Historia del caballo durante el siglo XX para niños
La historia del caballo en el siglo XX fue un periodo de grandes cambios en la relación entre los caballos y las personas. Al principio de este siglo, en muchos países, los caballos eran muy importantes para el ejército y para el trabajo diario. Sin embargo, con el tiempo, su uso cambió mucho, y empezaron a ser más valorados para actividades de ocio y deportes.
Este cambio fue muy rápido. En pocas décadas, los caballos dejaron de ser el principal medio de transporte en las ciudades, algo que ya se veía venir desde finales del siglo XIX. También se usaron mucho menos en el campo para la agricultura. Antes, la vida de los agricultores y los caballos estaban muy unidas. Las caballerías militares también se redujeron y cambiaron su función, pasando de participar directamente en batallas a tareas de vigilancia o ayuda en terrenos difíciles.
La nueva relación entre humanos y caballos se centró rápidamente en los deportes ecuestres y las actividades recreativas. Las carreras de caballos también crecieron mucho, impulsadas por la popularidad de las apuestas.
Los deportes ecuestres se incluyeron en los Juegos Olímpicos modernos en París en el año 1900. La mayoría de las pruebas olímpicas actuales se aceptaron de forma regular a partir de los juegos de Estocolmo en 1912. Así, la equitación se organizó y se hizo popular entre muchas personas, especialmente en los países con mayor desarrollo. Desde entonces, el número de jinetes ha aumentado mucho, y cada vez hay más mujeres practicando. El excursionismo ecuestre, que al principio del siglo XX no era muy valorado, al final del siglo se hizo muy popular.
Aunque el número de caballos disminuyó en muchos países debido a que ya no se usaban tanto para trabajar, al mismo tiempo creció mucho la equitación de ocio. Incluso aparecieron caballos criados específicamente para la recreación, que se consideran casi como animal de compañía.
Algunos pueblos que tradicionalmente vivían muy ligados a los caballos, como los Yakutos y los Cosacos en la antigua Unión Soviética, perdieron parte de sus costumbres ecuestres. Sin embargo, otros, como los mongoles, lograron mantener sus tradiciones con los caballos durante todo el siglo XX.
La conexión emocional con los caballos se hizo más fuerte en muchos lugares. Por ejemplo, el consumo de carne de caballo (llamado hipofagia) empezó a ser rechazado cada vez más en los países occidentales. También se hizo popular la equitación etológica, que se basa en entender el comportamiento natural del caballo, influenciada por películas como The Horse Whisperer (1998). Los caballos también siguieron siendo importantes en el arte, el cine (especialmente en las películas del oeste) y la literatura, como en las novelas de la serie El corcel negro.
La equitación ha contribuido al desarrollo económico y social de algunos países, creando empleos y generando ingresos en la industria equina, que incluye la formación de jinetes, el cuidado de los caballos, las carreras y apuestas, la veterinaria, la alimentación animal y el turismo. Por ejemplo, en España, en 2013, más de 60.000 empleos directos dependían del sector ecuestre.
Contenido
El fin de una forma de vida
Se dice que "en una generación, la forma de vida basada en el caballo desapareció". Esta forma de vida, que existió durante miles de años, terminó de forma silenciosa. Fue un cambio muy importante en la historia de las sociedades humanas.
El fin del uso de los caballos para el trabajo a menudo no se valora lo suficiente por los historiadores. La importancia de los caballos de tiro, que ayudaban en los viajes y en trabajos pesados como la agricultura, a veces se olvida. La fuerza de los caballos fue usada por el ser humano durante más de cinco mil años. La velocidad del transporte terrestre no había cambiado mucho desde el Imperio Romano hasta finales del siglo XIX, y en todo ese tiempo, el caballo fue fundamental.
El abandono de los animales para el transporte y el trabajo, primero en las ciudades y luego en el campo, fue un momento clave. Este cambio tuvo consecuencias, ya que la energía de los caballos, la electricidad y la energía de los motores son muy diferentes. El historiador Daniel Roche señala que, aunque el caballo dejó las ciudades, las minas y los campos de batalla, y en parte también las zonas rurales, sigue siendo importante en algunas actividades y en el cariño de las personas.
Ideas y predicciones
El reemplazo de la fuerza animal por motores y máquinas ya se veía venir a finales del siglo XIX. Los criadores de caballos y los veterinarios estaban preocupados por la popularidad de la bicicleta, pensando que les quitaría el trabajo. La invención del ferrocarril y del motor de explosión, junto con el avance de la electrificación, completaron el panorama del reemplazo de los animales por máquinas, especialmente en los países con mayor desarrollo.
En 1899, el francés Pierre Giffard publicó el libro La Fin du cheval, donde decía que los caballos serían reemplazados por bicicletas y automóviles. Ese mismo año, un coche llamado La Jamais Contente rompió el récord mundial de velocidad, alcanzando los 100 km/h. En Estados Unidos y Francia, los caballos mostraron sus limitaciones, incluso en velocidad. Cuando una línea de ferrocarril empezaba a funcionar, los caballos dejaban de usarse casi por completo, o su uso se limitaba a trayectos cortos entre las estaciones y las ciudades.
La economía de la cría
A principios del siglo XX, los métodos para seleccionar caballos cambiaron debido a nuevas ideas sobre la genética y la evolución.
La mecanización del transporte y la agricultura, con máquinas cada vez más avanzadas, permitió usar la fuerza del caballo de forma más eficiente. Hacia 1940, el caballo seguía siendo importante en la economía y la vida diaria en todo el mundo. Caballos de tiro muy fuertes se veían en empresas de transporte de mercancías pesadas, especialmente en Francia. Hacia 1925, los caballos usados en el transporte por carretera estaban en su mejor momento físico. Durante todo el principio del siglo XX, la cría y el uso de caballos de trabajo generaron grandes ganancias para algunos países. En Bélgica, el campeonato anual del caballo de tiro belga atraía a tanta gente como la fiesta nacional, y el propio rey asistía a los eventos. El caballo de tiro mantuvo un "aura de prestigio" incluso décadas después de dejar de ser un animal de trabajo.
Cambios en el número de caballos
Al principio, el uso de caballos disminuyó mucho en las grandes ciudades. El primer tranvía eléctrico en Inglaterra empezó a funcionar en 1901, reemplazando a los tranvías tirados por caballos. Un hecho importante fue cuando miles de caballos de tiro de la Compañía General de Ómnibus de París fueron enviados al matadero en 1913. La desaparición de los caballos de tiro franceses en las grandes ciudades fue muy notable entre 1910 y 1920, especialmente después de la Primera Guerra Mundial.
