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Historia de Oriente Próximo para niños

Enciclopedia para niños

El Oriente Próximo es una región muy importante en el mundo. Incluye la península arábiga, Mesopotamia y la región de Palestina. Hoy en día, esta zona abarca países como Arabia Saudita, Jordania, Líbano, Siria, Irak, Israel y el territorio de Palestina.

Esta región está cerca del valle del Nilo (donde está Egipto), la península de Anatolia (hoy Turquía) y los montes Zagros (hoy Irán). El Oriente Próximo ha sido un punto de encuentro para Europa y Asia. Por eso, muchas culturas y civilizaciones nacieron allí. También fue un lugar donde el arte, la ciencia y las ideas se mezclaron. Sin embargo, también ha sufrido muchas guerras y conflictos.

En Mesopotamia surgieron las primeras civilizaciones de la historia. Además, en Oriente Próximo nacieron las grandes religiones que creen en un solo Dios, especialmente en la zona de Palestina. Más tarde, el Imperio persa y la civilización griega (helenística) dominaron la región, dejando su huella cultural.

El Imperio romano absorbió estas culturas alrededor del siglo I a. C., convirtiendo la zona en provincias romanas. Cuando el Imperio romano se dividió, la parte oriental se conoció como Imperio bizantino.

La llegada del Islam desde la península arábiga cambió por completo la región, que pasó a ser gobernada por califas. Esta época se considera una edad de oro, con un gran desarrollo cultural y urbano. Más tarde, los turcos, también musulmanes, tomaron el control, especialmente los turcos otomanos. Durante la Edad Media, los cristianos lucharon para recuperar el dominio de lo que llamaban Tierra Santa. El Imperio otomano duró hasta el siglo XIX, cuando se dividió por la presión de las potencias europeas.

Así surgieron la mayoría de los países del siglo XX, manteniendo la mayoría musulmana. Después de la Segunda Guerra Mundial y la creación del Estado de Israel, la región ha vivido muchos conflictos. La inestabilidad ha sido constante desde mediados del siglo XX.

Primeras civilizaciones: El origen de la vida organizada

¿Cómo el clima cambió la vida en el Neolítico?

Alrededor del año 10000 a.C., hubo un cambio climático muy importante. Los glaciares se retiraron y comenzó el Holoceno, la época actual. Este cambio permitió el origen de la civilización.

El Oriente Próximo se vio afectado por estos cambios. Se formó una zona fértil llamada el Creciente Fértil. Esta franja de tierra buena para la agricultura se extendía desde la actual Siria hacia el este, siguiendo los ríos Tigris y Éufrates en Mesopotamia. También se extendía hacia el oeste, hasta la zona del Levante mediterráneo. Al principio, la parte occidental fue más importante, pero después del 7000 o 6000 a.C., Mesopotamia tomó la delantera.

La agricultura en Oriente Próximo surgió de forma natural, gracias a plantas como el trigo y la cebolla que podían cultivarse. Al desarrollar la agricultura, esta región se convirtió en la más avanzada de Eurasia. También se desarrolló la ganadería. Tener más alimentos de los necesarios permitió que las sociedades se volvieran sedentarias y que las ciudades acumularan riquezas. Algunas ciudades importantes fueron Jericó en Palestina y Halula en Siria.

En el quinto milenio a.C., Mesopotamia se volvió líder en tecnología y sociedad. Florecieron culturas como la de Hassuna, Obeid en Irak y Halaf en Siria. También comenzó el trabajo con metales y el comercio de obsidiana, una piedra valiosa.

En esos tiempos, el poder político estaba en los templos. Como acumulaban riquezas, inventaron la contabilidad y la escritura para manejar sus finanzas. Con el tiempo, los templos se hicieron tan fuertes que cada ciudad se convirtió en una especie de gobierno religioso. Sin embargo, al armarse para la guerra, crearon una clase militar que dio origen a los primeros imperios.

¿Quiénes fueron las primeras civilizaciones de Mesopotamia?

El primer pueblo con estructuras políticas avanzadas fueron los sumerios. Su tierra, Sumeria, estaba en la parte baja de Mesopotamia. Los sumerios nunca formaron un solo imperio. Sus ciudades más poderosas, como Ur, Uruk, Nippur, Lagash y Mari, a menudo luchaban entre sí.

Otro pueblo, los acadios, aprovechó esta situación. Su líder, Sargón el Grande, derrotó al rey sumerio Lugalzagesi de Umma y creó el Imperio Acadio. Bajo Sargón, el poder acadio se extendió hasta el Líbano y realizaron expediciones militares a Anatolia y contra Elam. El objetivo de Sargón era controlar todas las rutas comerciales de la región. Sin embargo, el dominio acadio era inestable porque los sumerios se rebelaban a menudo. La tensión constante debilitó el Imperio Acadio, y unos dos siglos después de Sargón, los gutis, un pueblo de los Montes Zagros, lo destruyeron.

Después de un tiempo de caos, el rey Urnammu fundó la III Dinastía de Ur. Bajo Urnammu y sus sucesores, hubo una nueva edad de oro con grandes construcciones y comercio próspero. Pero Ur decayó y fue destruida por los amorreos. Uno de los líderes amorreos, Sumuabum, tomó Babilonia. Uno de sus sucesores, Hamurabi, logró vencer a sus rivales y crear un nuevo gran imperio mesopotámico. Sin embargo, a la muerte de Hamurabi, el Imperio Babilónico empezó a debilitarse. En el s. XVI a. C., Babilonia fue conquistada por Mursili I, rey del Imperio Hitita. Como no pudo mantener el control de una región tan lejana, entregó la ciudad a los kasitas. Así comenzó un período de declive para Mesopotamia que duró unos 500 años. El centro de poder se movió hacia el oeste, a las nuevas potencias de Mitani, el Imperio Hitita y el Imperio egipcio.

¿Qué pasó con Mitanni y el Imperio Hitita?

