Guerras romano-sasánidas para niños
Las guerras romano-sasánidas fueron una serie de conflictos militares que enfrentaron al Imperio romano y, más tarde, al Imperio bizantino (su continuación en Oriente), con el Imperio sasánida. Estos enfrentamientos duraron desde el siglo III hasta el siglo VII. Las dos grandes potencias de la Antigüedad tardía en el Mediterráneo y el Próximo Oriente lucharon casi sin parar durante este tiempo, aunque también hubo largos periodos de paz, especialmente en el siglo V.
Los conflictos comenzaron en el siglo III, cuando se fundó el Imperio sasánida. Terminaron con la exitosa campaña del emperador Heraclio entre los años 628 y 630. Las batallas fueron muy intensas durante los reinados de Sapor I (240/242-272), Sapor II (309-379), Cosroes I (531-579) y Cosroes II (590-628). Ambos imperios iniciaron ataques. Después de la última y más grande guerra entre Bizancio y Persia (603-628), ambas potencias quedaron muy debilitadas. Esto las hizo vulnerables a la expansión del islam, que destruyó por completo al Imperio sasánida y tomó las provincias orientales del Imperio bizantino. Este evento marca el final de la Edad Antigua.
Datos para niños Guerras romano-sasánidas |
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![]() Los Imperios bizantino y sasánida.
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Fecha | 230-628 | |||
Lugar | Mesopotamia, mar Egeo, península balcánica, Asia Menor, Atropatene, Egipto, Levante mediterráneo y Transcaucasia | |||
Resultado | Colapso del Imperio Sasánida y su posterior conquista a manos de los árabes, los bizantinos pierden más de la mitad de su territorio Conquista musulmana de Persia, Conquista musulmana de Egipto, Conquista musulmana de Sicilia, Conquista musulmana de Siria y Palestina y Conquista musulmana del Magreb | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Contenido
- Orígenes de los Conflictos: Roma y Persia antes del Siglo III
- Ardashir I: El Inicio de los Conflictos Militares
- Sapor I: Victorias sobre Tres Emperadores Romanos
- La Campaña Romana de Diocleciano
- Roma y Persia en la Época de Constantino el Grande
- Guerra entre «Hermanos»: Constancio II y Sapor II
- La Campaña de Juliano contra Persia: Una Catástrofe
- Paz con Interrupciones: Las Guerras del Siglo V
- El Siglo VI: Conflictos y Estrategias
- ¿Paz Persa? Cosroes II y el Contraataque de Heraclio
- Roma y Persia: Un Balance Histórico
- Cronología de las Guerras Romano-Sasánidas
Orígenes de los Conflictos: Roma y Persia antes del Siglo III
La muerte del emperador Marco Aurelio en el año 180 fue un momento difícil para el Imperio romano. Su reinado estuvo lleno de guerras para defender las fronteras. En el este, Roma había luchado varias veces contra los partos. A pesar de estas guerras, Marco Aurelio no logró asegurar las fronteras.
Su hijo Cómodo fue asesinado en 192. Después de una breve guerra civil, Septimio Severo fundó la dinastía de los Severos, que gobernó hasta el año 235. Historiadores de la época, como Dión Casio, pensaron que con la muerte de Marco Aurelio terminaba una "Edad de Oro" y comenzaba un tiempo más difícil.
El gobierno de los Severos dependía mucho del apoyo de los soldados. Los pagos a los soldados aumentaron, lo que también hizo que quisieran más. Hubo muchas intrigas en la corte, y los emperadores duraban poco en el poder. El último emperador Severo, Alejandro Severo, fue asesinado por soldados. El Imperio entró en una gran crisis, conocida como la Crisis del siglo III. Solo algunos emperadores, como Aureliano y Diocleciano, lograron dar estabilidad al Imperio más tarde.
Una gran parte de los problemas de Roma en el siglo III vinieron de Oriente. Allí, en el año 224, el rey parto Artabanes IV fue derrotado por un príncipe rebelde llamado Ardashir I. Ardashir venía de una familia de líderes locales en la región de Pérsida. Fundó la dinastía sasánida, que gobernaría Persia por unos 400 años. Este sería el último gran estado persa antes de la llegada del islam.
Ardashir y sus sucesores fortalecieron las tradiciones persas. Para legitimar su nuevo poder, el nuevo rey necesitaba victorias importantes. Pronto, los romanos se dieron cuenta de esto. Cuando Ardashir consolidó su poder, inició una guerra contra Roma. La caballería pesada persa, los catafractos, demostró ser un gran desafío para los romanos. Roma se encontró en una costosa guerra defensiva. Aunque otras tribus amenazaban las fronteras del Rin y el Danubio, no eran tan organizadas como el estado sasánida, que era un enemigo mucho más fuerte que los partos.
Persia, con su gran desarrollo cultural y militar, se convirtió en el principal rival de Roma durante siglos. Ambas potencias se veían como iguales y buscaban debilitarse mutuamente, con intereses económicos importantes. Fue el inicio de una lucha continua que duró siglos. Solo con el final de la Antigüedad tardía y la caída del Imperio sasánida terminó esta rivalidad.
Ardashir I: El Inicio de los Conflictos Militares
Después de que Ardashir I venciera a sus enemigos internos alrededor del año 230, comenzó a expandir sus territorios. Esto lo llevó a chocar con Roma. Su primer ataque fue contra la Armenia romana. Esta región era muy importante por su ubicación y recursos, y siempre había sido motivo de disputa entre romanos y partos. Los sasánidas también tendrían un gran interés en Armenia, especialmente porque allí gobernaba una rama de la antigua dinastía real parta, que veía a los sasánidas como invasores. Muchos miembros de esta familia se refugiaron en Armenia y recibieron ayuda romana. Ardashir quería restaurar el antiguo Imperio aqueménida a costa de Roma. Para ello, necesitaba controlar Armenia, eliminar la amenaza romana en Mesopotamia e invadir Siria y Asia Menor.
Sin embargo, la ofensiva de Ardashir contra Armenia no tuvo el éxito esperado. Tampoco lo tuvo su ataque contra el reino de Hatra, en Mesopotamia, que era aliado de Roma. El emperador romano Alejandro Severo se preparó para la guerra. En 232, lanzó una contraofensiva contra la capital persa, Seleucia-Ctesifonte, pero con pocos resultados. Una de las tres columnas del ejército romano fue destruida por los persas, y las otras dos regresaron sin grandes victorias. Las batallas siguientes, principalmente en Mesopotamia, tampoco tuvieron resultados decisivos. Alejandro Severo tuvo que detener las operaciones para enfrentar a los germanos en el Rin.
Después de la muerte del emperador en 235, Ardashir lanzó una nueva ofensiva. Esta vez tuvo más éxito. Posiblemente en 236, las ciudades estratégicas de Carras y Nísibis cayeron en manos persas. En 240, también cayó la disputada Hatra.
Los historiadores aún discuten los motivos de Ardashir para atacar el Imperio romano. Las fuentes romanas dicen que el Gran Rey quería restaurar el antiguo Imperio aqueménida. Sin embargo, estas fuentes suelen ser contrarias a los persas. Los propios escritos de Ardashir no aclaran esto, ya que él solo se llamó a sí mismo "Rey de Reyes de Eran (Irán)". Ardashir pudo haber ido a la guerra para afirmar su posición, demostrar su habilidad como nuevo rey y legitimar su ascenso al trono.
La caída de Hatra hizo que Roma decidiera atacar de nuevo a los persas. Ardashir murió en 241. Su hijo y heredero, Sapor I, continuaría la guerra, y le causaría a Roma una de sus derrotas más humillantes.
Sapor I: Victorias sobre Tres Emperadores Romanos
Sapor I es considerado uno de los reyes sasánidas más importantes. En Persia, todavía se le recuerda por sus logros. En su país, fue conocido por su política religiosa tolerante y sus reformas para centralizar el gobierno.
En el ámbito militar, sus éxitos fueron notables. Dirigió tres campañas contra Roma. La cronología exacta de estas campañas es difícil de determinar porque las fuentes son complicadas. A veces, las fuentes romanas contradicen los relatos sasánidas. Una fuente importante es la inscripción trilingüe (en persa medio, parto y griego) de Naqsh-e Rustam, llamada res gestae divi Saporis. Es una crónica de Sapor sobre sus victorias y se considera bastante fiable.
