Sitio de Baler para niños
Datos para niños Sitio de Baler |
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Revolución filipina | ||||
![]() Los Últimos de Filipinas, por José Ferré Clauzel.
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Fecha | 1 de julio de 1898-2 de junio de 1899 (337 días) | |||
Lugar | Baler, Filipinas | |||
Coordenadas | 15°45′33″N 121°33′44″E / 15.759166666667, 121.56222222222 | |||
Resultado |
Victoria filipina
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Beligerantes | ||||
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El sitio de Baler fue un evento histórico que ocurrió entre el 1 de julio de 1898 y el 2 de junio de 1899. Un grupo de soldados españoles fue rodeado por revolucionarios filipinos en la iglesia del pueblo de Baler, en la isla de Luzón, Filipinas. Este asedio duró 337 días.
Lo curioso de este suceso es que, desde diciembre de 1898, la guerra entre España y Estados Unidos había terminado oficialmente con el Tratado de París. En este tratado, España cedía el control de Filipinas a Estados Unidos. Sin embargo, los soldados españoles en Baler no lo sabían. Por esta razón, son conocidos como "los últimos de Filipinas".
En 1896, una sociedad secreta filipina llamada Katipunan comenzó una lucha por la independencia contra el gobierno español. A finales de 1897, se firmó un acuerdo de paz, el Pacto de Biak-na-Bató, y algunos líderes revolucionarios se exiliaron. Con esta aparente calma, España redujo el número de soldados en algunas de sus guarniciones. A principios de 1898, el destacamento de Baler, que tenía 400 hombres, fue reemplazado por uno más pequeño de 50 soldados.
En febrero de 1898, un incidente en Cuba llevó al inicio de la Guerra hispano-estadounidense. Después de que la flota española fuera derrotada en Cavite el 1 de mayo, los líderes filipinos, con apoyo de Estados Unidos, regresaron a Filipinas y retomaron su lucha. Un mes después, el destacamento español en Baler, sin saber que la guerra con Estados Unidos había comenzado ni que Filipinas había declarado su independencia, fue atacado por los revolucionarios filipinos. Los soldados se refugiaron en la iglesia, dando inicio al largo sitio.
Durante el asedio, los filipinos intentaron varias veces que los españoles se rindieran, enviándoles mensajes sobre el fin de la guerra y la situación en Filipinas. Incluso después de que Manila cayera en manos estadounidenses en agosto, las autoridades españolas enviaron mensajes para que se rindieran, pero no tuvieron éxito. Los sitiadores también enviaron a dos sacerdotes españoles que tenían prisioneros para que convencieran a los sitiados, pero estos sacerdotes decidieron quedarse con los soldados españoles hasta el final del asedio.
El Tratado de París se firmó el 10 de diciembre de 1898 y entró en vigor en abril de 1899. En este tratado, España cedía Filipinas a Estados Unidos. En febrero de 1899, los filipinos, que se sentían engañados por los estadounidenses a quienes creían aliados, decidieron resistir, comenzando la Guerra filipino-estadounidense. Los españoles ya no eran parte de este conflicto y sus últimas tropas estaban siendo enviadas de regreso a España. Nuevos enviados españoles intentaron convencer a los soldados de Baler de que dejaran las armas, pero no lo lograron. En abril, las autoridades militares estadounidenses enviaron un barco para liberar al destacamento de Baler, pero las tropas que desembarcaron fueron capturadas por los filipinos.
A finales de mayo, un nuevo enviado español, el teniente coronel Aguilar, llegó a Baler con órdenes de que los sitiados se rindieran y regresaran a Manila. Sin embargo, los soldados desconfiaron y Aguilar tuvo que irse sin lograr su objetivo. Pero al revisar unos periódicos que Aguilar había dejado en la iglesia, los sitiados encontraron una noticia que no podía ser inventada por los filipinos. Esto finalmente los convenció de que España ya no tenía el control de Filipinas y que no tenía sentido seguir resistiendo. El 2 de junio de 1899, el destacamento español de Baler se rindió, después de 337 días de asedio.
Las autoridades filipinas aceptaron la rendición con honor y permitieron que los soldados regresaran a Manila sin ser considerados prisioneros. El presidente filipino Emilio Aguinaldo incluso emitió un decreto elogiando su valentía. Después de un gran recibimiento en Manila, los supervivientes fueron enviados de regreso a España.
Contenido
- ¿Cómo era Filipinas bajo el dominio español?
- ¿Qué fue la Revolución Filipina?
- ¿Cómo era Baler?
- ¿Quiénes fueron los protagonistas del sitio?
- ¿De dónde viene la información sobre el sitio?
- ¿Qué pasó antes del sitio?
- El sitio de Baler: La resistencia en la iglesia
- El inicio del asedio
- Los primeros días del asedio
- La llegada de los sacerdotes y más bajas
- El mando de Martín Cerezo y el Tratado de París
- La moral de los sitiados y el ataque sorpresa
- Los últimos intentos de rendición
- La deserción y el ataque final
- La expedición de socorro del Yorktown
- Los últimos días y la capitulación
- ¿Qué pasó después del sitio?
- El legado del sitio de Baler
- Lista de los sitiados
- Véase también
¿Cómo era Filipinas bajo el dominio español?
Las islas Filipinas fueron exploradas por primera vez por europeos durante la expedición de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano en 1521. Magallanes llegó a las islas, pero falleció en un enfrentamiento. Fue Elcano quien completó la primera vuelta al mundo.
La colonización occidental de Filipinas comenzó en 1565, cuando una expedición española, enviada por el rey Felipe II y liderada por Andrés de Urdaneta y Miguel López de Legazpi, tomó posesión del archipiélago en nombre de España. La presencia española se concentró principalmente en las zonas costeras. El número de españoles en Filipinas siempre fue pequeño, y la mayoría de la población siguió siendo indígena, con algunos inmigrantes chinos. La población malaya de las islas principales, como los tagalos, fue en gran parte cristianizada.
Durante el siglo XIX, la sociedad y la economía filipinas cambiaron mucho, especialmente con el desarrollo de la agricultura para la exportación y la libertad de comercio. Esto llevó al surgimiento de una clase media filipina. Sin embargo, la política de la colonia se mantuvo sin cambios, dependiendo de la administración española y del gran poder de las órdenes religiosas. A partir de la década de 1880, el gobierno español intentó mejorar la economía de Filipinas, pero la gente educada de Filipinas ya pedía reformas, como ser considerada una provincia española y tener los mismos derechos que los españoles.
El gobierno español no encontró una solución política y reprimió militarmente las revueltas, como el motín de Cavite en 1872. En 1896, cuando comenzó la Revolución Filipina, el líder nacionalista filipino José Rizal fue ejecutado. La falta de reformas llevó a que surgiera un movimiento independentista y revolucionario, liderado por el Katipunan, una sociedad secreta fundada por Andrés Bonifacio en 1892.
¿Qué fue la Revolución Filipina?