Mientras Mesopotamia se debilitaba, las potencias occidentales crecían. La llegada de muchos pueblos nómadas también ayudó a crear nuevos imperios y reinos. En Anatolia (actual Turquía) surgió el Imperio Hitita. En Siria, un pueblo llamado mitani fundó el reino de Mitanni. Otro pueblo, los hicsos, llegaron hasta el Valle del Nilo. Egipto, que antes tenía pocas relaciones comerciales con los puertos fenicios como Biblos y Sidón, reaccionó a la invasión de los hicsos. Esto llevó a Egipto a invadir Palestina y Siria, entrando así en la política internacional. De esta manera, estas tres potencias (Hatti, Mitanni y Egipto) se enfrentaron en largas guerras durante el segundo milenio antes de Cristo.

Hatti tuvo un período de esplendor entre los siglos XVII y XVI a.C., pero después de la muerte de Telepinu, Mitanni se hizo más fuerte. Sin embargo, Mitanni tuvo que luchar contra los egipcios. En varias guerras, el poder de Mitanni disminuyó. Un nuevo y enérgico rey hitita, Suppiluliuma I, aprovechó esto para fortalecer el Imperio Hitita. Así, en el s. XIV a. C., egipcios e hititas chocaron por el control de los antiguos territorios de Mitanni.

Después de décadas de guerra, que se resolvieron en parte en la batalla de Kadesh, se firmó la Paz Perpetua entre Egipto y Hatti alrededor del 1275 a.C. Esta paz duró hasta el fin del Imperio Hitita, que se derrumbó en el 1190 a.C. Fue atacado por los kaskas y afectado por los Pueblos del Mar, que también debilitaron a Egipto. Esto creó un vacío de poder en Palestina y Siria, que fue aprovechado por nuevos pueblos: los filisteos, los arameos, los fenicios y los hebreos.

Mientras tanto, Mesopotamia estaba bajo el dominio de los kasitas. Solo al final de este período hubo una recuperación, que llevó a la formación de tres reinos: Asiria, Babilonia y Elam.

¿Cómo el Imperio Asirio dominó la región?

Los pequeños reinos que surgieron después de la llegada de los Pueblos del Mar lucharon entre sí sin un claro ganador. Esto cambió cuando los hebreos se unificaron bajo los reyes Saúl, David y Salomón (siglos XI y X a. C.). Pero a la muerte de Salomón, el reino hebreo se dividió. Ninguno de los pequeños reinos (como los filisteos, Edom, Moab, Israel, Judá, Tiro o Damasco) logró imponerse. Esto dejó a los reinos fenicios, filisteos, hebreos, arameos y cananeos muy débiles, listos para ser conquistados por una potencia fuerte.

Esto ocurrió cuando una serie de reyes asirios (Adadninari II, Tukultininurta II, Asurbanipal II y Salmanasar III) desarrollaron una poderosa máquina de guerra. Así, en los siglos IX y VIII a.C., los asirios lanzaron conquistas que sometieron a todos estos reinos. Incluso llegaron a ocupar Egipto por un tiempo. Pero los asirios tenían demasiados compromisos militares. Al sur, debían luchar contra Babilonia y Elam. Al norte, como reacción a los asirios, se formó el reino de Urartu a orillas del Lago Van. Finalmente, cansados del dominio asirio, una alianza de todos los pueblos vecinos atacó a los asirios. Los babilonios tomaron la ciudad de Nínive, capital asiria, en el año 612 a.C., y la destruyeron por completo.

Entonces, el Imperio Caldeo se impuso en Mesopotamia. Sin embargo, no duró mucho. Los caldeos, y en particular su rey Nabucodonosor II, se agotaron en guerras tratando de controlar la parte occidental del Creciente Fértil. No se dieron cuenta de que en el este crecía la amenaza persa. En el 538 a.C., después de conquistas que lo llevaron desde Anatolia hasta Elam, el rey persa Ciro el Grande conquistó Babilonia y destruyó el Imperio Caldeo. Ciro estableció así un imperio enorme que iba desde la India hasta Grecia, el más grande que el mundo civilizado había conocido hasta entonces.

¿Cómo fue el Imperio Persa?

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Expansión del Imperio aqueménida en Oriente Próximo en el año 540 a.C.

En siglos anteriores, la meseta de Irán había sido ocupada por dos pueblos: los persas y los medos. Hacia el s. VII a. C., Media fue conquistada por Persia. En tiempos de Ciro el Grande, los persas conquistaron todo el Creciente Fértil y fundaron el Imperio persa. Ciro murió en guerra contra los escitas (530 a.C.). Las fronteras del Imperio persa quedaron más o menos fijas, con la excepción de Egipto, que fue incorporado durante el reinado de su sucesor Cambises II. También hubo un dominio temporal de Darío I sobre Tracia. Con esto, el Imperio persa alcanzó límites naturales, solo amenazados por los griegos al oeste y los pueblos de la estepa en el Asia Central.

Si Ciro fue el gran conquistador de los persas, Darío I fue su gran organizador. Él se rebeló contra Cambises II en el 522 a.C., diciendo que era el heredero legítimo. Después de una guerra civil, se convirtió en rey. Para evitar nuevas crisis, reorganizó la administración imperial. Creó veinte provincias o satrapías, cada una a cargo de un sátrapa. Todos ellos eran vigilados por un servicio de espionaje, los "ojos y oídos del rey". También puso en marcha el Camino Real, que iba desde Sardes en Anatolia hasta Babilonia. Gobernó su imperio desde cuatro capitales: Ecbatana, Susa, Babilonia y Persépolis, una ciudad fundada especialmente para este propósito.

Los persas practicaron la tolerancia religiosa y cultural en sus dominios. Dieron un estatus semiautónomo a ciudades gobernadas por templos, como Jerusalén o Alepo. Los propios persas adoraban a Ahura Mazda, siguiendo las enseñanzas de su profeta Zoroastro. Las costumbres y enseñanzas persas se describen en la Ciropedia, obra del historiador griego Jenofonte. Creían en tres divinidades principales: un ser supremo creador del Universo, un dios del bien (Ahura Mazda) y un dios del mal (Arimán), además de muchos dioses menores.

Bajo los sucesores de Darío I, el Imperio persa decayó lentamente, hasta que fue conquistado por Alejandro Magno.

Las provincias eran gobernadas por funcionarios llamados sátrapas. Al mismo tiempo, muchos reinos y estados conquistados podían mantener su autonomía, respetando las instrucciones y la organización local, aunque debían pagar un tributo anual.

