Sexenio Democrático para niños
El Sexenio Democrático o Sexenio Revolucionario fue un periodo importante en la historia de España. Duró seis años, desde el triunfo de la Revolución de 1868 en septiembre de ese año, hasta un evento militar en diciembre de 1874. Este evento marcó el inicio de una nueva etapa conocida como la Restauración borbónica.
Este periodo se divide en varias fases:
- La primera fue el Gobierno Provisional de 1868-1871, que duró desde 1868 hasta 1871.
- La segunda fue el reinado de Amadeo I, que fue de 1871 a 1873.
- La tercera fue la Primera República Española, que comenzó en febrero de 1873 después de que el rey Amadeo de Saboya dejara el trono.
La Primera República se dividió a su vez en dos partes:
- La República federal, que terminó con un evento militar en enero de 1874.
- La República unitaria, también conocida como la etapa del general Serrano, que finalizó con un evento militar en diciembre de 1874 en Sagunto. Este evento fue liderado por el general Arsenio Martínez Campos y buscaba restaurar la monarquía de la familia Borbón, con Alfonso XII, hijo de Isabel II, como rey.
Durante estos años, participaron varios grupos políticos:
- Los unionistas, liderados por el general Serrano.
- Los progresistas, con el general Prim al frente, y después de su fallecimiento, Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla.
- Los demócratas monárquicos, conocidos como «cimbrios», con Cristino Martos y Nicolás María Rivero como líderes.
- Los republicanos federales, cuyos líderes eran Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar.
También existían otros grupos:
- El Partido Moderado, que se acercaba cada vez más a las ideas de los alfonsinos, dirigidos por Antonio Cánovas del Castillo.
- Los carlistas, que iniciaron una guerra en 1872, la tercera guerra carlista, para intentar que Carlos VII fuera rey.
- Los grupos que buscaban la independencia de Cuba, lo que llevó a la guerra de los Diez Años después de un evento conocido como el Grito de Yara.
Contenido
¿Qué pasó antes del Sexenio Democrático?
La situación política antes de 1868
En 1863, la reina Isabel II quitó de su puesto al general Leopoldo O'Donnell, quien había sido presidente del gobierno durante cinco años. El Partido Progresista esperaba ser llamado para gobernar, pero la reina eligió a un miembro del Partido Moderado, el marqués de Miraflores. Esto hizo que los progresistas decidieran no participar en las elecciones, lo que significaba que no reconocían la legitimidad de las Cortes ni de la monarquía.
El gobierno de Miraflores duró poco, al igual que los dos siguientes. En 1864, el general Ramón María Narváez, una figura fuerte del Partido Moderado, fue nombrado presidente. Él se mantuvo en el poder hasta junio de 1865, cuando la reina lo destituyó debido a unos sucesos trágicos conocidos como la Noche de San Daniel. Entonces, Isabel II volvió a llamar a Leopoldo O'Donnell para que liderara su partido, la Unión Liberal. Este partido era una especie de "centro", formado por moderados más abiertos y progresistas más moderados.
En junio de 1866, hubo un levantamiento en Madrid para acabar con la monarquía, conocido como la sublevación del cuartel de San Gil. Al mes siguiente, la reina Isabel II destituyó al general O'Donnell porque pensó que había sido demasiado blando con los rebeldes. Llamó de nuevo al general Narváez para reemplazarlo. Narváez adoptó una política muy estricta y represiva, lo que hizo imposible que la Unión Liberal volviera al poder. Esto llevó a la Unión Liberal a retirarse del Senado.
La economía en crisis (1866-1868)
A principios de 1866, España sufrió su primera crisis financiera importante. Aunque ya había problemas en la industria textil de Cataluña desde 1862, debido a la falta de algodón por la guerra civil en Estados Unidos, lo que realmente desató la crisis financiera de 1866 fueron las grandes pérdidas de las empresas de ferrocarriles. Esto afectó a bancos y otras empresas de crédito. Las primeras quiebras ocurrieron en 1864, pero en mayo de 1866 la crisis golpeó a dos importantes empresas de crédito en Barcelona, causando mucho miedo.
A esta crisis financiera se sumó una grave crisis de subsistencias en 1867 y 1868. Esto ocurrió por las malas cosechas de esos años. Los más afectados no fueron los empresarios o políticos, sino la gente común, que sufrió por la escasez y el alto precio de alimentos básicos como el pan. Hubo protestas en varias ciudades, como Sevilla y Granada, donde la gente pedía "¡Pan a ocho!" (reales).
