Decena Trágica para niños
Datos para niños Decena Trágica |
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Revolución mexicana Parte de Revolución Mexicana |
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Soldados sublevados en acción durante la Decena Trágica
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Fecha | 9 de febrero de 1913-23 de febrero de 1913 (14 días) |
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Lugar | Ciudad de México | |||
Resultado | Victoria Rebelde Traición de Victoriano Huerta Asesinato de: Francisco I. Madero y José María Pino Suárez |
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La Decena Trágica fue un movimiento militar que ocurrió en México del 9 al 19 de febrero de 1913. Su objetivo principal fue quitar del poder a Francisco I. Madero, quien era el presidente en ese momento. Este evento se inició en la Ciudad de México.
Un grupo de militares, liderado por el general Manuel Mondragón, se levantó en armas. Liberaron a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, que estaban presos. Luego, atacaron algunas oficinas del gobierno y declararon un estado de sitio, lo que significa que las autoridades militares tomaron el control.
El general Lauro Villar defendió el Palacio Nacional, pero resultó herido. Madero nombró entonces a Victoriano Huerta en su lugar. Con el paso de los días, se pidió la renuncia de Madero y de José María Pino Suárez, su vicepresidente, pero ellos se negaron.
El 17 de febrero, Gustavo A. Madero, hermano del presidente, descubrió que Huerta estaba haciendo acuerdos con los opositores. Lo llevó ante el presidente, pero Madero no le creyó y lo dejó libre. Poco después, Huerta firmó un acuerdo llamado el Pacto de la Embajada en la embajada de Estados Unidos en México. Contó con el apoyo del embajador Henry Lane Wilson. Con este pacto, Huerta traicionó a Madero, quitándolo a él y al vicepresidente de sus cargos. Ese mismo día, Madero y Pino Suárez fueron arrestados y obligados a renunciar al día siguiente.
El 19 de febrero, Victoriano Huerta fue nombrado presidente de manera irregular, por lo que se le conoció como "el usurpador". La revuelta terminó el 22 de febrero con la muerte de Madero y Pino Suárez. Este fue el primer movimiento militar exitoso del siglo XX en México.
Contenido
- ¿Qué pasó antes de la Decena Trágica?
- El inicio del conflicto
- 9 de febrero: El levantamiento militar
- 10 de febrero: Refuerzos y planes
- 11 de febrero: El ataque fallido
- 12 de febrero: Ataques a la cárcel
- 13 de febrero: La lucha se extiende
- 14 de febrero: Más tropas y rumores
- 15 de febrero: Presiones políticas
- 16 de febrero: Una tregua rota
- 17 de febrero: La traición de Huerta
- 18 de febrero: El arresto de Madero
- El trágico final
- ¿Qué pasó después?
- ¿Qué consecuencias tuvo la Decena Trágica?
- Para saber más
- Galería de imágenes
- Véase también
¿Qué pasó antes de la Decena Trágica?
Cuando Francisco I. Madero llegó a la presidencia de México, mantuvo algunas conexiones con personas que habían apoyado al gobierno anterior de Porfirio Díaz. Madero quería mantener la economía estable y proteger las inversiones extranjeras. Por eso, no hizo grandes cambios en el gobierno ni en el ejército. Esto hizo que muchos de los revolucionarios que lo habían apoyado se sintieran decepcionados, pues creían que no estaba ayudando a la gente más necesitada.
Los dueños de grandes propiedades tampoco estaban contentos, ya que esperaban que Madero tomara medidas más fuertes contra la revolución campesina de Emiliano Zapata. Además, la prensa criticaba mucho a Madero, lo que debilitó su poder político.
Cuando algunos revolucionarios lo dejaron, Madero pidió ayuda al general Victoriano Huerta para luchar contra Pascual Orozco y Emiliano Zapata, quienes se habían levantado en armas. Mientras tanto, algunos militares importantes buscaban una oportunidad para derrocar a Madero. Entre ellos estaban los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, quienes tenían el apoyo de los seguidores de Porfirio Díaz que estaban fuera del país.
