Historia del Imperio bizantino para niños
La historia del Imperio bizantino va desde el siglo IV hasta 1453. Bizancio era la parte oriental del Imperio romano y sobrevivió hasta 1453. Fue llamado así por el historiador Hieronymus Wolf en 1557. Su capital era Constantinopla, fundada por Constantino en 330. El Imperio romano se dividió en dos partes en 395 por el emperador Teodosio I el Grande. Constantinopla, ubicada entre Oriente y Occidente, era muy rica, lo que la hizo un lugar muy codiciado.
Tras la caída de la parte occidental del Imperio romano, la parte oriental desarrolló su propia identidad, mezclando cultura helenística y religión cristiana. Justiniano I intentó restaurar el Imperio, pero las conquistas árabes y otras invasiones forzaron al Imperio a cambiar. Los conflictos internos sobre los iconos impidieron una política exterior ofensiva. La dinastía macedónica trajo un período de gloria, pero después de la muerte de Basilio II en 1025, el Imperio enfrentó muchos problemas.
La derrota en la Batalla de Manzikert en 1071 y las Cruzadas debilitaron aún más el Imperio. Aunque Constantinopla fue recuperada en 1261 por el Imperio de Nicea, los Paleólogos no pudieron detener el avance del Imperio otomano, que finalmente capturó Constantinopla en 1453.
Contenido
- Inicios
- De la tetrarquía a la caída de Occidente
- La reconquista de Justiniano
- Periodo iconoclasta
- Dinastía macedónica y resurgimiento (867-1057)
- La restauración Comneno (1081-1185)
- Dominación latina y gobierno en exilio (1204-1261)
- Dinastía de los Paleólogos y caída final (1261-1453)
- El Imperio bizantino y el Renacimiento
- Galería de imágenes
- Véase también
Inicios
Al principio, Roma fue gobernada por reyes etruscos. Luego, en el año 509 a.C., se convirtió en una República romana. Roma luchó con la Liga Latina, y tras un tratado en 493 a.C., Roma se volvió más importante. Su puerto, Ostia, se convirtió en un lugar comercial clave.
La expansión de Roma en Italia llevó a conflictos con las colonias griegas y Cartago, resultando en las Guerras púnicas. Roma ganó estas guerras, expandiéndose a Sicilia y África del Norte. Luego, derrotó a Macedonia y extendió su poder sobre Grecia y Asia Menor. Julio César y César Augusto continuaron conquistando más territorios, convirtiendo al Mediterráneo en un "lago romano".
Con el tiempo, Roma tuvo problemas con invasiones de pueblos como los marcomanos. Los emperadores comenzaron a nacer fuera de Roma. El edicto de Caracalla en 212 convirtió a todos los hombres libres del imperio en ciudadanos romanos, expandiendo la ciudadanía a todo el Imperio romano.
De la tetrarquía a la caída de Occidente
La división del Imperio romano empezó con la tetrarquía, un sistema creado por el emperador Diocleciano a finales del siglo III para gobernar mejor el vasto imperio. Había dos emperadores principales y dos coemperadores jóvenes para ayudar. Tras la retirada de Diocleciano, el sistema tuvo problemas y Constantino se convirtió en el único emperador en 324.
Constantino decidió fundar una nueva capital en Bizancio, que llamó Constantinopla. Esta ciudad estaba en un lugar estratégico para proteger las fronteras y facilitar el comercio. La construcción tomó muchos años, y las Murallas de Constantinopla la hicieron casi impenetrable.
Constantino también aceptó el cristianismo y creó una moneda de oro estable llamada sólido bizantino. Después de su muerte, el imperio se dividió nuevamente y Teodosio dio las dos mitades a sus hijos: Arcadio gobernó en el este y Honorio en el oeste. Las invasiones bárbaras, como las de los visigodos, llevaron a la caída de la parte occidental del imperio en 476, mientras que el este, más fuerte y rico, sobrevivió y se convirtió en el Imperio bizantino.
La reconquista de Justiniano
En el siglo VI, el Imperio Bizantino alcanzó su máximo esplendor con el emperador Justiniano I. Él reconquistó tierras como el norte de África y luchó contra el Imperio sasánida, pero las guerras agotaron los recursos. Justiniano también mejoró las leyes y construyó grandes edificios, como la Santa Sofía. Sin embargo, tras su muerte, el imperio perdió fuerza y muchos territorios.
