Literatura bizantina para niños
Literatura griega |
Literatura griega antigua (hasta el siglo IV) |
Literatura bizantina (siglo IV - siglo XV) |
Literatura griega moderna (posterior al siglo XI) |
La literatura bizantina es el conjunto de escritos del Imperio romano de Oriente, también conocido como Imperio bizantino. La mayoría de estas obras están escritas en griego. Sin embargo, algunas obras en latín, como el Corpus Juris Civilis, también se consideran parte de ella. Esta literatura también incluye una parte de la literatura griega moderna que empezó en el siglo XI.
Contenido
¿Qué influencias tuvo la literatura bizantina?
La literatura bizantina refleja la vida intelectual del Imperio Romano de Oriente, que se volvió más griego y cristiano durante la Edad Media. Era una mezcla de diferentes culturas:
- La herencia intelectual griega antigua.
- La forma de gobierno romana.
- La vida espiritual cristiana.
- La imaginación de Oriente, que influyó en todo lo demás.
Influencia griega
La civilización griega fue la más antigua de estas influencias. Su centro no estaba en Atenas, sino en Alejandría, donde floreció la cultura helenística. Alejandría era un centro importante para el estudio del griego clásico y para la vida de los griegos y judíos. La época bizantina permitió que existieran dos tipos de cultura: una más académica y otra más popular.
La literatura helenística ya mostraba dos tendencias: una racional y académica, y otra romántica y popular. La primera surgió de las escuelas de sofistas en Alejandría. La segunda se basó en la poesía de Teócrito. Ambas tendencias continuaron en Bizancio, pero la académica fue la más importante hasta la caída del imperio.
Un movimiento llamado Aticismo (que imitaba el lenguaje y estilo del griego clásico de Atenas) mantuvo esta tendencia académica. El aticismo dominó la cultura griega posterior, haciendo que el griego hablado en la vida diaria fuera menos visible en la literatura formal.
Influencia romana
Alejandría era el centro intelectual, mientras que Roma era el centro del gobierno. Los bizantinos se consideraban parte del Imperio romano; sus ciudadanos se llamaban "romanos" (Rhōmaîoi) y su capital era una "nueva Roma". Sus leyes, gobierno, ejército y vida pública eran romanos. La organización del estado era como la del Imperio Romano, con su burocracia y jerarquía.
Influencia cristiana
El cristianismo griego oriental nació en Alejandría. Allí se tradujo la Biblia al griego (la Septuaginta). También en Alejandría se mezclaron la filosofía griega y la religión judía, lo que llevó a pensadores como Filón de Alejandría. La filosofía mística del neoplatonismo, con figuras como Plotino y Porfirio, también floreció allí.
En Alejandría, grandes escritores de la iglesia griega trabajaron junto a filósofos y oradores no cristianos. Muchos nacieron allí, como Orígenes, Atanasio y Arrio, así como Cirilo y Sinesio de Cirene. El monasticismo (vida de monjes) también comenzó y creció en Egipto.
Después de Alejandría, Antioquía fue muy importante. Allí hubo una escuela de comentaristas cristianos bajo Juan Crisóstomo. En los alrededores de Siria nació la poesía religiosa griega, y en la cercana Palestina, Juan Damasceno fue un importante líder de la Iglesia.
Influencia oriental
El cristianismo griego tenía un fuerte carácter oriental. Egipto y Siria fueron los lugares donde nacieron la iglesia griega oriental y la civilización bizantina. Estas regiones, junto con Asia Menor, se convirtieron en lugares de gran desarrollo para la civilización griega. Cientos de ciudades florecieron allí, liberando energías que estaban limitadas en la empobrecida Hélade (Grecia). Estas ciudades no solo superaron a su tierra natal en riqueza, sino que también cultivaron el conocimiento. Por eso, la mayoría de los autores bizantinos de los primeros ocho siglos venían de Egipto, Siria, Palestina y Asia Menor.
Etapas de la literatura bizantina
La literatura bizantina cambió a lo largo de sus mil años de historia. Se divide en cinco períodos principales.
El cristianismo transforma las tradiciones antiguas (siglos III al VI)
Cuando se fundó Constantinopla, muchos tipos de literatura griega tradicional, como el drama o la poesía lírica, ya habían desaparecido. Bajo la influencia de los Padres de la Iglesia griega, surgió una literatura cristiana que buscaba combinar el pensamiento cristiano con el pensamiento griego antiguo. Se escribía en un lenguaje muy diferente al griego popular que se usaba a diario. Era un lenguaje académico, aprendido en las escuelas griegas que se centraban en la retórica y los autores clásicos.
Las acciones del emperador Justiniano (483-565) contra las creencias no cristianas (como el cierre de la Academia de Platón en Atenas), su persecución de los judíos y su lucha contra las herejías, llevaron a la desaparición de las creencias antiguas. Esto también causó una disminución en la producción literaria y en la educación, debido a las leyes cristianas introducidas por Constantino el Grande.
Fue un período de mucha creación literaria cristiana en griego, pero también en latín (como Amiano Marcelino) y en siríaco (como Romano el Mélodo). El objetivo principal de grandes escritores como Juan Crisóstomo y Procopio de Cesarea era ofrecer una nueva visión del mundo y del ser humano, usando formas literarias del pasado. Así, se desarrollaron las hagiografías (vidas de santos) y relatos de milagros en nuevos escenarios, como el desierto (Apotegmas de los Padres del desierto).
Algunos autores importantes:
Tres Padres de la Iglesia de Capadocia fueron muy influyentes. Este "nuevo movimiento de Alejandría" defendió la doctrina cristiana y el uso de la razón en temas religiosos:
- Basilio de Cesarea (o Basilio el Grande). Nació en Cesarea hacia 329, murió en 379. Desarrolló la idea de la Trinidad. Escribió una Regla para monjes.
- Gregorio de Nisa. Hermano de Basilio el Grande. Nació entre 335 y 340; murió después de 394. Fue teólogo y se interesó en temas científicos.
- Gregorio Nacianceno o Gregorio el Teólogo. Nació en 329/330, murió en 390. Fue monje y luego patriarca de Constantinopla. Escribió muchos Epigramas, cartas y sermones.
Otros escritores destacados de esta época:
- Juan Crisóstomo. Nació en una buena familia y recibió una excelente educación. Fue un gran predicador y sus Homilías son muy numerosas.
- Eusebio de Cesarea. Nació alrededor de 260, murió en 339/340. Fue obispo e historiador. Su Historia de la Iglesia es muy importante.
- Sócrates de Constantinopla. Nació alrededor de 380, murió después de 439. Historiador de la Iglesia.
- Atanasio de Alejandría. Nació en 295, murió en 373. Teólogo y filósofo.
- Paladio de Galacia o de Helenópolis. Nació en 363 o 364, murió alrededor de 340. Escribió Historia lausiaca, sobre el desarrollo del monacato egipcio.
- Prisco de Panio. Nació entre 410 y 420, murió después de 472. Diplomático e historiador. Fue una fuente importante sobre Atila y los hunos.
- Zósimo. Nació alrededor de 460. Historiador.
- Amiano Marcelino. Nació alrededor de 330, murió alrededor de 395. Fue uno de los últimos historiadores en usar el latín.
El reinado de Justiniano marcó el final de este período. El propio emperador escribió muchos himnos y textos religiosos. Apoyó a historiadores como Procopio de Cesarea.
- Pedro el Patricio. Nació alrededor de 500, murió alrededor de 500-565. Abogado y diplomático.
- Agatías. Nació alrededor de 532, murió en 582 o 594. Abogado y autor de poemas e Historia de Justiniano.
- Juan de Éfeso. Nació alrededor de 507, falleció después de 585. Obispo y escritor religioso.
Período de menor actividad (siglos VII al VIII)
Después de este período de gran actividad, vino uno más tranquilo. Solo algunos teólogos importantes siguieron escribiendo, como Máximo el Confesor y Juan Damasceno. Fue una época de problemas internos (cambios de emperadores) y externos (invasiones). La vida en las ciudades y la educación disminuyeron, y con ellas, el uso del lenguaje y los estilos clásicos.
También fue un período de fuertes discusiones sobre las imágenes religiosas, conocida como iconoclasia. Muchas obras de arte y literatura fueron destruidas. La mayoría de los escritores de la dinastía de Heraclio venían de las provincias orientales, algunas ya bajo control musulmán. Hubo poca historia real, pero sí varios cronistas que nos ayudan a entender la época.
Algunos autores:
- Jorge de Pisidia.
- Juan de Antioquía (cronista).
- Máximo el Confesor. Nació en 580, murió en 662. Monje y teólogo.
- Sofronio I de Jerusalén.
- Andrés de Creta. Nació alrededor de 660, murió probablemente en 740. Compuso muchos himnos religiosos.
- Nicéforo I de Constantinopla. Nació alrededor de 758, murió en 828. Teólogo e historiador.
Renacimiento literario (siglos IX y X)
En este período, conocido como el "Renacimiento macedonio", no hubo tanta creatividad nueva, sino un gran interés en recopilar, copiar y organizar la cultura griega y cristiana de la antigüedad. Se crearon muchos manuales y libros de texto sobre temas como la burocracia, la estrategia militar, el derecho romano y las reglas para los gremios de la capital. El emperador Constantino VII Porfirogéneta y su corte impulsaron obras como De thematibus y De administrando imperio.