La primera campaña de Sapor fue entre 242 y 244. Según algunas fuentes romanas, el emperador Gordiano III salió de Antioquía hacia el este para enfrentar al ejército persa. Cerca de Resaina, los romanos vencieron al rey persa en 243 y recuperaron territorios. Poco después, el prefecto Filipo el Árabe conspiró contra Gordiano y lo hizo asesinar. Sin embargo, los registros sasánidas cuentan una historia diferente: dicen que Gordiano, después de la batalla cerca de Resaina (que ellos no mencionan), marchó hacia Ctesifonte, fue derrotado y murió a principios del año 244 cerca de Mesiche. Luego, Filipo fue nombrado emperador. Es posible que Gordiano muriera por las heridas de la batalla de Misiche. Filipo el Árabe se vio obligado a firmar un tratado de paz con Sapor, muy favorable a los sasánidas. Roma tuvo que pagar a Persia y ceder algunos territorios en Mesopotamia, aunque conservó el apoyo de Armenia.
Aunque Filipo fue honrado con títulos de victoria, parece que los romanos sufrieron una derrota dolorosa. Sapor inmortalizó su triunfo en varios relieves. En 252 o 253, Sapor reanudó sus operaciones militares contra Roma. El nuevo emperador romano, Decio, no quería mantener una política amistosa con Persia y se opuso a la expansión sasánida en Armenia. Sapor lo consideró motivo suficiente para ir de nuevo a la guerra. Conquistó Armenia por segunda vez. Aprovechando los problemas tras la muerte del emperador Decio, Sapor entró en Siria y Mesopotamia.
Posiblemente en la primavera del 253, Sapor avanzó con su ejército a lo largo del Éufrates hacia territorio romano, evitando las grandes fortalezas romanas. Los sasánidas sufrieron un pequeño revés cerca de Emesa, pero luego las tropas de Sapor, con sus jinetes de caballería pesada, destruyeron un ejército romano de unos 60.000 hombres cerca de Barbalissos. Hierápolis y, sobre todo, Antioquía fueron conquistadas por los sasánidas por un corto tiempo. Los persas llegaron incluso hasta Capadocia, y en 256 lograron tomar la fortaleza de Dura Europos. Después, Sapor se retiró. Sin embargo, el Gran Rey cometió un error al rechazar una oferta de alianza del rey de la ciudad-oasis de Palmira, Septimio Odenato. Odenato entonces se alió con los romanos, quienes agradecieron toda ayuda.
La situación en las provincias orientales de Roma era tan grave que el emperador Valeriano, que llegó al poder en 253, tuvo que ir personalmente a Oriente. Valeriano reunió un gran ejército y marchó contra Sapor. A principios del verano de 256, se enfrentaron en la batalla de Edesa, donde el ejército de Valeriano fue destruido. Para colmo, el emperador fue capturado por los persas durante la batalla. La captura de Valeriano, un evento sin precedentes y muy vergonzoso para los romanos, fue registrada en los anales de Sapor y en relieves de roca:
"En la tercera campaña, cuando atacamos y sitiamos Carras y Edesa, marchó contra nosotros el emperador Valeriano, e iba con él una fuerza militar de 70.000 hombres. Y del otro lado de Carras y de Edesa tuvo lugar una gran batalla entre el emperador Valeriano y nosotros, y cogimos cautivo con nuestras propias manos al emperador Valeriano y a los demás, los prefectos del pretorio y senadores y oficiales, todos los que eran jefes de aquel ejército, a todos capturamos con las manos y los deportamos a Persis."
Algunas fuentes romanas dicen que la captura del emperador fue por una traición persa, pero otros autores confirman la versión de Sapor. Valeriano murió en cautiverio en Persia. Los romanos supervivientes fueron deportados por Sapor a territorio sasánida y ubicados en una ciudad recién construida. Después de la batalla, Sapor ocupó varias ciudades, y Antioquía fue saqueada por segunda vez.
Roma no podía resistir a los ejércitos persas. Por eso, la defensa de las provincias orientales quedó en manos de Odenato de Palmira. Él tuvo cierto éxito, venció a las tropas persas en su propio territorio (finales de 260) e incluso avanzó hacia Ctesifonte.
Pasaron unos veinte años hasta que Roma pudo lanzar una nueva ofensiva. Sapor, que se llamaba a sí mismo "Rey de Irán y de No-Irán", había demostrado que el Imperio sasánida era un digno rival para Roma.
Sin embargo, Sapor apenas pudo disfrutar de su victoria, ya que después de 261 los persas se retiraron ante Palmira. En los años posteriores a 260, el monarca sasánida estuvo a la defensiva frente a sus enemigos occidentales. Esto también pudo estar relacionado con sus operaciones militares en la frontera oriental, donde los kushán se estaban convirtiendo en un gran problema. Al final, las ganancias territoriales de los sasánidas en el oeste fueron mínimas, y las guerras causaron grandes pérdidas humanas para los persas. A pesar de las grandes batallas entre 244 y 260, los persas no lograron su principal objetivo militar: un acceso al Mediterráneo.
La Campaña Romana de Diocleciano
Hasta la muerte de Sapor, alrededor del año 272, y aún después, hubo calma en las fronteras entre Roma y Persia. Esto se debió en parte a los problemas internos en el Imperio romano, que solo se calmaron con el reinado de Aureliano. Además, los reyes sasánidas tuvieron sus propios problemas internos, como la aparición del maniqueísmo, que fue fuertemente combatido por Bahram I y Bahram II. Bahram II también tuvo que enfrentar una rebelión en las regiones orientales de su Imperio. Los romanos, gobernados entonces por el emperador Caro, aprovecharon el momento e invadieron Mesopotamia. Llegaron hasta la capital, Ctesifonte, que estuvieron a punto de conquistar. Sin embargo, Caro murió, lo que interrumpió la invasión.
Bajo Diocleciano, quien subió al poder en 284, la administración imperial fue reformada y fortalecida (ver Tetrarquía) para enfrentar la Crisis del siglo III. Diocleciano decidió asegurar las fronteras orientales. En 287, inició negociaciones con Bahram II, que llevaron a un tratado de no agresión. Sin embargo, esta solución fue temporal. Una vez que Diocleciano restableció la paz interna y la seguridad en las fronteras contra los germanos, volvió su atención a Persia. En 290, repuso en su trono al rey de Armenia Tirídates III, quien había sido depuesto por los persas. Esto chocó con los intereses sasánidas. Narsés, rey de Persia desde 293, reaccionó y atacó Armenia de nuevo en 296. Diocleciano, ocupado en reprimir una revuelta en Egipto, encargó a Galerio, su césar, la misión de repeler el ataque persa. Galerio fue duramente derrotado por los persas en Mesopotamia, cerca de Calínicos y Carras, alrededor del año 297.
Diocleciano marchó rápidamente de Egipto a Siria. Molesto por la derrota de su césar, obligó a Galerio a correr una milla delante de su carruaje. En 298, o quizás en 299, los romanos lanzaron una nueva ofensiva. Galerio invadió Armenia, donde el terreno no permitía el despliegue eficaz de la caballería pesada persa. Diocleciano entró en Mesopotamia. En la ciudad armenia de Satala, Narsés sufrió una seria derrota a manos de Galerio, quien lo atacó por sorpresa. Incluso el harén de Narsés cayó en poder de los romanos. El Gran Rey, preocupado por su familia, se vio obligado a pedir la paz.
En la Paz de Nisibis, firmada en 298 (o 299), se acordó que los sasánidas cederían cinco provincias al oeste del Tigris, así como el norte de Mesopotamia, incluyendo la ciudad de Nísibis. Nísibis, de gran valor estratégico y económico, fue elegida como el único lugar para el comercio entre las dos potencias.

La victoria de Diocleciano dio a Roma un enorme prestigio. Para Persia, algunos términos del tratado, como la entrega de Nísibis y la expansión del poder romano hasta la orilla izquierda del Tigris, fueron vistos como una humillación. El representante persa había dicho a Galerio que Persia y Roma eran las dos mayores potencias del mundo, y que no era necesario que cada una buscara la destrucción de la otra. Galerio se enfureció y recordó la muerte en cautiverio del emperador Valeriano. Aunque el acuerdo ayudaría a reducir las tensiones, los persas lo consideraron humillante. El inicio de nuevos conflictos era solo cuestión de tiempo.
Roma y Persia en la Época de Constantino el Grande
Diocleciano abdicó voluntariamente en 305. El sistema de gobierno de la Tetrarquía, que él creó, desapareció antes de su muerte. En 306, Constantino, hijo del recién fallecido augusto Constancio I, fue proclamado emperador en Britania por las tropas, en contra de lo establecido por la Tetrarquía. Hasta 312, controló la parte occidental del Imperio. Tomó una decisión religiosa muy importante: conceder privilegios al cristianismo, una religión que hasta hacía poco había sido perseguida. Para el año 324, Constantino había vencido a sus últimos rivales y se había convertido en el único gobernante de todo el Imperio romano.