La Revolución Filipina fue una serie de levantamientos contra el dominio español. La que finalmente expulsó a los españoles de las islas, con la ayuda de Estados Unidos, comenzó el 26 de agosto de 1896 con el "Grito de Balintawak". Ese día, un grupo de "katipuneros" liderado por Andrés Bonifacio se levantó cerca de Manila. Aunque este levantamiento fue rápidamente controlado, la rebelión se fortaleció en la provincia de Cavite, bajo el mando de Emilio Aguinaldo, quien más tarde sería el primer presidente de la efímera República de Filipinas.
Al inicio de la revolución, había unos 13.000 soldados españoles en Filipinas, de los cuales 9.000 eran filipinos. La rebelión en Cavite hizo que España enviara 25.000 soldados más. El general Camilo García de Polavieja, nombrado Gobernador General de Filipinas, lanzó una ofensiva contra los rebeldes y aplicó una política de represión, incluyendo juicios y ejecuciones. En este contexto, ordenó la ejecución de José Rizal el 30 de diciembre, aunque Rizal se oponía al dominio español y había condenado la rebelión. La política de Polavieja logró pacificar Cavite en marzo de 1897.
Hacia julio, Aguinaldo se refugió en la zona montañosa de Bulacán, extendiendo la rebelión por el centro de Luzón. Mientras tanto, Polavieja fue reemplazado por el general Fernando Primo de Rivera. Durante el verano, Aguinaldo y Primo de Rivera iniciaron conversaciones secretas. Aguinaldo estaba rodeado y sin esperanzas de derrotar a los españoles, y el gobierno español buscaba un acuerdo debido a la situación en Cuba y la actitud de Estados Unidos.
¿Cómo era Baler?

La zona de Baler fue explorada en 1572 por Juan de Salcedo. En 1609, misioneros franciscanos fundaron el pueblo de Baler en la costa del Pacífico. Aunque estaba a solo 150 km de Manila en línea recta, el acceso por tierra era muy difícil debido a la Sierra Madre, por lo que las comunicaciones se hacían por mar. En 1753, un tsunami destruyó Baler, y se decidió reconstruirlo más hacia el interior, en un lugar más elevado.
Durante la administración española, la isla de Luzón estaba dividida en provincias. En 1818, Baler pasó de la provincia de Tabayas a Nueva Écija. En 1856, los territorios de Nueva Écija entre la Sierra Madre y el océano Pacífico formaron el distrito de El Príncipe, con Baler como su capital. Las principales localidades eran Baler, Casigurán y San José de Casignán. Los religiosos franciscanos se encargaban de la atención religiosa desde la fundación del pueblo.
El distrito estaba a cargo de un comandante político-militar, un capitán del Ejército, que también se encargaba de la recaudación de impuestos, la marina, la justicia y el correo. En 1897, el pueblo tenía una iglesia con la residencia del párroco, la casa del comandante y barracones para los soldados, además de las viviendas de los habitantes. La guarnición permanente era un destacamento de la Guardia Civil con un cabo y cinco soldados filipinos. La población era de unas 1700 personas.
La iglesia, el edificio más fuerte del pueblo, fue construida después de 1735 para resistir fenómenos meteorológicos extremos como tifones e inundaciones. Sus muros, de metro y medio de grosor, estaban hechos de piedras, cal y arena. La iglesia era muy importante, no solo para las ceremonias religiosas, sino también como sede del párroco, que tenía mucho poder. Tenía forma rectangular, de 30 metros de largo y 10 de ancho, con seis ventanas. La torre del campanario era de madera y el techo de cinc. Adosado a la iglesia estaba el convento, y a su izquierda, la sacristía.
¿Quiénes fueron los protagonistas del sitio?

En la iglesia de Baler se refugiaron 50 soldados y suboficiales españoles, dos oficiales, tres sanitarios (dos de ellos filipinos), un médico, el comandante político-militar del distrito y el párroco de Baler. Más tarde se unieron otros dos religiosos franciscanos. En total, 57 militares y 3 religiosos. De ellos, 6 desertaron y 16 fallecieron, incluyendo el párroco. Sobrevivieron 38 personas.
Del lado filipino, no se sabe el número exacto de tropas sitiadoras, ya que no formaban parte de un ejército regular. El mando del asedio pasó por varios oficiales. Sufrieron unas 700 bajas entre fallecidos y heridos.
- El capitán de Infantería Enrique de las Morenas y Fossi era el comandante político-militar del distrito. Nació en Chiclana de la Frontera en 1855. Se unió al ejército a los 19 años. Participó en la tercera guerra carlista y fue ascendido a capitán en 1896. En 1897 fue enviado a Filipinas y en enero de 1898 llegó a Baler. Dirigió la resistencia hasta su fallecimiento por enfermedad, casi cinco meses después del inicio del sitio.
- El segundo teniente Juan Alonso Zayas estaba al mando del destacamento de soldados en Baler. Nació en Puerto Rico en 1868. Se alistó como voluntario en 1888. Sirvió en Cuba y fue ascendido a sargento. En 1897 fue enviado a Filipinas y en 1898 a Baler. Falleció de beriberi (una enfermedad causada por falta de vitaminas) después de casi cuatro meses de asedio.
- El segundo teniente Saturnino Martín Cerezo era el segundo al mando del destacamento. Nació en Miajadas (Cáceres) en 1866.
¿De dónde viene la información sobre el sitio?
Las dos fuentes principales sobre el sitio de Baler son de los propios protagonistas: el teniente Martín Cerezo, quien asumió el mando tras el fallecimiento del primer oficial, y el padre Minaya, un sacerdote franciscano que fue usado por los sitiadores para transmitir información y que se quedó con los sitiados hasta el final.
Martín Cerezo escribió El Sitio de Baler, publicado en 1904. Este libro tuvo varias ediciones y fue traducido al inglés. Es la fuente más conocida e incluía fotografías y mapas de Baler. Sirvió de base para el guion de la película Los últimos de Filipinas, lo que le dio mucha popularidad. El padre Minaya escribió un Diario, un manuscrito que nunca se publicó completamente, pero cuyo contenido se dio a conocer en 1956.
Ambas fuentes coinciden en lo esencial, aunque la de Martín Cerezo se centra en los aspectos militares, mientras que la de Minaya añade detalles más personales.
Por parte filipina, no hay una narración similar, solo testimonios de los descendientes de los habitantes de Baler y de las tropas filipinas que participaron en el asedio.
Por parte estadounidense, el teniente J. C. Gillmore, quien fue capturado por los filipinos durante una operación para rescatar a los españoles, contó sus experiencias en una revista estadounidense después de su liberación.
¿Qué pasó antes del sitio?
A finales de agosto de 1897, el capitán Antonio López Irisarri, comandante de El Príncipe, preocupado por rumores de descontento filipino, pidió refuerzos. El mando español en Manila envió un barco y un cañonero para patrullar la costa, y un destacamento de 50 soldados. Este destacamento, al mando del teniente José Mota, llegó a Baler el 21 de septiembre.
