Marsilio de Padua para niños
Datos para niños Marsilio de Padua |
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Información personal | ||
Nacimiento | c. 1275 Padua (Italia) |
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Fallecimiento | c. 1342 Múnich (Ducado de Alta Baviera, Sacro Imperio Romano Germánico) |
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Religión | Cristianismo | |
Educación | ||
Educado en |
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Información profesional | ||
Ocupación | Filósofo, político, escritor y profesor universitario | |
Área | Filosofía medieval | |
Marsilio de Padua (nacido alrededor de 1275 y fallecido entre 1342 y 1343) fue un importante filósofo y pensador político de Italia. También fue médico y teólogo.
Nació en Padua, una ciudad de Italia. Su familia estaba formada por jueces y notarios. Su padre, Bonmatteo de Maianardini, trabajaba como notario en la Universidad de Padua. No se sabe con exactitud el año de su nacimiento, aunque algunas fuentes sugieren 1275.
Se conoce poco sobre su niñez y juventud. Estudió en la universidad de París, en la Facultad de artes liberales. En 1313, fue nombrado rector de esta universidad. El tiempo que pasó en París fue muy importante para el desarrollo de sus ideas. Allí conoció a Guillermo de Ockham y a Giovanni Jandun, con quien mantuvo una gran amistad y compartió el exilio.
Contenido
¿Cómo fue su educación?
No hay muchos detalles sobre su formación en filosofía y cultura. La mayor parte de la información proviene de una carta escrita por Albertino Mussato. En esta carta, el poeta cuenta que Marsilio le pidió consejo sobre si debía estudiar leyes o medicina. Mussato le recomendó que se dedicara a la medicina.
De París a Roma: Un viaje de ideas
Marsilio estaba en París cuando el rey de Francia, Felipe IV de Francia, y el Papa estaban en conflicto. Esta situación, junto con el ambiente cultural de la época, lo llevó a escribir su obra más importante: Defensor Pacis (El Defensor de la Paz). Este libro le dio mucha fama e influyó en el pensamiento filosófico y político de su tiempo y de los años siguientes.
En París, Marsilio vio cómo una monarquía fuerte quería aumentar su poder y autoridad sobre todas las demás fuerzas, incluso sobre la Iglesia del Papa Bonifacio VIII. Marsilio apoyó a Luis IV de Baviera, quien lo nombró su consejero político y religioso. Juntos viajaron a Roma, donde Luis lo designó representante espiritual de la ciudad. Desde esta posición, Marsilio defendió que el poder político debía estar por encima del poder religioso.
Cuando Luis IV se retiró a Alemania después de que su plan en Roma no funcionara, Marsilio lo siguió. Permaneció en Alemania hasta su muerte, que ocurrió entre 1342 y 1343.
Antes de morir, se recopilaron algunas de sus obras más cortas, como el Defensor Minor, una obra muy destacada. Las ideas de Marsilio reflejan una época en la que se mezclaban el valor del ciudadano, el sentimiento nacionalista francés y el deseo de un gran imperio alemán. Sin embargo, sus ideas eran independientes y objetivas.
Defensor Pacis: El defensor de la paz
El Defensor Pacis (El defensor de la paz), escrito en 1324, es su obra más famosa. Su idea principal es que la Paz es la base fundamental del Estado y una condición esencial para que los seres humanos puedan vivir y trabajar. Es una obra moderna, directa y sin adornos, que en algunos aspectos sigue siendo relevante hoy. Marsilio creía que el Estado no surge por razones éticas o religiosas, sino de la naturaleza humana, que busca una vida "suficiente" y un propósito verdaderamente humano.
De esta búsqueda nacen las diferentes comunidades, desde las más pequeñas hasta las más grandes y complejas, como el Estado. El Estado es necesario para organizar la comunidad, asegurar la convivencia y permitir que cada uno cumpla sus funciones. Para Marsilio, esta necesidad es puramente humana y responde a situaciones reales e históricas, no a fines éticos. La base de este orden es la voluntad común de los ciudadanos, que es superior a cualquier otra voluntad.
