Reinado de José I de España para niños
El reinado de José I Bonaparte en España, también conocido como José Napoleón I, comenzó el 6 de junio de 1808. Los españoles que no lo reconocían como rey lo llamaban el «Rey Intruso». Su hermano, el emperador Napoleón Bonaparte, lo designó para la Corona española. Napoleón había obtenido los derechos al trono de los reyes Fernando VII y Carlos IV en las «Abdicaciones de Bayona». Se comprometió a respetar la integridad del Imperio español.
Sin embargo, muchos españoles, llamados «patriotas», no aceptaron estos acuerdos. Solo reconocían a Fernando VII como su rey, quien estaba prisionero de Napoleón en Francia. José Bonaparte nunca logró gobernar todo el territorio español. La ciudad de Cádiz fue la capital de la «España patriota». Su reinado terminó oficialmente el 11 de diciembre de 1813 con el Tratado de Valençay. En este tratado, Napoleón devolvía los derechos de la Corona española a Fernando VII. José I Bonaparte ya había dejado España seis meses antes, tras la derrota del ejército francés en la batalla de Vitoria.
Los partidarios de José I, conocidos como «afrancesados», lo acompañaron en su salida. Esto marcó el primer exilio español en la historia moderna de España. Durante este tiempo, se desarrolló la Guerra de la Independencia española. Esta guerra fue una lucha contra el ejército francés y también un conflicto entre los propios españoles. Por un lado, estaba la España patriota, y por el otro, la Monarquía bonapartista de José I.
La España de José Bonaparte, o España napoleónica, era vista como un reino dependiente del Primer Imperio francés. Su autonomía dependía de las decisiones militares de Napoleón. El proyecto de José I para España siempre estuvo influenciado por los planes de su hermano. Había una "doble autoridad": una administración civil española que seguía las ideas de la Constitución de Bayona, y un gobierno militar francés que actuaba con gran poder.
José I ha sido, según algunos historiadores, uno de los reyes más criticados de España. Se difundieron caricaturas y apodos como «Pepe Botella» o «Rey de Copas». Estos apodos se basaban en decisiones que tomó, como liberar la venta de naipes y reducir impuestos a licores. Sin embargo, no era un bebedor ni un jugador. También se le llamó «tuerto», lo cual no era cierto. Estas ideas falsas se mantuvieron por mucho tiempo.
Algunos, como el escritor francés Stendhal, pensaron que José I podría haber sido un buen rey. Lo describieron como bondadoso, inteligente y sin ambición. El historiador español Modesto Lafuente también reconoció sus buenas cualidades. Sin embargo, insistió en que su reinado no era legítimo porque fue impuesto por Napoleón. El pueblo español rechazó a José I debido al odio que sentían por la forma en que Napoleón había actuado.
Contenido
- ¿Cómo llegó José Bonaparte al trono de España?
- El viaje de José I a Madrid y los primeros desafíos
- La huida de Madrid y la intervención de Napoleón
- El «segundo reinado» de José I
- El apogeo del reinado y los gobiernos militares
- Los gobiernos militares y las protestas de José I
- Dificultades económicas y la anexión de Cataluña
- El final del reinado
- ¿Qué dicen los historiadores sobre el reinado de José I?
- Véase también
¿Cómo llegó José Bonaparte al trono de España?
La influencia de Napoleón en España

La decisión de Napoleón de intervenir en España ha sido muy debatida. Algunos historiadores creen que fue después de un intento fallido del príncipe Fernando de derrocar a su padre, Carlos IV. Esto le mostró a Napoleón lo inestable que era el gobierno español. Napoleón también pensaba que un rey Borbón en España era peligroso para Francia. Quería asegurar la posición de su propia familia y la seguridad de Francia.
Napoleón veía a España como un país con problemas, caracterizado por la ignorancia y la pobreza. Al principio, no planeó reemplazar a los Borbones. Quería anexar algunas provincias españolas al norte del Ebro. Para esto, usó el Tratado de Fontainebleau, que permitía a los ejércitos franceses cruzar España para conquistar Portugal. Aunque Portugal fue conquistado rápidamente, más tropas francesas entraron en España.
El «motín de Aranjuez», que llevó a la destitución de Manuel Godoy y a la abdicación de Carlos IV a favor de Fernando, cambió los planes de Napoleón. Decidió que era el momento de poner a un miembro de su familia en el trono español. Su ministro Talleyrand le aconsejó que la última rama de los Borbones debía dejar de reinar.
Napoleón estaba indeciso al principio. Le preocupaba que los españoles se levantaran contra ellos si actuaba como un conquistador. Sin embargo, el 29 de marzo, ofreció la corona de España a uno de sus hermanos.
La elección de José Bonaparte como rey
Napoleón ofreció la Corona de España primero a su hermano Luis Bonaparte, rey de Holanda. Luis rechazó la oferta, diciendo que no podía ser infiel al pueblo al que ya había jurado lealtad. Luego, Napoleón se la ofreció a su hermano Jerónimo Bonaparte, quien también la rechazó. Finalmente, Napoleón le ofreció a José cambiar el reino de Nápoles por el de España y las Indias. José era el único de sus hermanos que había demostrado capacidad para gobernar.
