turcos en Asia Menor era el principal problema.

El declive final y el asedio turco (1261-1453)

La historia del Imperio bizantino después de la reconquista de la capital por Miguel VIII Paleólogo es la de un largo declive. En el lado oriental, el avance turco redujo casi a nada los dominios asiáticos del Imperio. En algunas etapas, se convirtió en vasallo de los otomanos. Mientras tanto, en los Balcanes, tuvo que competir con los estados griegos y latinos que habían surgido después de la conquista de Constantinopla en 1204. En el Mediterráneo, la superioridad naval veneciana dejaba muy pocas opciones a Constantinopla. Además, durante el siglo XIV, el Imperio, reducido a ser uno más de los muchos estados balcánicos, tuvo que enfrentar la terrible revuelta de los almogávares de la Corona de Aragón y dos devastadoras guerras civiles.

Durante un tiempo, el Imperio sobrevivió simplemente porque los selyúcidas, mongoles y persas safávidas estaban demasiado divididos para atacarlo. Pero finalmente, los turcos otomanos invadieron todo lo que quedaba de las posesiones bizantinas, excepto unas pocas ciudades portuarias. Los otomanos —el origen del futuro Imperio otomano— venían de uno de los sultanatos que se separaron del estado selyúcida, liderados por un jefe llamado Osmán I. Él dio nombre a la dinastía otomana o osmanlí.

Archivo:Bizancio1400AD
El Imperio bizantino hacia 1400 ya no era un imperio: terminó reducido a Laconia, Salónica y Constantinopla, aisladas entre sí.

El Imperio pidió ayuda a Occidente. Pero los diferentes estados pusieron como condición la reunificación de la Iglesia católica y la ortodoxa. Los líderes bizantinos estudiaron la unión de las Iglesias y a veces incluso la impusieron por decreto. Sin embargo, los ortodoxos no la aceptaron. Algunos guerreros occidentales llegaron para ayudar a Bizancio, pero muchos prefirieron dejar que el Imperio cayera. No hicieron nada cuando los otomanos conquistaron los territorios restantes.

Constantinopla parecía al principio inexpugnable debido a sus poderosas defensas. Pero con la llegada de los cañones, las murallas —que habían sido impenetrables, excepto para los integrantes de la Cuarta Cruzada, durante más de mil años— ya no ofrecían la protección adecuada frente a los otomanos. La caída de Constantinopla ocurrió finalmente el 29 de mayo de 1453, después de un asedio de dos meses llevado a cabo por Mehmet II. El último emperador bizantino, Constantino XI Paleólogo, fue visto por última vez luchando contra las tropas de jenízaros de los otomanos, que superaban en número a los bizantinos. Los últimos restos bizantinos independientes, Morea y Trebisonda, también fueron conquistados por Mehmet en 1460 y 1461 respectivamente. El último heredero de la Corona del Imperio bizantino, Andrés Paleólogo, sobrino de Constantino XI, vendió su título imperial a los Reyes Católicos antes de su muerte en 1502, aunque los monarcas españoles nunca lo usaron.

El mundo bizantino

Población y ciudades

Hay muy pocos datos para calcular la población del Imperio bizantino. J. C. Russell indica que a finales del siglo IV, la población total del Imperio romano de Oriente era de unos veinticinco millones de personas, en un área de aproximadamente 1.600.000 km². Hacia el siglo IX, después de perder las provincias de Siria, Egipto y Palestina y la crisis de población del siglo VI, se cree que el Imperio tenía alrededor de trece millones de personas en un territorio de 745.000 km². Hacia el siglo XIII, con las importantes pérdidas territoriales, es probable que el emperador gobernara a no más de cuatro millones de personas. Desde entonces, el territorio del Imperio —y, por lo tanto, su población— se fue reduciendo rápidamente hasta la caída de Constantinopla en 1453. Las mayores concentraciones de población siempre estuvieron en la parte asiática del Imperio, especialmente en la costa egea de Asia Menor.