La voluntad de los ciudadanos es la que da al Gobierno, llamado Pars Principans (la parte principal), el poder de mandar sobre todas las demás partes. Este poder siempre es delegado, es decir, se ejerce en nombre de la voluntad común. Marsilio también planteó un problema que luego desarrollaría en el Defensor Minor: la relación con el Papado y los gobiernos políticos.
¿Qué es la soberanía popular?
Marsilio afirmó que el poder legislativo (la capacidad de crear leyes) pertenece al pueblo, considerado como la Universitas Civium (la comunidad de ciudadanos). Esto es lo que hoy llamamos soberanía popular. Aunque el concepto moderno de soberanía se desarrollaría más tarde, Marsilio fue un pionero.
Él dijo: "Decimos, de acuerdo con la verdad y la opinión de Aristóteles, que el legislador o la causa principal de la ley es el pueblo, mediante elección o voluntad expresada en la asamblea general de los ciudadanos, que manda que algo se haga o no se haga, bajo amenaza de una pena o castigo temporal."
Si el poder de hacer leyes pertenece al pueblo, ¿cómo se expresa esa voluntad popular? Marsilio creía que la mayoría, entendida como la cantidad más grande de personas, representa y expresa la voluntad del pueblo. Su idea era que, como cada persona es parte del pueblo, debe aceptar sus decisiones y no puede oponerse a la comunidad de la que forma parte.
Algunos podrían decir que la mayoría del pueblo es incapaz y que solo unos pocos expertos deberían crear las leyes. Marsilio respondió que, aunque los sabios pueden legislar mejor que los que no tienen tantos conocimientos, esto no significa que sean más competentes que todos los ciudadanos juntos, incluyendo a esos mismos sabios. Por lo tanto, los expertos pueden formular las leyes, pero el pueblo tiene el derecho de aprobarlas o rechazarlas.
Aquí vemos las bases de lo que hoy conocemos como constitucionalismo moderno: la soberanía popular, el principio representativo y el sistema de mayoría.
Marsilio distinguía entre la soberanía, que reside en la universitas civium (el conjunto del pueblo), y la pars principans, que sería el poder ejecutivo ejercido por el príncipe. Esta dualidad entre el príncipe y el pueblo es similar a lo que se encontraba en el derecho germánico. Sin embargo, para Marsilio, el poder del pueblo era superior al del príncipe. Esto se manifestaba en la capacidad del pueblo para supervisar las acciones del príncipe, e incluso para destituirlo si fuera necesario.
Política, religión, Estado e Imperio
En los principios políticos de Marsilio, la idea de Dios no es central, a diferencia de las instituciones medievales donde Dios era la causa y el fin de todo. En el Defensor Pacis, el ser humano es la causa original de la sociedad y la base esencial del Estado.
Gracias a estos principios innovadores y modernos para su época, Marsilio de Padua tuvo una gran influencia en el pensamiento de su tiempo. A principios del siglo XIV, en medio de la lucha entre Felipe el Hermoso y el papa Bonifacio VIII, y el conflicto entre el poder civil y el papado, se planteó la cuestión de la relación entre el Estado y el Imperio.
En esta discusión, los defensores del rey de Francia se oponían a las ideas del Emperador. Por ejemplo, Bartolo de Sassoferrato y la escuela italiana defendían el principio "Imperator est dominus totius mundi" (El Emperador es el señor de todo el mundo). A esto, la escuela de Toulouse respondía con la frase "Rex est Imperator in suo Regno" (El rey es el emperador en su reino).
¿Qué es el Estado para Marsilio?
Marsilio usó el término Estado muchas veces, definiéndolo como varias ciudades y provincias bajo un único poder. En otros escritos, especialmente los que hizo para apoyar a Luis IV de Baviera, usó el término Imperio. Esto se debía a que, si la Iglesia era una institución universal, solo otra institución igualmente universal como el Imperio podía oponérsele.