Napoleón le escribió a José el 11 de mayo, diciéndole que la nación española le pedía un rey. Le explicó que España tenía once millones de habitantes y grandes colonias. Le pidió que dejara Nápoles y fuera a Bayona.
El 12 de mayo, Napoleón pidió al Consejo de Castilla que designara a José como nuevo rey. También solicitó que enviaran diputados a Bayona para confirmar el cambio de dinastía. Quería que el proceso pareciera legal y continuo con la tradición española.
La noticia de la designación de José Bonaparte sorprendió a Joachim Murat, lugarteniente de Napoleón en España, quien esperaba ser el nuevo rey. Murat fue compensado con el trono de Nápoles. La convocatoria de la «Asamblea de Bayona» se publicó el 24 de mayo.
Cuando se supo lo que había pasado en Bayona, la rebelión contra los franceses se extendió por toda España. José I no llegó a Madrid hasta finales de julio. Este retraso fue un error, ya que dejó un vacío de poder. El pueblo, sintiéndose abandonado por sus reyes, se encontró sin un monarca y con un ejército extranjero en su territorio.
La proclamación de José I y la Constitución de Bayona
El 25 de mayo de 1808, Napoleón anunció a los españoles que tenía los derechos a la corona. Dijo que convocaría una asamblea para conocer sus deseos y necesidades. Luego, cedería sus derechos y pondría a un nuevo rey, garantizando una constitución que protegiera las libertades del pueblo. Napoleón se presentó como el "regenerador" de la monarquía española.
Sin embargo, la rebelión antifrancesa impidió que la elección de diputados se hiciera con normalidad. Muchos fueron nombrados directamente por Murat. De los 150 diputados convocados, solo 91 llegaron a Bayona.
José Bonaparte llegó a Bayona el 6 de junio. Dos días antes, Napoleón lo había proclamado «rey de las Españas y de las Indias». El decreto garantizaba la independencia e integridad de los territorios españoles. José I entró en Bayona con gran solemnidad.
El 8 de junio, los diputados presentes en Bayona proclamaron su apoyo al nuevo rey. José I les dijo que reinaría para el bien de los españoles.
La «Asamblea de Bayona» comenzó sus sesiones el 15 de junio. Aprobó la «Nueva Constitución que ha de regir en España e Indias». Napoleón había preparado el proyecto de Constitución, aunque aceptó algunas modificaciones. Por ejemplo, se suprimió el artículo que abolía la Inquisición. La Constitución de Bayona estableció una monarquía con el rey como centro del poder. Era un texto que mezclaba ideas napoleónicas con aspectos del Antiguo Régimen español, como la unidad religiosa.
El 30 de junio, Fernando VII, desde su cautiverio, envió una carta mostrando su satisfacción por la instalación de José Bonaparte en el trono. El 7 de julio, José I juró respetar la religión, la Constitución, la integridad de España y sus posesiones, y gobernar para la felicidad de la nación. Los diputados también juraron fidelidad.
A pesar de los juramentos, se abrió una profunda división en España. Quienes no reconocían a José I se llamaron «patriotas». A los que colaboraron con él se les llamó despectivamente «afrancesados» o «josefinos».
José I nombró su primer gobierno con ocho ministros. Algunos habían servido a Fernando VII. Mariano Luis de Urquijo fue nombrado Secretario de Estado. Napoleón influyó en algunos nombramientos. Se intentó que Jovellanos, un importante pensador español, se uniera al gobierno, pero él se mantuvo fiel a la causa patriota.
El viaje de José I a Madrid y los primeros desafíos
De Bayona a Madrid

José Napoleón I salió de Bayona el 9 de julio de 1808 con un gran séquito. Napoleón lo despidió en la frontera. José I fue recibido con honores en San Sebastián y Vitoria. En Vitoria, lanzó una proclama pidiendo a los españoles que se unieran a su trono. Prometió mejoras con la Constitución de Bayona, como la reactivación de las antiguas cortes y la independencia de los tribunales. Sin embargo, reconoció la hostilidad de parte de la población, atribuyéndola a las «intrigas» de Inglaterra.
El 16 de julio llegó a Burgos, donde también fue recibido con honores. Allí supo de la victoria francesa en la batalla de Rioseco. Pero también se enteró de que Medina de Rioseco había sido saqueada y que los soldados franceses habían cometido crímenes terribles. José I se sintió horrorizado.
Llegó a Madrid el 20 de julio. Su entrada fue fría y con poca gente. Un confidente de José I describió la escena como melancólica, con silencio y miradas de desprecio. El embajador francés reconoció que no hubo «demostraciones populares».
Para ganarse a los madrileños, se organizaron corridas de toros gratuitas y se bajó el precio de las entradas al teatro. Se representaron obras que comparaban a José I con el emperador Tito. Sin embargo, José I se sentía solo. Escribió a Napoleón que no tenía ni un solo partidario en España. Sus discursos en castellano, una lengua que no dominaba, a veces provocaban risa.
El 24 de julio, le escribió a Napoleón que tenía como enemiga a una nación de doce millones de habitantes, valientes y enojados. Le advirtió que su gloria se hundiría en España.