Bernardo Reyes intentó organizar un levantamiento desde San Antonio, Texas, pero no tuvo éxito. Se entregó en Linares, Nuevo León, y fue llevado a la cárcel militar. Félix Díaz lideró otro levantamiento en Veracruz, pero fue rápidamente detenido y encarcelado en la Penitenciaría de Lecumberri. Madero decidió no aplicarles un castigo severo.
En octubre de 1912, los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, junto con el empresario Cecilio Ocón, se reunieron en La Habana, Cuba, para planear el derrocamiento de Madero. Visitaron a Reyes y Díaz en la cárcel, y ellos aceptaron unirse al plan. Reyes propuso invitar a Huerta, pero este se negó en ese momento.
Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos no estaba de acuerdo con las políticas de Madero. Las huelgas y las peticiones de los trabajadores afectaban a sus empresas. Esto llevó a una campaña de desprestigio contra el gobierno mexicano en la prensa estadounidense. El embajador Henry Lane Wilson, quien no estaba contento con Madero, contribuyó a aumentar la presión, difundiendo noticias alarmantes y sugiriendo al presidente de su país, William Howard Taft, que era necesario intervenir o derrocar a Madero.
El inicio del conflicto
9 de febrero: El levantamiento militar
El levantamiento comenzó en la madrugada del domingo 9 de febrero de 1913 en la Ciudad de México. Los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz movilizaron a cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y a soldados del cuartel de Tacubaya. Sus objetivos eran el Palacio Nacional, para capturar al secretario de Guerra Ángel García Peña; la prisión de Santiago Tlatelolco, para liberar al general Bernardo Reyes; y la prisión de Lecumberri, para liberar al general Félix Díaz.
Un grupo de cadetes logró tomar el control del Palacio Nacional y capturó a García Peña, a Gustavo A. Madero (quien ya había avisado al presidente sobre la conspiración) y al intendente Adolfo Bassó. Sin embargo, gracias a la rápida acción del general Lauro Villar, leal a Madero, el Palacio fue recuperado y los prisioneros liberados.
Mientras tanto, Bernardo Reyes y Félix Díaz fueron liberados. Los rebeldes se dirigieron al Palacio Nacional. Un pequeño grupo de avanzada, liderado por Gregorio Ruiz, intentó que se rindieran, pero fue capturado. Parte de sus tropas se unieron a los leales. El coronel Morelos y el vicealmirante Ángel Ortiz Monasterio también se unieron a la defensa.
La mayor parte de los rebeldes, encabezados por Bernardo Reyes, llegaron al Zócalo. Allí los esperaba una línea de soldados. El general Lauro Villar, a cargo de la defensa, le pidió a Reyes tres veces que dejara las armas. Reyes intentó convencerlo de unirse a ellos. Ante la negativa de Villar, Reyes intentó atacarlo, lo que provocó muchos disparos. Reyes fue uno de los primeros en morir, y Lauro Villar resultó herido en el hombro. Hubo muchas bajas, la mayoría civiles.
Después de este primer intento fallido, las fuerzas rebeldes se dispersaron. A pesar de ser más numerosos, Díaz y Mondragón decidieron refugiarse en La Ciudadela. Este edificio, que era un almacén de armas, fue tomado por traición. Así, los rebeldes tuvieron acceso a muchos cañones, rifles y municiones.
Madero, que estaba en el Castillo de Chapultepec, fue informado por teléfono de lo sucedido. El presidente se dirigió al Palacio Nacional, escoltado por cadetes del Colegio Militar y policías. Este recorrido se conoce como la "Marcha de la Lealtad".
La marcha fue lenta. Tuvieron que detenerse porque un francotirador rebelde disparó. Durante esta pausa, el hermano del presidente, Gustavo, le informó del fracaso del segundo intento. También llegó el general Victoriano Huerta. A petición del ministro de Guerra, Huerta fue nombrado comandante militar en lugar del general Villar, que estaba herido. Esto se consideraría un error más tarde. Al llegar al Palacio, el presidente organizó la defensa y pidió refuerzos. Se envió un grupo de guardias presidenciales a La Ciudadela para pedir la rendición de los rebeldes, pero fue inútil. Los guardias fueron capturados o se dispersaron. A las 3:00 p.m., Madero decidió ir a Cuernavaca para pedir ayuda al general Felipe Ángeles, un militar de su confianza. En la capital, Huerta ordenó la muerte del general Gregorio Ruiz, posiblemente para silenciarlo, ya que Ruiz conocía las conversaciones previas de Huerta con los rebeldes. La Ciudadela se mantuvo en calma, y los rebeldes ganaron la simpatía de la clase alta.