El siglo IX estuvo dominado por monjes y clérigos como Teófanes el Confesor y Teodoro Estudita. En el siglo siguiente, fueron reemplazados por funcionarios civiles y religiosos que recopilaron y publicaron textos de maestros antiguos como Platón, Homero y Aristóteles. A los héroes de siglos anteriores se sumaron personajes más reales, como Filareto, un aristócrata que dio su fortuna a los pobres, o monjes y monjas que seguían la disciplina monástica, como Teodora de Salónica.
La única novedad importante fue el cambio de la escritura uncial a la minúscula carolingia. Sin embargo, el lenguaje popular o demótico fue prohibido en la escritura formal, aunque se mantuvo vivo al hablar. Muchas vidas de santos sencillas fueron reescritas en un lenguaje más antiguo y elaborado.
Algunos autores:
- Constantino Céfalas. Compilador de la Antología griega.
- Jorge Sincelo. Falleció después de 810. Cronista.
- Teófanes el Confesor.
- Jorge el Monje. Escribió una Crónica universal.
- Juan Damasceno.
- Teodoro Estudita.
- Kassia de Constantinopla. Nació entre 800 y 810, murió entre 843 y 867. Monja y compositora de himnos.
- Focio. (c. 820 - 893). Erudito que salvó muchas obras griegas antiguas en su Myriobiblon o Biblioteca.
- Juan VII el Gramático. Nació a finales del siglo VIII. Orador.
- León VI el Sabio. Nació en 866, murió en 912. Emperador que escribió sermones e himnos.
- Constantino VII Porfirogéneta. Nació en 905, murió en 959. Emperador que escribió obras históricas y políticas.
- Suda (?). Autor de uno de los primeros diccionarios enciclopédicos, el Lexicon.
- Aretas de Cesarea. Nació alrededor de 860, murió en 893. Filólogo y humanista.
- Nicolás I el Místico. Nació en 852, murió en 924. Patriarca de Constantinopla.
- León el Diácono. Nació en 950, murió alrededor de 992. Historiador.
- Juan Geómetra.
El Prerrenacimiento (siglos XI al XII)
En este período, hubo una reacción contra la tendencia enciclopédica anterior. Surgió un nuevo tipo de escritor: el intelectual o poeta profesional. Estos autores estaban conscientes de su talento y querían compartir sus experiencias personales en novelas de aventuras o de amor. Los personajes ya no eran extremos, sino que podían tener cualidades de héroe y defectos. Sin embargo, la tradición seguía siendo importante.
El griego popular o demótico empezó a aparecer tímidamente en la literatura, junto con un cierto humor. Géneros más serios como la hagiografía fueron reemplazados por la sátira.
Algunos autores:
- Cristóbal de Mitilene. Nació alrededor de 1000, murió después de 1050. Poeta satírico.
- Ana Comneno.
- Miguel Psellos.
- Miguel Ataliates. Nació alrededor de 1022, murió después de 1085. Historiador.
- Nicéforo Brienio. Nació alrededor de 1064, murió alrededor de 1136. Militar e historiador.
- Juan Cinnamo. Nació alrededor de 1143, murió después de 1185. Historiador.
- Miguel Coniates y Aniceto de Konya, conocidos como Acominati. Dos hermanos escritores.
- Eustacio de Tesalónica.
- Teofilacto de Ohrid. Nació alrededor de 1050, murió después de 1126. Arzobispo.
- Juan Tzetzes.
- Teodoro Pródromo.
- Constantino Estilbes. Activo a finales del XII y principios del XIII. Prelado, orador y poeta.
De la ocupación latina a la ocupación turca (siglos XIII al XV)
El período desde la toma de Constantinopla por los Cruzados (1204) hasta la conquista por los turcos otomanos (1453) fue de desánimo. La gente ya no creía en la ayuda divina para la victoria. Surgió una visión trágica de la historia, donde el héroe podía ser derrotado.
Además, aumentaron los contactos con Occidente. Con la creación de reinos europeos, apareció una literatura de caballerías, como la Crónica de Morea. Algunos escritores, especialmente los que aceptaron el catolicismo romano, comenzaron a traducir obras latinas al griego. Otros, como Pletón o Besarión, emigraron a Italia, donde fueron bien recibidos y enseñaron griego.
Convencidos de su superioridad intelectual, los bizantinos se aferraron al lenguaje antiguo de los clásicos. Por otro lado, el lenguaje popular, que había aparecido tímidamente antes, se afirmó en novelas rimadas y vidas de santos, géneros que se hicieron muy populares.
Algunos autores:
- Nicéforo Blemmidas. Nació en 1197, murió alrededor de 1269. Teólogo y filósofo.
- Teodoro II Lascaris. Nació en 1221, murió en 1258. Emperador bizantino.
- Jorge Acropolita. Nació en 1217, murió en 1282. Historiador y diplomático.
- Nicolás Mesarita. Nació alrededor de 1163, murió después de 1214. Eclesiástico y escritor.
- Juan Apocauco. Nació alrededor de 1155, murió en 1233. Eclesiástico y teólogo.
- Máximo Planudes. Nació alrededor de 1260, murió en 1305. Filólogo y gramático.
- Jorge Gemisto Pletón.
- Juan VI Cantacuceno. Nació alrededor de 1295, murió en 1383. Emperador bizantino.
- Jorge Paquimeres.
- Nicéforo Calixto. Nació antes de 1256, murió alrededor de 1335. Monje e historiador.
- Nicéforo Grégoras. Nació alrededor de 1290, murió en 1360. Historiador, filósofo y erudito.
- Jorge Frantzés.
- Ducas. Nació alrededor de 1400, murió después de 1462. Historiador.
- Laónico Calcondilas o Calcocondilas. Nació alrededor de 1423, murió alrededor de 1490. Historiador.
Las discusiones sobre la unión de las Iglesias de Oriente y Occidente, y sobre el hesicasmo, generaron mucha literatura bajo los Paleólogos.
- Demetrio Cidonio. Nació alrededor de 1320, falleció alrededor de 1397. Teólogo y traductor.
- Basilio Besarión (o Juan Besarión). Nació en 1403, murió en 1472. Cardenal.
- Gregorio Palamas. Nació en 1296, murió en 1359. Monje y teólogo.
- Nicolás Cabasilas.
- Pletón.
- Gregorio II de Chipre.
- Teodoro Metoquita. Nació en 1270, murió en 1332. Político, escritor y filósofo.
- Nicéforo Grégoras.
- Constantino Harmenopoulos. Abogado y juez.
- Manuel Files.
- Teodoro de Melitene. Nació alrededor de 1320, murió en 1393. Religioso y erudito.
Tipos de obras bizantinas
La literatura bizantina se divide en cinco grupos. Los tres primeros continúan tradiciones antiguas: historiadores y cronistas, enciclopedistas y ensayistas, y poetas de temas no religiosos. Los otros dos son géneros nuevos: literatura religiosa y teológica, y poesía popular.
Historiadores y cronistas
Los dos grupos de prosa no religiosa muestran la doble naturaleza de la vida intelectual bizantina. La literatura histórica era más formal y clásica, mientras que la de los cronistas era más popular y religiosa. Los historiadores se centraban en el presente y el pasado reciente, mientras que los cronistas cubrían toda la historia conocida en la Edad Media. Los historiadores son valiosos para la historia política, y los cronistas para la historia de la civilización.
Historiadores
Los historiadores bizantinos siguieron los modelos clásicos griegos en su forma de escribir historia. Sus obras eran concretas y objetivas, sin mucha emoción. El patriotismo o las opiniones personales rara vez eran evidentes. Eran diplomáticos, expertos en usar fuentes y con buen tacto social. No eran estudiosos aislados, sino hombres con vida pública: juristas, estadistas, generales, diplomáticos e incluso emperadores. Se parecían a los historiadores griegos antiguos como Heródoto y Tucídides.
Aunque a veces imitaban a un solo autor clásico, la mayoría combinaba varios estilos, creando un estilo bizantino único. Esto, aunque a menudo creaba un sentimiento común, impedía el desarrollo de estilos individuales.
Si un historiador como Procopio hubiera imitado a Polibio en lugar de a Tucídides, las historias bizantinas habrían seguido un estilo más natural. Los "aticistas" helenísticos habían preferido el estilo de la época dorada de Atenas. No es casualidad que militares como Nicéforo Brienio y Juan Cinnamo imitaran a Jenofonte en su precisión, o que un filósofo como Nicéforo Grégoras tomara a Platón como modelo. Los historiadores posteriores muestran más claramente la mezcla de lo clásico y lo religioso en la civilización bizantina.
Los historiadores bizantinos dependían de modelos extranjeros y formaban una serie continua. La mayoría apareció en los siglos VI y VII, bajo los emperadores romanos orientales, o entre los siglos XI y XV, bajo los Comneno y los Paleólogo. Durante la dinastía macedónica (siglos IX y X), hubo grandes héroes, pero pocos historiadores, excepto el emperador Constantino VII.