Algunos historiadores señalan que no todo el pueblo estuvo en contra de José I. Parte de la clase media y algunos funcionarios apoyaron al nuevo gobierno. Temían que la resistencia llevara a la anarquía. Vieron en los franceses una forma de mantener la paz y el orden. También esperaban que José I trajera reformas necesarias para el país.
Sin embargo, muchas familias nobles se marcharon de la Corte. La propaganda contra José I fue muy fuerte, usando cualquier argumento, por inverosímil que fuera, para herir la sensibilidad de la gente.
José I nombró a miembros de su Consejo de Estado. En su círculo cercano había muchos franceses, algunos traídos de Nápoles. El 25 de julio, día de Santiago, se celebró la proclamación pública del nuevo rey. Hubo espectáculos y reparto de dinero y pan. El corregidor de Madrid expresó la satisfacción de vivir bajo un gobierno con ideas liberales.
Los partidarios de José I eran pocos, pero incluían a la élite: la oligarquía económica, funcionarios, militares y el clero. Colaboraron para evitar una guerra inútil y para llevar a cabo reformas políticas y sociales. Esperaban una mejora de la monarquía basada en la razón y la justicia.
La huida de Madrid y la intervención de Napoleón
La derrota de Bailén y el abandono de Madrid

La estancia de José Napoleón I en Madrid duró solo once días. El 28 de julio, se conoció la derrota de las tropas francesas en la batalla de Bailén. Fue la primera vez que un ejército imperial era derrotado. El 1 de agosto, el rey, el gobierno y la corte abandonaron la capital. Fue un error no defender Madrid, pero José I tenía pocos hombres.
Cuando los franceses evacuaron Madrid, hubo represalias contra personas que habían apoyado a José I. Los soldados franceses capturados en Bailén no fueron liberados, a diferencia de los oficiales, y muchos murieron en condiciones difíciles.
La derrota en Bailén hizo dudar a muchos afrancesados. Algunos oportunistas cambiaron de bando. Los ministros Pedro Cevallos y Sebastián Piñuela Alonso abandonaron a José I. Muchos funcionarios se escondieron. El resto de ministros continuó a su lado. Napoleón impidió que José I abdicara. Durante la huida, las tropas francesas cometieron saqueos y otros abusos.
José I y su gobierno se instalaron en Vitoria por más de tres meses. Desde allí, José Bonaparte le pidió a Napoleón que lo dejara volver a Nápoles, pero el emperador se negó. Algunas ciudades del norte se sublevaron, pero fueron sofocadas. José I introdujo cambios en su gobierno y creó la Real Orden de España para premiar a sus fieles.
A partir de la derrota en Bailén, a José I se le llamó despectivamente el «Rey Intruso». Sin embargo, Fernando VII, desde su cautiverio, le escribió a José I pidiéndole unirse a la Orden Real de España. Tras la marcha de José I de Madrid, circularon canciones populares burlándose de él.
El Consejo de Castilla ordenó el embargo de bienes de quienes habían seguido a los franceses. Las prisiones se llenaron de personas acusadas de ser infieles a la patria. El 23 de agosto, el general Francisco Javier Castaños, vencedor de Bailén, entró en Madrid aclamado por la multitud.
La batalla de Bailén demostró que la mayoría de la población no aceptaba los cambios de Bayona. Los «patriotas» formaron una Junta Suprema Central que proclamó a Fernando VII como rey. España tenía de nuevo dos soberanos, lo que hizo necesaria una nueva intervención militar de Napoleón.
La intervención de Napoleón

Napoleón se indignó por la derrota de Bailén. Decidió que él mismo se encargaría de la «guerra de campesinos y de frailes». Tras asegurar la neutralidad de Rusia, Napoleón anunció que iría a España para coronar al rey en Madrid. Asumió el mando del ejército. Napoleón creía que la corona española había vuelto a sus manos.
Napoleón llegó con un enorme ejército de más de 180.000 hombres. El 5 de noviembre, se encontró con su hermano José en Vitoria. Napoleón se quejó de que el pueblo español había despreciado las ventajas del cambio político. Culpó a los frailes, diciendo que eran pagados por los ingleses.
Desde Vitoria, el ejército francés avanzó hacia Burgos, derrotando a un ejército español. Napoleón permaneció en Burgos dos semanas con José. Allí firmó un decreto declarando «enemigos de España y Francia» a quienes se habían pasado al bando patriota. Sus bienes serían confiscados. Las tropas francesas cometieron muchos abusos en Burgos.
El 4 de diciembre, Madrid se rindió a Napoleón. Sin embargo, las promesas de Napoleón no se cumplieron. Los oficiales españoles fueron llevados a Francia como rehenes. Las casas de los «sospechosos» fueron registradas.
El mismo día, Napoleón promulgó los decretos de Chamartín. Abolió los derechos feudales, la Inquisición y las aduanas interiores. Redujo el número de religiosos y castigó a quienes habían violado su juramento de fidelidad. Destituyó a los miembros del Consejo de Castilla. Estos decretos significaron el fin del feudalismo y de las instituciones del Antiguo Régimen español.