En cuanto a las ciudades, el crecimiento de Constantinopla fue espectacular en los siglos IV y V. Mientras que la capital de Occidente, Roma, había disminuido considerablemente desde el siglo II (llegó a tener un millón y medio de habitantes, que conservó hasta el siglo V), Constantinopla, con solo unos cien mil —en el momento de su fundación, apenas tenía treinta mil habitantes—, llegó en la época de Justiniano a los cuatrocientos mil. Pero Constantinopla no era la única gran ciudad del Imperio. La población de Alejandría en esa misma época se ha calculado en unos trescientos mil habitantes, un poco más que la de Antioquía (un cuarto de millón). A estas les seguían en tamaño otras ciudades más pequeñas como Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Trebisonda, Edesa, Nicea, Tesalónica, Tebas y Atenas.

El siglo VI significó un importante retroceso en la urbanización debido tanto a las guerras como a una serie de epidemias y desastres naturales. En el siglo siguiente, después de perder Siria, Palestina, Egipto y Cartago, solo quedaron dos grandes ciudades en el Imperio: la capital y Tesalónica. Parece que la población de Constantinopla disminuyó considerablemente durante los siglos VI y VII (a causa, entre otras razones, de la peste) y solo comenzó a recuperarse a mediados del siglo VIII. Se calcula que su población sería de trescientos mil habitantes durante el renacimiento macedónico, y de no menos de medio millón bajo la dinastía Comnena.

En los últimos tiempos del Imperio, las ciudades sufrieron un declive pronunciado. Se calcula que, en el momento de su conquista por los turcos, la población de la capital era de unos cincuenta mil habitantes, y la de la segunda ciudad del Imperio, Tesalónica, rondaba los treinta mil.

La economía bizantina

Como en el resto del mundo en la Edad Media, la principal actividad económica era la agricultura. Esta se organizaba en grandes propiedades de tierra (latifundios), que pertenecían a la nobleza y al clero. Cultivaban cereales, frutas, verduras y otros alimentos. La industria más importante era la textil, basada en talleres estatales de seda, que empleaban a muchos trabajadores. El Imperio dependía completamente del comercio con Oriente para obtener seda. Esto cambió a mediados del siglo VI, cuando unos monjes desconocidos —quizá nestorianos— lograron llevar capullos de gusanos de seda a Justiniano. El Imperio comenzó a producir su propia seda —principalmente en Siria—. Su fabricación fue un secreto muy bien guardado y desconocido en el resto de Europa hasta al menos el siglo XII.

Es importante destacar la gran importancia del comercio. Por su ubicación geográfica, el Imperio bizantino fue un intermediario clave entre Oriente y el Mediterráneo, al menos hasta el siglo VII, cuando el islam tomó las provincias del sur del Imperio. La posición de la capital era especialmente importante, ya que controlaba el paso de Europa a Asia. Al dominar el estrecho del Bósforo, controlaba los intercambios entre el Mediterráneo (que conectaba con Europa occidental) y el mar Negro (que enlazaba con el norte de Europa y Rusia).

Existían tres rutas principales que conectaban el Mediterráneo con el Extremo Oriente:

  1. El camino más corto atravesaba Persia, y luego Asia Central (Samarcanda, Bujará). Se conoce como Ruta de la Seda.
  2. Una segunda ruta, mucho más difícil, evitaba Persia. Iba del mar Negro, a través de los puertos de Crimea, al Caspio, y de ahí a Asia Central. Esta ruta se abrió en la época de Justino II.
  3. Por mar, desde la costa de Egipto, a través del mar Rojo y del océano Índico. Aprovechaba los monzones hasta Sri Lanka. Esta ruta marítima permitía el comercio no solo con la India, sino también con el reino de Aksum, en la actual Eritrea. Un relato detallado de las aventuras de esta ruta se encuentra en la obra del viajero Cosmas Indicopleustes. El comercio bizantino por esta ruta desapareció cuando en el siglo VII se perdieron las provincias del sur del Imperio.

El comercio bizantino decayó durante los siglos XI y XII. Esto se debió a las desventajosas concesiones que se hicieron a Venecia y, en menor medida, a Génova y a Pisa.

Un elemento importante en la economía del Imperio fue su moneda, el sólido bizantino y el besante. Tenían un gran prestigio en el comercio mundial de la época.

El emperador bizantino

El líder supremo del Imperio bizantino era el emperador (basileus). Él dirigía el Ejército, la Administración y tenía el poder religioso. Cada emperador podía elegir a su sucesor, a quien asociaba a las tareas de gobierno dándole el título de césar. En algún momento de la historia de Bizancio (específicamente, durante el reinado de Romano I Lecapeno) llegó a haber hasta 5 césares al mismo tiempo.

