Historia de la paleontología para niños
La historia de la paleontología es el relato de cómo hemos llegado a entender la vida antigua en la Tierra. Esta ciencia estudia los fósiles, que son los restos o huellas de organismos que vivieron hace mucho tiempo. La paleontología es parte de la biología porque se enfoca en seres vivos, pero también está muy conectada con la geología, que estudia la historia de nuestro planeta.
Desde la antigüedad, pensadores como Jenófanes y Heródoto notaron fósiles de animales marinos en tierra firme. Esto les hizo pensar que esas tierras estuvieron alguna vez bajo el agua. En la Edad Media, el sabio persa Ibn Sina (conocido como Avicena) escribió sobre los fósiles en su libro El libro de la curación (1027). Él propuso que los fósiles se formaban por fluidos especiales que petrificaban los restos. Más tarde, el científico chino Shen Kuo (1031-1095) usó fósiles de bambú para sugerir que el clima de la Tierra había cambiado con el tiempo.
En Europa, el estudio de los fósiles se hizo más organizado en los siglos XVII y XVIII. Al final del siglo XVIII, el trabajo de Georges Cuvier demostró que algunas especies de animales se habían extinguido. Esto fue muy importante y ayudó a que la paleontología se convirtiera en una ciencia, ligada a la anatomía comparada (que compara las estructuras de diferentes seres vivos). El conocimiento de los fósiles también ayudó a la geología, especialmente a la estratigrafía, que estudia las capas de rocas.
En 1822, Henri Marie Ducrotay de Blainville creó la palabra "paleontología" para referirse al estudio de los organismos antiguos a través de los fósiles. Durante la primera mitad del siglo XIX, la geología y la paleontología crecieron mucho, con más sociedades científicas y museos. Esto llevó a un gran aumento en el conocimiento sobre la historia de la vida y ayudó a crear la escala temporal geológica, que se basa en gran parte en los fósiles. A medida que se descubrían más fósiles, se hizo evidente que la vida había cambiado de forma ordenada a lo largo del tiempo. Esto impulsó las primeras ideas sobre la evolución.
Después de que Charles Darwin publicara El origen de las especies en 1859, la paleontología se centró mucho en entender cómo las especies evolucionaron, incluyendo la evolución humana.
En la segunda mitad del siglo XIX y durante el siglo XX, la búsqueda de fósiles se expandió por todo el mundo, con descubrimientos importantes en lugares como China. Se encontraron muchas formas de transición que muestran cómo se relacionan los diferentes grupos de vertebrados. En las últimas décadas del siglo XX, creció el interés en las extinciones masivas y su papel en la evolución. También hubo un renovado interés en la explosión cámbrica, un período en el que surgieron muchos tipos de animales. El descubrimiento de fósiles de la biota de Ediacara y el desarrollo de la paleobiología extendieron nuestro conocimiento de la vida mucho antes del período Cámbrico.
Contenido
- Primeros pasos en la paleontología: Antes del siglo XVII
- El siglo XVII: Nuevas ideas sobre los fósiles
- El siglo XVIII: La extinción y la estratigrafía
- El siglo XIX: El nacimiento de la paleontología y la era de los reptiles
- El estudio de los fósiles y el origen del término «paleontología»
- La era de los reptiles
- Catastrofismo, uniformismo y el registro fósil
- La evolución de las especies y el registro fósil
- La escala de tiempo geológico y la historia de la vida
- Crecimiento y profesionalización de la geología y la paleontología
- Finales del siglo XIX: La evolución y los dinosaurios
- Panorama de los acontecimientos en el siglo XX
- La paleontología en la actualidad
- Véase también
Primeros pasos en la paleontología: Antes del siglo XVII
Las primeras menciones de fósiles se encuentran en la Grecia Clásica. En el siglo VI a.C., el filósofo Jenófanes notó conchas de moluscos en Malta y Siracusa, y fósiles de plantas en Paros. Él se dio cuenta de que estas conchas eran restos de moluscos y lo usó como prueba de que esas tierras habían estado bajo el mar. En esa época, había dos formas de ver los fósiles: algunos, como los pitagóricos, creían que eran restos de seres vivos, mientras que otros, como los platónicos y algunos seguidores de Aristóteles, los veían como "juegos de la naturaleza" o "intentos de la Tierra de imitar a los organismos".