Mota decidió alojar a sus tropas en varias construcciones del pueblo, las más grandes y sólidas. También ordenó construir dos trincheras para que, en caso de ataque, los soldados pudieran retirarse a la iglesia.
Las noticias de la llegada de los soldados a Baler llegaron a Aguinaldo, quien ordenó a Teodorico Luna Novicio, originario de Baler, que tomara la localidad. Luna Novicio reclutó a un grupo de hombres, incluyendo algunos de Baler. La noche del 3 al 4 de octubre, Luna Novicio organizó el ataque. El 4 de octubre, el capitán López Irisarri recibió noticias del complot, pero las descartó.
A las once de la noche del 4 de octubre, los revolucionarios, armados con machetes, atacaron las posiciones españolas. En la comandancia y el cuartel de la Guardia Civil, muchos soldados fallecieron o resultaron heridos. Sin embargo, los ocupantes de la casa del maestro lograron rechazar el ataque. El teniente Mota, pensando que todo estaba perdido, falleció en circunstancias trágicas.
En el asalto, fallecieron el teniente Mota y seis soldados españoles. Nueve más resultaron heridos. Los filipinos tuvieron diez bajas. Nueve soldados españoles, un sargento, el cabo de la Guardia Civil y el párroco del pueblo desaparecieron. Los supervivientes, incluyendo López Irisarri, se refugiaron en la iglesia.
Las noticias del ataque llegaron a Manila el 7 de octubre. El capitán del barco que llevó la noticia reforzó la guarnición con 12 hombres y el médico del buque. El 16 de octubre, llegaron 100 hombres de refuerzo al mando del capitán Jesús Roldán Maizonada. Roldán logró tomar el pueblo y establecer un perímetro de seguridad. Los soldados relevados partieron en barco dos días después.
Los soldados que habían huido tras el ataque del 4 de octubre fueron capturados por los revolucionarios. El padre Gómez Carreño también fue capturado y llevado al cuartel general de Aguinaldo. El único superviviente que no fue capturado fue el cabo de la Guardia Civil, quien regresó a Baler días después y ayudó a aclarar lo sucedido con el teniente Mota.
El capitán Roldán tenía órdenes de mantenerse a la defensiva, ya que se estaban llevando a cabo conversaciones de paz entre el capitán general Fernando Primo de Rivera y Aguinaldo. Estas conversaciones culminaron con la firma del Pacto de Biak-na-Bató el 14 y 15 de diciembre. El acuerdo ponía fin a la revuelta, estipulando que Aguinaldo y sus seguidores podrían exiliarse a cambio de una compensación económica. Aguinaldo eligió Hong Kong como su residencia. Sin embargo, la paz fue solo una tregua, ya que el gobierno español no implementó las reformas prometidas, y Aguinaldo siguió preparando una nueva rebelión.
La paz no tuvo un efecto inmediato en Baler. Luna Novicio, recuperado de sus heridas, construyó nuevas trincheras alrededor de la iglesia. El desembarco de suministros se hizo cada vez más difícil. A principios de enero, muchos soldados estaban enfermos y apenas quedaban medicinas. El destacamento español no sabía del pacto de Biak-na-Bató.
El 23 de enero de 1898, llegaron por tierra 400 hombres de refuerzo al mando del comandante Juan Génova Iturbe, con el objetivo de lograr la rendición de los rebeldes. El 26, Génova encontró Casigurán en calma. Las autoridades de Manila decidieron reemplazar las fuerzas de Génova por un destacamento de 50 hombres, que serían los soldados más nuevos del destacamento de Roldán.
El sitio de Baler: La resistencia en la iglesia

El 12 de febrero, llegó a Baler el barco "Compañía de Filipinas" con provisiones para cuatro meses. También traía al nuevo gobernador político-militar de El Príncipe, el capitán de Infantería Enrique de las Morenas y Fossi, los tenientes Alonso y Saturnino Martín Cerezo, el médico Rogelio Vigil de Quiñones y el padre Cándido Gómez Carreño, párroco de Baler. El capitán Las Morenas estaba delicado de salud.
Las tropas de Génova y Roldán partieron hacia Manila. Las provisiones traídas por el "Compañía de Filipinas" serían las últimas que recibirían del Ejército español. Aunque tenían suficientes municiones, las raciones eran escasas y muchas de las que ya estaban almacenadas en la iglesia estaban en mal estado.
Mientras tanto, el 15 de febrero, una explosión hundió el acorazado estadounidense USS Maine en el puerto de La Habana (Cuba). La prensa estadounidense culpó a España, lo que llevó al inicio de la guerra entre Estados Unidos y España el 25 de abril.
Los soldados en Baler no sabían lo que pasaba en Cuba. Su única preocupación era la posibilidad de que la rebelión filipina resurgiera. Inicialmente, se instalaron en la iglesia, que era el único lugar seguro. Sin embargo, el capitán Las Morenas, queriendo generar confianza en la población, sugirió trasladar la tropa a la comandancia. A los pocos días, tuvieron que desechar la mayoría de las provisiones por su mal estado, lo que los obligó a comprar alimentos a los habitantes del pueblo.
Las Morenas confió en Lucio Quezón, el maestro de escuela, para que los terrenos de la comandancia fueran cultivados. Esto no fue bien visto por Martín Cerezo, quien desconfiaba de Quezón. El trabajo forzado, aunque reducido, era odiado por los filipinos, y el maestro fue asesinado por los revolucionarios.
La única fuente de agua era el río, que podía ser desviado o usado como escondite por los rebeldes. Martín Cerezo sugirió abrir un pozo en la plaza, pero Las Morenas lo descartó.
El inicio del asedio
En abril, llegaron noticias de que la paz se estaba rompiendo y los revolucionarios filipinos estaban reclutando más hombres. Martín Cerezo confirmó estos rumores. El 27 de abril, la flota estadounidense, al mando del comodoro Dewey, partió hacia Filipinas. El 1 de mayo, derrotó a la flota española en la bahía de Manila, marcando el principio del fin de la presencia española en Filipinas. El 19 de mayo, Aguinaldo regresó a Filipinas para liderar la revolución, que se extendió por toda la isla de Luzón. Los pequeños destacamentos españoles fueron atacados, y la isla de Luzón quedó casi completamente en manos de los rebeldes. El 1 de junio, Manila fue sitiada por tierra.
A finales de mayo, llegaron a Baler noticias sobre la guerra con Estados Unidos y la derrota española en Cavite. Estas fueron las últimas noticias recibidas por tierra. El 1 de junio, el correo fue interceptado, pero cinco días después, los mensajeros lograron escapar y avisar a la guarnición. El gobernador intentó enviar un mensaje cifrado a Manila a través de Teodorico Luna Novicio, pero pronto descubrieron que Luna Novicio era el líder de la rebelión en Baler.