El primer período está dominado por Procopio. Su obra Anekdota critica al emperador Justiniano I, mientras que su Peri Ktismaton lo elogia. En literatura e historia, sigue modelos clásicos, como se ve en la precisión de su narrativa, aprendida de Tucídides. Procopio y su sucesor Agatías fueron modelos de estilo en el siglo XI. A pesar de su forma neoclásica, se acercan a los antiguos en su libertad de tendencias religiosas.
Entre las obras históricas del primer y segundo período, hay obras aisladas del emperador Constantino VII Porfirogéneta (siglo X). Estas tratan sobre la administración del imperio, su división política y las ceremonias de la corte bizantina. Se distinguen por usar un lenguaje popular. Son una fuente importante de información sobre la cultura y la civilización.
El segundo grupo de historiadores muestra una mezcla de estilos clásicos con partidismo y fanatismo religioso. Aunque muchos tenían personalidades fuertes, su cercanía al gobierno imperial afectaba su objetividad. Por ejemplo, La Alexiada de la princesa Ana Comnena glorifica a su padre Alejo I Comneno. La obra de su marido, Nicéforo Brienio, describe conflictos internos. Juan VI Cantacuzeno narra sus propios logros con orgullo.
Este grupo presenta contrastes sorprendentes. Junto a Juan Cinnamo, que odiaba lo occidental, está la mente abierta de Nicetas Acominato y el conciliador Jorge Acropolita. Aunque subjetivos en la historia interna bizantina, estos autores son fiables en sus relatos de eventos externos y valiosos para entender la aparición de los eslavos y los turcos.
Cronistas
A diferencia de las obras históricas, las crónicas bizantinas estaban dirigidas al público en general. Por eso, su origen, desarrollo, difusión, calidad, método y estilo son diferentes. Aunque sus raíces no están claras, su aparición relativamente tardía (siglo VI) y la ausencia de la tradición griega antigua sugieren un origen reciente. La crónica literaria era ajena a la civilización griega; las primeras fueron escritas por sirios sin mucha educación. Su modelo, la Cronografía de Sexto Julio Africano, apunta a una fuente cristiana oriental.
El punto más alto de la crónica bizantina fue en el siglo IX, cuando la literatura histórica estaba en su punto más bajo. Después, decayó rápidamente. Los cronistas menores del siglo XII se inspiraron en sus contemporáneos y, rara vez, en los primeros historiadores. En el período Paleólogo, no apareció ningún cronista importante.
Las crónicas no solo fueron fuentes importantes para la historia bizantina, sino que también ayudaron a difundir la cultura bizantina a los pueblos eslavos, magiares y turcos. Su influencia fue considerable al describir eventos maravillosos y terribles, pintados con colores vivos y con un significado cristiano. El método de manejar los materiales era simple; las fuentes antiguas se modificaban poco, haciendo que el conjunto pareciera una mezcla de materiales. Son valiosas para la lingüística comparada porque su lenguaje es el popular, mostrando la poca educación del escritor y de su público.
Las crónicas bizantinas más representativas son las de Juan Malalas, Teófanes el Confesor y Juan Zonaras. La primera es una crónica monástica bizantina del siglo VI, escrita en Antioquía por un teólogo sirio. Originalmente una crónica de la ciudad, se amplió a una crónica mundial. La obra de Malalas es una historia popular, llena de errores, y el primer ejemplo de la civilización helenística popular. Fue una fuente principal para la mayoría de los cronistas posteriores y algunos historiadores de la iglesia.
Superior en contenido y forma es la Crónica de Teófanes el Confesor, un monje del siglo IX de Asia Menor. Su Crónica fue un modelo para las posteriores. Contiene mucha información valiosa de fuentes perdidas y fue traducida al latín.
Un tercer camino en la historia de las crónicas bizantinas lo establece la Crónica universal de Juan Zonaras, del siglo XII. Refleja el renacimiento de los Comneno. Es mejor narrada que la de Teófanes y reproduce pasajes de autores antiguos. Fue traducida al eslavo, latín, italiano y francés.
Enciclopedistas y ensayistas
Siempre hubo un interés académico en Bizancio, donde el espíritu humanístico valoraba por igual la antigüedad y la Edad Media. A finales del siglo IX, en Constantinopla, se manifestó un gran interés por recopilar y estudiar manuscritos de la literatura griega antigua. A partir del siglo XII, comenzaron a aparecer obras originales que imitaban modelos antiguos, un resurgimiento del ensayo y la literatura retórica de Alejandría, con algunos autores mostrando gran originalidad. Miguel Psellos (siglo XI) es una figura destacada que une estos períodos. Mientras que el humanismo de los siglos IX y X tenía un carácter religioso y era hostil a Occidente, desde el siglo XII hasta el XIV, algunos autores intentaron romper con el clasicismo ortodoxo para lograr un verdadero humanismo, precursor del Renacimiento italiano.
Este nuevo espíritu se expresó primero en una academia fundada para estudios clásicos en Constantinopla en 863. Por la misma época, Focio, patriarca de la ciudad y un hombre de estado muy enérgico (820–897), coleccionó manuscritos olvidados y redescubrió obras perdidas. Se centró principalmente en obras en prosa. Focio hizo selecciones o extractos de todas las obras que descubrió, que dieron origen a su famosa Bibliotheca ("Biblioteca"). Esta obra resumía los restos literarios más valiosos de la Edad Media y contenía resúmenes fiables de muchas obras antiguas ahora perdidas. Esta actividad enciclopédica fue más intensa en el siglo X, especialmente con la colección sistemática de materiales relacionados con el emperador Constantino VII Porfirogéneta. Los eruditos también crearon grandes compilaciones, ordenadas por tema, a partir de fuentes antiguas. Entre ellas, una enciclopedia fragmentaria de ciencias políticas. Estas, junto con la colección de antiguos epigramas conocida como la Antología Palatina y el diccionario científico Suda, hacen del siglo X el siglo de las enciclopedias.
Un representante típico de este período es Miguel Psellos, el enciclopedista más grande de la literatura bizantina. A caballo entre la Edad Media y la época moderna, era un jurista y un hombre de mundo con una mente tanto receptiva como productiva. A diferencia de Focio, Psellos valoraba a los filósofos antiguos y tenía un temperamento filosófico. Fue el primero en su círculo intelectual en elevar la filosofía de Platón por encima de la de Aristóteles y enseñarla como profesor. Superando a Focio en intelecto, carecía de su dignidad y solidez de carácter. Una brillantez inquieta caracterizó su vida y actividad literaria. Fue abogado, profesor, monje, funcionario de la corte y primer ministro. Era igualmente hábil y versátil en su trabajo literario. El estilo elegante de sus cartas y discursos, influenciado por Platón, armoniza con su naturaleza brillante y flexible. Su extensa correspondencia ilustra su carácter personal y literario. La noble influencia de sus modelos áticos caracteriza sus discursos y oraciones fúnebres; las dedicadas a su madre muestran una profunda sensibilidad. Psellos tenía más temperamento poético que Focio, y varios de sus poemas muestran más fantasía satírica que sentimiento poético profundo. Aunque Psellos muestra más habilidad formal que creatividad, sus cualidades brillaron en una época con poca cultura estética. La libertad intelectual de los grandes eruditos de los siglos siguientes, tanto religiosos como seculares, sería impensable sin el triunfo de Miguel Psellos sobre la escolástica bizantina.

Aunque la mayoría de sus sucesores, como Nicéforo Blemmidas y Teodoro Hirtaceno, se caracterizan por su rectitud, sinceridad y amplia cultura, entre estos grandes intelectuales y personalidades fuertes del siglo XII, algunos teólogos son especialmente notables, por ejemplo Eustacio de Tesalónica, Miguel Itálico y Miguel Coniates; y varios eruditos seculares en los siglos XIII y XIV, como Máximo Planudes, Teodoro Metoquites y, sobre todo, Nicéforo Grégoras.
Los tres teólogos pueden ser juzgados mejor por sus cartas y obras menores. Eustacio de Tesalónica parece ser el más importante: escribió un comentario erudito sobre Homero y Píndaro, junto a obras originales sinceras, valientes y polémicas, con la intención de corregir errores. En una de sus obras ataca la corrupción y el estancamiento intelectual de la vida monástica de ese tiempo; en otra, la hipocresía y la falsa santidad; y en una tercera, la presunción y arrogancia de los sacerdotes bizantinos.
El orador Miguel Itálico, más tarde obispo, ataca el principal defecto de la literatura bizantina: la imitación superficial. Puso como ejemplo el trabajo de un Patriarca que era solo una colección desordenada de fragmentos.
El alumno y amigo de Eustacio, Miguel Acominato (del siglo XII al XIII), fue arzobispo de Atenas y hermano del historiador Nicetas Acominato. Su discurso de toma de posesión, pronunciado en la Acrópolis, muestra una profunda erudición clásica y un gran entusiasmo, a pesar de la decadencia material y espiritual de su tiempo. Estas condiciones lamentables lo llevaron a escribir una elegía famosa sobre la decadencia de Atenas. Sus discursos fúnebres sobre Eustacio y su hermano Nicetas, aunque más largos y retóricos, muestran un carácter noble y un sentimiento profundo. Miguel, como su hermano, fue un fuerte opositor de los latinos. Fue exiliado a Ceos, desde donde escribió muchas cartas que ilustran su carácter.