La política de Constantino a favor del cristianismo también tuvo consecuencias para las relaciones romano-persas. En 309, Sapor II, que era solo un bebé, fue nombrado rey de Persia. Esto causó una crisis en el Imperio sasánida. Solo a mediados de la década de 330, Sapor pudo tomar el poder personalmente y se reveló como un gobernante notable. Los acontecimientos en el Imperio romano debieron de molestar al Gran Rey, ya que muchos de sus súbditos eran cristianos, especialmente en Mesopotamia. Hasta entonces, Sapor había confiado en la lealtad de sus súbditos cristianos, porque en Roma se les perseguía. Pero ahora temía que colaboraran con el emperador de Roma, quien era visto como un protector de los cristianos. Constantino había expresado su nueva postura en una carta a Sapor. Ahora, cuando también Armenia y la Iberia caucásica se habían convertido al cristianismo, Sapor se sintió amenazado, y su percepción no era del todo equivocada.
Sapor concentró tropas en Mesopotamia para forzar la revisión de la Paz de Nísibis. Invadió Armenia e impuso un rey títere. Ante esto, Constantino envió a su hijo Constancio a Antioquía y a su sobrino Hanibaliano a Asia Menor. En 336, hubo intercambios diplomáticos, pero no se llegó a un acuerdo. Constantino se preparó para la guerra contra el rey de Persia.
Los planes de Constantino en caso de victoria no están claros. Hanibaliano debía convertirse en rey de Armenia como aliado de Roma. Pero quizás Constantino también planeaba apoderarse de todo el Imperio sasánida y convertirlo en un estado aliado. Independientemente de sus intenciones, su muerte el 22 de mayo de 337 hizo que todos esos planes fueran innecesarios, ya que la guerra contra Persia no se llevó a cabo. Después de la muerte de Constantino, sus hijos se enfrascaron en una lucha por el poder que duró varios años. Constancio II salió victorioso. Durante todo su reinado, tendría que preocuparse por otro rival: Sapor II, quien, tras la muerte de Constantino, había reanudado las operaciones militares y mantendría a Roma en vilo durante décadas.
Guerra entre «Hermanos»: Constancio II y Sapor II
Sapor II aprovechó los problemas en el Imperio romano tras la muerte de Constantino e invadió la Mesopotamia romana. Su objetivo era recuperar la ciudad de Nísibis, pero fracasó en su primer asedio en 337 o 338. Le seguirían dos asedios más, en 346 y 350. Al mismo tiempo, el Gran Rey intervino en Armenia. Una medida interna fue la persecución de los cristianos en Persia, por razones políticas más que religiosas.
En 338, Constancio II, ahora emperador del Imperio romano de Oriente, marchó contra Sapor. Aparentemente, Constancio intentó evitar el enfrentamiento directo en campo abierto. Su estrategia era que los ataques de Sapor chocaran contra el sistema de fortificaciones que defendían las provincias orientales. Este sistema se basaba en ciudades estratégicas importantes que abastecían a las fortalezas cercanas. Nísibis era clave en este sistema, lo que explica los repetidos (y fallidos) intentos de Sapor por conquistarla. Al menos en una ocasión, los romanos también atacaron territorio persa.
En 344, ambos ejércitos se enfrentaron cerca de Singara. Parecía que la victoria sería para Constancio, quien usó caballería pesada imitando a los persas. Pero sus soldados indisciplinados se lanzaron contra el enemigo y fueron vencidos. Sin embargo, un príncipe persa también murió en la batalla.
Esta derrota debió de reforzar la confianza del emperador en las tácticas defensivas. Constancio solo contaba con una parte del ejército romano; el resto estaba con sus hermanos en Occidente. Pero Sapor también tenía problemas: los quionitas, bárbaros de las estepas de Asia Central, invadieron su Imperio por el este. Esta invasión causó una tregua de varios años, que Constancio aprovechó para consolidar su dominio sobre todo el Imperio.
En 358, se llevaron a cabo negociaciones entre Constancio y Sapor. Su contenido se conoce bien gracias al historiador Amiano Marcelino. Amiano, quien participó como oficial en las batallas siguientes, escribió su Res Gestae a finales del siglo IV. Esta obra es la última gran historia latina de la Antigüedad y contiene una descripción detallada y fiable de la última guerra persa de Constancio, así como una crónica notable de las negociaciones:
- Yo, Rey de Reyes, Sapor, Compañero de las Estrellas, Hermano del Sol y de la Luna, deseo a Constancio César, mi hermano, todo bien .
- Respuesta del emperador romano: Yo, vencedor por agua y por tierra, Constancio, siempre divino Augusto, deseo a mi hermano, el rey Sapor, todo bien.
Sapor exigió en una carta al emperador romano que renunciara a gran parte de Mesopotamia y a Armenia, donde el partido prorromano se había vuelto a imponer. Constancio no estaba dispuesto a ceder territorio romano. Esto llevó de nuevo al campo de batalla. Aunque el intercambio de cortesías dejaba algo claro: a pesar de la feroz lucha, ambos imperios se consideraban iguales y se respetaban. Sin embargo, esto no impidió que Sapor reanudara sus operaciones en el año 359.
Sapor, que ahora tenía tropas auxiliares quionitas, había aprendido de las guerras anteriores: un ataque directo a las fortalezas de Mesopotamia romana tenía pocas posibilidades de éxito. Así que rodeó las fortalezas con su ejército (supuestamente de cien mil hombres) y sitió Amida. Tenía que conquistar la fortaleza, ya que allí había al menos siete legiones con tropas auxiliares que podrían causarle muchos problemas. Sin embargo, el asedio fue más difícil de lo esperado: la fortaleza cayó solo después de 73 días, y Sapor sufrió muchas pérdidas. En los años siguientes, Sapor también logró conquistar las ciudades de Singara y Bezabde. Sus ataques posteriores no tuvieron éxito, así que en 360 Sapor se retiró.
Constancio pudo respirar aliviado, pero sabía que la amenaza no había desaparecido. Por ello, llamó de Galia a su pariente Juliano, quien desde 355 era césar, para que trajera tropas de refuerzo. Cuando la orden llegó, las tropas de Galia se negaron a obedecer y aclamaron a Juliano como nuevo emperador. Se sospecha que esta aclamación pudo haber sido un plan de Juliano, quien nunca tuvo buenas relaciones con Constancio. Juliano se preparaba para una guerra civil contra Constancio, pero esta se evitó cuando Constancio II murió en Cilicia el 3 de noviembre de 361.
La Campaña de Juliano contra Persia: Una Catástrofe
Juliano se convirtió en sucesor de Constancio y pronto abandonó la religión cristiana, que Constancio había apoyado, a favor de los antiguos dioses paganos. Sus oponentes cristianos lo llamaron «Juliano el Apóstata», aunque su proyecto contra los cristianos no tuvo éxito. Juliano tenía otro gran plan: quería emprender una campaña en Persia y eliminar cualquier amenaza de los sasánidas. Para ello, viajó a Antioquía en el verano de 362 para preparar la operación. A diferencia de Constancio, tenía a todas las tropas del Imperio bajo su mando.
Los historiadores han discutido mucho los motivos de Juliano para su campaña en Persia. De hecho, no había una necesidad real de una ofensiva así: los persas incluso querían negociar con Juliano, pero él se negó. Un argumento frecuente es que Juliano quería imitar a Alejandro Magno. Amiano menciona este motivo, ya que Alejandro era un modelo inevitable para cualquier general que fuera contra Persia.
Pero Juliano también pudo tener una razón más práctica: la necesidad de asegurar la unidad del ejército. Esta no estaba garantizada, ya que los soldados de Galia y las tropas de Oriente casi se habían enfrentado en una guerra civil. Muchos oficiales de Galia eran paganos, mientras que la mayoría de los de Oriente eran cristianos. Se ha especulado si los oficiales del ejército oriental, que ya tenían experiencia contra los persas, eran escépticos ante una nueva guerra ofensiva. El entusiasmo de Juliano por la guerra no era compartido por todos sus hombres. Esto se demuestra por las ejecuciones de oficiales y la reducción de cuerpos de ejército enteros que tuvo que realizar durante la campaña.
En cualquier caso, Juliano salió de Antioquía hacia el este el 5 de marzo de 363. Las fuentes dan información contradictoria sobre el número de sus tropas. Se considera una de las mayores operaciones militares de la Antigüedad tardía. El emperador había pedido al rey de Armenia que le ayudara con provisiones y tropas auxiliares. En Hierápolis, también contactó con los árabes. Luego marchó hacia el sur siguiendo el río Éufrates. En su séquito viajaba Hormisdas, un miembro de la familia real persa que había escapado a Roma y servía a Juliano como consejero y posible pretendiente al trono.