¿Qué son el Zoroastrismo y el Judaísmo?

En este período, un fenómeno histórico muy importante fue el surgimiento de religiones que creían en un solo Dios (monoteísmos) o en dos principios opuestos (dualismos), que tendían a reemplazar a las religiones con muchos dioses (politeísmos). Esto comenzó durante las guerras de los sumerios, donde cada ciudad era gobernada por un dios. Estos dioses se unieron en grandes grupos de dioses (panteones) a medida que las ciudades se integraban en imperios más grandes. Pero algunos pueblos, especialmente los persas y los hebreos, tuvieron una evolución religiosa que los llevó a creer que sus propios dioses no solo eran los más poderosos, sino los únicos que existían.

El cambio definitivo ocurrió en ambos casos cerca del s. VI a. C.. Entre los judíos, su antiguo dios nacional Yavé se hizo más importante durante el Cautiverio de Babilonia. Entre los persas, ocurrió algo similar con Ahura Mazda, el dios de la luz predicado por Zoroastro. Así surgieron el judaísmo y el zoroastrismo. Ambas religiones creían en un único dios del bien, la justicia o la luz, que se enfrentaba a las fuerzas de la oscuridad. Creían que, después de grandes sufrimientos para los elegidos, serían recompensados con un final de los tiempos en el que el dios del bien vencería sobre todas las fuerzas del mal.

Durante el Imperio persa, estas dos creencias se mezclaron con ideas religiosas y filosóficas de la Antigua India y la Antigua Grecia. Este proceso continuó bajo el dominio de los romanos, bizantinos y sasánidas. De esto nacieron muchas religiones, incluyendo el mitraísmo, el cristianismo, el gnosticismo, el maniqueísmo, el nestorianismo, el monofisismo y el islam. Algunas de ellas siguen teniendo una gran influencia en el mundo actual.

También en el Imperio Caldeo se desarrolló mucho la Astrología. Luego fue llevada al Imperio romano y, a través de este, al mundo occidental actual. Era tan importante que los antiguos escritores romanos llamaban "caldeos" a los astrólogos.

El mundo griego en Oriente Próximo

¿Cómo Alejandro Magno y los reinos helenísticos cambiaron la región?

La expansión persa hacia Lidia llevó al Imperio persa a chocar con el mundo griego en las guerras médicas. Después de estas guerras, Persia vivió en constante tensión con Grecia. En el año 399 a.C., una expedición de mercenarios griegos que apoyaban a Ciro el Joven logró cruzar el Imperio persa. Aunque estos griegos, liderados por Jenofonte, fracasaron en su objetivo, mostraron a los griegos que el poderoso Imperio persa podía ser vencido por una expedición militar bien organizada.

En el año 336 a.C., el rey Alejandro Magno, gobernante de Macedonia, cruzó el Helesponto y entró en el Imperio aqueménida. Cuando murió en el 323 a.C., trece años después, había conquistado todo el Imperio persa. Pero al morir sin un sucesor fuerte, sus generales, llamados los diádocos, comenzaron una lucha interna. Los antiguos dominios persas y macedónicos se dividieron. Oriente Próximo y Oriente Medio quedaron repartidos principalmente en dos grandes reinos: el Egipto de los Tolomeos y el Imperio seléucida. Estos, junto con algunas potencias menores, son conocidos como los reinos helenísticos.

Aunque tenían una base cultural y dinastías de origen griego, los reyes helenísticos adoptaron rápidamente las costumbres de los gobernantes orientales. Con una política activa de fundación de ciudades (como Alejandría en Egipto, Antioquía en Siria, Ctesifonte en Mesopotamia), promovieron los valores de la cultura griega en la región. Sin embargo, esta cultura solo fue adoptada por una minoría educada y urbana. La mayoría de la gente siguió manteniendo su antigua cultura oriental. De todos modos, hubo un intenso intercambio cultural entre ambos mundos. Por ejemplo, los judíos de Alejandría tradujeron la Biblia al griego (la versión de la Septuaginta). Siglos después, Filón de Alejandría intentó mezclar la Biblia con la filosofía de Platón. Pero también hubo movimientos de rebelión contra lo griego. Por ejemplo, cuando Antíoco IV, rey del Imperio seléucida, intentó instalar un gimnasio en Jerusalén, desató una serie de eventos que llevaron a la rebelión de los Macabeos.

El Imperio seléucida y el Reino de los Tolomeos tuvieron una convivencia difícil, con muchas guerras. Los seléucidas, ocupados con sus intereses en el Mediterráneo, descuidaron su frontera oriental. Así creció el reino de Partia, que terminó reemplazándolos en casi todos sus antiguos dominios. Los últimos restos seléucidas se dividieron en varias monarquías más débiles (Macabeos, el Ponto, etc.). Pronto fueron conquistados por un poder más fuerte: el Imperio romano, que se impuso definitivamente después de la exitosa campaña del general Pompeyo en el año 63 a.C.

¿Cómo el Imperio Romano influyó en Oriente Próximo?

Los romanos llegaron a Asia cuando el último rey de Pérgamo les dejó sus dominios en herencia (133 a.C.). A esto le siguieron décadas de guerras, que culminaron con la invasión de Julio César a Egipto en el 47 a.C. Los romanos lograron así controlar toda la mitad occidental de Oriente Próximo, no sin antes enfrentarse a rivales como Mitrídates. La mitad oriental quedó en manos de Partia, un reino con capital en Ctesifonte (cerca de la antigua Babilonia), que dominaba Mesopotamia y Persia.

El evento histórico más importante para el futuro, que ocurrió en la región bajo dominio romano, fue el surgimiento y crecimiento del cristianismo. Sus primeros seguidores se dirigieron principalmente al mundo judío. Pero Pablo de Tarso cambió su enfoque para difundir el mensaje a personas de otras culturas. Esto creó una división visible durante varios siglos en el cristianismo, entre sus regiones occidentales, más influenciadas por la cultura griega, y sus regiones orientales, más influenciadas por la cultura judía. Más tarde, algunos de sus teólogos más destacados vinieron de Capadocia, como Gregorio Nacianzeno. Otro movimiento cristiano importante que surgió fue el monaquismo, que nació con los movimientos de los eremitas, anacoretas y cenobitas en Egipto (siglo s. IV d. C.).

