Juliano el Apóstata para niños
Datos para niños Juliano el Apóstata |
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Emperador romano | ||
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Emperador del Imperio Romano Augusto |
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3 de noviembre de 361 – 26 de junio de 363 | ||
Predecesor | Constancio II | |
Sucesor | Joviano | |
César | ||
6 de noviembre de 355 – 360 | ||
Información personal | ||
Nombre completo | Flavio Claudio Juliano | |
Otros títulos | Augusto César Imperator |
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Nacimiento | 331 o 332 Constantinopla, Imperio romano de Oriente |
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Fallecimiento | 26 de junio de 363 (32 o 31 años) Samarra, Mesopotamia, Imperio sasánida |
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Sepultura | Iglesia de los Santos Apóstoles | |
Religión | Politeísmo romano | |
Apodo | El Apóstata | |
Familia | ||
Dinastía | Dinastía constantiniana | |
Padre | Julio Constancio | |
Madre | Basilina | |
Consorte | Helena (355-360) | |
Información profesional | ||
Lealtad | Imperio Romano | |
Unidad | Ejército romano tardío | |
Flavio Claudio Juliano (nacido en Constantinopla en 331 o 332, y fallecido en Samarra el 26 de junio de 363) fue un filósofo y emperador romano. Gobernó desde el 3 de noviembre de 361 hasta su muerte. Los cristianos lo apodaron «Juliano el Apóstata» porque él dejó de seguir el cristianismo y trató de restaurar las antiguas creencias romanas, basadas en el helenismo y el neoplatonismo.
A pesar de su corto tiempo en el poder, el reinado de Juliano es uno de los más debatidos en la historia del Imperio romano. Fue considerado un "emperador filósofo", como Marco Aurelio.
Juliano era hijo de un hermanastro de Constantino el Grande. Él y su hermano Galo fueron los únicos que sobrevivieron a un conflicto familiar en 337. Después de una juventud alejado del poder, su primo Constancio II lo nombró César (un título importante, como un vice-emperador) de la parte occidental del Imperio en 355. Constancio le encargó defender la Galia de las invasiones germánicas, una tarea que Juliano cumplió con gran éxito.
En 361, el ejército de la Galia lo proclamó Augusto (emperador), lo que pudo haber causado una guerra civil. Sin embargo, la muerte repentina de su primo Constancio II lo convirtió en el único emperador. Juliano entonces anunció públicamente que era "heleno" (seguidor de las antiguas creencias griegas y romanas), por lo que los cristianos lo llamaron "apóstata".
Juliano reorganizó el gobierno y llevó a cabo una política religiosa activa. Intentó restaurar la religión romana y frenar el avance del cristianismo, pero su reinado fue demasiado breve para lograrlo. También quiso revivir las costumbres de la República y se negó a usar el título de dominus, que era común en su familia. En cambio, adoptó el título de cónsul. Además, planeó reconstruir el Tercer templo de Jerusalén, lo que le dio el apoyo de los judíos dispersos por el imperio, pero aumentó la tensión con los cristianos.
En su último año de gobierno, Juliano inició una campaña militar contra el Imperio sasánida que no tuvo éxito. Después de decidir no tomar su capital, Ctesifonte, avanzó por un territorio devastado, tratando de unirse a otras fuerzas romanas. Murió en un enfrentamiento. Su muerte también marcó el fin de la dinastía constantiniana.
Juliano fue el último gobernante no cristiano del Imperio romano. Creía que era necesario restaurar los valores y tradiciones antiguas para salvar el Imperio. Redujo la gran cantidad de funcionarios del gobierno y trató de revivir las prácticas religiosas romanas tradicionales, en lugar del cristianismo. Su intento de construir un Tercer Templo en Jerusalén probablemente buscaba afectar al cristianismo más que beneficiar a los judíos. Juliano también prohibió a los cristianos enseñar y aprender textos clásicos. Los cristianos vieron su reinado como un período de dificultades y, durante siglos, lo consideraron un enemigo.
Sin embargo, en el siglo XVIII, pensadores como Voltaire lo vieron como un héroe que defendía la libertad de pensamiento. Hoy en día, los historiadores tienen una visión más equilibrada. Algunos señalan que su oposición a los cristianos no fue una persecución generalizada y que sus efectos fueron limitados por la brevedad de su reinado. Otros destacan la complejidad de su personalidad y sus políticas.
Contenido
¿Quién fue Juliano el Apóstata?