Entre muchos escritores que usaron el término Imperio, quizás solo Dante lo entendió en su sentido más completo y como algo necesario. Solo después de mucho trabajo político y de ideas, el Estado lograría su autonomía en los conflictos con el Imperio. Así nacerían las nuevas naciones, con sus propias características de soberanía y territorialidad, que actuarían dentro y contra el Imperio. La reforma protestante influiría mucho en esto, rompiendo la unidad religiosa que había sido una gran construcción medieval y que había protegido al cristianismo de los bárbaros.
Marsilio veía el Estado como un organismo con diferentes "Partes", cada una con su propia función. Esta división en "partes" no solo tiene un origen humano, sino que también es establecida por el Humanus Legislator (el Legislador Humano). Este legislador es quien define todas las distinciones, incluso la del sacerdocio. Marsilio consideraba el sacerdocio como una parte del Estado, una "pars" necesaria, pero solo una parte de un todo.
¿Cómo debe ser la forma del Estado?
Marsilio prefería una monarquía que, aunque no sea exactamente una monarquía constitucional como las de hoy, se acercaba a ella. Creía que su origen debía ser electivo y que debía depender de la ley. La novedad y originalidad de Marsilio es que la forma política del Estado debía ser elegida por el Legislator Humanus, cuya voluntad es la voluntad del pueblo.
Aquí se expresa el principio de la soberanía popular: "el legislador humano es solo la comunidad de ciudadanos o su parte más fuerte." El Estado es visto como un producto humano, independiente de ideas teológicas como el concepto de acciones incorrectas o similares. La idea de Estado de Marsilio va más allá de los organismos políticos de la Medioevo. Aunque no llegó a la noción de la personalidad jurídica del Estado, se puede considerar un paso previo a ella. De la Comunitas Civium (Comunidad de Ciudadanos) nacen la soberanía y la ley. El objetivo principal del Estado es: "El gobierno debe regular las acciones civiles humanas y según la regla, que es y debe ser la forma del gobernante en cuanto gobernante."
El papel del sacerdocio
En la segunda parte del Defensor Pacis, Marsilio dedicó muchas páginas a la relación entre el Estado y la Iglesia. Como ya se mencionó, el sacerdocio es considerado solo una parte del Estado, una "pars" necesaria, pero no más que una parte de un todo. La ley divina es vista como un "remedio" para el desorden y la corrupción. El propósito del sacerdocio es, por lo tanto, predicar esta ley divina, que es la ley del evangelio.
El sacerdocio, al tener un carácter político por ser una función del Estado, es regulado por este. Se habla de "pars sacerdotalis" (parte sacerdotal) de la misma manera que se habla de "pars agrícola" o comercial. De esto se deriva que el Príncipe (el gobernante) regula todas las instituciones que forman el Estado.
El fin preciso del sacerdocio es la enseñanza y la predicación de la ley evangélica, así como la explicación de las funciones exclusivamente espirituales, en las cuales el príncipe no puede ni debe intervenir. Sin embargo, cuando se trata de asuntos civiles o políticos, el príncipe interviene de manera plena y legítima.
La Iglesia según Marsilio
Marsilio analizó el concepto de Iglesia, sus características y funciones. Él dijo: "Este nombre, Iglesia, se refiere a la totalidad de los fieles que creen e invocan el nombre de Cristo, y a todas las partes de esta totalidad en cualquier comunidad, incluso doméstica." Continuó definiendo a quienes la forman como: "todos los fieles de Cristo, tanto sacerdotes como no sacerdotes." Así, describió la diferencia entre laicos y el clero.
Distinguió la Iglesia como Universitas Fidelium (Comunidad de Fieles) del sacerdocio, que no es más que una de sus funciones. Investigó en los textos sagrados la justificación y la naturaleza del sacerdocio. Algunas instituciones medievales y sus privilegios fueron criticadas, siempre en función del carácter puramente espiritual del sacerdocio. Marsilio negó cualquier pretensión de poder coactivo o inmunidad por parte del clero, y afirmó que los clérigos no debían poseer bienes. Al enmarcar así el sacerdocio, examinó el problema del gobierno de la Iglesia.