Con Teodoro Metoquites y Máximo Planudes llegamos a los eruditos universales de la época Paleóloga. El primero demuestra su humanismo en el uso de hexámetros, el último en su conocimiento del latín, lo que era poco común en Bizancio y les dio una comprensión más amplia de la antigüedad. Ambos hombres muestran un buen sentido de la poesía, especialmente la poesía sobre la naturaleza. Metoquites compuso meditaciones sobre la belleza del mar; Planudes fue el autor de un largo idilio poético. Mientras Metoquites era un pensador y poeta, Planudes era principalmente un imitador y compilador. Metoquites era más especulativo, como revela su colección de misceláneas filosóficas e históricas; Planudes era más preciso, como demuestra su amor por las matemáticas. El progreso contemporáneo en filosofía permitió a Metoquites atacar a Aristóteles abiertamente. También planteó cuestiones políticas como la comparación de la democracia, aristocracia y monarquía. Su amplitud de intereses era grande, pero la cultura de Metoquites se basaba en fundamentos griegos; sin embargo, Máximo Planudes, gracias a sus traducciones del latín (Catón, Ovidio, Cicerón, César y Boecio), amplió enormemente el horizonte intelectual del Imperio de Oriente.
Esta inclinación hacia Occidente es más notable en Nicéforo Grégoras, el gran alumno de Metoquites. Su proyecto de reforma del calendario lo clasifica entre los intelectuales modernos de su tiempo. Sus cartas prometen mucha información. Su método de exposición se basa en el de Platón, a quien también imitó en sus discusiones religiosas y políticas. Sus disputas con Barlaam de Calabria trataron sobre la unión de la iglesia, por la cual Grégoras luchó. Esto le causó una fuerte hostilidad y la pérdida de su vida de enseñanza, en la que se dedicaba principalmente a las ciencias exactas, debido al odio de los bizantinos ortodoxos.
Aunque los ensayistas y enciclopedistas bizantinos estuvieron influenciados por la antigua retórica, expresaron sus propios conocimientos en formas tradicionales, dándoles un nuevo encanto.
Poesía no religiosa
La poesía bizantina tenía sus propios modelos, cada género seguía un origen antiguo. Pero, a diferencia de la prosa, estos nuevos géneros no seguían el aticismo del período clásico, porque los bizantinos no escribieron poesía lírica ni dramas, ni imitaron a Píndaro ni a Sófocles. Imitaron la literatura del período helenístico de Alejandría y escribieron novelas, panegíricos, epigramas, sátiras y poesía didáctica, siguiendo modelos como los de Heliodoro, Aquiles Tacio y Longo en novelas, y Asclepíades de Samos, Posidipo y Luciano de Samosata en epigramas y sátiras.
La poesía didáctica tiene un primer modelo en el pseudo-Isócrates. El temperamento poético de los bizantinos es, por lo tanto, similar al de los autores de Alejandría. Solo un nuevo tipo evolucionó por separado en Bizancio: los poemas suplicantes. Los seis géneros no son contemporáneos: el epigrama y el panegírico se desarrollaron primero (siglos VI y VII), y luego, en largos intervalos, la sátira, la poesía didáctica y la suplicante, y finalmente la novela. Solo después del siglo XII, en el período de decadencia, aparecen juntos. El epigrama fue la única forma de poesía no religiosa que tuvo un resurgimiento independiente en la literatura bizantina, y esto durante mucho tiempo, cuando la poesía religiosa también alcanzó su mayor perfección, en los siglos VI y VII. Este fue, por lo tanto, el período más floreciente de la poesía académica bizantina; su disminución en el siglo XII es contemporánea del ascenso de la poesía popular. Los principales tipos de poesía durante el período de decadencia (siglos XI al XIII) fueron la sátira y la parodia, la poesía didáctica y de exhortación, los poemas suplicantes y la novela de aventuras. En la forma, esta literatura se caracteriza por el uso extenso de las formas populares del habla y el verso. El tipo de verso "político" por excelencia (griego ἡμαξευμένοι στίχοι), el verso trocaico de quince sílabas, sigue siendo el verso en la poesía popular griega moderna. En el contenido, sin embargo, toda esta literatura sigue mostrando la huella de la erudición bizantina.
Epigrama
El epigrama se adaptaba al gusto bizantino por su carácter decorativo, académico, cortesano e intelectual. Su tamaño pequeño correspondía al concepto de las artes menores que tuvieron un gran desarrollo en el período bizantino. No exigía mucha imaginación del autor, su dificultad principal estaba en la técnica y en condensar la frase. Se pueden distinguir dos grupos entre los epigramatistas bizantinos: uno no religioso y humanista, el otro cristiano. El primero está representado principalmente por Agatías (siglo VI) y Cristóbal de Mitilene (siglo XI), el último por los religiosos Jorge de Pisidia (siglo XVII) y Teodoro Estudita (siglo IX). Entre los dos grupos, tanto en cronología como en su naturaleza, está Juan Geómetra (siglo X).
Las fases principales en el desarrollo del epigrama bizantino son más evidentes en las obras de estos tres. Agatías, ya mencionado entre los historiadores, posee como epigramático los rasgos de la escuela del bizantino Nono de Panópolis (alrededor del 400). Escribió en un estilo afectado y elaborado, en la forma clásica del hexámetro. Sin embargo, abunda en ideas brillantes y, en su hábil imitación de los antiguos, particularmente en sus piezas de amor, supera a la mayoría de los epigramatistas del período imperial. Agatías también preparó una colección de epigramas, algunos propios y otros de otros autores, que luego pasaron a la Antología Palatina, y así se han conservado.
El abad Teodoro Estudita es en todos los aspectos lo contrario de Agatías: un hombre piadoso y muy serio, con una fina capacidad de observación de la naturaleza y la vida, y lleno de sentimiento, calidez y sencillez de expresión. Está libre de la imitación servil de los antiguos, aunque tenga algo del inevitable Nono. Y, aunque resulta conmovedor en las situaciones más variadas, sus epigramas sobre la gente y la vida de su monasterio ofrecen un interés especial para la historia de la civilización.
Juan Geómetra combina aspectos de estos dos autores. Durante su vida ocupó cargos tanto no religiosos como religiosos, y su poesía alcanzó un rango universal; de un humor profundamente religioso, todavía apreciaba la grandeza de los griegos antiguos. Junto a epigramas sobre poetas, filósofos y oradores antiguos, posee otros sobre famosos padres de la Iglesia, poetas y santos. Poéticamente, sus epigramas sobre temas contemporáneos y no religiosos son superiores a los de tema religioso y clásico, y sus mejores obras retratan los eventos históricos y las situaciones que él mismo encontró y experimentó o reflejan su propio humor espiritual.

Panegírico
Se convirtió en una tradición, transmitida desde la Roma imperial hasta Bizancio como parte de la antigua retórica, con toda la extravagancia de una literatura en decadencia. Era una concesión necesaria al poder absoluto; el gusto popular no se veía afectado por ella.
Sátiras
El padre de la sátira bizantina es Luciano. Sus famosos Diálogos de los muertos son el modelo de dos obras: una, el Τιμαρίων / Timaríon (siglo XII), tiene un humor más rudo; la otra, Μάζαρις / Mazaris (siglo XV), ofrece una sátira aguda. Ambas describen un viaje al Hades y conversaciones con personas fallecidas. En la primera, se critican sus defectos con bromas; en la segunda, el autor Mazaris entrevista a los muertos sobre las faltas de funcionarios vivos de la corte bizantina, y también se critica a los peloponesios. La sátira literaria y el panfleto político reflejan intereses personales y animadversiones intensas, sin mucho valor literario, pero con gran interés para la historia de la civilización; la primera es genuinamente popular y la última vulgar y simple.
Las dos ramas populares del Timaríon, el Apókopos de Bergadís (anticlerical) y los Piccatoros, se analizan más adelante. Otro grupo de sátiras toma la forma de diálogos entre animales que desarrollan el popular bestiario cristiano Physiologus. Estas sátiras describen reuniones de animales y critican al clero, la burocracia, las naciones extranjeras en el imperio bizantino, etc.
También aparecen parodias religiosas en verso en las que incluso el propio clero participó, por ejemplo el obispo Nicetas de Serrae (siglo XI). Un ejemplo de esta literatura, no completamente comprendida, es la Burla de un hombre imberbe en forma de una liturgia (siglo XIV).
Didáctica
La poesía didáctica encontró su modelo en el diálogo A Demónico, atribuido erróneamente a Isócrates. El ejemplo más grande de este tipo de literatura en Bizancio es el Σπανέας / Spaneas (siglo XII), un poema de consejo dirigido por un emperador a su sobrino, a modo de guía para príncipes. Algunos de este tipo se encuentran en la literatura popular cretense de los siglos XV y XVI, compuestos por el poeta satírico Stéfanos Sakhlikis y Marcos Defaranas. También se incluyen consejos teológicos fuertes, como las de Emmanuel Georgillas Limenita tras la gran peste de Rodas (1498) y las profecías sobre el final del imperio bizantino bajo el nombre del emperador León (886-911).
Poema de súplica
Una última variedad bizantina de poema de alabanza es el de súplica, un lamento poético de escritores con dificultades y personas que buscaban apoyo en la corte. Sus principales representantes son Teodoro Pródromo y el muy halagador Manuel Files. El primero vivió en el (siglo XII) bajo los Comneno y el último bajo los Paléologo (siglo XIII). Para los historiadores, estas expresiones poéticas de sufrimiento, como las dirigidas por Pródromo al emperador, son valiosas porque ofrecen una visión interesante de la vida cotidiana y económica en la capital.
