Guerras carlistas para niños
Datos para niños Guerras carlistas |
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Fecha | 1833-1876 | |||
Lugar | España | |||
Conflicto |
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Resultado | Victoria del sistema liberal (resultado directo); fin del régimen republicano y revolucionario (resultado indirecto). |
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Beligerantes | ||||
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Figuras políticas | ||||
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Las guerras carlistas fueron una serie de conflictos civiles que ocurrieron en España durante el siglo XIX. Estas guerras se originaron por dos razones principales: una disputa sobre quién debía ocupar el trono y un choque entre ideas políticas muy diferentes.
Los carlistas, que seguían el lema «Dios, Patria y Rey», defendían la monarquía tradicional, los derechos de la Iglesia y las leyes especiales de algunas regiones (llamadas fueros). Se oponían a las ideas liberales. Por otro lado, los liberales buscaban cambios políticos importantes, como un gobierno basado en una Constitución y un parlamento.
En 1833, los carlistas tenían mucho apoyo popular, especialmente en Castilla la Vieja, Cataluña y el Maestrazgo. Sin embargo, donde su levantamiento fue más fuerte fue en las Provincias Vascongadas y Navarra. Esto se debió a que las leyes locales (fueros) permitieron que sus grupos armados se organizaran mejor allí.
El convenio de Vergara en 1839 puso fin a la primera guerra carlista. Pero los levantamientos carlistas continuaron. En 1872, estalló la tercera guerra carlista, que duró hasta 1876. El carlismo siguió siendo importante en la primera mitad del siglo XX, participando en eventos clave de la historia de España.
Contenido
¿Por qué ocurrieron las Guerras Carlistas?
Las Guerras Carlistas tuvieron tres episodios principales en el siglo XIX. Antes de estas guerras, ya había habido conflictos donde se enfrentaban ideas similares, como la Guerra de la Independencia Española (1808-1814).
Durante el Trienio Liberal (1820-1823), se tomaron medidas que causaron divisiones en la sociedad española. Esto empeoró con el regreso del rey Fernando VII al poder absoluto. Los carlistas veían a los liberales como los primeros en rebelarse contra el gobierno. Los liberales, en cambio, consideraban a figuras como Rafael del Riego héroes nacionales.

En 1827, hubo un levantamiento de los "apostólicos" (grupos muy conservadores) en Cataluña, conocido como la guerra de los Agraviados. Protestaban contra los ataques a la Iglesia y pedían el regreso de la Inquisición.
El rey Fernando VII no tenía hijos varones. Para asegurar que su hija Isabel pudiera heredar el trono, en 1830 aprobó una ley llamada Pragmática Sanción de 1830. Esta ley permitía que las mujeres reinaran, algo que una ley anterior (la Ley Sálica) impedía. Pocos meses después, nació su hija Isabel.
Cuando Fernando VII enfermó gravemente en 1832, los seguidores de su hermano, Carlos María Isidro de Borbón, lograron que el rey firmara la anulación de la Pragmática Sanción. Esto significaba que Carlos heredaría el trono. Sin embargo, Fernando VII se recuperó y restableció la Pragmática Sanción antes de morir el 29 de septiembre de 1833. Los partidarios de Carlos María Isidro no aceptaron esto, argumentando que la ley se había cambiado de forma ilegal.
Como Isabel solo tenía tres años, su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, asumió la regencia. Ella llegó a un acuerdo con los liberales para proteger el trono de su hija. Los partidarios de Don Carlos fueron llamados carlistas. Sus enemigos los llamaban "absolutistas". Los carlistas eran principalmente campesinos y artesanos del campo, pero también parte de la nobleza y muchos miembros de la Iglesia. Los que apoyaban a Isabel eran conocidos como isabelinos o cristinos. El gobierno liberal tenía apoyo en las ciudades y entre la burguesía.
Las Guerras Carlistas
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Fernando VII murió en septiembre de 1833. Su hermano, Carlos María Isidro de Borbón, se proclamó rey desde Portugal. Al rechazar cualquier negociación, se le excluyó del derecho al trono. Así comenzó la primera guerra carlista, la más larga y sangrienta del siglo XIX.
La guerra empezó con el Manifiesto de Abrantes de Don Carlos el 1 de octubre. Aunque hubo levantamientos en varios lugares, las tropas de la reina los sofocaron. El desarme de los realistas, ordenado por el gobierno, hizo que más personas se unieran a las filas carlistas. España se dividió claramente en dos bandos: absolutistas (carlistas) y liberales (isabelinos). Francia, el Reino Unido y Portugal apoyaron a la reina, mientras que Rusia, Austria y Prusia no reconocieron al gobierno liberal.