Negó el poder del Obispo de Roma sobre la Iglesia y la jerarquía eclesiástica. Afirmó que la fuente de todo poder es la universitas fidelium, a la cual le corresponde nombrar a los ministros religiosos.
De esto se deduce que, siendo la comunitas fidelium la misma comunitas civium del Estado, la fuente de todo poder es la misma: el pueblo.
El Papado y el Concilio
El proceso que buscaba hacer la autoridad papal monárquica y absoluta se completó dentro de la Iglesia con Gregorio VII e Inocencio III. Las luchas por la supremacía de la Iglesia sobre el Imperio, donde se veían claramente las intenciones de dominio, fueron un tema de interés histórico en el siglo XIV.
La frase "El Papa puede ser llamado Iglesia" fue el resultado de la dura lucha por la primacía, llevada a cabo por los grandes papas de la Edad Media. En esta lucha, la voz de Marsilio de Padua y de Guillermo de Ockham se alzó con fuerza contra el papado. Marsilio, en su obra principal, el Defensor Pacis, definió el concepto de Estado e identificó la naturaleza de la Iglesia como organización e institución religiosa. Negó todo poder papal y cualquier pretensión de dominio por parte del Papa sobre la Iglesia. Este poder, según él, le corresponde a la Universitas Fidelium (Comunidad de Fieles), representada por el Concilio Ecuménico.
Este concilio está formado por la comunidad de los fieles, tanto del clero como de los laicos, a través de sus propios representantes, y no por personas nombradas directamente por el Papa. La convocatoria del Concilio le corresponde al Príncipe. Como ya se dijo, forman parte de él tanto laicos como religiosos, desapareciendo así toda diferencia entre el clero y los laicos, y, dentro del clero, entre los obispos y los simples sacerdotes.
La participación en el Concilio es obligatoria tanto para el clero como para los laicos, ya que este deber responde a una necesidad de carácter social y moral. Todo lo decidido en el Concilio tendría valor de ley universal y se colocaría, en cuanto a nivel de autoridad, inmediatamente después de los textos sagrados y antes que los decretos papales, a los cuales no se les reconoce ninguna autoridad. El Concilio tiene el campo de acción más amplio posible, pudiendo decidir sobre el rito, los ayunos, el reconocimiento de órdenes religiosas, y en general sobre todo lo que interese a la vida religiosa.
Los obispos deben someterse al Concilio, y cualquier poder que se les haya concedido puede ser revocado en cualquier momento. El Concilio puede determinar la preeminencia de un obispo sobre otros, pero solo con un carácter puramente administrativo, sin incluir en esta superioridad ninguna supremacía o inmunidad. El obispo de Roma, que por tradición es el Papa, está sometido a la vigilancia del Estado y, específicamente, de la Universitas Civium. La Universitas Civium puede, a través del Emperador, convocar en cualquier momento, en caso de necesidad, el Concilio Ecuménico. El emperador tiene, además de la tarea de convocar al Concilio (lo hará por conveniencia con una invitación al Pontífice), un poder de vigilancia sobre el desarrollo del propio Concilio.
Marsilio negó la primacía espiritual o temporal del obispo de Roma, el Papa. Esta primacía se fue construyendo poco a poco, de manera casi imperceptible, por costumbre, adquiriendo una autoridad moral primero y política después, cada vez mayor. El pueblo no fue consciente de este proceso, tanto que al final llegó a aceptar la primacía romana como si fuera voluntad de Dios. La autoridad que le negó al Pontífice, en cambio, se la reconoció al Concilio Ecuménico.
La Universitas Fidelium, similar a la Universitas Civium, es el órgano supremo de la Iglesia. Estamos ante un proceso de constitucionalismo análogo al que se vio para el Estado. Marsilio negó la necesidad de cualquier mediación eclesiástica.
Le quitó toda la fuerza coactiva a la autoridad eclesiástica, e incluso la excomunión, después de un juicio regular, es decidida por el Concilio Ecuménico. La toma de poder del papa y de la organización eclesiástica sobre el poder civil son consideradas como verdaderas causas de alteración de la paz.