Hubo un intento fallido de expulsar el dominio romano durante la crisis que este enfrentó en el s. III d. C.. Fue liderado por Zenobia, una ambiciosa reina que gobernó la rica ciudad comercial de Palmira entre el 268 y el 273. Sin embargo, Zenobia fue derrotada por el emperador Aureliano, y su intento de desafiar el dominio romano terminó en fracaso.

Antes, en el 221, la dinastía parta fue derrocada por la dinastía sasánida. A diferencia de los partos, los sasánidas eran muy activos y seguidores del zoroastrismo. Por lo tanto, la guerra contra Roma no era solo un asunto político para ellos, sino también religioso. Sin embargo, a pesar de algunos éxitos, como su victoria en la batalla de Edesa (260), en general la potencia sasánida no pudo expulsar a los romanos de Oriente Próximo. Además del zoroastrismo, en el Imperio sasánida floreció un intento de fusionar esta religión con el cristianismo, predicada por Mani, por lo que se conoce como maniqueísmo.

¿Qué pasó con los Sasánidas y los Bizantinos?

En el año 395, el Imperio romano se dividió definitivamente en dos. La parte occidental cayó en el 476, mientras que la parte oriental sobrevivió como Imperio bizantino. En la práctica, durante los dos siglos posteriores a esta división, el Oriente Próximo controlado por el Imperio romano de Oriente no sufrió grandes cambios sociales. Sin embargo, varios emperadores bizantinos, buscando centralizar su poder, persiguieron a aquellos que no seguían la religión oficial. Por esta razón, las regiones de Oriente Próximo adoptaron una variante cristiana llamada Monofisismo, en parte como una forma de rebelión contra el poder de Constantinopla. A la larga, esta división entre la ortodoxia y el monofisismo le costaría al Imperio bizantino el control de todas sus provincias orientales. Después de la invasión árabe, muchos monofisistas prefirieron convertirse al islam en lugar de regresar a la ortodoxia cristiana.

Durante este período, el Imperio sasánida siguió controlando Persia y Mesopotamia desde la ciudad de Ctesifonte. Mantuvieron su política de fuerte adhesión al zoroastrismo, en parte como respuesta a la fuerte fe cristiana de su rival, el Imperio bizantino. En el siglo V, la recuperación del Imperio romano de Oriente puso en aprietos a los sasánidas. Pero en el VI, las campañas militares del emperador romano Justiniano obligaron a los bizantinos a alternar entre una paz incómoda con Persia (incluso pagando tributo) y guerras muy costosas. A la muerte de Justiniano, y debido en parte a sus excesos militares, el Imperio romano de Oriente entró en decadencia. Su emperador Heraclio se vio envuelto en una guerra muy destructiva contra Cosroes el Grande, el monarca sasánida más poderoso. A la larga, esta guerra (a principios del siglo VII) debilitó a ambos rivales, haciéndolos vulnerables a un tercer enemigo que ninguno había considerado: el islam.

El Islam: Una nueva era

¿Cómo surgió y se expandió el Islam?

A pesar de ser una zona seca, la península arábiga había sido hogar de varias culturas y reinos desde la antigüedad. Estos surgieron alrededor de las rutas comerciales, especialmente por el monopolio mundial del incienso, que solo se producía en Yemén y Etiopía. Famoso es el Reino de Saba, controlado desde la ciudad de Marib en lo que hoy es Yemen. También fueron importantes, en el límite entre el desierto y el Creciente Fértil, las ciudades de Petra y Palmira. Hacia el siglo VI, el dominio de Yemen sobre el Heyaz (la región central de Arabia, que incluía la importante ciudad religiosa de La Meca) se rompió, y los príncipes nómadas recuperaron su semiindependencia.

En este ambiente, Mahoma comenzó su predicación alrededor del año 610, al mismo tiempo que se le revelaba el Corán. Su religión pasó a llamarse el islam (que significa "sumisión", en este caso a la Voluntad de Dios). Obligado a refugiarse en la ciudad de Medina en el 622 (evento llamado la "Héjira", que marca el comienzo del calendario musulmán), más tarde conquistó La Meca. A su muerte en el 632, se estableció el califato. Sus sucesores, Abu Bakr, Omar, Otmán y Alí, unificaron Arabia y llevaron sus tropas contra los imperios bizantino y sasánida. El segundo se derrumbó por completo en el 651, mientras que el primero perdió toda Siria, Palestina y Egipto de forma definitiva. Al mismo tiempo, su población, mayoritariamente monofisista, se convirtió al islam.

En el año 661, después de un conflicto interno, el califa Alí fue depuesto y asesinado. Se instaló Moawia, el primer califa del Califato Omeya (661-750). El cambio más visible fue el traslado de la capital de La Meca a Damasco. Bajo los omeyas, los antiguos conquistadores árabes se convirtieron en administradores de un vasto imperio que se extendía desde España hasta la India. Los antiguos campamentos militares árabes en los territorios conquistados se transformaron en verdaderas ciudades, y la población local fue reclutada para la administración del Estado. En general, hubo tolerancia religiosa hacia los "Pueblos del Libro" (cristianos, judíos y zoroastrianos), según el Corán, aunque estos debían pagar un impuesto adicional. Esto explica por qué los califas no estaban muy interesados en convertir a todos, ya que cada persona convertida al islam significaba menos ingresos para el gobierno.

Al principio, los musulmanes tuvieron una actitud fuerte contra la cultura griega que había dominado durante unos diez siglos, desde la época de Alejandro Magno hasta la de Heraclio. Se dice que el califa Omar incluso ordenó la quema de la Biblioteca de Alejandría. Pero poco a poco, los estudiosos musulmanes redescubrieron el legado cultural griego, lo rescataron, y esto les sirvió como un gran impulso para el desarrollo de las ciencias y las artes.

¿Qué fue el apogeo del califato abasí?

