Mellismo para niños
El Mellismo fue una forma de pensar y actuar en la política española a principios del siglo XX. Se basaba en las ideas del tradicionalismo monárquico. Nació dentro del movimiento carlista y fue impulsado por Juan Vázquez de Mella. Él se convirtió en su líder principal después de una separación en 1919.
La idea principal del Mellismo era crear un gran partido tradicionalista. Este partido buscaría cambiar el sistema político de la Restauración, que era liberal, para volver a una monarquía tradicional y corporativa. Después de separarse del carlismo, el Mellismo formó el Partido Católico-Tradicionalista. Sin embargo, no logró unir a muchas fuerzas y se disolvió poco después.
Las ideas teóricas de Vázquez de Mella suelen verse como parte del carlismo. Pero la forma en que quería lograr sus objetivos es lo que se conoce como Mellismo. A sus seguidores se les llama mellistas.
Contenido
¿Cómo surgió el Mellismo? (1900–1912)
Antes de 1910, no se hablaba mucho del Mellismo. Los periódicos empezaron a usar este término en 1919. Al principio del siglo XX, los investigadores hablaban de grupos dentro del carlismo. Algunos eran "posibilistas", que querían hacer alianzas con otros partidos. Otros eran "cerralbistas", que seguían al marqués de Cerralbo. Vázquez de Mella se consideraba a sí mismo un "cerralbista".
Desde 1890, Mella empezó a ganar seguidores. Al principio, la gente se sentía atraída por su forma de hablar, que era muy carismática. Sus ideas políticas podían parecer un poco confusas. Decía que estaba en contra del sistema de la Restauración, pero apoyaba las alianzas con partidos ya existentes. Participaba en las elecciones, pero también estuvo involucrado en un plan para un cambio de gobierno por la fuerza entre 1898 y 1900. Apoyaba alianzas electorales pequeñas, pero buscaba objetivos muy grandes. Decía seguir las ideas tradicionales, pero tenía una relación complicada con el rey.
Después de unos levantamientos carlistas menores en 1900, Mella se fue a Portugal por un tiempo. Se había distanciado del líder carlista, que había llamado "traidores" a los implicados. En 1903, recibió el perdón y volvió a su carrera en el parlamento en 1905. Como la mayoría de los líderes carlistas eran mayores, Vázquez de Mella se convirtió en el político más enérgico y carismático de su generación. Se le veía como un pensador que revisaba las ideas del carlismo.
Su influencia creció gracias a sus discursos en las Cortes (el parlamento) y en reuniones públicas. No tenía cargos oficiales en el partido, salvo en su periódico, El Correo Español. Su fama personal pronto se convirtió en un problema para el líder carlista de entonces, Matías Barrio y Mier. Este líder intentaba controlar a los "cerralbistas". Por órdenes de Carlos VII, Barrio buscó alianzas electorales con cautela. También intentó frenar la influencia de Vázquez de Mella en Correo.
En 1909, Carlos VII nombró a un académico poco conocido, Bartolomé Feliú y Pérez, como sucesor de Barrio, que estaba enfermo. Esta decisión fue un golpe para los seguidores de Vázquez de Mella, que lo veían como el candidato ideal para el liderazgo.
Cuando Carlos VII falleció, su hijo, el nuevo rey carlista Jaime III, fue presionado por los "cerralbistas" para que despidiera a Feliú. Jaime III llegó a un acuerdo: confirmó a Feliú, pero nombró a Mella como su secretario personal. Después de unos meses juntos en 1910, Vázquez de Mella dejó el cargo, desilusionado con el nuevo monarca.
Durante las elecciones de 1910, el Mellismo apareció por primera vez como una estrategia. Mientras Feliú permitía acuerdos locales con condiciones estrictas, Vázquez de Mella formó una alianza conservadora y católica con Antonio Maura y su grupo del Partido Liberal-Conservador. Durante los siguientes dos años, los seguidores de Mella, ya llamados "mellistas", intentaron debilitar al líder Feliú, acusándolo de ser incompetente. En 1912, Mella acusó a Feliú de no ser el líder legítimo y exigió su destitución. Amenazó al rey con no reconocer su autoridad si no lo hacía. Don Jaime cedió y, a finales de 1912, volvió a nombrar a De Cerralbo como presidente de la Junta Superior.
