Guerra de los Agraviados para niños
La Guerra de los Agraviados (también conocida como Guerra dels Malcontents en catalán) fue un levantamiento que ocurrió en España entre marzo y octubre de 1827. Se desarrolló principalmente en Cataluña, pero también hubo actividad en Valencia, Aragón, el País Vasco y Andalucía.
Los "agraviados" eran personas que estaban descontentas con el gobierno del rey Fernando VII. Creían que el rey estaba siendo influenciado por ideas más modernas y que no estaba siguiendo las tradiciones más estrictas del gobierno. Pensaban que el rey estaba "secuestrado" por personas con ideas diferentes a las suyas.
Los rebeldes eran en su mayoría campesinos y artesanos. En Cataluña, llegaron a reunir entre 20.000 y 30.000 hombres. A mediados de septiembre, controlaban gran parte de la región. Los líderes de esta rebelión eran antiguos oficiales que habían luchado junto a un ejército francés llamado los Cien Mil Hijos de San Luis. Este ejército había invadido España para terminar con un gobierno más abierto que había existido antes.
Para detener la rebelión, el propio rey Fernando VII tuvo que viajar a Cataluña. Quería demostrar que era libre y que nadie lo controlaba. Al ver al rey en persona, muchos rebeldes dejaron las armas.
Esta revuelta fue un evento importante que llevó a las futuras guerras carlistas.
Contenido
¿Qué pasó antes de la guerra?
Durante un periodo anterior, entre 1820 y 1823, los liberales (personas que querían un gobierno con más libertades) se dividieron en dos grupos. De manera similar, entre 1823 y 1833, los absolutistas (personas que querían un rey con todo el poder) también se dividieron.
Absolutistas "reformistas" y "estrictos"
Un grupo de absolutistas, los "reformistas", querían un gobierno fuerte pero con algunos cambios. Esto era para seguir las recomendaciones de otros países europeos.
El otro grupo eran los absolutistas "estrictos" o "apostólicos". Ellos querían que el rey tuviera todo el poder, tal como era antes. Incluso querían que se restableciera la Inquisición, un antiguo tribunal religioso. Sin embargo, el rey Fernando VII no la había vuelto a poner en marcha, presionado por otros países.
Los absolutistas "estrictos" apoyaban al hermano del rey, Carlos María Isidro de Borbón. Él era el siguiente en la línea para el trono porque Fernando VII no tenía hijos. Por eso, a veces a este grupo se les llamaba "carlistas". La Guerra de los Agraviados fue el conflicto más serio de este grupo.
Historia de la rebelión
El inicio del levantamiento
En marzo de 1827, comenzaron a formarse grupos de rebeldes en las Tierras del Ebro. Estos grupos, liderados por el coronel Trillas y el capitán Salvador Llovet, intentaron tomar la ciudad de Tortosa el 12 de marzo, pero fueron derrotados rápidamente. Sus líderes fueron fusilados en abril.
Según informes de la época, estos grupos llevaban una bandera con un dibujo que mostraba su descontento con el rey y su apoyo a sus ideas. Sus lemas eran "¡Viva el rey Carlos V, viva la santa Inquisición, fuera los franceses!". También se quejaban de que no les pagaban bien por sus servicios en el ejército. El 1 de abril, otro líder, Narcís Abrés, se levantó cerca de Gerona, y la rebelión se extendió por el norte de Cataluña.
La rebelión creció mucho durante el verano. Muchos trabajadores del campo se unían a los grupos rebeldes porque les pagaban bien. Esto demuestra que los organizadores tenían muchos recursos. Un informe francés decía que los rebeldes tenían imprentas para distribuir sus mensajes y que sus oficiales recibían un sueldo.
El 31 de julio, Josep Busoms, uno de los líderes, lanzó un mensaje desde Berga. En este mensaje, decía que sus quejas no eran contra el rey, sino contra las personas que, según ellos, habían "secuestrado" el gobierno y estaban dañando al país.
Los rebeldes decían que el rey estaba prisionero en la corte, controlado por personas con ideas liberales. Por eso, su objetivo era "liberar" al rey Fernando VII. A mediados de septiembre, los rebeldes controlaban la mayor parte de Cataluña. Los líderes eran antiguos oficiales que habían luchado para restaurar el poder absoluto del rey.
Un informe francés de agosto de 1827 describía la situación: "Desde el pasado mes de marzo Cataluña está en problemas. Lo que empezó pequeño, ha crecido y amenaza con cubrir toda la provincia. Al principio, los rebeldes gritaban: 'Viva Carlos quinto, viva la Inquisición, muerte a los liberales, fuera los franceses'. Luego cambiaron sus lemas a: 'Viva el rey absoluto, viva la Inquisición, fuera la policía y los liberales'. Antes se llamaban 'carlistas'; ahora se llaman 'realistas agraviados'".