El sucesor no siempre era hijo del emperador. En muchos casos, la sucesión fue de tío a sobrino (Justiniano, por ejemplo, sucedió a su tío Justino I y fue sucedido por su sobrino Justino II). Otros personajes llegaron a ser emperadores por matrimonio, como Nicéforo II o Romano IV.

Aunque el emperador elegía a su sucesor, muchos llegaron al poder al ser proclamados emperadores por el Ejército (como Heraclio I o Alejo I Comneno). Otros lo lograron gracias a intrigas en la corte, a veces con actos violentos. Para evitar que los emperadores depuestos y sus familiares reclamaran el trono, a menudo se les impedía ver y, en ocasiones, se les impedía tener hijos, y se les enviaba a monasterios. Un caso particular es el de Justiniano II, llamado Rhinotmetos ('Nariz cortada'). El usurpador Leoncio le cortó la nariz y lo envió al exilio, aunque Justiniano recuperaría su trono más tarde. Estos actos violentos fueron muy frecuentes en la historia del Imperio bizantino, especialmente en épocas de inestabilidad política.

La figura del emperador estaba muy relacionada con la Iglesia, que se convirtió en un factor de estabilidad. Especialmente con el patriarca de Constantinopla. La monarquía bizantina tenía un carácter cesaropapista. Esto significa que el emperador tenía poder tanto político como religioso. Uno de los títulos del emperador era Isapóstolos ('Igual a los Apóstoles'). Ciertas responsabilidades de su cargo se parecían a las del Rex sacerdos ('Rey sacerdote') de la monarquía israelita. El emperador y el patriarca dependían el uno del otro. Aunque el emperador designaba al Patriarca, era este quien aprobaba su ascenso al poder mediante la ceremonia de coronación. Hubo muchos momentos de tensión entre ellos en la historia de Bizancio, ya que los intereses del Estado a veces eran diferentes de los de la Iglesia. Por ejemplo, en la última etapa del Imperio, cuando los emperadores intentaron restaurar la unidad religiosa de su Iglesia con la de Roma para obtener ayuda de Occidente contra los turcos, se encontraron con la fuerte resistencia de los patriarcas.

Una de las principales fortalezas del emperador era su control sobre una administración eficiente. Esta se regía por el Corpus Iuris Civilis, recopilado en la época de Justiniano. La organización territorial se basaba, desde el siglo VII, en los themata ('temas'). Eran provincias bajo el mando de un strategos o general.

El Ejército Bizantino

El Ejército bizantino fue durante siglos el más poderoso de Europa. Era una continuación del Ejército romano. En los siglos III y IV fue reformado significativamente. Se desarrolló especialmente la caballería pesada (catafracta), que tenía origen persa. La armada bizantina tuvo un papel muy importante en el dominio del Imperio. Esto fue gracias a sus barcos rápidos, llamados dromones (dromos), y al uso de armas secretas como el «fuego griego». La superioridad naval de Bizancio le dio el control del Mediterráneo oriental hasta el siglo XI. En ese momento, comenzó a ser reemplazada por el creciente poder de algunas ciudades-estado italianas, especialmente Venecia.

Al principio, existían dos tipos de tropas: los limitanei (guarniciones de frontera) y los comitatenses. A partir del siglo VII, el Imperio se organizó en themata. Eran divisiones administrativas y militares dirigidas por un strategos. Su existencia mejoró mucho la capacidad defensiva de Bizancio frente a sus muchos enemigos externos. En la defensa de Bizancio, la habilidad diplomática de sus emperadores jugó un papel importante. Los pagos de tributos mantuvieron a los enemigos del Imperio alejados durante mucho tiempo. Su servicio de espionaje logró salvar situaciones que parecían imposibles.

Una de las debilidades del Ejército bizantino, que se hizo más grande con el tiempo, fue la necesidad de usar tropas mercenarias. Su lealtad era dudosa. Entre los cuerpos mercenarios más conocidos está la famosa guardia varega. La crisis más terrible que los mercenarios causaron en el Imperio fue probablemente la revuelta de los almogávares, en el siglo XIV. El arte de la estrategia tuvo un gran desarrollo en la época bizantina. Incluso varios emperadores, como Mauricio, escribieron libros sobre el arte militar. Estas ideas valoraban el sigilo, la sorpresa y el liderazgo de los comandantes.