Las crónicas de Amiano Marcelino (libros 23-25) ofrecen una narración detallada y fiable de la expedición. Amiano también nos informa de los malos presentimientos que tuvo el emperador al detenerse en Carras, lugar de la famosa derrota de Craso en 53 a.C. Juliano envió una parte de su ejército (unos 18.000 hombres, según Zósimo, aunque quizás más) bajo el mando de su pariente Procopio y del magister militum Sebastiano, para ayudar al rey de Armenia, Arsaces, y operar en el norte de Mesopotamia. Él, con el grueso del ejército, unos 65.000 hombres, siguió su marcha hacia Ctesifonte. Durante su campaña, Juliano conquistó muchas ciudades y fortalezas enemigas. Sin embargo, el emperador debió sentirse inquieto, ya que no había rastro del ejército sasánida. Los persas solo obstaculizaron la marcha romana con pequeños ataques y dificultaron el acceso a los víveres.
A finales de mayo de 363, el ejército romano llegó ante la capital persa, Ctesifonte. Los oficiales se dieron cuenta de que tomar la ciudad requeriría un largo asedio, para el que no estaban preparados. En cualquier momento, Sapor podía aparecer con el grueso de su ejército. Juliano tomó entonces una decisión con graves consecuencias: como los romanos carecían de maquinaria para un asedio rápido y no podían regresar por la misma ruta (habían saqueado en el camino de ida y los persas habían aplicado una política de tierra quemada), quiso desviarse hacia el interior para reunirse con el ejército romano que había dejado en el norte de Mesopotamia. Si Sapor lo perseguía, podría destruirlo y no correría peligro de quedar atrapado entre el ejército persa y la fortaleza de Ctesifonte. Este plan no convenció a los oficiales, pero el emperador tenía la última palabra. Así que a principios de junio, levantaron el campamento y se dirigieron al interior. También se ordenó incendiar la flota que había seguido al ejército por el río para que no obstaculizara su marcha. Esto se revelaría como un grave error, ya que cruzar el río quedó descartado. Amiano describe las dificultades de la retirada, complicadas por las altas temperaturas, los mosquitos y la escasez de víveres. La moral de las tropas estaba muy baja.
Durante la retirada, apareció el grueso del ejército persa. En la batalla de Maranga, los romanos aún pudieron resistir su ataque. Sin embargo, el 26 de junio, Juliano murió a causa de una herida en la batalla. Ante esto, después de un largo debate, los oficiales del ejército eligieron al joven oficial de la guardia Joviano como nuevo emperador. El tiempo apremiaba, ya que el abastecimiento del ejército era cada vez más difícil, y los persas intensificaban sus ataques. El ejército romano corría el peligro de ser completamente destruido. Inesperadamente, Sapor II accedió a negociar: evidentemente quería aprovechar el momento. A través de las negociaciones, consiguió lo que no había podido obtener en la guerra. Los romanos, obligados por el tratado de 363, cedieron a los persas Nísibis, Singara, el territorio al otro lado del río Tigris y quince fortalezas. Las conquistas de Diocleciano volvieron a manos persas, con lo que Sapor logró su objetivo. Para los romanos, el tratado fue una paz deshonrosa. Sobre todo, perdieron Nísibis, que era un pilar fundamental de su sistema defensivo. Se volvió a las fronteras anteriores a 298. El abandono de territorio romano fue una situación muy excepcional. Sin embargo, en el futuro se demostraría que las dos potencias no podrían adaptarse a las nuevas fronteras.
La guerra persa de Juliano había terminado en una catástrofe. El emperador había calculado mal las circunstancias geográficas y climáticas en Persia y había tomado decisiones imprudentes. Persia no era Galia, donde Juliano había tenido grandes éxitos militares, y la caballería pesada sasánida era un adversario muy diferente de los alamanes. Aunque las relaciones entre Roma y Persia fueron más tranquilas en los años siguientes y entraron en una fase de coexistencia pacífica, los romanos nunca pudieron olvidar las condiciones deshonrosas del tratado de 363. En todas las guerras siguientes, la recuperación de Nísibis sería el objetivo principal.
Paz con Interrupciones: Las Guerras del Siglo V
Durante el reinado de Valente, sucesor de Juliano, a partir de los años 369/70, hubo de nuevo guerras en Armenia. Sapor II intentó imponer la supremacía persa. Un ejército romano invadió Armenia y repuso en el trono al antiguo rey Pap. En los años siguientes, la intensidad de las operaciones militares disminuyó. Esto se debió, por un lado, a que Valente tuvo que combatir también a los godos y murió luchando contra ellos en 378 en la batalla de Adrianópolis. Por otro lado, a la muerte de Sapor en 379, sus herederos inmediatos gobernaron por poco tiempo.
Hacia el año 400, reinaba una inusual concordia entre Roma y Persia. La razón principal era que el "problema armenio" se había resuelto temporalmente. Durante el reinado de Teodosio I, probablemente en 387, se llegó a un acuerdo. Persia se quedó con la mayor parte de Armenia, llamada Armenia persa, mientras que Roma se conformó con aproximadamente una quinta parte del territorio. El acuerdo zanjó la cuestión de las fronteras, lo que también fue beneficioso para Roma.
Las relaciones bilaterales parecían tan buenas desde el año 400 que el historiador romano Procopio de Cesarea relató, ya en el siglo VI, una anécdota. Según esta, el emperador de Oriente Arcadio habría confiado en su lecho de muerte a su hijo menor, Teodosio II, a la protección del Gran Rey persa Yazdegerd I. El historiador de la Iglesia Sócrates Escolástico, una fuente importante del siglo V, describe a Yazdegerd como un monarca tolerante con los cristianos. La política religiosa tolerante de Yazdegerd sin duda jugó un papel importante en las buenas relaciones entre las dos grandes potencias. Además, hasta 414, la política de Constantinopla fue dirigida por el prefecto del pretorio Antemio, quien se esforzó por mantener buenas relaciones con Persia.
Aun así, en 420/21 estalló una nueva guerra entre el Imperio romano de Oriente y Persia. La razón principal fue la persecución de los cristianos en el Imperio sasánida. Los cristianos locales habían iniciado una gran misión evangelizadora, lo que molestó a los sacerdotes zoroastristas. Además, un templo de fuego zoroástrico fue destruido, y el obispo responsable se negó a reconstruirlo. Por ello, el normalmente tolerante Yazdegerd I se vio obligado a intervenir. Muchos cristianos se refugiaron en territorio romano, donde el emperador Teodosio II les ofreció protección. Yazdegerd falleció a finales de 420. En la lucha por el poder que siguió a su muerte, se impuso su hijo Bahram V, quien continuó la guerra. Bahram, una de las personalidades más misteriosas que ocuparon el trono sasánida, dirigió al ejército persa contra la fortaleza romana de Teodosiópolis, en Armenia, pero su ataque fracasó. Pero con ayuda de sus aliados árabes, los lakhmidas, logró levantar el sitio romano de Nísibis. Después, los árabes fueron duramente derrotados cuando intentaron conquistar Antioquía. Los romanos pudieron resistir, e incluso el magister militum romano (jefe del ejército) Areobindo mató, supuestamente, a un general persa en un duelo. Los romanos vencieron a la guardia sasánida conocida como "Los Inmortales". En general, las luchas terminaron sin un resultado claro. En 422, las dos potencias firmaron un nuevo tratado de paz. Ambas se comprometieron a permitir el libre culto de otras religiones. Además, los romanos tuvieron que pagar subsidios a los persas a cambio de mantener la seguridad en el Cáucaso contra los hunos, a quienes ambos bandos consideraban enemigos.
En 440/441, el heredero de Bahram, Yazdegerd II, rompió el tratado, posiblemente por el retraso en el pago anual prometido. Invadió el territorio romano, donde se enfrentó con el magister militum Anatolio. En este conflicto no hubo grandes operaciones militares, ya que los romanos estuvieron dispuestos a pagar grandes sumas de dinero para volver al statu quo anterior. Yazdegerd II tenía la amenaza de los heftalitas en su frontera nororiental. En el tratado de 442, se estableció que ninguno de los dos bandos construiría fortalezas en la frontera común. Estas dos guerras fueron más bien episodios aislados en las sorprendentes relaciones amistosas entre Roma y Persia durante el siglo V. El siglo VI y principios del siglo VII, por el contrario, estarían marcados por un estado de guerra permanente, hasta el punto de que el conflicto que estallaría en 603 llevaría a ambas potencias al borde de la destrucción.