10 de febrero: Refuerzos y planes
En la mañana del 10 de febrero, Madero y Ángeles llegaron a la capital. El ministro de Guerra, Ángel García Peña, los recibió. A pesar de que el presidente quería nombrar a Ángeles como jefe, el ministro mantuvo a Huerta en el mando. El número de soldados leales aumentó con la llegada de tropas de Cuernavaca, Celaya, Teotihuacán y Querétaro, sumando un total de seis mil hombres.
Se realizó un consejo militar presidido por Huerta para planear un ataque frontal a La Ciudadela. El plan era que cuatro columnas de soldados, dirigidas por Ángeles y otros, atacaran, apoyadas por artillería. Mientras las fuerzas leales se preparaban, los rebeldes tuvieron tiempo para reorganizarse y tomar posiciones alrededor de La Ciudadela.
11 de febrero: El ataque fallido
A las 10:30 a.m. del 11 de febrero, comenzaron los combates. Huerta ordenó el ataque de artillería, pero solo le dio a Ángeles proyectiles que no dañaban La Ciudadela, y no le dio instrucciones claras a otro general. Las cuatro columnas de soldados leales avanzaron directamente hacia los rebeldes, convirtiéndose en blancos fáciles. Las calles se llenaron de cuerpos de hombres y caballos. Ese día hubo más de quinientos muertos y heridos. El Reloj Chino en la glorieta de Bucareli, un regalo por el centenario de la Independencia, fue destruido.
Durante el día, Huerta se reunió en secreto con Díaz. Acordaron simular que los rebeldes estaban cercados y planear el derrocamiento de Madero, tratando de causar el menor número de bajas entre sus propios seguidores. Se permitió el paso de alimentos y suministros a los rebeldes. Cuando Madero se enteró del fracaso y de que se habían permitido los suministros, le reclamó a Huerta. Huerta lo negó al principio, pero luego dijo que era una estrategia para concentrar a los rebeldes y eliminarlos. A pesar de las sospechas, Madero decidió mantener a Huerta en el mando. Los disparos disminuyeron por la noche.
12 de febrero: Ataques a la cárcel
El fuego de artillería comenzó a las 6:00 a.m. Los rebeldes dispararon contra la cárcel de Belén, causando un motín y un intento de fuga masiva. Varios de los que escaparon se unieron a los rebeldes. La táctica de los rebeldes era disparar muchas granadas para llamar la atención y posiblemente provocar una intervención de Estados Unidos. Huerta dirigía a las tropas leales a Madero a zonas peligrosas, mientras protegía a sus propios hombres. Estos enfrentamientos causaron muchas víctimas civiles. Así, se intentó demostrar que el gobierno de Madero no podía detener la sublevación.
13 de febrero: La lucha se extiende
Los cañonazos continuaron. Un disparo destruyó una puerta del Palacio Nacional, mostrando que los rebeldes podían alcanzarlo. La lucha se extendió por varias calles. Cayeron granadas que dañaron edificios importantes. Los rebeldes tomaron la torre de la iglesia del Campo Florido, convirtiéndola en un punto clave de los combates. El gobierno recibió más municiones de Veracruz.
El embajador estadounidense Henry Lane Wilson, quien no quería a Madero, envió informes alarmantes y exagerados al presidente de su país, William Howard Taft, para promover una intervención. A través de una visita a la embajada, se organizó una reunión entre el embajador, Félix Díaz y Victoriano Huerta para planear cómo eliminar a Madero.
14 de febrero: Más tropas y rumores
El 14 de febrero llegaron a la capital tropas de Oaxaca. El general Aureliano Blanquet, que estaba en Toluca, llegó a las afueras de la Ciudad de México y se quedó allí por órdenes de Huerta. Las nuevas tropas entraron en acción, pero con malos resultados. Dos compañías de soldados se unieron a los rebeldes. Los ataques de Huerta volvieron a fallar. Huerta mintió de nuevo a Madero, diciendo que le faltaban armas y hombres.
