Conspiración golpista de 1936 para niños
La conspiración de 1936 fue un plan secreto que llevó a un levantamiento militar en julio de 1936. Este levantamiento marcó el inicio de la guerra civil española.
Aunque hubo planes anteriores, la conspiración se intensificó después de que el Frente Popular ganara las elecciones en febrero de 1936. Fue impulsada principalmente por una parte del Ejército. Contó con el apoyo de grupos civiles como los monárquicos, los carlistas y Falange Española. También se unió la CEDA.
El objetivo de los conspiradores era derrocar al gobierno del Frente Popular y cambiar el sistema parlamentario por una dictadura militar.
Muchos historiadores, como Julio Aróstegui y Eduardo González Calleja, coinciden en que el levantamiento fue una iniciativa militar. Aunque hubo apoyo civil, el plan y la reorganización del Estado se formularon bajo ideas militares. No fue, en su origen, un plan de partidos políticos que usaran al Ejército.
Los militares conspiradores tuvieron contacto con grupos políticos de derecha, pero la organización civil que se planeó nunca se formó completamente. Falange Española y la Comunión Tradicionalista aportaron sus milicias, pero siempre bajo el mando militar. Los militares creían que solo ellos podían "salvar la situación", proteger los intereses conservadores y restaurar el orden.
Lo que los sublevados pretendían hacer una vez en el poder no estaba del todo claro. El general Emilio Mola, quien planeó el levantamiento, quería establecer una "dictadura republicana". Sin embargo, lo que sí estaba claro era que buscaban detener cualquier cambio político y social que pudiera alterar el orden de la propiedad y el poder establecido. Rechazaban la democracia liberal.
Pilar Mera Costas describe la insurrección como un proceso complejo con varias líneas de conspiración, lideradas por los militares, pero con la colaboración de los principales grupos de derecha. Stanley G. Payne la ve como una conspiración grande y compleja, con divisiones internas, que maduró lentamente.
Contenido
- Orígenes de la Conspiración
- La Conspiración se Intensifica
- El Gobierno ante la Conspiración
- Fracaso Parcial del Golpe
- Galería de imágenes
Orígenes de la Conspiración
Primeros Planes: De 1931 a 1932
Los grupos monárquicos de derecha comenzaron a planear contra la República desde su proclamación el 14 de abril de 1931. Al principio, se reunieron para ver cómo apoyar al gobierno monárquico, pero cuando el rey Alfonso XIII decidió abandonar España, empezaron a conspirar para derrocar la República.

