Historia de Cartago para niños
La historia de Cartago es un tema fascinante, aunque a veces un poco difícil de estudiar. Esto se debe a que, después de ser derrotada por los romanos en la tercera guerra púnica, no quedaron muchas fuentes escritas originales de los propios cartagineses.
Aun así, tenemos algunas traducciones antiguas de textos púnicos al griego y al latín, además de inscripciones en monumentos y edificios en el norte de África. La mayor parte de lo que sabemos sobre Cartago viene de historiadores griegos y romanos, como Tito Livio y Polibio.
Al principio, Cartago, como otras ciudades fenicias, pagaba un tributo a Tiro, su ciudad fundadora. Pero cuando Tiro empezó a perder fuerza frente a los griegos, Cartago se hizo independiente a mediados del siglo VII a.C.
Unos 150 años después de su fundación, los cartagineses se expandieron. Se establecieron en las islas Baleares, dominaron el oeste de Sicilia, el sur de Cerdeña y, junto con los etruscos, lograron expulsar a los griegos de Córcega. Así, controlaron todo el comercio y la navegación en el Mediterráneo occidental. También poseyeron muchos territorios dentro y fuera de África, como Mauritania, Numidia, Iberia, el sur de la Galia, Sicilia, Cerdeña y el sur de Italia.
Antes de la primera guerra púnica, Cartago tenía un territorio de unos 73.000 km² y una población de cerca de 4 millones de personas. Al igual que con Roma, el nombre de la ciudad de Cartago se usaba para referirse a todos los territorios que estaban bajo su control.
Contenido
Orígenes de Cartago

Cartago fue uno de los muchos asentamientos que los fenicios crearon en el Mediterráneo occidental. Estos asentamientos servían para facilitar el comercio de ciudades fenicias como Sidón y Tiro, ubicadas en la costa de lo que hoy es Siria, Líbano e Israel.
En el siglo X a.C., la costa oriental del Mediterráneo estaba habitada por varios pueblos que hablaban lenguas similares. Los habitantes del actual Líbano llamaban a su idioma "cananeo", pero los griegos los llamaron "fenicios". El idioma fenicio era muy parecido al antiguo hebreo.
Las ciudades fenicias dependían mucho del comercio, tanto por tierra como por mar. Tenían algunos de los puertos más importantes de la zona. Los fenicios fundaron muchas ciudades en las costas del Mediterráneo, desde Iberia hasta el Mar Negro. Estas ciudades servían como lugares de descanso para sus barcos mercantes, para controlar recursos naturales o para comerciar. También las fundaron para revitalizar el comercio y pagar los tributos a los imperios que los gobernaban, y para evitar que los griegos colonizaran completamente esa parte del Mediterráneo. La primera expansión fenicia ocurrió cuando otras civilizaciones vecinas, como los griegos y los hititas, pasaban por un período difícil.
Cómo se extendieron los fenicios
La ciudad fenicia más importante era Tiro, que estableció muchos puestos comerciales por todo el Mediterráneo. Con el tiempo, los fenicios fundaron unas 300 colonias en la costa noroeste de África, la península ibérica y, en menor medida, en la costa de Libia.
Más tarde, Cartago y otros asentamientos se convirtieron en ciudades importantes por sí mismas. Los fenicios no tenían suficiente población para establecer ciudades completamente independientes fuera de su territorio, y la mayoría de sus ciudades tenían menos de 1.000 habitantes. Sin embargo, Cartago y algunas otras crecieron y se hicieron grandes e independientes. Los fenicios controlaban Chipre, Cerdeña, Córcega y las islas Baleares, y tenían algunas posesiones menores en Creta y Sicilia, donde a menudo tenían conflictos con los griegos. Por un tiempo, los fenicios controlaron toda Sicilia, pero solo en la costa.
Las primeras colonias fenicias se fundaron para aprovechar los minerales de Iberia, y también en la costa africana, Sicilia, Cerdeña y las islas Baleares. Tiro era el centro económico y político del mundo fenicio, pero su poder disminuyó después de varios ataques y su destrucción por Alejandro Magno. El liderazgo pasó a Sidón y, finalmente, a Cartago. Cada colonia pagaba tributo a Tiro o Sidón, pero estas ciudades no tenían un control real sobre ellas. Esto cambió con el ascenso de Cartago, que nombró a sus propios gobernantes para las ciudades y mantuvo un gran control directo. Por esta razón, muchas colonias ibéricas apoyaron a los romanos durante las guerras púnicas.