Aunque los rebeldes estaban rodeados, lo que significaba que su levantamiento había fracasado, el objetivo era crear incertidumbre en la población y miedo a una posible intervención de Estados Unidos. Esto serviría para justificar un golpe de Estado y supuestamente traer la paz, que el gobierno de Madero no parecía lograr.
Madero, al enterarse de los rumores de una posible intervención estadounidense, envió un telegrama al presidente William H. Taft. Le pidió que evitara esta acción para no empeorar la situación y prometió proteger a los ciudadanos estadounidenses en México.
15 de febrero: Presiones políticas
El embajador Wilson, que apoyaba a los rebeldes, sabía de los planes y se lo comunicó al gobierno de Estados Unidos. Para desacreditar al gobierno mexicano y a los embajadores latinoamericanos que apoyaban a Madero, intentó inquietar a otros diplomáticos europeos. Con su apoyo, pidió al gobierno que la policía, en lugar de los soldados, controlara el orden en la capital. Esta medida era conveniente para los golpistas, ya que la policía de esa época apoyaba al antiguo régimen.
El ministro de Relaciones, Pedro Lascuráin, y un grupo de senadores de la oposición se reunieron para pedir la renuncia de Madero. El presidente se mantuvo firme ante las presiones. Aunque la casa de la familia Madero estaba lejos de los combates, fue incendiada. Más tarde, Huerta designó al general Aureliano Blanquet para proteger el Palacio Nacional.

16 de febrero: Una tregua rota

A las 2:00 a.m. del 16 de febrero, se acordó una tregua de 24 horas. La gente salió a las calles para comprar alimentos, y algunas familias abandonaron sus casas en zonas peligrosas. Sin embargo, durante la mañana, algunos vehículos violaron la tregua al entrar en La Ciudadela para entregar provisiones a los rebeldes. Además, los rebeldes avanzaron para instalar sus ametralladoras. A las 2:00 p.m., los combates se reanudaron. La torre de la 6.ª demarcación de policía fue destruida por el bombardeo. El escritor y periodista John Kenneth Turner fue arrestado por los rebeldes cuando intentaba tomar fotografías de las zonas destruidas.
Cuando Madero reclamó a Huerta por la ineficacia de los ataques y la violación de la tregua, el general argumentó que todo era parte de su estrategia para concentrar a los rebeldes y eliminarlos. El coronel Rubén Morales, asistente de Madero, planeó un ataque nocturno, pero Huerta lo impidió. El secretario particular de Madero, Juan Sánchez Azcona, sorprendió a Huerta reuniéndose con simpatizantes de los golpistas. A pesar de las advertencias sobre la deslealtad de Huerta, Madero siguió confiando en él.
17 de febrero: La traición de Huerta
Por la mañana, el presidente Taft envió un mensaje a Madero, diciendo que sus informes eran incorrectos y que las fuerzas navales estadounidenses estaban solo en posición de precaución. Las presiones políticas de los senadores de oposición, los diplomáticos y Lascuráin continuaron. Incluso propusieron a Huerta como gobernador general de México. Madero se reunió con Huerta para preguntarle sobre esto, y Huerta confirmó que era cierto, pero dijo que no estaba interesado en aceptar.
Poco después, Gustavo Adolfo Madero (hermano del presidente) y Jesús Urueta descubrieron que Huerta, en lugar de luchar contra los rebeldes, estaba en tratos con Félix Díaz y sus tropas. Gustavo detuvo a Huerta con una pistola y lo llevó ante Madero. Frente al presidente, Huerta negó ser parte de la conspiración y prometió capturar a los rebeldes en 24 horas. A pesar de que Huerta había tenido relaciones con Díaz y Reyes en el pasado y de los rumores de que intentaría derrocar al gobierno, Madero lo liberó y le dio las 24 horas para demostrar su lealtad.
Huerta le dijo a Madero: «Prometo a usted, señor presidente, que mañana todo habrá terminado..». El presidente le creyó y los animó a reunirse al día siguiente para resolver sus diferencias.
