robot de la enciclopedia para niños

Expedición Real para niños

Enciclopedia para niños
Datos para niños
Expedición Real
Primera Guerra Carlista
Parte de primera guerra carlista
Rahden-Expedición Real.jpg
Fecha 15 de mayo- octubre de 1837
Lugar Navarra, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Comunidad de Madrid, Castilla y León, La Rioja, Cantabria y País Vasco
Resultado Retirada carlista
Beligerantes
Isabelinos Carlistas

La Expedición Real fue un importante movimiento militar que ocurrió en 1837, durante la Primera Guerra Carlista en España. Fue un intento de Carlos María Isidro de Borbón, conocido como el "Pretendiente", de tomar Madrid y convertirse en rey, en lugar de su sobrina Isabel II.

El plan de Carlos María Isidro era salir con su ejército desde el País Vasco y Navarra, donde los carlistas tenían control. La idea era marchar por Aragón hasta Cataluña, sumar más soldados carlistas de esa zona, cruzar el río Ebro y unirse con las tropas de Ramón Cabrera en el Maestrazgo. Con un ejército más grande, pensaban que tendrían la fuerza suficiente para llegar a Madrid y ganar la guerra.

Sin embargo, la información que tenían sobre las tropas en Cataluña no era correcta. Allí solo había pequeños grupos de carlistas que no pudieron unirse a la Expedición. A pesar de esto, el ejército cruzó el Ebro y se unió a Cabrera. Después de una importante victoria en la batalla de Villar de los Navarros, la Expedición avanzó sin grandes problemas hasta llegar a las puertas de Madrid.

Sorprendentemente, los carlistas no intentaron tomar la capital. Esto se explica por la cercanía de un ejército liderado por Baldomero Espartero. Los carlistas comenzaron a retirarse hacia los territorios de donde habían salido. Esta retirada fue vista como una derrota por los soldados carlistas, lo que causó problemas internos y ayudó a que la guerra terminara más tarde.

Los periódicos de Europa siguieron de cerca la Expedición Real, publicando noticias diarias. Incluso hubo periodistas británicos que viajaron para entrevistar a los participantes. Los mapas de España se vendían muy rápido en las librerías extranjeras.

¿Por qué ocurrió la Expedición Real?

El inicio de la Primera Guerra Carlista

Cuando el rey Fernando VII falleció el 29 de septiembre de 1833, su hija Isabel II fue nombrada su sucesora. Sin embargo, algunos grupos apoyaron a su hermano, Carlos María Isidro de Borbón, para que ocupara el trono. Estos seguidores fueron llamados "carlistas", y los que apoyaban a la reina Isabel II fueron conocidos como "isabelinos" o "liberales".

Las rebeliones carlistas se hicieron fuertes en una pequeña zona de Navarra, donde se formaron grupos de soldados bajo el mando de Tomás de Zumalacárregui. En 1834, también se crearon grupos carlistas en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Al mismo tiempo, se organizaron juntas civiles para recaudar impuestos y conseguir alimentos, armas y ropa para los soldados.

Zumalacárregui se convirtió en el líder principal. Sus tropas luchaban usando tácticas de guerrilla, es decir, ataques sorpresa y movimientos rápidos. A finales de abril de 1835, lograron una gran victoria en la acción de Artaza. Esto obligó al ejército isabelino a retirarse y a encerrarse en ciudades como Bilbao, Pamplona, San Sebastián y Vitoria. Gracias a esto, las tropas de Zumalacárregui ocuparon casi todas las provincias de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa en solo seis semanas.

Desafíos carlistas después de Zumalacárregui

Después de la muerte de Zumalacárregui en junio de 1835, los carlistas intentaron varias veces conquistar las capitales de estas provincias o expandirse a otras zonas, pero no lo lograron. Las fuerzas isabelinas tampoco pudieron recuperar el territorio carlista.

En 1836, el mando carlista envió varias "expediciones" a Cataluña y Castilla para intentar extender su forma de lucha, pero estas también fracasaron. Por eso, en abril de 1837, los carlistas vasco-navarros solo controlaban el territorio que Zumalacárregui había conquistado en 1835.