Napoleón intentó ganarse el apoyo de los españoles. Dijo que había entrado en Madrid por clemencia y que quería ser su regenerador. Les prometió una monarquía constitucional.
El 7 de diciembre, una comisión de Madrid le suplicó a Napoleón que permitiera el regreso del rey José. Napoleón justificó sus decretos, diciendo que eran necesarios para el bien de España. Dijo que le sería fácil gobernar España con virreyes, pero que prefería transferir sus derechos a José si los madrileños mostraban su fidelidad.
La derrota de Bailén cambió el curso del reinado de José I. El proyecto de Napoleón se basó en la conquista militar. España se convirtió en una pieza más del sistema imperial. El proyecto de José I de una monarquía regeneradora quedó en segundo plano.
El 8 de diciembre, José Bonaparte le escribió a su hermano pidiéndole que aceptara su renuncia al trono. Se retiró al Palacio del Pardo, cerca de Madrid. El temor a que España fuera anexada a Francia y gobernada por un virrey hizo que muchos desearan el regreso de José I.
El 22 de diciembre, Napoleón dejó Madrid para enfrentarse a un ejército inglés. Regresó a Francia poco después. España quedó bajo el control de los franceses. Napoleón insistió en que José I debía gobernar España en interés de Francia.
El 23 de diciembre, se organizó una jura de fidelidad a José I en Madrid. Más de veinte mil personas participaron. José I le escribió a Napoleón que Madrid estaba tranquilo. Sin embargo, Napoleón dejó España estabilizada, pero no pacificada. Los ingleses seguirían enviando refuerzos, y la guerrilla se fortalecería.
José I no regresó a la capital hasta el 22 de enero de 1809. Su entrada fue con gran pompa militar. Hubo aplausos y vítores. Sin embargo, la ciudad había sido controlada con mano dura por los franceses.
Durante este «segundo reinado», las diferencias entre José I y Napoleón se hicieron evidentes. José I quería una España independiente, mientras que Napoleón la veía como un país conquistado. José I se esforzó por ganarse a sus súbditos.
El «segundo reinado» de José I
La vuelta a Madrid y la construcción del Estado josefino

Una de las primeras decisiones de José I fue reemplazar a los nobles que lo habían abandonado. Hizo un llamado a los «patriotas», a quienes llamó «insurgentes», para que se unieran a su causa. Para ganarse la simpatía de los madrileños, frecuentó los teatros.
Creó Juntas Criminales Extraordinarias para perseguir delitos de sedición y espionaje. Estas juntas podían imponer penas severas, pero también ayudaron a reducir los abusos de las autoridades militares francesas. Se fortaleció la policía y se enviaron comisarios a las provincias para hacer cumplir las nuevas leyes. También creó un Ministerio de Cultos para asuntos religiosos.
La prensa josefina criticó el «mal gobierno» de los Borbones anteriores. Un decreto del 24 de febrero creó el Consejo de Estado, un organismo consultivo para el gobierno. El principal problema era la falta de dinero. José I pedía constantemente recursos a Napoleón, pero las finanzas estaban agotadas.
Se intentó lograr la sumisión de las colonias americanas al reinado de José I. Se enviaron comisionados a América para promover la nueva Constitución.
En abril de 1809, se iniciaron negociaciones secretas con la Junta Suprema Central en Sevilla para poner fin a la guerra. Sin embargo, la Junta exigió la salida de las tropas francesas y la restitución de Fernando VII. Las negociaciones fracasaron. A partir de entonces, la división del país se hizo más profunda, dando lugar a una verdadera guerra civil.
Las consecuencias de la batalla de Talavera y las reformas
La batalla de Talavera (28 de julio de 1809) fue un momento clave. Impidió que un ejército anglo-español se acercara a Madrid. José I regresó a la capital a mediados de agosto.
Tras la batalla, se descubrió que algunos nobles y clérigos habían conspirado contra el gobierno. José I y su gobierno tomaron medidas represivas. Se incautaron bienes de quienes residían en territorio «insurgente». Se suprimieron los antiguos consejos del Antiguo Régimen y se cesó a funcionarios desleales. También se anularon títulos de nobleza.
El decreto más impactante fue la supresión de las órdenes religiosas. Sus bienes pasaron a ser propiedad de la nación, con la idea de solucionar los problemas de la Hacienda. Se prohibió a los religiosos exclaustrados predicar y confesar. También se suprimieron los tribunales eclesiásticos y las órdenes militares españolas.
Se intentó justificar estas políticas religiosas a través del teatro, criticando al clero regular y ensalzando al secular.
José I continuó con la construcción del Estado josefino. Creó la Guardia Cívica, impulsó la beneficencia y la educación pública. Amplió el Jardín Botánico de Madrid y creó la Bolsa y el Tribunal de Comercio. En el ámbito cultural, se creó la Junta de Instrucción Pública y se fomentó el teatro.
También se creó un Museo de Pintura para exhibir obras de artistas españoles. Sin embargo, algunas de estas obras serían ofrecidas a Napoleón para el Museo Napoleón en Francia.
