Tradicionalismo político (España) para niños
El tradicionalismo es una forma de pensar sobre la sociedad y el gobierno que busca mantener o recuperar ideas y costumbres antiguas. En España, esta forma de pensar surgió en el siglo XIX y defendía la importancia de la religión católica y de la monarquía tradicional.
A menudo, el tradicionalismo en España se ha relacionado con el carlismo y el integrismo. También se ha visto en algunos pensadores y grupos políticos a lo largo de la historia española.
Contenido
¿Qué es el tradicionalismo según la Enciclopedia Espasa?
La Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, publicada en 1928, explicó que el tradicionalismo en política se oponía al liberalismo. El tradicionalismo defendía que el sistema social y político de España debía basarse en los principios de la religión católica y de una monarquía católica pura.
Esta forma de pensar rechazaba ideas como la separación entre la Iglesia y el Estado, la soberanía popular (que el poder resida en el pueblo) y el sufragio universal (el derecho de todos a votar). Dentro del tradicionalismo se incluían el carlismo, el integrismo y el catolicismo social.
Sin embargo, la palabra "tradicionalismo" se usó más específicamente para referirse al carlismo. Esto se debe a que el carlismo fue el movimiento que defendió estos principios con más fuerza y desde hace más tiempo. Además, los carlistas apoyaban los derechos al trono de Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII) y sus sucesores, llegando incluso a luchar en las Guerras Carlistas para defenderlos.
Según la Enciclopedia Espasa, el carlismo fue el primer y más importante movimiento tradicionalista en España. Otras tendencias tradicionalistas se consideraban ramas que se separaron del carlismo, diferenciándose solo en que no ponían la cuestión de los derechos dinásticos como lo más importante.
Historia y principios del tradicionalismo español
El tradicionalismo español es una corriente de pensamiento que se desarrolló en España durante los siglos XIX y XX. Se caracteriza por defender un orden social basado en la fe católica, la monarquía tradicional y la unidad religiosa. También criticaba el liberalismo, la democracia moderna y la idea de que la sociedad no debe tener una religión oficial.
A diferencia de otras ideas conservadoras en Europa, el tradicionalismo español no buscaba solo frenar los cambios, sino restaurar un sistema anterior a las ideas liberales. Defendía que la tradición política de España era la mejor forma de vivir según los principios cristianos.
La Guerra de la Independencia Española y las Cortes de Cádiz (donde se creó la primera Constitución española) fueron momentos clave que hicieron que surgieran diferentes ideas políticas en España. La Constitución española de 1812 marcó el inicio del liberalismo español. Por otro lado, las ideas tradicionalistas se plasmaron en un programa de reformas presentado al rey Fernando VII a su regreso, conocido como el «Manifiesto de los Persas». El carlismo sería el heredero de estas ideas.
La palabra "tradicionalista" llegó a España desde Francia a mediados del siglo XIX. Allí se usaba para describir a pensadores como Louis de Bonald y Joseph de Maistre, que se oponían a las ideas de la Ilustración y la Revolución Francesa. Estos pensadores defendían que el poder venía de Dios, la autoridad del rey y el orden social tradicional, frente a los principios liberales que empezaban a extenderse.
En España, el término se empezó a usar para políticos y periodistas que, influenciados por las ideas francesas y por los escritos de Jaime Balmes y Juan Donoso Cortés, defendían los mismos principios. Sin embargo, los tradicionalistas españoles pronto se inspiraron también en la escolástica, una forma de pensamiento filosófico y teológico que se había mantenido en los seminarios españoles.
En la década de 1860, la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas usaba "neocatólico" y "tradicionalista" como sinónimos. Pero con el tiempo, "tradicionalista" se asoció más al carlismo, que resurgió con fuerza después de la revolución de 1868. Desde finales del siglo XIX, "carlismo" y "tradicionalismo" se convirtieron en sinónimos, y la organización carlista se llamó Comunión Tradicionalista.
Dentro del carlismo, que buscaba una "contrarrevolución" frente a las reformas liberales, la propuesta política se centraba en la monarquía tradicional. Esta monarquía no era absolutista (con poder ilimitado), sino que representaba a diferentes grupos de la sociedad, con Cortes (asambleas) que agrupaban a estamentos o gremios. Se basaba en la idea de la ley natural y la doctrina social de la Iglesia. Para los tradicionalistas, la monarquía debía ser organizada, jerárquica, con apoyo a los grupos intermedios y católica. El carlismo veía la historia como una lucha entre la tradición y la revolución, identificando esta última con el protestantismo, la Ilustración, el liberalismo y el marxismo.

En 1888, surgió el Partido Integrista dentro del carlismo, liderado por Ramón Nocedal. Se separaron por diferencias con el pretendiente carlista Carlos VII. El integrismo defendía una unión aún más estricta entre la Iglesia y el Estado. Proponía un sistema donde todas las leyes debían seguir las enseñanzas de la Iglesia. Nocedal fue uno de los primeros políticos españoles en adoptar el Syllabus Errorum (un documento del Pío IX de 1864) como programa político.