La necesidad de la Expedición Real

A principios de 1837, la situación económica en el territorio carlista vasco-navarro era muy difícil. El ejército enemigo había establecido un bloqueo que impedía el comercio, y los bancos europeos habían dejado de darles préstamos.

En abril de 1837, las autoridades de las provincias carlistas informaron a Carlos María Isidro que no podían seguir manteniendo a las tropas. La Junta de Navarra incluso dijo que solo podrían asegurar la comida y el apoyo para el ejército durante quince días más. Explicaron que era necesario llevar la guerra a otras provincias para poder seguir luchando.

A pesar de las dificultades, el ejército carlista había logrado victorias importantes al defender su territorio de los ataques isabelinos. Esto mantenía la moral de los soldados muy alta. Dadas estas circunstancias, el mando carlista preparó una nueva expedición, la más grande hasta entonces, conocida como Expedición Real porque el propio Pretendiente participó en ella.

¿Cómo se organizó la Expedición Real?

La infantería (soldados a pie) estaba formada por batallones de Navarra, Álava, Castilla, Aragón, granaderos y algunos soldados que habían dejado el ejército francés. Todos ellos se organizaron en cuatro divisiones. La caballería (soldados a caballo) tenía doce escuadrones. El mando principal lo recibió el infante Sebastián, y el general González Moreno fue el jefe del estado mayor (el grupo que planifica las operaciones). Sin embargo, ninguno de los dos tenía la experiencia necesaria para dirigir un ejército tan grande en una operación tan compleja.

El viaje de Navarra a Cataluña

La marcha comenzó el 15 de mayo de 1837 en Estella. Los carlistas sabían que el ejército isabelino estaría atento, así que dejaron tropas navarras cerca del Ebro para engañarlos. El general isabelino Miguel María Iribarren pensó que cruzarían el Ebro por una zona específica y reforzó la vigilancia allí. Pero los carlistas cruzaron el río Arga por Echauri, usando balsas hechas con barcas de pescadores y tablones.

Archivo:Rahden-Expedición Real
Reproducción parcial del mapa dibujado por Rahden sobre las expediciones Gómez y Real. La Real está marcada con trazo rojo. A la derecha figura el recorrido de la Expedición Real con distancias en leguas.

El cruce del río Arga duró dos días (16 y 17 de mayo) y mostró la falta de organización de la Expedición. No tenían barcazas lo suficientemente fuertes para llevar la artillería, así que tuvieron que dejarla atrás. Un testigo dijo: "Nada se había previsto. Ni había armeros, ni fraguas de campaña, ni pontones, sino una gran cantidad de mulas cargadas de equipajes inútiles".

El 18 de mayo, el ejército pasó cerca de Pamplona y durmió en Monreal. Al día siguiente, se dirigieron al sureste, llegando al río Aragón en Gallipienzo. La guarnición isabelina de Cáseda había destruido parte del puente, pero los carlistas lo repararon con tablones. El Pretendiente se despidió de la población vasco-navarra con un discurso optimista.

Continuaron la marcha por Luna y cruzaron el río Gállego el 23 de mayo, llegando a Huesca al día siguiente. Durante este trayecto, se hicieron evidentes dos problemas más: la gente de los pueblos no los recibía con alegría, y muchos hombres se escondían para no ser obligados a unirse al ejército carlista. Además, la comida para los soldados no era suficiente, y pronto comenzaron a tomar cosas sin permiso, lo que se convirtió en una práctica habitual. Un testigo comentó: "El Alto Aragón nos era hostil... el país era demasiado pobre y miserable para que pudiera sentir ningún entusiasmo... tuvimos que continuar sufriendo la falta de víveres y de forrajes".

Archivo:Infanteria Navarra-album
Infantería carlista de Navarra.

El 24 de mayo, el ejército carlista llegó a Huesca, esperando comida y alojamiento. Habían dormido al aire libre desde que cruzaron el Arga, y las noches habían sido muy frías. Los batallones entraron en la ciudad al mediodía, pero pronto escucharon el sonido de la artillería isabelina.