La crisis de alimentos empeoró por el aumento del desempleo, causado por la crisis económica. Esto afectó especialmente a la construcción y las obras públicas, incluyendo los ferrocarriles, que eran sectores que daban mucho trabajo. La combinación de ambas crisis creó una situación social muy tensa, dando razones a la gente para unirse a la lucha contra el gobierno de Isabel II.
Aunque la crisis económica no fue la única causa de la Revolución de 1868, sí hizo que las élites políticas y económicas se dieran cuenta de que el gobierno de Isabel II se había alejado de la realidad del país. Para muchos, era el fin de una época. La grave crisis de alimentos de 1867-1868 extendió la sensación de desastre nacional en los últimos años del reinado de Isabel II.
La crisis económica aceleró el debilitamiento del gobierno de Isabel II. El gobierno tenía que enfrentarse a varios grupos descontentos: los inversores que querían proteger su dinero, los industriales que necesitaban más protección para sus productos, y los campesinos y obreros que no querían pasar hambre.

El acuerdo de Ostende
El Pacto de Ostende fue un acuerdo entre progresistas y demócratas, firmado en la ciudad de Ostende, Bélgica, el 16 de agosto de 1866. Fue una idea del general progresista Juan Prim para derrocar la monarquía de Isabel II. El pacto tenía dos puntos principales:
- Primero, cambiar lo que existía en el gobierno.
- Segundo, nombrar una asamblea que crearía una nueva Constitución, bajo la dirección de un gobierno provisional. Esta asamblea decidiría el futuro del país, y sería elegida por sufragio universal directo (todos los hombres mayores de edad podrían votar).
La forma en que estaba escrito el primer punto permitía que otras personas y grupos políticos se unieran. Así, después de la muerte de O'Donnell el 5 de noviembre de 1867, los generales Prim y Serrano firmaron un acuerdo en marzo de 1868 para que la Unión Liberal se sumara al pacto. Con esto, la Unión Liberal aceptó participar en la creación de una nueva Constitución y en la búsqueda de una nueva familia real. También aceptaron que la nación era la única soberana y que habría sufragio universal.
La respuesta de Narváez fue hacer su política aún más estricta. Las Cortes, que habían cerrado en julio de 1866, no volvieron a abrirse. Fueron disueltas y se convocaron nuevas elecciones para principios de 1867. El gobierno influyó tanto que los diputados del gobierno obtuvieron una mayoría enorme, y la Unión Liberal, que era la oposición, se quedó con solo cuatro diputados. Además, en el nuevo reglamento de las Cortes aprobado en junio de 1867, se eliminó el voto de censura, lo que redujo mucho su capacidad para controlar al gobierno. En abril de 1868, el general Narváez falleció, y la reina nombró en su lugar al ultraconservador Luis González Bravo, quien continuó con la política autoritaria y represiva de su predecesor.
La Revolución de 1868: "La Gloriosa"
El 16 de septiembre de 1868, el general Prim llegó a Cádiz desde Londres. Dos días después, el 18 de septiembre, el almirante Juan Bautista Topete se levantó con la flota. El 19, después de que el general Serrano y otros generales unionistas llegaran de Canarias, Topete leyó un manifiesto escrito por Adelardo López de Ayala. Este manifiesto explicaba el levantamiento y terminaba con la famosa frase "¡Viva España con honra!".
En los días siguientes, el levantamiento se extendió por el resto del país, comenzando por Andalucía. Se formaron juntas provinciales que movilizaron a la gente con promesas de sufragio universal (derecho a voto para todos los hombres), eliminación de impuestos y del reclutamiento forzoso (servicio militar obligatorio), y una nueva Constitución. En las ciudades, las juntas revolucionarias, formadas por demócratas y progresistas, tomaron el poder.
El mismo día en que se publicó el manifiesto, González Bravo renunció. La reina Isabel II nombró al general José Gutiérrez de la Concha para reemplazarlo. Él organizó un ejército en Madrid, a pesar de la falta de apoyo de los militares, y lo envió a Andalucía para detener la rebelión. Al mismo tiempo, aconsejó a la reina que regresara a Madrid desde San Sebastián, donde estaba de vacaciones. Pero poco después de que la reina comenzara el viaje, el general de la Concha le envió un telegrama pidiéndole que se quedara en San Sebastián, porque la situación de las fuerzas leales había empeorado.
