Historia de Castilla-La Mancha para niños
La historia de Castilla-La Mancha es un viaje a través del tiempo, desde los primeros grupos humanos que vivieron en esta tierra hasta la actualidad. La región que conocemos hoy, formada por cinco provincias, se estableció en 1982 con su Estatuto de Autonomía. Antes de eso, sus territorios formaban parte de las antiguas regiones de Castilla la Nueva y Murcia.
Contenido
¿Cómo era Castilla-La Mancha en la Prehistoria?
Aunque no hay muchos estudios profundos, se han encontrado muchos restos de la Prehistoria en Castilla-La Mancha. La mayoría de estos hallazgos son de campamentos temporales cerca de los ríos, especialmente en el Guadiana y sus afluentes. Por ejemplo, en la zona del Alto Guadiana, hay muchos sitios del Paleolítico Medio.
También se han descubierto algunas pinturas rupestres, como las figuras de Fuencaliente, que se parecen un poco a las del levante español. En total, hay 93 lugares con arte rupestre levantino en la región:
- Provincia de Albacete: 79 lugares.
- Provincia de Cuenca: 12 lugares.
- Provincia de Guadalajara: 2 lugares.
Durante el Neolítico y la Edad del Bronce, en el sur y centro de la región (este de Ciudad Real y oeste de Albacete), se desarrolló la Cultura de las Motillas. Esta civilización construía asentamientos con casas muy juntas, rodeadas por muros en círculos que formaban varios niveles. Esto hacía que los asentamientos parecieran colinas artificiales y eran fáciles de defender.
La Edad Antigua: Pueblos Antiguos y Romanos

Después de la Cultura de las Motillas, la zona recibió la influencia de pueblos indoeuropeos y, más tarde, de la cultura íbera, especialmente en Albacete y Ciudad Real. Allí se encuentran importantes yacimientos como el cerro de los Santos, Pozo Moro y El Amarejo.
Los antiguos escritores describieron varios pueblos que vivían en Castilla-La Mancha en esa época. Eran ganaderos, agricultores y guerreros:
- Los celtíberos: Ocupaban parte de Guadalajara y el este de Cuenca. Dentro de ellos estaban los arévacos, los lusones y los olcades.
- Los oretanos: Su centro era Oretum, hoy Granátula de Calatrava, en Ciudad Real.
- Los carpetanos: Vivían cerca del río Tajo, y su ciudad principal era Toletum (la actual Toledo).
- Los vettones: Se encontraban al oeste de la provincia de Toledo, cerca de Talavera de la Reina.
Las primeras menciones históricas de la región hablan de guerras entre los cartagineses y los pueblos locales, justo antes de la segunda guerra púnica. La razón principal de estas guerras era el control de las minas de Sisapo (hoy La Bienvenida), que tenían el mayor depósito de mercurio del mundo. Este mineral fue muy importante para Castilla-La Mancha hasta los años 70.
La llegada de Roma