Negó que la organización de la Iglesia fuera de origen divino y la consideró como el resultado de la toma de derechos de los fieles por parte de quienes participan en ella como sacerdotes. "Todos los fieles de Cristo pertenecen a la Iglesia, tanto los Sacerdotes como los laicos, ya que Cristo ha rescatado a todos con su sangre... Cristo no derramó su sangre solo por los apóstoles y por eso no es solo a sus sucesores, obispos, sacerdotes, diáconos, a los que se alude cuando se habla de la Esposa de Cristo...."
Hay diferentes puntos de crítica, pero el más importante es el de la superioridad del Concilio Ecuménico.
¿Cómo reformar la Iglesia?
Marsilio tenía una visión clara del estado de corrupción y decadencia en el que se encontraba la Iglesia. Se enfrentaba a un panorama desolador: la casi total ignorancia de los textos sagrados por parte de los clérigos, la falta de experiencia y la ambición se extendían por todos los niveles de la Iglesia. Muchos autores condenaron esta situación, y entre ellos se alzó la voz de Dante.
Marsilio propuso una reforma de la Iglesia que debía basarse en su democratización. Quería que el pueblo formara parte de las instituciones de la Iglesia y pudiera influir en ella. Aceptaba la existencia del cuerpo de los cardenales, siempre que hubiera una representación nacional más amplia. En consecuencia, todos los demás órganos religiosos menores sufrirían la misma reforma.
Se le negó al Papa cualquier pretensión de "Plenitud de Poder" (Plenitudo Potestatis) frente a los poderes del Estado. Esta plenitud de poder, característica de Bonifacio VIII, implicaba que la esfera del poder eclesiástico debía absorber el poder temporal, porque la soberanía papal no conocía límites al ser de origen divino. Con su Bula Clericis laicos de 1296, prohibió, bajo pena de excomunión, la imposición de cualquier impuesto o contribución a los religiosos por parte del poder civil sin el consentimiento del Papa, lo que ponía en riesgo la existencia misma de los Estados.
La Francia de Felipe IV de Francia respondió con una serie de leyes que impedían no solo la exportación de oro y piedras preciosas, sino también la entrada de extranjeros a su territorio. Con esta medida, el Papa no podía financiarse a través de sus delegados. Felipe el Hermoso se levantó contra el papa, quien tuvo que aceptar los impuestos franceses sin su consentimiento. Esta acción debilitó políticamente la posición papal y fortaleció la del Rey de Francia. Las posiciones de ambos bandos quedaron claras, y de este conflicto la Iglesia de Roma saldría humillada, mientras el poder estatal comenzaba a adquirir, además de la plenitud de los poderes, la soberanía según la concepción moderna.
Casi como un fin natural, la "Plenitud de Poder" tiene el efecto de "cortar la raíz de todos los principados, disolver el vínculo y la unión de cualquier ciudad y reino".
El Papa es visto como: "aquel gran dragón, la serpiente antigua, que dignamente debe ser llamado diablo y satanás." Nunca la definición del Papa había sido tan fuerte y directa.
Podemos concluir citando las palabras de Battaglia: "Marsilio se sitúa como protector de su patria y por ella piensa, escribe y sufre."
¿Qué es la ley para Marsilio?
Marsilio explicó claramente el concepto de ley. Entre las varias definiciones que dio, la más impactante parece ser la siguiente: "Este nombre, ley, significa de manera más famosa la ciencia o doctrina o juicio universal de lo que es justo o injusto, útil o dañino, y en cuanto tal, la ciencia o doctrina del derecho se llama ley; de otra manera puede considerarse, según que de su observancia se dé un precepto coercitivo por pena o recompensa a distribuir en este mundo, o según que se transmita por medio de tal precepto, y de esta manera considerada se llama y es propiamente ley..."
Esta es la distinción muy moderna de la ley como objeto de estudio y la ley como norma jurídica, con todas las características de una norma jurídica: imperativa y coercitiva.