La religión en Bizancio

Una de las características más importantes de la civilización bizantina es la gran importancia de la religión y de la Iglesia en su forma de pensar oficial. La Iglesia y el Estado, el emperador y el patriarca, se unieron cada vez más. Tanto que la lealtad a la verdadera fe (la «ortodoxia») fue un factor importante para mantener la unidad política y social en el Imperio bizantino. Esto no impidió que surgieran muchas corrientes religiosas diferentes.

El cristianismo primitivo se desarrolló mucho más rápido en Oriente que en Occidente. Es muy significativo que el Concilio de Calcedonia reconociera en 451 cinco grandes patriarcados. De ellos, solo uno (Roma) era occidental. Los otros cuatro (Constantinopla, Jerusalén, Alejandría y Antioquía) pertenecían al Imperio de Oriente. De todos ellos, el principal fue el Patriarcado de Constantinopla, cuya sede estaba en la capital del Imperio. Las otras tres sedes se fueron separando poco a poco de Constantinopla. Primero, por la herejía monofisita, que fue muy perseguida por varios emperadores. Luego, con la invasión del islam en el siglo VII, las sedes de Alejandría, Antioquía y Jerusalén quedaron definitivamente bajo dominio musulmán.

Durante el siglo VII, hubo algunos intentos de la Iglesia ortodoxa por atraer a los monofisitas. Esto se hizo a través de posturas religiosas intermedias, como el monotelismo, defendido por Heraclio I y su nieto Constante II. Sin embargo, en los años 680 y 681, en el III Concilio de Constantinopla, se volvió definitivamente a la ortodoxia.

La Iglesia ortodoxa sufrió otra crisis importante con el movimiento iconoclasta. Primero, entre los años 730 y 787, y luego entre 815 y 843. Se enfrentaron dos grupos religiosos: los iconoclastas, que querían prohibir el culto a las imágenes o iconos, y los iconódulos, que defendían esta práctica. Los iconos fueron prohibidos por León III, quien ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, la Virgen María y de todos los santos. Así comenzaron las disputas más fuertes. Esto no se resolvió hasta que la emperatriz Irene convocó el II Concilio de Nicea en 787, que reafirmó la importancia de los iconos. Esta emperatriz consideró una alianza matrimonial con Carlomagno que habría unido ambas partes de la cristiandad, pero fue descartada.

El movimiento iconoclasta resurgió en el siglo IX, siendo derrotado definitivamente en 843. Todos estos conflictos internos no ayudaron a resolver la división que se estaba produciendo entre Occidente y Oriente.

En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio. Él, por primera vez, rechazó la autoridad del papa de Roma. Esto inició una historia de desacuerdos que culminaría en 1054, con el llamado Cisma de Oriente y Occidente. Focio también se esforzó por igualar el poder del patriarca al del emperador, proponiendo una especie de gobierno compartido.

El cisma, sin embargo, contribuyó a que la Iglesia ortodoxa se convirtiera en una Iglesia nacional. Esto se reforzó aún más con la humillación sufrida en 1204 por la invasión de los cruzados y el traslado temporal de la sede patriarcal a Nicea.

Durante el siglo XIV se desarrolló una importante corriente religiosa, conocida como hesicasmo (del griego hesychía, que significa 'quietud' o 'tranquilidad'). El hesicasmo defendía la meditación interna, el silencio y la contemplación como formas de acercarse a Dios. Se extendió sobre todo por las comunidades de monjes. Su máximo representante fue Gregorio Palamás, monje de Athos que llegó a ser arzobispo de Tesalónica.

Desde finales del siglo XIII hubo varios intentos de volver a la unidad religiosa con Roma: en 1274, en 1369 y en 1438. Esto se hacía para conseguir la ayuda occidental frente a los turcos. Sin embargo, ninguno de estos intentos tuvo éxito.

Cultura y arte bizantino

Lengua y literatura

Al principio del Imperio bizantino, se usaban dos idiomas principales: el latín y el griego. El latín era el idioma de la administración del estado, mientras que el griego era el idioma hablado y el principal para la literatura. La Iglesia y la educación también usaban el griego. Además, algunas regiones del Imperio usaban otras lenguas, como el arameo y su variante, el siríaco, en Siria y Palestina, y el copto en Egipto.