En los años 1930, solo las empresas pequeñas (como bares, restaurantes y heladerías) seguían usando caballos de tiro. El número de caballos urbanos bajó muy rápidamente en las dos primeras décadas del siglo XX. En Estados Unidos, por ejemplo, disminuyó un 50% entre 1910 y 1920. La llegada del automóvil se vio como un gran cambio.
Durante todo el siglo XX, la construcción y mejora de las carreteras continuó, facilitando la circulación de los automóviles y reduciendo el uso de caballos. Las personas con más dinero y la clase media fueron las primeras en comprar automóviles y dejar de depender del transporte público. En Estados Unidos, en el año 1900 se vendieron 4.000 automóviles, mientras que en 1915 se vendieron casi 900.000.
Uno de los aspectos más importantes del uso del caballo en el siglo XX es la disminución de su número en todos los países con mayor desarrollo, ya que dejaron de usarse en muchas actividades diarias. Por ejemplo, en Francia, de tres millones de caballos en 1935, el número bajó a 2.418.000 en 1948, a un millón en 1966, y a unos 269.000 en 1989.
Esta tendencia a la disminución también afectó a otros países como Estados Unidos, Alemania, Italia, España y el Reino Unido. En 1990, el número total de caballos en Europa se estimaba en solo 1.600.000. Esta gran disminución no fue igual en todas partes ni en todo momento, ya que ocurrió en diferentes épocas según el desarrollo de cada país. Polonia, por ejemplo, tenía dos millones de caballos en los años 1980, porque su agricultura se motorizó más tarde, pero esta cifra cayó a unos 300.000 animales en los años 2000.
En las ciudades

A principios del siglo XX, las grandes ciudades estaban llenas de vehículos tirados por caballos, y los caballos de tiro eran muy comunes para todo tipo de transporte. En 1900, el centro de Londres ya sufría de atascos de tráfico. La disminución de caballos en las ciudades, tras la llegada del automóvil, también llevó a la desaparición de lugares relacionados con ellos, como escuelas de equitación y establos. Por ejemplo, en 1914 en Londres, una escuela de equitación fue reemplazada por un barrio residencial.
Aunque el número de caballos urbanos disminuyó mucho durante el siglo XX, su reemplazo fue gradual. Los caballos de tiro todavía se veían en las calles de Filadelfia en los años 1950, y en París en los años 1960, sirviendo a empresas de helados. La desaparición del caballo en muchos aspectos forma parte de una tendencia más amplia de reducción de la naturaleza en las ciudades. En los países con mayor desarrollo, algunas comunidades, como los Amish, rechazan la modernidad y por eso aún hoy conservan el caballo en entornos urbanos.
Razones para no usar caballos para el trabajo
En el siglo XX, muchas razones impulsaron el reemplazo de los caballos de transporte y trabajo por vehículos motorizados. Contrario a lo que se piensa, los movimientos de protección animal generalmente estaban a favor de que los caballos dejaran de usarse en esas tareas. En Estados Unidos, por ejemplo, un gran movimiento llamado "Progresismo" presentó muchos argumentos contra el uso intensivo de los caballos. La gente de habla inglesa usaba la expresión "Horseless age" (edad sin caballos) para referirse a la época en que los animales ya no serían necesarios. Los propios conductores de vehículos tirados por caballos eran criticados por exigir demasiado a los animales y por causar muchos accidentes.
Razones económicas
Un caballo es un ser vivo y se cansa, mientras que un vehículo a motor puede funcionar muchas horas sin problemas, y sus mantenimientos son menos frecuentes. Los caballos necesitan ser alimentados y cuidados, incluso cuando están descansando, mientras que un vehículo no consume combustible si no se usa y puede guardarse en un garaje. Esto hizo que el caballo fuera visto como un animal que "consume recursos incluso cuando no es útil". Un caballo necesita de tres a seis acres de pasto para vivir bien, lo que llevó a algunos progresistas estadounidenses a decir que los caballos "ocupaban inútilmente" un espacio equivalente a sesenta y cinco millones de acres en Estados Unidos.
Los primeros automóviles no tenían mucha potencia, y en muchos países su fuerza se comparaba con la de un caballo. Pero la comodidad de usar un vehículo motorizado superó rápidamente la de usar un vehículo tirado por caballos. El usuario del automóvil ganó pronto más libertad para moverse.
Razones de salud y calidad de vida
El movimiento a favor del progreso incluso llegó a acusar a los caballos de causar enfermedades en las ciudades, promoviendo su reemplazo por el automóvil por razones de salud. La acumulación de estiércol y la falta de higiene en los establos, que favorecían la aparición de muchas moscas, eran problemas evidentes. Además, algunos caballos morían durante sus tareas diarias, y sus cuerpos quedaban expuestos durante horas. El automóvil se presentó entonces como una solución "más práctica y limpia". Sin embargo, la eliminación del caballo en las ciudades no las hizo más higiénicas, sino que solo cambió un tipo de suciedad muy visible (estiércol, moscas) por una contaminación más discreta (partículas en el aire, ruidos).
En 1903, un grupo de médicos estadounidenses se reunió para promover el automóvil, usando argumentos médicos. Señalaron que usar automóviles les permitiría moverse más rápido y atender a más pacientes, sin las limitaciones de tener que ocuparse de sus caballos. Incluso se presentó el automóvil como una solución al creciente estrés en las grandes ciudades, que permitiría alternar saludablemente entre el trabajo y el descanso. El ruido de los cascos herrados sobre el pavimento incluso se presentó como un avance para una mayor comodidad humana.
Razones de seguridad
Mientras que en el siglo XIX el caballo era considerado un "compañero leal, útil e indispensable", en el siglo XX sus críticos le encontraron muchos defectos. Para algunos, se convirtió en un "animal indisciplinado e ingrato" que a veces mordía, pateaba, causaba accidentes y hería a las personas. En Estados Unidos, la novela The Magnificent Ambersons (1918) cuenta la historia de un aristócrata que iba en un carruaje tirado por caballos y fue adelantado por un automóvil. Como resultado, el conductor perdió el control de su caballo y tuvo un accidente.