El Imperio Bizantino mezclaba la estructura del antiguo Imperio Romano, la cultura griega y la fe cristiana. Tenía muchas lenguas y pueblos diferentes, con ciudades cosmopolitas. El gobierno, el cristianismo y la lengua griega unían el imperio.
El imperio tuvo que defenderse de invasiones de pueblos como los búlgaros y los eslavos. A pesar de los esfuerzos de Justiniano, el imperio sufrió muchas pérdidas y cambios después de su reinado.
En el siglo VII, el Imperio Bizantino enfrentó graves crisis, luchando contra los persas y árabes, y perdiendo muchos territorios. El emperador Heraclio reformó el ejército y el sistema de gobierno, pero las continuas guerras debilitaron el imperio.
Periodo iconoclasta
Después de la muerte de Justiniano II, un soldado llamado León III se convirtió en emperador. Él defendió Constantinopla contra los árabes con la ayuda de los búlgaros. Luego, derrotó más invasiones árabes y creó un nuevo código de leyes. León III también inició la iconoclasia, prohibiendo imágenes religiosas, lo que causó mucha controversia.
Su hijo, Constantino V, continuó la lucha contra las imágenes y atacó a los monjes. La situación se complicó y el Papa buscó ayuda de Pipino el Breve para proteger Italia. Más tarde, Irene tomó el poder y restauró el culto a las imágenes. Su hijo, Constantino VI, no pudo gobernar bien y fue derrocado por Irene.
Después, el Papa coronó a Carlomagno como emperador. Nicéforo I se convirtió en emperador tras un golpe, negociando con Carlomagno y luchando contra los búlgaros. La dinastía amoriana empezó con Miguel II, quien buscó paz con los iconódulos. Finalmente, Miguel III enfrentó ataques de los rusos y envió misioneros a Moravia. Su reinado terminó cuando Basilio I le quitó la vida.
Dinastía macedónica y resurgimiento (867-1057)
Basilio I fue un gran líder, reformador y general que gobernó desde 835 hasta 886. Dentro de su reino, solucionó problemas religiosos y fortaleció la economía y las leyes. Publicó dos importantes leyes: el Procheiron y la Épanagoga. La primera ayudó a difundir el pensamiento bizantino entre los búlgaros, serbios y rusos. La segunda definía los roles del emperador y el patriarca.
En sus guerras, Basilio reconquistó Dalmacia, partes de Italia y ayudó a Roma. En los Balcanes, la influencia religiosa aumentó el prestigio de Bizancio. El zar búlgaro Boris I eligió aliarse con Constantinopla. En 867, el patriarca Focio anunció que los Rus aceptaron el cristianismo.
El hijo de Basilio, León VI, continuó reformando las leyes. Publicó los Basiliques, una colección de leyes canónicas, y los Novelles, edictos que mostraban el poder imperial y la nobleza. Luchó contra los árabes y el nuevo líder búlgaro, Simeón I, aliándose con los magiares.
Tras la muerte de León VI, el trono pasó a Constantino VII siendo niño. Romano I, un comandante naval, se hizo cargo del imperio, estabilizando la situación y luchando contra los árabes y búlgaros. Eventualmente, Constantino VII recuperó el trono, contribuyendo significativamente a la educación y las leyes del imperio.
En 976, el emperador Tzimiskes murió repentinamente. Sus sucesores, Basilio II y Constantino VIII, asumieron el poder, pero Basilio pronto se destacó como el líder principal. Para consolidar su poder, Basilio tuvo que enfrentar rebeliones lideradas por Bardas Esclero y Bardas Focas. Con la ayuda del príncipe Vladimiro I de Kiev, quien aceptó convertirse al cristianismo y casarse con la hermana de Basilio, pudo sofocar las revueltas. Basilio luego centró sus esfuerzos en destruir el Primer Imperio búlgaro, ganándose el título de "Bulgaroktonos" o "asesino de búlgaros".
Después de lidiar con los búlgaros y otros enemigos, Basilio murió en 1025. Su hermano Constantino VIII lo sucedió, pero gobernó solo tres años. Durante las décadas siguientes, hubo conflictos internos y luchas de poder. Zoe y Teodora, hijas de Constantino, jugaron papeles importantes, con Zoe casándose tres veces y gobernando junto con sus esposos.