El 12 de junio, Aguinaldo declaró la independencia filipina en Cavite el Viejo. En Baler, el 26 de junio, la gente del pueblo comenzó a abandonarlo, lo que hizo pensar en un ataque inminente. A la mañana siguiente, el pueblo estaba desierto. Además, hubo tres deserciones de soldados españoles. Ante esta situación, el destacamento decidió refugiarse en la iglesia, llevando consigo las provisiones que quedaban.
El 30 de junio, la patrulla de Martín Cerezo fue emboscada en la orilla del río. Lograron regresar a la iglesia con un solo herido. Así comenzó el sitio.
Los primeros días del asedio
El primer día del sitio, los españoles encontraron una nota de los filipinos advirtiéndoles que estaban rodeados y que los españoles ya se habían rendido. Aunque los sitiados no creyeron las noticias de rendición, temieron un largo asedio. Martín Cerezo propuso construir un pozo dentro de la iglesia, y pronto encontraron agua.
El 2 de julio, otra nota filipina insistió en sus victorias y la caída de casi todas las provincias de Luzón. Las Morenas les instó a volver a la obediencia a España. Se acordó que los mensajes se enviarían con una bandera blanca. Los sitiados decidieron no enviar hombres fuera de la iglesia para evitar deserciones. Cuando los filipinos enviaron a desertores como mensajeros, los españoles advirtieron que les dispararían si seguían haciéndolo. El 3 de julio, comenzaron a construir un horno para hacer pan en el patio.
El 4 de julio, dos voluntarios españoles destruyeron barracones y casas cercanas a la iglesia desde donde los filipinos disparaban. Ese mismo día, llegaron a Cavite las primeras tropas terrestres estadounidenses.
El 8 de julio, Cirilo Gómez Ortiz, al mando de las tropas sitiadoras, ofreció una tregua y envió tabaco a los españoles. Los españoles aceptaron la tregua y le regalaron jerez. Los combates se reanudaron, y los filipinos enviaron a desertores para intentar convencer a los soldados de que se rindieran.
Durante los días siguientes, el destacamento fortificó la iglesia. Tapiaron las puertas, dejando solo pequeñas aberturas para disparar, y reforzaron los muros. También abrieron un pozo dentro de la iglesia.
El 18 de julio, un soldado resultó herido y falleció diez días después. Ese mismo día, llegó una carta de un sacerdote filipino exhortándolos a rendirse. La carta no fue respondida, y al día siguiente, los filipinos enviaron un ultimátum de 24 horas. La respuesta española fue: "La muerte es preferible a la deshonra". Al finalizar el plazo, los filipinos comenzaron a disparar intensamente. Los españoles, para ahorrar munición, decidieron no responder.
Los sitiados encontraron cañones viejos en la iglesia y lograron disparar uno de ellos, causando un gran estruendo. Los filipinos enviaban mensajes casi a diario. A finales de julio, el general Merritt llegó a Luzón con tropas estadounidenses.
El 31 de julio, los filipinos amenazaron con usar cañones si no se rendían. A medianoche, comenzó un bombardeo que dañó las puertas y el techo de la iglesia. El 3 de agosto, un soldado español desertó, y cuatro días después, los filipinos atacaron la zona norte de la iglesia, donde el desertor había informado que había poca vigilancia. Los españoles lograron repeler el ataque.
El 7 de agosto, Merritt envió un ultimátum al gobernador español de Filipinas, anunciando un asalto a Manila. El 13 de agosto, Manila se rindió a las tropas estadounidenses, sin contar con Aguinaldo.
La llegada de los sacerdotes y más bajas
El 15 de agosto, un soldado español resultó herido. Días después, los filipinos enviaron a dos sacerdotes franciscanos que tenían prisioneros, Juan López Guillén y Félix Minaya, para que hablaran con los sitiados y les informaran de la caída de Manila. Los sacerdotes intentaron convencerlos, pero los soldados no creyeron las noticias. Los sacerdotes decidieron quedarse con los sitiados.
El 25 de agosto, falleció el padre Cándido Gómez Carreño a causa de beriberi (una enfermedad por falta de vitaminas). Fue enterrado en la iglesia. Ese mismo día, tuvieron la primera noticia de la caída de Manila en manos estadounidenses.
Otro soldado falleció de disentería el 30 de septiembre. Ese día, llegó una carta del gobernador civil de Nueva Écija informando a Las Morenas de que Filipinas se había perdido. En los días siguientes, llegaron noticias de la rendición de otros destacamentos españoles. Sin embargo, los sitiados no creyeron estas informaciones, pensando que eran un engaño de los filipinos.
El mando de Martín Cerezo y el Tratado de París
El 1 de octubre, Estados Unidos y España comenzaron a negociar la paz en París. En Baler, el 9 de octubre, dos soldados fallecieron de beriberi. Días después, el doctor Vigil resultó herido, y el 18 de octubre, falleció el teniente Alonso Zayas, también por beriberi. El teniente Saturnino Martín Cerezo asumió el mando del destacamento.
Para combatir el beriberi, los soldados abrieron nuevas vías de ventilación, pero las medidas no dieron resultado. La mayoría de la tropa apenas podía mantenerse en pie. Los revolucionarios siguieron intentando la rendición, pero los españoles se negaron. A finales de mes, hubo otras tres bajas por enfermedad.
En París, el 31 de octubre, Estados Unidos reclamó la cesión de Filipinas, a lo que España se opuso sin éxito. En Baler, la situación sanitaria empeoró. En la primera quincena de noviembre, cuatro soldados fallecieron. El capitán Las Morenas, gravemente enfermo de beriberi, siguió firmando las respuestas a los rebeldes. Poco antes de fallecer, envió una última carta invitando a los revolucionarios a rendirse, pero estos respondieron con insultos. Finalmente, Las Morenas falleció la madrugada del 22 de noviembre. Martín Cerezo tenía entonces 35 soldados, casi todos enfermos. Apenas quedaban víveres, pero sí munición.
La moral de los sitiados y el ataque sorpresa
Los filipinos intentaron comunicarse varias veces, pero Martín Cerezo rechazaba los mensajes. Para que los sitiadores no pensaran que su moral flaqueaba, el teniente ordenó organizar pequeñas "fiestas" por las tardes, con cantos y aplausos. Esto irritó a los filipinos, que aumentaron sus ataques.
Los revolucionarios terminaron de construir trincheras alrededor de la iglesia y fortificaron casas cercanas. Dos soldados españoles se ofrecieron para salir y prender fuego a las casas cercanas. Lo lograron sin ser interceptados.
Mientras tanto, la República Filipina avanzaba en su organización. El 29 de noviembre, se ratificó la Constitución de Malolos. Un día antes, el 28, España había aceptado ceder Filipinas a Estados Unidos en París.
El 8 de diciembre, otro soldado falleció de beriberi. Martín Cerezo ordenó un modesto banquete para celebrar el día de la Inmaculada Concepción y levantar la moral.