Novela de aventuras
- Véase el artículo principal de Novela bizantina
La antigua novela griega sirvió de modelo a cuatro autores del siglo XII: Eustacio Macrembolita (Los amores de Ismene e Ismenias, en prosa), Teodoro Pródromo (Rodante y Dosicles, en verso), Nicetas Eugeniano (Amores de Drosila y Caricles, en verso) y Constantino Manasés (Amores de Aristandro y Calitea, en verso).
Literatura religiosa y teológica
La primera literatura religiosa de Bizancio que floreció era de forma helenística y espíritu oriental. Este período llega hasta el siglo IV y está relacionado con los nombres de los padres griegos de Alejandría, Palestina, Jerusalén, Cirene y Capadocia. Sus obras, que cubren todo el campo de la prosa religiosa, el dogma, la exégesis (interpretación de textos) y la homilía (sermones), se convirtieron en modelos para todo el período bizantino. La última obra importante es la historia religiosa de Evagrio Escolástico. Más allá de ser obras de debate contra sectas y iconoclastas, las obras posteriores consisten en meras compilaciones y comentarios. Incluso la Fuente del conocimiento de Juan de Damasco (siglo VIII), el manual fundamental de teología griega, aunque sistemáticamente elaborado, es simplemente una colección gigantesca de materiales. Incluso la homilía se aferra a una base clásica y retórica, y se enfoca más en la extensión externa que en la introspección y la profundidad.
Solo tres tipos de literatura religiosa que aún no se habían desarrollado en el siglo IV presentan después un crecimiento independiente:
- La poesía religiosa del siglo VI.
- Las populares vidas de santos del siglo VII.
- La obra mística de los siglos XI y XII.
La Enciclopedia católica señala que las formas clásicas eran insuficientes para expresar las ideas cristianas. En varias colecciones de la primera correspondencia cristiana, no son las leyes rítmicas del estilo retórico griego las que rigen la composición, sino las de la prosa semita y siria. El cardenal Pitra sugiere que la poesía rítmica de los bizantinos se origina en los salmos judíos de la Septuaginta. Este principio rítmico concuerda con el carácter lingüístico de los griegos posteriores, que usaron un acento cuando ya se había desarrollado en la poesía siria, en lugar del acento tonal clásico.
Romano el Mélodo fue el primer gran poeta religioso de los griegos en adoptar el acento como principio rítmico. Contemporáneo y compatriota del cronista Malalas, también reformador del lenguaje literario griego, Romano era un sirio de ascendencia judía que se hizo cristiano a una edad temprana. Lo que Malalas es para la prosa, Romano es para la poesía cristiana de la Edad Media griega. Aunque no fue tan lejos como Malalas, estrenó una métrica basada en lo cuantitativo y tonal; la armonizó con la última poética predominante en Siria, además de evolucionar la lengua griega. Romano pronto fue a Constantinopla, donde se hizo diácono de la Iglesia de Santa Sofía.

Romano tomó la forma, la sustancia y muchos de los temas de su poesía a veces de la Biblia y otras de las homilías (métrica) del padre Efrén de Siria (siglo IV). Escribió himnos sobre la pasión del Señor, sobre la traición de Judas, sobre la negación de Pedro, María ante la Cruz, la Ascensión, las diez vírgenes y el Juicio Final, mientras que los temas tomados del Antiguo Testamento mencionaban la historia de José y los tres jóvenes en el horno ardiente. Compuso unos mil himnos, de los cuales solo han sobrevivido ochenta, porque en el siglo IX los llamados Cánones, más artísticos en forma, reemplazaron gran parte de su trabajo en la liturgia griega. Desde entonces sus himnos se introdujeron en unos pocos monasterios remotos. Una característica de su técnica es la gran longitud de sus himnos, que están compuestos de veinte a treinta estrofas (τροπαρια) de doce a veintiún versos cada una, muy finamente trabajados y variados en la estructura métrica, y en la construcción transparente y diversa. No se parecen a los himnos latinos contemporáneos, ni usan la interpretación antifonal de coros alternativos. Esto también explica el carácter dramático de muchos himnos, con sus diálogos insertados en canciones corales, como en "La negación de Pedro", un pequeño drama de la debilidad humana, y la última parte de la Historia de José, el Salmo de los Apóstoles y el Nacimiento de Jesús. Otras piezas, como el himno del Juicio Final, son simplemente descriptivas, aunque incluso entre ellas los elementos retóricos y dogmáticos afectan seriamente el efecto artístico.
Algunos críticos, como Bouvy y Krumbacher, sitúan a Romano el Mélodo entre los más grandes autores de la himnografía de todos los tiempos; otros, como el cardenal Pitra, son más cautelosos. Para juzgar con justicia, debería haber una edición completa de sus himnos, que no existe. Comparado con himnógrafos de la iglesia latina como Ambrosio y Prudencio, utiliza un verso más elaborado, digresivo y dogmático. Muestra apego a las imágenes simbólicas y las figuras retóricas, las antítesis, las asonancias y los "juegos de espíritu" ingeniosos que contrastan con su simplicidad de dicción y construcción. Estos adornos interrumpen el flujo de sus líneas. A menudo la secuencia de ideas en sus himnos está nublada por preguntas dogmáticas: así, en el célebre Himno de Navidad, la cuestión del nacimiento milagroso de Jesús se discute cuatro veces. El teólogo también es demasiado evidente cuando alude al Viejo Testamento al describir incidentes del Nuevo Testamento; compara el destino de María al nacer Jesús con el de Sara; los Reyes Magos se comparan con la estrella que guiaba a los israelitas en el desierto, etc. La cita frecuente de pasajes de los profetas parece más una paráfrasis sin emoción que poesía inspirada. De hecho, Romano no posee ni la imagen abundante y colorida de los primeros poetas religiosos ni su fina comprensión de la naturaleza. El lector también tiene la impresión de que la altura de su imaginación poética no guarda proporción con la profundidad de su devoción; aparece en él algo ingenuo, casi acogedor, como cuando María expresa su placer por los Reyes Magos y a menudo señala su utilidad para la inminente huida a Egipto. Hay pasajes, sin embargo, en los cuales el entusiasmo devoto eleva el tono poético, como en la invitación jubilosa al baile (en la canción de Pascua), en que las ideas de la primavera y de la resurrección se mezclan armoniosamente:
- ¿Por qué así de apocados?
- ¿Por qué cubrir con un velo vuestras caras?
- ¡Levantad vuestros corazones!
- ¡Cristo se alza!
- Uníos a los bailes,
- Y con nosotros proclamadlo:
- El Señor ha ascendido,
- Brillando y glorificado,
- Él que ha nacido
- Del donante de la luz.
- Cesad vuestro luto,
- Regocijaos en la santidad:
- La primavera ha venido.
- Así que florezcan ahora los lirios,
- ¡Florezca y sea fructífera!
- Nada trae la destrucción.
- Aplaudid nuestras manos
- Y gritad: Él ha ascendido
- Quién ayudará a los caídos
- a ascender otra vez.
La poesía religiosa no se mantuvo mucho tiempo en el alto nivel al que Romano la había subido. El "Hymnus Acathistus" (de autoría desconocida) del siglo VII, una especie de Te Deum en alabanza a la Madre de Dios, es el último gran monumento de la poesía religiosa griega, comparable a los himnos de Romano, a la que ni siquiera ha sobrevivido en fama. Ha tenido numerosos imitadores y hasta el siglo XVII no fue traducido al latín.
El rápido declive de la himnología griega comienza a principios del siglo VII, el período de Andrés de Creta. Las ideas religiosas en los himnos fueron ahogadas por un formalismo clásico que sofocó toda vitalidad. La sobrevaloración de la técnica en los detalles destruyó el sentido de la proporción en el conjunto. Esta parece ser la única explicación para los primeros cánones encontrados en la colección de Andrés de Creta. Mientras que un canon es una combinación de varios himnos o cantos (en general nueve) de tres o cuatro estrofas cada uno, el "Gran Canon" de Andrés en realidad asciende a 250 estrofas, una "sola idea es prolongada en arabescos serpentinos".
La artificialidad seudoclásica encontró un representante avanzado en Juan de Damasco, en opinión de los bizantinos el escritor de cánones más importante, que tomó como modelo a Gregorio de Nacianzo, reintroduciendo el principio de la cantidad en la poesía religiosa. La poesía religiosa se redujo a mera insignificancia, y en el siglo XI, que fue testigo del declive de la himnología y el resurgimiento del humanismo no religioso, Miguel Psellos comenzó a parodiar los himnos religiosos, una práctica que arraigó en la cultura popular. Los poemas didácticos tomaron esta forma sin ser considerados irrespetuosos.