El exrey Alfonso XIII fue informado de estas conspiraciones y las apoyó, incluso económicamente. Creía que la República estaba influenciada por ideas que buscaban destruir España.
Pocos días después de la proclamación de la República, el director del diario monárquico ABC, Juan Ignacio Luca de Tena, viajó a Londres para consultar con el exrey Alfonso XIII sobre la formación de un comité monárquico. El diario ABC declaró su apoyo a la Monarquía Constitucional y Parlamentaria.
En mayo de 1931, hubo una reunión de monárquicos en la que, por primera vez, asistieron militares. Después de la quema de conventos en mayo, más civiles y militares se unieron a la conspiración. Así nació la primera trama que llevó al levantamiento del 10 de agosto de 1932.
Para justificar sus ideas, los monárquicos fundaron la revista Acción Española. Esta revista defendía que el Ejército era el "eje férreo" de la nación. La reforma militar de Manuel Azaña no logró que el Ejército se hiciera más republicano. Muchos militares seguían descontentos.
Los monárquicos también buscaron apoyo de los carlistas, quienes también se preparaban para derribar la República. Firmaron un acuerdo, el "pacto de Territet", para colaborar en la destrucción de la República.
Los conspiradores monárquicos también buscaron apoyo en la Italia fascista. En febrero de 1932, el general monárquico Emilio Barrera se reunió con el embajador italiano en Madrid para hablar de un movimiento militar. En abril, el aviador monárquico Juan Antonio Ansaldo viajó a Roma y pidió apoyo diplomático, financiero y armas al líder fascista Italo Balbo.
El general José Sanjurjo se unió a las conspiraciones monárquicas después de ser destituido como director general de la Guardia Civil en febrero de 1932. La derecha lo veía como un héroe. El debate sobre el Estatuto de Cataluña impulsó aún más la conspiración.
A pesar de no contar con suficientes apoyos, la junta de generales decidió llevar a cabo el levantamiento el 10 de agosto de 1932. Fue un fracaso total. Este fracaso sirvió de lección: un golpe militar necesitaba el apoyo de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, silenciar a las autoridades republicanas y una buena planificación.
Consecuencias del Fracaso de 1932
Después del fracaso del levantamiento de Sanjurjo, la derecha antirrepublicana debatió qué hacer. La CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) decidió aceptar el régimen republicano y rechazar los movimientos violentos.
Los monárquicos, sin embargo, siguieron buscando la forma de derrocar la República. En septiembre, se reunieron en París y acordaron difundir sus ideas monárquicas, preparar un golpe de fuerza y buscar apoyo en el extranjero, especialmente en Italia.
Crearon un partido legal, Renovación Española, en enero de 1933, que serviría de fachada para la conspiración. Uno de sus promotores, Pedro Sainz Rodríguez, dejó claro que buscaban asaltar el Estado. El exiliado José Calvo Sotelo también apoyaba la idea de acabar con la "mentira democrática".
Acuerdo con Italia en 1934
Renovación Española se convirtió en la tapadera para organizar un complot militar. El general Sanjurjo, aunque preso, fue reconocido como el líder militar de la conspiración.
Los monárquicos recaudaron fondos, incluso del exrey Alfonso XIII y del banquero Juan March, para comprar armas y financiar operaciones.
Los contactos con la Italia fascista eran clave. En marzo de 1934, monárquicos y carlistas se reunieron en Roma con Benito Mussolini, quien les prometió armas y dinero. El acuerdo incluía el reconocimiento del nuevo régimen que surgiera tras el levantamiento. Sin embargo, las armas nunca llegaron, ya que Mussolini perdió interés en España.
Cuando se convocaron las elecciones de 1933, los monárquicos esperaban que el nuevo Parlamento fuera el último y que se instaurara un Estado "totalitario". Tras el triunfo de las derechas, aumentaron los llamados a la fuerza.
El carlismo también se preparaba. El coronel José Enrique Varela reorganizó el Requeté, su milicia, para la lucha. En las elecciones de 1933, el carlismo obtuvo 21 diputados.
El acuerdo con Italia también incluyó el entrenamiento de fuerzas paramilitares monárquicas. Unos 500 "peruanos" (como se les camufló) recibieron instrucción en Italia y se convirtieron en instructores en España.
Las Juventudes de Acción Popular (JAP) de la CEDA también mostraron un tono radical, aclamando a José María Gil Robles como su "Jefe".
En agosto de 1934, Renovación Española renovó un pacto con Falange Española por el que esta última recibía ayuda económica a cambio de que los monárquicos controlaran sus milicias. Sin embargo, después de la Revolución de octubre de 1934, Renovación Española dejó de financiar a Falange. La ayuda económica de Italia fue crucial para que Falange continuara.
Intento de Levantamiento en 1934
En octubre-noviembre de 1934, hubo un intento de levantamiento aprovechando la presencia del Ejército de África en Asturias para reprimir la Revolución de Asturias. El teniente coronel Juan Yagüe, miembro de Falange, contactó con el general Sanjurjo para que liderara las fuerzas.
Sin embargo, el general Francisco Franco, que dirigía las operaciones en Asturias desde Madrid, y otros jefes del Estado Mayor consideraron la iniciativa inoportuna y prematura, lo que llevó a su fracaso.
A mediados de noviembre, hubo nuevos rumores de levantamiento. Los generales Joaquín Fanjul y Manuel Goded intentaron usar las tropas de África en Asturias. Contactaron con Gil Robles, pidiéndole una política más dura. Finalmente, el levantamiento no se produjo porque los altos mandos del Ejército, incluyendo a Franco, recomendaron prudencia.
Gil Robles reconoció años después que no había suficiente unidad en las fuerzas armadas para restaurar el orden social.
Paralización Relativa de la Conspiración: Gil Robles en Guerra (1935)
La entrada de la CEDA en el gobierno, y especialmente de su líder José María Gil Robles como ministro de la Guerra en mayo de 1935, frenó la conspiración de las derechas monárquicas. Esperaban que la estrategia legalista de Gil Robles acabara con la "amenaza marxista".
Gil Robles nombró a militares "africanistas" como los generales Fanjul, Franco, Goded y Mola para puestos clave. Al mismo tiempo, relegó a militares republicanos. Esta política buscaba "neutralizar a los generales republicanos".