Fundación de Cartago
Cartago fue fundada por colonos fenicios de la ciudad de Tiro, quienes trajeron consigo a su dios protector, Melkart. El historiador romano Apiano dice que Cartago se fundó 50 años antes de la guerra de Troya (entre 1244 y 1234 a.C.). El poeta romano Virgilio creía que la fundación coincidió con el fin de la guerra de Troya. Sin embargo, dejando a un lado las leyendas, es más probable que la ciudad fuera fundada entre 846 y 813 a.C.
Leyendas sobre la fundación
Según la tradición, la ciudad fue fundada por la reina Dido (también conocida como Elisa o Elissar). Ella huyó de Tiro después de que su hermano menor, el rey de Tiro, asesinara a su esposo para aumentar su propio poder. Varias leyendas sobre la fundación han llegado hasta nosotros a través de la literatura griega y latina.
Expansión y poder
Para los arqueólogos e historiadores, es difícil diferenciar entre lo fenicio y lo púnico en los lugares más antiguos de dominio fenicio-púnico, especialmente en el norte de África. Esta distinción también era complicada para la gente del siglo VII a.C. La identidad específica de Cartago se hace más clara a partir de los siglos VI y V a.C.
Características del territorio púnico-fenicio en el Mediterráneo occidental
El imperio púnico que se formó se considera una unión de colonias ya existentes, liderada por la más poderosa de ellas, Cartago, en un momento en que la ciudad fundadora, Tiro, estaba en declive. Cartago se encargó de la seguridad, la política exterior y el comercio de esta comunidad.
Como no hay fuentes escritas entre la fundación de la ciudad y la segunda mitad del siglo VI a.C., dependemos de los hallazgos arqueológicos, que son difíciles de interpretar. La idea de que Cartago tenía un imperio ha sido muy debatida. Algunos historiadores, como Yann Le Bohec, afirman que sí existió, aunque tuvo un período de menor crecimiento. El control de Cartago sobre las ciudades fenicias del Mediterráneo occidental se sitúa en el siglo VI a.C., aunque las diferentes partes del territorio púnico parecían tener mucha autonomía, sobre todo en el comercio. Las posesiones africanas de Cartago sufrieron mucho por la explotación de trabajadores para la agricultura, y las fuentes hablan de revueltas violentas. También hubo rechazo al poder púnico en Cerdeña.
A pesar de su poder, el territorio púnico, justo antes de las guerras púnicas, parecía tener poca unidad geográfica y cierta debilidad territorial. Además, dependía de un ejército de mercenarios, cuya lealtad no siempre era segura.
Colonias de Cartago
Colonización de Cerdeña
Los primeros asentamientos fenicios en Cerdeña datan de finales del siglo IX a.C., como lo muestra la estela de Nora. Las relaciones con los sardos de la cultura nurágica a veces fueron difíciles, especialmente en cuanto a la mezcla de culturas. Sin embargo, los colonizadores eligieron lugares para establecerse que ya habían sido usados por sus predecesores. La presencia cartaginesa en la isla se sitúa a finales del siglo VI a.C., con la toma del sitio de Monte Sirai, que muestra la influencia de modelos de fortificaciones orientales.
La isla fue muy importante para los fenicios desde finales del siglo IX a.C. Sin embargo, a mediados del siglo VI a.C., Malco fue derrotado por la población local. La victoria de Alalia confirmó la presencia cartaginesa en la isla, que se benefició de los tratados entre Roma y Cartago, y del acceso a Córcega.
Entre los siglos V y III a.C., los cartagineses construyeron fortificaciones que les permitieron conquistar completamente la isla. Los hallazgos arqueológicos "revelan una cultura uniforme" en todo el territorio sardo, lo que indica la fuerza de la presencia púnica, excepto en la parte noreste, que probablemente se dejó a la población original.
Colonización de Malta
El archipiélago de Malta tuvo una civilización antigua desde la Edad del Cobre. Cuando Fenicia decayó por los ataques de asirios y babilonios, Malta pasó a control de Cartago en 480 a.C. Fue una colonia importante para la lucha de los cartagineses contra los griegos y luego contra los romanos.
Según Jacques Godechot, es probable que el archipiélago fuera clave para el comercio con las islas británicas y las de Cabo Verde, sirviendo como almacén de mercancías y astillero. Hay rastros de asentamientos fenicios desde el siglo VIII a.C., con la presencia de necrópolis (cementerios antiguos). La convivencia con la población original también se ve en templos como el de Tas Silg.
Posesiones cartaginesas en Sicilia
Sicilia fue visitada por los fenicios desde los siglos XII y XI a.C. Los asentamientos fenicios en las ciudades, después de una fase inicial, se fechan en la segunda mitad del siglo VIII o VII a.C., al menos en el sitio de Motia.