A finales del siglo XIX, el historiador Marcelino Menéndez Pelayo dio una visión más académica del tradicionalismo. En su obra Historia de los heterodoxos españoles (1880-1882), defendió que la identidad de España se basaba en la unidad religiosa católica, que solo se había interrumpido por ideas diferentes que venían de fuera. Aunque no era carlista ni integrista, Menéndez Pelayo compartía el rechazo al liberalismo, al que veía como una ideología extranjera que dañaba el espíritu nacional. Para él, los enemigos del país eran la Reforma protestante, la Ilustración y el liberalismo.
Después de la muerte de Carlos VII y el declive del carlismo como fuerza de levantamiento, surgió el mellismo, una corriente liderada por Juan Vázquez de Mella. Se separó del pretendiente Jaime de Borbón en 1919. Los mellistas proponían un tradicionalismo más "moderno" y práctico, buscando influir en la política parlamentaria. Vázquez de Mella defendía una monarquía con poder distribuido, una representación de grupos (no de partidos políticos) y una comunidad organizada según los principios de la ley natural y la moral cristiana. Mella afirmaba que el Estado debía apoyar a los grupos intermedios y asegurar la armonía entre las clases sociales, con el Estado interviniendo en la economía. Sin embargo, ante el avance del comunismo y la situación de la época, los mellistas pidieron una «dictadura del orden» para acabar con el caos social.
El maurismo, un movimiento de la derecha del partido conservador en la década de 1910, también compartía con el tradicionalismo la defensa del orden social, la autoridad y el catolicismo, aunque sin romper del todo con el sistema liberal. Aunque no era estrictamente tradicionalista, influyó en personas que se acercaron a estas ideas. Esta unión de ideas se vio en la dictadura de Primo de Rivera (1923–1930), que recibió el apoyo de antiguos mauristas y de sectores tradicionalistas. Esta dictadura adoptó un discurso que rechazaba el liberalismo, era católico y corporativista, influenciado por ideas tradicionalistas sobre la autoridad, la unidad nacional y la crítica a los partidos políticos.
Durante la Segunda República Española, el tradicionalismo resurgió con fuerza como respuesta a la separación entre la Iglesia y el Estado que promovía el nuevo gobierno. En este contexto, se fundó la revista Acción Española en 1931. Alrededor de ella se formó un grupo de intelectuales que defendían la restauración de una monarquía fuerte y católica. Aunque la mayoría no eran carlistas estrictos, compartían las ideas principales del tradicionalismo. Sus figuras clave fueron Ramiro de Maeztu, Eugenio Vegas Latapie y Pedro Sainz Rodríguez. Influenciados por pensadores franceses, estos autores promovían un nacionalismo católico, la restauración de una España con un pasado glorioso y el rechazo al sistema parlamentario liberal.
Acción Española fue importante en el ambiente de ideas que llevó al franquismo, influyendo en algunos sectores del ejército. Ramiro de Maeztu, en particular, resumió el pensamiento tradicionalista en su obra Defensa de la Hispanidad (1934), donde destacaba el catolicismo como característica principal de la cultura española y criticaba las ideas modernas. Otra figura, Víctor Pradera, publicó El Estado Nuevo (1935), inspirándose en el gobierno de los Reyes Católicos.
Con la victoria en la Guerra civil española, muchos pensadores y seguidores tradicionalistas vieron la oportunidad de aplicar sus ideas políticas. Sin embargo, el franquismo fue una mezcla de varias corrientes autoritarias, incluyendo a los falangistas, monárquicos, católicos y tradicionalistas. El Movimiento Nacional (oficialmente Falange Española Tradicionalista y de las JONS) incorporó elementos del tradicionalismo, en lo que se conoció como nacionalcatolicismo. El gobierno del general Franco definió a España como una «monarquía tradicional, católica, social y representativa» (aunque sin rey), afirmó seguir la «Ley de Dios» y estableció unas Cortes orgánicas (una asamblea que representaba a diferentes grupos). Sin embargo, su carácter inicialmente muy controlador y su relación con la Falange causaron tensiones con los tradicionalistas más puros, especialmente los carlistas.
El tradicionalismo español ha sido una corriente diversa y compleja, con ideas que van desde una unión muy estricta entre Iglesia y Estado hasta formas más prácticas y parlamentarias como el mellismo. Sus puntos en común han sido la defensa de la religión católica como base del orden político, la monarquía pura, el rechazo al liberalismo y el valor de la tradición española. Más que un simple conservadurismo, el tradicionalismo español ha ofrecido una visión completa del mundo, opuesta a las ideas de la modernidad.
Hoy en día, el tradicionalismo aún tiene algunos seguidores, especialmente en grupos carlistas pequeños y en círculos académicos. Su legado se encuentra más en el pensamiento que en la política práctica, pero sigue siendo estudiado como una de las ideologías más duraderas en la historia contemporánea de España.
Actualmente, el tradicionalismo se presenta como opuesto a todas las ideologías modernas porque las considera contrarias a los principios de la fe católica y a las bases del pensamiento tradicional, que fueron establecidas por pensadores como Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino (tomismo). Por eso, los tradicionalistas rechazan, entre otras, las ideologías del liberalismo, capitalismo, anarquismo, marxismo, socialismo, comunismo, fascismo, nazismo, etc. No se consideran parte de la izquierda, el centro o la derecha en el panorama político actual, ya que se oponen a él en todas sus formas.