El lado impredecible del caballo podía ser una fuente de accidentes en ciudades llenas de carruajes. La seguridad era un argumento importante para quienes se oponían al uso de caballos, viendo en el animal un peligro en sí mismo. También se criticaba el hábito de atar a los caballos en lugares de fácil acceso cuando no se usaban, argumentando que esto podía causar accidentes, especialmente con niños que a menudo se sentían tentados a acercarse a estos grandes animales. Los argumentos sobre la seguridad evolucionaron mucho durante el siglo XX, ya que accidentes graves causados por trenes de vapor, vehículos a motor y dirigibles también generaron desconfianza hacia la modernidad.
Un pequeño regreso
A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, en algunos países como Francia, se han impulsado iniciativas para promover el regreso del uso del caballo. Según una encuesta de 2003, el 73% de los franceses estaban a favor de algún tipo de uso de los caballos en las ciudades. Actualmente, 70 ciudades o municipios franceses usan caballos en diversas actividades: brigadas de vigilancia a caballo, recolección de basura con carros tirados por caballos, visitas turísticas, etc.
En el campo y la industria
Uno de los cambios más importantes en la relación entre el hombre y el caballo ocurrió en la agricultura, donde en muchos países el caballo casi desapareció por completo, dando paso a las máquinas con motor. Después de la Primera Guerra Mundial en Estados Unidos y luego de la Segunda Guerra Mundial en Europa, el tractor agrícola se hizo dominante, reemplazando al caballo de tiro. Sin embargo, los inicios del siglo XX fueron un poco contradictorios, ya que fue la "edad de oro" del caballo de tiro en el mundo agrícola. Con el tiempo y el perfeccionamiento de los tractores, muchos caballos de tiro siguieron usándose en las industrias y en las minas, así como en el transporte por carretera, pero finalmente, hacia finales del siglo XX, la motorización ganó casi por completo.
La "Edad de Oro"
El caballo de tiro fue el preferido entre 1900 y 1940. En esos años, los mejores sementales para el trabajo agrícola participaban en exposiciones internacionales en Londres, París o Bruselas, donde alcanzaban precios muy altos. Las revistas agrícolas especializadas dedicaban mucho espacio al uso de los caballos de tiro. Las principales razas de caballos de tiro de esa época eran el Percheron, el Brabante (tiro belga), el Clydesdale y el Shire, así como el Boulonnais y el Suffolk Punch. Los criadores obtenían grandes ganancias en ese tiempo. El Campeonato belga del caballo de tiro era muy popular, mientras que el equivalente francés era más bien un encuentro de negocios.
Un trabajo de selección en Francia permitió diferenciar las razas locales de tiro a partir de 1900-1910. Aunque Estados Unidos estaba más avanzado que Europa en mecanización industrial, le faltaban caballos de tiro de calidad para trabajar sus grandes territorios. Por eso, miles de animales de tiro fueron exportados desde Europa Occidental a Estados Unidos, especialmente desde Francia, Bélgica, Gran Bretaña e Irlanda. Este mercado fue muy rentable. Por ejemplo, en 1915, la raza Percheron tenía 40.000 animales registrados en Estados Unidos, siendo el grupo de caballos de tiro más numeroso.
A principios del siglo XX, el uso de caballos y ponis era esencial en los países con minas, como Francia, Bélgica, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos. Las máquinas de vapor no podían usarse en ambientes cerrados, y la presencia de gases peligrosos hacía que los motores de vapor y de explosión fueran muy peligrosos en las galerías de las minas. En los países de habla inglesa, se preferían los ponis para el trabajo en las minas, a los que se les llamaba "pit-ponies".
Curiosamente, la mecanización no hizo desaparecer al caballo de tiro del campo, sino que lo acompañó. Lo que sí los reemplazó fue la motorización. Por ejemplo, una empresa francesa vendió un arado muy famoso entre 1920 y 1935, lo que coincidió con el auge del caballo de tiro agrícola en Francia. En 1938, la mayoría de los agricultores franceses y belgas que trabajaban grandes o medianas superficies usaban este arado. La fabricación de vehículos tirados por caballos de madera con ruedas de hierro tuvo su auge en la década de 1920. La llegada de los primeros neumáticos agrícolas en 1932 permitió aprovechar al máximo la fuerza de los caballos. Aunque los fabricantes franceses ya desarrollaban tractores desde 1928, en 1930 el tractor agrícola aún generaba desconfianza. Sin embargo, hacia 1940, la fiabilidad del tractor ya no se cuestionaba. El caballo de tiro agrícola se mantuvo presente hasta los años 1950, principalmente debido a la escasez de combustible durante la Segunda Guerra Mundial.
Disminución del uso del caballo
En Francia, el reemplazo de los caballos de carretera por camiones (muchos de ellos excedentes del ejército estadounidense) se aceleró a partir de 1918. Así, en los años 1930, el caballo de tiro solo se usaba en la agricultura. El caballo de minas también fue muy importante hasta la década de 1920, cuando las locomotoras eléctricas ofrecieron una solución. En Francia, los últimos caballos de minas fueron retirados en 1969, mientras que en Inglaterra esto ocurrió en 1994.
La motorización en la agricultura comenzó en 1935, lo que llevó a una disminución progresiva pero importante del número de caballos para este fin. Se estima que la reducción de caballos de tiro en Francia entre 1930 y 1995 fue del 98,8%. Al mismo tiempo, la popularización del tractor agrícola y la cosechadora-trilladora llevó a una industrialización generalizada de la agricultura, quitando al caballo de tiro su última función útil. Con la disminución de estos animales, también se perdió el conocimiento tradicional de los campesinos sobre su manejo. Así, varias razas de caballos de tiro estuvieron al borde de la extinción, ya que su destino casi único era el matadero.
Redescubrimiento del folclore y los espectáculos
La tardía conciencia de que el caballo de tiro iba a desaparecer por completo llevó a un resurgimiento del interés por sus usos tradicionales. En Estados Unidos y Japón, los concursos de tiro (Ban’ei) con caballos de tiro tuvieron mucho éxito a finales del siglo XX, atrayendo a mucho público y a la prensa. En 1991, se creó la primera Ruta del Pescado en Francia, una prueba de enganches que atraviesa ciudades y pueblos, con el objetivo principal de salvar la raza Tiro Boulonnais. Este evento es la carrera de enganches más grande de Europa, atrayendo a cientos de miles de espectadores y animando a los criadores. La tasa de nacimientos de caballos de tiro en Francia empezó a crecer a partir de 1994.