El 28 de agosto, los rebeldes formaron una "Junta superior provisional de gobierno" en Manresa, que se convirtió en la capital de la rebelión. Esta junta estaba presidida por el coronel Agustín Saperes. En un mensaje del 9 de septiembre, Saperes insistió en que eran leales al rey Fernando. Publicaron un periódico llamado El Catalán realista, cuyo lema era: "Viva la Religión, viva el Rey absoluto, viva la Inquisición, muera la Policía, muera el Masonismo y toda la secta impía".
Los rebeldes decían que el rey Fernando VII estaba "secuestrado" por el gobierno. Su objetivo era "mantener el poder de nuestro amado rey Fernando". Sin embargo, también apoyaban a "Carlos Quinto", el hermano menor del rey, que compartía sus ideas más estrictas.
Un informe francés describía el impacto de la rebelión en Cataluña: "Hay una agitación general en toda la provincia. Las comunicaciones son menos seguras, el comercio ha disminuido y la industria está paralizada. Los intercambios entre la costa y el interior se han detenido: todo está estancado, y solo las grandes ciudades disfrutan de tranquilidad".
La respuesta del gobierno: el viaje del rey Fernando VII
Debido a la gran extensión de la rebelión, el gobierno decidió enviar un ejército a Cataluña. El conde de España, un absolutista conocido, fue puesto al mando con grandes poderes. Al mismo tiempo, se organizó una visita del rey a Cataluña. El rey llegó a finales de septiembre, acompañado de un solo ministro. El objetivo oficial era que el rey "examinara por sí mismo las causas de los problemas en Cataluña".
Se dice que la idea de que el rey viajara a Cataluña vino de los propios rebeldes. Ellos querían hablar directamente con el rey, convencidos de que si él conocía sus razones, cambiaría de gobierno.
El 28 de septiembre, Fernando VII publicó un mensaje desde el Palacio arzobispal de Tarragona. En él, decía: "Ya estoy entre vosotros como os prometí. Pero sabed que, como Padre, voy a hablar por última vez a los rebeldes con clemencia. Estoy dispuesto a escuchar sus quejas si obedecen mi voz. Ya veis que con mi llegada se desmienten los pretextos con los que han justificado su rebelión. Ni yo estoy oprimido, ni las personas en las que confío conspiran contra nuestra Santa Religión, ni la Patria peligra, ni el honor de mi Corona está comprometido, ni mi autoridad es limitada por nadie".

El mensaje del rey tuvo un efecto inmediato. Muchos rebeldes se rindieron o se dispersaron. En pocos días, ciudades como Manresa, Vic, Olot y Cervera se entregaron sin resistencia. Aunque la rebelión continuó por un tiempo, a mediados de octubre ya se consideraba terminada.
Durante este tiempo, la represión fue muy dura. Hubo ejecuciones rápidas y detenciones de sospechosos en Cataluña y en el resto de España. La represión en Cataluña fue dirigida por el conde de España, quien también la extendió a los liberales. El rey, al saber de los métodos brutales del conde de España, comentó: "Estará loco, pero para estas cosas no hay otro".
Los catalanes tardarían en olvidar la dureza del conde de España. En noviembre, varios líderes de la revuelta fueron fusilados, como Joan Rafí Vidal y Narcís Abrés. En febrero de 1828, fue fusilado Josep Busoms. Cientos de "agraviados" fueron condenados a prisión o enviados a Ceuta. Los religiosos que participaron fueron encerrados en conventos lejos de Cataluña.
¿Quiénes participaron en la rebelión?
Los levantamientos de los "agraviados" tuvieron algunas características en común con otras revueltas anteriores. Participaron religiosos muy estrictos, grupos de voluntarios leales al rey y oficiales que no habían sido incluidos en el ejército. Estos líderes dirigieron sus grupos de guerrilleros, que se habían reorganizado para la ocasión.
También fue muy importante el descontento por la situación económica. Muchas personas comunes participaron activamente en la rebelión contra el gobierno. Los participantes eran campesinos humildes y gente sencilla que se quejaba de los problemas con la administración y los impuestos. A menudo, decían que la administración estaba en manos de liberales. Este descontento fue aprovechado por los absolutistas más estrictos para intentar la rebelión.
Se trataba de personas del campo y de oficios tradicionales que estaban en declive. Eran grupos que se resistían a los cambios. A ellos se sumaron religiosos y oficiales vinculados a los voluntarios leales al rey. Estas personas veían al rey como la figura que podía mantener la estabilidad de un mundo que estaba cambiando.