La presencia púnica tenía un propósito comercial, más que de conquista territorial, aunque se han encontrado indicios de actividad industrial. Además, las posesiones púnicas no estaban organizadas de forma centralizada.
La situación en Sicilia era complicada: griegos y cartagineses se disputaban la isla desde el siglo V a.C. Sin embargo, sus relaciones a menudo fueron buenas. Tucídides menciona una disminución de las colonias cartaginesas en varios puntos, incluida Motyé, cuando llegaron los griegos. Esta ciudad había sido fundada en el siglo VI a.C., antes de la expansión cartaginesa, al oeste de la isla.
Posesiones en España continental

La actual España fue colonizada por los fenicios muy temprano. La fundación de Gades (Cádiz), "la colonia fenicia más importante de occidente" según María Eugenia Aubet, se fecha, según la tradición, en 1100 a.C. La arqueología muestra una importante presencia oriental en Andalucía oriental alrededor de los años 750-550 a.C., con su punto más alto en el siglo VII a.C. La población de la antigua civilización de Tartessos se mezcló con los fenicios en los siglos VIII y VII a.C., en un proceso de aculturación (intercambio cultural), que se ve en lo material y lo social.
La colonización buscaba acercarse a las minas, como las de plata, para aumentar la riqueza fenicia. El templo principal de Gades, dedicado a Melqart, tuvo un papel no solo religioso, sino también económico, durante toda la Antigüedad. Los asentamientos fenicios en España sufrieron una crisis en el siglo VI a.C., seguida por el período púnico (siglos VI-III a.C.), caracterizado por las influencias culturales de Cartago, tanto religiosas como urbanas. Después de una intervención en el siglo VI a.C., los cartagineses se establecieron en España, compitiendo con los foceos de Massalia (Marsella). En la época púnica, Gadir mantuvo lazos con Tiro. La toma de control fue sistemática a partir del siglo III a.C., con la familia Bárcida.
Colonización de Ibiza
Ibiza tiene una ubicación excelente para el comercio hacia el noreste del Mediterráneo y por la calidad de su bahía como puerto. Originalmente deshabitada, una colonia de Gadir se estableció allí en el siglo VII a.C.
Según Diodoro de Sicilia, Cartago la tomó en 654 a.C., lo que la convertiría en una colonia púnica. Sin embargo, los hallazgos arqueológicos no han resuelto esta cuestión. La importante necrópolis de Puig des Molins podría pertenecer tanto al mundo fenicio como al púnico. María Eugenia Aubet cree que la isla no se integró en el territorio púnico hasta la segunda mitad del siglo VI a.C. La identificación es difícil también por la naturaleza funeraria de los restos arqueológicos.
Ibiza y las Baleares proporcionaron una unidad de élite al ejército de Cartago, los honderos baleares, desde el siglo IV a.C. Los siglos V al II a.C. fueron un período de gran prosperidad para la isla, con una intensa colonización en los siglos V y IV a.C., seguida de una gran influencia comercial en gran parte del Mediterráneo occidental a partir del siglo III a.C. La ocupación romana no detuvo la difusión de la civilización púnica.
Expansión en África
La presencia fenicia en el norte de África es muy antigua, como lo muestra la tradición relacionada con Útica. Aunque Cartago tomó posesión de las colonias fenicias en el siglo VI a.C., su expansión territorial en África fue tardía, y se suele relacionar con la derrota en la Batalla de Hímera en 480 a.C. M'hamed Hassine Fantar sitúa esta importancia en el siglo VII a.C.
El control se limitó durante mucho tiempo a asentamientos costeros, llamados "escalas púnicas". Estos lugares, todos situados a unos treinta o cuarenta kilómetros de distancia, han sido encontrados en el actual territorio de Argelia, por Pierre Cintas, especialmente en el sitio de Tipaza. Algunos asentamientos fueron obra de poblaciones de Andalucía, como Rashgún desde el siglo VII a.C.
A partir de 480 a.C., Cartago comenzó a conquistar una zona de influencia, cuyos detalles no se conocen bien. Además, el siglo V a.C. vio el fin del tributo que se pagaba al poder africano original.