Su nacimiento y familia
Juliano nació en Constantinopla en el año 331 o 332. Fue hijo de Julio Constancio, quien era hermanastro del emperador Constantino I. Su madre fue Basilina. Sus abuelos paternos fueron el emperador Constancio Cloro y su segunda esposa, Flavia Maximiana Teodora. Todos ellos formaban parte de la dinastía constantiniana, una importante familia de emperadores.
Su infancia y juventud
Cuando Juliano tenía seis años, en 337, su tío, el emperador Constantino, falleció. Después de esto, nueve miembros de su familia, incluyendo a su padre, fueron asesinados por soldados leales a los hijos de Constantino. Esto se hizo para asegurar que los hijos del emperador subieran al trono sin rivales. Solo Juliano y su hermanastro Constancio Galo, que tenía doce años y estaba enfermo, se salvaron, quizás por su corta edad.
Juliano, en una carta que escribió, dijo que su primo Constancio II fue el principal responsable de estos hechos. Él y su hermano fueron exiliados.
Por orden de Constancio II, Juliano fue puesto bajo el cuidado del obispo arriano Eusebio de Nicomedia. Pasó cinco años en Nicomedia, en la propiedad de su abuela. Allí, un maestro griego le enseñó y le transmitió su amor por la cultura griega y las obras de Homero y Hesíodo. Juliano recordaba estos años con cariño.
A los 11 años, fue llevado a Macellum, una propiedad imperial cerca de Cesarea de Capadocia, lo que Juliano sintió como un exilio. Allí se encontró con su hermanastro Galo. Ambos estuvieron bajo estricta vigilancia. Se cree que fue en este lugar donde Juliano recibió educación cristiana.
En el año 348, a los diecisiete años, a Juliano se le permitió regresar a Constantinopla, lo que fue una liberación para él. Su hermanastro Galo fue nombrado César. En la capital, Juliano continuó sus estudios de retórica y filosofía. En 351, volvió a Nicomedia, donde heredó la propiedad de su abuela. Allí conoció a muchos estudiosos de la religión tradicional romana y descubrió la filosofía neoplatónica, a la que se unió. Viajó para aprender de importantes filósofos como Edesio y Máximo, quienes lo introdujeron en prácticas místicas. También conoció los misterios de Mitra.
Al regresar a Nicomedia, Juliano reunió a un grupo de retóricos, poetas y filósofos "helenos", como él llamaba a los que los cristianos llamaban "paganos". Años después, estudió brevemente en Atenas, la cuna de la filosofía griega. En 355, el emperador Constancio II lo llamó y le dio el título de César. Lo envió a la Galia para liderar el ejército contra los germanos en la frontera del Rin. Sin embargo, Juliano mantuvo en secreto su adhesión a las antiguas creencias hasta mucho después, cuando se rebeló contra Constancio.
Su ascenso al poder
En 355, un año después de que su hermanastro Constancio Galo fuera ejecutado por orden de Constancio II, Juliano fue llamado a Mediolanum. Allí, el emperador le dio el cargo de César de la parte occidental del Imperio. Esta decisión fue influenciada por la emperatriz Eusebia. Juliano se casó con la hermana del emperador, Helena.
Inmediatamente, Juliano, que tenía 24 años y poca experiencia militar, marchó a la Galia. En el camino, se enteró de que Colonia Claudia Ara Agrippinensium (la actual Colonia) había caído en manos de los francos. Juliano iba acompañado de funcionarios y oficiales nombrados por Constancio, quien desconfiaba de él.
Cuando Juliano llegó a la Galia a finales de 355, gran parte de la frontera del Rin había sido superada. Los pueblos germánicos, principalmente francos y alamanes, habían tomado más de cuarenta ciudades. En la primavera del año siguiente, Juliano comenzó su campaña militar. Se dirigió desde Vienna (actual Vienne) a Augustodonum (actual Autun), que había sido atacada por los alamanes. Llegó allí el 24 de junio. Desde allí, avanzó hacia el norte, pasando por Autissiodorum (actual Auxerre) y Augustobona Tricassium (actual Troyes). En esta última ciudad, los habitantes inicialmente le negaron la entrada porque dudaban de que fuera el César. Finalmente, concentró sus fuerzas más al norte en Durocortorum (actual Reims). Durante toda la marcha, solo hubo algunas pequeñas escaramuzas.