José I también se preocupó por la salud pública, prohibiendo los entierros en iglesias y ordenando la construcción de cementerios. Impulsó el embellecimiento de Madrid, creando nuevas plazas públicas, lo que le valió el apodo de «el rey plazuelas».
En el ámbito económico, se aplicaron principios de liberalismo. Se suprimieron aduanas interiores y monopolios. Se favoreció la creación de compañías industriales. Sin embargo, el problema más grave fue la deuda pública y el gasto, especialmente el mantenimiento del ejército francés.
A finales de octubre de 1809, se firmó el Tratado de Schönbrunn, que incluía el reconocimiento de José Bonaparte como rey de España. A mediados de noviembre, el ejército francés obtuvo una gran victoria en la batalla de Ocaña. Esto desmoralizó a la población española.
Uno de los problemas que más afectó el reinado de José I fue la forma en que actuaron los generales franceses. Muchos saquearon y extorsionaron a la población. José I se quejaba a Napoleón de que los mariscales no le obedecían. Se sentía humillado y amenazó con abdicar.
Napoleón, sin embargo, no confiaba en las habilidades militares de José I. Creía que los mariscales eran superiores. José I estaba convencido de que la hostilidad de los españoles se debía a los abusos de los mariscales. Quería gobernar a su manera para ganarse el amor de los españoles.
José I intentó formar un ejército español, pero fracasó. Napoleón nunca permitió que sus tropas estuvieran bajo la autoridad del gobierno de José I.
El apogeo del reinado y los gobiernos militares
La conquista de Andalucía
La victoria en la batalla de Ocaña marcó el inicio del momento de mayor poder de José I. Decidió conquistar Andalucía para completar el dominio del país. Se sentía más dueño de su reino que nunca. Dirigió una proclama a los americanos, advirtiéndoles de las «falsas noticias» y animándolos a abolir la Inquisición.
José I salió de Madrid el 7 de enero de 1810 con un ejército de más de 60.000 hombres. Entró en Andalucía sin mucha resistencia. El 23 de enero ya estaba en Bailén, y tres días después en Córdoba, donde fue recibido con honores. La campaña parecía un paseo militar.
Napoleón, sin embargo, criticó la «ostentación de bondad» de José I. El 30 de enero, José I llegó a Carmona. Decidió ir a Sevilla en lugar de a Cádiz, donde se había refugiado la Junta Suprema Central. Esta decisión fue un error, ya que le hizo perder días valiosos para tomar Cádiz.
José I entró en Sevilla el 1 de febrero, la capital de la España patriótica. Fue aclamado por la multitud, lo que sorprendió a todos. Fue el mayor triunfo de su reinado. En la catedral, se dijo que su reinado era voluntad de Dios.
José I concedió un «indulto general». Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, hubo muchos abusos. Se ejecutó a personas acusadas de traición y se reemplazaron funcionarios. La desamortización de bienes eclesiásticos se aplicó con dureza. Los militares franceses se apoderaron de conventos y casas nobles.
Las tropas francesas impusieron fuertes impuestos a las poblaciones andaluzas. También hubo requisas y saqueos de obras de arte. José I ordenó que todas las pinturas de las instituciones religiosas de Sevilla fueran llevadas al Real Alcázar. Se requisaron casi mil cuadros. Esto confirmó la propaganda patriota sobre los abusos del Imperio.
José I quería convertir Sevilla en una gran ciudad, abriendo plazas públicas. También impulsó la excavación de las ruinas de Itálica.
Visitó otras localidades andaluzas como Ronda, Málaga y Granada. En Granada, ordenó la reconstrucción de la Alhambra. Fue recibido con entusiasmo en todas partes. Se sentía verdaderamente el rey de todos los españoles.
El decreto de Napoleón del 8 de febrero de 1810

La convicción de José I de que era el «rey de todos los españoles» se desvaneció el 27 de febrero. Se enteró del decreto imperial del 8 de febrero de 1810. Napoleón, sin consultarle, puso bajo su control directo las provincias españolas al norte del Ebro: Cataluña, Aragón, Navarra y Vizcaya. Estas provincias serían gobernadas por militares franceses, y sus impuestos irían directamente al ejército.
Napoleón estaba corto de dinero y veía esta como una forma de compensar los gastos de la guerra. Quería que España contribuyera más al sostenimiento de sus tropas.
El decreto del 8 de febrero decía que los gastos del ejército en España empobrecían el Tesoro francés. Por ello, se establecían cuatro gobiernos militares en Cataluña, Aragón, Navarra y Vizcaya. Todos los ingresos de estas provincias irían a la Caja del Ejército ocupante.
Los historiadores coinciden en que esta decisión fue un golpe terrible para José I. Invalidó sus argumentos sobre la integridad de España. Su política se vio reducida a cenizas. La confianza del pueblo en José I se derrumbó.
Napoleón veía a España como un elemento de su imperio y un frente de guerra contra Inglaterra. La confiscación del poder y los ingresos del norte de España marcó el fin de la independencia de José I.