El drama religioso no prosperó en la era bizantina. El único ejemplo es el "Sufrimiento de Cristo" ("Christus Patiens", Χριστὸς πάσχων). Este drama fue escrito en el siglo XI o XII. De sus 2640 versos, aproximadamente un tercio están tomados de dramas antiguos, principalmente de los de Eurípides, y María, el personaje principal, recita a veces versos de la Medea de Eurípides, otras veces de la Electra de Sófocles, o el Prometeo de Esquilo. La composición es evidentemente la producción de un teólogo formado en los clásicos, pero sin la más mínima idea de arte dramático. Está formado principalmente por lamentaciones e informes de mensajeros. Incluso las escenas más efectivas, las que preceden a la crucifixión, son descritas por mensajeros; casi dos tercios del texto están dedicados al descenso de la Cruz, el lamento de María y la aparición de Cristo.
Entre la poesía religiosa y la prosa religiosa está el poema teológico-didáctico, habitual en la antigua literatura cristiana. Uno de sus mejores ejemplos es el Hexaemeron de Jorge de Pisidia, un himno enérgico sobre la creación en seis días del universo y sus maravillas, es decir, todas las criaturas vivientes. En conjunto, es algo convencional; solo la descripción de las formas menores de vida, especialmente los animales, revela la habilidad del poeta epigramático.
Además de la poesía sagrada, la hagiografía floreció del siglo VI al XI. Esta clase de literatura se desarrolló a partir de los antiguos martirologios y se convirtió en la forma favorita de literatura popular. Floreció del siglo VIII al XI, y se ocupaba principalmente de la vida monástica. Pero, lamentablemente, su lenguaje elaborado contrastaba con la naturaleza simple de los contenidos; el valor principal de esta literatura es histórico.
Más populares en estilo son los biógrafos de santos de los siglos VI y VII. El más antiguo y más importante de ellos es Cirilo de Escitópolis (en Palestina), cuyas biografías de santos y monjes se distinguen por la fiabilidad de sus hechos y fechas. De gran interés también por sus contribuciones a la historia de la cultura y la ética y por su lenguaje realmente popular son las obras de Leoncio, arzobispo de Chipre (siglo VII), especialmente su Vida del patriarca Juan (llamado Eleemosinario -Limosnero-) de Alejandría. Esta vida nos describe a un hombre que, a pesar de sus particularidades, trató de practicar un "cristianismo bíblico puro, puro de amor al autosacrificio" sinceramente, y cuya vida nos lleva a las fascinantes costumbres e ideas de las clases bajas de Alejandría.
La Novela de Balaam y Joasaf (también Barlaam y Josafat) era otra obra popular de origen bizantino, elevada ahora a literatura universal, como una joya de la literatura ascética cristiana. Ilustra la experiencia del príncipe indio Joasaf, quien, tras encontrarse con un anciano, un enfermo y un muerto, es convertido por el ermitaño Barlaam, abandona los placeres de la vida y renuncia al mundo como un verdadero cristiano; convierte a su padre, y en el desierto, donde lleva una vida de asceta, llega a la iluminación. El material de la historia es originalmente indio, ciertamente budista, porque en el origen Joasaph era Siddhartha Gautama, más conocido como Buda. La versión griega se originó en el monasterio de Mar Saba (Palestina) a mediados del siglo VII. No circuló extensamente hasta el siglo XI, cuando fue conocida en toda Europa occidental a través de una traducción latina. Diversos indicios permiten creer que la historia llegó a Occidente a través de Persia y fue traducida al griego a partir de una versión georgiana escrita por el monje Eutimio en el monasterio de Iviron del monte Athos.
La idea de una vida de renuncia arraigó en el carácter bizantino y fue reforzada por el gran desarrollo de las instituciones monásticas. Esto produjo una amplia literatura de renuncia, aunque el ascetismo no fue tan profundo como el de su gran exponente San Basilio de Cesárea.
Menos cultivadas, pero de excelente calidad, son las obras místicas bizantinas. El verdadero fundador del misticismo bizantino fue Máximo el Confesor (siglo VII), quien primero lo despojó de su carácter neoplatónico y lo armonizó con la doctrina ortodoxa. Representantes posteriores y más importantes fueron Simeón el Nuevo Teólogo y Nicetas Estetatos en el siglo XI, y Nicolás Cabasilas en el siglo XIV. Los escritores místicos bizantinos difieren de los de Europa occidental principalmente en su actitud hacia las ceremonias religiosas, donde veían un símbolo profundo de la vida espiritual de la Iglesia que los occidentales consideraban solo un intento de desplazar la vida interior con la pompa externa. Por lo tanto, Simeón observó con rigor las reglas ceremoniales de la iglesia, pero como un medio para la consecución de la perfección ética. Su trabajo principal (publicado únicamente en latín) es una colección de piezas de prosa e himnos sobre la comunión con Dios. Se considera muy semejante a la mística alemana en su tendencia hacia el panteísmo. Discípulo distinguido de Simeón fue Nicetas Estetatos, del que solo diremos que rechazó a sus profesores de tendencias panteístas. El último gran místico, Nicolás Cabasilas, arzobispo de Salónica, revivió la enseñanza de la teología negativa del enigmático Pseudo Dionisio areopagita, pero en el plan de su obra principal, la Vida de Cristo, presenta una independencia completa de todos los otros mundos y no tiene paralelo en el ascetismo bizantino.
Poesía popular
Desde la toma de Constantinopla por los cruzados en 1204 hasta la conquista por los turcos otomanos en 1453, comenzaron a distinguirse los modelos aristocráticos y religiosos de lenguaje culto (cazarévusa) de los del lenguaje popular (demótico), que empiezan a aparecer por escrito en el siglo XII y a tomar cada vez mayor importancia, coexistiendo con los modelos cultos. Estos, sin embargo, intentan "popularizarse", al principio en la cronografía y en la hagiografía; después aparece la novela popular de aventuras o de amor en verso rimado. La fecha coincide más o menos con la de la creación de las literaturas románicas occidentales. K. Krumbacher distingue los comienzos de esta diferenciación a principios del siglo XII, pero sus inicios son muy anteriores y se encuentran sobre todo en los límites del Imperio, cuando alcanzó su mayor extensión en las fronteras de Justiniano hasta los estados tardomedievales de Trebisonda, Epiro o la Morea. Y así se ven extrañamente excluidos autores como Juan Mosco (siglos VI/VII), Juan Damasceno (siglos VII-VII), el himnógrafo Cosmas de Jerusalén, también llamado Cosmas de Mayuma, Cosmas el Mélodo, Cosmas Hagiopolita y Cosmas el Poeta (siglos VII-VIII), Bartolomé de Édesa o autores periféricos más tardíos como el cronista de Chipre Leoncio Maqueras, Robertus de Porta Bononiensis o Saclices, así como una larga serie de hagiógrafos y poetas del sur de Italia y de Sicilia.
Ya no se cree en la ayuda divina, en la Providencia para que la ortodoxia resista el empuje de los pueblos invasores, y surge la concepción trágica de la historia que ostenta Laónico Calcocondilas, para quien la caída de Constantinopla en 1453 reviste una importancia semejante a la de la caída de Troya y cuyo concepto de historia universal empieza a centrarse en otro imperio, el turco.
En respuesta a las nuevas influencias de Occidente, la literatura popular bizantina se movió en diferentes direcciones. Mientras que la poesía literaria es resultado de la atmósfera racionalista y neoclásica del período helenístico, la poesía o canción popular es una consecuencia de la literatura idílica y novelesca de ese mismo período. Cuando las obras literarias tenían sus prototipos en Luciano, Heliodoro, Aquiles Tacio y Nono, las obras populares imitaban a Apolonio de Rodas, Calímaco, Teócrito y Museo.
La característica principal de la canción popular durante toda la Edad Media griega es su tono lírico, que se expresa constantemente en giros emotivos. En la literatura bizantina, por otro lado, la mejora de la poesía de amor se debió a la introducción del concepto y los temas del amor cortés por parte de los caballeros francos en el siglo XII y después. Los bizantinos imitaron y adaptaron los materiales novelescos, sentimentales y legendarios que estos occidentales trajeron. Las influencias italianas impulsaron el resurgimiento del drama.
La celebración de los logros de los héroes griegos en la literatura popular fue una consecuencia de los conflictos que los griegos mantuvieron durante la Edad Media con las naciones fronterizas del este del Imperio. Los libros populares que relataban las hazañas de estos antiguos héroes se extendieron y reanimaron la poesía heroica, aunque eran transmitidos con un profundo matiz romántico. Cuando las tendencias aticistas fueron gradualmente abandonadas, el resultado fue una renovación completa de los ideales del pueblo y la ampliación de sus horizontes.
Por lo tanto, se realizó una completa reconstrucción de los géneros literarios bizantinos. De todos los géneros sobrevivió solamente la novela, aunque esta asumió objetivos más serios y su campo se dilató. De las formas métricas solo quedó el verso político (quince sílabas). De estos materiales simples brotaron con abundancia nuevos tipos poéticos. Al lado de la narrativa romántica de heroísmo y amor surgieron las canciones populares de amor, e incluso los orígenes del drama moderno.