El general Iribarren había seguido de cerca a los carlistas. Aunque su fuerza era menor, tenía mejor caballería y artillería. El mando carlista no había tomado precauciones, lo que permitió a Iribarren colocar su artillería en una posición ventajosa, causando muchas bajas a los carlistas al salir de Huesca para la batalla de Huesca. La batalla fue muy dura, con combates cuerpo a cuerpo. Al anochecer, los isabelinos se retiraron a Almudévar, y Iribarren falleció al día siguiente por sus heridas. Los carlistas volvieron a ocupar Huesca, cobraron 18.000 duros a la ciudad y continuaron su marcha el 27 de mayo, dejando atrás a los heridos graves por falta de ambulancias.

El general Buerens, que estaba con los isabelinos, se unió a las tropas derrotadas en Almudévar y regresó a Zaragoza. Allí esperó al general Marcelino Oráa, jefe del ejército del Centro. Oráa, al enterarse de la Expedición, se dirigió a Zaragoza para unirse a Iribarren, pero encontró a las tropas de Buerens.

La Expedición carlista llegó a Barbastro el 27 de mayo. La falta de comida llevó a los soldados a tomar cosas sin permiso en los pueblos. En Barbastro, la comida seguía siendo escasa. El 2 de junio, los carlistas se enfrentaron a Oráa en la batalla de Barbastro y obtuvieron otra victoria, obligando a Oráa a retirarse.

Al día siguiente, los expedicionarios salieron de Barbastro hacia Cataluña, llevando 12.000 duros de contribución de guerra y dejando de nuevo a los heridos. Cruzaron el río Cinca en Estada usando una balsa pequeña. La caballería pudo vadear el río, pero la infantería tuvo que cruzar en la balsa, que solo cabían 30 hombres. Un testigo se asombró de que no hubieran construido más balsas con antelación.

Al día siguiente, mientras un batallón aún cruzaba el río, aparecieron tropas de Oráa con artillería. Destruyeron la balsa y atacaron a los rezagados. Muchos soldados murieron en el agua o bajo el fuego enemigo. Este suceso desanimó a todos, ya que hasta entonces la Expedición había parecido un éxito.

La Expedición continuó hacia el Este, llegando a territorio catalán el 8 de junio. Un testigo, Lichnowsky, recordó: "...a través de caminos detestables, de veredas estrechas, expuestos a los rayos de un sol caluroso y exhaustos siempre de víveres. Los soldados no comían más que habas y, alguna vez, un poco de pescado". El Pretendiente también pasaba privaciones, pero no así el gran grupo de civiles y religiosos que lo acompañaban. Estas personas, que habían huido de sus lugares de origen, se habían unido a la Expedición para regresar victoriosos. Como tenían dinero para caballos, iban montados y llegaban primero a los pueblos, tomando la poca comida que encontraban, al principio pagando, luego sin permiso. Los soldados los llamaban "ojalateros".

La campaña en Cataluña

Cuando el ejército carlista entró en Cataluña, la responsabilidad de perseguirlos pasó al general Meer, el capitán general de Cataluña. El Pretendiente creía que dominaría la región fácilmente, basándose en información incorrecta. Se decía que había 25 batallones carlistas en Cataluña, pero sus líderes locales no se ponían de acuerdo y actuaban de forma independiente. Cada grupo se llamaba por el nombre de su jefe, como si los soldados fueran sus sirvientes.

La administración carlista en Cataluña también era deficiente: los soldados tenían pocas balas, las oficinas estaban mal organizadas y la economía dependía de pequeñas aduanas y la confiscación de bienes. Esto contrastaba con la buena organización de los carlistas vasco-navarros.