Los gobiernos militares y las protestas de José I
Los gobiernos militares en las provincias del Ebro
Napoleón nombró a mariscales y generales como gobernadores de Cataluña, Aragón, Navarra y Vizcaya. Les dejó claro que solo le rendirían cuentas a él. Les ordenó que los ingresos de estas provincias fueran para el ejército. A Augereau, gobernador de Cataluña, le dijo que debía actuar con la idea de unir esa provincia a Francia. El catalán y el francés fueron lenguas oficiales en Cataluña por un tiempo.
Suchet, gobernador de Aragón, recibió órdenes similares. Napoleón también permitió a otros generales quedarse con los ingresos de las regiones que ocupaban. El mariscal Soult convirtió Andalucía en una especie de virreinato personal.
El establecimiento de estos gobiernos militares causó una gran conmoción en José I y sus partidarios. Invalidaba todos los argumentos que el rey usaba para atraer a los españoles. José I se sintió desesperado. Escribió a su esposa que su presencia en España era inútil.
Se rumoreaba que los gobiernos militares se extenderían a toda España y que José I sería llamado a París. Su confidente le aconsejó abdicar. José I solo quedó al mando de unos 15.000 hombres en Castilla la Nueva.
La respuesta de José I: las embajadas de Azanza y Almenara

José I no abdicó y optó por negociar. Envió a París al ministro Miguel José de Azanza para que intentara que Napoleón revocara el decreto. Azanza se oponía a que su región natal, Navarra, se convirtiera en provincia francesa.
José I, ignorando el decreto de su hermano, aprobó el 17 de abril la división de la península en 38 prefecturas, siguiendo el modelo francés. Esto incluía las provincias del otro lado del Ebro. Esta decisión fue una protesta contra el decreto de Napoleón.
José I también propuso la celebración de Cortes en 1810, pero nunca llegaron a reunirse. El anuncio se hizo para presionar a Napoleón y a las autoridades de Cádiz.
Pero Napoleón no cambió su política. Nombró a más mariscales y estableció nuevos gobiernos militares en la margen derecha del Ebro. Esto acabó con las esperanzas de los afrancesados. José I solo controlaba efectivamente Castilla la Nueva.
Azanza, en París, no fue recibido por Napoleón durante dos meses. Cuando finalmente se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón, este le reprochó la «indulgencia» de José I hacia los «insurgentes». Napoleón amenazó con restituir a Fernando VII.
Ante el fracaso de Azanza, José I envió a un segundo representante, el marqués de Almenara. Este fue recibido por Napoleón rápidamente. Le pidió que suprimiera los gobiernos militares y que renunciara a cualquier pretensión sobre el territorio español. También pidió permiso para convocar Cortes.
Napoleón se negó a renunciar a los gobiernos militares. Ofreció a José I el reino de Portugal como compensación. La decisión final fue mantener los seis gobiernos militares.
La falta de dinero seguía siendo un problema para José I. Los funcionarios llevaban meses sin cobrar. Se intentó recaudar fondos, pero la venta de bienes nacionales no fue suficiente.
José I intentó limitar el poder del mariscal Soult en Andalucía, pero no lo logró. Soult actuaba como un virrey, acumulando riquezas y obras de arte.
Otro problema fue la intromisión del general Augustin-Daniel Belliard, gobernador militar de Madrid. José I lo destituyó, pero Napoleón lo repuso en el cargo.
En la primavera de 1811, hubo intranquilidad social en Madrid por el aumento del precio del pan. José I ordenó que el pan se vendiera a su precio antiguo, compensando a los panaderos.
El viaje de José I a París

El nacimiento del hijo de Napoleón le dio a José I la excusa para viajar a París. Quería convencer a su hermano de que rectificara. Salió de Madrid el 23 de abril de 1811. Dejó un consejo de ministros en la capital.
Napoleón le había ordenado que no saliera de España, pero José I no hizo caso. Llegó a París el 15 de mayo. Se entrevistó con Napoleón, pero este no atendió sus peticiones. José I se retiró a su propiedad, el Château de Mortefontaine, donde vivían su esposa y sus hijas.
Napoleón le hizo algunas concesiones menores, como reconocerlo como general en jefe de las tropas en España, pero sin incluir las de los gobiernos militares. Los gobiernos militares se mantendrían. José I se sintió decepcionado.
El 4 de junio, hubo otro encuentro entre los hermanos. Napoleón estaba centrado en el bautizo de su heredero. José I tuvo que forzar el protocolo para que se reconociera su condición de rey. El 12 de junio, Napoleón le hizo solo pequeñas concesiones. José I regresó a España el 16 de junio.
A su regreso, José I fue recibido con entusiasmo en Madrid. Se organizaron corridas de toros y espectáculos gratuitos. Durante su ausencia, el Consejo de Ministros tuvo que lidiar con la falta de fondos y la indisciplina del general Belliard.
En ese momento, seis cuerpos de ejército franceses operaban en la península ibérica. Solo el Ejército del Centro estaba bajo la autoridad de José I. Las fuerzas francesas estaban debilitadas por enfermedades y deserciones. Napoleón retiraría más tropas para la campaña de Rusia.
Dificultades económicas y la anexión de Cataluña
Los problemas de la Hacienda y la hambruna

A su vuelta de París, José I retomó la idea de convocar Cortes, pero la falta de fondos y el desabastecimiento lo impidieron. La situación económica era desastrosa. Los funcionarios llevaban casi un año sin cobrar. José I pidió a Napoleón el dinero prometido, pero la situación no mejoró.