La única epopeya heroica genuina de los bizantinos es el Digenis Acritas, una obra poética popular de los siglos X y XI entre los guardias bizantinos de las fronteras (ακρίτης) y los sarracenos del este de Asia Menor. El núcleo de esta epopeya es del siglo XII o XIII, pero su forma literaria final es del siglo XV. Aunque los académicos editaron los poemas originales hasta volverlos irreconocibles, una idea aproximada del poema original puede ser recompuesta a través de los numerosos ecos existentes en la poesía popular. Las versiones existentes presentan una mezcla de ciclos épicos inspirada en los poemas homéricos. Sus principales temas son el amor, las aventuras, las luchas y un disfrute patriarcal e idílico de la vida; es una mezcla de la Ilíada y la Odisea, pero la mayoría del material de la última se tiñe de atmósfera cristiana. La devoción genuina y un fuerte sentimiento de familia se unen a una íntima simpatía con la naturaleza. Artísticamente, la obra carece de calidad dramática y aparecen diversos personajes de las epopeyas germánicas y griegas clásicas; pero debe ser comparada más bien con las canciones heroicas eslavas y orientales, entre las que encaja adecuadamente.
La novela de aventuras de la Edad Media griega es el resultado de la fusión de la sofisticada novela alejandrino-bizantina y el romanticismo popular francés medieval, a base de una visión helenística de la vida y la naturaleza. Esto está demostrado por sus tres creaciones principales, compuestas en los siglos XIII y XIV. Calímaco y Crisorroe, Beltandros y Crisanza, Libistros y Rodamne. Mientras la primera y la última de estas estaban influidas por la novela bizantina en ideas y forma de tratamiento, la segunda empieza a mostrar la influencia estética y ética de la antigua novela francesa; de hecho, su historia a menudo recuerda a la leyenda de Tristán. El estilo es más claro y transparente, la acción más dramática, que en las versiones existentes de la leyenda de Digenis. La idea ética es la idea romántica del título de caballero; el ganar al ser querido por el valor y atreverse, no por el riesgo ciego como en las novelas de aventuras literarias bizantinas. Al mismo tiempo que estas adaptaciones independientes del material francés, están las traducciones directas de Flore et Blanchefleur, Pierre et Maguelonne, y otros, que han pasado al dominio de la literatura universal.
Al período de la conquista franca pertenece también la métrica de la Crónica de Morea (siglo XIV). Fue compuesta por un franco traído de Grecia, aunque enemigo de los griegos. Su objeto era, entre el constante progreso de la helenización de los conquistadores occidentales, recordarles el espíritu de sus antepasados. Por lo tanto es solamente griego en la lengua; en la forma literaria y el espíritu es completamente franco. El escritor "describe minuciosamente las costumbres feudales que habían sido trasplantadas a la tierra de Grecia, y esto es quizás su mérito principal; las deliberaciones del Tribunal Superior son dadas con la mayor exactitud, y está muy familiarizado con la práctica de la ley feudal". En el siglo XIV la crónica fue traducida al español y en el XV al francés e italiano.
Por la misma época y en la misma localidad de las islas pequeñas de la costa de Asia Menor, apareció la primera colección de canciones de amor neo-griegas, conocidas como Canciones de amor rodias. Además de las canciones de varias clases y orígenes, contenían una novela completa, dicha en forma de una obra sobre números, un joven siendo obligado a componer cientos de versos estrofas en honor de la doncella a quien venera antes de que ella devuelva su amor, cada verso que corresponde a un número de uno a cien.
Entre los días de la influencia francesa de los siglos XIII y XIV y los de la italiana en el siglo XVI y siglo XVII, hubo un resurgimiento romántico y popular breve del antiguo material legendario. No había mucha necesidad ni mucho aprecio por este resurgimiento, y pocos de los héroes antiguos y sus actos heroicos son tratados suficientemente. La mejor de estas obras es la Novela de Alejandro, basada en la historia de Alejandro el Grande, una versión revisada del Pseudo Calístenes del período ptolemaico, que es también la fuente de las versiones occidentales del Romance de Alejandro. La Aquileida, por otro lado, aunque escrita en verso popular y no sin gusto, está completamente carente del antiguo color local, y es más una novela de caballerías francesa que una historia de Aquiles. Para terminar, de dos composiciones de la guerra de Troya, una es completamente simple y la otra, aunque mejor, es una traducción literal del antiguo poema francés de Benoît de Sainte-Maure.
A estos productos del siglo XIV podrían añadirse dos del XVI, ambos describiendo un descenso al inframundo, evidentemente ramas populares del Timarion y Mazaris ya mencionados. Al primero corresponde el Apókopos, una sátira de muertos sobre vivos; la última los Piccatores, una pieza métrica decididamente larga pero bastante despoetizada, mientras que la primera tiene muchos pasajes poéticos (por ejemplo, la procesión de los muertos) y muestra la influencia de la literatura italiana. De hecho, la literatura italiana imprimió su carácter sobre la poesía popular griega de los siglos XVI y XVII cuando la literatura francesa lo había hecho ya en el XII y XIV.
Poesía popular cretense
Cuando una poesía popular abundante surgió durante el último período mencionado en las islas de la costa de Asia Menor, también una literatura similar se desarrolló en la isla de Creta. Sus creaciones más importantes son la epopeya de aventuras Erotokritos de Vitsentzos Kornaros y los dramas Erofile de Georgios Chortatzis y El sacrificio de Abraham con algunas imágenes de las costumbres y los modales. Estas obras quedan fuera de los límites de la literatura bizantina cronológicamente; sin embargo, como un complemento y continuación necesarios del período precedente, deben ser discutidas aquí.
El Erotokritos es un largo poema de aventuras, lírico en los personajes, cualidades y didáctico en el propósito, es la obra de Cornaro, un veneciano que se hizo griego en el siglo XVI. Abunda en los temas y las ideas dibujadas en la poesía popular de la época. En la historia de Erotokritos y Aretusa, el poeta glorifica el amor y la amistad, el valor, la constancia y el autosacrificio. Aunque las influencias extranjeras no se imponen, y el poema, en su conjunto, tiene un sabor griego nacional, revela varios elementos culturales, bizantinos, románicos y orientales, sin proporcionar, sin embargo, el carácter de una combinación.
La tragedia de amor lírica de la que Erofile es más que un mosaico, siendo una combinación de dos tragedias italianas, con la adición de intermezzos líricos de la Jerusalén liberada de Torquato Tasso, y canciones corales de su Aminta. Sin embargo, los materiales son manejados con independencia, y más armoniosamente ordenados que en el original; el padre que ha matado al amante de su hija es asesinado no por la mano de su hija, sino por las damas de su palacio, por lo tanto, da una impresión más ofensiva. Debido al tono lírico de las obras, algunas partes de ella han sobrevivido en la tradición popular hasta el tiempo actual.
La obra de misterio Sacrificio de Abraham es una pequeña obra maestra psicológica, aparentemente una obra independiente. Los incidentes familiares y bíblicos conocidos se vuelven a poner en el ambiente patriarcal de la vida familiar griega. El poeta enfatiza las luchas mentales de Sara, la resignación de Abraham a la voluntad divina, los presentimientos de Isaac y la compasión afectuosa de los criados, en otras palabras, un análisis psicológico de los personajes. El motor principal de la acción son los presentimientos de Sarah de lo que va a suceder, evidentemente la invención del poeta muestra el poder del amor maternal. La dicción se distingue por su alta belleza poética y por un dominio minucioso de la versificación.
Otros productos de literatura cretense son algunas adaptaciones de pastorales italianas, algunos poemas de amor e idílicos, como el llamado Cuento de seducción (un eco de las canciones de amor rodias), y el precioso, pero muy sentimental, idilio pastoril de la Pastora hermosa.
El contenido de este artículo incorpora parte de la Enciclopedia Católica (1913), que se encuentra en el dominio público.
El legado de la literatura bizantina
La importancia de Roma en el gobierno no desapareció, y se hizo más fuerte al unirse con las tradiciones de gobierno absoluto. La sumisión de la iglesia al poder del estado llevó a un gobierno eclesiástico, causando fricción con la Iglesia católica, que se mantuvo relativamente independiente.
El griego finalmente superó al latín como la lengua oficial del gobierno; las "Novellae" de Justiniano I son el último documento importante en latín. A principios del siglo XVII, el idioma griego había avanzado mucho, y antes del siglo XI el griego era la lengua principal, aunque nunca reemplazó a las otras muchas lenguas del imperio. Mientras que el mundo griego mantuvo la forma de su literatura clásica, no se puede decir lo mismo del sentido clásico de la poesía y la imaginación. La cultura bizantina rompió totalmente con la estética clásica. En literatura y en las artes visuales, la estética oriental prevaleció.
Algunos géneros como el verso lírico y el drama desaparecieron, mientras que solo las secciones menores de la literatura alcanzaron un gran nivel artístico. El sentido clásico de la proporción, la belleza y la poesía desaparecieron por completo, reemplazados por un gusto por lo exagerado y desproporcionado por un lado, y por los detalles ornamentales por el otro. Las condiciones sociales, más cercanas a las de Oriente que a las de la cultura ateniense/romana clásica, apoyaron estas tendencias estéticas.