Henry Lane Wilson visitó La Ciudadela para seguir mediando entre Huerta y Díaz. Por la noche, Alfredo Robles Domínguez, un antiguo partidario de Madero, visitó el Palacio Nacional para informar sobre la conspiración de Huerta con Félix Díaz. Madero no creyó el informe.
18 de febrero: El arresto de Madero
Este día se concretó el golpe de Estado. El presidente y el vicepresidente fueron arrestados en el Palacio Nacional. Gustavo A. Madero fue capturado en un restaurante. Además, se negoció un pacto con los golpistas con la intervención de Henry Lane Wilson en la embajada de Estados Unidos.
En el Palacio Nacional, el general Aureliano Blanquet dio la orden de arrestar a Madero. Un grupo de soldados irrumpió en una reunión del presidente. Hubo disparos y forcejeos. Marcos Hernández murió al proteger al presidente. El capitán Gustavo Garmendia disparó, matando a dos coroneles. El presidente y su comitiva bajaron las escaleras, y el general Aureliano Blanquet lo hizo prisionero personalmente. A pesar de que Madero lo llamó traidor, él y Pino Suárez fueron detenidos.
En el restaurante Gambrinus, Gustavo A. Madero fue capturado por guardabosques mientras almorzaba con el general Huerta. Una vez que Huerta confirmó el éxito de los arrestos en el Palacio, llamó al general Felipe Ángeles para darle órdenes. Huerta le ofreció a Ángeles dirigir el Colegio Militar o acompañar a Madero al exilio en Cuba. Ángeles eligió la segunda opción, pero fue hecho prisionero por Blanquet.
Mientras tanto, Enrique Cepeda informó al embajador Henry Lane Wilson lo sucedido. El embajador ya había notificado al presidente Taft y al Departamento de Estado de Estados Unidos que Madero y Pino Suárez habían sido capturados, incluso antes de que ocurriera. En La Ciudadela, la noticia de los arrestos fue recibida con alegría. Los seguidores de Díaz recorrieron las calles celebrando. Un grupo de ellos incendió las instalaciones del periódico maderista Nueva Era.
A las 9:30 p.m., Henry Lane Wilson convocó a algunos diplomáticos y recibió en la embajada de Estados Unidos a los golpistas. Llegaron Victoriano Huerta y Félix Díaz con sus acompañantes. Se redactó el Pacto de la Embajada, conocido oficialmente como Pacto de La Ciudadela. Este pacto desconocía al gobierno de Madero y Pino Suárez y establecía un gobierno provisional bajo el mando de Victoriano Huerta. Félix Díaz decidió no formar parte del gobierno para prepararse para futuras elecciones. A partir de ese momento, los combates terminaron. Se firmó un documento que garantizaba las libertades y el orden para todos. Poco después, Aureliano Blanquet fue ascendido a general de división. La familia de Madero, incluyendo a su esposa Sara Pérez Romero, pidió asilo en la embajada japonesa.
El trágico final
19 de febrero: Muertes y renuncias
Las celebraciones en La Ciudadela continuaron hasta el amanecer del día 19. Los soldados exigieron a Félix Díaz la entrega de los hermanos Madero. Huerta se opuso, ya que necesitaba la renuncia oficial del presidente para dar legalidad a su toma de poder. A cambio, les entregó a Gustavo A. Madero y a Adolfo Bassó. Los prisioneros fueron llevados ante Mondragón, quien ordenó su muerte. Alrededor de las 2:00 a.m., Gustavo A. Madero fue atacado y perdió la vida. Su cuerpo recibió múltiples impactos. Adolfo Bassó fue ejecutado por un pelotón. Antes del amanecer, en el mismo lugar, también murió el periodista Manuel Oviedo.