Desde Durocortorum, Juliano se dirigió al este, hacia el Rin. Allí encontró un territorio dominado por los germanos, con ciudades romanas asediadas. Juliano lanzó una ofensiva y los derrotó cerca de Brotomagus (actual Brumath). Esta victoria le permitió recuperar Colonia Claudia Ara Agrippinensium, que estaba en manos de los francos. Luego regresó al oeste para pasar el invierno en Agedincum (actual Sens). Allí, un grupo de alamanes lo asedió durante todo enero de 357. Finalmente, los alamanes se rindieron porque las murallas de la ciudad resistieron sus ataques. Es sorprendente que el general Marcelo, que estaba cerca, no acudiera en su ayuda. Más tarde, Marcelo fue relevado de su cargo.
En primavera, Constancio II envió refuerzos desde Italia: unos 25.000 hombres. Sin embargo, las relaciones entre el general de estos refuerzos y Juliano fueron tensas. Juliano propuso un ataque coordinado para eliminar la amenaza alamana, pero el general no quiso colaborar. A pesar de tener más hombres, el ejército de los refuerzos fue derrotado por los alamanes y se retiró. Los alamanes entonces decidieron destruir el ejército de Juliano, que era mucho más pequeño (unos 13.000 hombres). Juliano se había fortificado en Tres Tabernae (actual Saverne), cerca de Argentoratum (actual Estrasburgo).
Los alamanes tenían, según las fuentes, 35.000 hombres, aunque los historiadores actuales creen que eran unos 20.000. Juliano rechazó a los enviados alamanes y ordenó a sus hombres avanzar hacia Argentoratum. Al noreste de esta ciudad, cerca de la población moderna de Oberhausbergen, tuvo lugar la decisiva batalla de Estrasburgo. El ejército de Juliano ganó, y los alamanes huyeron. Muchos murieron al intentar cruzar el Rin, y su líder fue capturado y enviado a Roma.
Después de la victoria, Juliano cruzó el Rin y persiguió a los enemigos, quemando aldeas y asegurando la frontera. Esta operación de limpieza duró dos años, y al final, la frontera estaba restaurada y la reputación de Juliano entre sus tropas era excelente. Hacia el año 360, la Galia estaba segura. En 358, había liderado una expedición exitosa contra los francos del bajo Rin (actual Bélgica) y había logrado restablecer las defensas romanas.
Durante su misión en la Galia, Juliano no solo demostró ser un líder militar muy capaz, sino que también implementó una importante reforma fiscal. Luchó contra la corrupción de los gobernantes, lo que le ganó la simpatía de los habitantes de la provincia, pero también el rechazo de los corruptos. El historiador Amiano Marcelino, que acompañó a Juliano, destacó su carácter moderado. El joven César prohibió los banquetes lujosos y se alimentaba como los soldados. Dormía poco y, cuando terminaba sus deberes de estado, se dedicaba a la filosofía, la poética y la retórica.
Durante esos cinco años, Juliano creyó que sus éxitos militares y su popularidad se debían a la protección de los dioses, especialmente Júpiter y Mitra. Por eso, cuando sus tropas lo proclamaron emperador en febrero de 360, aceptó porque vio en ello señales religiosas.
El trono imperial
El éxito militar y político de Juliano en la Galia aumentó las tensiones con el emperador Constancio II. Juliano se sentía molesto por la falta de autonomía y la vigilancia de los funcionarios de Constancio. Sus éxitos militares le hicieron creer que tenía un gran destino bajo la protección de sus dioses.
El conflicto entre Juliano y Constancio se desató a principios de 360, cuando Constancio ordenó que una parte de las tropas de Juliano (al menos un tercio) fuera transferida a la frontera oriental para luchar contra los persas. El ejército de la Galia, que no quería ser trasladado tan lejos, se rebeló y proclamó a Juliano Augusto en Lutecia (la actual París) en la primavera de 360. Lo levantaron sobre un escudo, como era costumbre. Poco después, Helena, la esposa de Juliano, falleció.
Constancio se negó a aceptar la proclamación de Juliano como Augusto. Aunque Juliano le envió una carta amistosa explicando que se había visto forzado a aceptar, no mostró intención de renunciar a su nuevo título. Esto hizo que el enfrentamiento fuera inevitable. Después de una nueva incursión contra los francos y alamanes, Juliano partió con su ejército hacia Oriente en la primavera de 361. Sin embargo, el enfrentamiento con Constancio no ocurrió porque este murió de fiebre en noviembre de ese año, cerca de Tarso (Asia Menor).