El Siglo VI: Conflictos y Estrategias
Las Guerras de Kavadh I
La larga época de armonía del siglo V terminó en el año 502, cuando el Gran Rey persa Kavadh I atacó el territorio romano. Se cree que la causa principal de la acción de Kavadh fue la difícil situación interna del Imperio sasánida. Kavadh había tenido que imponerse a poderosos rivales y solo había logrado mantenerse en el trono gracias a la ayuda de los heftalitas, ya que la secta revolucionaria de los mazdaquitas estaba causando problemas. Según la crónica de Josué el Estilita, que relata la guerra en detalle, Kavadh había pedido dinero al emperador de Oriente Anastasio I, a lo que el emperador no accedió. Kavadh atacó en el otoño de 502, conquistó Teodosiópolis, en Armenia, e inició el asedio de Amida, que cayó en enero de 503.
El emperador Anastasio, que quería resolver rápidamente el conflicto, envió en 503 un ejército de 52.000 hombres contra los persas, una cifra enorme para la Antigüedad tardía. Como las tropas romanas carecían de un mando único, no tuvieron éxito: un ejército de solo 12.000 hombres fue derrotado en Mesopotamia, mientras que el segundo, de 40.000, fue rechazado cerca de Amida. La ciudad romana de Edesa fue luego asediada sin éxito por Kavadh. Tras este serio revés, Anastasio nombró un nuevo comandante en jefe para la frontera oriental: el magister officiorum ilirio Celer. Celer invadió el territorio de Arzanene, al mismo tiempo que un segundo ejército romano asolaba la Armenia persa. En 505, logró incluso recuperar Amida. En 505/506, Kavadh, que debía enfrentar a los hunos en la parte oriental de su imperio, firmó un armisticio con el emperador. Este armisticio, que en principio duraría siete años, se mantuvo durante dos décadas. Las operaciones militares en Mesopotamia hicieron comprender a los romanos que la posesión de la poderosa fortaleza de Nísibis daba a los persas una gran ventaja. Por ello, el emperador ordenó la construcción de una fortaleza similar en Dara-Anastasiopolis, lo cual, por supuesto, no agradó a los persas (los romanos incumplieron con esta construcción el tratado de 442) y fue quizás un motivo para la guerra que estallaría en 526.
La segunda guerra de Kavadh contra el Imperio de Oriente se debió principalmente a los enfrentamientos entre las dos potencias en la zona del Cáucaso. Allí se encontraba el pequeño reino de Lázica, codiciado por Constantinopla, entonces gobernada por el emperador Justino I. Esto afectaba sensiblemente la esfera de intereses de Persia.
Los romanos se consideraban protectores de los cristianos en la Iberia persa. El rey de Lázica, Tzath, viajó en 521/22 a Constantinopla, donde fue bautizado y se casó con una cristiana. Esto fue interpretado por los persas como una señal de alianza con Constantinopla. Como entonces los persas intentaron convertir al zoroastrismo a los habitantes de Iberia, el rey de este territorio, Gurgenes, pidió ayuda al emperador Justino. Esto causó una nueva guerra que afectó principalmente a la región del Cáucaso, así como a la zona fronteriza de Mesopotamia. La guerra se prolongó hasta después de la muerte de Justino, que tuvo lugar en 527.
El sucesor de Justino, su sobrino y protegido Justiniano I, fue uno de los gobernantes más destacados de la Antigüedad tardía. Logró devolver al Imperio de Oriente su antiguo esplendor, aunque a un alto costo de largas guerras en varios frentes. Sobre la "guerra persa" de Justiniano, tenemos una fuente de gran interés: la Historia de las guerras de Procopio, a la que hay que añadir los escritos de Agatías. Los generales de Justiniano, Sittas y Belisario, actuaron con gran eficacia. Belisario venció a los persas hacia 530 en la batalla de Dara, en Mesopotamia, pero fue derrotado años después en Calínico. Sittas fue nombrado magister militum para Armenia (un cargo nuevo que demuestra la importancia de este territorio) y actuó allí con gran habilidad. Además, Justiniano logró consolidar la alianza con los gasánidas establecida durante el reinado de Anastasio, pero ningún contendiente consiguió una ventaja sobre el otro.
En 531 murió Kavadh, quien, ese mismo año, igual que antes, en 529, había movilizado a sus aliados árabes contra los romanos. Sucedió a Kavadh su hijo favorito, Cosroes, también llamado Husrav o Chosrau.
Justiniano y Cosroes concluyeron en 532 la llamada "Paz Duradera". Constantinopla se comprometía a pagar a Persia la elevada cantidad de 11.000 libras de oro en un solo pago. A cambio, la sede del magister militum per Orientem, responsable de la defensa de las fronteras orientales de Roma, se trasladó de Dara a Constancia. Las fortalezas tomadas por una y otra potencia en las guerras precedentes fueron intercambiadas. Justiniano aprovechó la paz en Oriente para intervenir en Occidente. En los años siguientes, Belisario destruyó el reino vándalo del norte de África e invadió la Italia ostrogoda. Se hizo evidente lo falsa que era en realidad la paz en las fronteras orientales del Imperio cuando Cosroes rompió el tratado de paz e invadió Siria con un gran ejército.
Cosroes I Anushirvan: El Imperio Bizantino a la Defensiva
Cosroes I fue uno de los monarcas más notables que ocuparon el trono de Ctesifonte. Demostró ser un gran adversario para Justiniano y fue al mismo tiempo un monarca interesado por la filosofía y el arte, y un estratega sin escrúpulos. En muchos aspectos, llevó al Imperio sasánida a su apogeo. Ordenó la traducción de varias obras griegas e indias al persa medio. Respetado por sus adversarios, se ganó el sobrenombre de Anushirvan ("de espíritu inmortal"). Derrotó a la secta de los mazdaquitas y llevó a cabo reformas en el ejército y en la política interna, que afirmaron el poder real y disminuyeron el de la nobleza. Estas reformas le aseguraron mayores ingresos y posibilitaron su política expansionista.

En 540, Cosroes I vio el momento oportuno para atacar el Imperio romano de Oriente. Le sirvieron como pretexto los problemas no resueltos entre los árabes vasallos de Constantinopla y los subordinados a Persia, los gasánidas y los lajmidas, respectivamente. Quizás influyó también la oferta de alianza que le hicieron los godos. En primavera, Cosroes entró en Siria con un enorme ejército. Su ejército cruzó el Éufrates a la altura de Kirkesion y avanzó hacia Antioquía. Justiniano envió a Antioquía a su pariente Germano, un general competente, para que organizara la defensa de las ciudades principales. Pero Germano solo tenía 300 hombres. Después de inspeccionar las defensas de la ciudad, decidió, según Procopio, que era absurdo intentar defenderla, ya que no habían llegado los refuerzos prometidos. Por ello, abandonó la ciudad. Mientras tanto, Cosroes, en su camino hacia Antioquía, obtuvo fondos de varias ciudades romanas bajo la amenaza de un asedio persa. Otras ciudades fueron atacadas porque no pudieron reunir la suma requerida, como Beroia, que fue tomada y saqueada. La población de la ciudad de Sura fue deportada y parcialmente masacrada.
En Antioquía, el representante imperial prohibió cualquier pago a los persas, por lo que la ciudad fue sitiada y finalmente conquistada. El Gran Rey obtuvo un rico botín y ordenó que los supervivientes fueran deportados a Persia y luego confinados. Al mismo tiempo, las negociaciones entre romanos y persas se rompieron sin llegar a un acuerdo. Cosroes también se apoderó del puerto de Antioquía, Seleucia, donde se bañó ritualmente en el mar y ordenó un sacrificio al dios Sol. Luego regresó a Persia, después de fracasar en el asedio de la ciudad de Dara.
La caída de Antioquía causó una profunda impresión en los romanos. Ahora se pagaba el hecho de que las tropas de Justiniano se hubieran desplazado a Italia para combatir a los godos. De ahora en adelante, el Imperio romano de Oriente tendría que combatir en dos frentes. Sin embargo, el emperador reaccionó con decisión ante la amenaza persa. Envió a Belisario a Oriente para enfrentar el peligro, y se trasladaron fuertes unidades militares a la frontera oriental, donde se encontraba un ejército romano de entre quince y treinta mil hombres. En 541, los persas atacaron Lázica, donde lucharon principalmente en el territorio de la importante ciudad de Petra, a orillas del mar Negro. El rey de Lázica, Gubazes, había llamado a los persas, aparentemente inquieto por la presencia militar romana en su país. Poco después, sin embargo, volvió a buscar apoyo en los romanos. Ese mismo año, un intento de Belisario de recuperar Nísibis fracasó. En 542, Cosroes invadió de nuevo el territorio romano, pero Belisario logró poner en peligro su retirada, por lo que el persa canceló su campaña, no sin antes apoderarse de Calínicos. Sin embargo, por el momento, se salvó, al menos, la siempre amenazada Edesa. Además, ese mismo año se desató la conocida como «peste de Justiniano», que afectó duramente a los persas. Poco después, Belisario fue llamado a Constantinopla y reemplazado por el general Martino.