Las ideas de Platón y Aristóteles influyeron durante toda la Edad Media y hasta el siglo XVIII. Sin embargo, algunos, como Leonardo da Vinci (1455-1519), también llegaron a la conclusión de que las conchas marinas fósiles eran restos de moluscos. Estos fósiles eran fáciles de clasificar porque se parecían mucho a las especies vivas.
En 1027, el naturalista persa Ibn Sina propuso en El libro de la curación una explicación de cómo se formaban los fósiles. Él modificó una idea de Aristóteles y sugirió que los fósiles se formaban por fluidos especiales que petrificaban los restos. Esta idea fue adoptada por muchos naturalistas hasta el siglo XVI.
Shen Kuo (1031-1095) de la dinastía Song en China usó fósiles marinos encontrados en las montañas Taihang para entender procesos geológicos como la formación de montañas y los cambios en el nivel del mar. Al observar bambúes petrificados en la provincia de Shaanxi, propuso una teoría sobre el cambio climático gradual, ya que Shaanxi es una zona seca donde el bambú no crece actualmente.
En el siglo XVI en Europa, los filósofos naturales empezaron a coleccionar fósiles y otros especímenes de la naturaleza. Estas colecciones se guardaban en "gabinetes de curiosidades". El científico danés Conrad Gesner publicó en 1565 uno de los primeros libros ilustrados sobre fósiles, De rerum fossilium. Este libro fue importante porque separó los fósiles de apariencia orgánica de las gemas y minerales, y usó ilustraciones. Estas colecciones y las redes de comunicación entre científicos fueron clave para el desarrollo de la ciencia.
Sin embargo, la mayoría de los europeos del siglo XVI no creían que los fósiles fueran restos de organismos vivos. La palabra "fósil" viene del latín y significa "desenterrado", y se usaba para cualquier objeto de piedra. Los científicos de la época estaban más interesados en clasificar estos objetos por sus propiedades físicas o místicas que en su origen. Las ideas de Aristóteles y el neoplatonismo sugerían que los objetos de piedra podían crecer en la tierra y parecerse a seres vivos.
El siglo XVII: Nuevas ideas sobre los fósiles

Durante la Edad de la Razón, el estudio de los fósiles cambió mucho. En 1616, Colonna fue uno de los primeros en ver los fósiles en su contexto biológico. En 1665, Athanasius Kircher pensó que los huesos gigantes eran de razas extintas de humanos gigantes. Ese mismo año, Robert Hooke publicó Micrographia, un libro con ilustraciones de sus observaciones con el microscopio. Él notó la similitud entre los Nautilus vivos y los ammonites fósiles. Hooke concluyó que la madera petrificada era madera normal que se había empapado con "agua con partículas de piedra y tierra". Él creía que los fósiles eran pruebas de la historia de la vida en la Tierra y que algunos representaban especies que se habían extinguido por catástrofes geológicas.
En esa época, un argumento común para el origen biológico de los fósiles era el Diluvio Universal de la Biblia. Johann Jakob Scheuchzer (1709) publicó Herbarium Diluvianum, con descripciones de plantas fósiles que interpretó como restos del Diluvio.
Los trabajos de Nicolaus Steno fueron muy importantes. En 1667, Steno comparó los dientes de un tiburón que había diseccionado con las "piedras de lengua" (fósiles de dientes de tiburón). Concluyó que esos fósiles eran dientes de tiburón. Luego, Steno estudió las capas de suelo y publicó en 1669 Un precursor de una disertación acerca de un sólido encerrado de forma natural dentro de otro sólido. En este libro, Steno distinguió entre objetos que se formaban dentro de las rocas (como los cristales) y los fósiles que se formaban fuera de ellas. Se dio cuenta de que las rocas se formaban por capas de sedimento y que los fósiles eran restos de organismos enterrados en ese sedimento. Como la mayoría de los científicos de su tiempo, Steno creía que la Tierra era muy joven, por lo que también usó el Diluvio bíblico para explicar los fósiles marinos lejos del mar.
A pesar de la influencia de Steno, algunos naturalistas como Martin Lister y John Ray seguían dudando del origen orgánico de ciertos fósiles, especialmente los ammonites, que no se parecían a ninguna especie viva conocida. Esto planteaba la posibilidad de la extinción, algo difícil de aceptar para ellos por razones filosóficas y religiosas.