El Mellismo en su apogeo (1912–1919)
Algunos expertos dicen que, aunque Cerralbo era el líder oficial, Vázquez de Mella, que lo fascinaba y lo influenciaba, tomó el control real del partido. La política carlista fue cada vez más moldeada por el Mellismo. En el parlamento, la personalidad de Vázquez de Mella dominaba. Casi la mitad de los parlamentarios eran mellistas, y la mayoría de los demás dudaban en oponerse. En la Junta Superior del partido, de 30 miembros, un tercio apoyaba el Mellismo. Esto incluía a los líderes regionales de Vascongadas, Cataluña y Valencia.
Cuando Cerralbo reorganizó la dirección nacional, Mella controló las secciones de propaganda y prensa. Otros mellistas dominaban las áreas de elecciones y organización. El periódico El Correo Español seguía siendo un lugar de disputa, pero los mellistas, especialmente Peñaflor, lo controlaban cada vez más.
Con Don Jaime casi incomunicado en Austria debido al inicio de la Gran Guerra, los mellistas tomaron casi todo el control del partido. Las campañas carlistas de las elecciones de 1914, 1916 y 1918 estuvieron claramente marcadas por la estrategia mellista.
Con menos gente votando y los dos partidos principales dividiéndose, era claro que el sistema político de la Restauración se estaba debilitando. Mella ideó un plan para una alianza de partidos de derecha. Pensaba que esto llevaría a la creación de un partido de ultraderecha, que podría ser una nueva versión del tradicionalismo. Esta formación buscaría acabar con la democracia liberal y establecer un sistema tradicionalista y corporativo, dejando de lado la cuestión de quién debía ser el rey.
Aunque en 1914 los líderes provinciales tenían libertad para hacer alianzas electorales, Vázquez de Mella y Maura siguieron trabajando juntos en acuerdos carlista-mauristas. Durante la campaña de 1916, Vázquez de Mella habló por primera vez de una futura unión de la extrema derecha. Surgieron términos como "mauro-mellistas" o "carlomauristas". Maura empezó a hablar de cambiar el "ambiente de la vida pública". Sin embargo, esta estrategia tuvo sus límites. Las alianzas no duraron más allá de las campañas electorales. Los candidatos carlistas seguían ganando unos 10 representantes, lo que no era una gran mejora. Además, en regiones con fuerte identidad local, algunos miembros del partido temían que sus tradiciones locales (los fueros) pudieran verse afectadas por una alianza de ultraderecha.
Cuando estalló la Gran Guerra, las simpatías pro-alemanas de los mellistas se convirtieron en una campaña completa. Aunque sus folletos y conferencias apoyaban la neutralidad de España, aumentaban el sentimiento a favor de las Potencias Centrales y en contra de Gran Bretaña. Después de 1916, cuando los sentimientos a favor de la Entente (los Aliados) crecían, los mellistas se enfocaron en evitar que España se uniera a los Aliados.
El rey carlista, Don Jaime, estuvo casi toda la guerra en su residencia austriaca y mantuvo una postura ambigua. Oficialmente apoyaba la neutralidad, pero en privado se inclinaba por la Entente. Sin embargo, no rechazaba los mensajes pro-alemanes de los mellistas. Los historiadores tienen diferentes opiniones sobre la relación entre la Primera Guerra Mundial y el Mellismo. Algunos lo ven como algo central, incluso reduciendo el Mellismo a una postura pro-alemana. La mayoría sugiere que surgió de las ideas mellistas, que elogiaban el sistema alemán antiliberal y criticaban los sistemas democráticos y parlamentarios de Gran Bretaña y Francia. Algunos creen que esperaban que la victoria de las Potencias Centrales facilitara la toma del poder por la extrema derecha en España. Otros piensan que el tema de la guerra no era relevante en absoluto.