Juliano estaba en Naiso (actual Niš) cuando recibió la noticia. Para asegurar su legitimidad, difundió la noticia de que Constancio, en su lecho de muerte, lo había nombrado su sucesor. Además, hizo llevar el cuerpo de Constancio a Constantinopla para ser enterrado en la iglesia de los Santos Apóstoles, junto a su padre, el emperador Constantino. De esta manera, Juliano legitimó su poder y honró la memoria de su predecesor, ganándose la aceptación del ejército y las provincias orientales. También obtuvo el apoyo de las provincias occidentales y de la aristocracia senatorial romana.
El primer acto de Juliano como emperador fue muy significativo. Al llegar a Constantinopla a finales de 361, nombró una comisión para investigar a los consejeros de Constancio. Esto le permitió deshacerse de la influencia de los funcionarios que no eran de su confianza. Juliano se rodeó de hombres leales que lo habían acompañado en la Galia o de personas con las que tenía fuertes lazos.
La campaña persa y el final de Juliano
Las razones de la campaña persa de Juliano son complejas. El emperador la presentó como una acción de venganza por los ataques persas en 359 y 360. Sin embargo, Juliano sentía una gran aversión hacia los sasánidas. Cuando en enero de 363 el rey Sapor II le propuso negociar la paz, Juliano le respondió que pronto visitaría Persia personalmente. Juliano quería poner en el trono sasánida al príncipe Hormizd, hijo del rey persa asesinado por Sapor II, quien se había refugiado en el Imperio romano.
El ejército que reunió Juliano era muy grande: no menos de 65.000 hombres y más de mil barcos. La mayoría de los barcos eran para provisiones y transporte, y un centenar eran de guerra. La fuerza principal del ejército, bajo el mando de Juliano, debía avanzar a lo largo del río Éufrates para atacar por sorpresa la capital sasánida, Ctesifonte, situada en el río Tigris. Un segundo ejército debía obtener el apoyo del rey de Armenia Arsaces II y descender por el Tigris para devastar los territorios persas.

El ejército de Juliano salió de Antioquía el 5 de marzo y cruzó el Éufrates el día 12. Luego avanzó hasta Callinicum (actual Al Raqa), la última plaza romana antes de la frontera con el Imperio sasánida. A principios de abril, cruzó la frontera y tomó las primeras fortalezas persas que dominaban el Éufrates. Después, siguió un canal que unía el Éufrates con el Tigris y llegó a Ctesifonte, tras una victoria en Maozamalcha. Allí, un ejército persa más pequeño fue completamente derrotado. Los supervivientes se refugiaron en Ctesifonte.
Juliano rechazó una propuesta de paz de Sapor II y ordenó marchar hacia el norte para una batalla decisiva, renunciando a tomar Ctesifonte. Para moverse más rápido, decidió ir por tierra, viviendo de las provisiones transportadas por animales. Por ello, ordenó quemar la flota que lo acompañaba, a pesar de la opinión de sus generales, lo que desmoralizó a las tropas. Durante su marcha hacia el norte, tuvo que enfrentarse a la política de tierra quemada de los persas, cuyo ejército lo hostigaba sin enfrentarse directamente. Las dificultades para conseguir alimentos, la falta de botín y los pocos regalos que Juliano pudo dar a sus soldados aumentaron el descontento. El 26 de junio, cerca de Samarra, Juliano fue herido por una lanza en la espalda durante un combate. Esa misma noche, gravemente herido, Juliano falleció rodeado de sus oficiales y amigos.
Juliano murió sin dejar hijos y sin nombrar sucesor. Por ello, el ejército eligió a Joviano como nuevo emperador. Joviano, que era cristiano, se encontró en una situación difícil, en territorio enemigo. Para regresar a territorio romano y confirmar su nombramiento, firmó una paz muy desfavorable con los persas. Les cedió Nísibis y gran parte de Armenia a cambio de un paso seguro.
Los restos de Juliano fueron enterrados en Tarso. Sin embargo, su sarcófago fue trasladado posteriormente a la iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla, junto a los de los emperadores cristianos Constantino I y Constancio II, a pesar de que Juliano era considerado un "apóstata". Aunque la iglesia fue destruida, el sarcófago aún se conserva en el Museo Arqueológico de Estambul.