El emperador Miguel IV y su sobrino Miguel V también gobernaron brevemente antes de ser derrocados. El reinado de Constantino IX marcó el fin de la expansión del imperio y el inicio de su declive. En 1054, la Cisma de Oriente separó las iglesias cristianas de Oriente y Occidente. Después de varios emperadores y conflictos, Alejo I Comneno tomó el poder en 1081, enfrentando nuevas amenazas como los selyúcidas y los normandos, mientras que el imperio enfrentaba una crisis financiera y el inicio de las Cruzadas.
La restauración Comneno (1081-1185)
Hace muchos años, la familia Comneno intentó salvar el imperio. Cuando Alejo I Comneno llegó al poder, todo estaba en mal estado: el dinero no valía nada, la economía estaba arruinada y los soldados campesinos habían sido reemplazados por mercenarios que no podían pagar. Alejo redujo el poder de los nobles y se rodeó de personas de confianza. Hizo alianzas inteligentes para evitar peligros. Se unió con Venecia contra Roberto Guiscardo, y también luchó contra los pechenegos, cumanos y turcos, ganando importantes batallas.
Con la llegada de las cruzadas, Alejo usó a los caballeros cruzados para recuperar tierras perdidas, incluyendo Nicea. Más tarde, bajo la dinastía de los Ángeles, el imperio se debilitó aún más, enfrentando levantamientos internos y amenazas externas. Finalmente, la Cuarta Cruzada culminó en la toma y saqueo de Constantinopla en 1204, llevando al imperio a una crisis sin precedentes.
Dominación latina y gobierno en exilio (1204-1261)
En el siglo XIII, después de que cruzados y venecianos capturaron Constantinopla en 1204, dividieron el imperio en partes. Venecia controlaba partes de la ciudad y elegía al patriarca, aunque el papa no estaba de acuerdo al principio. También se apropiaron de islas y Dalmacia. Los cruzados establecieron un nuevo Imperio Latino en Constantinopla, pero su territorio se redujo con el tiempo. Al mismo tiempo, surgieron otros estados griegos como el Despotado de Epiro, el Imperio de Trebisonda y el Imperio de Nicea, que más tarde se convirtió en el principal heredero del Imperio bizantino.
El Imperio de Nicea, liderado por Teodoro I Láscaris, se convirtió en un centro de resistencia y cultura bizantina en Asia Menor. Después, Juan III Vatatzés expandió el imperio y enfrentó a búlgaros y serbios por el control de Constantinopla. Finalmente, en 1261, Miguel VIII Paleólogo reconquistó Constantinopla, restaurando el Imperio bizantino. Esta victoria marcó el comienzo de la dinastía Paleólogo, que gobernaría el imperio hasta su caída ante los otomanos en 1453.
Dinastía de los Paleólogos y caída final (1261-1453)
La reconquista de Constantinopla permitió el renacimiento del Imperio bizantino que se convirtió nuevamente en una potencia influyente; sin embargo, perdió rápidamente este rol debido a que una gran parte del territorio imperial estuvo siempre ocupada por otras fuerzas, mientras que el establecimiento de Génova y de Venecia en el mar Egeo privó al Imperio bizantino de una gran parte de sus ingresos. Además, la amenaza turca aumentó progresivamente y cuando los bizantinos se percataron de la gravedad de la amenaza, ya era muy tarde. En el plano interior, el peso de la aristocracia estuvo en constante crecimiento en detrimento de la autoridad imperial, mientras que el servicio militar fue cada vez más teórico; en la práctica, la obtención de un feudo ocasionó la disminución de reclutas. Las guerras civiles que golpearon esporádicamente el imperio solo sirvieron para aumentar su declive. Desde entonces y durante las siguientes décadas, el imperio se hundió en una crisis cada vez más profunda que la condujo a su caída en 1453.
Las primeras tentativas de reconstrucción: el reinado de Miguel VIII (1261-1282)
Cuando Miguel VIII Paleólogo llegó a Constantinopla, el Imperio bizantino era apenas una delgada franja costera al oeste de Asia Menor, algunas islas en el mar Egeo y partes de Tracia y Macedonia, incluyendo Tesalónica. Tuvo que reconstruir la ciudad devastada y fortificarla nuevamente para defenderse de los ataques. Sin embargo, reconstruir todo esto costó mucho dinero, y para pagarlo tuvo que bajar el valor del dinero local. Además, Miguel hizo acuerdos con los genoveses que, aunque ayudaron a la economía, también le quitaron dinero al imperio.