Después de vencer a los cartagineses, los romanos fueron conquistando la península ibérica. Llegaron a Toledo en el año 192 a.C., tras derrotar a varios pueblos. Poco a poco, toda la región fue conquistada. Ciudades como Ercávica y Segóbriga se aliaron con los romanos.
La región sufrió varios conflictos militares, como la Guerra Lusitana contra Viriato y las guerras Sertorianas.
Los romanos llamaron a esta gran extensión "Campo Espartario", quizás por el cultivo de esparto. Administrativamente, Castilla-La Mancha formó parte de la provincia Tarraconense y luego de la Carthaginense. Las ciudades más importantes en este periodo fueron Laminium, Libisosa, Toletum, Segóbriga, Sisapo y Oretum. Con la llegada del cristianismo, Toledo y Oretum se convirtieron en sedes de obispados.
La Edad Media: Visigodos, Musulmanes y Reconquista
El Reino Visigodo de Toledo
Cuando el Imperio romano cayó en el siglo V d. C., llegaron los pueblos vándalos y alanos, y luego los visigodos. A mediados del siglo VI, la provincia Carthaginense se dividió: una parte, donde está Castilla-La Mancha, fue controlada por los visigodos, y otra por los bizantinos.
Esta división llevó a los visigodos a buscar una nueva capital. El rey Atanagildo eligió Toledo, que se convirtió en la capital de su reino en el año 569. Toledo se hizo muy importante, especialmente después del III Concilio de Toledo, que unió más a la Iglesia y al Estado.
A pesar de su importancia, grandes zonas de la región estaban poco pobladas. Se fundaron algunas ciudades reales, como Recópolis.
El Periodo Musulmán
En el año 711, los árabes llegaron a la península ibérica y la llamaron Al-Ándalus. Se cree que el nombre "Mancha" viene del árabe: Manxa o Al-Mansha significa "tierra sin agua", y Manya significa "alta planicie".
La región de Castilla-La Mancha formó parte de la Marca Media (al-Targ al-awsat), con Toledo como centro. Aunque gran parte de la región estaba poco poblada, había más gente en la zona del Tajo. Surgieron ciudades nuevas como Cuenca y Guadalajara (cuyo nombre viene del árabe Wad-al-Hayara, "río de las piedras"). Los árabes mejoraron mucho la agricultura con sus técnicas de regadío y la ganadería con la oveja merina.
Hubo rebeliones en Toledo contra el poder central musulmán, como la Jornada del foso de Toledo.
Después de la caída del Califato de Córdoba, la mayor parte de Castilla-La Mancha quedó bajo el control de la Taifa de Toledo. Esta taifa luchó contra otras por el territorio. La ayuda del Reino de Castilla a Toledo terminó con la entrega de la ciudad en 1085, marcando el inicio de la Reconquista cristiana en el norte de la región. Sin embargo, la llegada de los almorávides convirtió Castilla-La Mancha en un campo de batalla constante. Tras la batalla de Uclés en 1108, los castellanos tuvieron que retroceder hasta el Tajo.
Del siglo XII al XV: La Reconquista y las Órdenes Militares

En 1144, el Imperio almorávide empezó a desintegrarse, dando lugar a los segundos reinos de taifas. Esto permitió el avance cristiano. Calatrava fue tomada en 1147 y su defensa se encargó a Raimundo de Fitero, fundador de la Orden de Calatrava. Sin embargo, la derrota castellana en la Batalla de Alarcos en 1195 detuvo la Reconquista.
La Reconquista se reanudó en 1212 con la batalla de las Navas de Tolosa. En los años siguientes, casi toda Castilla-La Mancha pasó a control castellano. Gran parte de la región quedó bajo el dominio de las órdenes militares:
- La Orden de Calatrava controló el Campo de Calatrava.
- La Orden de San Juan se adueñó del Campo de San Juan.
- La Orden de Santiago, con sede en Uclés, controló gran parte de la Mancha Alta y el Campo de Montiel.
La Orden de Santiago dividió sus territorios en "comunes", que eran asociaciones de pueblos para asuntos fiscales y ganaderos. El Común de La Mancha, desde 1353, incluía pueblos entre los ríos Guadiana y Gigüela, con Quintanar de la Orden como centro.
Castilla-La Mancha, como parte de los reinos de Toledo y Murcia, sufrió las guerras civiles castellanas. La primera guerra civil castellana (1351-1369) entre Pedro I y su medio hermano Enrique de Trastámara terminó en la batalla de Montiel en 1369, donde Enrique se convirtió en rey. La región también fue afectada por la Peste Negra en el siglo XIV.
En el siglo XV, Castilla-La Mancha fue escenario de más conflictos, como la guerra de sucesión castellana (1475), que enfrentó a los partidarios de Juana y los de Isabel. La guerra terminó en 1479 con la victoria de Isabel y Fernando, los futuros Reyes Católicos. Ellos crearon instituciones como la Santa Hermandad y la Inquisición, y en 1492 conquistaron el Reino de Granada, poniendo fin al dominio musulmán en la península.
La Edad Moderna: Cambios y Crecimiento
En los XIV y XV, hubo muchos enfrentamientos entre la nobleza y el rey en la Corona de Castilla. La monarquía era el centro político, pero la nobleza fortaleció su poder económico y social.
La Guerra de las Comunidades de Castilla, en el siglo XVI, fue un levantamiento de la nobleza contra el rey Carlos I y una revuelta de campesinos. Esto llevó a una unión de los señores con el rey para aplastar la rebelión, lo que causó una decadencia progresiva de Castilla.
En este siglo, la población y la producción agrícola en Castilla-La Mancha crecieron mucho, lo que llevó a la fundación de nuevas ciudades. Sin embargo, en el siglo XVII, hubo una decadencia debido a epidemias, hambrunas y emigraciones.
En el siglo XVIII, la población volvió a crecer, y se extendió el cultivo de trigo y viñedos. Se intentaron impulsar industrias, como la fábrica de armas en Toledo y las manufacturas de seda en Talavera de la Reina, pero no tuvieron el éxito esperado.