En el ámbito militar
El siglo XX también marcó el fin casi total de las caballerías militares en sus funciones de reconocimiento y combate, siendo reemplazadas por las divisiones blindadas motorizadas. Al igual que con los caballos de transporte y trabajo, la caballería militar también disminuyó, impulsada por la creación y desarrollo de vehículos y trenes blindados. En el periodo entre las dos guerras mundiales, se debatió mucho sobre el papel de las caballerías ligeras y pesadas. Finalmente, los ejércitos dejaron de usar caballos para el combate directo, y en algunos casos solo se conservaron unos pocos animales para tareas de vigilancia o transporte en terrenos muy difíciles, como en Suiza.
Sin embargo, el mundo militar fue el origen del desarrollo de los deportes ecuestres. Los tres deportes olímpicos (salto de obstáculos, doma clásica y concurso completo de equitación), así como el enduro ecuestre, surgieron de los entrenamientos militares para formar al caballo de caballería.
Primera Guerra Mundial

Durante la Primera Guerra Mundial, el papel del caballo en la guerra cambió mucho debido a la evolución de las estrategias y tácticas militares. Al principio de esta gran guerra, el caballo y la caballería se consideraban indispensables para la ofensiva y el apoyo logístico. Sin embargo, los animales eran demasiado vulnerables frente a la modernización de la artillería y las armas pesadas (como la ametralladora), lo que fue un gran obstáculo. Por esta razón, la presencia de caballos en los campos de batalla se volvió ocasional. Esta rápida evolución ocurrió al mismo tiempo que el desarrollo del carro de combate, lo que aceleró el proceso.
Los principales países involucrados en la Primera Guerra Mundial comenzaron el conflicto con regimientos de caballería. El Imperio alemán y el Imperio austrohúngaro rápidamente dejaron de usarlos en el frente occidental, pero continuaron usándolos en el frente oriental (aunque en número limitado). En el bando aliado, el Reino Unido usó la infantería montada y las cargas militares durante toda la guerra, mientras que Estados Unidos apenas las usó y por un periodo muy breve.
Aunque el uso de caballos no fue eficaz en el frente occidental para ninguno de los bandos, la caballería aliada tuvo algunos éxitos en el medio oriente, quizás porque allí combatían contra el Imperio otomano, un enemigo militarmente más débil y menos avanzado técnicamente, que usaba la caballería de forma masiva.
El Imperio ruso también usó caballos en el frente oriental, pero con resultados pobres.
En el combate ofensivo, el caballo casi desapareció por completo, pero su presencia siguió siendo importante durante toda la guerra, en la que participaron alrededor de ocho millones de caballos. El uso del caballo se concentró entonces en la logística, ya que este animal tenía la gran ventaja de poder usarse en terrenos difíciles o fangosos, a los que los vehículos motorizados no podían acceder fácilmente, y además no necesitaba combustible (en ese momento, las necesidades de carbón, gasolina y gas superaban con creces la producción).
Los caballos servían de apoyo para actividades de reconocimiento, para remolcar equipos o ambulancias, o para transportar materiales y mensajes. Además, la sola presencia de los animales solía tener un efecto positivo en la moral de las tropas. Como efectos negativos, los caballos podían favorecer la transmisión de algunas enfermedades y empeorar las condiciones sanitarias en el frente (especialmente por el estiércol y los cuerpos de animales muertos). La importancia estratégica de los caballos y las crecientes dificultades para reemplazarlos fueron tales que en 1917, a algunos escuadrones se les informó que, desde un punto de vista táctico, la pérdida de un animal en ciertas circunstancias era más grave que una pérdida humana. Finalmente, el bloqueo de las fuerzas aliadas impidió a los Imperios Centrales importar caballos para reemplazar sus pérdidas, lo que contribuyó a la caída de Alemania. Hacia el final de la guerra, incluso el ejército estadounidense sufría de falta de caballos.
Las condiciones de vida para los caballos en el frente eran difíciles. Eran diezmados por la artillería, sufrían de enfermedades de la piel y otras enfermedades, y también eran afectados por los ataques químicos. Un millón de animales murieron durante este conflicto, pero muchos más fueron tratados en hospitales veterinarios antes de poder ser reutilizados. El suministro de alimento para caballos era un problema logístico importante, y Alemania perdió muchos animales porque morían de hambre por falta de forraje.
Varios monumentos y obras de arte recuerdan a los caballos caídos durante la Primera Guerra Mundial. Artistas como Alfred Munnings contribuyeron mucho al reconocimiento de su papel. La poesía de guerra también ha destacado la importancia de este animal en los conflictos bélicos. Además, muchas novelas, obras de teatro y documentos periodísticos de la época resaltan el papel de los caballos en la gran guerra del siglo XX, y abordan temas relacionados con la guerra.
Carreras de caballos
A diferencia de lo que ocurrió con las caballerías militares, los caballos agrícolas y los de transporte, el mundo de las carreras de caballos creció mucho y se popularizó durante todo el siglo XX. Esta actividad ya había comenzado en el siglo XIX en Inglaterra. Las carreras de caballos generan una gran demanda de caballos, tanto de la raza purasangre (para carreras al galope) como de la raza trotador (para carreras de trote).
Este desarrollo del deporte hípico se dio en toda Europa, en América del Norte e incluso en el Extremo Oriente. En 1907, el grupo Mitsubishi importó un semental y veinte yeguas purasangre a Japón, pero la Segunda Guerra Mundial afectó mucho esta actividad. Sin embargo, Japón relanzó seriamente las carreras de caballos después de la guerra, y desde entonces, el número de caballos criados para esta actividad no dejó de crecer hasta principios de los años 1990. Japón se convirtió en uno de los principales países en el negocio de las carreras hípicas. En Francia, la Primera Guerra Mundial interrumpió mucho esta actividad, pero la Segunda Guerra Mundial no causó un daño tan grave a la cría, que creció con fuerza hasta los años 1980.
En el Reino Unido, grandes extensiones de tierra se dedicaron a la cría y entrenamiento de caballos de carrera, especialmente cerca de Newmarket. El aumento de la popularidad de las carreras de caballos fue paralelo a la mejora de los transportes a motor. El éxito de algunos purasangres estadounidenses en las pistas inglesas llevó a los ingleses a aprobar la "Jersey act" en 1913, que limitaba la importación de caballos purasangre nacidos en Estados Unidos. Los criadores estadounidenses buscaban la velocidad pura de los caballos y potrillos cada vez más precoces. En el continente americano, Kentucky era y es un importante centro de cría de caballos.