El 10 de diciembre, se firmó en París el tratado que ponía fin a la guerra entre España y Estados Unidos. España renunciaba a Cuba y cedía Puerto Rico, Guam y Filipinas a Estados Unidos. Por Filipinas, se pagaron 20 millones de dólares. Estados Unidos también se encargaría de la liberación de los prisioneros españoles.
Los sitiadores decidieron hacer un nuevo intento para lograr la rendición. El general filipino Llanera ordenó enviar a un prisionero de guerra español, el capitán de la Guardia Civil Carlos Belloto, para que hablara con los sitiados.
La escasez de alimentos llevó a planear una salida para conseguir calabazas frescas. El 14 de diciembre, un grupo de 14 soldados, al mando del cabo José Olivares Conejero, salió de la iglesia. La sorpresa y la rapidez del fuego hicieron que los rebeldes se retiraran. Los españoles despejaron la zona, lo que les permitió abrir las puertas de la iglesia, que habían estado cerradas desde el inicio del sitio. La acción se realizó sin bajas españolas. Obtuvieron muchas frutas y verduras frescas, lo que redujo drásticamente la incidencia del beriberi.
Después del ataque, los españoles pudieron construir un pozo de aguas negras, mejorando la higiene. También plantaron un huerto cerca de la iglesia. Repararon el techo dañado por la artillería filipina. Los filipinos regresaron al sitio, cavando nuevas trincheras más lejos.
En Manila, no se sabía el estado de la guarnición de Baler. Un sanitario filipino que había desertado al inicio del asedio declaró falsamente que el destacamento se había rendido. No fue hasta la llegada del capitán Roldán a Manila, hacia el 25 de diciembre, que se supo que los soldados seguían resistiendo.
El 21 de diciembre, el presidente estadounidense McKinley emitió su proclama de la "Asimilación Benevolente", anunciando el paso de la soberanía de Filipinas a Estados Unidos.
Los últimos intentos de rendición
El 23 de diciembre, llegó a Baler el destacamento de Villarcorta, acompañado por el capitán Belloto. Belloto fue obligado a escribir una carta explicando que había sido enviado para hablar con el destacamento.
Al día siguiente, los filipinos enviaron tres cartas. Una de Villarcorta, informando que Belloto había llegado para parlamentar y que las hostilidades cesarían. La segunda era de Belloto, y la tercera, de un sacerdote, rogaba que creyeran a Belloto. Martín Cerezo desconfió y no se presentó.
Los españoles celebraron la Nochebuena con una ración especial de calabaza y café. Improvisaron una fiesta con instrumentos musicales encontrados en la iglesia.
A fin de año, se acabó el arroz y tuvieron que usar el arroz con cáscara, que debían pelar grano por grano. Las raciones se redujeron. El 4 de enero de 1899, el general Otis publicó la proclama del presidente McKinley, estableciendo la soberanía de Estados Unidos sobre Filipinas. Al día siguiente, Aguinaldo protestó.
El 13 de enero, otro soldado resultó herido. Una noche, los revolucionarios dejaron periódicos filipinos en la puerta de la iglesia. Martín Cerezo leyó noticias que le causaron desazón, pero decidió romper los periódicos y no volver a leer ninguno, pensando que eran falsificaciones.
El 1 de febrero, el general De los Ríos envió al capitán Miguel Olmedo a Baler para que ordenara la rendición. Olmedo llegó dos semanas después, cuando ya había estallado la Guerra Filipino-Estadounidense. El 4 de febrero, soldados estadounidenses dispararon sobre un grupo de filipinos, dando inicio a la guerra. Aguinaldo intentó evitar el enfrentamiento, pero el general MacArthur ordenó avanzar.
En Baler, el 13 de febrero, se produjo la última muerte por beriberi. Al día siguiente, los filipinos llamaron a parlamento, y apareció el capitán Olmedo. Martín Cerezo, desde la torre, le preguntó su mensaje. Olmedo informó que traía una orden oficial del general De los Ríos para abandonar la plaza, ya que España había cedido Filipinas a Estados Unidos.
Martín Cerezo no se convenció de la autenticidad del mensaje y le dijo a Olmedo que el capitán Las Morenas se había dado por enterado y que podía irse. Olmedo pidió quedarse a dormir, pero el teniente se negó. Olmedo regresó a las líneas filipinas. Martín Cerezo desconfió de Olmedo por presentarse de paisano y por las formas de llamada de los filipinos.
A la llegada de Olmedo a Manila, se corrió la voz de que el destacamento no se rendía porque habrían asesinado a Las Morenas.
La deserción y el ataque final
El 25 de febrero, un soldado informó a Martín Cerezo que otro soldado, Antonio Menache Sánchez, planeaba desertar. Menache había sido visto observando el campo filipino. Martín Cerezo abrió un juicio y Menache confesó que otros dos soldados también planeaban desertar. El teniente decidió encerrar y encadenar a los desertores en el baptisterio.
A finales de febrero, los centinelas avistaron un carabao (búfalo de agua) cerca de la iglesia. Los filipinos usaban estos animales para carne. Los españoles lograron cazar uno y celebraron un banquete. La carne duró poco, y tuvieron que cazar otro. Estas cacerías les dieron un respiro en la alimentación y les permitieron fabricar abarcas con las pieles. La ropa estaba en muy mal estado, y Martín Cerezo ordenó confeccionar ropa con sábanas de la enfermería.
El 19 de marzo, la reina María Cristina ratificó el Tratado de París. Pocos días después, el 25 de marzo, los sitiados en Baler terminaron de descascarillar el último arroz. Martín Cerezo ordenó acciones ofensivas para mantener ocupada a la tropa. Abrieron una trinchera que les permitía dominar dos casas fortificadas de los sitiadores. El 30 de marzo, los filipinos contraatacaron con un cañón moderno, pero no causó daños significativos. Durante los primeros ocho días de abril, el fuego fue constante.
El 8 de abril, se acabó el tocino y apenas quedaban alubias y café. Los sitiados no tenían más remedio que rendirse. Sin embargo, Cerezo pensó que sería un deshonor y que no debían confiar sus vidas a los sitiadores, por lo que decidió continuar la resistencia.
La expedición de socorro del Yorktown
En abril, las autoridades españolas y el arzobispo de Manila pidieron a las autoridades estadounidenses que fueran a Baler y consiguieran la rendición de los sitiados. El mando estadounidense envió el cañonero Yorktown. El barco llevaba una carta del arzobispo para convencerlos de que desistieran.
El 11 de abril, el tratado de París entró en vigor, transfiriendo oficialmente la soberanía de Filipinas. Ese mismo día, el cañonero llegó a la bahía de Baler. Los sitiados oyeron disparos de cañón y se llenaron de alegría, pensando que era una columna de rescate. Por la noche, vieron cómo un reflector del barco iluminaba la costa.
Mientras los españoles esperaban el rescate, el comandante del Yorktown envió a un oficial a tierra para hablar con los filipinos. El oficial sospechó de la buena disposición de los sitiadores y regresó al barco. Se decidió que dos exploradores desembarcaran de madrugada para reconocer el terreno. El bote, con 14 hombres al mando del teniente James C. Gillmore, se dirigió a la desembocadura del río para servir de señuelo.