Meer temía que las fuerzas expedicionarias y catalanas se unieran bajo un solo mando, lo que les daría un ejército muy superior y les permitiría tomar Barcelona. Por eso, decidió atacar antes de que esto ocurriera. El 12 de junio, los carlistas se desplegaron entre Guisona y Grá, desafiando a Meer a una batalla. Meer atacó en la batalla de Grá y Guisona, aprovechando que el terreno le permitía usar su artillería. Obtuvo una gran victoria. Un testigo dijo que el ejército expedicionario se redujo a un tercio de sus efectivos.

Los expedicionarios marcharon a Solsona, que había sido designada como punto de reunión para los líderes catalanes. Sin embargo, fue imposible que se pusieran de acuerdo. El 19 de junio, partieron hacia Suria. El 20 de junio, la Expedición llegó a Sampedor, un pueblo poco fortificado y sin guarnición, con la intención de conseguir provisiones. Pero los habitantes, que tenían una milicia de 200 hombres, defendieron sus bienes y rechazaron los ataques carlistas. Este hecho desanimó mucho a los carlistas.

Después de lo ocurrido en Sampedor, el Pretendiente y su mando reconocieron que no podían lograr sus objetivos en Cataluña. Decidieron abandonar la región y se dirigieron al Ebro, llegando a Cherta el 29 de junio. Dejaron a Urbiztondo al mando del ejército carlista catalán. Las tropas isabelinas los siguieron de cerca, pero sin atacarlos demasiado, siguiendo el dicho: "A enemigo que huye: puente de plata".

La unión con Cabrera y la campaña en el Maestrazgo

El 29 de junio, los isabelinos tenían fuerzas en Tortosa (bajo Borso de Carminati) y en Mora de Ebro (bajo Nogueras). Estas dos fuerzas no podían comunicarse debido a la presencia de los hombres de Ramón Cabrera. Al enterarse de la llegada de los expedicionarios al Ebro, ambos marcharon hacia Cherta. Borso llegó primero y Cabrera lo atacó para frenar su avance. Borso esperó a Nogueras, pero este, al oír el combate, pensó que eran salvas de los carlistas celebrando la llegada del Pretendiente, y se retiró. Borso también tuvo que retirarse.

Archivo:II.4 Paso de Ebro
Cabrera facilita el paso del Ebro por Xerta.

Cabrera había preparado una decena de barcas para cruzar el río, una de ellas muy adornada para el Pretendiente. Los soldados y sus equipajes cruzaron en las barcas, mientras los caballos nadaban atados a ellas. Al llegar a la orilla sur, les esperaban cocineros con "exquisitos manjares".

El ejército carlista, ahora unido en Cherta, sumaba unos 18.000 hombres. Iniciaron su marcha hacia Valencia y el 7 de julio comenzaron a rodear Castellón de la Plana, pero desistieron al ver que llegaban barcos con tropas de Borso por mar. Continuaron su marcha, pasaron cerca de Sagunto y el 12 de julio acamparon en Burjasot, con Valencia a la vista. Cabrera creía que algunos oficiales de la guarnición de Valencia apoyarían a los carlistas y les abrirían las puertas. Sin embargo, pocas horas después, volvieron a aparecer los barcos con las tropas de Borso, que desembarcaron en Grao y frustraron cualquier intento de tomar la ciudad. Al día siguiente, los carlistas se dirigieron a Chiva.

El general Oráa, en Teruel, se enteró el 2 de julio de que la Expedición había cruzado el Ebro y se había unido a Cabrera. Esperó a Nogueras y el 10 de julio marchó hacia Valencia, entrando en la ciudad cuatro días después. Reforzó su ejército con las tropas de Borso y partió al día siguiente en busca del ejército carlista.

Oráa alcanzó a los carlistas el 15 de julio en Chiva, donde estos esperaban para luchar. En la batalla de Chiva, las tropas carlistas eran un poco superiores en número, aunque inferiores en caballería. La infantería carlista estaba más descansada. El terreno al oeste de Chiva era más difícil, lo que habría favorecido a los carlistas con sus tácticas de guerrilla. Sin embargo, González Moreno insistió en luchar en Chiva y fue derrotado de nuevo. Se retiraron al territorio de Cabrera en el Maestrazgo para descansar y conseguir alimentos y municiones.