La familia Al Maktoum del Emirato de Dubái, incluyendo al jeque Mohammed ben Rachid Al Maktoum, son grandes inversores en el mercado de los purasangre desde los años 1980. En 1994, la familia creó el Establo Godolphin, que se convirtió en la primera multinacional dedicada al entrenamiento de purasangres, con más de doscientos caballos. Además, en 1996, crearon la Dubaï World Cup, que se convirtió en la carrera con el premio más grande del planeta, con 10 millones de dólares.
Los dueños de grandes centros de cría y entrenamiento de caballos de carrera, como Aga Khan, la familia de Dubái y Daniel Wildenstein, lograron una gran reputación. En Francia, el sector de las carreras de caballos es el que más crece en el mundo profesional ecuestre. Este éxito se debe claramente a las apuestas deportivas hípicas, que han tenido un gran éxito popular, aunque con diferencias entre países.
A veces, las carreras se vuelven tan comunes que la mayoría de los apostadores no saben mucho sobre los caballos. Los apostadores se reúnen en cafés o casas de apuestas para compartir un momento agradable. Hacia finales del siglo XX, el mundo de las carreras mostró cierta crisis en occidente, ya que los hipódromos eran cada vez menos visitados, y las conversaciones sobre esta actividad parecían centrarse más en el juego de apuestas que en los caballos y sus posibilidades.
Deportes ecuestres y equitación de ocio
El fin del uso diario del caballo, fuera de los hipódromos o de algunas actividades tradicionales, hizo pensar en la casi segura disminución de la presencia de este animal en la sociedad. Sin embargo, el caballo ganó importancia en el mundo de los deportes y el ocio en muchos países, como Gran Bretaña, Francia, Alemania y Estados Unidos. En el Reino Unido, después de la Segunda Guerra Mundial, el caballo perdió toda función útil, para ser exclusivamente un animal para el espectáculo, el ocio y el deporte.
Desmilitarización de los deportes ecuestres
Los primeros jinetes de los deportes ecuestres venían del mundo militar, como se ve en la gran participación de militares en las primeras grandes pruebas de equitación, que precedieron a las carreras de enduro entre 1892 y 1912. Los jinetes militares también fueron el origen de importantes innovaciones en la equitación deportiva, como la popularización del trote alzado y el desarrollo de la técnica del salto de obstáculos. Como durante gran parte del siglo XX la equitación siguió siendo una actividad principalmente masculina y relacionada con el entrenamiento militar, no es de extrañar que en la literatura especializada de la época se encontraran expresiones como "Hombre de caballo".

Es importante recordar que los Juegos Olímpicos de Verano de 1900 en París incluyeron las primeras pruebas olímpicas de equitación, con el salto de obstáculos y otras pruebas de salto que luego se abandonaron. El polo también se incluyó en el programa de los juegos de 1900 y en otras cuatro ocasiones, hasta 1936. Las otras tres disciplinas olímpicas ecuestres que aún existen hoy son el Salto de obstáculos, la Doma clásica y el Concurso completo de equitación, además de una prueba de equitación en el Pentatlón moderno. Estas disciplinas se establecieron de forma definitiva en los Juegos Olímpicos de Verano de 1912 en Estocolmo.
Los jinetes militares dominaron claramente los deportes ecuestres hasta la década de 1960. La desmilitarización de la equitación en Francia se hizo evidente en 1969, cuando el prestigioso Cadre noir de Saumur, originalmente encargado de la formación de la caballería militar francesa, pasó del ámbito militar al civil. Actualmente, el Cadre noir depende del Ministerio francés de deportes. Un fenómeno similar ocurrió en las "escuelas de equitación militar" de Jerez (España) y de Lisboa (Portugal), así como en los años 1960 en la 'escuela española de Viena' (Austria). También hacia finales de los años 1960, en Francia se jubilaron los últimos profesores civiles de equitación que habían recibido su formación en el ámbito militar, abriendo paso a una nueva generación de jinetes surgidos completamente del ámbito civil. Esta transición en Francia duró aproximadamente veinticinco años.
Popularización de la equitación y nuevas prácticas

La "popularización de la equitación" comenzó cuando la equitación dejó de ser solo militar y el interés general por ella creció. Mientras que durante el siglo XX el número de caballos disminuía en los países con mayor desarrollo, el número de jinetes activos aumentaba. El desarrollo del excursionismo ecuestre y la equitación de esparcimiento a partir de los años 1950, tanto en Francia como en otros países, permitió organizar vacaciones familiares para practicar la equitación. La gente se siente atraída por la naturaleza y por zonas difíciles de visitar a pie, y en este sentido el caballo tiene ventajas sobre los vehículos motorizados en terrenos irregulares o sin carreteras. El interés por el turismo ecuestre se extendió por Europa, Estados Unidos, Canadá y la mayoría de los países de América Latina.
El desarrollo de la equitación en poni, por influencia de los países de habla inglesa, también facilitó que los niños se interesaran por el mundo del caballo desde pequeños. En Francia, los ponis forman parte del "programa de clases verdes" desde los años 1970. Este desarrollo está en línea con la popularización de la equitación. Por ejemplo, el aumento en el número de jinetes en Francia durante el siglo XX fue muy importante, pasando de 30.000 personas justo después de la Segunda Guerra Mundial a 620.000 en el año 2001. Además, la construcción de paddocks en Inglaterra, para apoyar actividades de interés de las personas que se mudaban al campo, se hizo importante a finales de los años 1970, impulsando el interés general por el mundo del caballo.
Los jinetes independientes que practicaban la equitación por puro placer, fuera de cualquier competición, fueron cada vez más numerosos. La diversidad de prácticas específicas también aumentó notablemente, mientras que al principio del siglo XX solo destacaban tres disciplinas olímpicas (Doma clásica, Salto de Obstáculos, Concurso Completo de Equitación) y el raid ecuestre (ahora llamado endurance ecuestre).