Las operaciones militares que siguieron estuvieron marcadas por ataques y contraataques. En 543, los romanos atacaron la Armenia persa, donde sufrieron una severa derrota cerca de Anglon. Al año siguiente (o todavía en 543), Cosroes invadió de nuevo Mesopotamia y sitió de nuevo Edesa. Edesa tenía un gran significado simbólico, ya que allí se encontraba el Mandylion, una tela que, según la tradición, reproducía el rostro de Cristo. El asedio fracasó. Poco después, se iniciaron negociaciones, cuyo resultado fue un armisticio. Justiniano, que necesitaba libertad de movimientos en Occidente, pagó un alto precio por él. En el tratado no se trató explícitamente la cuestión de Lázica, ya que Cosroes no estaba dispuesto a renunciar fácilmente a sus pretensiones sobre dicho reino. En 548, los combates se reanudaron, y se resolvieron en 551 con una nueva tregua, que Justiniano tuvo que sufragar de nuevo. Una vez más, Lázica no se mencionó en el tratado. Aunque los romanos quedaron libres de invasiones persas durante el resto del reinado de Justiniano, la guerra continuó en Lázica. En principio, fue bien para los romanos, ya que las tropas del Gran Rey fueron rechazadas. En 556, los persas, tras importantes derrotas, fueron casi completamente expulsados, así que en 557 se acordó una nueva tregua, esta vez incluyendo Lázica. Esto sentó las bases para un nuevo tratado de paz, que ambos bandos, tras largas negociaciones, concluyeron en 562. Tanto romanos como persas estaban expuestos a amenazas en sus otras fronteras.
El tratado se mantendría en vigor durante 50 años. Según sus cláusulas, parte de Lázica permanecía bajo el control de Constantinopla, y los vasallos árabes de ambas potencias debían respetar la paz. Los persas debían proteger los puertos del Cáucaso de los ataques de los hunos y otros pueblos bárbaros. El tratado contenía además otras disposiciones, sobre asuntos como el trato a los desertores, el compromiso de no construir nuevas fortalezas en la frontera romano-persa (un aspecto de gran importancia) y cláusulas relativas a la política comercial. Estas últimas eran importantes, ya que los intereses comerciales tenían gran relevancia para ambas potencias. En ese contexto debe entenderse el apoyo del Imperio romano de Oriente al cristiano Reino de Aksum en 525 en su ataque a los himyaritas, en el actual Yemen, donde tanto Roma como Persia tenían intereses vitales. Este ataque en el sur de Arabia, sin embargo, resultó ser un episodio aislado, ya que Cosroes también estaba activo allí, y finalmente (hacia 570) los persas terminarían por imponerse.
Justiniano había logrado, al fin y al cabo, mantener las fronteras orientales de su Imperio, aunque con grandes esfuerzos. Un punto del tratado era, sin embargo, vergonzoso para los romanos: en adelante, el Imperio romano de Oriente estaba obligado a pagar anualmente a los sasánidas un tributo de unas 500 libras de oro. Para Justino II, que sucedió a Justiniano cuando este murió en 565, estas condiciones resultaban indignas. El objetivo de Justino era que, si se llegaba a un nuevo acuerdo, este fuera más equilibrado. En 572 estalló una nueva guerra, ya que Justino se había negado a pagar el tributo anual. Había además otros motivos para este nuevo conflicto: de nuevo hubo un enfrentamiento por un territorio disputado en el Cáucaso, razón por la cual el Imperio romano de Oriente había contactado con las potencias prorromanas de la Armenia persa; así como el disgusto de Constantinopla por el nombramiento de un gobernador persa en Yemen y por las agresiones de los lakhmidas. Cosroes deseaba negociar con Justino, pero este no estaba dispuesto, por lo cual es severamente criticado en varias fuentes romanas de la Antigüedad tardía.
Ninguno de los dos imperios estaba realmente preparado para la guerra, pero para los romanos fue especialmente inoportuna: una alianza con los turcos de Asia Central no tuvo el resultado esperado y, además, Justino había reñido con sus aliados árabes. En 573, los persas invadieron Siria y conquistaron Apamea. Ese mismo año, también cayó en poder de los persas, tras un largo asedio, la ciudad de Dara, clave estratégica y pilar del sistema defensivo romano en Oriente desde la época de Anastasio I. Este desastre no fue compensado ni siquiera por los éxitos romanos en la Armenia Persa, donde el ejército imperial y sus aliados armenios habían conquistado la capital, Dvin. Las constantes malas noticias de la frontera oriental afectaron la salud mental del emperador, que terminó por volverse loco. Durante el resto de su reinado, el general Tiberio, césar desde 574, se encargó de la dirección de los asuntos de estado y del mando del ejército. Este acordó con Cosroes, previo pago, una tregua de un año, que no incluía Armenia.
La Campaña Persa de Mauricio
Ciertamente, la situación de los romanos, que debían enfrentarse al mismo tiempo a los longobardos en Italia, a los ávaros en los Balcanes y a los eslavos, no era desesperada. En 575 (según otras cronologías, en 576), el general Justiniano, pariente de Justino II, consiguió en la batalla de Metilene una aplastante victoria contra Cosroes. Este había conquistado la ciudad de Metilene, a orillas del Éufrates, y, cuando se retiraba, fue interceptado por Justiniano, quien aniquiló a la mayor parte del ejército persa. El propio Gran Rey pudo escapar a duras penas. Sin embargo, la victoria no fue decisiva, y la situación estaba estancada. Cuando en 579 murió Cosroes, le sucedió su hijo, Hormizd IV, a quien todas las fuentes caracterizan negativamente. Tiberio, emperador ("augusto") desde 578, hizo una oferta de paz al nuevo Gran Rey, que este sin embargo rechazó. Por ello, Tiberio confió el mando de las fuerzas militares en Oriente a Mauricio, un general experimentado que sería en el futuro emperador. Las tropas romanas atacaron Media y Mesopotamia. Los persas reaccionaron, al tiempo que invadían también la parte romana de Mesopotamia, poniendo en peligro las rutas de aprovisionamiento del ejército romano. En 581, Mauricio logró detener finalmente el ataque persa en el Éufrates, y los sasánidas sufrieron importantes pérdidas. Al año siguiente, falleció Tiberio II y Mauricio subió al trono imperial. Sobre su reinado y la campaña que dirigió, tenemos una buena fuente, el libro de Teofilacto Simocates, la última obra histórica en la tradición historiográfica de la Antigüedad.
La campaña contra los persas fue de nuevo dirigida por Mauricio; en dicha guerra, sin embargo, ninguno de los dos bandos consiguió ninguna ventaja. En 585, Mauricio rechazó una oferta de paz del Gran Rey, ya que consideró inaceptables sus condiciones. Al año siguiente, los romanos obtuvieron una victoria cerca de Dara, solo para ser derrotados poco después por los persas. La situación dio un giro en 589, cuando, tras tomar Comenciolo el mando general de las tropas romanas en Oriente, la zona de Armenia controlada por los persas fue invadida por tribus bárbaras. El general persa Bahram Chubin los expulsó, pero no obtuvo a cambio la gratitud del monarca sasánida. Humillado por él a causa de una pequeña derrota frente a los romanos, Bahram se rebeló contra Hormizd. El Gran Rey, odiado por la nobleza, perdió finalmente el trono y la vida a principios de 590. Le sucedió su hijo Cosroes II, a quien tampoco Bahram Chobin quiso reconocer como soberano. Cosroes tuvo que huir tras ser derrotado por Bahram, mientras las tropas romanas aprovechaban la desunión de los persas: el general romano Juan Mistacón asedió la ciudad de Dvin, en Armenia, e invadió la región de Atropatene (en el actual Azerbaiyán). Cosroes II decidió pedir ayuda a Mauricio y se refugió en el Imperio romano de Oriente. El emperador accedió a su invitación, y por primera (y única) vez, las tropas romanas y persas marcharon unidas a la batalla. Baharam fue derrotado y Cosroes II subió de nuevo al trono en 591.