El 28 de septiembre, tuvo lugar la importante batalla de Alcolea (en la provincia de Córdoba). Las fuerzas rebeldes, al mando del general Serrano, ganaron gracias al apoyo de miles de voluntarios armados. Al día siguiente, el levantamiento triunfó en Madrid. El 30 de septiembre, Isabel II abandonó España desde San Sebastián. Entonces, toda resistencia de las fuerzas leales a la reina terminó. El 8 de octubre, se formó un Gobierno provisional presidido por el general Serrano, con el general Prim y el almirante Topete como parte de él. Así se selló el triunfo de la Revolución de 1868, también llamada "La Gloriosa", que puso fin al reinado de Isabel II.

El Gobierno Provisional (1868-1871)
¿Quiénes formaron el Gobierno Provisional?
Después del triunfo de la revolución, se formó un Gobierno Provisional. Estaba presidido por el general Serrano (unionista). Prim (progresista) fue nombrado Ministro de Guerra, el almirante Juan Bautista Topete (también unionista) se encargó de Marina, y Sagasta (progresista) de Gobernación. Los demócratas no formaron parte del gobierno, ya que no aceptaron el único puesto que se les ofreció.
Cuando el Gobierno Provisional anunció que apoyaba la monarquía, rompiendo el acuerdo del Pacto de Ostende de mantenerse neutral, el Partido Demócrata decidió apoyar claramente la república. Cambiaron su nombre a Partido Republicano Democrático Federal. Una minoría de demócratas que creían que la democracia podía convivir con la monarquía, aunque seguían apoyando la república a largo plazo, no continuaron en el partido. Se unieron a la coalición de unionistas y progresistas que apoyaba al Gobierno Provisional. A estos se les llamó «cimbrios».
Dentro del Partido Republicano Federal había varias ideas. Una más conservadora, liderada por Emilio Castelar, que quería una administración centralizada para España. Un segundo grupo, «centrista», liderado por Francisco Pi y Margall, que defendía una república federal. Ellos veían a España como una federación de estados regionales históricos. Este grupo aceptaba la ley y se oponía a los levantamientos armados. Finalmente, estaban los «intransigentes», que, a diferencia de los otros, apoyaban los levantamientos para construir el estado federal "de abajo arriba". No tenían un líder claro, pero consideraban a José María Orense como su "patriarca". Las bases de apoyo de los republicanos estaban en la pequeña burguesía, las clases populares urbanas (artesanos, trabajadores) y parte del movimiento obrero y campesino, antes de que fueran atraídos por las ideas anarquistas y socialistas.
Elecciones y cambios importantes
Por primera vez, se convocaron Cortes Constituyentes (un parlamento para crear una Constitución) mediante elecciones con sufragio universal masculino (hombres mayores de 25 años podían votar). El 70% de las personas con derecho a voto participaron. La composición del Parlamento fue la siguiente: progresistas (159 diputados), unionistas (69), republicanos federales (69), demócratas (20), carlistas (18), isabelinos o liberales moderados (14), y republicanos unitarios (2). Este grupo elaboraría y aprobaría en junio de 1869 la Constitución de la nueva monarquía.
Además de la Constitución, las Cortes discutieron la abolición de la esclavitud. Por el momento, solo se aprobó la «libertad de vientres» (ley Moret del 4 de julio de 1870, llamada así por Segismundo Moret, ministro). La abolición total de la esclavitud tardaría varios años más: en 1873 para Puerto Rico y en 1886 para Cuba. En ambas colonias, al mismo tiempo que la Revolución Gloriosa en España, hubo levantamientos por la independencia: el Grito de Lares en Puerto Rico (que duró poco) y el Grito de Yara en Cuba (que llevó a la guerra de los Diez Años cubana). Dentro del movimiento independentista, hubo conflictos entre los ricos dueños de plantaciones y el resto de los cubanos, que querían el fin de la esclavitud. La forma en que se manejaron estos asuntos (colonial y de esclavitud) dio muchos argumentos a la oposición contra los gobiernos del Sexenio.