En Madrid, al principio, no se tomaba muy en serio la guerra en el País Vasco y Navarra. Pero cuando llegó la noticia de que el ejército expedicionario había cruzado el Ebro, cundió el miedo. El 7 de julio, hubo una sesión muy agitada en las Cortes. La oposición criticó al Gobierno por no dar suficientes recursos al ejército. Olózaga, portavoz del Gobierno, defendió su gestión.

Mientras tanto, Espartero, comandante del Ejército del Norte, que estaba en San Sebastián resistiendo un asedio, lo rompió el 29 de mayo al enterarse de la Expedición y llegó a Pamplona cuatro días después. Se quedó en Navarra para frenar a los carlistas locales, esperando que las tropas de Iribarren y Oráa detuvieran la Expedición. Pero el 7 de julio, recibió la orden de ir a Aragón. Partió con la división de la Guardia Real. Llegó a Daroca el 8 de agosto, listo para detener a los expedicionarios en el Maestrazgo. La provincia de Teruel, una zona pobre, tenía ahora 40.000 soldados de infantería y 4.000 de caballería, todos necesitando comida.

Espartero tuvo que marchar rápidamente para salvar Madrid, que estaba siendo amenazada por Zaratiegui. Este general navarro había formado un ejército en Navarra, cruzó el Ebro el 24 de julio y ocupó Segovia el 3 de agosto, a solo 60 kilómetros de Madrid. La capital fue declarada en estado de sitio. El 11 de agosto, Zaratiegui estaba a 25 kilómetros de Madrid, pero al enterarse por los periódicos de que la Expedición Real aún estaba en el Maestrazgo, retrocedió hacia Segovia. Espartero llegó a Madrid el 13 de agosto y fue recibido con alegría, pero se le ordenó acampar fuera de la capital. Esto se debía al descontento en el ejército isabelino por la falta de comida y calzado para los soldados, y los retrasos en los pagos y ascensos para los oficiales. El 18 de agosto, el gobierno cayó, y Espartero fue nombrado jefe del nuevo gobierno. Diez días después, viendo que el peligro de Zaratiegui había pasado, Espartero renunció como jefe de gobierno y volvió al Maestrazgo para enfrentarse al Pretendiente.

El general Buerens, después de la campaña en Cataluña, regresó a Zaragoza y subió hacia el Maestrazgo para unirse a Oráa. El 23 de agosto, desalojó a unos pocos carlistas de Herrera. Pero pronto se enteró de que la Expedición Real estaba acampada en Villar de los Navarros, a 5 kilómetros. En lugar de retirarse a Cariñena, Buerens decidió atacar al día siguiente. Los carlistas se sorprendieron al ver a esa pequeña tropa avanzar hacia ellos. Las tropas se enfrentaron, y el resultado fue la mayor derrota del ejército isabelino en toda la guerra.

La marcha a Madrid

Archivo:Guardia Real infanteria-album
Guardia Real de Infantería de Isabel II.

Espartero había salido de Madrid el 26 de agosto para encontrar a la Expedición. El 1 de septiembre, llegó a Daroca y se enteró de que el ejército carlista había partido dos días antes hacia la capital, por una ruta más al sur. La Expedición causaba "grandes problemas" y "desorden" a su paso, ya que era un ejército "con poca comida y ropa". Su vanguardia avistó Madrid el 12 de septiembre.

Un testigo dijo: "Madrid se nos ofrecía tan abandonada, tan indefensa que no había más que abrir sus puertas y entrar para señorearse de ella y permanecer dentro de sus muros". Pero pasaron las horas y el Pretendiente no dio la orden de tomar la ciudad. A las ocho de la tarde, ordenó retirar todas las avanzadas y regresar a Arganda. Rahden opinó que el 12 de septiembre de 1837 fue el momento clave de toda la guerra, y que el Pretendiente no aprovechó la oportunidad. No se ha explicado bien por qué el ejército carlista no atacó Madrid. Algunos dicen que el Pretendiente creía que los habitantes de Madrid lo recibirían con alegría y le abrirían las puertas voluntariamente, y que al no ocurrir esto, no quiso tomar la ciudad por la fuerza para evitar la violencia.