Mauricio exigió y obtuvo algunos territorios disputados en Mesopotamia, que según los romanos formaban parte de Armenia, así como territorios en Iberia (Georgia). En conjunto, el emperador se comportó de forma bastante moderada y de hecho las condiciones de su tratado con Cosroes (a quien incluso puede que adoptara) fueron francamente buenas.
Bizancio y Persia parecían haber sentado las bases para una futura convivencia pacífica.
¿Paz Persa? Cosroes II y el Contraataque de Heraclio
Tanto Bizancio como Persia supieron aprovechar el breve período de paz. El emperador Mauricio trasladó las tropas de Oriente a los Balcanes, donde sostuvo una campaña contra los ávaros y eslavos.
Cosroes II, una vez consolidado su poder y saneadas las finanzas del estado, volvió a fortalecer financiera y militarmente su imperio. A finales del año 602, se desarrolló en el Imperio de Oriente una serie de acontecimientos que desembocaría en la última de las guerras entre Roma y Persia, una guerra más intensa que todas las precedentes, y que estuvo a punto de causar la ruina definitiva del Imperio romano de Oriente.
La crisis se originó en el Danubio, donde el emperador Mauricio combatía con éxito a los ávaros y eslavos. Mauricio exigió a sus tropas que pasaran el invierno en la orilla izquierda del Danubio y emprendieran una campaña contra los eslavos, a pesar de las dificultades para abastecerse de víveres. Esto llevó finalmente a que las tropas se amotinaran y proclamaran emperador a un oficial de rango inferior, llamado Focas. Mauricio intentó huir, pero fue capturado. Focas marchó hacia Constantinopla, donde fue reconocido como emperador. Mauricio y toda su familia fueron ejecutados en un auténtico baño de sangre, y Focas inició, según fuentes hostiles a él, un régimen de terror.
Cosroes aprovechó la muerte de Mauricio, su antiguo protector, y en 603 invadió el territorio romano. En los años siguientes, cayeron en poder de los persas las ciudades de Amida, Dara, Edesa, Hierápolis y Beroia, y un ejército persa invadió Armenia. Parte de la población incluso dio la bienvenida a los invasores persas, ya que los conflictos religiosos en el Imperio de Oriente, en torno a la cuestión de la naturaleza de Jesucristo (ver monofisismo), habían alejado a la población de Siria del gobierno central. Además, Cosroes presentó a un supuesto hijo de Mauricio, que habría sobrevivido a las ejecuciones de Focas. El propio Focas cayó en 610, víctima de una conspiración. Heraclio, hijo del exarca de Cartago, se apoderó del trono, pero tuvo que combatir contra las tropas de Focas durante algún tiempo, lo que impidió la resistencia contra los persas. Sea cual fuere el verdadero carácter del régimen de Focas, es evidente que no estuvo exento de terror. Heraclio, sin duda uno de los emperadores más destacados de toda la historia del Imperio romano, fue recibido como salvador, aunque al principio no fue capaz de hacer frente con efectividad a los persas.
Con la caída de Focas, el avance persa se aceleró. En 611, los persas derrotaron a los romanos cerca de Emesa, desde donde irrumpieron en Asia Menor y conquistaron también Antioquía. En 613, comenzó la contraofensiva romana. Parte del ejército de Constantinopla, bajo las órdenes del general Filípico, debía invadir Armenia para obligar a los persas a retirar sus tropas de Siria. Esta maniobra permitió a Heraclio prepararse para el ataque. En Siria, sin embargo, el ejército romano fue vencido en una gran batalla cerca de Antioquía. Heraclio tuvo que abandonar la región, y Damasco cayó ese mismo año. Aún peor para los romanos fue la caída de Jerusalén, tomada en 614 por el general persa Shahrabaraz, al parecer con ayuda de los judíos de la ciudad, que esperaban que los sasánidas les concedieran mayor libertad. Entre el botín obtenido por los persas se encontraba la Vera Cruz, que el general Shirin regaló a la esposa favorita de Cosroes, de religión cristiana. La pérdida de esta reliquia causó una tremenda conmoción entre los cristianos. El Imperio romano de Oriente, que también se encontraba, una vez más, amenazado en los Balcanes, perdió antes de 619 también Egipto, el granero del imperio, al tiempo que los persas lanzaban ataques en Asia Menor, que solo en una pequeña parte pudieron mantener en su poder. Todo el Oriente romano quedó bajo el dominio persa, como había sido en tiempos del Imperio aqueménida. Incluso se llegó a pensar en trasladar la capital del imperio de Constantinopla a la segura Cartago. El "Imperium Romanum" se encontraba al borde del abismo.

En esta situación, que parecía completamente desesperada, Heraclio concibió un plan extremadamente audaz. Decidió abandonar la capital, al mando de su ejército, y atacar a los persas en el interior de sus dominios. El 5 de abril de 622, el emperador abandonó la ciudad y viajó por mar hasta un punto cercano a Issos, en el extremo sudoriental de Asia Menor. La reconstrucción de los siguientes acontecimientos es complicada debido a la situación problemática de las fuentes; no se conocen ni la ruta que siguió el emperador ni las dimensiones exactas de su ejército. Heraclio, que en los años siguientes emprendería tres campañas contra los persas, debió contar con una fuerza militar considerable. Heraclio entrenó primero a su ejército, con lo cual entre sus tropas surgió rápidamente un ambiente particular, que Jorge de Pisidia, una de las pocas fuentes con que contamos, destaca especialmente. El emperador inculcó a sus soldados la idea de que no se trataba de una campaña ordinaria. No combatían solo contra un enemigo del Imperio, sino también contra un adversario de la cristiandad. Se trataba de una guerra santa, en cierto modo una "Cruzada" contra el poder de las tinieblas, aunque, ciertamente, la guerra perseguía un objetivo por encima de todo: librar definitivamente al Imperio romano de Oriente de la amenaza persa. Por esa razón, se instalaron imágenes de Cristo en los campamentos. Parece que estas medidas psicológicas surtieron efecto y motivaron a los soldados, algo que posiblemente era necesario debido a la difícil situación en la que se encontraban: si Heraclio fracasaba, el Imperio caería con él.
Los romanos lograron vencer a los persas en 622 (o 623) en Capadocia. En 623, el emperador regresó provisionalmente a Constantinopla y luego contactó con los habitantes cristianos del Cáucaso. Heraclio logró aumentar su ejército y combatió durante el año siguiente principalmente en esa región. Lanzó un ataque contra Armenia, durante el cual cayó en sus manos la ciudad de Dvin y, sobre todo, la de Ganyá, en el actual Azerbaiyán. En la mencionada ciudad había un célebre templo del fuego, (hoy Takht-i Suleiman), que el emperador ordenó destruir, enviando con ello una clara señal a Cosroes. Este movilizó entonces todas las tropas de las que disponía, pero no consiguió vencer a Heraclio, que en 625 se retiró a Cilicia.
En 626, el ejército persa se puso de nuevo en marcha, con el objetivo de localizar y destruir a las tropas de Heraclio, así como de conquistar la ciudad de Constantinopla. Con este fin, los persas habían entablado negociaciones con los ávaros. En el verano de 626, la capital del Imperio de Oriente fue asediada por un imponente ejército de ávaros y eslavos. La ciudad pudo resistir, sin embargo, gracias a la flota, que evitó, además, que los persas pudieran trasladarse a la orilla europea. Los ávaros tuvieron que interrumpir el asedio, y el ejército persa, bajo el mando de Shahrabaraz, se retiró a principios de 627 de Calcedonia a Siria. El año anterior, Heraclio ya había conseguido vencer a un ejército persa que marchó contra él con la intención de destruirlo.
En Constantinopla, la salvación de la ciudad se atribuyó a un milagro de la Virgen María. El punto culminante de la ofensiva persa había sido superado con éxito, y a partir de entonces los romanos tomaron completamente la iniciativa. Heraclio pudo todavía alegrarse de una nueva victoria; en Mesopotamia, su hermano Teodoro había logrado vencer a un ejército persa bajo el mando del general Shahin, lo que debió de irritar profundamente a Cosroes. Al parecer, en la corte persa existía una gran preocupación por el estado mental del Gran Rey, quien, a su vez, sentía una profunda desconfianza hacia sus generales. Esto explica, al menos en parte, por qué Shahrabaraz se mantuvo en lo sucesivo al margen de los combates y se dedicó a esperar el desarrollo de los acontecimientos.