El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, estaba preocupado por esta política de nombramientos, ya que parecía entregar el ejército a los enemigos de la República. El propio Franco reconoció años después que en este periodo se dieron los mandos que serían clave para el futuro levantamiento.
En cuanto a Falange, José Antonio Primo de Rivera consiguió ayuda económica de Italia en mayo de 1935, lo que permitió al partido recuperarse. La Junta Política de Falange acordó llevar a cabo un levantamiento armado contra la República. Sin embargo, el plan fue abandonado por falta de apoyo de los mandos superiores del Ejército.
En octubre de 1935, en la boda del infante Juan de Borbón y Battenberg en Roma, los monárquicos aprovecharon para conspirar. El exrey Alfonso XIII les aconsejó no ser "timoratos" y les dijo que no abdicaría.
Antonio Goicoechea se reunió de nuevo con Mussolini, pidiéndole más fondos y las armas prometidas en 1934. La reunión dejó claro que los monárquicos y la Unión Militar Española (UME) estaban dispuestos a usar las armas si las izquierdas volvían al poder.
La Conspiración se Intensifica
Intento de Levantamiento en Diciembre de 1935
El 9 de diciembre de 1935, Gil Robles rompió la coalición de la CEDA con el Partido Republicano Radical y exigió al presidente de la República que lo nombrara jefe de gobierno. Alcalá Zamora se negó. Gil Robles advirtió que, si su política fracasaba, solo quedarían "soluciones violentas".
El general Fanjul le ofreció a Gil Robles tomar Madrid con las tropas, pero Gil Robles se negó a intentar un levantamiento a su favor. Sin embargo, dijo que no sería un obstáculo si el Ejército decidía tomar el poder para "salvar el espíritu de la Constitución".
Se celebró una reunión de militares, incluyendo a Franco, Goded y Fanjul. El líder monárquico Calvo Sotelo los incitó a dar un golpe de Estado. Al final, prevaleció la opinión de Franco de no hacerlo, ya que no había suficientes apoyos.
El general Franco, muy emocionado, despidió a Gil Robles, elogiando su dirección del ejército.
A finales de diciembre de 1935, el general Mola, en un documento secreto para la UME, insistió en la necesidad de un golpe de Estado antes de las elecciones. Creía que sería un error "plantear la batalla a la revolución en el terreno del sufragio".
Primer Intento de Golpe: Febrero de 1936
La Tensión Política en las Elecciones de 1936
La campaña de las elecciones de febrero de 1936 mostró una gran polarización. El Bloque Nacional de derecha habló de una "guerra civil virtual". Calvo Sotelo llamó al levantamiento del Ejército como "la nación en armas".
La CEDA también usó un lenguaje muy fuerte, alertando sobre el riesgo de unas izquierdas "revolucionarias" y "separatistas". El diario católico El Debate presentó las elecciones como una lucha entre España y la "anti-España".
Una parte de las izquierdas, especialmente el sector socialista de Francisco Largo Caballero, también usó un lenguaje agresivo. Largo Caballero dijo que si ganaban las derechas, tendrían que ir a la "guerra civil declarada".
Intento de Golpe tras la Victoria del Frente Popular
Cuando se supo la victoria del Frente Popular en las elecciones, los generales antirrepublicanos Goded, Villegas, Orgaz y otros se reunieron en enero de 1936. Acordaron preparar un golpe preventivo. El general Franco ordenó al general Mola que preparara las tropas de Marruecos para un posible "salto" a la península.
La UME difundió la idea de que el Frente Popular disolvería el Ejército, y que el Ejército debía "aplastar para siempre la revolución".
En la noche del 16 de febrero, al conocerse la victoria del Frente Popular, el general Franco intentó convencer al general Sebastián Pozas, inspector general de la Guardia Civil, y al ministro de la Guerra, general Nicolás Molero, de declarar el estado de guerra. Ambos se negaron.
El general Goded intentó sublevar el Cuartel de la Montaña en Madrid, pero fracasó. Los generales con los que Franco contactó se mostraron reacios, ya que no contaban con el apoyo de la Guardia de Asalto y la Guardia Civil.
El gobierno de Manuel Portela Valladares decidió declarar el estado de alarma en lugar del estado de guerra. Muchos gobernadores civiles abandonaron sus puestos, lo que generó un vacío de poder y alentó la violencia.
Portela Valladares, agotado, dimitió y Manuel Azaña fue nombrado presidente del gobierno. Azaña no fue informado de la conspiración de Franco, lo que le permitió jugar un papel crucial en el futuro levantamiento.
Una de las primeras decisiones del nuevo gobierno fue alejar a los generales menos leales: Goded a Baleares, Franco a Canarias y Mola a Pamplona. Sin embargo, esta política no frenó la conspiración. De hecho, el destino de Mola en Pamplona, "feudo de los requetés", le dio un lugar ideal para dirigir el golpe.
Reunión de Generales del 8 de Marzo
El 8 de marzo de 1936, antes de que Franco y Mola se fueran a sus nuevos destinos, se reunieron varios generales en Madrid. Planearon un "levantamiento militar" para derrocar al gobierno del Frente Popular y "restablecer el orden".
Discutieron dos planes: uno "centrípeto" (rebelión coordinada en provincias que convergería en Madrid) y otro "centrífugo" (tomar los centros neurálgicos de la capital). Se optó por un plan de compromiso. Acordaron que el levantamiento solo se haría si el gobierno tomaba medidas de ataque frontal o si se producía una "revolución comunista".
El jefe nominal del levantamiento sería el exiliado general Sanjurjo. La Unión Militar Española (UME) sería el instrumento para la organización.
La importancia de esta reunión es debatida por los historiadores. Algunos la ven como crucial, otros le restan importancia. Lo que sí está claro es que la conspiración militar se puso en marcha.
El 11 de marzo, el general Eduardo López Ochoa fue detenido, lo que causó conmoción entre los militares. El ministro de la Guerra, general Carlos Masquelet, negó los rumores de agitación. La UME le dio un ultimátum al ministro. López Ochoa fue liberado y se unió a la UME.
Campaña de Agitación de las Derechas
Muchos historiadores afirman que las derechas llevaron a cabo una campaña de agitación para "justificar" el golpe de Estado. Desde la victoria del Frente Popular, la prensa derechista llamó a la rebelión armada. El discurso se hizo cada vez más alarmista, usando frases como "civilización o barbarie".