En la segunda mitad del siglo XX, se crearon y reglamentaron muchas prácticas lúdicas, como los pony games (de origen inglés) y el horse-ball (de origen francés), lo que muestra una tendencia del deporte al juego. La mayoría de los juegos ecuestres del siglo XX tienen su origen en antiguas tradiciones de los pueblos que usaban caballos, inspirados en las guerras, la caza o el trabajo con el ganado. Estas tradiciones también pueden presentarse como espectáculos, como el yabusame japonés, que consiste en disparar con arco y flechas a caballo en movimiento, una práctica que era el entrenamiento de un samurái. En Gran Bretaña, los rallyes ecuestres y las carreras de caballos son muy populares y promocionados por los medios de comunicación.
Mayor participación femenina
La participación en la equitación cambió durante el siglo XX. Los oficiales y aristócratas cedieron su lugar principal a las mujeres (más del 70%) y a los jóvenes, que generalmente pertenecían a la clase media. Estas nuevas personas interesadas en la equitación antes estaban excluidas o tenían limitaciones. Las mujeres, en particular, tenían prohibido montar a horcajadas (con una pierna a cada lado del animal) y solo se les permitía la monta a la amazona, una técnica que requería la ayuda de un hombre para subir y bajar del caballo con sus faldas. Esta prohibición duró en Francia hasta 1930, cuando una ley permitió a las mujeres usar pantalón para montar a caballo o andar en bicicleta. Montar a horcajadas, como un hombre, se veía simbólicamente como una forma de libertad e igualdad para la mujer.
Estos cambios en las prácticas ecuestres se acentuaron en los años 1970, cuando las mujeres dejaron de seguir el modelo de equitación militar y masculino. Esta mayor participación femenina implicó un cambio en la forma de tratar al caballo. Hacia finales del siglo XX, las mujeres representaban entre el 70% y el 80% de quienes practicaban la equitación en Francia, y esta tendencia era aún más marcada en el Reino Unido. Aunque el mundo ecuestre se ha vuelto más femenino en su práctica durante el siglo XX, algunas mujeres que participan en estas actividades aún sufren de machismo en algunas formas, aunque hay diferencias según la actividad (la competición ecuestre sigue siendo un ámbito más masculino, mientras que la equitación de ocio es lo contrario).
La proporción de mujeres a caballo ha sido estudiada por expertos en comportamiento animal y psiquiatras, quienes resaltan el símbolo de animal fuerte y masculino asociado al caballo. La mayor participación femenina en la equitación se da especialmente en los países con mayor desarrollo y muy urbanizados. Los países donde aún domina una sociedad de pastores no muestran esta tendencia. Las imágenes populares de los gauchos argentinos y los cow-boys estadounidenses, junto con muchas películas del oeste, refuerzan una imagen muy masculina del mundo de los caballos.

Caballos para el ocio y la diversión
La posesión de un caballo para el propio ocio y satisfacción evolucionó mucho en el siglo XX. Antes, tener un caballo significaba casi exclusivamente tener un animal para trabajar. En Francia, durante gran parte del siglo XIX y principios del XX, el caballo era considerado un "animal de renta", que podía ser enviado al matadero por su dueño en cualquier momento.
Generalmente, los particulares compran caballos para el entretenimiento y la diversión en aquellos países donde el animal ya ha perdido su función útil. Entonces, un caballo se parece a lo que es un animal de compañía. La revista francesa Cheval magazine impulsó mucho en 1999 y años siguientes que en Francia los caballos fueran considerados oficialmente animales de compañía, lo que casi seguramente implicaría el fin del consumo de carne de caballo en ese país. Los caballos de particulares se usan con frecuencia en actividades de ocio, especialmente en el excursionismo ecuestre, que valora el vínculo entre el jinete y su montura.
Esta tendencia también se impuso en Irlanda, especialmente durante los años del "Tigre Celta" (1995-2001), cuando se veían establos individuales de caballos junto a casi todas las casas, por ejemplo en Killarney. La proporción de caballos por habitante en Irlanda se convirtió en la más alta de Europa, posiblemente porque tener un caballo era un símbolo de éxito social, por lo que muchas familias decidieron tener el suyo propio.
Luego, desde Estados Unidos, se extendió la moda del caballo miniatura, que tuvo cierta aceptación en Australia y Francia, lo que obviamente hizo que el precio de estos animales aumentara rápidamente. El caballo miniatura ya puede considerarse un animal de compañía, hasta el punto de que a veces se les pasea atados con una cuerda, como se haría con los perros.
Pueblos que usan caballos
El siglo XX también favoreció la transformación y el establecimiento en un lugar fijo de algunos pueblos históricamente nómadas de las estepas euroasiáticas, a menudo llamados pueblos que usan caballos, y que históricamente dieron un lugar importante al caballo en su cultura.
Pero bajo la influencia de la URSS, particularmente en la República de Sajá, la colectivización de los años 1920 y 1930 hizo que el lugar del caballo en la cultura tradicional, el transporte, la alimentación y la cría de animales disminuyera. Después de la caída de la URSS, el caballo mantuvo su lugar simbólico tradicional en esa zona, pero en la práctica desapareció de la vida diaria. La cría equina tiene cada vez menos importancia y extensión, a pesar de la popularidad de las carreras de caballos. Por decisiones del gobierno, la URSS luchó activamente contra la cultura cosaca. Sin embargo, después de 1991, hubo un resurgimiento del interés por valorar el patrimonio tradicional cosaco, como sus famosas acrobacias a caballo, pero los estilos de vida que se modificaron durante el periodo soviético ya no pudieron revertirse.
En Hungría, donde la cultura estuvo históricamente ligada al nomadismo a caballo, los vehículos motorizados reemplazaron completamente al animal en la vida diaria. Sin embargo, el caballo conservó cierto lugar destacado en los cuentos y leyendas, en la ausencia de limitaciones a su circulación en zonas públicas (un caso único en Europa, junto con Irlanda), en el entusiasmo por el deporte hípico, y en el mantenimiento de la cultura csikos.
Afganistán (y en general toda el Asia Central) siempre fue una región con mucha tradición ecuestre. Allí se mantiene el interés por el Buzkashi, un juego muy intenso cuyo objetivo es manejar el cuerpo de una cabra. El gran interés popular por este juego en esa zona fue destacado por Joseph Kessel en su novela de 1967 titulada Les Cavaliers.
Los mongoles, una civilización también muy ligada a los caballos, han conservado bastante bien su modo de vida nómada tradicional durante todo el siglo XX: por ejemplo, sus niños aprenden a montar a caballo antes de cumplir los siete años. Sin embargo, en los años 1980, el Partido del Pueblo de Mongolia promovió un lema: "Hoy un millón de caballos, mañana un millón de motores". A pesar de esto, la adhesión de los mongoles a su modo de vida tradicional se mantuvo alta, y a pesar de la introducción de vehículos motorizados, el caballo conservó su estatus de prestigio (en particular en lo relacionado con el Naadam, el festival tradicional de Mongolia).