Mientras tanto, Heraclio reclutaba nuevas tropas en Lázica y en las regiones ribereñas del mar Negro, y establecía contacto con los Köktürks. Esta alianza no tuvo consecuencias importantes en el desenlace del conflicto, ya que las tropas auxiliares abandonaron más tarde al emperador, aunque los ataques turcos debieron de constituir una molestia para Cosroes. En 627, Heraclio partió de Tiflis hacia el sur. El 12 de diciembre de ese año, se libró una decisiva batalla junto a las ruinas de Nínive. El general persa Rhazates murió en el combate, y los romanos, que maniobraron con más habilidad, aplastaron al ejército persa. Heraclio conquistó a continuación la residencia favorita del Gran Rey, en Dastagird, en la que Cosroes había estado poco tiempo antes. El monarca persa huyó aterrado hacia Ctesifonte. Heraclio renunció intencionadamente a sitiar la capital persa, ya que temía que se cortaran sus vías de aprovisionamiento.
Sin embargo, la batalla de Nínive supuso el desenlace final de la lucha que durante siglos habían mantenido ambas potencias. Cosroes perdió todo apoyo de los grandes de su imperio: en febrero de 628 fue depuesto y asesinado en prisión. Le sucedió su hijo Kavadh II Siroe, quien inició su corto reinado con el asesinato de varios miembros de su familia. En seguida intentó establecer contacto con Heraclio para negociar un tratado de paz. El emperador se encontraba por entonces en Ganyá. El texto de su carta a Heraclio, en la que Kavadh Siroe pide la paz y se refiere a su enemigo como "...el clementísimo emperador de los romanos, nuestro hermano..." (compárese con la cita, más arriba, del texto de Amiano Marcelino), ha llegado hasta nosotros en el llamado "Cronicón Pascual" ("Chronicon Paschale").
Finalmente se firmó un tratado de paz. Sus cláusulas estaban orientadas a mantener el statu quo ante bellum: Persia renunciaba a todas sus conquistas y devolvía la Vera Cruz, a cambio de lo cual Heraclio prometía retirarse. Sin embargo, la retirada de las tropas romanas se desarrolló con lentitud, y mientras tanto Persia se hundió en el caos. Kavadh Siroe falleció en septiembre de 628, y todos los monarcas que le sucedieron solo fueron capaces de mantenerse en el poder durante unos pocos meses. La Vera Cruz fue restituida en 630 por Shahrabaraz, que también ambicionaba el trono sasánida. La ceremonia que solemnizó el regreso de la reliquia supuso sin duda el momento de mayor esplendor del reinado de Heraclio. Recibió cartas de felicitación de varios reinos cristianos y consiguió un enorme prestigio. Persia había sido vencida, con lo que el Imperio romano parecía haber triunfado sobre su secular adversario.
Roma y Persia: Un Balance Histórico
Heraclio solo pudo disfrutar de su victoria durante unos pocos años. Poco después de su triunfo sobre los persas, comenzó la expansión islámica. En 636, las tropas romanas fueron derrotadas por los árabes musulmanes en la batalla de Yarmuk. Después de la larga guerra contra Persia, no existían recursos suficientes para oponer resistencia. En 642, el Imperio romano de Oriente había perdido todas sus provincias orientales, y algunos años después caerían también las del norte de África. En los Balcanes, mientras tanto, oleadas de pueblos eslavos se internaron en territorio romano, donde se asentaron de forma estable. El Imperio quedó reducido a Asia Menor, siempre sometida a los ataques de los árabes; la capital y sus alrededores; y algunas islas y lugares fortificados de Grecia. También cambiaron el estado y la sociedad del Imperio: bajo Heraclio aumentó la influencia griega en la administración y el ejército, y el latín dejó de ser la lengua oficial ya desde la época de la guerra con Persia. Para muchos historiadores, esto supone el final del Bajo Imperio romano y el comienzo de la historia del Imperio bizantino medieval, que mantendría su identidad grecorromana y cristiana hasta 1453.
El Imperio sasánida, por el contrario, desapareció por completo en 651. Tras la derrota de la Kadesia, en 636 (o 637), los árabes aniquilaron al ejército persa en 642 en la batalla de Nihavand. El último gran rey, Yazdegerd III, tuvo un final trágico: en 651 fue asesinado en el extremo nororiental de su deshecho imperio por un gobernador local (o por un molinero). Aunque la herencia cultural de los sasánidas dejó su huella duradera en el mundo árabe, con la caída de su imperio terminó la última fase de la historia antigua del Próximo Oriente.
Durante cuatrocientos años, Roma y Persia habían sido las dos principales potencias del mundo antiguo. Aunque a menudo fueron hostiles entre sí y con frecuencia se enzarzaron en una lucha despiadada, los dos estados se profesaron siempre un mutuo respeto. Entre los dos hubo también influencias culturales recíprocas. Pero, en su última etapa, las relaciones mutuas se resolvieron sobre todo mediante los conflictos militares, marcados por la lucha por la supremacía en el Próximo Oriente.
Al final, los dos imperios se encontraban tan agotados tras varios siglos de enfrentamientos que fueron fácilmente vencidos por los árabes. Puede llegarse a la conclusión de que las épocas más fructíferas en las relaciones entre ambos imperios fueron las fases de convivencia pacífica, principalmente entre 387 y 502. Sin embargo, una solución permanente era imposible a causa de la lucha por el poder y la visión que ambas potencias tenían de sí mismas.
Cronología de las Guerras Romano-Sasánidas
- 224: Surge el Imperio sasánida.
- Desde 230: Ardashir I invade territorios del Imperio romano.
- 242-44: Campaña persa de Gordiano III; tras los primeros éxitos es vencido en Mesiche (Misik) y muere poco después. Sapor I concluye un tratado de paz con Roma.
- 252: Sapor I conquista Armenia. En los años que siguen invade también Siria.
- 260: Valeriano es hecho prisionero en el curso de su guerra con Persia. Se desploma el sistema defensivo romano en Oriente, lo que es aprovechado por Palmira, cuya reina Zenobia, intenta crear su propio imperio.
- 283: Campaña persa de Caro.
- Desde 296: El rey persa Narsés invade territorio romano. Galerio lo vence, tras haber sufrido un primer revés, en la batalla de Karrhai.
- 298: Paz de Nísibis. El emperador romano Diocleciano conquista territorios en Mesopotamia y cinco provincias al otro lado del Tigris.
- 338: Comienza una guerra entre Roma y Mesopotamia que durará varias décadas. Ni Sapor II ni Constancio II logran resultados decisivos. Los cristianos son perseguidos en Persia.
- 359: Sapor II invade Mesopotamia al mando de un gran ejército. La importante ciudad de Amida cae en poder de Persia tras un largo asedio.
- 363: Campaña persa de Juliano. El ejército romano llega a las puertas de Ctesifonte, pero se ve obligado a retroceder. Tras la muerte de Juliano, Roma y Persia firman un tratado de paz. Los territorios conquistados por Diocleciano son devueltos a Persia.
- Hacia 387: División de Armenia en una parte controlada por Persia (Armenia persa) y otra por Roma.
- 395: Muerte de Teodosio I y división del Imperio romano.
- 410: Se permite libertad de culto a los cristianos persas en el Sínodo de Seleucia-Ctesifonte.
- 421/22: Guerra entre Roma y Persia. Este conflicto, al igual que el más restringido que tuvo lugar en 440/41, fue un episodio aislado en una época marcada por la convivencia pacífica entre los dos imperios.
- 476: Destitución del último (según la numeración tradicional) emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo. Final del Imperio de Occidente.
- 484: La Iglesia Asiria de Oriente se separa definitivamente de la Iglesia Imperial de Constantinopla.
- 502: Comienza una nueva guerra entre Roma y Persia. Tras una tregua en 506 se reanudan las guerras en 526.
- 532: "Paz Duradera" entre Roma y Persia. El emperador Justiniano I emprende su Restauratio Imperii en Occidente.
- 540: Cosroes I rompe el tratado. Saqueo de Antioquía y otras ciudades romanas. La guerra concluye en 562.
- 572: Justino II fuerza una nueva guerra con Persia, que concluirá en 591, durante el reinado de Mauricio.
- 603: Comienzo de la última y mayor de las guerras romano-persas. Cosroes II inicia la conquista de las provincias orientales del Imperio romano de Oriente y su integración en el Imperio sasánida.
- 627: Victoria del emperador Heraclio en la batalla de Nínive. En 628, el nuevo rey persa, Kavadh II, pide la paz.
- Década de 630: Comienza la expansión islámica. Bizancio pierde la mayor parte de sus dominios y sufre importantes transformaciones políticas y sociales. El Imperio sasánida desaparece, víctima de la acometida de los árabes.