Don Carlos se refugió en Londres por un tiempo, pero logró regresar a España en julio de 1834, entrando por las Provincias Vascongadas. Allí, el general Tomás de Zumalacárregui organizó un ejército carlista. En las Provincias Vascongadas y Navarra, los carlistas se hicieron fuertes en el campo, aunque ciudades como Bilbao y Pamplona siguieron fieles a la regente. El general Ramón Cabrera también unificó partidas carlistas en Aragón y Cataluña.
Al principio, los carlistas eran más indulgentes con los prisioneros. Sin embargo, los liberales, que los veían como bandidos, ejecutaban a los enemigos capturados. Esto llevó a que los carlistas también empezaran a tomar represalias, haciendo la guerra más cruel.
En abril de 1834 se firmó el Estatuto Real de 1834, una ley que no contentó a todos. También se firmó el tratado de la Cuádruple Alianza, que dio esperanza a los liberales con el apoyo de naciones extranjeras.
Para intentar humanizar la guerra, se firmó el Convenio Lord Eliot en abril de 1835, que buscaba evitar las crueldades entre ambos bandos.
En 1836, los liberales ejecutaron a la madre de Ramón Cabrera, lo que hizo que este general carlista actuara con gran dureza. La lucha se volvió más intensa. El descontento popular creció, y en Madrid se proclamó la Constitución española de 1812.
La expedición del general carlista Miguel Gómez Damas recorrió varias regiones de España, llegando hasta Galicia y Andalucía. Aunque conquistó muchas ciudades, no pudo mantenerlas. En diciembre de 1836, el general liberal Baldomero Espartero rompió el sitio de Bilbao, lo que fue una victoria importante para los liberales y debilitó a los carlistas.
Don Carlos intentó marchar sobre Madrid con la Expedición Real, pero la ciudad se defendió con entusiasmo. Espartero llegó con su ejército, y los carlistas tuvieron que retirarse. Los fracasos del pretendiente llevaron a divisiones dentro de sus propias filas.
El último periodo de la guerra estuvo marcado por la iniciativa del ejército liberal de Espartero. La indecisión de Don Carlos y la duración de la guerra causaron más divisiones entre sus seguidores. En febrero de 1839, el general carlista Rafael Maroto, de la facción moderada, ordenó ejecutar a varios generales carlistas en Estella, lo que enfureció a Don Carlos.
Finalmente, en agosto de 1839, Maroto firmó con Espartero el famoso Abrazo de Vergara, que selló la paz. Se acordó mantener los fueros en las Provincias Vascongadas y Navarra, e integrar a los oficiales carlistas en el ejército liberal. Muchos carlistas leales a Don Carlos consideraron este acuerdo como una traición.

Don Carlos se retiró a Francia. Aunque la mayoría de los carlistas aceptaron el convenio, las partidas de Ramón Cabrera continuaron la guerra en el Maestrazgo. Espartero, con fuerzas superiores, capturó varias plazas fuertes carlistas, hasta que en mayo de 1840 logró tomar Morella. Esto obligó a Cabrera y sus hombres a pasar a Francia, poniendo fin a la primera guerra carlista.
Otros conflictos carlistas importantes
Después de la primera guerra, algunos excombatientes carlistas fueron perseguidos, lo que los llevó a convertirse en "trabucaires" (bandoleros) en Cataluña y "latrofacciosos" en otras partes de España.
La Segunda Guerra Carlista (1846-1849)