La separación de 1919
En 1918, el Mellismo parecía perder fuerza. Las alianzas electorales no lograron grandes avances. La situación de la Gran Guerra hizo que la postura pro-alemana perdiera sentido y debilitó a sus defensores. Algunas direcciones regionales seguían mostrando su desacuerdo. De Cerralbo, cansado de su doble lealtad, logró que aceptaran su renuncia. Fue reemplazado temporalmente por otro mellista, Cesáreo Sanz Escartín.
A principios de 1919, el rey carlista Don Jaime fue liberado de su arresto domiciliario en Austria. Llegó a París y, después de casi dos años de silencio, publicó dos comunicados. Estos comunicados, publicados en Correo Español a principios de febrero, criticaban claramente la desobediencia de líderes carlistas no identificados que no habían mantenido una política neutral. También indicaban que la estructura de mando del partido sería reorganizada.
Los mellistas entendieron que su estrategia de presionar al rey para que aceptara sus ideas ya no funcionaría. Una confrontación final era inevitable. Lanzaron una contraofensiva en los medios. Hicieron públicas las acusaciones que antes solo se decían en privado, como las de 1912. Presentaron a Don Jaime como un gobernante que había perdido su legitimidad. Decían que había estado pasivo e inactivo durante años, que había seguido una política hipócrita al declarar neutralidad pero apoyar a la Entente, que se había alejado de las ideas católicas tradicionales, que ignoraba los órganos de gobierno carlistas y que actuaba de forma autoritaria. También insinuaron que se comportaba de manera irresponsable, haciendo una clara referencia a que no tenía hijos. En general, decían que sus últimas acciones eran un "Jaimada", un golpe dentro del tradicionalismo. Ninguna de las partes en conflicto mencionó la estrategia política como el punto principal de discusión.
Aunque al principio parecía que ambos lados tenían fuerzas similares, Don Jaime pronto inclinó la balanza a su favor. Sus hombres recuperaron el control de El Correo Español. Reemplazó a Sanz Escartín con políticos que antes parecían pro-mellistas pero que se volvieron leales a la casa real, primero Pascual Comín y luego Luis Hernando de Larramendi. Cuando los alfonsistas y la prensa liberal celebraron la supuesta desaparición del carlismo, muchos miembros del partido que antes dudaban de Don Jaime empezaron a tener dudas.
Vázquez de Mella, consciente de su fuerte posición entre los parlamentarios y líderes locales, llamó a organizar una gran asamblea. Aunque se refirió explícitamente al carlismo y al tradicionalismo, algunos expertos creen que en ese momento ya sabía que luchar por el control de las estructuras carlistas no tenía sentido. Interpretan este llamado como la decisión de abandonar el partido y crear uno nuevo. El enfrentamiento no duró más de dos semanas. A finales de febrero de 1919, los mellistas decidieron formar su propia organización, estableciendo el Centro de Acción Tradicionalista en Madrid como su sede temporal.
Muchos diputados y senadores carlistas de principios del siglo XX se hicieron mellistas. Además de Vázquez de Mella, estaban Luis García Guijarro, Dalmacio Iglesias García, José Ampuero y del Río, Cesáreo Sanz Escartín, Ignacio Gonzales de Careaga y Víctor Pradera Larumbe. Entre los líderes regionales importantes estaban Tirso de Olazábal, José María Juaristi, marqués de Valde-Espina y Luis Lezama Leguizamón (Vascongadas), Antonio Mazarrasa (Álava), Doña Marina y Florida (Nueva Castilla), Teodoro de Mas, Miguel Salellas Ferrer, Mariano Fortuny Portell, Tomas Boada Borrell y duque de Solferino (Cataluña), Manuel Simó Marín y Jaime Chicharro Sánchez-Guió (Valencia) y José Díez de la Cortina (Andalucía). El grupo se completó con dos periodistas importantes: Miguel Fernández (Peñaflor) y Claro Abanades López.