El siglo XVIII: La extinción y la estratigrafía
José Torrubia (1698-1761) introdujo el método científico en la paleontología. Georges Buffon (1707-1788) inició una nueva era con su Histoire naturelle en 1749, criticando las ideas del Diluvio. En su obra Des Époques de la Nature (1778), reconoció que la historia del hombre y la vida eran diferentes, y que existían especies extintas. Usó el descubrimiento de fósiles de elefantes y rinocerontes en el norte de Europa como prueba de que la Tierra había sido mucho más cálida y se había enfriado gradualmente.
En 1796, Georges Cuvier (1769-1832) presentó un trabajo clave, Memoire sur les especes d'Elephants tant vivantes que fossiles. En él, comparó esqueletos de elefantes indios y africanos con fósiles de mamuts y mastodontes. Demostró que los mamuts y mastodontes eran especies diferentes de los elefantes actuales y que, por lo tanto, estaban extintos. Cuvier también identificó el Megatherium como un perezoso gigante extinto. Su trabajo llevó a la aceptación general de la extinción. Cuvier también defendió la teoría del catastrofismo, que explicaba la sucesión de organismos en el registro fósil por múltiples catástrofes geológicas. Su contemporáneo Lamarck (1744-1829) desarrolló una teoría evolucionista, pero Cuvier fue uno de sus principales oponentes.
William Smith, un topógrafo, usó fósiles para relacionar capas de suelo en diferentes lugares. Creó el primer mapa geológico de Inglaterra a principios del siglo XIX. Estableció el principio de sucesión faunística, que dice que cada capa de roca sedimentaria contiene tipos específicos de fósiles, y que estos se suceden de manera predecible. Al mismo tiempo, Cuvier y Alexandre Brongniart usaron métodos similares en un estudio de la geología de París.
El siglo XIX: El nacimiento de la paleontología y la era de los reptiles
El estudio de los fósiles y el origen del término «paleontología»
El libro de Georges Cuvier Recherches sur les ossements fossiles de quadrupèdes (1812) sentó las bases de la paleontología de vertebrados. En 1822, Henri Marie Ducrotay de Blainville, discípulo de Cuvier, publicó por primera vez la palabra palæontologie en una revista científica. Blainville ya había creado el término paléozoologie en 1817 para el estudio de animales extintos. Buscó un término que incluyera tanto animales como plantas fósiles, y así nació "paleontología", que se popularizó en muchos idiomas.
En 1828, el botánico Adolphe Brongniart publicó un trabajo sobre la historia de las plantas fósiles. Concluyó que la historia de las plantas se podía dividir en cuatro períodos, marcados por la aparición de diferentes tipos de plantas (criptógamas, coníferas, cícadas y plantas con flor). Su trabajo es la base de la paleobotánica y reforzó la idea de que la vida en la Tierra tiene una historia larga y compleja, con diferentes grupos apareciendo en orden. También sugirió que el clima de la Tierra había cambiado, ya que los fósiles de plantas mostraban que el norte de Europa había sido tropical durante el Carbonífero. Los términos "paleobotánica" y "palinología" (estudio de polen y esporas fósiles) se acuñaron más tarde.
La era de los reptiles

En 1808, Cuvier identificó un fósil como un reptil marino gigante, el Mosasaurus, y otro como un reptil volador, el Pterodactylus. Basándose en las capas de roca, especuló que estos grandes reptiles vivieron antes de la "era de los mamíferos". Estos hallazgos fueron confirmados por descubrimientos en Gran Bretaña. Mary Anning, una coleccionista de fósiles, encontró esqueletos de reptiles marinos como el ictiosaurio (1811) y el plesiosaurio (1821, 1823) en Lyme Regis. Anning también notó que unas piedras llamadas "piedras bezoar" se encontraban en el abdomen de los ictiosaurios y contenían huesos de peces. Esto la llevó a sugerir que eran heces fosilizadas, que William Buckland llamó coprolitos, y que ayudaron a entender las cadenas alimenticias antiguas.
En 1824, Buckland descubrió y describió la mandíbula de un reptil carnívoro terrestre, el Megalosaurus. Ese mismo año, Gideon Mantell encontró dientes de un reptil herbívoro gigante, el Iguanodon, llamado así por su parecido con los dientes de una iguana. En 1831, Mantell publicó "La era de los reptiles", resumiendo la evidencia de un largo período dominado por grandes reptiles. Dividió esta era en tres intervalos, que se anticiparon a los períodos Triásico, Jurásico y Cretácico. En 1841, Richard Owen creó el nuevo grupo de los Dinosauria para Megalosaurus, Iguanodon y Hylaeosaurus.