El papel principal de la trama civil fue generar un clima de catástrofe y presentarse como víctimas. Falange, con nuevos miembros y fondos, fue clave en la violencia callejera para "justificar" un golpe. La violencia de Falange buscaba generar enfrentamientos y provocar la intervención policial.
Las intervenciones de José María Gil Robles y José Calvo Sotelo en las Cortes también contribuyeron a este ambiente. Enumeraban actos violentos para justificar la necesidad de un "Estado autoritario". Calvo Sotelo llegó a decir que el Ejército debía "reaccionar furiosamente" si se mandaba "sin legalidad".
Otra prueba de la campaña de agitación fue la difusión de que se preparaba una "revolución comunista" para el 1 de agosto. Se difundieron "documentos" falsos que detallaban planes violentos. El propio general Franco afirmó que España estaba "rodando por la pendiente hacia el comunismo".
Sin embargo, otros historiadores, como Stanley G. Payne, niegan que la campaña de agitación fuera la causa principal. Argumentan que la "izquierda revolucionaria" fue la responsable de la desestabilización, con la "pasividad" o "complicidad" del gobierno del Frente Popular. Payne afirma que "quienes no deseen la contrarrevolución, que no emprendan la revolución".
Gabriele Ranzato también niega que la violencia falangista fuera parte de un "plan terrorista" para desestabilizar. Según él, la violencia falangista tenía sus propios fines, como atacar al enemigo y hacer proselitismo.
Estos historiadores señalan que el "gran miedo" a la revolución llevó a muchos conservadores y liberales a apoyar el golpe. Argumentan que el gobierno no fue neutral al reprimir la violencia, tolerando las "milicias rojas" y protegiéndolas.
Intento de Golpe del 20 de Abril
En abril, la conspiración se extendió entre los militares de derecha. Una "junta de generales" se reunía en Madrid para coordinar. Calvo Sotelo y otros líderes monárquicos incitaban al ejército.
El 17 de abril, los generales conspiradores se reunieron y decidieron iniciar el levantamiento tres días después, el 20 de abril. El plan era tomar el Ministerio de la Guerra en Madrid y declarar el estado de guerra. Sin embargo, el plan fracasó por la indecisión del general Ángel Rodríguez del Barrio y la negativa del general Pozas a apoyar el movimiento. La vigilancia policial también fue clave.
Este fracaso llevó a que el plan de una sublevación centrada en Madrid fuera abandonado.
La Conspiración Definitiva: El General Mola como "Director"
El fracaso del intento del 20 de abril llevó a varios capitanes de la UME a pedir al general Mola que dirigiera la conspiración. Mola aceptó y se convirtió en "El Director", manteniendo al general Sanjurjo como jefe nominal.