Con el tiempo, el latín fue reemplazado definitivamente por el griego. En la primera mitad del siglo VII, el griego se convirtió también en el idioma de la administración imperial. Es importante que ya en la época de Heraclio, el título de Augustus, en latín, fuera sustituido por el de basiléus, en griego. Sin embargo, el latín siguió apareciendo en inscripciones y en monedas hasta el siglo XI.

La invasión del islam y la pérdida de las provincias orientales hicieron que el Imperio se volviera más griego. El griego hablado en el Imperio era el resultado de la evolución del griego helenístico, y se le suele llamar griego medieval o griego bizantino. Había grandes diferencias entre el lenguaje literario, que era intencionalmente antiguo, y el lenguaje hablado, la koiné popular, que rara vez se usaba en la literatura.

La literatura, como la cultura bizantina en general, se caracteriza por tres elementos: helenismo (influencia griega), cristianismo e influencia oriental. Helenismo porque continúa la tradición de la Grecia clásica a pesar de los intentos de romanización de Justiniano I, cuya lengua materna era el latín, y su sobrino Justino II, que solo afectaron al derecho. Cristianismo porque esa fue la religión del Imperio desde Constantino I, a pesar de la oposición intelectual hasta bien entrado el siglo VI. Influencia oriental por la estrecha relación con pueblos asiáticos y africanos.

La literatura bizantina tiene un poema épico en griego popular, el de Digenis Akritas, y poetas líricos importantes como Teodoro Pródromo. Posee géneros característicos, como los bestiarios (libros de animales), volucrarios (libros de aves), lapidarios (libros de piedras preciosas) y las novelas bizantinas (Estacio Macrembolita: Los amores de Isinia e Ismino; Teodoro Pródromo, Los amores de Rodante y Dosicles; Nicetas Eugeniano, Las aventuras de Drusilla y Caricles y Constantino Manasés, Aventuras de Aristandro y Calitea). Fue especialmente rica en escritores de temas religiosos (como, por ejemplo, Eneas de Gaza), sobre la vida de Cristo y sobre vidas de santos (hagiográficos). La historia de Barlaam y Josafat, que tiene alusiones a la vida de Buda, tuvo un gran impacto en la literatura occidental.

La historia tuvo representantes destacados, como Procopio de Cesarea, quien fue secretario del famoso general Belisario durante el reinado de Justiniano I. Procopio fue a la vez un admirador del emperador en los seis libros de sus Historias y su crítico en la llamada Historia secreta. En la lírica destaca el género del epigrama con figuras como Pablo Silenciario y Agatías, este último antologista e historiador del periodo posterior a Justiniano. Jorge de Pisidia compuso poesía épica y epigramas. Existe un interesante libro de viajes de Cosmas Indicopleustes. Del siglo VII destaca un historiador, Simocata, que no alcanzó la importancia de Procopio. En este siglo se hizo famoso el poeta Romano el Mélodo, autor de himnos religiosos. Entre el siglo VIII y el XI se compiló la ya mencionada epopeya nacional Digenis Acritas, escrita en una lengua semiculta. También se crearon epopeyas sobre las hazañas de Alejandro Magno y se compusieron enciclopedias como la Suda, que no siempre era completamente precisa. En esta época se recopiló la colección más importante de epigramas griegos que se conserva, la Antología Palatina. El cristianismo entró en el género tradicional pagano con la obra del monje Teodoro Estudita y de la monja poetisa Casia. Algunos emperadores se dedicaron a las letras, como León VI el Sabio, que fue poeta, así como su hijo, Constantino VII Porfirogéneta. San Juan Damasceno compuso tratados teológicos y polémicos en un estilo complejo. El citado Teodoro también escribió sobre la cuestión iconoclasta, así como obras ascéticas y de interpretación de textos sagrados.