Por otro lado, el Gobierno permitió la libertad de prensa y de asociación. Los profesores que habían sido castigados, como Emilio Castelar, recuperaron sus puestos en la Universidad. Se tomaron medidas económicas para reducir el dinero que el gobierno debía, como establecer la peseta como moneda oficial y hacer obligatorio el sistema métrico decimal.
La búsqueda de un nuevo rey
Como los partidos que defendían la monarquía ganaron las elecciones, y la Constitución de 1869 establecía la monarquía como forma de gobierno, el nuevo Gobierno tuvo que buscar un nuevo rey para España. Mientras tanto, el general Serrano asumió el cargo de regente (gobernante temporal).
Encontrar un rey se convirtió en un gran problema, tanto dentro de España como a nivel internacional. Los grupos políticos que habían derrocado a Isabel II no se ponían de acuerdo sobre quién debería reemplazarla: los unionistas querían al duque de Montpensier, y los progresistas a Fernando de Sajonia-Coburgo. Además, las principales potencias de Europa, que eran todas monarquías, competían por "colocar" a "su" candidato en el trono español.
El portugués Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha rechazó la oferta. La candidatura de Antonio de Orleans, duque de Montpensier y esposo de la hermana de la reina, María Luisa Fernanda de Borbón, no prosperó porque mató en un duelo al infante Enrique de Borbón, hermano del esposo de Isabel II. El alemán Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen (a quien los españoles llamaban con humor "Olé, olé, si me eligen" por la dificultad de su apellido), contaba con el importante apoyo del canciller Otto von Bismarck. Sin embargo, Napoleón III de Francia lo vetó, temiendo que Francia quedara entre dos monarquías Hohenzollern. En medio de este conflicto, se presentó el Telegrama de Ems, que desató la guerra franco-prusiana en julio de 1870. El futuro Alfonso XII no fue aceptado por Prim, debido al mal recuerdo del reinado de su madre, Isabel II.
Así, después de que el príncipe prusiano Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen fuera descartado por la oposición de Napoleón III, y el duque de Montpensier también fuera rechazado por Napoleón III debido a la rivalidad entre las familias reales francesas, y porque la relación familiar de Montpensier con los Borbones (era cuñado de Isabel II) hacía que esta opción tuviera poco apoyo de los partidos monárquicos-democráticos españoles, "solo quedaba la candidatura italiana de la casa de Saboya, impulsada por Prim desde el verano de 1870 hasta convertirse en su principal defensor".
El 16 de noviembre de 1870, las Cortes Constituyentes eligieron a Amadeo de Saboya, duque de Aosta y segundo hijo del rey Víctor Manuel II de Italia, como nuevo rey de España, con el nombre de Amadeo I. Votaron a favor 191 diputados, en contra 100 y hubo 19 abstenciones (60 votaron por la república federal, 27 por el duque de Montpensier y 8 por el general Espartero). La solución "solo satisfacía a los progresistas y fue recibida con mucha frialdad por la gente en España, que nunca sintió entusiasmo por el príncipe italiano". El padre Luis Coloma mencionó en su famosa novela Pequeñeces una "sátira" llamada El Príncipe Lila, que se celebró en los jardines del Retiro de Madrid, "en la que llamaban al rey 'Macarroni I'", "mientras una multitud inmensa aplaudía".
La sesión de las Cortes del 16 de noviembre de 1870, presidida por Manuel Ruiz Zorrilla, donde se votó para elegir al nuevo Rey, tuvo el siguiente resultado:
Candidatura | Votos |
---|---|
Amadeo de Saboya | 191 |
República federal | 60 |
Duque de Montpensier | 27 |
Baldomero Espartero | 8 |
Alfonso de Borbón | 2 |
República unitaria | 2 |
República | 1 |
Duquesa de Montpensier | 1 |
Blancos | 19 |
Total | 311 |

Después de jurar ante el Parlamento, Amadeo I fue proclamado rey de España el 2 de enero de 1871.
El reinado de Amadeo I (1871-1873)
El reinado de Amadeo I fue el primer intento en la historia de España de establecer una Monarquía parlamentaria (llamada en ese tiempo "monarquía popular" o "monarquía democrática"). Sin embargo, fracasó y solo duró dos años: desde el 2 de enero de 1871, cuando fue proclamado rey por las Cortes Constituyentes, hasta el 10 de febrero de 1873, cuando renunció al trono.