Para que la ley sea perfecta, además de ser imperativa y coercitiva, también debe respetar un ideal de justicia. "A veces, las falsas ideas de lo justo y lo útil se convierten en leyes cuando se da un precepto de observancia o se promulgan como precepto, como ocurre en algunas regiones bárbaras, donde se hace observar como justo que un homicida sea absuelto de culpa y pena civil si entrega un precio por tal delito, aunque esto sea simplemente injusto, y por consiguiente sus leyes no son perfectas en absoluto. Pues aunque tengan la forma debida, es decir, un precepto de observancia coercitivo, carecen de la condición debida, es decir, la condición debida y verdadera de lo justo."
El carácter de justicia, que debe estar necesariamente en la ley, proviene de la misma fuente de la que deriva la ley y su carácter imperativo: el Legislator Humanus. Este es quien establece el criterio que la ley debe seguir. Solo el Civile Consortium (la asociación civil) puede indicar lo que es justo y lo que debe ser obedecido: "Porque su verdad se indica con mayor certeza, y su utilidad común se atiende con mayor diligencia, a lo cual se dirige toda la comunidad de ciudadanos con intelecto y afecto."
Marsilio abordó el problema de la relación entre la ley divina y la ley humana, resolviéndolo con ingenio y modernidad. La primera distinción entre ambas leyes es la sanción, que en la ley divina es puramente espiritual y de otro mundo.
El ser humano responde solo a Cristo y no a los sacerdotes, a quienes se les niega, de la manera más rotunda, cualquier tipo de poder coercitivo. El Estado deriva de sí mismo sus propios principios y fines, independientemente de cualquier influencia divina. La teoría de Marsilio se distingue del naturalismo aristotélico porque, mientras este último se centra en la naturaleza, Marsilio pone al centro y como base de su obra al hombre mismo como ser libre y consciente. En cuanto al proceso de formación de la ley, solo un cierto número de individuos tomados de la misma Universitas Civium formulan la ley, y será el pueblo, con su propia aprobación, quien le dará el carácter de legalidad a las leyes previamente formuladas. Es al pueblo a quien le corresponde el derecho de formular anexos o modificaciones, lo que hará "según las exigencias de los tiempos y lugares, y de las restantes circunstancias."
De la Universitas Civium se excluían a los niños, las mujeres, los esclavos e incluso los extranjeros. Esto no pone una luz negativa en la obra de Marsilio, si se considera la época en la que vivió. Como se ha mencionado, corresponde a los expertos, a los "Prudentes", la formulación de las propuestas de ley.
¿Qué es la Valentior Pars?
Las iniciativas de ley deben ser aprobadas por la Universitas Civium o por su Valentior Pars (la parte más fuerte), y solo después de esto tendrán validez como normas jurídicas.
La autoridad para hacer leyes pertenece solo al cuerpo de los ciudadanos, quienes harán que estas sean observadas de manera absoluta. Con este propósito, se aclara el concepto de valentior pars en el sentido de que está constituida por la mayor parte de los ciudadanos.
Es una mayoría establemente formada que se acerca a la unanimidad. La valentior pars es, de hecho, el cuerpo completo de ciudadanos sanos, distintos según la diversidad de estado y condición, pero todos participan de igual forma en el carácter de autores de la ley.
Tractatus de translatione Imperii
Entre las obras menos conocidas de Marsilio de Padua se encuentra el Tractatus de translatione Imperii (Tratado sobre la transferencia del Imperio). Esta obra no añadió a la fama que le dio el Defensor Pacis, aunque sí tuvo cierta difusión en Europa. En el siglo XV se estudió en Erfurt, Viena, Múnich y, sobre todo, en Italia. Esto demuestra el interés por la cultura italiana, donde Marsilio se unía a figuras como Francesco Petrarca, Coluccio Salutati, Giovanni Boccaccio, Poggio Bracciolini y Guarino.