En el último periodo, desde finales del XI, hay mucha literatura religiosa de debate. Pero también escribieron Focio y Miguel Psellos sobre temas más variados. Esto impulsó un renacimiento de las letras griegas. Este renacimiento llegó a Europa con la dispersión de los estudiosos bizantinos por la península itálica después de la conquista de Constantinopla por los otomanos. En Italia, resurgió el estudio del griego y el Humanismo, y de ahí se extendió al resto del mundo. Tzetzes escribió poemas didácticos y eruditos. El epigrama alcanzó su punto más alto con Cristóbal de Mitilene o Juan Mauropo. Se escribieron novelas en Grecia y proliferaron los bestiarios y lapidarios. También crónicas como la famosa Crónica de Morea, que el gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, Juan Fernández de Heredia, mandó traducir al aragonés. El inquieto y original poeta Teodoro Pródromo escribió cuatro poemas satíricos en la lengua popular y su Catomiomaquia, o Lucha de los Gatos contra los Ratones como una parodia épica. Hay excelentes historiadores que dejaron testimonio de las Cruzadas, como los hermanos Miguel y sobre todo Nicetas Acominato, Paquimeras, Nicéforo Brienio o su esposa Ana Comneno, princesa imperial autora de La Alexiada, historia de su padre Alejo I Comneno. Durante la época de los Paleólogos, la literatura decayó, pero luego la filología (estudio de las lenguas y textos) resurgió con fuerza.

Arquitectura bizantina

La arquitectura bizantina es una mezcla de la arquitectura romana y la arquitectura paleocristiana. Es principalmente religiosa, aunque también hubo edificios civiles importantes. Se usaba mucho el ladrillo como material de construcción (aunque se cubría con losas de piedra por fuera y con mosaicos lujosos por dentro). Aunque usaba columnas (destaca el cambio del ábaco por el cimacio), su innovación más importante es el uso constante de techos abovedados. Los tipos de bóveda más comunes eran la de cañón y la de arista. Pero la más destacada era la cúpula, con su base característica sobre pechinas (aunque a veces también se usaba la cúpula sobre trompas). En cuanto a la forma de la planta, la más frecuente en los templos era la de cruz griega, con una cúpula en el cruce de las naves. Es común que los templos, además de la nave principal, tengan un atrio o narthex, de origen paleocristiano, y el presbiterio precedido de un iconostasio. Este último se llama así porque sobre esta pared calada se colocaban los iconos pintados.

En la historia del arte y la arquitectura bizantinas, se suelen distinguir tres periodos o «Edades de Oro». La Primera Edad de Oro tiene su momento más representativo en la época de Justiniano. Sus edificios más destacados son la iglesia de los Santos Sergio y Baco, la de Santa Irene y, sobre todo, la de Santa Sofía, todas ellas en Constantinopla.

La Segunda Edad de Oro coincide con el renacimiento macedónico (siglos IX, X y XI). La iglesia de planta central cubierta con cúpula sigue siendo el modelo principal. Son frecuentes las iglesias con planta de cruz griega inscrita en un cuadrado. Los brazos de la cruz están cubiertos con bóvedas de cañón, y hay cinco cúpulas: una en el centro y otras cuatro en las esquinas. El modelo era la Nueva Iglesia (Nea) construida por Basilio I, hoy desaparecida. Algunas iglesias destacadas son la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla, Santa Catalina de Salónica, la catedral de Atenas y la basílica de San Marcos de Venecia.

La Tercera Edad de Oro comienza después de la recuperación de Constantinopla en 1261. Es una época en la que las formas bizantinas se extendieron, tanto hacia el Norte (Rusia) como hacia Occidente. Las novedades de este periodo son más decorativas que estructurales. Destacan iglesias como Santa María Pammakaristos en Constantinopla, las iglesias del monte Athos o el conjunto de iglesias de Mistra, en el Peloponeso.

Escultura bizantina

El estilo bizantino en escultura se definió a partir del siglo VI. Antes, dominaba el estilo romano tardío, incluso en Constantinopla, como lo muestran varias estatuas. Sin embargo, otros monumentos de la época ya mostraban el gusto bizantino, como el Disco de Teodosio de Madrid, que tiene en bajorrelieve las figuras del emperador y su corte (393).

El estilo bizantino en escultura se considera una evolución del estilo griego, bajo la influencia asiática. Se caracteriza, en general, por cierta artificialidad, uniformidad y rigidez o falta de naturalidad en las figuras. A menudo incluye esmaltes, imitaciones de piedras y perlas, formas geométricas y follaje estilizado.

El arte bizantino usó muy poco las esculturas de bulto redondo (esculturas que se pueden ver desde todos los lados). Pero abundó en relieves sobre marfil, plata y bronce. También siguió usando camafeos y grabados en piedras preciosas. En los relieves, al igual que en las pinturas y mosaicos, las figuras se presentan mirando de frente.