El problema de los abastecimientos era aún más grave, especialmente en Madrid. La cosecha de 1811 fue muy mala. La guerrilla interceptaba convoyes, y agentes ingleses pagaban a los campesinos para que destruyeran sus cosechas. José I no tenía fondos para reclutar tropas y proteger el trigo.
El mariscal Suchet conquistó Valencia el 14 de enero de 1812. José I quiso que esta nueva ciudad estuviera bajo su autoridad, pero Napoleón nombró a un intendente y ordenó que los bienes de la provincia se usaran para recompensar a los soldados.
En el otoño de 1811, la escasez de pan se agravó, y su precio se cuadruplicó. Comenzó una terrible hambruna en Madrid. La gente moría de hambre en las calles. José I le escribió a su esposa que no tenían pan. La situación era horrible.

Un oficial francés relató escenas terribles de personas comiendo restos de animales muertos. Se calcula que unas veinte mil personas murieron en Madrid. José I se esforzó por organizar socorros y visitó hospitales. La hambruna no remitió hasta junio de 1812.
La anexión de Cataluña a Francia
En plena hambruna, se conoció el decreto de Napoleón del 26 de enero de 1812. Cataluña fue incorporada al Imperio francés y dividida en cuatro departamentos. Esto fue un golpe muy duro para José I, ya que violaba la integridad territorial de España.
José I consideró renunciar a la corona. La noticia fue ocultada en la España josefina, pero los periódicos de Cádiz la difundieron ampliamente.
Napoleón intentó compensar a José I enviándole dinero y otorgándole el mando supremo de las fuerzas francesas en España. Sin embargo, este mando fue nominal, ya que Napoleón siguió dando órdenes directas a sus mariscales. José I no pudo imponerse.
En abril de 1812, un convoy que llevaba cartas confidenciales de José I a Napoleón fue asaltado por la guerrilla. Las cartas, en las que José I pedía abdicar, fueron publicadas.
Se retomó el proyecto de convocar Cortes, pero la falta de fondos y la derrota francesa en la batalla de los Arapiles impidieron su realización.
El final del reinado
El éxodo a Valencia tras la derrota de los Arapiles

A principios de 1812, el ejército británico, al mando de Lord Wellington, tomó la iniciativa. El 22 de julio, el ejército anglo-luso-español derrotó al ejército francés en la batalla de los Arapiles. José I llegó tarde para intervenir. Tuvo que regresar a Madrid, mientras su retaguardia era atacada por los guerrilleros.
Como el ejército de José I no era lo suficientemente fuerte para enfrentarse a Wellington, el rey abandonó la capital el 10 de agosto para dirigirse a Valencia. La retirada fue muy difícil. Los habitantes huían, destruyendo sus hornos y molinos. No había comida ni agua. Las tropas cometieron desórdenes. Muchos españoles que habían apoyado a José I desertaron.
Mientras tanto, Wellington entró en Madrid el 12 de agosto y fue recibido como un héroe. Al día siguiente, se proclamó la Constitución de Cádiz. Se emitieron decretos contra los afrancesados, declarándolos incapaces para cargos públicos y ordenando su arresto. Las prisiones se llenaron. Hubo represión tanto legal como popular.
José I llegó a Valencia el 31 de agosto. Fue recibido con honores por el mariscal Suchet, quien había logrado ganarse a la población de Valencia. Suchet había sabido gobernar la ciudad de forma más hábil.
El principal problema fue alojar y alimentar a los cuarenta mil refugiados de Madrid. Se organizaron convoyes para llevar a Francia a las mujeres de los militares y a los empleados franceses y españoles.
El mariscal Soult finalmente cumplió la orden de retirarse de Andalucía. Levantó el sitio de Cádiz y evacuó Sevilla, Málaga y Granada. Soult se llevó consigo muchas riquezas saqueadas en Andalucía.
La reunión entre José I, Soult y Suchet en octubre no fue cordial. José I se enteró de que Soult lo había acusado ante Napoleón.
El carácter de José I se volvió más desconfiado durante su estancia en Valencia.
Vuelta a Madrid y abandono definitivo
Cuando Wellington se retiró de Burgos, José I regresó a Madrid el 2 de noviembre. Solo estuvo dos días y continuó persiguiendo a los ingleses. Su entrada definitiva en Madrid fue el 23 de noviembre. Había recuperado la capital, pero no el reino. Andalucía estaba perdida, y las provincias del norte estaban en manos de las guerrillas.
A partir de su vuelta, José I actuó más como un general que como un rey. La Corte y los funcionarios civiles permanecieron en Valencia.
A finales de 1812, llegó la noticia del desastre de la campaña de Rusia de Napoleón. Esto tuvo un efecto devastador. La moral de los franceses cayó. El reinado de José I tenía los días contados. Napoleón ordenó a José I que trasladara su cuartel general a Valladolid, pero José I se resistió.
El 17 de marzo de 1813, José Napoleón I abandonó Madrid para siempre. Con él se fueron casi todos los funcionarios y el personal del palacio. El general Hugo, padre del escritor Víctor Hugo, se encargó de saquear iglesias y palacios.