¿Cómo gobernó Juliano?
Su política de gobierno
Juliano quería restaurar la gloria del Imperio romano, que, según él, había sido debilitada por sus predecesores. Su cambio fue muy claro en las monedas. Cuando era César, las monedas de Juliano lo mostraban sin barba, mirando al cielo, como los retratos de su familia. Pero cuando se convirtió en Augusto, sus retratos lo mostraban con barba, siguiendo el modelo de Marco Aurelio, su emperador filósofo favorito. También era la barba de los filósofos.
En su proyecto de "restauración", Juliano dio mucha importancia a la lucha contra la corrupción. Reorganizó el palacio imperial, despidiendo a muchos funcionarios y reduciendo la guardia imperial a cincuenta hombres. También simplificó el protocolo imperial y dio ejemplo llevando una vida sencilla, mostrando su deseo de romper con el estilo de gobierno de sus predecesores.
En su obra Los Césares, Juliano escribió que sus modelos de gobierno eran los emperadores Augusto y Marco Aurelio. Intentó devolver el prestigio al Senado, asistiendo a sus sesiones y dictando medidas favorables a sus miembros. Sin embargo, para los altos cargos del palacio, eligió a personas destacadas que seguían las antiguas creencias (no cristianos). Juliano, que se veía a sí mismo como un emperador filósofo, quería que el gobierno fuera ejercido por hombres cultos, filósofos, médicos o retóricos, y trajo a muchos de ellos a su corte.
En cuanto a la política fiscal, Juliano quería que fuera más justa, teniendo en cuenta la capacidad real de los contribuyentes, como ya había hecho en la Galia. En el ámbito militar, se enorgullecía de que, desde que era emperador, el Imperio no había sufrido problemas internos ni invasiones. También introdujo cambios en la moneda, creando una moneda de plata, la siliqua, para reemplazar al solidus de oro.
Juliano también buscó dar más autonomía a las ciudades, devolviéndoles sus antiguos bienes y la gestión de sus impuestos. Esto fue muy importante en su plan de gobierno. Quería solucionar las dificultades económicas de las ciudades y hacer más atractivos los cargos municipales. Pero, sobre todo, quería preservar su vitalidad intelectual y cultural, ligada a los cultos públicos tradicionales.
Sin embargo, el proyecto de Juliano no tuvo éxito completo. La crisis de las ciudades era profunda y las necesidades fiscales del Estado eran difíciles de reducir. Además, su reinado fue muy breve, lo que limitó el impacto de sus medidas.
¿Qué cambios religiosos impulsó Juliano?

La política religiosa de Juliano, que buscaba restaurar el culto tradicional grecorromano y dejar de lado el cristianismo, fue una parte esencial de su proyecto. Para Juliano, el error de los emperadores anteriores fue haber dañado el culto a las divinidades grecorromanas que habían protegido a Roma. En menos de dos años, Juliano usó casi todas las herramientas de política religiosa que Constantino había usado para favorecer a los cristianos, pero en sentido contrario. No prohibió el culto cristiano, pero sí los excluyó de ciertas funciones.
Algunos historiadores creen que la política religiosa de Juliano fue un intento de volver al paganismo grecorromano tradicional. Otros, sin embargo, sostienen que Juliano estaba molesto por la rápida expansión del cristianismo entre las clases bajas y que su objetivo era que el cristianismo no dominara las clases altas griegas.
Sus creencias
Las creencias religiosas de Juliano fueron muy influenciadas por su educación. En un mundo con muchas ideas religiosas, Juliano se sintió atraído por la filosofía neoplatónica, las prácticas místicas y los cultos mistéricos. Esto lo alejó de la Iglesia cristiana, que estaba dividida por disputas. Juliano vivía la filosofía como una mezcla de reflexión y acción.
Su "helenismo" era muy particular. Juliano era un hombre religioso, propenso al misticismo y a las prácticas adivinatorias. Para él, la divinidad solar era muy importante, considerándola una manifestación de Zeus. Mitra, Serapis o Apolo Didimeo eran solo diferentes nombres para una única divinidad solar.
Según otros autores, Juliano veía los mitos tradicionales como alegorías, donde los antiguos dioses eran aspectos de una divinidad filosófica. Sus obras sobre el "Rey Sol" o la "Madre de los Dioses" eran más bien elogios que tratados teológicos. También se ha señalado que algunos aspectos de su pensamiento, como su reorganización de las antiguas creencias bajo sumos sacerdotes y su idea de un dios principal, podrían mostrar influencia cristiana.