En cuanto a las amenazas exteriores, Miguel sabía que países de Europa querían lanzar otra cruzada para recuperar Constantinopla. Tuvo que negociar con el papa y otros líderes para evitar la guerra, pero eso dividió a su propio pueblo y a la iglesia. A pesar de sus esfuerzos diplomáticos, las luchas internas y los problemas económicos siguieron afectando al imperio, mientras que los turcos aumentaban su poder en Anatolia.
Después de Miguel VIII, su hijo Andrónico II Paleólogo heredó un imperio debilitado y enfrentó más desafíos internos y externos. Intentó restaurar la economía y defendió el imperio de los serbios, búlgaros y otomanos, pero la situación seguía siendo difícil. A pesar de algunos éxitos militares y culturales, el imperio bizantino estaba en un constante declive hacia el siguiente siglo.
En 1354, los turcos otomanos capturaron Gallipoli, un importante paso hacia Europa desde Asia Menor. Esto marcó el inicio de su conquista gradual del Imperio bizantino. El emperador Juan V Paleólogo intentó obtener ayuda de Roma en 1369, pero solo logró el apoyo prometiendo lealtad al papa. En 1371, los serbios también enfrentaron a los turcos en vano cerca del río Maritsa. Juan V luego firmó un acuerdo con el sultán Murad I para pagar tributo y proporcionar tropas, lo que debilitó aún más al imperio.
La familia de Juan V se enredó en conflictos internos, facilitando las ambiciones otomanas. En 1389, los turcos derrotaron a los serbios en la Batalla de Kosovo, consolidando su poder en los Balcanes. A pesar de breves momentos de resistencia, los bizantinos se encontraron cada vez más dependientes de los otomanos. En 1453, Constantinopla finalmente cayó bajo Mehmed II, poniendo fin al Imperio bizantino.
Este período fue caracterizado por conflictos internos, alianzas cambiantes y la presión constante de los turcos otomanos, que finalmente llevaron al colapso del antiguo imperio.
El Imperio bizantino y el Renacimiento
Durante los últimos años del Imperio Bizantino, a pesar de su territorio menguante, floreció un periodo de gran avance cultural. Este periodo, conocido como el Renacimiento Paleólogo (1261-1453), fue una época en la que los pensadores bizantinos redescubrieron la riqueza de su herencia griega antigua. Influenciados por la Cuarta Cruzada y los contactos con los árabes y persas, se revitalizó el interés en la filología, la retórica, las matemáticas y la medicina. Este renacimiento no solo ocurrió en Constantinopla, sino también en ciudades como Nicea, Tesalónica y Mistra, donde florecieron artistas y pensadores bajo el mecenazgo imperial y eclesiástico.
Bizancio se convirtió en un puente cultural entre Oriente y Occidente, difundiendo conocimientos a través de intercambios con los eslavos, las repúblicas marítimas italianas y los árabes. A pesar de las tensiones con el Occidente latino, este periodo marcó un resurgimiento del orgullo helenístico y una intensificación del fervor religioso ortodoxo. La caída final de Constantinopla en 1453 no apagó completamente este legado, ya que muchos intelectuales bizantinos llevaron consigo su conocimiento hacia Italia, sembrando las semillas que eventualmente darían lugar al Renacimiento italiano.
Galería de imágenes
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El Imperio romano de Oriente en su apogeo bajo el emperador Justiniano I en 550.
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El Imperio romano en su apogeo bajo Trajano.
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Al instaurar la tetrarquía, Diocleciano dio origen a la división del Imperio romano.
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Constantino I da su nombre a la ciudad capital. Mosaico en el vestíbulo sur de Santa Sofía.
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Teodosio II logró que Atila se retirase tras pagarle un fuerte tributo. Por primera vez, el Imperio bizantino utilizó sus riquezas para hacer frente a las amenazas que pesaban sobre sus fronteras. Esta práctica se convirtió en una constante de la diplomacia bizantina.
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Belisario rechaza la corona ofrecida por los godos
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Un mosaico que representa a Justiniano en la Iglesia de San Vital de Rávena.
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La basílica de Santa Sofía es la obra arquitectónica más notable del reinado de Justiniano.
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Fresco de Piero della Francesca que retrata la guerra entre los persas sasánidas y los bizantinos. Si bien Heraclio logró derrotarlos, la guerra fue larga y costosa y debilitó considerablemente las provincias orientales del imperio. Desde entonces, la conquista musulmana de estos territorios fue mucho más fácil.