El descubrimiento de grandes reptiles causó gran emoción. Buckland también encontró la mandíbula de un pequeño mamífero primitivo, Phascolotherium, en las mismas capas que el Megalosaurus. Aunque era pequeño, este "mamífero de Stonesfield" fue muy discutido, pero no invalidó la idea de que los reptiles grandes dominaron esa era.
Catastrofismo, uniformismo y el registro fósil
Cuvier, en su trabajo de 1796, sugirió que una catástrofe había destruido la vida, que luego fue reemplazada por las formas actuales. Sus estudios posteriores lo llevaron a hablar de múltiples catástrofes geológicas. En Gran Bretaña, algunos geólogos como Buckland vincularon la catástrofe más reciente con el diluvio bíblico.
En respuesta a estas ideas, Charles Lyell defendió la teoría del uniformismo en su obra Principios de geología. Lyell argumentó que la mayoría de las características geológicas actuales se explican por la acción lenta de fuerzas naturales como el vulcanismo, los terremotos, la erosión y la sedimentación, en lugar de eventos catastróficos. Lyell creía que los aparentes cambios catastróficos en el registro fósil eran ilusiones causadas por imperfecciones en el registro. Por ejemplo, la ausencia de aves y mamíferos en las capas más antiguas se debía a que los organismos marinos se fosilizaban más fácilmente. También usó el mamífero de Stonesfield como prueba de que los mamíferos no fueron necesariamente precedidos por los reptiles. Lyell logró convencer a los geólogos de que las características de la Tierra se debían a las mismas fuerzas geológicas actuales actuando durante mucho tiempo, pero no logró convencerlos de que el registro fósil no mostraba una sucesión direccional de la vida.
La evolución de las especies y el registro fósil
Jean Baptiste Lamarck (1744-1829) usó fósiles para apoyar su teoría de la evolución a principios del siglo XIX. Los descubrimientos de fósiles y la creciente evidencia de que la vida había cambiado con el tiempo impulsaron las ideas sobre la evolución. Robert Chambers usó fósiles en su libro Vestigios de la historia natural de la creación (1844), que defendía un origen evolutivo para el universo y la vida, sugiriendo que la vida había pasado de lo simple a lo complejo. Estas primeras ideas evolutivas fueron muy debatidas, pero no fueron aceptadas por la mayoría. Los críticos usaban fósiles para refutar estas teorías. Por ejemplo, Richard Owen señaló que los dinosaurios eran tan complejos como los reptiles modernos, lo que contradecía las teorías de evolución simple a compleja. Aunque estas primeras teorías no fueron aceptadas, los debates ayudaron a preparar el camino para la aceptación de la teoría de Darwin años después.
La escala de tiempo geológico y la historia de la vida

Geólogos como Adam Sedgwick y Roderick Murchison continuaron haciendo avances en la estratigrafía, describiendo nuevas épocas geológicas como el Cámbrico, el Silúrico, el Devónico y el Pérmico. Este progreso dependía cada vez más de expertos en tipos específicos de fósiles. A principios de la década de 1840, gran parte de la escala de tiempo geológico ya estaba desarrollada. En 1841, John Phillips dividió formalmente la columna geológica en tres grandes eras: el Paleozoico, el Mesozoico y el Cenozoico, basándose en cambios bruscos en el registro fósil. Su definición de la escala de tiempo geológico se sigue usando hoy en día, aunque en ese momento no había forma de asignar fechas absolutas a los períodos. Se entendió que no solo había habido una "era de los reptiles" antes de la "era de los mamíferos", sino también un tiempo (Cámbrico y Silúrico) en que la vida se limitaba a los océanos, y un tiempo (antes del Devónico) en que los invertebrados eran las formas de vida animal más grandes y complejas.
Crecimiento y profesionalización de la geología y la paleontología
El rápido progreso en geología y paleontología en las décadas de 1830 y 1840 fue posible gracias a una creciente red internacional de geólogos y especialistas en fósiles. Su trabajo era organizado y revisado por sociedades geológicas. Muchos de estos científicos eran profesionales que trabajaban en universidades, museos y estudios geológicos del gobierno. El apoyo público a las ciencias de la Tierra se debía a su impacto cultural y su valor económico para la explotación de recursos como el carbón.