A principios del siglo VIII, hubo fuertes rebeliones contra el poder omeya. Una de ellas, que se fortaleció en el Jorazán, tuvo éxito. En el 750, los omeyas fueron derrocados por Abul Abbas, quien dio origen a la dinastía y califato de los abasidas. Los abasidas abandonaron la idea omeya de expandir los límites del islam por la fuerza. La señal de esto fue el traslado de la capital de Damasco, cerca de la frontera bizantina, a Bagdad. Esta ciudad fue fundada por los propios abasidas cerca de Ctesifonte (y, por lo tanto, cerca de las ruinas de Babilonia), lo que les proporcionaba una ubicación más central para gobernar sus dominios. Desde Bagdad, y durante casi medio siglo, el mundo abasí alcanzó su máximo esplendor.

Durante el Califato Abasí, se produjeron varios cambios sociales. El antiguo orden social omeya, donde las tribus árabes gobernaban desde campamentos militares, cambió a una autocracia absoluta. El Califa se convirtió en la "sombra de Dios sobre la Tierra". El elemento árabe perdió importancia, e incluso la propia península arábiga, de donde se originaron las conquistas del imperio musulmán, perdió importancia y poco a poco se fragmentó en tribus sobre las cuales el poder abasí nunca pudo imponerse. Por otro lado, las ciencias, la teología y la filosofía tuvieron un gran desarrollo, enriqueciendo el legado cultural griego con aportes propios. También se agudizaron las tensiones sociales entre los elementos más conservadores y aquellos que abrazaban el nuevo racionalismo y eran favorecidos por el nuevo régimen.

Después de la muerte del califa Harún al-Rashid en el 809, el Califato Abasí se sumergió en un conflicto interno, agravado por el problema de los mutazilíes, una escuela teológica que proponía su propia interpretación del Corán. A partir de entonces, aunque hubo califas fuertes y enérgicos, ninguno pudo gobernar con tranquilidad, y las rebeliones se hicieron comunes. Algunas tuvieron éxito, y el mundo islámico se fragmentó. Así surgieron potencias islámicas independientes como el Califato de Córdoba y el Califato Fatimita. Aunque el golpe final contra el Califato Abasí lo dieron los mongoles cuando conquistaron Bagdad en 1258 y depusieron al último califa de la dinastía, lo cierto es que el califato ya estaba muy debilitado desde hacía mucho tiempo.

¿Qué pasó con los turcos, cruzados y mongoles?

Aprovechando la debilidad del califato Abasida, a partir del siglo XI aparecieron muchos invasores. Desde las estepas llegaron primero los turcos, y después los mongoles. Desde el mar Mediterráneo, por su parte, aparecieron los bizantinos, y luego los cruzados. La figura del califa quedó recluida en su palacio de Bagdad, y el visir se convirtió en la verdadera cabeza del gobierno. En el siglo XI, una tribu de turcos, los selyúcidas, tomó el control del gobierno, aunque mantuvieron al califa. Así, inauguraron la idea de gobernar en su nombre (aunque esto era solo de palabra).

Los selyúcidas detuvieron los avances bizantinos en la batalla de Manzikert (1071), expulsaron a los bizantinos de regreso a Anatolia, y luego conquistaron Palestina (1078). Los cristianos de Europa lo consideraron una ofensa y, en respuesta, lanzaron el movimiento de las Cruzadas contra Tierra Santa. La Primera Cruzada (1097-1099) creó reinos francos en Palestina, que se mantuvieron por aproximadamente un siglo. El fracaso de la Tercera Cruzada (1192) puso estas tierras bajo el dominio de un nuevo oponente, el sultán Saladino, quien gobernó la región desde su base de operaciones en Egipto (Saladino había derrocado previamente a los fatimitas de El Cairo).

A principios del siglo XIII, siguiendo los pasos de los invasores turcos, llegaron los mongoles. Liderados por Genghis Khan, conquistaron Persia. Uno de sus sucesores, Hulagu, conquistó Bagdad en 1258 y asesinó al último califa abasí. Sin embargo, poco después su avance fue detenido por el Sultanato de Egipto. La ola de conquistas mongolas retrocedió, en particular porque al mismo tiempo Kublai Khan trasladó el centro de poder mongol de la estepa a China. Por lo tanto, los dominios mongoles se desintegraron. Sin embargo, quedaron mongoles en Persia (Ilkanato) y en Transoxiana (la horda de Chagatai). Oriente Próximo y Oriente Medio se convirtieron entonces en una serie de señoríos y reinos diferentes, y por lo tanto, se transformaron en un campo de batalla para distintos contendientes entre los siglos XIII y XVI. El más famoso de estos guerreros fue Tamerlán (Timur Lenk), quien a finales del siglo XIV creó un imperio que iba desde Anatolia hasta China. Sin embargo, este imperio se disolvió después de su muerte, quedando solo un pequeño reducto timúrida en Samarcanda, de corta vida posterior.

Una de las tribus turcas que quedaron durante todas estas invasiones, la de los otomanos, se estableció en Anatolia. Después de un período de poca importancia, a partir del siglo XIV iniciaron una serie de conquistas que los llevaron a crear un imperio. En 1520, con la llegada del sultán Solimán el Magnífico, este imperio se extendía desde los alrededores de Viena en Europa hasta Mesopotamia y Egipto. Solo el surgimiento del contemporáneo Imperio safávida pudo contener su avance por las montañas de Persia.

Otomanos y Safávidas: Dos grandes poderes

¿Por qué los otomanos y safávidas se enfrentaron?

A diferencia de otras tribus turcas que intentaron establecerse en el Medio Oriente, los otomanos, debido a su ubicación, tendieron a conquistar los principados y estados que surgieron del Imperio bizantino. Este imperio estaba muy debilitado después del saqueo de Constantinopla por la Cuarta Cruzada en 1204, y solo se había restablecido débilmente por los Paleólogos en 1261. Así, cuando en 1453 el Sultán Mehmed II conquistó Constantinopla, el Imperio otomano era en realidad una copia, en términos de ubicación, del antiguo Imperio bizantino. Por lo tanto, su control político sobre el Medio Oriente era mínimo.