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Sólido bizantino con la efigie de Heraclio y de sus hijos Constantino III y Heraclonas.
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Utilizado en condiciones idóneas, el fuego griego era muy eficiente y constituyó un activo estratégico para los bizantinos, de forma que les fue posible repeler a los árabes tras el primer asedio de Constantinopla (674-678).
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Piezas de moneda que representan a León III (a la izquierda) y a Constantino V (a la derecha); ambos llevaron una política favorable a la iconoclasia.
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Al hacerse coronar emperador, Carlomagno desafió la universalidad ostentada por el Imperio bizantino, que se consideraba el único heredero del Imperio romano.
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Icono de Cirilo y Metodio. Por medio de la evangelización de los pueblos eslavos, los dos hermanos incrementaron considerablemente la esfera de influencia cultural de Bizancio.
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Al fundar la dinastía macedónica, Basilio I se encuentra en el origen de la era gloriosa del Imperio bizantino bajo su forma medieval.
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Cristo coronando a Constantino VII (945). Si bien Constantino VII gobernó poco, sus obras literarias fueron de gran importancia histórica para la comprensión del Imperio bizantino.
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Cuestionado en el frente interno, Nicéforo II Focas obtuvo muchos éxitos en el exterior.
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Reunión de Sviatoslav I con Juan I.
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Un manuscrito bizantino que representa a Basilio II.
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El Cristo entre Constantino IX y Zoe. Mosaico de Santa Sofía. Puesto que sus prácticas dispendiosas arruinaron el tesoro imperial, el emperador Constantino IX representó el inicio del declive en el que hundió al Imperio bizantino en torno al año 1050.
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La derrota de Manzikert hundió al Imperio bizantino en una guerra civil, lo que facilitó la conquista de Anatolia por los selyúcidas.
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El Imperio bizantino en 1076, bajo Miguel VII Ducas.
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La captura de Jerusalén por los cruzados.
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Juan II Comneno representado sobre un panel de mosaico en Santa Sofía.
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Absorto por proyectos ambiciosos y lejanos, Manuel I Comneno olvidó a veces las amenazas más urgentes.
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Las tensiones relaciones con el paso de la tercera cruzada acaudillada por Federico Barbarroja sobre el territorio del Imperio bizantino constituyeron el preludio de la catástrofe de 1204.
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La entrada de los cruzados en Constantinopla, óleo de Eugène Delacroix (1840).
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Situación del Imperio bizantino después de la cuarta cruzada, en 1204.
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Tras combatir exitosamente con el Imperio latino y los selyúcidas, Teodoro I Láscaris hizo posible que el Imperio de Nicea se convirtiera en una potencia regional duradera, susceptible de partir al asalto de Constantinopla.
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Lejos de ser un emperador incapaz como a veces se lo ha descrito, Andrónico II Paleólogo debió hacer frente a numerosos desafíos con los recursos disminuidos del imperio.
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Implicado en la segunda guerra civil del primer Paleólogo, Juan VI describió esta como «la peor de las guerras civiles que los romanos hubieran tenido experiencia, un conflicto que destruyó prácticamente todo, condenando al gran imperio romano a no ser más que la sombra de sí mismo». En efecto, los vecinos del imperio se beneficiaron de esta guerra para extender a sus expensas.
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Mapa del Oriente Próximo hacia 1389. El Imperio bizantino (en lila) se redujo a algunos territorios en torno a Constantinopla. Tras la ocupación de Galípoli, los otomanos (verde oscuro) extendieron rápidamente su hegemonía sobre la península balcánica sometiendo a Serbia, lo que les dio una gran ventaja sobre los demás emiratos turcos rivales en Anatolia (en verde claro).
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Murad II, que intentó conquistar Constantinopla infructuosamente en 1422.
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Cuadro pintado en 1876 por Jean-Joseph Benjamin-Constant que representa a Mehmed II ingresando a Constantinopla, momento que marcó el fin del Imperio bizantino.
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Fotografía del palacio de Mistra. Esta ciudad ubicada fue uno de los centros más grandes del renacimiento helénico a partir de la influencia de Georgios Gemistos.
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Juan Bessarion fue uno de los mayores promotores de la cultura griega en Italia y contribuyó de esta forma a la generalización del movimiento del Renacimiento.
Véase también
- Emperadores bizantinos
- Títulos y cargos del Imperio bizantino
- Imperio latino