La restauración de las antiguas creencias romanas
Cuando Juliano se convirtió en emperador en 360, anunció que dejaba el cristianismo y abrazaba el culto tradicional romano. Dio gracias a los dioses grecorromanos y se rodeó de intelectuales "helenos". En una carta a su maestro, Juliano dijo: "Adoramos a los dioses abiertamente, y el grueso del ejército que me ha seguido está lleno de piedad. Ofrecemos animales en público; hemos dado gracias a los dioses con muchas ofrendas."
Aunque no hay cifras exactas, se cree que en ese momento los cristianos aún eran una minoría en el Imperio. Sin embargo, en el siglo IV, las relaciones entre las antiguas creencias y el cristianismo eran complejas. Ser cristiano no significaba renunciar por completo a la cultura greco-romana.
Al convertirse en emperador, Juliano proclamó la tolerancia para todos los cultos. Restableció los sacrificios que habían sido prohibidos y permitió el regreso de los cristianos exiliados, devolviéndoles sus bienes. Incluso reunió a obispos cristianos en su palacio para sugerirles que resolvieran sus diferencias y fueran tolerantes. Sin embargo, algunos historiadores creen que esta libertad de culto tenía un objetivo oculto: debilitar el cristianismo. Cuando hubo conflictos entre grupos cristianos, Juliano no intervino.
Al mismo tiempo que proclamaba la libertad de cultos, Juliano eliminó la mayoría de los privilegios de los clérigos cristianos, como la exención de cargos municipales. Los obispos ya no estaban exentos de formar parte de los consejos municipales, lo que implicaba muchas responsabilidades. También redujo a las iglesias cristianas al nivel de una simple "secta permitida", sin privilegios. Además, ordenó que los bienes confiscados a los templos de las antiguas creencias fueran devueltos y que los templos en ruinas fueran reconstruidos.
Juliano tomó tres medidas más importantes. Primero, animó a las autoridades a preferir a los "helenos" (seguidores de la religión tradicional romana) para los cargos públicos, en lugar de los "galileos" (cristianos). Segundo, exigió a los soldados cristianos que hicieran sacrificios a los dioses. Tercero, y esto fue lo que más molestó a los cristianos, prohibió que los "galileos" enseñaran gramática y retórica en las escuelas. Él creía que no podían enseñar correctamente, ya que cuestionaban la verdad de los textos griegos y romanos. El edicto decía: "si quieren enseñar literatura, tienen a Lucas y a Marcos: que vuelvan a sus iglesias y los comenten".
Algunos historiadores creen que la "ley escolar" de Juliano buscaba usar la educación para establecer su modelo de Estado basado en las antiguas creencias. Otros piensan que fue un golpe duro para la Iglesia, ya que marginaba a los cristianos de la cultura greco-romana. Sin embargo, otros historiadores afirman que su importancia fue más simbólica que práctica.
La política religiosa de Juliano no se limitó a leyes. Se rodeó de antiguos maestros y amigos, y escribió textos religiosos, como el Discurso a la Madre de los Dioses o sobre el Sol Rey, y uno específico contra los cristianos, llamado Contra los Galileos. En este último, Juliano criticaba a los cristianos, acusándolos de haberse desviado de la fe de Moisés y de haber tomado lo peor de cada religión.

Como Pontifex Maximus (el sumo sacerdote de la religión romana), Juliano financió la restauración de edificios de culto. En algunos casos, esto generó conflictos con la comunidad cristiana, como la rehabilitación del templo de Apolo en Dafne, cerca de Antioquía, donde se veneraban los restos de un santo cristiano. Esto llevó a represalias por parte de Juliano. Aún más polémico fue su intento de restaurar el Templo de Jerusalén. Los cristianos lo vieron como una gran muestra de hostilidad. La intención de Juliano no era mostrar aprecio por los judíos, sino renovar el antiguo judaísmo sacrificial y contradecir los Evangelios cristianos.
La decisión de restaurar el templo de Salomón la tomó Juliano en 363, cuando pasó por Jerusalén camino de Persia. El historiador Amiano Marcelino escribió sobre el fracaso de esta empresa, que los escritores cristianos de la época atribuyeron a una intervención divina.