Un informe de la policía de la época decía: "La gente de las montañas es solo agrícola; la del llano y los puertos es manufacturera y comerciante. Los campesinos, más sencillos y menos influenciables por ideas nuevas, siempre han estado unidos a la antigua monarquía. Habiendo visto sus campos destruidos por los ejércitos liberales, los odian con razón. De estos hombres sale la mayor parte de los voluntarios leales al rey, y sus intenciones hostiles contra la gente del llano, compuesta por ricos fabricantes y comerciantes, aumentan cada día, porque estos siempre tienen trabajo y disfrutan de una vida agradable, mientras los pobres trabajadores de la montaña sufren la miseria más horrible".
El papel de los religiosos

La rebelión contó con el apoyo de muchos religiosos catalanes, quienes la animaron, justificaron y financiaron. Sin embargo, en cuanto el rey llegó a Tarragona, la mayoría de los obispos cambiaron de bando. Condenaron a los "agraviados" y pidieron que dejaran las armas. Algunos religiosos intentaron justificarse, culpando a las sociedades secretas.
Uno de los líderes de la revuelta, Narcís Abrés, denunció el 27 de septiembre el cambio de postura de los obispos. Dijo que algunos de estos líderes religiosos les habían dicho antes que el rey se había vuelto liberal y que, si no querían ver la religión destruida, debían poner en el trono al infante don Carlos. Y añadió: "¿Qué han hecho? Dejarnos solos sin ayudarnos, porque ven el peligro y no quieren perder sus beneficios".
¿Qué pasó después?
El fracaso de los "agraviados" marcó un nuevo camino para los absolutistas. Al sentirse decepcionados por un rey que, según ellos, no representaba sus principios, comenzaron a considerar más seriamente la opción del infante don Carlos. Después de esta insurrección, la atención se centró en las conspiraciones en la corte.
El largo viaje de regreso del rey Fernando VII
El rey permaneció en Cataluña hasta el 9 de marzo de 1828. La mayor parte del tiempo estuvo en Barcelona. Luego, junto con la reina María Josefa Amalia, recorrió Aragón, Navarra y el País Vasco. Regresó al Palacio de la Granja (Segovia) el 31 de julio de 1828. Su entrada triunfal en Madrid fue el 11 de agosto, y las celebraciones duraron cuatro días.
Este largo viaje de más de diez meses se ha interpretado como una forma del rey de reafirmar su poder, ante el creciente apoyo que su hermano don Carlos estaba recibiendo de los absolutistas más estrictos. Fernando VII entendió que prolongar el viaje era una excelente manera de mejorar su imagen. El éxito contra los rebeldes catalanes pudo convencerle de que su presencia entre sus súbditos era muy efectiva. De hecho, la gente de todas las poblaciones que visitó, y los que se desplazaron para la ocasión, recibieron a los reyes con alegría.
En el informe oficial del viaje, se resumía el resultado obtenido por Fernando VII: "Extinguió la discordia civil, aseguró la paz, reanimó la industria, llenó de tropas [españolas] las plazas de su reino, castigó la traición, disimuló los errores y dio motivos a la fidelidad y afecto de sus súbditos".
Un documento importante: el Manifiesto de los Realistas puros
Desde enero de 1827, circuló en secreto por toda España un documento llamado Manifiesto de la Federación de los Realistas puros a los Españoles. Este documento fue utilizado por los "agraviados".
Algunos historiadores han dudado de quién escribió este Manifiesto. Estaba firmado en Madrid el 1 de noviembre de 1826 y pedía el derrocamiento de Fernando VII a favor de su hermano. Se ha sugerido que pudo haber sido escrito por liberales exiliados para causar problemas en la familia real. Sin embargo, aunque no fuera escrito por absolutistas, el documento fue usado por ellos.
En este Manifiesto, se presenta por primera vez la idea de la "doble legitimidad". Se distingue la "legitimidad de origen" (la que se tiene por herencia) y la "legitimidad de ejercicio". Decía que había que destronar a Fernando VII, que era legítimo por origen, pero no por su forma de gobernar, ya que no seguía el programa de los absolutistas más estrictos. Esta idea fue la que adoptaron los "agraviados".
Otros historiadores también creen que fue una "provocación" liberal. Señalan que el lenguaje y las ideas del Manifiesto se alejan de los escritos absolutistas. Por ejemplo, justificaba una sublevación anterior de 1820 y atacaba al rey de forma despectiva, algo que los absolutistas no solían hacer. El 1 de marzo de 1827, la Gaceta publicó una orden real para perseguir a quienes distribuyeran este "infame libelo".
Por su parte, el historiador Josep Fontana ha reconstruido cómo se falsificó el documento. Atribuye la idea a un financiero liberal exiliado, Vicente Bertran de Lis. Este documento fue impreso fuera de España y se introdujo por Gibraltar. El propio gobierno también lo consideró una manipulación liberal.
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Fernando VII, cuadro de Luis de la Cruz y Ríos.