Una de las razones de su fracaso fue que, el mismo día de la llegada del nuevo rey a España, el general Prim falleció en Madrid. Prim había sido víctima de un ataque tres días antes. Además de ser el principal defensor del rey, Prim era el líder del Partido Progresista, el grupo político más importante de la coalición que apoyaba la monarquía. Su muerte provocó una lucha por el liderazgo entre Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla, lo que a la larga causó la "descomposición" de la coalición que debía apoyar a Amadeo I. Para Ángel Bahamonde, "la inestabilidad política del régimen se demuestra con la celebración de tres elecciones generales a Cortes y la sucesión de seis gobiernos en dos años de reinado". En resumen, como señaló M.ª Victoria López-Cordón, "el abandono de las fuerzas que deberían haberla sostenido hizo imposible la experiencia".
Otra razón fue que la monarquía de Amadeo I no pudo integrar a los grupos políticos de oposición que no reconocían al nuevo rey. Estos grupos seguían defendiendo sus propios proyectos: la república, la monarquía carlista o la monarquía alfonsina. Los republicanos federales protagonizaron varios levantamientos armados en Andalucía y Cataluña. En estos levantamientos se mezclaron demandas populares como el reparto de tierras, la eliminación del servicio militar obligatorio y de los impuestos. Esto demostró la falta de apoyo popular al nuevo monarca, a quien la gente, burlándose, llamaba "Macarronini I" o "Macarrón I".
Por su parte, los carlistas iniciaron una nueva ofensiva militar en 1872, que se extendería más allá del Sexenio, hasta 1876. Liderados por Carlos VII, nieto de Carlos María Isidro, movilizaron a unos 45.000 hombres armados. Para aumentar su apoyo, el 16 de junio el pretendiente restauró los fueros (leyes y privilegios) catalanes, aragoneses y valencianos que habían sido eliminados por Felipe V. Además, creó un gobierno en Estella, que fue el inicio de un estado carlista con ayuntamientos y diputaciones organizados según el régimen foral, promoviendo las lenguas locales y las instituciones tradicionales anteriores a 1700. El levantamiento tuvo éxito en Cataluña, Navarra, País Vasco y en algunos puntos aislados del resto de España, donde las tropas carlistas controlaron las zonas rurales, pero no las ciudades.
Al día siguiente de la renuncia de Amadeo I, el 10 de febrero, las Cortes, en una reunión no prevista en la Constitución de 1869, proclamaron la República el 11 de febrero de 1873.
La Primera República Española (1873-1874)
La República Federal (1873)
El 11 de febrero de 1873, al día siguiente de la renuncia de Amadeo I, el Congreso y el Senado, reunidos como Asamblea Nacional, proclamaron la República con 258 votos a favor y 32 en contra. No definieron si sería unitaria o federal, dejando esa decisión para las futuras Cortes Constituyentes. Nombraron como presidente del gobierno al republicano federal Estanislao Figueras.
En mayo se celebraron las elecciones para las Cortes Constituyentes. Debido a que los demás partidos no participaron, el Partido Republicano Federal obtuvo una victoria aplastante. Sin embargo, esta situación era engañosa, porque los diputados republicanos federales estaban divididos en tres grupos:
- Los «intransigentes», con unos 60 diputados, formaban la izquierda de la Cámara. Proponían que las Cortes se declararan una Convención, asumiendo todos los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial) para construir la república federal "de abajo arriba": desde el municipio a los cantones o estados, y de estos al poder federal. También defendían cambios sociales para mejorar la vida de la gente común. Este grupo no tenía un líder claro, pero reconocían a José María Orense como su "patriarca". Destacaban Nicolás Estévanez, Francisco Díaz Quintero, los generales Juan Contreras y Blas Pierrad, y los escritores Roque Barcia y Manuel Fernández Herrero.
- Los «centristas», liderados por Francisco Pi y Margall, estaban de acuerdo con los intransigentes en que el objetivo era construir una república federal, pero "de arriba abajo". Es decir, primero había que elaborar la Constitución federal y luego formar los cantones o estados federados. Este grupo no tenía muchos diputados y a menudo votaban divididos, aunque solían apoyar las propuestas de los intransigentes.