Al mediodía, los embajadores de Cuba y España recibieron instrucciones de no reconocer al nuevo gobierno. El embajador Manuel Márquez Sterling de Cuba, preocupado por la vida de Madero y Pino Suárez, les ofreció asilo político en La Habana. Su gobierno había preparado un barco en Veracruz para llevarlos. Huerta aseguró que respetaría sus vidas si firmaban sus renuncias y aceptaban la oferta cubana. Pedro Lascuráin pidió a Huerta garantías de que cumpliría su palabra, y Huerta juró por una imagen de la Virgen de Guadalupe que lo haría. Poco después, una comisión de diputados pidió a Francisco Madero y Pino Suárez sus renuncias bajo las mismas condiciones. Con estas garantías, firmaron sus renuncias:
Ciudadanos Secretarios de la Honorable Cámara de Diputados:
En vista de los acontecimientos que se han desarrollado de ayer acá, en la Nación, y para mayor tranquilidad de ella, hacemos formal renuncia de nuestros cargos de Presidente y Vicepresidente, respectivamente, para los que fuimos elegidos. Protestamos lo necesario.México, 19 de febrero de 1913. Francisco I. Madero, José María Pino Suárez.
Pedro Lascuráin presentó las renuncias al Congreso. Para tener suficientes votos, se necesitó la presencia de varios diputados suplentes. La renuncia de Pino Suárez fue aprobada con 119 votos a favor, y la de Madero con 123 votos. De acuerdo con la Constitución, Pedro Lascuráin asumió la presidencia interina de la República. Su única acción fue nombrar a Victoriano Huerta como secretario de Gobernación. Después de esto, Lascuráin renunció a su cargo. Su mandato duró solo 45 minutos, siendo el más corto en la historia de México. De esta forma, se intentó dar una apariencia de legalidad al golpe de Estado.
20 de febrero: La espera y las advertencias
Desde su arresto, Madero y Pino Suárez permanecieron en el Palacio Nacional, esperando un tren que los llevaría al puerto de Veracruz, desde donde viajarían a Cuba para exiliarse. El embajador cubano, Manuel Márquez Sterling, incluso se quedó a dormir con ellos.
La esposa de Madero, Sarita, estaba protegida en la embajada japonesa. Por la tarde del jueves 20, se reunió con el embajador estadounidense para pedir por la vida de su esposo. El embajador le dijo que él ya le había advertido a Madero lo que pasaría y que ahora pagaba las consecuencias. Al final, le dijo a Sara que "no se preocupara, que no le pasaría nada a Madero". Ese mismo día, cuando un diputado le pidió al embajador que intercediera por la vida del expresidente, este se negó, diciendo que Madero "se levantaría en armas nuevamente, causando más problemas al país".
21 de febrero: Últimas horas
Las gestiones de sus familiares, amigos y de los ministros de Cuba, Chile y Japón ante Wilson no sirvieron de nada. El embajador les respondió que, como diplomático, no podía interferir en los asuntos internos de México. El gabinete de Huerta se reunió para decidir el destino de Madero y Pino Suárez, pero no llegaron a una conclusión. Consideraron peligroso enviarlos a Veracruz, ya que las tropas y la marina de ese estado no reconocerían a Huerta hasta que el Senado lo hiciera. Después, Huerta ofreció una recepción para los diplomáticos, donde Henry Lane Wilson dio un discurso lleno de elogios.
El embajador de Cuba había visitado a los prisioneros. Ante el temor de Pino Suárez de ser asesinado, pasó la noche con ellos. Madero tenía mejor ánimo y animó a los presentes. Pino Suárez pensaba que, al no serles útiles a Huerta, serían asesinados. Escribió una carta a su amigo Serapio Rendón pidiéndole que cuidara a sus hijos y consolara a su esposa. Por la noche, Madero recibió la visita de su madre, Mercedes González Treviño, quien le informó lo que había pasado con Gustavo. La noticia lo afectó profundamente, y pasó la noche lamentando su muerte.
22 de febrero: El desenlace
Félix Díaz, Manuel Mondragón, Rodolfo Reyes, Alberto García Granados, Aureliano Blanquet y Victoriano Huerta coordinaron las acciones para eliminar a Madero y Pino Suárez. Lane Wilson estaba al tanto de estos planes. Alrededor de las 6:00 p.m., el mayor de rurales, Francisco Cárdenas, fue llamado a la Presidencia. Se reunió con el general Blanquet, quien le dijo que el país lo necesitaba para un gran servicio. Luego, fue presentado al ministro de Guerra, Manuel Mondragón, quien le explicó que la misión era causar la muerte de Madero y Pino Suárez, simulando un asalto. Cárdenas aceptó, pero pidió la confirmación de Huerta. Este le dijo que la decisión había sido acordada por el consejo de ministros por el bien del país. Cuando Cárdenas preguntó por la vida del general Felipe Ángeles, Huerta accedió a respetarla. Aureliano Blanquet le ordenó a un cabo que ayudara a Cárdenas en la misión. Una vez iniciada la operación, Huerta se dirigió a la embajada estadounidense, donde se celebraba una recepción por el cumpleaños de George Washington.