A finales del siglo XV, el caos en el Medio Oriente fue aprovechado por un guerrero chiita persa, Ismaíl Safaví, para iniciar una serie de guerras. Primero derrotó a los últimos restos del poder timúrida en Asia Central, y luego intentó luchar contra el Imperio otomano. En respuesta, el sultán Selim II lanzó una campaña militar contra Persia que detuvo el avance safávida y, de paso, conquistó Egipto (1517). Sin embargo, no pudo destruir al Imperio safávida. Ambos imperios comenzaron entonces una tensa convivencia política que marcaría el equilibrio internacional en la región durante dos siglos completos.

La situación política de la época tiene grandes similitudes con la tensión que existió entre el Imperio romano (y su sucesor el Imperio bizantino) y su rival el Imperio sasánida, entre los siglos III y VII. En ambos casos, dos potencias con base en Persia y Anatolia, respectivamente, se disputaban el control de Mesopotamia. En ambos casos existían tensiones étnicas (los safávidas eran de origen persa, y los otomanos eran de origen turco) y religiosas (los otomanos eran suníes y los safávidas eran chiitas). Y en ambos casos, los otomanos y los safávidas tenían más de una frontera militar en el lado opuesto de la línea fronteriza entre ellos. Los otomanos debían lidiar con las potencias cristianas de Europa, y los safávidas con los invasores uzbecos de Asia Central. Por su parte, la aparición de los safávidas separó por completo a las tribus turcas, dejando a los otomanos al oeste y a los turcomanos en Transoxiana.

Internamente, los otomanos eran una potencia muy organizada. Crearon la institución de la Casa de Esclavos, que se encargaba de la administración, y cuerpos militares muy eficientes compuestos por los yeniçeri (jenízaros) y los sipahi (cipayos). Incluso el visir otomano no era más que un sirviente del sultán, y este podía incluso ordenar su muerte sin problemas. Entre los safávidas, en cambio, siguieron siendo durante mucho tiempo una horda seminómada, hasta que en tiempos de Abbás I el Grande (1587-1629), consolidaron en parte un estado centralizado.

Una de las consecuencias más duraderas de este orden político internacional es que el chiismo, que antes era una rama minoritaria del islam, se arraigó profundamente en Persia y pasó a formar parte de su identidad nacional. Esto sigue presente en Irán hasta el día de hoy, mientras que en casi todo el resto del mundo musulmán, la forma mayoritaria de los sunitas siguió prevaleciendo.

¿Por qué decayeron los imperios Otomano y Safávida?

En el siglo XVII, tanto el Imperio otomano como el Imperio Safávida entraron en un período de decadencia. En el lado safávida, la muerte de Abbás el Grande (1629) marcó el inicio de un declive con más desórdenes internos. Los persas fueron acosados por el otomano Amurates IV, por los uzbecos en el Jorazán, y en el sur por el imán de Omán, quien había expulsado previamente a los portugueses de Mascate. En el lado otomano, las intrigas en el palacio afectaron al Imperio desde la muerte de Solimán el Magnífico en 1566. Aunque hubo una cierta recuperación cuando el cargo de visir cayó en manos de la Casa de Koprulu, el fracaso de los otomanos en un nuevo asedio contra Viena en 1683 marcó el inicio de un declive casi imparable.

Entre 1722 y 1726, el líder Nadir Sha tomó el Jorazán. Después de varias campañas, en 1736 derrocó al último monarca safávida y tomó el control de Persia. También rechazó las invasiones de los afganos, de los otomanos y de un nuevo enemigo, los rusos, que mientras tanto se habían extendido por el Asia Central y amenazaban a los principados turcos y mongoles que sobrevivían en la región. Nadir Sha planeaba modernizar Persia, pero su asesinato en 1747 impidió este proyecto.

A finales del siglo XVIII, el Imperio persa estaba casi completamente debilitado, mientras que el Imperio otomano seguía en pie, pero con poca vitalidad. Por lo tanto, surgieron nuevos poderes en la región. El más importante fue el de los wahabitas, un grupo religioso que surgió en Arabia. En alianza con la Casa de Saúd, comenzaron a llevar a la península arábiga a una independencia cada vez mayor del Imperio otomano.

Oriente Próximo y la política mundial

¿Cómo los imperios europeos se expandieron en Oriente Próximo?

En 1798, Napoleón Bonaparte lideró una expedición militar contra Egipto. Aunque no logró conquistarlo, marcó un cambio importante. A partir de entonces, los intereses europeos se centraron cada vez más en Oriente Próximo. Desde la expansión del Imperio otomano, Europa se había fortalecido. Gracias a la Revolución industrial, tuvo un impulso imperialista que llevó a potencias como Holanda, Inglaterra y Francia a tener intereses en India, China, Malasia o Indonesia. Por lo tanto, buscaron en el debilitamiento del Imperio otomano una oportunidad para tomar el control de la región y así acortar los tiempos de viaje.

Poco después, el Imperio otomano sufrió la primera rebelión nacionalista a gran escala por parte de los griegos, que terminó con la independencia de Grecia en 1823. En 1839, este proceso de desintegración continuó con la independencia de Egipto, gracias a la rebelión de Mehmed Alí. A partir de entonces, el Imperio otomano pasó a ser el "hombre enfermo de Europa". Si se salvó de una invasión europea a gran escala, fue solo porque Inglaterra y Francia tenían interés en mantenerlo como una barrera para evitar que Rusia tomara el control de los Balcanes y obtuviera acceso directo al mar Mediterráneo.

En 1869, este proceso de influencia occidental se aceleró con la apertura del canal de Suez. Esto le dio a Egipto un valor estratégico incalculable en la política mundial. Más tarde, aprovechando la debilidad económica del gobernante de Egipto, el primer ministro británico Benjamin Disraeli, en nombre de la Reina Victoria, compró las acciones del canal de Suez. Ahora los europeos no solo usaban a Oriente Próximo como parte del tablero político internacional, sino que intervenían directamente en él.