Juliano instruyó a los sacerdotes de las antiguas creencias sobre cómo organizar el culto público romano para que los habitantes del Imperio volvieran a frecuentar los templos. También les pidió que ayudaran a los pobres, compitiendo con los "galileos" (cristianos), que organizaran una liturgia diaria y que nombraran a sus subordinados entre personas puras y respetables. Juliano quería que el clero de las antiguas creencias imitara la pureza de costumbres y la caridad que él admiraba en el cristianismo.
El propio Juliano presidió y ofició grandes ceremonias rituales y financió grandes sacrificios a los dioses. Juliano no llevó a cabo una persecución general contra los cristianos, pero sus medidas mostraban una clara hostilidad. Según los autores cristianos, la restauración de los templos a menudo iba acompañada de castigos contra los cristianos que los habían atacado. Las ayudas económicas a las ciudades estaban condicionadas a que realizaran cultos públicos tradicionales.
Es difícil saber el impacto real de la política religiosa de Juliano. Los autores cristianos siempre destacaron que su intento de restaurar las antiguas creencias fue un fracaso. Sin embargo, se conocen algunas inscripciones que alaban su política. Algunos historiadores creen que muchas ciudades mostraron fidelidad a los ritos antiguos para obtener privilegios. Pero el propio Juliano se quejaba de la indiferencia de los "helenos". La brevedad de su reinado impide saber cómo habría evolucionado su política.
Algunos historiadores señalan que el hecho de que Juliano recurriera a formas de organización cristianas y a la caridad para revitalizar las antiguas creencias, demuestra la incapacidad de estas últimas para competir con el avance social del cristianismo. A pesar de las recompensas ofrecidas por el Emperador, las conversiones de líderes cristianos a las antiguas creencias fueron escasas. Sin embargo, otros historiadores no están de acuerdo y creen que un número importante de cristianos sí mostraron su apoyo a los cultos tradicionales.
Una historia, probablemente de origen cristiano, cuenta que Juliano envió a su médico Oribasio de Pérgamo a visitar el antiguo Oráculo de Delfos en el año 362, que estaba abandonado. Allí, el oráculo le dio la última profecía:
Di a tu rey que el gran templo se vino abajo. Aquí ya no mora Febo, ni brota el laurel sagrado;
las fuentes de la profecía se han secado, las voces ya no hablan.
La visión cristiana: la leyenda de San Mercurio
Fueron los autores cristianos quienes le dieron el apodo de «el apóstata» (por haber abandonado la fe cristiana) y quienes consideraron su reinado similar a un período de dificultades para los cristianos. Así, durante siglos, fue visto como un enemigo del cristianismo.
- La leyenda de San Mercurio y del sueño de San Basilio
Poco después de la muerte de Juliano, la Iglesia cristiana la atribuyó a un hecho milagroso, a un castigo divino. Este castigo habría sido ejecutado por un santo militar, Mercurio, a quien se venera por este hecho. En el ámbito copto, Mercurio es el santo ejecutor, y se le representa montado a caballo, lanzando una lanza a Juliano, quien yace herido en el suelo. Alrededor de esta historia, durante los siglos V y VI, la Iglesia oriental construyó una leyenda compleja sobre la muerte de Juliano por la justicia divina.
El mito más conocido cuenta que San Basilio el Grande, mientras oraba, tuvo un sueño en el que vio a Mercurio tomar sus armas y dirigirse a matar a Juliano por orden de Dios. A la mañana siguiente, Basilio fue a una iglesia cercana donde se veneraba a Mercurio y vio que faltaban las armas del santo. Tres días después, la noticia de la muerte del emperador llegó a Antioquía. Aunque Basilio y otros escritores de la Iglesia de su tiempo no mencionan este episodio, sí aparece en obras posteriores. A partir de ahí, el mito se hizo más complejo, enalteciendo la figura de Mercurio y la intervención divina, y denigrando la de Juliano.
Este mito creó dos figuras opuestas que fueron útiles para la Iglesia: Mercurio como salvador y Juliano como villano. La manipulación de los hechos confusos que rodearon la muerte de Juliano sirvió a las jerarquías de la Iglesia en Oriente para mostrar el fin de las antiguas creencias gracias a la intervención divina. Juliano no solo había muerto, sino que sus ideas habían sido derrotadas por Dios. También tuvo un efecto político, ya que Juliano se convirtió en el ejemplo perfecto para mostrar que cualquier emperador que se apartara de los designios de la Iglesia sería víctima de la justicia divina.