En 1844, el carlismo intentó revivir su causa. Don Carlos abdicó en su hijo, Carlos Luis de Borbón y Braganza, conocido como el conde de Montemolín o Carlos VI. Se intentó casar a Carlos Luis con la reina Isabel II para resolver la disputa dinástica, pero el plan fracasó.
En 1846, el conde de Montemolín lanzó una nueva proclama y desde Londres organizó la segunda guerra carlista, también llamada guerra de los matiners. Los carlistas aprovecharon el descontento popular por las quintas (reclutamiento forzoso) en Cataluña. La guerra se extendió a otras provincias, pero muchos carlistas se mostraron indiferentes debido a cambios en el lema y la falta de unidad. La guerra terminó en 1849 con la derrota de Cabrera y la captura del conde de Montemolín.
Levantamientos posteriores
- Alzamiento carlista de 1855: La revolución de 1854, con sus ideas anticlericales, provocó una nueva reacción carlista. Hubo levantamientos en Castilla la Vieja y Aragón, pero el más importante fue en Cataluña.
- Desembarco de San Carlos de la Rápita (1860): Carlos Luis intentó aprovechar el descontento tras la guerra de África. El general Jaime Ortega y Olleta intentó proclamar a Carlos VI, pero fracasó y fue ejecutado. El conde de Montemolín fue capturado y obligado a renunciar a sus derechos.
- Alzamiento carlista de 1869: La revolución de 1868 (que destronó a Isabel II) revitalizó el carlismo. Muchos militares y políticos se unieron al nuevo pretendiente, Carlos de Borbón y Austria-Este (Carlos VII). El anticlericalismo de la época también impulsó a muchos católicos a unirse a la causa carlista. Hubo un levantamiento en julio, pero fracasó por falta de organización.
- La escodada (1870): Un nuevo levantamiento en las Provincias Vascongadas, sin la autorización de Don Carlos, fue rápidamente reprimido.
- Conspiración de 1871: El carlismo ganó popularidad política. Sin embargo, la llegada de Amadeo de Saboya al trono, visto como un "usurpador extranjero", llevó a los carlistas a optar por la lucha armada. Un plan de sublevación militar rápida fue suspendido por Don Carlos, causando frustración entre sus seguidores.
La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)

Las elecciones de abril de 1872, en las que los carlistas perdieron muchos escaños, fueron decisivas. Don Carlos consideró que el gobierno había actuado de forma ilegal y ordenó un levantamiento general para el 21 de abril.
Don Carlos entró en Vera de Bidasoa, pero la sublevación fue menor de lo esperado. La primera batalla importante, en Oroquieta (4 de mayo), fue una derrota para los carlistas, y Don Carlos tuvo que huir a Francia.
A pesar de esto, en las provincias vascas, los carlistas lograron hacerse fuertes. El 24 de mayo de 1872 se firmó el convenio de Amorebieta entre el general liberal Francisco Serrano y Domínguez y la Diputación de Vizcaya, que paralizó la guerra en el Norte por un tiempo.
En Cataluña, generales carlistas como Juan Castells y Francisco Savalls obtuvieron victorias. Don Carlos, para animar a sus seguidores, devolvió a Cataluña, Aragón y Valencia los fueros que les había quitado Felipe V siglos antes.

La proclamación de la Primera República en 1873 dio nuevos apoyos a la sublevación carlista, y la guerra se extendió por toda España. Don Carlos regresó a España el 16 de julio de 1873, esta vez al frente de un ejército regular. Los carlistas obtuvieron victorias en batallas como la de Eraul y la de Udave.
En 1874, los carlistas ganaron la batalla de Abárzuza, donde murió el general liberal Concha, y tomaron Cuenca. El gobierno liberal tomó medidas duras contra los carlistas, como el embargo de sus bienes y la expulsión de sus familias.

Tras la proclamación de Alfonso XII como rey, este se puso al frente del Ejército del Norte. Aunque Alfonso estuvo a punto de ser capturado en la Sorpresa de Lácar, las fuerzas liberales eran demasiado numerosas. La deserción de Ramón Cabrera, que reconoció a Alfonso XII, desanimó a muchos carlistas.
Finalmente, los generales liberales Arsenio Martínez Campos y Fernando Primo de Rivera derrotaron a los carlistas en Cataluña. El 17 de febrero de 1876, las fuerzas de Primo de Rivera tomaron Estella, la capital carlista. La última batalla, en Peña-Plata, selló la victoria liberal. Los carlistas se vieron obligados a pasar a Francia el 28 de febrero, y Don Carlos se despidió de sus voluntarios prometiendo: "Volveré".
Insurrecciones y conflictos carlistas posteriores
Después de 1876, los carlistas se centraron más en la política parlamentaria y en su prensa. Aunque hubo divisiones internas, siguieron organizando conspiraciones y levantamientos ocasionales, como el de Mariano de la Coloma en 1882.
A finales del siglo XIX, la crisis de la monarquía por la situación en Cuba y Filipinas dio nuevos ánimos al carlismo. Aunque Don Carlos ordenó no interferir en la guerra, algunos carlistas se alzaron en octubre de 1900.
En el siglo XX, el carlismo mantuvo su espíritu combativo. Hubo pequeños levantamientos en Cataluña en 1906. Los carlistas también tuvieron enfrentamientos violentos con grupos anticlericales, como los republicanos de Alejandro Lerroux, especialmente en Cataluña, donde hubo un episodio sangriento en 1911.
Durante la Primera Guerra Mundial, la mayoría de los carlistas apoyaron a los Imperios Centrales, argumentando que Reino Unido y Francia habían sido enemigos de España. Amenazaron con una guerra civil si España intervenía en el conflicto europeo.
Tras la proclamación de la Segunda República Española en 1931, el carlismo resurgió. Sus miembros, llamados Requetés, recibieron instrucción militar en Italia. En 1936, los carlistas conspiraron con militares contra el gobierno. Su participación fue clave en el Alzamiento del 18 de julio de 1936, que dio origen a la guerra civil española. Más de 60.000 requetés combatieron, sufriendo muchas bajas.