Mosaicos

Bizancio heredó de la cultura griega la decoración con mosaicos, que alcanzaron su máximo esplendor en este imperio. Los mosaicos eran figuras hechas con pequeños trozos de piedra o vidrio de colores (llamadas teselas). Seguían reglas estrictas para ilustrar pasajes de la vida de los emperadores y escenas religiosas. Estas últimas cubrían las paredes y techos de las iglesias.

Gracias a la habilidad con los mosaicos, los artesanos del vidrio de Bizancio se interesaron en imitar las piedras preciosas. Llegaron a ser tan hábiles que era muy difícil distinguirlas de las auténticas.

Pintura

Son especialmente notables los retablos de tema religioso conocidos como iconos.

Música

La música bizantina, que solía ser religiosa, estaba muy relacionada con el canto gregoriano.

Legado del Imperio Bizantino

El Imperio bizantino fue un Imperio con muchas culturas. Nació como cristiano y heredero de la tradición romana, abarcando la zona de Oriente. Desapareció en 1453 como un reino griego ortodoxo. El escritor británico Robert Byron lo describió como el resultado de una triple mezcla: un cuerpo romano, una mente griega y un alma oriental.

Bizancio fue la única potencia estable en la Edad Media. Su influencia ayudó a estabilizar Europa. Sirvió como barrera contra la presión de las conquistas de los ejércitos musulmanes. También actuó como un puente hacia el pasado clásico y su antigua legitimidad.

La caída del Imperio fue un evento muy importante. Tanto que durante mucho tiempo se consideró 1453 como la división entre la Edad Media y la Edad Moderna. El conquistador otomano, Mehmet II, y sus sucesores se consideraron a sí mismos herederos legítimos de los emperadores bizantinos hasta la caída del Imperio otomano a principios del siglo XX. Sin embargo, el papel del emperador bizantino como cabeza de la ortodoxia oriental fue reclamado por los grandes duques de Moscú, comenzando con Iván III. Su nieto Iván IV el Terrible se convertiría en el primer zar de Rusia (el título de zar viene del latín caesar, 'césar'). Sus sucesores apoyaron la idea de que Moscú era la heredera legítima de Roma y Constantinopla, la Tercera Roma —una idea que mantuvo el Imperio ruso hasta su propio fin a principios del siglo XX—.

Desde el punto de vista comercial, Bizancio era el punto de partida de la Ruta de la Seda. Era el eje económico que unía Europa con Oriente, importando productos de lujo como seda y especias. La interrupción de esta ruta por la desaparición del Imperio bizantino llevó a la búsqueda de nuevas rutas comerciales. Esto hizo que españoles y portugueses llegaran a América y África en busca de caminos alternativos. Los portugueses, que terminaron la Reconquista antes y tuvieron los recursos necesarios con antelación, crearon un Imperio atlántico que les permitía llegar a la India rodeando África. Los españoles, más tarde, apoyaron a Cristóbal Colón y a los conquistadores, lo que llevó a la creación de un imperio que transformaría a España en la primera potencia mundial.

Bizancio jugó un papel invaluable en la conservación de los textos clásicos, tanto en el mundo islámico como en Europa occidental, donde sería clave para el Renacimiento. Su tradición de escribir la historia fue una fuente de información sobre los logros del mundo clásico. Fue tan importante que se cree que el resurgimiento cultural, económico y científico del siglo XV no habría sido posible sin las bases establecidas en la Grecia bizantina.

La influencia de Bizancio en temas como la teología sería vital para pensadores europeos como Santo Tomás de Aquino. También hay que mencionar que el Imperio fue clave en la expansión del cristianismo, que definiría Europa durante siglos. De los cuatro centros más grandes de esta religión, tres (Jerusalén, Antioquía y Constantinopla) estaban en su territorio. Hasta que ocurrió el cisma de Oriente, fue su mayor centro espiritual. También fue responsable de la evangelización de los pueblos eslavos, gracias a misioneros tan famosos como Cirilo y Metodio. Ellos evangelizaron a los pueblos eslavos y desarrollaron un sistema de escritura que aún hoy se usa en muchos países, el alfabeto cirílico. Finalmente, es notable su influencia en las Iglesias copta, etíope, y la de armenia.

Ver también

kids search engine
Imperio bizantino para Niños. Enciclopedia Kiddle.