- Los «moderados» formaban la derecha de la Cámara y estaban liderados por Emilio Castelar y por Nicolás Salmerón (también destacaban Eleuterio Maisonnave y Buenaventura Abárzuza Ferrer). Defendían una república democrática que incluyera a todas las opciones liberales. Por eso, rechazaban que las Cortes se convirtieran en un poder revolucionario (como querían los intransigentes) y estaban de acuerdo con los "pimargalianos" en que la prioridad de las Cortes era aprobar la nueva Constitución. Eran el grupo más numeroso, aunque había diferencias entre los seguidores de Castelar, que querían unirse con los radicales de Cristino Martos y Nicolás María Rivero (que aceptaban la república, aunque al principio habían apoyado la monarquía de Amadeo I) y con los monárquicos constitucionales del general Serrano y Práxedes Mateo Sagasta, para incluirlos en el nuevo régimen; y los seguidores de Salmerón, que proponían que la república solo debía basarse en la alianza de los republicanos "antiguos".
A pesar de esta división, el 8 de junio proclamaron la república federal, una semana después de que se abrieran las Cortes Constituyentes bajo la presidencia del veterano republicano intransigente José María Orense, con 218 votos a favor y dos en contra:
Artículo único. La forma de gobierno de la Nación española es la República democrática federal.

Cuando el presidente del gobierno, Estanislao Figueras, que estaba muy afectado por la muerte de su esposa, supo que los generales intransigentes Juan Contreras y Blas Pierrad preparaban un levantamiento para iniciar la república federal "desde abajo", sin el gobierno ni las Cortes, temiendo por su vida, huyó a Francia el 10 de junio. Fue reemplazado por el republicano federal centrista Francisco Pi y Margall. Él estableció como prioridad derrotar a los carlistas, que ya llevaban más de un año en guerra, y elaborar y aprobar la nueva Constitución de la República Federal.
Pero el gobierno de Pi y Margall pronto se encontró con la oposición de los republicanos federales intransigentes. Esto se debió a que su programa no incluía algunas de las demandas históricas de los federales, como la eliminación de ciertos impuestos y monopolios. Lo que los "intransigentes" pedían, sobre todo, era que las Cortes, mientras se redactaba y aprobaba la nueva Constitución, se convirtieran en una Convención. De esta Convención saldría una Junta de Salud Pública que tendría el poder ejecutivo. Pi y Margall y la mayoría de los diputados centristas y moderados que apoyaban al gobierno rechazaron esta propuesta.
La respuesta de los intransigentes a la política de Pi y Margall fue abandonar las Cortes el 1 de julio. Acusaron al gobierno de haber cedido ante los enemigos de la República federal. Luego, los intransigentes pidieron la formación inmediata y directa de cantones, para construir la república "de abajo arriba", lo que inició la rebelión cantonal. Para dirigirla, se formó en Madrid un Comité de Salud Pública, aunque la iniciativa partió de los federales de cada localidad. Aunque hubo casos como el de Málaga, donde las autoridades locales lideraron el levantamiento, en la mayoría se formaron juntas revolucionarias. Dos semanas después de la retirada de las Cortes, la revuelta ya era un hecho en Murcia, Valencia y Andalucía.
Para acabar con la rebelión cantonal, Pi y Margall se negó a aplicar medidas de emergencia que le proponía el sector moderado de su partido, como suspender las sesiones de las Cortes. El presidente confiaba en que la rápida aprobación de la Constitución federal (lo cual no ocurrió) y el diálogo (que ya le había funcionado cuando la Diputación de Barcelona proclamó el Estado catalán en marzo) harían que los rebeldes entraran en razón. Aun así, no dudó en usar la fuerza. Pero como la política de Pi y Margall no logró detener la rebelión cantonal, el sector moderado le retiró su apoyo el 17 de julio, votando a favor de Nicolás Salmerón. Al día siguiente, Pi y Margall renunció, después de 37 días en el cargo.
El lema del nuevo gobierno de Salmerón fue "el imperio de la ley". Para sofocar la rebelión cantonal, tomó medidas duras. Destituyó a los gobernadores civiles, alcaldes y militares que habían apoyado a los cantonalistas. Luego, nombró a generales, aunque fueran contrarios a la República federal, como Manuel Pavía o Arsenio Martínez Campos, para que dirigieran las expediciones militares a Andalucía y a Valencia, respectivamente, y pusieran fin a la rebelión. "Además, movilizó a los reservistas, aumentó la Guardia Civil con 30.000 hombres, nombró delegados del Gobierno en las provincias con las mismas atribuciones que el Ejecutivo. Autorizó a las Diputaciones a imponer impuestos de guerra y a organizar cuerpos armados provinciales, y decretó que los barcos en poder de los cartageneros se consideraran piratas, lo que significaba que cualquier embarcación podía atacarlos estuvieran en aguas españolas o no". Gracias a estas medidas, los diferentes cantones fueron sometidos uno tras otro, excepto el de Cartagena, que resistiría hasta el 12 de enero de 1874.