La tradición cristiana también narra otra leyenda sobre los guardaespaldas cristianos de Juliano. Cuando llegó a Antioquía, la capital de Siria, ordenó esparcir sangre de sacrificios de ídolos en todos los alimentos del mercado y en los depósitos de agua. Esto habría impedido a los cristianos de la ciudad comer o beber sin violar sus creencias. Dos guardaespaldas se opusieron a esta orden y fueron ejecutados por Juliano. La Iglesia ortodoxa los incorporó a su lista de santos como Juventino de Antioquía y Máximo.
Juliano y la literatura
La opinión de Voltaire (Portrait de l'empereur Julien, 1767)
Supongamos que Juliano hubiera acabado de vencer a los persas, y que en una vejez larga y apacible hubiera visto su antigua religión restablecida, y el cristianismo aniquilado con las sectas... de las que no queda ningún rastro, ¡qué cantidad de elogios le habrían prodigado a Juliano todos los historiadores! En lugar del apodo de apóstata hubiera recibido el de restaurador, y el título de divino no habría parecido exagerado. |
Se cree que la historia, según la cual Juliano se arrancó la lanza que lo hirió y la arrojó al cielo, diciendo la famosa frase: «Vicisti Galilæ» («Has vencido, Galileo»), es una invención. Según Gore Vidal, esta historia fue creada por el escritor cristiano Teodoreto un siglo después de la muerte de Juliano. La frase da inicio al poema de 1866 «Himno a Proserpina», de Algernon Swinburne, donde el poeta lamenta el triunfo del cristianismo.
La vida de Juliano también inspiró obras de teatro como Juliano Apóstata de Luis Vélez de Guevara, Emperador y Galileo, de Henrik Ibsen, y Juliano en Eleusis: misterio dramático en un prólogo y dos retablos (1981) de Fernando Savater. También inspiró novelas históricas como La muerte de los dioses (1896) de Dmitri Merezhkovski, Imperial renegade (traducido como Venciste Galileo: historia del emperador Juliano el Apóstata) (1950) de Louis de Wohl, Juliano el Apóstata de Gore Vidal (1964), Dioses y legiones de Michael Curtis Ford (2002) y El último pagano de Adrian Murdoch (2004).
¿Habría sobrevivido el cristianismo si Juliano hubiera reinado más tiempo?
Algunos historiadores, como Peter Brown, creen que si Juliano hubiera vivido más tiempo, habría logrado que el cristianismo desapareciera de las clases dirigentes del Imperio. Él compara esto con cómo el budismo fue relegado a las clases bajas en la China del siglo XIII. Según esta visión, los líderes del Imperio romano de Juliano habrían sido "helenos" (seguidores de las antiguas creencias), educados en las obras de Homero y totalmente ajenos a los Evangelios cristianos.
Paul Veyne tiene una tesis similar. Él cree que Juliano "intentó dar al paganismo, reformado por él, la superioridad sobre el cristianismo". Veyne sugiere que el cristianismo podría haber sido solo un breve período en la historia que estaba a punto de terminar. No terminó porque, a la muerte de Juliano en 363, los líderes militares eligieron emperadores cristianos en lugar de seguidores de las antiguas creencias.
Por otro lado, Juan María Laboa sostiene la tesis contraria. Él cree que la expansión cristiana era imparable, como lo demostró el fracaso de Juliano. Según Laboa, las antiguas creencias se fueron debilitando, y solo el cristianismo mostró la creatividad, la pasión y la dedicación necesarias para su triunfo final.
Ramón Teja se acerca más a la postura de Laboa. A la pregunta de si Juliano habría logrado imponer sus ideales religiosos y filosóficos si hubiera reinado más tiempo, Teja tiene dudas. Señala que el propio Juliano reconocía que los cristianos atraían a los mejores discípulos y que su política de ayuda social a los pobres era una de las razones de la rápida expansión del cristianismo.
Averil Cameron no se pronuncia sobre la pregunta, pero comenta que la ironía de Juliano radica en su combinación de grandes ideales y arrogancia.
Galería de imágenes
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Columna de Juliano en Angora.
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Bajo relieve persa de 380 en el que aparece el cuerpo de Juliano en el suelo bajo los pies del soberano del Imperio sasánida.
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Maqueta del templo de Jerusalén.
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Icono donde se representa a San Mercurio matando al emperador Juliano.
Véase también
En inglés: Julian (emperor) Facts for Kids