Gillmore decidió remontar el río, pero cayeron en una emboscada: dos tripulantes fallecieron y el resto resultaron heridos y fueron hechos prisioneros. Los sitiados en la iglesia oyeron el tiroteo y las expresiones de alegría de los sitiadores.
Por la tarde, los españoles oyeron de nuevo disparos de cañón desde el mar. Martín Cerezo ordenó a sus hombres disparar tres descargas para hacer ver a la unidad de rescate que seguían vivos. Por la noche, el proyector del barco volvió a iluminar la costa, y el teniente español envió a dos hombres a la torre con una pértiga con fuego, pero no obtuvieron respuesta. A las cuatro de la madrugada del 13 de abril, el reflector se apagó y el Yorktown abandonó la zona.
Los exploradores estadounidenses lograron regresar al barco, confirmando que los españoles seguían vivos. Gillmore y sus hombres fueron llevados como prisioneros por los filipinos. Uno de los marineros de Gillmore declaró que los filipinos les habían propuesto conseguir la rendición de la guarnición española a cambio de armas y pertrechos. Gillmore envió a uno de sus hombres a la iglesia para ofrecer a los españoles su barco, pero Martín Cerezo respondió que sería un insulto al ejército español.
Los últimos días y la capitulación
Durante la noche del 20 de mayo, hubo un intenso ataque para incendiar la iglesia, que fue rechazado con gran esfuerzo. A finales de mes, se acabaron las alubias y el café, y la ración se redujo a arroz, hojas de calabacín, infusiones, caracoles y cualquier animal que pudieran cazar, como perros o gatos.
A partir de mayo, los ataques fueron diarios. Un soldado resultó herido y otro falleció. Los disparos eran constantes para evitar que los tiradores españoles causaran bajas.
El 8 de mayo, los tres soldados encerrados por intento de deserción resultaron heridos por una granada. Uno de ellos, Alcaide, logró escapar y se unió a los sitiadores. Desde entonces, Alcaide gritaba y amenazaba a los sitiados desde las posiciones filipinas. Al día siguiente, disparó un cañón contra la iglesia, causando daños y hiriendo a varios soldados.
Los días siguientes continuaron con ataques e intentos de los sitiadores de convencer a los españoles de que la guerra había terminado y que el enemigo común era Estados Unidos. La torre de la iglesia estaba casi destrozada, y una noche, los españoles la repararon mientras hacían ruido para simular una fiesta. Los filipinos aprovecharon para cavar nuevas trincheras más cerca. El 19 de mayo, un soldado falleció de disentería.
La noche del 28 al 29 de mayo, los centinelas avisaron de gente en la zona del corral. Al amanecer, descubrieron que los filipinos habían reabierto una ventana y destruido el urinario. Los filipinos atacaron de nuevo. Los españoles lograron cerrar los boquetes y hacerlos retroceder usando agua hirviendo y disparos. El ataque resultó en 17 bajas para los atacantes.
Aproximadamente una hora después del combate, los sitiadores hicieron sonar la corneta y mostraron una bandera española. Martín Cerezo aceptó el parlamento, y se presentó un militar español uniformado: el teniente coronel Aguilar. Había sido enviado por el general De los Ríos para convencer al destacamento de Baler de que se rindiera y regresara a Manila.
Aguilar se identificó y comunicó las órdenes de De los Ríos. Martín Cerezo desconfió, pensando que Aguilar se había unido a los filipinos. El destacamento se dividió: algunos creían a Aguilar, otros no. El 30 de mayo, el barco de Aguilar apareció y disparó dos veces, pero Martín Cerezo siguió pensando que era un engaño. Se negó a ir con Aguilar, diciendo que el barco no era suficiente para llevarlos a todos con sus provisiones y armas. Aguilar dejó un paquete de periódicos junto a la puerta de la iglesia.
Aguilar regresó a Manila el 2 de junio. La negativa de los sitiados causó una mala impresión al general De los Ríos. Se rumoreaba que Martín Cerezo había asesinado a los oficiales anteriores para quedarse con dinero. Sin embargo, la prensa de Manila elogió la valentía de los soldados.
Después de la partida de Aguilar, los sitiados recogieron los periódicos. El padre Minaya y el doctor Vigil de Quiñones los consideraron auténticos, pero Martín Cerezo, por su desconfianza, pensó que eran falsificaciones. Sin embargo, al releerlos la mañana del 2 de junio, encontró una pequeña noticia que le hizo ver que los periódicos eran verdaderos: el anuncio del nuevo destino de un amigo suyo. Se dio cuenta de que la guerra había terminado y que no tenía sentido seguir combatiendo.
Martín Cerezo consultó con los sacerdotes y el médico sobre las opciones: escapar o rendirse. Él estaba a favor de la rendición. Finalmente, la tropa se reunió, y con la intervención de los sacerdotes, se convencieron de capitular. Martín Cerezo redactó las condiciones de rendición y ordenó izar bandera blanca.
El teniente coronel Simón Tecson, al mando de las fuerzas filipinas, aceptó las condiciones. Los sitiados depondrían las armas, pero no serían prisioneros de guerra y serían acompañados a un lugar seguro para regresar a España. Martín Cerezo decidió dejar las armas en la iglesia para evitar incidentes.
Así, 337 días después de iniciado el sitio, este terminó. 35 personas, incluyendo los religiosos, habían sobrevivido. 19 fallecieron y 6 desertaron. Dos soldados fueron castigados con la pena máxima por intentar desertar, según las órdenes militares de la época.
¿Qué pasó después del sitio?
Después de la rendición, los pertrechos del destacamento fueron entregados. Tecson advirtió a los españoles que no salieran del pueblo, ya que los habitantes de Baler podrían estar resentidos. Sin embargo, la actitud de los balerenses fue amistosa. El presidente municipal ordenó a los vecinos vender víveres a los españoles a precios normales y felicitó a los soldados por su valentía.
Martín Cerezo hizo certificar que los dos soldados que habían intentado desertar habían fallecido por enfermedad, aunque en realidad habían sido castigados con la pena máxima.
A los misioneros franciscanos se les retuvo en Baler por órdenes de Simón Tecson, a pesar de que el teniente coronel Aguilar ofreció un rescate por ellos. Tecson argumentó que los vecinos del pueblo los querían allí. Los religiosos no tuvieron más remedio que quedarse.
El regreso a casa
El 7 de junio por la tarde, Martín Cerezo y sus hombres abandonaron Baler, escoltados por las tropas sitiadoras. Llegaron a San José de Casignán y luego a Pantabangán. Allí, los jefes filipinos pidieron a Martín Cerezo que modificara la cláusula de rendición para dejar claro que no eran prisioneros porque la soberanía española en Filipinas había terminado. Martín Cerezo aceptó la modificación.