La mayoría de los que se separaron venían de dos regiones: Vascongadas (especialmente Guipúzcoa) y Cataluña. Algunos periódicos carlistas regionales se unieron a Mella, como uno en Pamplona. Sin embargo, los más importantes, El Correo Español, El Pensamiento Navarro y El Correo Catalán, se quedaron con el rey carlista. El impacto en la gente común fue mucho menor. En regiones donde el carlismo era menos fuerte, como Castilla Vieja o Valencia, la separación causó más confusión y marginó aún más al movimiento. Pero en Vascongadas, Navarra y Cataluña, la base social rural del carlismo se mantuvo casi intacta.
Transformación y dificultades (1919–1922)
Durante 1919, los mellistas se dedicaron a organizar su movimiento. Su base eran los Centros de Acción Tradicionalistas locales, que surgieron por todo el país. En Madrid, El Pensamiento Español se estableció como su periódico nacional. También hubo intentos de crear organizaciones de jóvenes, llamadas Juventudes y Requetés Tradicionalistas.
Aunque Mella rechazó un puesto de ministro en un nuevo gobierno, diciendo que nunca podría apoyar la Constitución de 1876 y su sistema, en mayo el Mellismo se convirtió en el Centro Católico Tradicionalista (CCT). Este se creó antes de las elecciones de 1919 y buscaba ser un paso hacia una alianza de ultraderecha liderada por los tradicionalistas. El CCT ya no estaba limitado por las ideas dinásticas de los carlistas, aunque también rechazaba la monarquía de Alfonso XIII por considerarla influenciada por el liberalismo. Fue un intento de usar la plataforma católica para atraer a grupos de derecha del Partido Conservador, principalmente a los mauristas (seguidores de Maura) y a los ciervistas. También se consideraron posibles alianzas con los integristas y la Unión Monárquica Nacional. En las elecciones, lograron 4 representantes. Mella mismo no consiguió ser elegido.
Desde el verano de 1919, los mellistas comenzaron a preparar una gran Asamblea Nacional. Se esperaba que esta asamblea lanzara un nuevo partido y definiera su rumbo político. Aunque se pensó en "Católico Nacional" como nombre, finalmente se materializó como Partido Católico-Tradicionalista. Se organizaron reuniones regionales mellistas en Vizcaya Archanda (agosto de 1919) y en la catalana Badalona (abril de 1920).
Sin embargo, a medida que se desarrollaba la nueva campaña electoral de 1920, quedó claro que, como antes, los diferentes grupos de derecha estaban dispuestos a hacer acuerdos temporales, pero ninguno quería unirse para formar un nuevo partido de ultraderecha. Diferentes personalidades mellistas se inclinaron por iniciar conversaciones de alianza por su cuenta, generalmente de forma práctica. Algunos, como Pradera, negociaron con los mauristas. Otros, como Chicharro, hablaron con los ciervistas. Algunos se acercaron a la iniciativa social-católica de antiguos simpatizantes de Vázquez de Mella, como Aznar y Minguijón. Y otros se acercaron a una idea monárquica católica defendida por el periódico El Debate. Las elecciones solo dieron 2 representantes mellistas. Vázquez de Mella, que volvió a perder, pronto se presentó para un puesto en el Tribunal Supremo, pero no consiguió suficiente apoyo de los partidos conservadores y sufrió una derrota importante.
A finales de 1920, ya era evidente que el Mellismo estaba estancado. No lograba avanzar en la política nacional y estaba cada vez más paralizado por dos estrategias opuestas. Mientras Vázquez de Mella se aferraba a su plan de una gran federación de extrema derecha, buscando una visión tradicionalista muy ambiciosa, Pradera defendía otra idea. Él creía que la alianza debía ser más sencilla, basada en un catolicismo conservador y anti-revolucionario.