Primeras rivalidades y acuerdos
Rivalidad con los focenses
Los foceos, desde el inicio de su presencia en el Mediterráneo occidental, fueron serios competidores para los intereses púnico-fenicios, debido a su deseo de desarrollar el comercio de metales. La colonización focense fundó Marsella alrededor del 600 a.C., un asentamiento contra el cual Cartago parece haber luchado. Los focenses, establecidos luego en Alalia (Córcega) alrededor del 565 a.C., se mantenían con actos de piratería y amenazaban los intereses de los aliados etruscos y púnicos. La batalla de Alalia en 540 a.C. enfrentó a los focenses de Marsella con los dos aliados, y terminó con la estabilización de las zonas de influencia en la región.
Esta batalla naval es conocida por el relato de Heródoto, pero la arqueología ha demostrado que el lugar no fue abandonado por los griegos: una población griega se mantuvo, con presencia púnica a finales del siglo III a.C., poco antes de la ocupación romana tras la primera guerra púnica.
Tratados con Roma
Las relaciones con Roma fueron buenas al principio, con la firma de un tratado a finales del siglo VI a.C., que se renovó en 348, 338, 306 y 279 a.C.
En 509 a.C., Roma y Cartago firmaron un tratado que dividía las áreas de influencia y comercio entre las dos ciudades. El texto, conocido por Polibio, es la primera fuente que indica que Cartago había conquistado parte de Sicilia y Cerdeña, donde parecía tener el control exclusivo del comercio. Los romanos y sus aliados no podían ir más allá del "Cabo Bon", salvo en casos especiales.
Guerras contra los griegos
Guerras sicilianas
Primera guerra siciliana
Sicilia, muy cerca de Cartago, se convirtió en el escenario de las guerras sicilianas. Durante mucho tiempo, griegos y fenicios se disputaron esta isla estratégica y establecieron muchos asentamientos en sus costas. Por lo tanto, hubo siglos de conflictos locales entre ellos. En 480 a.C., Gelón, gobernante de Siracusa, intentó unificar la isla bajo su mando, atacando a Terilo, aliado de Cartago, que estaba en Himera.
Cartago sintió la amenaza y, con la ayuda del Imperio aqueménida, declaró la primera guerra siciliana a los griegos, enviando tropas bajo el mando del general Amílcar Magón. Según las fuentes antiguas, tenía 300.000 hombres, aunque esta cifra podría ser exagerada.
En su camino a Sicilia, el general sufrió pérdidas por el mal tiempo. Después de llegar a Panormo, fue derrotado en la batalla de Hímera en 480 a.C., y murió en combate o se quitó la vida.
Segunda guerra siciliana
Hacia 410 a.C., Cartago se había recuperado de sus derrotas militares, había conquistado gran parte del actual Túnez y fundado nuevas colonias en el norte de África. También apoyó las expediciones de Hannón el navegante a la costa africana y de Himilcón al Océano Atlántico. Durante este período, las colonias de la península ibérica se rebelaron, cortando el suministro de plata y cobre.
En 409 a.C., Aníbal Magón zarpó con sus tropas para conquistar Sicilia. Logró invadir ciudades más pequeñas, como Selinunte e Hímera, antes de regresar triunfalmente a Cartago con su botín. Pero el enemigo principal, Siracusa, no había sido tocado. En 405 a.C., Aníbal emprendió una segunda expedición, con la intención de apoderarse de toda la isla. Esta vez encontró resistencia. Después del asedio de Agrigento, las fuerzas cartaginesas fueron diezmadas por una epidemia de peste, de la que Aníbal también fue víctima. Su sucesor, Himilcón, conquistó Gela y venció a Dionisio I de Siracusa, quien se vio obligado a firmar la paz.
Tercera guerra siciliana
En 315 a.C., el gobernante de Siracusa, Agatocles, se apoderó de Mesina y, en 311 a.C., invadió los últimos puestos comerciales cartagineses en Sicilia, y sitió Agrigento.
Amílcar Giscón lideró la respuesta cartaginesa con éxito, tomando el control de casi toda Sicilia en 310 a.C., y asediando Siracusa. Desesperado, Agatocles envió una expedición secreta a África, contra Cartago. Esta expedición fue victoriosa y obligó a Cartago a retirar la mayor parte de su ejército para enfrentarla.
El ejército de Agatocles fue derrotado en 307 a.C., debido a que sus aliados libios lo abandonaron. Pero él logró escapar a Sicilia, donde negoció la paz, que mantuvo a Siracusa como una fortaleza griega.
Guerra de Pirro
Entre 280 y 275 a.C., Pirro de Epiro realizó dos expediciones para aumentar la influencia del Reino de Macedonia en el Mediterráneo occidental. La primera fue contra la República romana, en el sur de Italia, y la segunda contra el Estado púnico en Sicilia.