En 1785, con la organización territorial de Floridablanca, Castilla-La Mancha se dividió en las provincias de Cuenca, Guadalajara, La Mancha y Toledo.
La Edad Contemporánea: De la Revolución a la Autonomía
La Revolución Liberal

La llegada de las tropas de Napoleón en 1808 inició un periodo de revolución y liberación. Esto terminó con la expulsión de los franceses y el regreso al trono de Fernando VII. La revolución liberal continuó hasta el final de la Primera República en 1874.
En el siglo XIX, hubo varios intentos de dividir el territorio en provincias. En 1833, con la división provincial de Francisco Javier de Burgos, se modificaron los límites. La mayor parte de la provincia de La Mancha fue reemplazada por la provincia de Ciudad Real. Parte de su territorio pasó a Cuenca, Toledo y a la recién creada Albacete.
Durante el sexenio revolucionario (1868-1874), hubo movimientos federalistas en Castilla-La Mancha, con periódicos que defendían estas ideas.
La Restauración
Después de la caída de la Primera República y el regreso de la monarquía con Alfonso XII, se aprobó la Constitución de 1876. Se estableció un sistema político con dos partidos principales, lo que trajo más estabilidad. Sin embargo, este sistema también llevó a problemas como la corrupción política, especialmente el caciquismo, que estaba muy extendido en Castilla-La Mancha.
El siglo XX: Guerra Civil y Emigración

A principios del siglo XX, hubo un resurgimiento de los regionalismos. Algunos querían una Castilla unida, y otros defendían la idea de una región manchega. En 1918, la Juventud Central Manchega pidió la creación de una Mancomunidad Manchega con las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo.
Las crisis de la monarquía, la dictadura de Primo de Rivera y la llegada de la Segunda República se vivieron con intensidad en Castilla-La Mancha. Durante la Guerra Civil Española, la región fue escenario de batallas importantes, como el asedio al alcázar de Toledo y la batalla de Guadalajara.
Las décadas posteriores a la Guerra Civil estuvieron marcadas por una gran emigración. Más de medio millón de personas de Castilla-La Mancha se fueron a otras zonas más industrializadas de España o al extranjero entre 1950 y 1960.
La Transición y la Autonomía
La Constitución Española de 1978 y la creación del Estado de las Autonomías marcaron una nueva era. El autogobierno permitió a Castilla-La Mancha desarrollar su propia identidad y asumir nuevas responsabilidades.
La Etapa Preautonómica
Aunque hubo intentos anteriores de crear una entidad regional, los pasos más importantes se dieron durante la Transición. En 1977, los diputados de las cinco provincias se reunieron en Cuenca para pedir el reconocimiento de la región.
En enero de 1978, se formó la Asamblea de Parlamentarios en el Palacio de Fuensalida de Toledo, para trabajar en la configuración de Castilla-La Mancha como Comunidad Autónoma. El primer paso fue la creación del Ente Preautonómico a finales de ese año en Almagro, nombrando a Antonio Fernández-Galiano como su primer Presidente.
Durante esta etapa, se sentaron las bases institucionales y legales de la Comunidad y se gestionaron las primeras transferencias de competencias del Estado central.
El 21 de noviembre de 1980, la Junta de Comunidades decidió por unanimidad iniciar el proceso autonómico. El 24 de noviembre, las cinco Diputaciones Provinciales aprobaron el inicio del proceso, y cerca del 85% de los municipios de la Comunidad también lo apoyaron.
El 3 de diciembre de 1981, una Asamblea de parlamentarios y diputados provinciales aprobó el Proyecto de Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha. El 1 de febrero de 1982, Gonzalo Payo Subiza fue nombrado presidente del Ente Preautonómico, gestionando la fase final del proyecto.
Castilla-La Mancha, una Comunidad Autónoma
El 10 de agosto de 1982, las Cortes Generales aprobaron el Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha. Esto permitió a Castilla-La Mancha tener su propio gobierno.
Así, Castilla-La Mancha se convirtió en una entidad territorial con autonomía para crear sus propias leyes y gestionar sus asuntos, a través de su propio Gobierno y Administración, siempre dentro del marco de la Constitución española.
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