Sentimientos hacia el caballo

Otra característica del siglo XX, según Jean-Pierre Digard, es la sensibilidad que se generalizó en relación con los caballos, pasando del gran respeto que se debe tener por el animal a un sentimiento aún más profundo de verdadero amor. Esto se enmarca en la sensibilidad que surgió en el siglo XIX, cuando, entre otras cosas, en 1824 se creó la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales, cuyo logotipo mostraba a un ángel castigando a un hombre que maltrataba a su caballo. Escritores y poetas también contribuyeron a esto. En 1932, por ejemplo, Ernest Hemingway ya hablaba en Muerte en la tarde de la crueldad de la muerte de caballos en las corridas de toros.
Hacia finales del siglo XX, surgieron algunas discusiones sobre prácticas como la "técnica del caballo de obstáculos" (que consistía en causar dolor en las patas de un caballo al saltar un obstáculo para que saltara más alto las próximas veces), así como la marcación a hierro caliente (ya prohibida en varios países de la Unión Europea), los atelajes, los arneses y las bridas que se imponen a los animales (a menudo dolorosos o incómodos), los recorridos de enduro ecuestre (pruebas de resistencia) y el envío de caballos a los mataderos. Jean-Pierre Digard opinaba que la mayor participación femenina en la equitación contribuyó mucho a que se cuestionaran estas prácticas. Así, muchos centros ecuestres, especialmente desde los años 1990, dejaron de mencionar sus prácticas de enviar los caballos viejos o no aptos a los mataderos, por miedo a perder clientes. Los primeros centros de rescate para equinos maltratados o con un destino considerado cruel o injusto se crearon más o menos en la misma época.
Consumo de carne de caballo
El consumo de carne de caballo ha sido criticado tanto en Francia como en el mundo de habla inglesa. Sin embargo, en los años 1910, por ejemplo, el consumo de este tipo de carne era habitual para los franceses, tanto que los mataderos a menudo no podían satisfacer toda la demanda. Pero especialmente hacia la segunda mitad del siglo XX, el consumo de carne de caballo ya estaba en claro retroceso.
No hace mucho tiempo, los caballos y los asnos se consumían regularmente en Gran Bretaña, particularmente en Yorkshire, y esto ocurrió hasta los años 1930. Durante la Segunda Guerra Mundial, el consumo de carne de caballo fue frecuente en Francia, Alemania y Estados Unidos, y durante los años de posguerra, también tuvo una corta popularidad en los hospitales, dado el elevado número de pacientes. Incluso en 1985, el "Harvard Faculty Club" en la prestigiosa Universidad de Harvard ofrecía caballo en su menú, y esto llegó a ser casi una tradición, ya que se había mantenido por más de un siglo.
Un tabú alimentario afecta el consumo de carne de caballo en el mundo de habla inglesa, y el consumo de carne de caballo también es rechazado por muchos franceses. Sin embargo, las restricciones en periodos de guerra suavizaron ciertas reticencias, y además, se aprobaron y aplicaron legislaciones específicas por periodos cortos. Es significativo que en 1915, por ejemplo, Nueva York modificara su código sanitario, legalizando la venta de carne de caballo.
Tanto Éric Baratay como Jean-Pierre Digard coinciden en que el rechazo cada vez más fuerte al consumo de carne de caballo en los países con mayor desarrollo se explica por el cambio en la visión del caballo en esas sociedades, que pasó a ser algo relativamente parecido a un animal de compañía. Según un estudio, el consumo de carne de caballo bajó un 60% en Francia entre 1980 y 2001.
Además, la activista social Brigitte Bardot denunció en 1983 las condiciones inadecuadas de transporte de los caballos destinados a las carnicerías. De todas maneras, el consumo de carne de caballo siguió siendo importante en Italia, según una encuesta de 1989, que señalaba que el 11% de los italianos consumía carne de caballo al menos una vez por semana.
Medidas de protección
La mayoría de las regulaciones a favor de los caballos se elaboraron en la segunda mitad del siglo XX. Así, la caudectomia (amputación de la cola) está prohibida en Bélgica desde 1986 y en Francia desde 1996. Esta evolución a favor de la protección de los animales también llegó a los deportes ecuestres, y un ejemplo es la limitación de los golpes de fusta (autorizados a tres en 1990) impuesta por la Federación Francesa de Equitación. Por su parte, las pruebas de salto ecuestre y de concurso completo están cada vez más reguladas, habiéndose establecido, entre otras cosas, que una caída del jinete es motivo de eliminación.
Equitación etológica
El desarrollo de la equitación etológica está ligado al crecimiento de la sensibilidad, admiración y respeto por el caballo, que se produjo con el tiempo, especialmente hacia finales del siglo XX. Las primeras prácticas destacables en este sentido surgieron del entorno de las películas del oeste estadounidenses, como reacción a ciertas prácticas tradicionales de los cow-boys que intentaban "doblegar a los caballos", y para ofrecer una alternativa a la equitación wéstern clásica. Los jinetes pioneros fueron Tom Dorrance y Ray Hunt. Después de los años 1980, esta corriente se impuso progresivamente en el ambiente ecuestre, y el conocimiento que aportó se registró y codificó. El éxito de la película de Robert Redford titulada The Horse Whisperer (1998) popularizó los principios de la equitación etológica entre el público en general.
Arte, cultura y ficción


El siglo XX, una época de transición para el caballo, también le dio a este animal un lugar destacado en diversas producciones artísticas y culturales. En este aspecto, se puede recordar, entre una larga lista de pintores y escultores, al artista estadounidense Frederic Remington (fallecido en 1909), quien representó numerosas escenas del Lejano Oeste con sus característicos caballos, así como al pintor alemán expresionista Franz Marc, una de cuyas obras más conocidas es Le Cheval bleu. Por su parte, Pablo Picasso (1881-1973) también dio al caballo un lugar importante en su imaginario, asociado en muchos casos con el toro y el minotauro.