Una noche, Martín Cerezo vio a uno de los desertores, Herrero López, cerca. Más tarde, oyó ruidos en la habitación del doctor Vigil. Encontró a Vigil atado y a un asaltante escondido. Martín Cerezo entregó al asaltante al oficial filipino y fingió creer que eran ladrones.
El 12 de junio, continuaron su marcha. En Bongabón, Martín Cerezo denunció el robo de un carabao que les habían dado para transportar el equipaje. En Cabanatuán, Martín Cerezo, Vigil de Quiñones y un soldado herido fueron atendidos en el hospital filipino. Hilaria del Rosario Aguinaldo, esposa de Emilio Aguinaldo y líder de la Cruz Roja Filipina, los visitó y les dio dinero.
A finales de junio, Martín Cerezo aún tenía dificultades para caminar. El 29 de junio, recibió un telegrama de Aguinaldo pidiéndole que fuera a Tarlac para unirse a la comisión española que negociaba la liberación de los prisioneros. Martín Cerezo envió a Vigil de Quiñones con la tropa. Poco después, recibió otro telegrama insistiendo en que él también debía ir a Tarlac. Viajó en una carreta tirada por un carabao y llegó a Tarlac el 3 de julio.
En el cuartel de Aguinaldo, este les dio dinero y ordenó que los alojaran y atendieran bien. Más tarde, les hizo llegar un periódico con un decreto que él mismo había emitido el 30 de junio, elogiando la valentía de los soldados de Baler y declarándolos "amigos" en lugar de prisioneros.
La llegada a Manila y el regreso a España
En Tarlac, Aguinaldo puso al destacamento de Baler a disposición de la comisión española. La comisión, junto con los soldados de Baler y otros prisioneros liberados, partió en tren hacia Manila el 5 de julio. Llegaron a Manila de noche y fueron llevados al Palacio de Santa Potenciana.
Los supervivientes de Baler recibieron muchos homenajes en Manila. Martín Cerezo asistió a una fiesta en el Casino Español, donde el teniente coronel Aguilar lo felicitó. Se les obsequió con placas conmemorativas, se abrió una suscripción y se organizó una velada teatral en su beneficio. Su hazaña apareció en las portadas de los periódicos españoles de Manila.
El 29 de julio, la tropa de Baler embarcó en el vapor Alicante y llegó a Barcelona el 1 de septiembre. Desde allí, se trasladaron a Madrid, donde fueron recibidos por un representante de la reina María Cristina, el ministro de la Guerra y oficiales.
El destino de los misioneros
Después de la partida del destacamento, los franciscanos se quedaron en Baler. El siguiente domingo, se reunieron en la iglesia con los vecinos para rezar por los fallecidos. Luna Novicio se casó por lo civil y restringió las ceremonias católicas.
Con el avance de las tropas estadounidenses, que entraron en Baler el 20 de febrero de 1900, los filipinos trasladaron a los sacerdotes hacia el sur hasta que fueron liberados por fuerzas estadounidenses. Finalmente, el 28 de agosto, López y Minaya llegaron a Manila.
En 1903, el padre López exhumó los cuerpos de los soldados y el párroco fallecidos en Baler, que fueron trasladados a Barcelona. López falleció en 1922, mientras que Minaya, quien regresó como misionero a Baler en 1901, falleció en Filipinas en 1936.
El legado del sitio de Baler

El recuerdo de los fallecidos
Cuatro años y medio después del sitio, el 9 de diciembre de 1903, el padre López exhumó los cuerpos de los soldados y el párroco fallecidos en Baler. Fueron trasladados a Manila y luego a Barcelona, junto con los restos de los marinos del crucero Reina Cristina. Los restos de los exhumados de Baler se depositaron en el mausoleo a los héroes de las guerras de Cuba y Filipinas en el cementerio de la Almudena de Madrid. Allí fueron enterrados los restos del teniente Alonso Zayas, del capitán De las Morenas, del padre Gómez Carreño y de los otros 14 soldados fallecidos en Baler. Más tarde, también se inhumaron allí los restos del general Martín Cerezo y del médico Vigil de Quiñones.
Reconocimientos militares
El teniente Martín Cerezo y el capitán Las Morenas (este último de forma póstuma) recibieron la Cruz Laureada de San Fernando en 1901. En 1904, la viuda de Las Morenas recibió una pensión. En 1899, Martín Cerezo fue ascendido a capitán.
El médico Vigil de Quiñones recibió la Cruz de primera clase de María Cristina. El resto de supervivientes recibieron la Cruz de plata del Mérito Militar con distintivo rojo y, en 1908, una pensión mensual. Las viudas o familias de los soldados fallecidos también recibieron pensiones. Después del estreno de la película Los últimos de Filipinas en 1945, el gobierno de la época promulgó una ley ascendiendo a tenientes honorarios a los militares supervivientes de Baler que cumplieran ciertos requisitos.
En 1980, se inauguró el nuevo Hospital Militar de Sevilla, llamado "Hospital Militar Vigil de Quiñones" en honor al médico de Baler.
El 13 de enero de 2020, se inauguró en Madrid un monumento a los Héroes de Baler, financiado por suscripción popular.
La iglesia de Baler hoy
En 1939, la iglesia de Baler fue reconstruida por iniciativa de Aurora Quezón, esposa del primer presidente de la Mancomunidad de Filipinas, Manuel Quezón. En la fachada de la iglesia, el Comité Histórico de Filipinas colocó una placa que recuerda la historia del sitio.
En 2000, el Instituto Nacional de Historia de Filipinas declaró la iglesia de Baler como un "hito histórico".
El sitio de Baler en la cultura
La obra más conocida sobre el sitio fue "El sitio de Baler" del teniente Martín Cerezo, publicada en 1904. Incluía fotografías y mapas. Tuvo varias reediciones y fue la base de la película Los últimos de Filipinas. En 1915, se ordenó la difusión de la obra de Martín Cerezo entre los militares españoles.
La obra de Martín Cerezo fue traducida al inglés en 1909 con el título "Under the Red and Gold; Being Notes and Recollections of the Siege of Baler". Fue recomendada a los alumnos de las academias militares estadounidenses como ejemplo de heroísmo y patriotismo.
Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March escribieron una versión novelada de los hechos en 1963, titulada Héroes de Filipinas (Los héroes del desastre).
El sitio de Baler también ha sido representado en la televisión y el cine:
- La serie española El Ministerio del Tiempo dedicó dos episodios al sitio en su segunda temporada.
- En 1945, se estrenó la película Los últimos de Filipinas.
- En 2008, se realizó la película filipina Baler, dirigida por Mark Meily.
- En diciembre de 2016, se estrenó la película 1898: Los últimos de Filipinas, dirigida por Salvador Calvo.
El Día de la Amistad Hispano-Filipina

El 5 de febrero de 2003, el Congreso de Filipinas acordó, a propuesta del senador Edgardo Angara, establecer un Día de la Amistad Hispano-Filipina para conmemorar los lazos históricos y culturales entre Filipinas y España. Se eligió el 30 de junio como fecha, en memoria del decreto del presidente Aguinaldo que consideraba a los "héroes de Baler" amigos de Filipinas.