La conspiración bajo Mola ganó en organización. El 25 de abril, Mola envió la "Instrucción reservada número 1", afirmando que la "acción violenta" era el único medio para evitar la "situación caótica" de España.
El levantamiento sería protagonizado por las Fuerzas Armadas, con el apoyo de grupos políticos y civiles. Mola propuso dos organizaciones: una civil por provincias y otra militar por Divisiones Orgánicas. La implicación civil era esencial, pero siempre subordinada.
La "Instrucción reservada número 1" también indicaba que el golpe iría acompañado de una represión violenta para "paralizar a la izquierda". Se encarcelaría a los líderes de partidos y sindicatos no afines, y se aplicarían "castigos ejemplares".
El 3-4 de junio, la policía intentó detener a Mola en Pamplona, pero no encontraron pruebas porque Mola fue avisado. El gobierno creyó que Mola no era el cerebro de la conspiración.
El 20 de junio, Mola advirtió que "aquel que no está con nosotros, está contra nosotros, y que como enemigo será tratado". El 30 de junio, el teniente coronel Juan Yagüe recibió instrucciones detalladas sobre cómo organizar la represión en Marruecos, incluyendo la "eliminación de elementos izquierdistas".
Las adhesiones de militares a la conspiración de Mola crecieron a medida que el clima político se deterioraba. Militares republicanos como los generales Gonzalo Queipo de Llano y Miguel Cabanellas se unieron a la conspiración.
Plan Político del Levantamiento
Mola diseñó un plan político para que todas las fuerzas de derecha lo aceptaran. El primer esbozo apareció en su "Instrucción reservada número 1", que hablaba de una "dictadura militar" para restablecer el orden.
El documento más detallado, "El Directorio y su obra inicial", fue emitido el 5 de junio. Proponía una "dictadura republicana" dirigida por un Directorio de cinco militares. Este Directorio suspendería la Constitución de 1931, disolvería las Cortes y declararía ilegales a las organizaciones "que reciben su inspiración del extranjero". También restablecería la pena de muerte para ciertos delitos.
El documento era contradictorio en algunos aspectos, pero logró el apoyo de todas las derechas antirrepublicanas.
Plan Militar del Levantamiento
Mola concibió un plan militar que daba protagonismo a los militares en activo. Buscó el apoyo de los comandantes militares de las provincias, especialmente de las cabeceras de las Divisiones Orgánicas.

El plan inicial de Mola era que las guarniciones periféricas se sublevaran y convergieran sobre Madrid. No se contaba con la sublevación de Madrid ni de la Aviación Militar. Se esperaba el apoyo de las "masas ciudadanas de orden", como las milicias falangistas y los requetés.
A principios de junio, hubo cambios en el plan. El general Queipo de Llano se encargaría de la sublevación en Sevilla, y el general Cabanellas confirmó su apoyo en Zaragoza. El banquero Juan March puso 600 millones de pesetas a disposición de Mola.
A mediados de junio, Mola decidió que el levantamiento comenzaría en el Protectorado Español de Marruecos, una decisión estratégica importante debido al pesimismo sobre la situación en Madrid. El Ejército de África, el más preparado, se trasladaría a la península para avanzar sobre Madrid desde el sur.
Mola contactó con el general Franco para que se pusiera al mando del Ejército de África, pero Franco evitó comprometerse claramente. El 23 de junio, Franco envió una carta al presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga asegurándole que no había conspiración en el Ejército, lo que tranquilizó al gobierno.
El 20 de junio, Mola dio instrucciones a la Armada para asegurar el estrecho de Gibraltar y transportar las tropas de África a la península.
Mola diseñó cuatro modelos de conspiración según la presencia de fuerzas militares y el grado de compromiso en cada provincia.
La Incorporación de la CEDA
Después de las elecciones de febrero, muchos miembros de las JAP se unieron a Falange o a los carlistas. Gil Robles, líder de la CEDA, justificó la violencia de derecha como respuesta a las provocaciones de la izquierda y a la inoperancia del gobierno.
Desde finales de mayo de 1936, la CEDA comenzó a cooperar con los conspiradores. A principios de julio, Gil Robles entregó al general Mola medio millón de pesetas y dio instrucciones a las organizaciones provinciales para que apoyaran a los militares.
Gil Robles también intentó convencer a Manuel Fal Conde, líder de la Comunión Tradicionalista, para que los carlistas se unieran al levantamiento. Sin embargo, Gil Robles nunca se comprometió públicamente con la sublevación y abandonó el país.
Participación de los Monárquicos Alfonsinos
Los monárquicos alfonsinos estuvieron implicados en conspiraciones desde 1931. Su líder, Antonio Goicoechea, afirmó que habían formado y financiado la organización militar antidemocrática. Su apoyo al Ejército fue incondicional.