José I llegó a Valladolid el 23 de marzo. Allí se enfrentó a los mismos problemas de alojamiento y mantenimiento de su séquito. El 1 de junio, abandonó Valladolid en dirección a Vitoria, siguiendo el repliegue ordenado por Napoleón.
Derrota en Vitoria y salida de España
El 21 de junio de 1813, se produjo la batalla de Vitoria. El ejército francés sufrió una derrota total. José I estuvo a punto de ser capturado. Tuvo que abandonar su caravana de furgones cargada de documentos y bienes saqueados.
El 23 de junio, José I llegó a Pamplona. Le escribió a su esposa que la pacificación de España por la fuerza era imposible. El 27 de junio, cruzó la frontera hacia Francia. Nunca más volvería a pisar territorio español.
Napoleón culpó a su hermano de la derrota y de todos los errores. Dijo que José I no tenía talento militar ni administrativo. La batalla de Vitoria hundió la reputación militar de José I y fue un fracaso para el sistema napoleónico.
Muchos españoles partidarios de José I (los «afrancesados») cruzaron la frontera hacia Francia, temiendo represalias. Se calcula que entre 10.000 y 12.000 familias se exiliaron.
Pérdida de la Corona
El 11 de julio de 1813, Napoleón destituyó a José Bonaparte como comandante en jefe del ejército imperial de España. José I llegó de incógnito a su Château de Mortefontaine el 30 de julio. Estuvo vigilado por la policía.
Oficialmente, José Napoleón I dejó de ser rey de España el 11 de diciembre de 1813. En esa fecha, se firmó el Tratado de Valençay. Napoleón, ansioso por deshacerse del problema español, reconoció a Fernando VII como rey de España. Fernando VII había estado prisionero de Napoleón durante más de cinco años.
Napoleón le dijo a su hermano que ya no era rey de España y que no necesitaba su renuncia. Poco después, lo nombró lugarteniente del reino de Francia.
Tras la abdicación de Napoleón en abril de 1814, José Bonaparte se exilió en Suiza. Volvió a París para apoyar a Napoleón durante los Cien Días. Después de la derrota definitiva de Napoleón en la batalla de Waterloo, José Bonaparte emigró a Estados Unidos. Su esposa, Julia Clary, permaneció en Europa.
José Bonaparte regresó a Europa a finales de 1832. Murió en Florencia el 28 de julio de 1844. Fue enterrado con el Toisón de Oro alrededor de su cuello, una distinción que se había otorgado a sí mismo como rey de España.
¿Qué dicen los historiadores sobre el reinado de José I?
Los historiadores han debatido mucho sobre el reinado de José I.
Según Juan Mercader Riba (1971), los cinco años de José Bonaparte en España fueron una gran frustración para él. Fue un reinado lleno de tristeza y fracaso. Sin embargo, también hubo aspectos positivos, como su deseo de modernizar la administración y el gobierno de España. José I y sus partidarios, los afrancesados, intentaron construir un futuro prometedor para los españoles.
Michael Glover (1972) cree que José I cometió errores, pero que nada de lo que hubiera hecho podría haber salvado su corona. Fue puesto en una situación imposible. Las fallas en España fueron, en última instancia, culpa de Napoleón. Napoleón creyó que los españoles darían la bienvenida a un rey amable y liberal, pero la mayoría prefería la incompetencia española a una utopía impuesta desde el extranjero.
Ángel Bahamonde y Jesús A. Martínez (1994) señalan que el proyecto de Napoleón se dividió en dos: una solución imperial basada en la conquista y una solución de José I que buscaba un desarrollo autónomo. José I siempre quiso ser un rey efectivo, no solo un representante de su hermano. La guerra hizo que el proyecto de José I fracasara, aumentando su dependencia de Napoleón.
Rafael Abella (1997) describe el reinado de José I como un espejismo. Sus buenas intenciones de modernizar España fueron frustradas por la ocupación militar francesa, que trajo explotación y saqueo. Para Napoleón, España era solo un objetivo militar en su guerra contra los ingleses. El carácter rebelde de los españoles hizo el resto.
Josep Fontana (2007) afirma que la política de José I se quedó en buenas intenciones. No tenía recursos para aplicarla, y su poder era limitado por los ejércitos franceses que devastaban el país. Las reformas que transformarían España vendrían de las Cortes de Cádiz, no del Madrid de José Bonaparte.
Manuel Moreno Alonso (2008) considera que la designación de José I fue el mayor error de Napoleón. No imaginó que provocaría una guerra nacional de proporciones extraordinarias. Por primera vez, una nación entera se levantó contra un rey impuesto. José I representó una causa perdida en España, a pesar de sus esfuerzos por el bien de la nación.
Thierry Lentz (2016) concluye que el reinado de José I fue catastrófico. Los ejércitos franceses dejaron un país devastado, con ciudades en ruinas y una economía agotada. España se convirtió en una potencia continental débil, y sus colonias americanas se encaminaban a la independencia. La guerra costó la vida a muchos soldados y a un número aún mayor de españoles.