Pirro envió una avanzada de 3.000 soldados de infantería, bajo el mando de Cinaeus de Tarento. El grueso del ejército cruzó la península griega y se unió a la avanzada en Tarento.
Durante la campaña en Italia, Pirro recibió enviados de las ciudades sicilianas de Agrigento, Siracusa y Leontinos, quienes le pidieron ayuda para derrocar el poder cartaginés. Pirro aceptó y reforzó las ciudades sicilianas con 20.000 soldados de infantería, 3.000 de caballería, 20 elefantes de guerra y 200 naves.
Al principio, la guerra de Pirro en Sicilia contra Cartago fue un éxito. Hizo retroceder a las fuerzas cartaginesas y se apoderó de la ciudad-fortaleza de Eryx, aunque tuvo que renunciar a Lilibea. Después de estas pérdidas, Cartago intentó negociar la paz, proponiendo conservar solo Lilibea. Pirro no aceptó, a menos que Cartago renunciara a toda Sicilia, mientras su asedio a Lilibea fracasaba. Según Plutarco, Pirro planeó atacar Cartago y comenzó a preparar una expedición. Sin embargo, su trato duro con las ciudades sicilianas hizo que la hostilidad de los griegos creciera, y se vio obligado a abandonar Sicilia hacia el sur de Italia en 276 a.C.
Sus expediciones en Italia no tuvieron victorias decisivas, y Pirro se retiró a Epiro. Para Cartago, esto significó que la situación volvió a ser como antes. Para Roma, el hecho de que Pirro no hubiera podido defender las colonias de la Magna Grecia significó que estas entrarían en su área de influencia, que se extendería a toda la península italiana.
Guerras Púnicas
La lucha entre Roma y Cartago creció con el poder de ambas ciudades. Las tres Guerras Púnicas pusieron a Roma al borde de la derrota, pero terminaron con la destrucción de Cartago en 146 a.C., después de un asedio de tres años.
Primera guerra púnica (264-241 a.C.)
El conflicto entre Roma y Cartago siguió a muchos años de tratados. Se extendió entre 264 y 241 a.C., y fue principalmente una guerra naval y una lucha por el control de Sicilia. El problema principal era la posesión del estrecho de Mesina. Los cartagineses tomaron la ciudad de Mesina, que había sido ocupada por los mercenarios mamertinos en 288 a.C.
En su lucha contra Hierón II, los mamertinos pidieron ayuda a Cartago, y luego se dirigieron a Roma. Roma consideró la petición como una rendición y no podía ignorar Mesina, que estaba cerca de las ciudades griegas de Italia que acababan de ponerse bajo su protección. Apio Claudio Cáudex cruzó el estrecho y tomó por sorpresa la guarnición púnica de Mesina, lo que inició la guerra. Después de este revés, el gobierno de Cartago reunió a sus tropas en Agrigento, pero los romanos, liderados por Claudio y Manio Valerio Máximo, se apoderaron de las ciudades de Segesta y Agrigento, tras un asedio de siete meses. En Agrigento, los cartagineses lograron escapar. Muchas ciudades sicilianas eligieron aliarse con Roma, y Cartago decidió concentrar sus fuerzas en ciertos puntos, manteniendo a raya a las fuerzas romanas. Las batallas navales, que por un tiempo favorecieron a Cartago, se equilibraron a partir de la invención romana del corvus, un sistema de abordaje usado por primera vez en 260 a.C., en la batalla de Milas, ganada por el cónsul romano Cayo Duilio. Además, los romanos, dirigidos por Marco Atilio Régulo, llevaron una expedición a África, a la región del cabo Bon, en 256 a.C.
Los cartagineses entonces reclutaron mercenarios de Esparta, como Jantipo. Después de un combate, Régulo fue hecho prisionero. Escritores posteriores afirman que fue enviado a Roma para pedir condiciones de paz inaceptables y regresó a Cartago para sufrir un martirio, pero esta leyenda es falsa, según Serge Lancel.
Roma intentó en vano obtener ventaja en el mar, mientras la guerra terrestre continuaba en Sicilia. El asedio de Lilibea terminó en fracaso para los romanos. La guerra duró veinte años más, sin ningún enfrentamiento decisivo, hasta la batalla de las Islas Egadas, en 241 a.C., con la derrota definitiva de Cartago y su expulsión de Sicilia. Las condiciones de paz fueron fijadas por la paz de Lutacio.
Primer período entre guerras (241-218 a.C.)