Además, Vázquez de Mella seguía una estrategia anti-sistema y no dinástica. Estaba dispuesto a apoyar a un gobierno aceptable desde fuera, pero Pradera estaba dispuesto a trabajar dentro del sistema de la Restauración de Alfonso XIII y aceptar cargos en el gobierno. El Mellismo sufrió otro golpe cuando muchos de sus seguidores se unieron al Partido Social Popular. En 1921, Vázquez de Mella ya dudaba de lanzar un partido propio y parecía considerar su papel como un experto en ideas que ofrecía orientación desde un segundo plano.
El fin del Mellismo (1922 en adelante)
La esperada gran asamblea mellista finalmente se realizó en octubre de 1922 en Zaragoza, aunque no fue lo que Vázquez de Mella había deseado. Para entonces, muchos mellistas que se habían separado de Don Jaime casi cuatro años antes se habían unido a otras iniciativas políticas. Otros habían perdido el entusiasmo después de dos campañas electorales fallidas y estaban desilusionados por un movimiento que parecía sin rumbo y con poco avance hacia una alianza de derecha. Además, Vázquez de Mella se retiraba cada vez más a largos períodos de inactividad.
La reunión estuvo dominada por los seguidores de Pradera, y el propio Vázquez de Mella no asistió. En su lugar, envió una carta, que fue como su última voluntad política. En ella, reafirmó sus ideas anti-sistema, confirmó la monarquía tradicionalista como objetivo final y se declaró comprometido a trabajar por ella como pensador e ideólogo, pero ya no como político. Los miembros de la presidencia reconocieron la carta y cortésmente dijeron que querían que Vázquez de Mella cambiara de opinión. La asamblea terminó a favor de establecer un nuevo partido católico.
La asamblea de Zaragoza fue, en efecto, el final del Mellismo. Aunque en las últimas elecciones de la Restauración en 1923 hubo dos candidatos que ganaron con la lista católico-tradicionalista. Durante casi un año después de la reunión de Zaragoza, más seguidores de Vázquez de Mella se unieron a otras iniciativas políticas.
En 1923, la vida política nacional se detuvo cuando se estableció la dictadura de Miguel Primo de Rivera y se disolvieron todas las organizaciones políticas. Así, el Partido Católico-Tradicionalista dejó de existir. Algunos mellistas se unieron a las estructuras de Primo de Rivera. Pocos ocuparon altos cargos administrativos, y Pradera incluso se convirtió en una figura importante de la dictadura. Sin embargo, los expertos no están de acuerdo si esa actividad tenía algo que ver con el Mellismo original.
Algunos estudiosos afirman que los mellistas "liderados por Pradera" participaron en la Unión Patriótica y se reconciliaron con la monarquía de Alfonso XIII, señalando que el grupo desapareció gradualmente solo después de la muerte de Vázquez de Mella. Otros autores consideran que el Mellismo desapareció como grupo político. En el mejor de los casos, se refieren a un "seudotradicionalismo" o "mellistas praderistas", destacando solo una conexión débil con el "mellismo ortodoxo" original. Algunos llaman a la estrategia de cooperación "Pracking" y señalan que la colaboración con el régimen de Primo, que carecía de una base ideológica tradicionalista, tenía poco que ver con el Mellismo.
Vázquez de Mella se retiró de la vida pública. Su última aparición fue en 1924 y falleció en 1928. Entre 1931 y 1932, muchos antiguos seguidores de Vázquez de Mella regresaron al Carlismo y se unieron a la Comunión Tradicionalista. Este es probablemente el último momento en que algunos historiadores usan el término "mellistas", aunque otros son más cautelosos y prefieren referirse a ellos como "post-mellistas". Dentro de la Comunión, los antiguos mellistas no formaron ningún grupo visible. Sin embargo, algunos estudiosos afirman que durante la Segunda República española y la Guerra Civil española, algunas de las divisiones entre mellistas y carlistas se repitieron. En discusiones públicas no académicas, el término "mellistas" a veces se usa de forma arbitraria, por ejemplo, para referirse a españoles pro-alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Más información
- Carlismo electoral (Restauración)
- Carlismo electoral navarro (Restauración)
- Carlismo electoral (Segunda República)
Véase también
En inglés: Mellismo Facts for Kids