De esta manera, el mundo occidental se convirtió durante el siglo XIX en un referente inevitable para el Medio Oriente. Esto generó muchas ideas diferentes sobre cómo deberían actuar ante el "problema europeo". Una de ellas era tratar de apoyar al Imperio otomano para revitalizarlo, como la mayor potencia musulmana que seguía siendo, con el fin de unificar todos los dominios musulmanes desde el Atlántico hasta Indonesia (panislamismo). La idea del Califato, que el Imperio otomano había revivido, jugó un papel ideológico importante en esto. Durante esta época, el Imperio otomano recibió varias peticiones de ayuda de musulmanes de diversas regiones, incluyendo Indonesia y los principados musulmanes de Asia Central, para luchar contra los rusos o contra las potencias de Europa Occidental. Sin embargo, el Imperio otomano no tenía la capacidad de responder a estas solicitudes. El otro camino que buscaron los musulmanes fue adoptar lentamente la idea del nacionalismo, preparando así el terreno para la creación de los futuros Estados que formarían el Medio Oriente a partir del siglo XX.

En el último tercio del siglo XIX, el Imperio otomano entró definitivamente en crisis, perdiendo en 1878 casi todos sus dominios en los Balcanes. En consecuencia, hubo serios enfrentamientos entre grupos intelectuales y militares a favor de la modernización occidental, y los grupos conservadores de poder tradicional, incluyendo a los propios sultanes (que también eran califas). Un intento de dar al Imperio otomano una constitución al estilo europeo fracasó en 1876, y un intento de cambio de gobierno preparado por los "Jóvenes Turcos" sufrió el mismo destino en 1909. En 1914, al estallar la Primera Guerra Mundial, el Imperio otomano se vio arrastrado a ella del lado de la Triple Alianza (los imperios centrales: Alemania, Austria e Italia), y con esto su destino quedó sellado.

¿Qué fue el régimen de los mandatos?

Archivo:Mideast1920
División de la región según el tratado de 1920

La Primera Guerra Mundial fue una gran oportunidad para las potencias europeas. Intentaron, con éxito, aprovechar la debilidad del Imperio otomano para imponer su propio dominio en esas regiones. Mientras tanto, a finales del siglo XIX, los europeos habían inventado el motor de combustión interna, y con ello encontraron un nuevo uso para el petróleo. Por lo tanto, para estas potencias, el control de esas regiones se convirtió en un objetivo geopolítico de primera importancia.

Durante la Primera Guerra Mundial, el guerrillero Lawrence de Arabia tuvo un papel destacado. Luchó contra los turcos por la independencia de los pueblos bajo su dominio, uniendo fuerzas con Sherif Hussein ibn Ali, líder de La Meca, quien encabezó la revuelta musulmana contra los otomanos. Lawrence les prometió una pronta independencia. Pero en secreto, Inglaterra y Francia firmaron el Tratado Sykes-Picot, que creaba dos zonas de influencia para cada una de estas naciones, lo que implicaba repartirse los dominios otomanos.

Los tratados que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial también significaron la desintegración final del Imperio otomano. El Califa otomano fue formalmente depuesto en 1923, y lo que quedaba del dominio otomano se convirtió en la moderna República de Turquía, bajo el liderazgo de Atatürk. Bajo su mando, se impuso una drástica modernización y separación de la religión del estado. Esto incluyó no solo adaptar la ciencia, la tecnología o la forma de gobierno occidental, sino incluso la vestimenta y los caracteres de la escritura.

Por otro lado, había otros tres grandes centros políticos en la región. Egipto obtuvo su independencia legal, convirtiéndose en una monarquía en 1922. En la península arábiga, la Casa de Saúd logró la unificación de casi todos los territorios (excepto algunos pequeños emiratos que sobreviven hasta el siglo XXI). En 1932, se formó oficialmente Arabia Saudita, desarrollando una política amistosa hacia los intereses petroleros occidentales, en particular con ARAMCO. Persia, por su parte, siguió en un régimen de semi-dependencia respecto de los capitales occidentales, con una fuerte influencia en sus asuntos internos por parte de la Anglo-Iranian Oil Company.

Las potencias occidentales que querían imponerse en el resto de Oriente Próximo se enfrentaron entonces al nacionalismo árabe. Por lo tanto, renunciaron al imperialismo abierto. La solución que encontraron fue apoyarse en la recién creada Sociedad de Naciones (1919). Esta organización concedió a Inglaterra y Francia el control de la región en forma de mandato. El argumento era que esos dominios, antes otomanos, aún no estaban listos para asumir su independencia con responsabilidad. Aunque legalmente estos territorios eran mandatos, en la práctica implicaba conceder a Inglaterra y Francia el protectorado de dichas regiones. Siria quedó bajo mandato francés. Irak, por su parte, quedó bajo mandato inglés. También se concedió a Inglaterra el mandato sobre Palestina. Pero pronto la región al este del río Jordán se separó, creándose así Transjordania. Tanto en Jordania como en Irak se crearon monarquías, a cargo de dos hijos de Hussein, buscando calmarlo para que no promoviera nuevas rebeliones contra los británicos y los franceses, como las había promovido contra los otomanos durante la Primera Guerra Mundial.

En esa época también comenzó la cuestión judía. En 1917, el movimiento sionista había conseguido de Inglaterra la Declaración Balfour, que buscaba crear un hogar judío en Palestina, como tierra ancestral del Reino de Salomón. Así comenzó la migración lenta, pero constante, de judíos del este de Europa a Palestina, quienes se establecieron como colonos en los kibbutz. El resultado sería un aumento de la tensión entre judíos y palestinos, y el inicio de un problema internacional que pondría varias veces en alerta al mundo entero.

¿Cómo lograron la independencia política?

Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el sistema de mandatos se volvió políticamente insostenible. Por lo tanto, se decidió finalmente conceder la independencia total a los territorios administrados bajo este sistema. Sin embargo, debido a la importancia estratégica de Oriente Próximo, ahora como principal centro de producción de petróleo en el mundo, las dos nuevas superpotencias (Estados Unidos y la Unión Soviética) no podían permitirse prescindir de estas. Oriente Próximo entró así en el esquema de la Guerra Fría. Sin embargo, las naciones de la región no siempre fueron dóciles a las superpotencias, ya que al tener la posibilidad de controlar el suministro de petróleo, adquirieron un enorme poder de negociación.