La Guerra de los Mercenarios
Después de ceder Sicilia a los romanos, Cartago tuvo que sofocar una revuelta de sus mercenarios en 241 a.C., principalmente Spendios y Campanios, liderados por el libio Matón. Giscón repatrió al ejército de Sicilia, dividiéndolo en grupos de mercenarios y libios. El Senado de Cartago, a través de Hannón, intentó discutir el monto del salario adeudado y reunió a los mercenarios en Cartago, y luego en Sicca. Los rebeldes, libios y campanios, según Polibio, amenazaron al estado y obtuvieron sus salarios.
Sin embargo, sus demandas adicionales complicaron la situación. La guerra fue muy dura, como una guerra civil, debido a su fuerte carácter africano. La mayoría de las ciudades africanas apoyaron a los rebeldes y les proporcionaron tropas.
Amílcar Barca se alió con los númidas y usó la diplomacia para lograr que algunos se pasaran a su bando. En respuesta, los rebeldes torturaron y mataron a Giscón y a varios cientos de cartagineses. Finalmente, fueron aplastados por Amílcar en el llamado desfiladero de la sierra. Spendios y Mathó fueron crucificados.
Durante una revuelta local, Roma intervino, violando claramente el tratado de paz, y Cartago perdió Cerdeña entre 238 y 237 a.C. Cartago quiso reaccionar, pero ante la amenaza romana de reanudar la guerra, se vio obligada a aceptar la situación. Poco después, los romanos también tomaron posesión de Córcega. En 218 a.C., Cartago también perdió Malta.
Este evento ha pasado a la historia, gracias al lugar que ocupa en la novela de Gustave Flaubert, Salambô (1862), que sigue fielmente el relato de Polibio.
La Hispania bárcida
La familia de los Bárcidas conquistó un territorio en el sureste de Hispania, a partir de antiguas posesiones fenicias. La expansión púnica en la península ibérica tenía como objetivo compensar las pérdidas de Sicilia y Cerdeña, y tomar posesión de importantes zonas mineras. De hecho, al final de la primera guerra púnica, Amílcar Barca decidió tomar posesión de las minas ibéricas y, sobre todo, obtener una base territorial en Iberia para resistir a los romanos.
Las minas ayudaron a pagar la indemnización de guerra que se debía a Roma. En 226 a.C., el tratado del Ebro firmado entre Asdrúbal el Bello y Roma, prohibió a los cartagineses cruzar el río con armas. En 219 a.C., el sitio de Sagunto, una ciudad aliada de Roma, desencadenó la segunda guerra púnica.
Segunda guerra púnica (218-202 a.C.)
La segunda guerra púnica tuvo como punto culminante la campaña de Italia: el general Aníbal Barca, de la familia de los bárcidas, logró cruzar los Pirineos y los Alpes con sus elefantes. Sin embargo, no intentó entrar en Roma. El pretexto de la guerra fue el asedio de Sagunto por los cartagineses. Una embajada romana a Cartago solo pudo confirmar que la ciudad aprobaba la acción de Aníbal en Iberia, y por lo tanto, el conflicto entre las dos potencias. La expedición de Aníbal comenzó en 218 a.C., con un ejército de 90.000 soldados de infantería, 12.000 de caballería y 37 elefantes. Cruzó la Galia, evitando a los aliados de Roma en la región, e incluso logró que algunos pueblos galos se unieran a él. Consiguió cruzar los Alpes por un camino alejado del mar, para evitar a las legiones romanas, aunque perdió la mayor parte de sus elefantes de guerra y muchos soldados, de modo que solo llegaron a Italia unos 20.000 soldados de infantería y 6.000 de caballería. El descenso por Italia fue una sucesión de victorias rápidas: Batalla del Tesino, Batalla del Trebia, Batalla del Lago Trasimeno. Después de esta última, Aníbal dejó marchar a los aliados italianos para dividir al bando contrario, y renunció a tomar la ciudad. Roma nombró dictador a Quinto Fabio Máximo, pero sufrió una nueva derrota en la Batalla de Cannas, debido a la superioridad táctica de los cartagineses.

Sin embargo, la superioridad numérica estaba del lado romano, pues 70.000 hombres resistían en el campo de batalla, mientras que los cartagineses iban perdiendo efectivos sin posibilidad de reemplazarlos, al fracasar la llegada de refuerzos desde Hispania. Las dudas de Aníbal permitieron a los romanos reorganizarse. Aníbal centró entonces sus esfuerzos en la diplomacia, primero con Filipo V de Macedonia, para abrir un segundo frente, y luego con los aliados italianos de Roma, prometiéndoles la independencia. Poco a poco, el curso de la guerra fue cambiando. Los romanos se aseguraron la lealtad de las ciudades e hicieron retroceder a Aníbal en el centro y sur de Italia.
