Cantabria romana para niños
La conquista romana del territorio cántabro ocurrió entre los años 29 a.C. y 19 a.C. Estos enfrentamientos de Roma contra los pueblos del norte de Hispania, principalmente cántabros y astures, fueron el final de la larga conquista de la península ibérica. El control romano duró hasta principios del siglo V, cuando la llegada de pueblos a la península permitió que los cántabros recuperaran su autonomía.
Después de la conquista, el Imperio romano organizó el territorio de los cántabros para aprovechar sus recursos. Así, comenzaron a construir caminos y otras infraestructuras para facilitar la extracción y el comercio de minerales como la sal, el plomo y el hierro.
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Cantabria antes de la llegada de los romanos

La primera vez que se menciona el nombre de Cantabria por escrito fue alrededor del año 195 a.C. El historiador Catón el Viejo escribió en su libro Orígenes que el río Ebro nacía en el país de los cántabros.
Desde entonces, se menciona a los cántabros y Cantabria con frecuencia. Los cántabros eran conocidos por ser mercenarios, es decir, soldados que luchaban a cambio de dinero en diferentes conflictos, tanto dentro como fuera de la península ibérica. Se sabe que participaron en la guerra de los cartagineses contra Roma durante la segunda guerra púnica. También se les menciona durante el asedio de Numancia, donde se dice que el ejército romano se retiró al saber que cántabros y astures venían a ayudar a la ciudad.
La mayoría de los relatos sobre los cántabros aparecen a partir del año 29 a.C., cuando comenzaron las guerras cántabras contra Roma. Se conservan unas 150 referencias de este pueblo, cuya fama quedó registrada en textos griegos y latinos. Su territorio era mucho más grande que la actual comunidad autónoma de Cantabria. Limitaba al norte con el mar Cantábrico, nombre que le dieron los romanos; al oeste con el río Sella, en el actual Principado de Asturias; al sur se extendía hasta Peña Amaya, en la actual provincia de Burgos; y al este llegaba casi hasta Castro-Urdiales, cerca del río Agüera.
¿Cómo vivían los cántabros en la Edad del Hierro?
Durante la Edad del Hierro, los cántabros vivían en poblados fortificados llamados castros. Estos se construían en lugares altos y fáciles de defender. En el sur de Cantabria, estos lugares eran muy importantes por su valor estratégico y defensivo. Algunas de estas fortificaciones eran enormes, con defensas impresionantes que podían proteger a varias tribus enteras en tiempos de guerra, como los de Peña Amaya, Monte Cildá o Monte Bernorio.
Hay pruebas de que, desde la Edad del Bronce, los cántabros de las zonas costeras tenían relaciones comerciales por mar con otros pueblos del mundo céltico del Atlántico. Un ejemplo es el caldero de Cabárceno, encontrado en Sierra de Cabarga, que fue fabricado en Irlanda o Britania, y otros objetos de bronce hallados.
Gracias a textos antiguos y hallazgos epigráficos (inscripciones), sabemos que los cántabros, al igual que otros pueblos de la península ibérica, dejaban temporalmente su territorio para ofrecerse como mercenarios a otros pueblos. Eran conocidos por su valentía y su espíritu combativo.
Se cree que los cántabros se dedicaban a la guerra porque la tierra y el clima de su región no les ofrecían muchas posibilidades para conseguir alimento. Esto hizo que sus habitantes tuvieran una fuerte tradición guerrera.
Antes de la conquista romana, los cántabros ya habían servido como soldados en los ejércitos del general cartaginés Asdrúbal Barca. Este general se dirigía a la península itálica para ayudar a Aníbal contra Roma en el año 208 a.C. Además, las crónicas de Julio César mencionan la presencia de soldados cántabros en el ejército de Pompeyo durante la guerra civil que ambos generales tuvieron en Hispania en el siglo I a.C.. También, en De Bello Gallico, se informa de su presencia como aliados de las tribus celtas aquitanas en la guerra de las Galias en el año 56 a.C.
Cantabria bajo el dominio romano
Después de que el ejército romano sometiera y controlara militarmente la zona, Roma organizó el territorio de los cántabros para aprovechar sus recursos económicos. Así, se inició la construcción de infraestructuras para activar la explotación y el comercio de los minerales que había en el subsuelo: principalmente sal, plomo y hierro.