Pensadores importantes del tradicionalismo español
Siglo XIX
Los pensadores que más se opusieron a la Constitución española de 1812 a principios del siglo XIX fueron Pedro de Inguanzo, Rafael de Vélez y Francisco Alvarado, conocido como «el Filósofo Rancio», además del obispo Raimundo Strauch.
Aunque el pensamiento tradicionalista estaba muy ligado al carlismo, después del Abrazo de Vergara y durante el reinado de Isabel II, cuando el carlismo estaba prohibido, las ideas tradicionalistas también se expresaron sin relación con la cuestión dinástica. A este grupo se les llamó despectivamente «neocatólicos». Los principales teóricos de este grupo fueron Jaime Balmes y Juan Donoso Cortés.

Según Alexandra Wilhelmsen, los primeros pensadores carlistas fueron los sacerdotes Vicente Pou, Magín Ferrer, Atilano Melguizo y Félix Lázaro García, así como el periodista Pedro de la Hoz.
Después de la revolución de 1868, que hizo que el carlismo resurgiera con fuerza, Antonio Aparisi y Guijarro fue uno de los colaboradores más cercanos del pretendiente Carlos VII. Le ayudó a escribir su primera declaración de principios, la Carta-Manifiesto a mi hermano Alfonso. Durante el Sexenio Revolucionario, otros pensadores como Antonio Juan de Vildósola, Vicente de la Hoz, Gabino Tejado, Francisco Navarro Villoslada y Bienvenido Comín también aconsejaron a Don Carlos.
Dentro del tradicionalismo integrista, destacaron el sacerdote Félix Sardá y Salvany, Francisco Mateos Gago, Juan Manuel Ortí y Lara y Ramón Nocedal, quien fundó el Partido Integrista y dirigió el periódico El Siglo Futuro.
Siglo XX
Juan Vázquez de Mella, conocido como «el Verbo de la Tradición», se convirtió a principios del siglo XX en el principal ideólogo del carlismo. Sus ideas se encuentran en sus discursos, que solía dar en las Cortes, y en sus artículos publicados en El Correo Español y otros periódicos tradicionalistas. Otros autores carlistas importantes de la Restauración fueron Luis María de Llauder, Leandro Herrero, Benigno Bolaños, Miguel Fernández Peñaflor, Manuel Polo y Peyrolón, Enrique Gil Robles, José Roca y Ponsa y Luis Hernando de Larramendi, entre otros.
El político y ensayista Gonzalo Fernández de la Mora dijo en 1981 que "tradicionalismo" en España no era exactamente lo mismo que "carlismo". Puso como ejemplo de pensador tradicionalista de la Restauración a Marcelino Menéndez Pelayo, y, durante la Segunda República, a Ramiro de Maeztu y el grupo de la revista Acción Española.
El P. Joachim Fernández menciona como principales teóricos de la doctrina tradicionalista en el aspecto social a Balmes y Aparisi y Guijarro, y en el aspecto teológico, a Donoso Cortés y Juan Vázquez de Mella. Cada uno de ellos desarrolló ideas y críticas al liberalismo y al socialismo, y también propusieron soluciones a los problemas sociales de su tiempo.

Por su parte, José Manuel Cuenca Toribio señala a Donoso, Aparisi y Guijarro, Vázquez de Mella y Víctor Pradera como los nombres más importantes en la formación del pensamiento tradicionalista en España.
Dentro del carlismo, durante la década de 1930 destacaron pensadores como Víctor Pradera y Marcial Solana. En la segunda mitad del siglo XX, autores como Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra y Álvaro d'Ors también fueron importantes.
Según Alberto Ruiz de Galarreta, durante el franquismo, los carlistas Luis Hernando de Larramendi, Marcial Solana, Luis Ortiz y Estrada, Manuel Fal Conde, Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra, Jaime de Carlos, Melchor Ferrer y otros estudiaron el «auténtico pensamiento político tradicionalista español».
Siglo XXI
En la década de 2010, destacaban en el tradicionalismo los seguidores del profesor Elías de Tejada, liderados por Miguel Ayuso y los hermanos Andrés y José Miguel Gambra.
Ayuso también continúa el trabajo del grupo intelectual tradicionalista, aunque no carlista, que se formó en los años 60 alrededor de la revista Verbo. De este grupo formaban parte, entre otros, Eugenio Vegas Latapié, Juan Vallet de Goytisolo y Francisco Canals Vidal.
El filósofo y escritor catalán Javier Barraycoa, relacionado con el carlismo desde joven y discípulo de Canals, es otro ejemplo destacado.
Desde una postura menos influenciada por la herencia política carlista, también se podría considerar como parte de esta escuela de pensamiento al escritor Juan Manuel de Prada.
Véase también
En inglés: Traditionalism (Spain) Facts for Kids
- Unidad católica de España
- Absolutismo español
- Carlismo
- Neocatólico
- Partido Integrista
- Comunión Tradicionalista