El frente se abrió en España en 218 a.C., con una sucesión de victorias y derrotas de Roma, tras la intervención de Escipión Africano, que tomó Carthago Nova en 209 a.C. Asdrúbal Barca partió al encuentro de su hermano, pero murió en 207 a.C. en la batalla del Metauro, eliminando así toda esperanza de refuerzos para Aníbal.
Escipión firmó la paz con Filipo V en 206 a.C. y aprovechó los cambios de bando de Sifax y Masinisa en África para atacar la retaguardia de Cartago. Fue entonces cuando llevó la guerra a África, en 204 a.C., contra Sifax, que había vuelto a la alianza púnica, pero fracasó en Útica. En 203 a.C. venció a Asdrúbal Giscón y a Sifax en la batalla de los Grandes Campos. Las conversaciones de paz posteriores no dieron fruto, y la guerra continuó con la batalla de Zama en 202 a.C., que selló la derrota de Cartago.
Cartago perdió todas sus posesiones hispánicas y su flota, excepto diez naves, con la prohibición de cualquier remilitarización y de emprender ninguna guerra sin permiso de Roma. Aníbal huyó y se refugió en Hadrumeto. La indemnización de guerra fue de 10.000 talentos.
A pesar de ello, no todos los romanos quedaron satisfechos, ya que la rápida recuperación económica de su rival, que pidió pagar en diez años las indemnizaciones previstas para cincuenta, confirmó la amenaza potencial de los púnicos. Impulsados por el temor de volver a enfrentarse con Cartago, los romanos decidieron seguir la famosa frase de Catón el Viejo: "Carthago delenda est" (Cartago debe ser destruida).
Tercera guerra púnica. Destrucción de Cartago
La tercera guerra púnica (149-146 a.C.) se desató por una ofensiva romana en África que terminó con la destrucción de Cartago, tras un asedio de tres años.
Cartago, que había alcanzado cierta prosperidad económica entre 200 y 149 a.C., se vio obligada a violar el tratado de 201 a.C. con Roma, debido a los continuos ataques de Masinisa, que llevaron a una guerra contra Numidia. En 151 a.C. se pagó la última indemnización de guerra a Roma, pero en los años siguientes, Cartago sufrió las intrusiones de Masinisa en la región de los Grandes Campos, sin que Roma hiciera nada. En 150 a.C., Cartago decidió contraatacar para frenar la expansión númida. Este fue el Casus belli (motivo de guerra) esperado por Roma, que decidió enviar tropas. El asedio de Cartago se prolongó desde 149 hasta 146 a.C. Después de entregar 300 rehenes, Cartago recibió las exigencias de Roma: debía entregar sus armas y máquinas de guerra. Además, los púnicos debían abandonar la ciudad e instalarse lejos del mar.
Los cartagineses rechazaron las condiciones y se prepararon para el asalto final, proporcionando oro y caballos. Los cónsules Censorino y Manilio fracasaron contra el sistema defensivo de la capital, hasta que el mando pasó a Escipión Emiliano en 147 a.C., quien logró la victoria.
El asedio terminó con el asalto final en 146 a.C., seguido de la destrucción total de la ciudad. Los soldados romanos fueron de casa en casa, matando o esclavizando a la población. Los relatos de la guerra señalan una ferocidad especial. Alrededor de 50.000 personas fueron convertidas en esclavos.
La caída e incendio de la ciudad duraron diecisiete días. Borrada del mapa, solo quedaron ruinas, y su territorio fue declarado sacer (maldito). En el siglo XX, una teoría indicaba que los romanos sembraron de sal las tierras agrícolas de Cartago para impedir su cultivo, pero esta teoría ha sido desmentida.
Cartago romana
El final de la tercera guerra púnica marcó el establecimiento de la provincia romana de África, con una superficie de 25.000 km², y protegida de los deseos númidas por la fossa regia. Después de la caída de Cartago, su rival, Útica, aliada de los romanos, se convirtió en la nueva capital de la provincia y centro económico y político de la región.
Aunque los Gracos, en particular Cayo Sempronio Graco, intentaron establecer una colonia romana de veteranos en 122 a.C., con el nombre de Colonia Junonia Carthago, el intento fracasó.
Más tarde, Julio César declaró que Cartago debería ser reconstruida, pero su asesinato en los idus de marzo de 44 a.C. frustró el plan. La reconstrucción fue obra de Augusto en 29 a.C., y la nueva ciudad tomó el nombre de Colonia Julia Carthago. Esta nueva Cartago tenía como objetivo político promover la romanización del norte de África, una región que era a la vez líbico-numidia y púnica, como lo muestran las primeras construcciones públicas.