La Legio IIII Macedonica se instaló en Pisoraca (cerca de Herrera de Pisuerga) para comenzar la romanización de los pueblos vencidos. También se colocaron destacamentos militares en otros lugares del interior del territorio cántabro. Sin embargo, la paz no estaba del todo asegurada, ya que tres años después de la victoria romana, hacia el 16 a.C., hubo nuevas revueltas de los cántabros.

Además de integrar a las élites sociales y políticas cántabras en la administración romana, se mantuvieron algunas estructuras sociales nativas y una mezcla de creencias religiosas (sincretismo religioso) entre las tradiciones locales y las romanas. Este fenómeno hizo que los habitantes locales unieran las cualidades de sus propios dioses con dioses romanos similares, fusionando ambos nombres. Así, en Cantabria se encontraron altares dedicados a dioses romanos como Júpiter, o a dioses que eran una mezcla romano-local, como Júpiter Candamo.
La romanización de Cantabria fue un proceso selectivo en el territorio, similar al desarrollo de las ciudades. La principal ciudad en territorio cántabro, Julióbriga, se fundó al terminar las guerras cántabras, alrededor del 15 a.C., y estuvo habitada hasta la segunda mitad del siglo III. La misión de esta única ciudad romana importante era integrar y controlar a las poblaciones cántabras que Roma había sometido tras muchos años de resistencia.
Además de Julióbriga, Plinio y, más tarde, Ptolomeo, nos dieron información sobre asentamientos más pequeños en Cantabria, como Concana, Octaviolca (cerca de Camesa-Rebolledo), Orgenomescum, Vadinia, Vellica, Moreca, Aracillum, Noega Ucesia, Bergida, Acella, Amaia, Tritino Bellunte y Decium. Estas ciudades de menor importancia no crecieron mucho durante el dominio romano. La mayoría estaban relacionadas con las tribus que, al parecer, las habitaban y poblaron Cantabria: Vadinienses, Orgenomescos, Tamáricos, Vellicos, Concanos, Morecanos, Blendios, Coniacos, Salaenos, Avariginos, Cornecanos y Octavilcos. Finalmente, encontramos los puertos de Portus Victoriae Iuliobrigensium, Portus Blendium y Portus Vereasuecae. El antiguo Portus Amanum, que los romanos llamaron más tarde Flaviobriga con el título de colonia, se encontraba en territorio autrigón.
Después de las guerras cántabras y la ocupación romana, soldados cántabros formaron parte de legiones romanas como la II Augusta, la IX Hispana o la IV Macedonica, como lo demuestran varias lápidas funerarias encontradas. Sin embargo, lo más común era encontrarlos como tropas auxiliares. Se sabe que en la segunda mitad del siglo I existían dos cohortes formadas exclusivamente por cántabros: una en Moesia y otra en Palestina.

La costa cantábrica fue explotada para la agricultura, la ganadería y la minería (hierro, sal, blenda, plomo y zinc) en beneficio de la metrópoli romana. Esto se ve claramente en la organización de la red de caminos, diseñada para exportar estas materias primas. Los romanos establecieron dos rutas de salida: una terrestre, siguiendo el valle del Ebro hacia Tarraco y Burdeos, y otra marítima, hacia la Galia o rodeando la Península hacia Gibraltar. Para esto último, fundaron varios puertos en la costa: Portus Vereasueca (San Vicente de la Barquera), Portus Blendium (Suances), Portus Samanum (Castro-Urdiales), Portus Victoriae (Santander). Varias calzadas transversales recorrían la región de sur a norte, conectando ambas salidas.
De estas últimas, solo tenemos constancia de tres en la región. Una que comunicaba con la Meseta a través de Campoo y el valle del Besaya; otra que cruzaba el valle de Mena y las Encartaciones hasta Flavióbriga; y una que unía Campoo y Cabuérniga con la costa occidental. También se cree que existió una Vía Aggripa paralela a la costa, pero hasta ahora no se han encontrado pruebas materiales de ella.
Durante los siglo III y siglo IV, Cantabria sufrió una crisis económica y social. Las ciudades se fueron abandonando poco a poco debido al aumento de los impuestos y los ataques de los bagaudas (grupos de rebeldes). Esto provocó que la sociedad regresara al campo, resurgieran las antiguas formas de organización nativas y aparecieran cada vez más villas en el campo.