Otro factor importante fue el desarrollo de museos con grandes colecciones de historia natural. Estos museos recibían muestras de todo el mundo y se convirtieron en centros para el estudio de la anatomía comparada y la morfología. Un ejemplo clave fue el Museo de Historia Natural de París, fundado en 1793, que se convirtió en un centro de avances en la historia natural.
Finales del siglo XIX: La evolución y los dinosaurios
La teoría de la evolución
La publicación de El origen de las especies por medio de la selección natural de Charles Darwin en 1859 fue un evento crucial para todas las ciencias de la vida, especialmente la paleontología. Los fósiles fueron importantes para Darwin. Durante su viaje en el HMS Beagle por América del Sur, Darwin se impresionó con los fósiles de armadillos gigantes y perezosos gigantes, que parecían relacionados con especies vivas. El debate científico que siguió a la publicación del libro llevó a una búsqueda intensa de fósiles de transición y otras pruebas de la evolución.
Dos áreas de investigación que tuvieron éxito temprano fueron la transición entre reptiles y aves, y la evolución del caballo. En 1861, se descubrió el primer espécimen de Archaeopteryx, un animal con dientes y plumas, y una mezcla de características de reptiles y aves. Othniel Marsh descubrió otras especies de aves con dientes en Kansas en 1872. Marsh también encontró fósiles de varios caballos primitivos en el oeste de Estados Unidos, lo que ayudó a trazar la evolución del caballo desde el pequeño Hyracotherium de cinco dedos hasta los caballos modernos de un solo dedo. Thomas Huxley usó extensivamente los fósiles de caballos y aves para defender la teoría de la evolución. La evolución fue aceptada rápidamente en los círculos científicos, pero el mecanismo de la selección natural de Darwin fue menos aceptado al principio. Algunos paleontólogos preferían otras ideas, como la herencia de características adquiridas o una tendencia innata al cambio.
También hubo gran interés en la evolución humana. En 1856 se descubrieron fósiles de neandertales, pero no estaba claro si eran una especie diferente. Eugene Dubois causó sensación en 1891 con el descubrimiento del hombre de Java, la primera evidencia fósil de una especie claramente de transición entre humanos y simios.
Avances en América del Norte
Un evento importante en la segunda mitad del siglo XIX fue la rápida expansión de la paleontología en América del Norte. En 1858, Joseph Leidy describió el primer dinosaurio de América del Norte con buenos restos, el Hadrosaurus. Sin embargo, fue la expansión de los ferrocarriles y asentamientos en el oeste de Estados Unidos después de la Guerra de Secesión lo que impulsó la recolección de fósiles. Esto llevó a un mayor conocimiento de la historia natural de América del Norte, incluyendo el descubrimiento del mar interior occidental y de importantes fósiles de aves, caballos primitivos y nuevos géneros de dinosaurios como Allosaurus, Stegosaurus y Triceratops. Gran parte de esta actividad fue resultado de una intensa rivalidad entre Othniel Marsh y Edward Cope, conocida como la guerra de los Huesos.
Panorama de los acontecimientos en el siglo XX
Después de la publicación de El origen de las especies, la paleontología y las ciencias biológicas experimentaron una revolución. Aunque Darwin usó fósiles, los paleontólogos y geólogos tardaron en aceptar su teoría. A finales del siglo XIX y principios del XX, con el desarrollo de la genética, hubo una separación: la paleontología se centró en estudios de capas de roca y se integró en las ciencias geológicas, mientras que la biología la consideraba una ciencia puramente descriptiva.
Avances en la geología
Dos avances geológicos en el siglo XX tuvieron un gran impacto en la paleontología. El primero fue la datación radiométrica, que permitió asignar fechas absolutas a la escala temporal geológica. El segundo fue la teoría de la tectónica de placas, que ayudó a entender la distribución geográfica de los organismos del pasado.
Extensión geográfica de la paleontología
Durante el siglo XX, la exploración paleontológica se intensificó en todo el mundo, dejando de ser casi exclusiva de Europa y América del Norte. Entre 1824 y 1969, se reconocieron 170 géneros de dinosaurios. En los 25 años siguientes a 1969, ese número aumentó a 315. Gran parte de este aumento se debió a la exploración de nuevas formaciones rocosas, especialmente en América del Sur y África. En las últimas décadas del siglo XX, la apertura de China a la exploración de fósiles produjo mucha evidencia sobre dinosaurios y el origen de aves y mamíferos.