Según Márquez Sterling, a las 10:00 p.m. de esa noche, Madero, Pino Suárez y Ángeles ya se habían acostado. Veinte minutos después, los despertaron con la noticia de que serían trasladados. Madero preguntó por qué no se les había informado antes para vestirse. El coronel Joaquín Chicarro, encargado de su custodia, les dijo que serían llevados a la Penitenciaría de Lecumberri. El general Ángeles preguntó si él también sería trasladado, a lo que Cárdenas respondió: "No, general, usted se queda aquí. Es la orden que tenemos". El expresidente y el exvicepresidente fueron llevados al patio del Palacio, donde dos vehículos los esperaban.
Al llegar a Lecumberri, los automóviles pasaron de largo la entrada principal y se desviaron hacia una parte más alejada de la penitenciaría. Francisco Cárdenas, el encargado de la muerte de Madero, le ordenó bajar y, ante su negativa, le disparó en la cabeza, causándole la muerte en el asiento del coche. Por su parte, Pino Suárez intentó escapar, pero fue herido y luego recibió más disparos en el suelo. Después, los militares, para simular un asalto, dispararon contra los vehículos y limpiaron las manchas de sangre. Los choferes, que fueron testigos, fueron obligados a guardar silencio. Poco después de la medianoche, Cárdenas informó a Victoriano Huerta en el Palacio. Huerta estaba en una conferencia de prensa, diciendo que una multitud había atacado a la escolta que llevaba a Madero y Pino Suárez a la penitenciaría. Huerta, Mondragón y De la Barra informaron a la prensa que se investigaría lo sucedido. Después de esta declaración, Mondragón pagó a los responsables.
¿Qué pasó después?
23 de febrero: Reacciones y acusaciones
El diputado Luis Manuel Rojas, convencido de la participación del embajador estadounidense en el golpe de Estado, leyó un discurso ante la Cámara, al estilo de Émile Zola:
Yo acuso a míster Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos en México, ante el honorable criterio del gran pueblo americano, como responsable moral de la muerte de los señores Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, que fueron elegidos por el pueblo, presidente y vicepresidente de la República mexicana, en 1911 [...]
Yo acuso al embajador Wilson de haber mostrado parcialidad en favor de la reacción, desde la primera vez que don Félix Díaz se levantó en armas en Veracruz [...]
Yo acuso al embajador Wilson de que ni por un natural sentimiento de humanidad se le ocurrió en el último extremo, amparar a los prisioneros bajo la bandera americana, a pretexto de que no quería cargar con la responsabilidad de lo que después hicieran los señores Madero y Pino Suárez [...]
Yo acuso al embajador Wilson de que por un resentimiento personal hacia el presidente Madero, de que dio pruebas claras en algunas ocasiones, no ha hecho uso de su gran poder moral ante los hombres del nuevo orden de cosas, en ayuda de los prisioneros [...]
Yo acuso al embajador Wilson de haberse inmiscuido personalmente en la política de México, habiendo contribuido de manera poderosa a la caída de los gobiernos del presidente Díaz y del presidente Madero. Al contestar una comunicación del general Huerta, le aconsejó que se hiciera autorizar por el Congreso de la Unión para legalizar el nuevo orden de cosas [...]Luis Manuel Rojas, 23 de febrero de 1913.
El discurso de Rojas fue publicado. Victoriano Huerta defendió rápidamente a Lane Wilson, diciendo que las muertes de Madero y Pino Suárez se debieron a la imprudencia de sus seguidores. El secretario de Gobernación, Alberto García Granados, aseguró que Rojas sería investigado por sus acusaciones. En marzo, el nuevo presidente estadounidense, Woodrow Wilson, destituyó a Henry Lane Wilson de su cargo. El exembajador se retiró a Nuevo México y no logró que el gobierno de Estados Unidos reconociera al gobierno de Huerta.