La pérdida de ciudadanos libres y educados debido a la centralización bizantina y el estancamiento de la vida municipal afectaron directamente a su literatura. No se permitía ningún rival en Constantinopla. La literatura solo interesaba a los altos funcionarios y a las clases religiosas; era aristocrática o teológica antes que popular. Los patrones clásicos podían ser imitados porque solo las clases altas se preocupaban por la literatura, pero al estar divorciada de la vida del pueblo, carecía de espontaneidad genuina. La himnología religiosa infundió nueva vida a la literatura durante algún tiempo, pero incluso esto era de origen oriental, creciendo fuera de Siria. En Bizancio, las influencias religiosas y orientales coincidían. --> El Imperio Romano de Oriente dividió la civilización europea en dos partes: una romance y germánica, la otra griega y eslava. Estas culturas diferían en su gente, idioma, religión e historia. Rusia imperial, los Balcanes y el Imperio otomano fueron los herederos directos de la civilización bizantina; los dos primeros en aspectos religiosos, políticos y culturales (a través de la traducción y adaptación de literatura sagrada, histórica y popular); el tercero en el aspecto del gobierno civil.
Indirectamente, el Imperio protegió a Europa occidental durante siglos de guerra, luchando contra varios invasores y poblaciones migratorias. Bizancio fue además un tesoro de la antigua literatura griega. Durante la Edad Media, hasta la toma de Constantinopla, Oriente estaba familiarizado con la literatura romana. La antigüedad griega fue llevada primero por los tesoros que trajeron los humanistas griegos que huyeron.
La cultura bizantina tuvo una influencia directa sobre la música religiosa y la poesía de Europa central y meridional, hasta el siglo siglo XVII.
La cultura bizantina tuvo un impacto definitivo sobre Oriente Próximo, especialmente sobre los armenios, los persas y los árabes. Aunque Bizancio recibió de estas naciones más de lo que transmitió, los bizantinos dieron un fuerte impulso intelectual a Oriente, enriqueciendo su literatura académica, aunque para esto sirvieron principalmente como intermediarios.
¿Qué son los estudios bizantinos?
El estudio y análisis de la historia y la cultura bizantina se llama bizantinística. Es una disciplina relativamente nueva. A los trabajos históricos de Alexander Vasiliev, Louis Bréhier, Charles Diehl y Steven Runciman, y los más modernos de André Grabar, Georg Ostrogorsky y Richard Krautheimer, hay que añadir como libro fundamental la primera historia de la literatura bizantina publicada, la de Karl Krumbacher (1856-1909) en el Handbuch der klassischen Altertumswissenchaft (Múnich, 1891), IX.1. Hasta entonces se consideraba una rama menor de la más prestigiosa Filología Clásica, pero esta gran obra, titulada Geschichte der byzantinischen Literatur von Justinian bis zum Ende des oströmischen Reiches (527-1453), impulsó la creación de una rama independiente.
Hieronymus Wolf ya se había interesado en la historia medieval griega y publicó sus trabajos en 1557 bajo el título de Corpus Historiae Byzantinae, usando por primera vez el adjetivo bizantino para distinguir el período medieval del Imperio Romano de Oriente. El impacto de esta obra a largo plazo fue importante, porque sirvió como base para futuros trabajos que ampliaron el conocimiento sobre la historia medieval griega.
Luego siguieron diversas ediciones de textos bizantinos por parte de estudiosos griegos en los Países Bajos (Johannes Meursius) y en Italia (aquí por dos griegos: Nicolaus Alemannus -Niccolò Alamanni- y Leo Allatius -León Alacio-). Ya en la segunda mitad del siglo XVII, Luis XIV encargó una colección de todas las obras de historia bizantina, pidiendo ayuda a varios eruditos de todo el mundo. La obra de Wolf sirvió de base para este trabajo, y el resultado, dirigido por el jesuita Philippe Labbe, fue un Corpus Historiae Byzantinae en 34 volúmenes (1644-1688, aunque Vasiliev afirma que se extiende hasta 1711), obra en la que trabajó principalmente el filólogo e historiador Charles Dufresne Ducange y a la que se añadieron diez suplementos en 1819; también es conocido como Corpus de París y se reimprimió en Venecia entre 1728 y 1733 (Corpus de Venecia).
Siguió en el XIX el Corpus Scriptorum Historiae Byzantinae (CSHB), cincuenta volúmenes de fuentes primarias para el estudio de la historia bizantina (c. 330-1453), publicado en Bonn entre 1828 y 1897, con ediciones críticas de textos históricos griegos bizantinos acompañados de traducción latina paralela, conocido como Corpus de Bonn. Fue un proyecto concebido por el historiador Barthold Georg Niebuhr, ayudado y continuado por otros. Hay que mencionar también los 166 volúmenes de la Patrologia Graeca (PG) de Jacques-Paul Migne (1857-1866). Más moderno, desde 1967, es el Corpus Fontium Historiae Byzantinae.
A los trabajos históricos de Alexander Vasiliev, Louis Bréhier, Charles Diehl y Steven Runciman y los más modernos de André Grabar, Georg Ostrogorsky y Richard Krautheimer, hay que añadir como libro fundacional y seminal la primera historia de la literatura bizantina publicada, la de Karl Krumbacher (1856-1909) en el Handbuch der klassischen Altertumswissenchaft (Múnich, 1891), IX.1. Hasta entonces se consideraba una rama menor de la más prestigiosa Filología Clásica, pero esta gran obra, titulada Geschichte der byzantinischen Literatur von Justinian bis zum Ende des oströmischen Reiches (527-1453), supuso el aldabonazo para la creación de una rama independiente.
Su segunda edición (Múnich, 1897) fue más ampliada con la ayuda de Albert Erhard (1862-1940) para la literatura religiosa y Heinrich Gelzer (1847-1906) para la historia bizantina entre la muerte del emperador Teodosio I (395) y el advenimiento de Justiniano. Este vasto proyecto de revisión crítica de mil años de historia y cultura se centró en el estudio de los géneros literarios y de sus niveles culto y popular, fue traducido en 1900 al griego moderno y se reimprimió (Nueva York: Franklin, 1958). Es el libro fundacional y seminal de la disciplina bizantinística; de él arrancan las investigaciones que numerosos investigadores emprendieron después. Fueron saliendo las ediciones críticas de obras, las monografías de autores... Hans-Georg Beck (1910-1999) estudió como un todo independiente de la literatura no religiosa la literatura religiosa bizantina, publicando en Múnich en 1959 su Kirche und theologische Literatur im byzantinischen Reich, también en el marco del Handbuch der Altertumswissenschaft XII.2.1. La poesía bizantina, desde presupuestos más integradores y menos tradicionales, ha sido estudiada por Marc D. Lauxtermann (1966-), Byzantine Poetry from Pisides to Geometres, Viena, 2003 (Wiener byzantinische Studien 24.1). Beck publicó un segundo volumen en el Handbuch der Altertumswissenschaft (XII.1.3), su Geschichte der byzantinischen Volksliteratur, Múnich, 1971, consagrado a la literatura en lengua vulgar a lo largo del milenio bizantino, sobre todo desde el siglo XII. Un grupo de autores dirigidos por el profesor Herbert Hunger (1914-2000) de Viena publicó, también en el Handbuch der Altertumswissenschaft (XV.5.1-2) dos volúmenes de Die hochsprachliche profane literatura der Byzantiner, Múnich, 1977 consagrados a la literatura no religiosa. Estos libros consiguieron reunir mucha documentación y datos dispersos que hasta entonces no habían sido conocidos o reunidos, y volvieron más seguro el estudio posterior de la materia.
Un gran cambio de metodología fue el adoptado por el bizantinista ruso Alexander Kazhdan (1922-1997), quien en Estados Unidos propuso estudiar la literatura bizantina por períodos históricos y valorando todas las obras literarias con independencia de su deuda u originalidad respecto a los modelos clásicos. Pero murió antes de publicar su trabajo, cuyo primer volumen apareció póstumo: A. Kazhdan / Chr. Angelide / L. F. Sherry, A History of Byzantine Literature 650-850, Atenas, 1999. El segundo reunió diversos trabajos previos del autor: A. Kazhdan / Chr. Angelide, A History of Byzantine Literature 850-1000, Atenas, 2006.
En España los estudios de bizantinística comienzan con Sebastián Cirac Estopañán (1903-1970) y con Manuel Fernández-Galiano (1918-1988), primer presidente del Comité Español de Bizantinística y miembro de la Association Internationale des Études Byzantines, desde 1970, en la recién creada Universidad Autónoma de Madrid. En 1982 se creó Erytheia. Revista de estudios bizantinos y neogriegos, la publicación más antigua de bizantinística en España. Entre otros bizantinistas, pueden mencionarse Juan Signes Codoñer, presidente de la SEB (Sociedad Española de Bizantinística), Juan Bravo García, Pedro Bádenas de la Peña, Javier Faci...
Galería de imágenes
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Un evangelio del siglo XI, que muestra el estilo decorativo de los estudiosos de esa época.
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Copia moderna de las Horas canónicas bizantinas, mostrando el ciclo diario de la Iglesia ortodoxa.
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Una ilustración de la Parábola del Buen Samaritano del Evangelio de Rossano, que se cree el más antiguo manuscrito ilustrado del Nuevo Testamento que se conserva.
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El emperador erudito Constantino VII, siendo coronado por Cristo.
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Las montañas de Troodos, de la Digenis Acritas usada para saltar a Asia Menor en el poema épico.
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Siglo XI. Página de una moderna edición de la vasta enciclopedia bizantina La Suda.
Véase también
En inglés: Byzantine literature Facts for Kids
- Literatura griega
- Griego medieval
- Imperio bizantino
- Música bizantina
- Cecaumeno