Los monárquicos estuvieron en contacto con Mola y Sanjurjo. Calvo Sotelo, convertido en líder de la derecha antirrepublicana, coordinó con otros grupos civiles. Negó públicamente cualquier implicación en la conspiración, aunque la incitaba.
Una función clave de los monárquicos fue la relación con Italia. El 14 de junio, Goicoechea solicitó a Roma una ayuda de un millón de pesetas para un golpe de Estado.
- El Vuelo del Dragon Rapide
Los monárquicos alfonsinos organizaron el traslado del general Franco desde Canarias a Marruecos. El 6 de julio, Luis Bolín, corresponsal del diario ABC, alquiló un avión De Havilland D.H.89 Dragon Rapide en Londres con dinero aportado por Juan March.

El avión despegó el 11 de julio. El 12 de julio, Franco envió un mensaje a Mola indicando que aún no era el momento. Pero el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio lo llevó a comprometerse definitivamente.
- Compra de Aviones a Italia
La "aportación operativa más importante" de los monárquicos fue la compra de 43 aviones de combate a Italia por 39,3 millones de liras, realizada por Pedro Sainz Rodríguez el 1 de julio. Esta compra indicaba que los conspiradores se preparaban para una guerra corta.

Los contratos, descubiertos en 2012, mostraban la implicación de Italia. El dinero fue adelantado por el financiero Juan March. Los aviones llegaron a España por vía marítima y aérea. Nueve Savoia-Marchetti S.M.81 llegaron a Melilla el 30 de julio y comenzaron a transportar tropas a la península el 5 de agosto.
Adhesión de Falange
Falange Española de las JONS (FE) fue la principal fuerza antiizquierdista que optó por la acción directa. Al principio, José Antonio Primo de Rivera dio una oportunidad a Azaña, pero el gobierno respondió con represión contra Falange.

El 11 de marzo, falangistas intentaron asesinar al diputado socialista Luis Jiménez de Asúa, matando a su escolta. Esto llevó a actos vandálicos y la quema de iglesias. El 14 de marzo, José Antonio Primo de Rivera fue detenido y Falange fue declarada ilegal.
El partido se adaptó a la clandestinidad y se radicalizó. El gobierno se equivocó al reprimir a Falange, ya que esto llevó a una escalada de enfrentamientos.
Cuando Mola tomó el mando de la conspiración, Falange se mantuvo informada. El 4 de mayo, Primo de Rivera, desde la cárcel, incitó a los militares a la rebelión.

Sin embargo, Primo de Rivera se mostró reticente a participar en el golpe hasta que un capitán enviado por Mola lo visitó en la cárcel el 29 de mayo. El 1 de junio, Primo de Rivera se adhirió a la sublevación, pidiendo un papel destacado para Falange.
El 29 de junio, Primo de Rivera dio la orden de intervención sin condiciones del partido en la conspiración. Temía que un golpe militar sin Falange la marginara.
El 11 de julio, falangistas tomaron una emisora de radio en Valencia y proclamaron la "revolución nacional sindicalista". El 17 de julio, día del inicio del levantamiento, Primo de Rivera hizo un llamamiento desde la cárcel para unirse a la rebelión.
Acuerdo Final con los Carlistas
La Comunión Tradicionalista se opuso a la República desde el principio. En 1934, tuvieron contacto con Italia, que les proporcionó dinero y armamento, y entrenó a sus jóvenes requetés.

Después del fracaso de las derechas en las elecciones de 1936, el carlismo decidió seguir la vía insurreccional. El Requeté creció y se compraron armas. Se formó una Junta Suprema Militar Carlista en San Juan de Luz.
Los líderes carlistas, don Javier y Manuel Fal Conde, buscaron la colaboración de los generales conspiradores. Fal Conde se reunió con Mola el 13 y 15 de junio, exponiendo las condiciones carlistas para la intervención, como el uso de la bandera bicolor y la derogación de la legislación laica. Mola no aceptó las condiciones.
La situación se desbloqueó gracias a la intervención del general Sanjurjo, quien en una carta del 9 de julio, aceptó que los carlistas usaran la bandera bicolor.