El siglo XX también estuvo marcado por destacadas sagas literarias y por una extensa novelística del oeste, que ciertamente daban a los caballos un lugar de relevancia. En este sentido, se puede citar la emblemática novela de Owen Wister de 1902 llamada The Virginian (El virginiano), así como la colección de cuentos El corazón del Oeste (Heart of the West, año 1907) de O. Henry, y los relatos de Noches de Arizona (Arizona Nights) de Stewart Edward White.
Literatura
En la literatura de ficción, una de las mejores obras directamente relacionadas con caballos es sin duda la saga de The Black Stallion (en español: El Corcel Negro) de Walter Farley (publicada originalmente en 1941), una serie de libros para jóvenes. El caballo de esta serie, Black, fue reconocido como el caballo de ficción más famoso del siglo XX por el periódico New York Times. La obra cuenta la amistad entre Alec Ramsay (un joven adolescente) y el semental llamado Black, un animal salvaje que se convierte en un campeón en las carreras de caballos. Adaptaciones de esta obra se han llevado al cómic, al cine y a la televisión.
My friend Flicka de Mary O'Hara (1941) es también un clásico de novela juvenil, que forma parte de una trilogía junto a Thunderhead, son of Flicka (1943) y Green grass of Wyoming (1946). Narra la amistad y el entendimiento entre un jovencito y sus caballos en un rancho en Estados Unidos.
Además, es importante mencionar que John Steinbeck escribió la novela titulada The Red Pony (1933), también una obra para jóvenes, que narra las aventuras y los sueños de Jody, un niño que vive en un rancho en California. La vida de este niño transcurría sin grandes emociones hasta que sus padres le regalaron un poni rojo, y a partir de ese momento Jody experimenta grandes alegrías, aunque también tristezas cuando el poni enferma. Los escritores franceses también han contribuido a este tipo de narrativa, y en este sentido se puede citar la novela La Jument verte de Marcel Aymé (1933).
En la línea de novelas de aventuras, también se puede recordar Les Cavaliers (1967), una obra ambientada en la sociedad afgana y relacionada con los juegos tradicionales ecuestres conocidos como Buzkashi, y que es considerada uno de los mejores escritos de Joseph Kessel. También cabe mencionar la novela de Cormac McCarthy titulada All the Pretty Horses, publicada en 1992, ambientada en la sociedad de los vaqueros estadounidenses alrededor de los años 1950, y que también fue llevada al cine.
Cine
Sin duda, se pueden citar muchas películas en las que los caballos son protagonistas.
Las historias sobre caballos en el cine que más vienen a la mente son las de las películas del oeste, donde los animales están siempre presentes, formando parte de la trama. Según la enciclopedia Larousse du Cheval et du Poney, las películas del oeste presentan una imagen maravillosa e idealizada del caballo, casi como una visión mitológica. A menudo, en el salvaje oeste, el caballo era capaz de galopar durante horas sin cansarse, obedecer solo a su amo y demostrar una gran inteligencia. Henri Gougaud dijo que "un vaquero sin su montura es como un centauro partido en dos, un ser sin existencia profunda, demasiado solo y torpe para transmitir el mensaje de un sueño milenario. El verdadero héroe de un wéstern es el caballo, la conquista más noble del cine".
En relación con otro tipo de películas con caballos que no son del oeste, dominan sin duda las historias relacionadas con las actividades hípicas. Se pueden señalar varias películas estadounidenses de la primera mitad del siglo XX, entre las que destacan: Kentucky Pride (1925), Broadway Bill (1934), Saratoga (1937), A Day at the Races (título en español: Un día en las carreras, 1937), National Velvet (título en español: Fuego de juventud, 1944), Riding High (1950).

El mediometraje francés titulado Crin-Blanc, estrenado en 1953, ofrece un tema muy diferente, ya que trata sobre la infancia, la ensoñación y los viajes, temáticas que también se encuentran en la película irlandesa titulada Le Cheval venu de la mer estrenada en 1992.
La saga literaria de L'Étalon noir también fue adaptada al cine en 1979 y 1983. Por su parte, también destacan dos adaptaciones cinematográficas de Black Beauty (Belleza Negra o Azabache), la novela de Anna Sewell publicada en 1877, que se estrenaron respectivamente en 1987 (Belleza Negra) y 1994 (Black Beauty).
Finalmente, para concluir esta reseña cinematográfica, cabe señalar que el final del siglo XX estuvo marcado por la excelente película estadounidense titulada The Horse Whisperer, con la participación de Robert Redford como actor y director (estrenada en 1998, y también conocida con el título El hombre que susurraba a los caballos).
Galería de imágenes
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Taxi-automóvil arrastrado por un caballo en los Países Bajos, durante la escasez de combustible de la Segunda Guerra Mundial.
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Tapa del libro La Fin du cheval de Pierre Giffard, año 1899, que predijo la desaparición del caballo como medio usual de transporte, y su sustitución por bicicletas y automóviles.
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Construcción de la estación de Iaroslavl en Moscú, 1903 o 1904. Los caballos dejaban de utilizarse en los transportes de larga distancia, cuando se implantaba una línea de ferrocarril.
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Una familia con su caballo de tiro en las calles de Berlín, en 1930.
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La rue Monge en París, a principios del siglo XX.
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Trabajando con un caballo de tiro en La Valle, en Trentino-Alto Adigio, Italia, años 1960.
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La caballería francesa en París (agosto de 1914).
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Seabiscuit, caballo de carreras purasangre estadounidense de los años 1930.
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Elisabeth Max-Theurer en el hannoveriano 'Mon Chérie 2', en los Juegos Olímpicos de Verano de 1980 (Moscú, Rusia), prueba de doma clásica.
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Estatua al caballo de carrera en la ciudad de Newmarket, en Inglaterra, cuna del turf británico moderno.
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Excursionismo ecuestre en Poitou-Charentes (Francia), agosto de 1972.
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Marcación a hierro caliente de un caballo en Estados Unidos, año 1938.
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Le Cheval Bleu (1912), de Franz Marc.
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El fotógrafo de equinos de nacionalidad rusa, Artur Baboev, con su semental favorito Tokhtamysh (raza Akhal-Teke).
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Portada de la novela Black Beauty, primera edición de 1877, publicada en Londres por la editorial 'Jarrold and Sons'.
Véase también
- Equus ferus caballus
- Domesticación del caballo
- Historia del caballo en el siglo XIX
- Historia del caballo en Gran Bretaña
- Historia del caballo en el sur de Asia
- Cultura del caballo en las tribus nativas de Estados Unidos
- Historia del caballo en la Edad Media