La preocupación y el miedo causados por las invasiones bárbaras llevaron a una reorganización militar de los pocos soldados que quedaban en el norte de Hispania. Posiblemente, esto se hizo para defender la provincia de una posible invasión por los Pirineos occidentales. También se fortificaron rápidamente Monte Cildá y el antiguo castro de Vellica en los siglo IV y siglo V.
En el año 406, los visigodos se establecieron en Hispania como aliados del ya debilitado Imperio romano, mientras que el noroeste peninsular estaba ocupado por el reino suevo (Galicia y Asturias). Esta situación permitió que cántabros y vascones tuvieran cierto grado de independencia.
Durante el siglo V, apenas hay información sobre lo que ocurrió en Cantabria. Solo sabemos, por una breve mención del cronista Hidacio, que 400 hérulos en siete barcos atacaron la costa cántabra y de Vardulia en el año 456.
Después de esto, pasó más de un siglo sin que Cantabria apareciera de nuevo en la historiografía (el estudio de la historia). Fue un tiempo en el que el pueblo cántabro escapó al control de suevos y visigodos. Gran parte de su gente conservaba aún creencias paganas que, a pesar de los siglos de dominio romano, no habían desaparecido. También resurgieron actos de violencia y agresividad, lo que demuestra que la romanización del territorio fue escasa fuera de unos pocos centros culturales romanos. Prueba de ello es que, para algunos autores, la mayoría de los cántabros aún hablaban su lengua prerromana, aunque con algunas palabras del latín.
El Ducado de Cantabria
Después de la caída del Imperio romano, Cantabria recuperó su independencia frente al reino visigodo hasta el año 574. En ese año, según Braulio de Zaragoza en su Vida de San Millán de la Cogolla, el rey Leovigildo conquistó Cantabria y su capital Amaya. Durante este periodo de la historia hispano-goda, Cantabria se integró en el reino como una provincia fronteriza y se creó un ducado (ver imagen), gobernado por un Dux, que era un representante del rey en la región. Esta forma de gobierno garantizaba cierto grado de autonomía para el pueblo cántabro, a pesar de estar bajo control real.
A partir de aquí, hay un periodo con poca información debido a la escasez de fuentes, no solo sobre Cantabria, sino sobre todo el norte de España. Sin embargo, es probable que, debido a la poca asimilación cultural visigoda en Cantabria y al mantenimiento de costumbres locales muy arraigadas, no se lograra una seguridad política y militar completa en la región. Esto pudo haber provocado años de rebeliones y levantamientos contra el poder del rey. Por ejemplo, hacia el año 632, San Isidoro advierte, al hablar de los cántabros, de su obstinada tendencia a los ataques, las luchas y a desafiar los castigos. Esto sugiere que a principios del siglo VII todavía se les consideraba una posible amenaza.
También durante estos años, al parecer, hubo luchas en las fronteras entre los reyes visigodos de Hispania y los reyes francos de Austrasia y Borgoña, en las que Cantabria se vio involucrada. Así, según el Chronicon del cronista franco Fredegario del siglo VII, estos últimos intentaron someter la región de los cántabros y Vasconia, siendo la primera recuperada por Sisebuto. En este mismo texto se menciona la existencia en el Ducado de Cantabria de un dux llamado Francio de Cantabria a finales del siglo VI o principios del siglo VII, que pagaba tributo a los francos desde hacía tiempo. Este personaje sigue siendo poco conocido.
De estos últimos testimonios se deduce que el Ducado de Cantabria era una tierra fronteriza entre reinos. No se sabe si los reyes merovingios tuvieron éxito en sus conquistas al sur de los Pirineos. Se han encontrado restos merovingios en varias necrópolis en Álava, y estos hechos podrían estar relacionados con una mayor expansión de los vascones, quizás aliados de los Francos, hacia el Oeste (fenómeno conocido como Vasconización tardía). Lo que sí parece probable es que este ducado era importante para el reino visigodo como una marca fronteriza desde donde lanzar ataques contra los vascones y, al mismo tiempo, controlar a un pueblo cuyo sometimiento era inestable y superficial, y que no garantizaba la paz a los reyes visigodos.