Aunque la carta de Sanjurjo no satisfacía todas las aspiraciones carlistas, el peligro de división y la conmoción por el asesinato de Calvo Sotelo llevaron a los líderes tradicionalistas a renunciar a una insurrección en solitario. El 14 de julio, Mola les hizo saber que estaba de acuerdo con las orientaciones de Sanjurjo. El 15 de julio, la Junta de San Juan de Luz autorizó la participación del carlismo en el movimiento militar.
El Gobierno ante la Conspiración

El gobierno de Santiago Casares Quiroga tuvo pruebas de la conspiración de Mola en mayo, gracias a informes y escuchas telefónicas. El director general de Seguridad, José Alonso Mallol, entregó una lista de más de 500 implicados, pero Azaña y Casares Quiroga no actuaron, temiendo las reacciones.
El 3 de junio, Alonso Mallol intentó detener a Mola en Pamplona, pero no encontró pruebas porque Mola fue avisado. Esto hizo que el gobierno creyera que Mola no era el cerebro de la conspiración.
El gobierno también fue advertido por líderes de izquierda como Indalecio Prieto y Dolores Ibárruri Pasionaria, pero Casares Quiroga no les hizo caso. La carta de Franco del 23 de junio, asegurando que no había conspiración en el Ejército, también tranquilizó al gobierno.
La actuación del gobierno de Casares Quiroga y de Azaña ha sido muy debatida. Muchos historiadores los acusan de pasividad, creyendo que el Ejército no tenía capacidad para una acción seria. Otros defienden que no actuaron con más contundencia por falta de pruebas y por respeto a la ley.
El gobierno tomó algunas medidas, como trasladar a militares dudosos, pero no las drásticas que hubieran sido necesarias. Casares Quiroga y Azaña se sentían "entre dos fuegos", necesitando al ejército para una posible insurrección de izquierda.
El 10 de julio, en una reunión del Consejo de Ministros, se debatió si detener a los sospechosos. Se decidió esperar a que el movimiento se iniciara para "yugularlo", como en 1932.
Fracaso Parcial del Golpe
Dudas del General Mola
A principios de julio, Mola había logrado comprometer a muchas guarniciones, pero tenía dudas sobre el triunfo del golpe en Madrid, Cataluña, Andalucía y Valencia. El 1 de julio, Mola emitió su última directriz, reconociendo que el "entusiasmo por la causa no ha llegado todavía al grado de exaltación necesario".
El pesimismo de Mola y la resistencia de muchos militares a participar explicaron los continuos aplazamientos de la fecha del levantamiento.
El 12 de julio, Mola fijó esa fecha para el inicio del golpe, pero las dificultades con los carlistas y la detención de enlaces falangistas lo obligaron a aplazarla hasta el 14 de julio. En ese momento, Mola tenía muchas dudas sobre el éxito.
Asesinato de Calvo Sotelo e Inicio del Levantamiento
El 12 de julio, el teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo, comprometido con los socialistas, fue asesinado en Madrid. Como represalia, en la madrugada del 13 de julio, compañeros suyos y milicianos socialistas sacaron de su casa al diputado monárquico José Calvo Sotelo y lo mataron.

La noticia del asesinato de Calvo Sotelo causó una gran conmoción, especialmente porque los autores eran miembros de las fuerzas de seguridad. El gobierno no condenó el crimen ni inició una investigación, lo que indignó a muchos.
En el entierro de Calvo Sotelo, el 14 de julio, Antonio Goicoechea juró "vengar tu muerte y salvar a España".
El asesinato de Calvo Sotelo no provocó el levantamiento militar, pero aumentó la determinación de los conspiradores y animó a los indecisos a unirse. El general Franco, que había dudado, comunicó su participación a Mola el 14 de julio.
Finalmente, se ordenó que la rebelión comenzara el viernes 17 de julio en Marruecos y de forma escalonada en la península entre el 18 y el 20 de julio.
Algunos líderes conservadores fueron avisados y se les recomendó salir de Madrid. Gil Robles se marchó a Biarritz, y Antonio Goicoechea a Salamanca.
Respuesta del Gobierno

Casares Quiroga se enteró del levantamiento en Melilla el 17 de julio. El 18 de julio, se negó a entregar armas a las organizaciones obreras.
Por la tarde, Azaña aceptó la dimisión de Casares Quiroga y nombró a Diego Martínez Barrio para formar un gobierno de "concentración nacional". Martínez Barrio intentó convencer a los jefes militares de no sublevarse, pero Mola le dijo que ya era demasiado tarde.

Martínez Barrio dimitió al ver que su gobierno no tenía apoyo. Azaña nombró entonces a José Giral presidente del gobierno. Giral tomó la decisión de repartir armas a las organizaciones obreras. Se disolvieron las unidades militares cuyos mandos se sublevaran, lo que debilitó al ejército republicano.
La entrega de fusiles a la UGT y la CNT comenzó. El Cuartel de la Montaña fue sitiado y asaltado, y las milicias obreras se apropiaron de las armas.
Muerte del General Sanjurjo y Junta de Defensa Nacional
El 20 de julio, el golpe había triunfado en la mitad del país y fracasado en la otra mitad. Ese mismo día, el general Sanjurjo, jefe de la conspiración, murió en un accidente de avioneta en Portugal. Su muerte dejó al levantamiento sin una jefatura única.