Espartero siguió a la Expedición y entró en Madrid al día siguiente. El ejército carlista ocupó brevemente Alcalá de Henares y Guadalajara, buscando refugio en la Alcarria. Espartero los encontró el 19 de septiembre en Aranzueque, donde se libró la batalla de Aranzueque. Los carlistas tuvieron que cruzar el río Tajuña con muchas bajas. Al día siguiente, Ramón Cabrera se separó y regresó con sus hombres al Maestrazgo, marcando el inicio de la retirada de la Expedición.

La retirada

Espartero decidió una nueva táctica: empujar a los carlistas hacia el Norte, acosándolos pero sin aceptar una gran batalla, ya que sus tropas estaban muy cansadas. Quería que el ejército carlista, muy reducido y desmoralizado, regresara derrotado a su territorio. Esto aumentaría las dificultades y el descontento en las provincias carlistas, haciendo que la gente deseara que la larga guerra terminara. Félix Lichnowsky comentó: "No nos explicábamos esta persecución prolongada de un enemigo cuyas fuerzas eran tan superiores a las nuestras".

Los expedicionarios cruzaron el Duero por Gormaz y se encontraron con el ejército de Zaratiegui en Aranda de Duero. Espartero se enfrentó a cada uno por separado, sin arriesgarse, por lo que los carlistas continuaron unidos. En Retuerta, intentaron luchar, pero Espartero no aceptó una batalla frontal, convirtiéndolo en un simple enfrentamiento. Días después, el 14 de octubre, los carlistas intentaron luchar de nuevo en Huerta de Rey, pero su línea se extendió tanto que unos pocos movimientos de los isabelinos bastaron para que el ejército expedicionario se desorganizara por completo. Los soldados comenzaron a gritar "¡Hule, hule, a casa!", una frase popular entre los Guías de Navarra que habían sido llevados a luchar a Cataluña en 1836 y, cansados de la mala acogida, la usaron para regresar a Navarra.

Los batallones de la Expedición, sin hacer caso a las órdenes, marcharon dispersos hacia el territorio carlista vasco-navarro. Durante la huida, "en los pueblos no se encontraban víveres... Vino había en abundancia, pero como era mosto nuevo, los que lo bebían, sufrían diarreas". Algunos llegaron al territorio carlista vasco-navarro cruzando el Ebro por La Rioja, pero la mayoría lo hizo por Burgos y Cantabria. Los periódicos de la época informaban de ataques a pueblos aislados por grupos carlistas que buscaban comida y dinero.

La Proclama de Arceniega

El Pretendiente cruzó el Ebro muy al Norte, donde el río es pequeño, el 24 de octubre. "La ilusión y la esperanza que habían llegado al más alto grado, se vieron desvanecidos cuando el Rey repasó el Ebro y volvió con los restos de un ejército desorganizado, y lo que es peor aún, desmoralizado". Estableció su corte en Arceniega, y cinco días después, publicó una proclama. En ella, resumía con mucho optimismo los éxitos de la Expedición y prometía un futuro glorioso para sus soldados. También mencionó unas palabras difíciles de entender: "Causas que os son extrañas, causas conocidas que van a desaparecer para siempre, han dilatado por poco tiempo más los males de la patria. Pero el ensayo está hecho; se ha visto a cuanto puede aspirarse y las medidas que voy a adoptar llenarán vuestros deseos." Esto significaba que pronto comenzaría a destituir y encarcelar a algunos de sus militares más importantes. También afirmó en la proclama: "...he vuelto momentáneamente..." Este "momento" duró hasta el 14 de septiembre de 1839, cuando abandonó Navarra por Urdax y se exilió en Francia.

Galería de imágenes

Véase también

Kids robot.svg En inglés: Royal Expedition Facts for Kids

kids search engine
Expedición Real para Niños. Enciclopedia Kiddle.