Nicolás Salmerón renunció a su cargo porque no quiso firmar las sentencias de muerte de varios soldados acusados de traición. Como krausista, estaba totalmente en contra de la pena de muerte. Para reemplazarlo, las Cortes eligieron a Emilio Castelar el 7 de septiembre. Inmediatamente, Castelar consiguió de las Cortes poderes especiales para acabar con la guerra carlista y la rebelión cantonal. También logró la suspensión de las sesiones de las Cortes desde el 20 de septiembre de 1873 hasta el 2 de enero de 1874. Esto, entre otras cosas, detuvo el debate y la aprobación del proyecto de Constitución federal.
Los poderes extraordinarios que obtuvo Castelar le permitieron gobernar por decreto. Usó esta facultad para reorganizar el Cuerpo de Artillería (disuelto a finales del reinado de Amadeo I), llamar a los reservistas y convocar un nuevo leva (reclutamiento), con lo que consiguió un ejército de 200.000 hombres. También lanzó un préstamo de 100 millones de pesetas para cubrir los gastos de guerra.
A finales de noviembre, el gobierno de Castelar ordenó al general Ceballos, quien dirigía el sitio de Cartagena después de la renuncia del general Martínez Campos, bombardear Cartagena. El objetivo era "desanimar a los defensores o al menos molestarlos, para que no permanecieran tan tranquilos". El bombardeo comenzó el 26 de noviembre de 1873, sin previo aviso, y duró hasta el último día del asedio, el 12 de enero de 1874. Se contaron en total 27.189 proyectiles: "una verdadera lluvia de fuego" que causó 800 heridos y 12 muertos, y destrozos en la mayoría de los edificios (solo 28 casas quedaron intactas). Los cañones de los castillos de Cartagena y de las fragatas respondieron, pero fueron menos efectivos debido a la dispersión de las fuerzas del gobierno que sitiaban la ciudad por tierra. Después de la primera semana de bombardeo, cuando los sitiadores se dieron cuenta de que las defensas de Cartagena seguían intactas, el general Ceballos renunció. El 10 de diciembre fue reemplazado por el general José López Domínguez, también contrario a la República y sobrino del general Serrano, líder del Partido Constitucional. En la reunión que tuvo en Madrid con Castelar, este le insistió en que debía conseguir la rendición de Cartagena, costara lo que costara, antes del 2 de enero, fecha prevista para la reapertura de las Cortes.
La República Unitaria: el gobierno de Serrano (1874)
Cuando las Cortes reabrieron, a las dos de la tarde del 2 de enero de 1874, el capitán general de Madrid, Manuel Pavía, tenía a sus tropas listas por si Castelar perdía la votación en el parlamento. Pasada la medianoche, se votó la cuestión de confianza, y el gobierno fue derrotado con 100 votos a favor y 120 en contra, lo que obligó a Castelar a renunciar. Entonces, Pavía se dirigió al Congreso de los Diputados con los regimientos que lo apoyaban. Cuando llegó, la Guardia Civil, que custodiaba el Congreso, se puso a sus órdenes. Después de ordenar al presidente del Congreso, Nicolás Salmerón, que desalojara el edificio, fuerzas de la Guardia Civil y del Ejército entraron en el Congreso disparando al aire por los pasillos, y los diputados salieron rápidamente. Pavía justificó el golpe diciendo que lo había hecho por "la salvación del Ejército, de la libertad y de la patria".
El general Pavía intentó que se formara un "Gobierno nacional" presidido por Emilio Castelar. Sin embargo, Castelar se negó a asistir a la reunión de líderes políticos (constitucionales, radicales, alfonsinos y republicanos unitarios) que Pavía había convocado para ese fin. Castelar no quería mantenerse en el poder por medios antidemocráticos. En la reunión, Pavía defendió una república conservadora y, por eso, impuso al republicano unitario Eugenio García Ruiz como ministro de Gobernación y nombró al general Serrano jefe del nuevo Gobierno. Con Serrano al frente, "nominalmente la República continuaba pero completamente desnaturalizada", afirma José Barón Fernández, por lo que el golpe de Pavía significó el fin de la Primera República Española.