En abril de 1937, el general Francisco Franco disolvió la Comunión Tradicionalista, integrándola en el partido único del régimen. Franco proclamó que su movimiento era heredero del carlismo, legitimando a quienes habían luchado contra la España constitucional.
El carlismo siguió activo durante el franquismo, aunque dividido. A finales de los años 60, surgió un "neocarlismo" de izquierdas. En 1975, Sixto Enrique de Borbón intentó reorganizar el carlismo tradicionalista. En mayo de 1976, los sucesos de Montejurra resultaron en la muerte de dos personas durante un enfrentamiento entre facciones carlistas.
Motivaciones
Los carlistas se levantaron en armas por varias razones. El escritor Marcelino Menéndez Pelayo señaló que no fue solo por el trono o los fueros, sino por una reacción profunda del sentimiento católico, que consideraban atacado.
En la primera guerra carlista, los liberales gritaban "¡Viva Isabel II la liberal!", mientras que los carlistas clamaban "¡Viva nuestro rey católico, viva la religión, guerra a los enemigos de Dios!".
El espíritu de "guerra santa" fue aún más fuerte en la tercera guerra carlista. Los carlistas creían que la Revolución de 1868 había atacado la justicia, la moral y la religión. El general Francisco Savalls afirmó que la Constitución española de 1869 era "atea" y que se había atacado la familia al establecer el matrimonio civil. También criticaban la eliminación de la censura y la libertad de asociación, que, según ellos, permitían ataques a la sociedad.
Otro motivo importante fue el ideal patriótico. En la primera guerra, Tomás de Zumalacárregui hablaba del yugo extranjero. En la segunda, Ramón Cabrera decía que era una guerra de independencia. En la tercera, Carlos VII ordenó el alzamiento con el grito "¡Abajo el extranjero! ¡Viva España!".
La cuestión foral
La cuestión de los fueros (leyes y privilegios locales) también fue muy importante. Los fueros permitieron que el carlismo tuviera éxito en las Provincias Vascongadas y Navarra. Durante la tercera guerra carlista, Don Carlos restauró los fueros de Cataluña, Valencia y Aragón.
Algunos historiadores han debatido si los fueros fueron la causa principal de la movilización carlista. Algunos, como Charles Frederick Henningsen, que luchó con los carlistas, creían que la mayoría de los soldados no entendían el significado de "fueros", y que luchaban "Por el Rey". Otros, como Juan Antonio de Zaratiegui, afirmaron que el levantamiento en Navarra fue solo para defender los derechos de Don Carlos al trono.
El filósofo Jaime Balmes también opinaba que el temor a perder los fueros no fue la causa principal del levantamiento en el Norte. Sin embargo, otros, como José María Angulo y de la Hormaza, creían que el deseo de conservar los fueros sí influyó en el fin de la primera guerra carlista.
A pesar de los ruegos de algunos políticos, los fueros vasco-navarros fueron suprimidos tras la tercera guerra carlista con la Constitución española de 1876. A cambio, Navarra y las provincias vascas obtuvieron acuerdos económicos especiales.
Galería de imágenes
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La invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis, que fueron recibidos por el pueblo español como libertadores.
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Marcelino Gonfaus, alias «Marsal».
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Amadeo de Saboya, rey constitucional de España.
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El general Francisco Serrano y Domínguez, autor del convenio de Amorebieta.
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Los guardias civiles que resistieron el ataque de los carlistas en el Cuartel de la Badalona (octubre de 1900).
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Editorial del diario carlista La Esperanza tras la derrota de los montemolinistas en 1849.
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Noticia aparecida en El Intransigente (10-6-1907) que daba cuenta de una de las frecuentes reyertas entre carlistas y bizkaitarras (nacionalistas vascos) a principios del siglo XX.
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Desfile de jóvenes requetés en San Sebastián tras ser tomada la ciudad por el bando sublevado (13-9-1936).
Véase también
En inglés: Carlist Wars Facts for Kids