La Ley de la República n.º 9187, de 22 de julio de 2002, estableció que el 30 de junio de cada año sería el Día de la Amistad Hispano-Filipina, como fiesta especial laborable en todo el país y no laborable en la provincia de Aurora.
El primer Día de la Amistad Hispano-Filipina se celebró el 30 de junio de 2003. Desde entonces, los lazos entre ambos países se han fortalecido.
El 20 de junio de 2011, el Congreso de los Diputados español aprobó una declaración institucional en conmemoración de este día.
El 30 de junio de 2017, el ejército filipino realizó un homenaje en Baler a "los últimos de Filipinas".
Lista de los sitiados
En total, 60 personas fueron sitiadas, incluyendo los dos misioneros enviados por los filipinos. De ellas, 15 fallecieron por enfermedades como beriberi o disentería, 2 por heridas de combate, 6 desertaron y 2 fueron castigados con la pena máxima por intentar desertar.
- Capitán de Infantería Enrique de las Morenas y Fossi, de Chiclana de la Frontera, Cádiz. Falleció por enfermedad el 22 de noviembre de 1898.
- 2.º Teniente Juan Alonso Zayas, de San Juan de Puerto Rico, Puerto Rico. Falleció por enfermedad el 18 de octubre de 1898.
- 2.º Teniente Saturnino Martín Cerezo, de Miajadas, Cáceres.
- Cabo Jesús García Quijano, de Viduerna de la Peña, Palencia.
- Cabo José Chaves Martín. Falleció por enfermedad el 10 de octubre de 1898.
- Cabo José Olivares Conejero, de Caudete, Albacete.
- Cabo Vicente González Toca. Falleció por castigo militar el 1 de junio de 1899.
- Corneta Santos González Roncal, de Mallén, Zaragoza.
- Soldado de 2.ª Felipe Herrero López, de Aldea Real, Segovia. Desertó el 27 de junio de 1898.
- Soldado de 2.ª Félix García Torres. Desertó el 29 de junio de 1898.
- Soldado de 2.ª Julián Galbete Iturmendi, de Morentin (Navarra). Falleció debido a heridas el 31 de julio de 1898.
- Soldado de 2.ª Juan Chamizo Lucas, de Valle de Abdalajís, Málaga.
- Soldado de 2.ª José Hernández Arocha, de La Laguna, Tenerife.
- Soldado de 2.ª José Lafarga Abad. Falleció por enfermedad el 22 de octubre de 1898.
- Soldado de 2.ª Luis Cervantes Dato, de Mula, Murcia.
- Soldado de 2.ª Manuel Menor Ortega, de Sevilla, Sevilla.
- Soldado de 2.ª Vicente Pedrosa Carballeda, de Carballino, Orense.
- Soldado Antonio Bauza Fullana, de Petra, Mallorca.
- Soldado Antonio Menache Sánchez. Falleció por castigo militar el 1 de junio de 1899.
- Soldado Baldomero Larrodé Paracuello, de Tauste, Zaragoza. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre de 1898.
- Soldado Domingo Castro Camarena, de Aldeavieja, Ávila.
- Soldado Emilio Fabregat Fabregat, de Salsadella, Castellón.
- Soldado Eufemio Sánchez Martínez, de Puebla de Don Fadrique, Granada.
- Soldado Eustaquio Gopar Hernández, de Tuineje, Las Palmas.
- Soldado Felipe Castillo Castillo, de Castillo de Locubín, Jaén.
- Soldado Francisco Real Yuste, de Cieza, Murcia.
- Soldado Francisco Rovira Mompó, de Valencia, Valencia. Falleció por enfermedad el 30 de septiembre de 1898.
- Soldado Gregorio Catalán Valero, de Osa de la Vega, Cuenca.
- Soldado Jaime Caldentey Nadal, de Petra, Mallorca. Desertó el 3 de agosto de 1898.
- Soldado José Alcaide Bayona. Desertó el 8 de mayo de 1899.
- Soldado José Jiménez Berro, de Almonte, Huelva.
- Soldado José Martínez Santos, de Almeiras, La Coruña.
- Soldado José Pineda Turán, de San Felíu de Codinas, Barcelona.
- Soldado José Sanz Veramendi, de Sagüés, Navarra. Falleció por enfermedad el 13 de febrero de 1899.
- Soldado Juan Fuentes Damián. Falleció por enfermedad el 8 de noviembre de 1898.
- Soldado Loreto Gallego García, de Los Isidros Requena, Valencia.
- Soldado Manuel Navarro León. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre de 1898.
- Soldado Marcelo Adrián Obregón, de Villalmanzo, Burgos.
- Soldado Marcos José Petanas. Falleció por enfermedad el 19 de mayo de 1899.
- Soldado Marcos Mateo Conesa, de Tronchón, Teruel.
- Soldado Miguel Méndez Expósito, de Puebla de Azaba, Salamanca.
- Soldado Miguel Pérez Leal, de Lebrija, Sevilla.
- Soldado Pedro Izquierdo Arnaíz. Falleció por enfermedad el 14 de noviembre de 1898.
- Soldado Pedro Planas Basagañas, de San Juan de las Abadesas, Gerona.
- Soldado Pedro Vila Garganté, de Taltaüll, Lérida.
- Soldado Rafael Alonso Medero, de Villaverde (La Oliva), Las Palmas. Falleció por enfermedad el 8 de octubre de 1898.
- Soldado Ramón Buades Tormo, de Carlet, Valencia.
- Soldado Ramón Donat Pastor. Falleció por enfermedad el 10 de octubre de 1898.
- Soldado Ramón Mir Brills, de Guisona, Lérida.
- Soldado Ramón Ripollés Cardona, de Morella, Castellón.
- Soldado Román López Lozano. Falleció por enfermedad el 25 de octubre de 1898.
- Soldado Salvador Santamaría Aparicio, de Alcira, Valencia. Falleció debido a heridas el 12 de mayo de 1899.
- Soldado Timoteo López Lario, de Alcoroches, Guadalajara.
- Médico provisional de Sanidad Militar (teniente) Rogelio Vigil de Quiñones, de Marbella, Málaga.
- Cabo Alfonso Sus Fojas, filipino. Desertó el 27 de junio de 1898.
- Sanitario Tomás Paladio Paredes, filipino. Desertó el 27 de junio de 1898.
- Sanitario Bernardino Sánchez Caínzos, de Guitiriz, Lugo.
- Fray Cándido Gómez-Carreño Peña, párroco de Baler, de Madridejos, Toledo. Falleció por enfermedad el 25 de agosto de 1898.
- Fray Felix Minaya Rojo, misionero, de Almonacid de Toledo, Toledo.
- Fray Juan Bautista López Guillén, misionero, de Pastrana, Guadalajara.
Véase también
En inglés: Siege of Baler Facts for Kids