Esta colonia se dotó de un vasto y rico territorio, que incluía antiguas ciudades africanas, como Dougga, donde podían instalarse los veteranos romanos. La ciudad se convirtió en la capital administrativa de la provincia de África proconsular y sede del procónsul. Fue asignada al Senado, ya que se consideraba pacificada. Sin embargo, en la ciudad se estacionó una cohorte romana para asegurar el mantenimiento del orden y ejecutar las órdenes del procónsul. La calma se mantuvo de forma continua desde finales del siglo I hasta mediados del siglo III. Bajo Septimio Severo, Cartago vio disminuir su territorio, ya que las ciudades que la componían accedieron a la autonomía municipal. A cambio, obtuvo el ius italicum, un privilegio fiscal del que también se beneficiaron otras ciudades africanas, como Útica y Leptis Magna.
Tras la fundación de la colonia, la ciudad recuperó rápidamente su importancia y prosperidad de antaño, convirtiéndose en una de las ciudades más importantes del Imperio romano. El enriquecimiento se debió a las exportaciones de trigo y aceite de oliva a Roma, y alcanzó su punto máximo con la dinastía Severa, entre los siglos II y III.
La población se estima entre 100.000 y 200.000 habitantes en los siglos I y II, llegando a los 300.000 después de la conquista vándala, para una ciudad de 321 hectáreas de superficie.
El cristianismo se estableció firmemente, incluso antes de Constantino I. Las persecuciones imperiales produjeron mártires desde finales del siglo II. Cipriano de Cartago, su primer obispo, sufrió martirio en 258. Las persecuciones de Diocleciano se llevaron a cabo allí con particular dureza.
Esto hizo que se convirtiera en el mayor centro espiritual de Occidente, y patria de Tertuliano, san Cipriano o Aurelio de Cartago.
Una serie de concilios de Cartago comenzó algunos años después, con la participación de 70 obispos. Tertuliano se separó de la corriente principal representada por el obispo de Roma, una división más grave que la de los donatistas. A esto siguieron persecuciones y abandonos de la fe de algunos miembros de la Iglesia, entre ellos el obispo de Cartago. Contra ellos luchó repetidamente Agustín de Hipona. En 397, se confirmó el Canon bíblico de la Iglesia de Occidente en el concilio de Cartago.
Siglo vándalo

Cartago y otros centros de la provincia fueron conquistados en 439 por las tropas vándalas del rey Genserico, quien venció al general bizantino Bonifacio, e hizo de Cartago la capital de su reino. Genserico era arriano, es decir, considerado un hereje por el catolicismo establecido. El período vándalo coincidió con un regreso a las persecuciones, aunque hay que ser cauteloso sobre su alcance. Las fuentes son principalmente católicas y pueden ser parciales. Sin embargo, algunas fuentes dan testimonio de obras urbanas que difícilmente pueden comprobarse, dado el estado de los restos.
Después de un intento fallido de reconquista en el siglo V, los bizantinos de Justiniano vencieron a los vándalos en el siglo VI. El 15 de octubre de 533, el general bizantino Belisario entró en Cartago y evitó el saqueo de la ciudad.
Cartago bizantina
Justiniano estableció en Cartago la sede de su diócesis de África e intentó restaurar la ciudad y la provincia. Como consecuencia de la crisis monotelista, los emperadores bizantinos, opuestos a la Iglesia de África, se alejaron de Cartago.
Bajo el reinado del emperador Mauricio, Cartago se convirtió en exarcado, al igual que Rávena en Italia. Los dos exarcados eran los baluartes de Bizancio, ya que representaban los últimos territorios que aún poseían en Occidente. A principios del siglo VII, el exarca de Cartago, de origen armenio, Heraclio, logró derrocar al emperador Focas.
El exarcado bizantino no pudo, sin embargo, resistir la conquista musulmana del Magreb del siglo VII. El primer ataque se lanzó desde Egipto, sin mucho éxito, en 647. Una campaña más efectiva se llevó a cabo entre 670 y 683. En 698, el exarcado de Cartago fue finalmente sometido por Hassan Ibn Numan, al frente de un ejército de 140.000 hombres. El gobernador omeya destruyó Cartago, como hicieron los romanos en 146 a.C., y fundó Kairouan, que la sustituyó como centro regional. La destrucción del exarcado de Cartago marcó el final de la influencia romana y bizantina en el norte de África y el ascenso del islam en Magreb.
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Véase también
En inglés: History of Carthage Facts for Kids