Este tratado puede considerarse una historia resumida del Imperio y de la fundación de Roma hasta el siglo XIV. Aunque tiene poco valor histórico y jurídico, es interesante porque nos ayuda a entender algunos puntos de la doctrina política de Marsilio: su abandono de la fe en los milagros y su búsqueda de las causas de los eventos en las fuerzas y acciones sociales y políticas de los pueblos y sus líderes.
La modernidad de Marsilio
El principio de la soberanía popular, definido claramente ya en el siglo XIV, es lo que hace a Marsilio moderno y relevante hoy. El Estado es visto como un producto humano, completamente separado de ideas teológicas como el concepto de acciones incorrectas o similares. Marsilio afirmó con fuerza el principio de la ley como producto de la comunidad de los ciudadanos, dotada de imperatividad y coactividad, además de estar inspirada en un ideal de justicia. Este ideal de justicia se deriva de la asociación civil, el único que puede establecer lo que es justo y lo que no. Para Marsilio, el ser humano debe ser concebido como libre y consciente; este concepto lo destaca en la Edad Media, convirtiéndolo en un faro de la libertad. La modernidad de Marsilio se entiende completamente si consideramos que enunció estos principios en el siglo XIV y no en el siglo XX.
En el Defensor Pacis aparece de forma general un constitucionalismo fuertemente arraigado tanto en relación con el Estado como con la Iglesia.
Fue uno de los primeros estudiosos en distinguir y separar el derecho de la moral, asignando el primero a la vida civil y el segundo a la conciencia. Lo hizo con una claridad y agudeza propias de los estudiosos modernos.
Marsilio parece ajeno a su época, casi un hombre del siglo XX trasplantado por error al siglo XIV. Debemos considerar el período histórico en el que vivió para entender su importancia, su carga de humanismo y su atención al ser humano como tal. Su comprensión de dos ámbitos diferentes de la sociedad, el temporal y el espiritual, haciendo justicia al primero sin ir en contra del segundo, e incluso intentando situarlo en la justa dimensión que la reforma religiosa se encargaría de mostrar.
Marsilio es siempre un hombre de su tiempo, firmemente anclado en su época, la Edad Media. Sin embargo, sus ideas lo convierten en un hombre nuevo en el proyecto del Renacimiento, anticipando, según algunas versiones, aquel movimiento cultural que tiene sus raíces en el final de la era medieval. La definición del nuevo concepto de Estado, autónomo e independiente de cualquier otra institución humana o, con mayor razón, religiosa, es el mayor mérito del filósofo de Padua.
Incluso en la Iglesia se afirmó una forma de constitucionalismo contra el excesivo poder de los obispos y de los papas. Una vez más, la universitas fidelium (comunidad de fieles) es la que tomará, a través del Concilio, toda decisión relacionada con asuntos espirituales. Nuestro autor no teme enfrentarse a una institución muy fuerte por una larga tradición y costumbre: la Iglesia. Negó la primacía del obispo de Roma, afirmó la necesidad de que el clero regresara a la pobreza evangélica, tan importante para algunas corrientes de pensamiento, las cuales seguramente conoció y comprendió.
Luchó contra la Iglesia, pero solo para conservar o revalorizar su contenido y significado más verdadero, auténtico y original. Casi reformista y conservador al mismo tiempo, conservador cuando acepta la necesidad de un orden establecido, de la religión, de la moral, entendidas en su sentido puro. Parecería un absurdo, pero es precisamente a través de la lucha contra las instituciones religiosas que Marsilio intenta salvar a la Iglesia.
La modernidad de Marsilio también reside en el método de su razonamiento y en la terminología que utiliza, siempre concisa y completa, sin adornos. Puede parecer un racionalista, un positivista, pero siempre colocando al ser humano en el centro de toda su obra.
Solo Dante, al igual que Marsilio, estuvo animado por los mismos ideales. Pero mientras Dante perdía el concepto de nación en el término universal "imperio", Marsilio unió el concepto de nación al de Estado soberano. Nuestro autor está unido a Dante en la visión de la situación geopolítica italiana: ambos observaban con gran dolor las condiciones desoladoras en las que se encontraba Italia, dividida en su territorio y en sus ideales.