27 de febrero: La respuesta de Zapata
Pascual Orozco reconoció al gobierno de Huerta y unió sus fuerzas a él. Intentó convencer a Emiliano Zapata de hacer lo mismo, ofreciéndole el puesto de gobernador. Zapata se negó rotundamente, calificó las acciones del nuevo gobierno como "lúgubres" y afirmó que él no había hecho una revolución para "asaltar puestos públicos". Consideró a Orozco un traidor y, en respuesta, ordenó la muerte de su padre. El 30 de mayo, Zapata modificó el Plan de Ayala.
26 de marzo: El Plan de Guadalupe
El gobernador del estado de Coahuila, Venustiano Carranza, proclamó el Plan de Guadalupe. Con este plan, no reconoció al gobierno de Victoriano Huerta. Carranza se nombró a sí mismo primer jefe del Ejército Constitucionalista. Este movimiento armado para derrocar a Huerta se extendió rápidamente por los estados de Sonora, Chihuahua, Durango y Coahuila. Se unieron a este movimiento Pablo González, Álvaro Obregón y Francisco Villa. El gobierno de Huerta terminaría el 13 de agosto de 1914 con la firma de los Tratados de Teoloyucan. Sin embargo, la Revolución mexicana continuó.
El 25 de agosto de 1913, nueve diputados publicaron un manifiesto en el campo revolucionario de Carranza:
El movimiento militar de La Ciudadela no fue una revolución, sino un levantamiento militar, aseguran, y nunca en la historia del mundo, los levantamientos militares han llevado en sus bayonetas la voz de todo un pueblo. Los señores secretarios de Estado que opinaron por la renuncia no actuaron patrióticamente [...] Los señores diplomáticos que se permitieron sugerir al presidente constitucional de la República mexicana que debía renunciar a su cargo, cometieron un acto de atrevimiento, lleno de ignorancia y falta de respeto. Ninguna ley de Derecho Internacional Público, ninguna práctica diplomática, autorizan a un ministro extranjero a inmiscuirse en los asuntos políticos internos del país donde están acreditados [...] Y principalmente algunos de los señores senadores del Congreso de la Unión, sin ningún apoyo constitucional y solamente guiados por el miedo y la conveniencia personal, aconsejaron la traición y apoyaron políticamente el ataque de Huerta-Díaz [...] Estos antecedentes, acentúan los redactores del manifiesto, fueron la causa principal de los crímenes que Huerta tenía planeados y decididos desde que fue nombrado, por el propio señor Madero, jefe de la División del Norte.Isidro Fabela, Francisco Escalera, Alfredo Álvarez, Eduardo Hay, Carlos M. Ezquerro, Roque González Garza, Luis G. Unda, Manuel Pérez Romero, Serapio Aguirre.
Las investigaciones oficiales ordenadas por Huerta y Mondragón se dieron a conocer el 13 de septiembre. El Tribunal Militar dictaminó que las muertes habían sido responsabilidad de tres personas desconocidas, que a su vez habían fallecido al intentar liberar a Madero y Pino Suárez.
¿Qué consecuencias tuvo la Decena Trágica?
El resultado político de la Decena Trágica fue que el general Victoriano Huerta asumió la presidencia de México. Desde ese puesto, volvió a implementar un sistema de gobierno similar al de Porfirio Díaz, pero sin Díaz al mando. También significó el fracaso de los avances democráticos que se habían iniciado durante la campaña presidencial de Madero.
Para saber más
- Presidente de México
- Revolución mexicana
- Pacto de La Ciudadela
- Asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez
- Anexo:México en 1913
Galería de imágenes
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Francisco I. Madero durante la Marcha de la Lealtad.
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Manuel Mondragón y Félix Díaz planeando el ataque al Palacio Nacional desde La Ciudadela.
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Personas en La Ciudadela durante la Decena Trágica.
Véase también
En inglés: Ten Tragic Days Facts for Kids