El general Francisco Serrano formó un gobierno que unió a constitucionales, radicales y republicanos unitarios, y del que se excluyó a los republicanos federales. Su objetivo principal era acabar con la rebelión cantonal y con la guerra carlista, para luego convocar unas Cortes que decidieran la forma de gobierno. Así se estableció el gobierno de Serrano, ya que no había Cortes (habían sido disueltas) que controlaran las acciones del gobierno, ni una ley suprema que limitara sus funciones. Aunque restableció la Constitución de 1869, la dejó en suspenso "hasta que se asegurara la normalidad de la vida política".
Recién formado el nuevo gobierno, se puso fin a la rebelión cantonal con la entrada en Cartagena el 12 de enero del general José López Domínguez, quien había reemplazado a Martínez Campos. Las primeras medidas que tomó mostraron su carácter conservador, como la prohibición inmediata de la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores, la Federación Regional Española (fundada en 1870), por atentar "contra la propiedad, contra la familia y demás bases sociales".

El 26 de febrero, Serrano fue al norte para encargarse personalmente de las operaciones contra los carlistas. Dejó al general Juan de Zavala y de la Puente al frente del gobierno y él se mantuvo como presidente del Poder Ejecutivo de la República. Después de su éxito en el levantamiento del sitio de Bilbao, Serrano reforzó su posición en el gobierno nombrando en mayo a Sagasta al frente del ministerio de Gobernación. Esto provocó la salida de los tres ministros radicales y del único ministro republicano, el unitario Eugenio García Ruiz. Así, se formó un gobierno exclusivamente constitucional que siguió presidido por el general Zavala.
Este fue reemplazado el 3 de septiembre por Sagasta, después de que Zavala intentara que los republicanos volvieran al gobierno. En ese momento, los constitucionales proponían la restauración "parlamentaria y democrática" del príncipe Alfonso. Serrano entonces nombró a Andrés Borrego para que negociara con los alfonsinos de Antonio Cánovas del Castillo. Sin embargo, este rechazó las propuestas de los constitucionales, porque implicaba reconocer a Serrano como Jefe de Estado hasta que los carlistas fueran derrotados y aceptar que la restauración borbónica llegaría a través de la convocatoria de unas Cortes generales extraordinarias. La exreina Isabel II le escribió a su hijo Alfonso: "Serrano sigue empeñado en su propósito de ser presidente de la República por 10 años con 4 millones de reales anuales".
El 1 de diciembre, Cánovas del Castillo tomó la iniciativa con la publicación del Manifiesto de Sandhurst, escrito por él y firmado por el príncipe Alfonso. En él, Alfonso se definía como "hombre del siglo, verdaderamente liberal", buscando así la reconciliación de los liberales en torno a su monarquía. También vinculaba los derechos históricos de la dinastía legítima (los Borbón) con el gobierno representativo y las libertades que lo acompañan. Era la culminación de la estrategia que Cánovas había diseñado desde que asumió el liderazgo de la causa alfonsina el 22 de agosto de 1873 (en plena rebelión cantonal). Como le había explicado a la exreina Isabel y al príncipe Alfonso en cartas de enero de 1874 (después del golpe de Pavía), su plan era crear "mucha opinión a favor de Alfonso" con "calma, serenidad, paciencia, tanto como perseverancia y energía".
Aunque Cánovas no quería que fuera por un pronunciamiento militar, el 29 de diciembre de 1874, el general Arsenio Martínez Campos se pronunció en Sagunto a favor de la restauración de la monarquía borbónica en la persona de don Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II. Serrano decidió no oponer resistencia. El 31 de diciembre de 1874 se formó el llamado Ministerio-Regencia, presidido por Cánovas, a la espera de que el príncipe Alfonso regresara a España desde Inglaterra. En ese gobierno estaban dos hombres de la Revolución de 1868 y ministros con Amadeo I: Francisco Romero Robledo y Adelardo López de Ayala, quien había redactado el manifiesto "Viva España con honra" que dio inicio a la revolución.
Véase también
En inglés: Sexenio Democrático Facts for Kids