Esto quedó especialmente claro durante el gobierno de Gamal Abdel Nasser en Egipto. Él derrocó la monarquía en 1952. Aunque inicialmente fue apoyado por Estados Unidos, se distanció cuando propuso, en particular durante la Conferencia de Yakarta (1955), que las naciones del Tercer Mundo debían seguir su propio camino. Nasser se ganó la desaprobación de Estados Unidos y Europa, lo que incluso le costó un intento de invasión por parte de Inglaterra y Francia en 1956, en respuesta a su medida de nacionalizar el canal de Suez, que estaba en manos británicas desde 1875. Nasser fue fuertemente apoyado por la Unión Soviética, y la represa de Asuán fue construida en gran parte gracias al aporte de capitales de la esfera comunista.

El problema más grave que enfrentó Oriente Próximo fue el surgimiento del Estado de Israel. En 1948, el mandato británico sobre Palestina terminó, y los judíos tomaron el control del nuevo Estado independiente. Jerusalén quedó dividida en dos áreas, una bajo control judío y otra bajo control musulmán. Esta solución, naturalmente, no agradó a ninguna de las partes, ya que esta ciudad es sagrada para ambas religiones. Una coalición de países árabes declaró la guerra a Israel el mismo día de su independencia, saliendo victorioso este último. En 1956, Israel logró consolidar un poco más su posición al unirse a los bandos anglo-francés contra Egipto durante la guerra del Sinaí. Sin embargo, las mayores ventajas las obtuvieron en 1967, con la guerra de los Seis Días. Gracias a esta, Israel obtuvo el control completo de Jerusalén, arrebatándole la mitad musulmana a Jordania, y apoderándose de los altos del Golán, hasta entonces en manos de Siria. También conquistaron todo el Sinaí a Egipto, hasta la orilla oriental del canal de Suez, aunque estos últimos territorios fueron devueltos en 1975.

Paralelamente, hay que señalar que no todas las aspiraciones nacionalistas fueron satisfechas, sino solo aquellas que eran más convenientes para los intereses occidentales. Así, la población de palestinos quedó bajo el poder de Israel. Los palestinos, frustrados en su deseo de tener su propio Estado, encontraron una forma de expresar su descontento a través de grupos que usaban la fuerza, como la Organización para la Liberación de Palestina y otros grupos más o menos radicales. El camino de las negociaciones entre israelíes y palestinos seguiría siendo bastante complicado, en parte por la resistencia a llegar a un acuerdo por parte de los grupos extremistas de ambos lados del conflicto. Otra demanda nacionalista que no fue atendida es la de los kurdos, quienes se rebelaron contra los otomanos durante la Primera Guerra Mundial. Pero una vez terminada esta, quedaron dispersos entre las fronteras de Turquía, Siria e Irak. En épocas posteriores, las demandas nacionalistas de los kurdos para crear un Estado nacional en Kurdistán fueron duramente combatidas por Sadam Huseín, el antiguo líder de Irak.

Otro país que desarrolló un fuerte sentimiento nacionalista, en duro enfrentamiento con Occidente, fue Irán. El primer ministro Mossadeqh intentó liberarse de los intereses occidentales, buscando la nacionalización de la Anglo Iranian Oil Company. Pero fue derrocado por un cambio de gobierno promovido por Shah Reza Pahlevi, quien instauró un régimen pro-occidental en 1952. La reacción nacionalista vino entonces del sector chiita más radical, que, guiado por el ayatolá Rumolah Jomeini, derrocó al Shah, lo obligó a exiliarse y asumió el poder bajo la forma de un gobierno religioso fundamentalista y fuertemente anti-occidental. En respuesta, Estados Unidos apoyó a Sadam Huseín para que librara, entre 1980 y 1988, una guerra contra Irán. La llamada guerra Irán-Irak terminó finalmente sin haber alterado significativamente el equilibrio de la región.

El surgimiento de la figura del Ayatola Jomeini es parte del llamado resurgimiento islámico que vivió la región en la década de 1970. En 1973, las potencias árabes, particularmente Egipto y Siria, se vieron envueltas en una nueva guerra contra Israel. Para impedir el apoyo de Occidente a Israel, las naciones árabes agrupadas en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se repartieron cuotas de exportación de petróleo, disminuyeron la producción de este y generaron la llamada crisis energética, que desató una crisis económica. Aunque en lo sucesivo la OPEP terminaría llegando a acuerdos parciales con Occidente, la idea del resurgimiento islámico había quedado establecida. El islam se convirtió también en una bandera de lucha por demandas sociales, particularmente en regímenes petroleros donde la riqueza estaba muy concentrada en las grandes familias, mientras existían grandes zonas de pobreza. Con el paso de algunas décadas, esto no solo estimuló el desarrollo del chiismo militante en Irán, sino también de grupos extremistas que usaban la fuerza, como el movimiento talibán de Afganistán o la organización Al Qaeda.

El colapso de la Unión Soviética en 1990 permitió a Estados Unidos una mayor influencia en los asuntos de la región, sin contrapesos visibles. Así, en 1991 lideró una coalición de naciones organizada a través de la Organización de las Naciones Unidas, para llevar la guerra contra Sadam Huseín, quien el año anterior había invadido a su pequeño vecino, el Emirato de Kuwait. Hussein se vio obligado a retirarse de Kuwait, y su régimen fue sometido a fuertes restricciones. Sin embargo, esto no fue suficiente, y en 2003, el presidente George W. Bush promovió una invasión en toda regla, bajo el pretexto de que Irak tenía armas prohibidas (informes que después se revelaron falsos), lo que terminó con el derrocamiento, captura, juicio y ejecución de Hussein.

Hasta la fecha, las regiones de Oriente Próximo y Oriente Medio son mayoritariamente islámicas. Muchas de sus naciones independientes tienen una estructura política muy simple, siendo gobernadas como monarquías más o menos absolutas que obtienen sus recursos de la explotación del petróleo, y con grandes desigualdades sociales. En algunas de esas naciones se han producido procesos de modernización, como en Turquía, o bien estos son incompletos y presentan grandes resistencias, como en Egipto. En otros lugares, se ha establecido una forma más estricta del islam, como en Irán. En medio de este complicado panorama, es muy difícil prever qué ocurrirá en el futuro en la región.

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Véase también

Kids robot.svg En inglés: History of the Middle East Facts for Kids

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Historia de Oriente Próximo para Niños. Enciclopedia Kiddle.