Cuatro días después, el 24 de julio, se formó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, que asumió todos los poderes en la zona sublevada. La muerte del general Mola el 3 de junio de 1937, también en accidente de aviación, significó el fin del proyecto político de la rebelión y dejó al general Franco sin rivales.
Razones del Fracaso Parcial del Golpe
El golpe de julio de 1936 no triunfó completamente, a diferencia del golpe de Primo de Rivera en 1923.
Una razón fue que los golpistas no contaban con la totalidad del Ejército ni de las fuerzas de seguridad. Las divisiones internas en el ejército impidieron un golpe unificado.
Otra diferencia fue que los golpistas no tuvieron la aprobación del jefe del Estado, como sí ocurrió en 1923 con el rey Alfonso XIII.
Finalmente, las organizaciones obreras y campesinas no se mantuvieron pasivas, sino que se levantaron, lo que llevó a una revolución. Por estas razones, el golpe se retrasó y Mola buscó el apoyo de la "derecha subversiva".
El fracaso del golpe también selló el fracaso de la derecha política durante la Segunda República.
Galería de imágenes
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El exrey Alfonso XIII durante su exilio en Londres (1932). Fue puntualmente informado de las conspiraciones monárquicas a las que dio su apoyo (también económico). El exrey consideraba que la República estaba «inspirada y patrocinada por el comunismo, la masonería y el judaísmo».
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El general José Sanjurjo hacia 1930. Tras su destitución como director general de la Guardia Civil en febrero de 1932 se sumó a la conspiración monárquica. Encabezó el fracasado golpe de Estado del 10 de agosto de 1932 conocido como La Sanjurjada. Su condena a la pena de muerte fue conmutada por la de prisión y finalmente fue amnistiado por el gobierno de Alejandro Lerroux. Se exilió en Portugal y desde allí participó en la conspiración que dirigió el general Mola y cuyo relativo fracaso dio inicio a la guerra civil española. Iba encabezar el Directorio militar que se establecería tras el golpe, pero murió en accidente de aviación el 20 de julio, solo tres días después de haberse iniciado este.
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Constitución de la oficina electoral denominada Tradicionalistas y Renovación Española (TYRE), formada por Renovación Española (RE) y la Comunión Tradicionalista (CT). Sentado en el centro Antonio Goicoechea (RE), flanqueado por el conde de Rodezno (CT) y Víctor Pradera (CT). Detrás, entre otros, el conde de Vallellano (RE) y Ramiro de Maeztu (principal ideólogo del grupo Acción Española). A la izquierda de la fotografía, Pedro Sainz Rodríguez (RE).
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El líder fascista italiano Italo Balbo. Fue el principal contacto de los conspiradores monárquicos con quienes se entrevistó en Roma en varias ocasiones, prometiéndoles apoyo político y económico, además de armas. Fue quien concretó y rubricó el acuerdo del 31 de marzo de 1934 aprobado por Mussolini.
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El pretendiente carlista Alfonso Carlos de Borbón. Los carlistas conspiraron contra la República desde su proclamación. Para ello el pretendiente Alfonso Carlos de Borbón nombró jefe del Requeté al coronel tradicionalista José Enrique Varela, que lo reorganizó dotándolo de una estructura inspirada en la militar. Unos 500 requetés fueron entrenados en Italia en virtud del acuerdo del 31 de marzo de 1934.
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Benito Mussolini, Il Duce de la Italia fascista. Interesado en desestabilizar a la nueva República española, decidió apoyar la conspiración monárquica con cuyos representantes (alfonsinos y carlistas) se entrevistó en Roma el 31 de marzo de 1934. Los detalles del apoyo económico, político y logístico corrieron a cargo de Italo Balbo.
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El teniente coronel Juan Yagüe con camisa de falangista, partido al que pertenecía desde su fundación. Fue el principal instigador del conato de golpe de Estado de octubre-noviembre de 1934. En el golpe de Estado de julio de 1936 fue designado por el general Mola jefe de la sublevación en el Protectorado español de Marruecos.
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Logo de las Juventudes de Acción Popular (JAP). Las JAP fueron adoptando la retórica fascista y aclamaron al líder de la CEDA José María Gil Robles como su "Jefe". Tras las elecciones de febrero de 1936, muchos afiliados a las JAP pasaron a integrarse en las milicias del partido fascista Falange Española.
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José Antonio Primo de Rivera durante un mitin de Falange Española de las JONS (antes de 1936). Antes incluso de su constitución formal, Falange fue financiada por los monárquicos alfonsinos. Su violencia fue legitimada porque estaba «al servicio de la razón y de la justicia» y porque constituía «una obra patriótica de índole nacional».
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José María Gil Robles en un mitin de la CEDA en el Frontón Urumea de San Sebastián en 1935. En diciembre de ese año, cuando era ministro de la Guerra, encabezó el conato de golpe de Estado por el que pretendía acceder a la presidencia del gobierno y desde ese puesto llevar a cabo un giro autoritario de la República, que incluía la reforma de la Constitución de 1931. Contó con el apoyo de los generales a los que había nombrado para los puestos claves de la estructura militar, pero finalmente prevaleció la opinión del general Franco que consideró que el golpe de Estado tenía pocas opciones de éxito debido a la lealtad al presidente de la República de muchos mandos, entre los que se encontraban los generales Nicolás Molero y Gonzalo Queipo de Llano.
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José Calvo Sotelo en un mitin en San Sebastián (1935). Durante la campaña electoral de enero y febrero de 1936 hizo continuos llamamientos a la intervención del Ejército. Tras producirse la victoria en las elecciones del Frente Popular, fue uno de los principales instigadores del intento de golpe de Estado que se proponía impedir que el Frente Popular llegara la gobierno.
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Portada del diario La Voz del lunes 17 de febrero que anuncia la victoria del Frente Popular por mayoría absoluta. Aparecen las fotografías de los candidatos que han resultado elegidos en la lista de Madrid (de izquierda a derecha): Julián Besteiro, Manuel Azaña, Julio Álvarez del Vayo, Luis Araquistain, Francisco Largo Caballero y Luis Jiménez de Asúa. El diario destaca también en la primera página que el antiguo presidente del Gobierno Alejandro Lerroux no ha resultado elegido. Asimismo anuncia que el gobierno de Manuel Portela Valladares ha declarado el estado de alarma en toda España.
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Gobierno de Manuel Portela Valladares (en la cabecera de la mesa). A la izquierda vestido de uniforme el ministro de la Guerra, el general Nicolás Molero. Tanto Portela Valladares como el general Molero resistieron las presiones de los jefes militares encabezados por el general Franco y de los líderes de la derecha antirrepublicana José María Gil Robles y José Calvo Sotelo para que declararan el estado de guerra tras conocerse el triunfo del Frente Popular en las elecciones.
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El general Franco, jefe del Estado Mayor del Ejército desde mayo de 1935. Encabezó el grupo de generales que intentaron que el presidente del gobierno Manuel Portela Valladares declarara el estado de guerra para impedir el acceso al poder del Frente Popular. La oposición de los generales Sebastián Pozas, inspector general de la Guardia Civil, y Miguel Núñez de Prado, director general de Seguridad, fue decisiva para que el intento de golpe de Estado fracasara. El nuevo gobierno presidido por Manuel Azaña destinó al general Franco a Canarias, donde estuvo informado de la conspiración dirigida por el general Mola a la que no se sumaría hasta el último momento.
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El general Luis Orgaz. Participó en las conspiraciones (estuvo presente en la crucial reunión del 8 de marzo) y en los conatos e intentonas golpistas. Fue confinado en Canarias por orden del gobierno. Allí se haría cargo de la sublevación del archipiélago cuando el general Franco voló al Protectorado español de Marruecos para ponerse al frente del Ejército de África.
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El político republicano conservador Miguel Maura en 1936. Al parecer su propuesta de una "Dictadura Nacional Republicana" inspiró el plan político elaborado por el general Mola con la colaboración, según parece, de los generales Cabanellas y Queipo de Llano.
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El general Queipo de Llano (en segundo plano, vestido de militar), junto al presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora (en primer plano), el ministro de Obras Públicas Indalecio Prieto (detrás del presidente) y otras personalidades en San Sebastián en 1932. Queipo de Llano se sumó a la conspiración tras la destitución de su consuegro Alcalá Zamora de la presidencia de la República. Al parecer colaboró con el general Mola en la elaboración del documento "El Directorio y su obra inicial" que definía el plan político de la sublevación.
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El general Andrés Saliquet, quien tras los cambios introducidos a última hora, se haría cargo de la sublevación de la VII División Orgánica, con sede en Valladolid, de donde saldría una de las tres columnas que habían de converger sobre Madrid por el norte.
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El general Manuel Goded hacia 1930. Participó en todas las conspiraciones y en los conatos e intentos de golpe de Estado. En el conato de golpe de Estado del 20 de abril tendría que haber encabezado la sublevación de la III División Orgánica con sede en Valencia. En el golpe de Estado de julio de 1936 le fue encomendada la sublevación de la IV División Orgánica, pero cuando llegó a Barcelona en un hidroavión procedente de las islas Baleares, a donde lo había destinado el gobierno, la rebelión había fracasado. Fue detenido, condenado a muerte y ejecutado.
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José María Gil Robles en un mitin de la CEDA. Esta formación política con su líder al frente comenzó a cooperar con la conspiración a finales de mayo. A principios de julio Gil Robles entregó al general Mola medio millón de pesetas de los fondos electorales del partido y al mismo tiempo dio instrucciones a las organizaciones provinciales para que se pusieran al lado de los militares en cuanto estallase la rebelión alistándose en sus filas.
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El líder monárquico José Calvo Sotelo. Su asesinato en la madrugada del 13 de julio de 1936 causó una enorme conmoción, especialmente entre los sectores conservadores y entre los militares. Muchos de estos últimos que permanecían indecisos o indiferentes se sumaron a la sublevación tras conocer las circunstancias de su muerte. Los asesinos eran miembros de las fuerzas de seguridad y de las milicias socialistas y el gobierno del Frente Popular presidido por Santiago Casares Quiroga no actuó con la debida contundencia.
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Manuel Azaña, presidente de la República desde mayo de 1936. Su actuación, junto con la del presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga, ha sido objeto de un intenso debate historiográfico. Buena parte de los historiadores los han acusado como mínimo de pasividad ante la conspiración. Otros en cambio, los han defendido alegando que no actuaron con más contundencia porque no contaron con pruebas suficientes para poder llevar a juicio a los militares implicados.
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General Miguel Cabanellas, el único general al mando de una División Orgánica (la V) que se había comprometido con la sublevación.
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Monumento en honor del general Mola y sus cuatro acompañantes en el avión que se estrelló el 3 de junio de 1937 en Alcocero, provincia de Burgos. Con la muerte de Mola ya no quedó ningún general que pudiera haber cuestionado la jefatura del Generalísimo Franco. Según Roberto Muñoz Bolaños, la muerte del general Mola «significó el fin definitivo del proyecto político sobre el que se había sustentado la rebelión».