Extinciones masivas
El siglo XX vio un renovado interés en las extinciones masivas y su efecto en la historia de la vida. Este interés aumentó después de 1980, cuando Luis y Walter Álvarez propusieron la Hipótesis Álvarez de que un impacto de un asteroide causó la extinción masiva del Cretácico Terciario que acabó con los dinosaurios no avianos y muchos otros seres vivos. También a principios de los 80, Jack Sepkoski y David M. Raup publicaron análisis estadísticos de fósiles de invertebrados marinos que revelaron un patrón de extinciones masivas repetidas, con importantes implicaciones para la evolución.
Caminos y teorías evolucionistas
A lo largo del siglo XX, nuevos fósiles ayudaron a entender los caminos de la evolución. Ejemplos incluyen transiciones importantes como los fósiles descubiertos en Groenlandia que muestran la evolución de los tetrápodos a partir de peces, y los fósiles de China que aclararon la relación entre dinosaurios y aves. Otros descubrimientos notables incluyen fósiles en Pakistán que explicaron la evolución de las ballenas, y una serie de hallazgos en África (como el niño de Taung en 1924) que iluminaron la evolución humana. A finales del siglo XX, la paleontología y la biología molecular se unieron para crear detallados árboles filogenéticos (árboles de parentesco entre especies).
Los resultados de la paleontología también contribuyeron a la teoría evolutiva. En 1944, George Gaylord Simpson publicó Tempo and mode in evolution, usando análisis cuantitativos para mostrar que el registro fósil era compatible con los patrones de evolución predichos por la selección natural y la deriva genética. Esto integró la paleontología en la síntesis evolutiva moderna. En 1972, Niles Eldredge y Stephen Jay Gould usaron fósiles para defender la teoría del equilibrio puntuado, que sugiere que la evolución se caracteriza por largos períodos de estabilidad y períodos cortos de cambios rápidos.
Explosión cámbrica

Un área de la paleontología con mucha actividad desde la década de 1980 es el estudio de la explosión cámbrica, un período en el que aparecieron muchos de los diferentes filos animales con sus distintos planes corporales. El esquisto de Burgess, un famoso yacimiento de fósiles del Cámbrico, fue descubierto en 1909 por Charles Doolittle Walcott. Un nuevo análisis en la década de 1980 por Harry B. Whittington, Derek Briggs y Simon Conway Morris provocó un renovado interés y el descubrimiento de nuevos yacimientos de fósiles.
Fósiles precámbricos

Antes de 1950, no había evidencia fósil aceptada de vida antes del período Cámbrico. Charles Darwin reconoció que la falta de fósiles anteriores a los animales complejos del Cámbrico era un posible argumento contra la evolución, pero esperaba que se encontraran en el futuro. En el siglo XIX, Charles Doolittle Walcott descubrió estromatolitos y otras pruebas de vida en el Precámbrico, pero su origen orgánico fue discutido. Esto comenzó a cambiar en la década de 1950 con el descubrimiento de más estromatolitos y microfósiles de las bacterias que los construyeron. Un avance clave fue cuando Martin Glaessner demostró que los fósiles de animales de cuerpo blando descubiertos en Australia eran del Precámbrico, no del Cámbrico temprano, haciendo de la biota del período Ediacárico los animales más antiguos conocidos. A finales del siglo XX, la paleobiología estableció que la historia de la vida se remonta al menos 3.5 mil millones de años.
La paleontología en la actualidad
Hoy en día, la paleontología utiliza nuevas técnicas como la microscopía electrónica, rayos X, espectrometría e informática. Esto aporta datos interesantes en áreas como la paleoecología (estudio de ecosistemas antiguos), tafonomía (cómo se forman los fósiles), paleohistología (tejidos fósiles) y paleobioquímica (química de los fósiles). Los estudios de protistas, polen y esporas fósiles, muy desarrollados desde la segunda mitad del siglo XX, han complementado los estudios clásicos, aportando información sobre el origen de la vida, la evolución y la paleontología aplicada. Los estudios de paleobioquímica están creciendo mucho, abriendo nuevas posibilidades de investigación sobre aminoácidos, lignina, clorofilas y celulosa en fósiles.
Véase también
En inglés: History of paleontology Facts for Kids
- Historia natural
- Historia de la biología
- Historia del pensamiento evolucionista
- Historia de la geología
- Historia de la ciencia
- Anexo:Cronología de la paleontología
- Anexo:Yacimientos paleontológicos del mundo