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Guerra de sucesión española en Cataluña para niños

Enciclopedia para niños

La Guerra de Sucesión Española en Cataluña fue un conflicto importante que ocurrió en el Principado de Cataluña durante la Guerra de Sucesión Española. En esta guerra, Cataluña, al igual que otros territorios de la Corona de Aragón, apoyó al Archiduque Carlos. Él fue reconocido en Barcelona en 1705 como rey de España con el título de Carlos III y estableció allí su corte.

La lealtad de Cataluña a la causa del Archiduque Carlos la convirtió en el último lugar de resistencia —junto con el reino de Mallorca— contra el avance de Felipe V. Esto ocurrió incluso después de que se firmaran los tratados de Utrecht-Rastatt (1713-1714), que pusieron fin a la guerra en Europa. Después de que Barcelona se rindiera el 12 de septiembre de 1714, el rey Felipe V promulgó el Decreto de Nueva Planta, que marcó el inicio de una nueva etapa en la historia de Cataluña.

Felipe V en Cataluña: Las Cortes de Barcelona (1701-1702) y el inicio de la guerra

Cuando el rey Carlos II falleció, nombró como su sucesor a Felipe de Borbón, duque de Anjou y nieto del rey de Francia Luis XIV. En enero de 1701, antes de llegar a Madrid para ser rey, Felipe anunció que se celebrarían las Cortes en Cataluña. Esto iría acompañado de un juramento para respetar las Constituciones catalanas, que eran las leyes propias de Cataluña. Parece que su abuelo, Luis XIV, le aconsejó hacerlo para mostrar a los catalanes que no tenía intención de eliminar sus leyes y derechos.

Al llegar a Barcelona, Felipe juró las Constituciones catalanas el 4 de octubre de 1701. Pocos días después, comenzaron las sesiones de las Cortes catalanas. Durante estas reuniones, los representantes catalanes defendieron la idea de que las leyes se hacían con el acuerdo entre el rey y las Cortes. Afirmaron que "en Cataluña quien hace las leyes es el rey con la corte" y que las Cortes creaban "justísimas leyes" que protegían tanto al rey como a sus súbditos.

Archivo:Felip-IV-arago-V-castella
Constituciones, Capítulos de corte y Actos de corte aprobados por las Cortes catalanas de 1701-1702.

Las Cortes terminaron a principios de enero de 1702. Se aprobó una ayuda económica para el rey de un millón y medio de libras. El rey hizo importantes concesiones, como la creación del Tribunal de Contrafacciones, que protegía las leyes catalanas. También permitió que dos barcos al año fueran a América sin pasar por el monopolio de Castilla, y que se exportara libremente vino y otros productos a los puertos españoles. Además, se establecieron impuestos para proteger los productos catalanes frente a los extranjeros.

Aunque el rey no cedió en dos temas importantes (el alojamiento de tropas y el control de la elección de miembros de la Diputación del General de Cataluña y del Consejo de Ciento), las Constituciones y acuerdos aprobados fueron muy favorables para Cataluña. Un partidario del Archiduque Carlos, Feliu de la Peña, reconoció que eran "las más favorables que había conseguido la Provincia".

No hubo muchos problemas para fijar la cantidad de dinero, pero sí para decidir cómo se recaudaría. Finalmente, se establecieron varias formas, como un impuesto sobre el tabaco y un impuesto sobre la riqueza. Sin embargo, el rey tuvo que pagar una cantidad importante por "greuges" (quejas o agravios). Lo más importante para el rey no era solo el dinero, sino el acuerdo político y haber logrado terminar las Cortes.

Mientras se celebraban las Cortes, comenzó la Guerra de Sucesión Española. Después de que las Cortes terminaran, Felipe V (IV de Aragón) partió de Barcelona el 8 de abril de 1702 hacia el reino de Nápoles.

El triunfo del apoyo al Archiduque Carlos en Cataluña (1702-1705)

El nacimiento del "partido austracista"

Después de que Felipe V se marchara, surgieron los primeros problemas entre las instituciones catalanas y los oficiales del rey. Uno de los más importantes ocurrió en octubre de 1702. Se ordenó expulsar a un comerciante holandés, Arnold de Jager, aunque vivía en Barcelona desde 1661. Holanda era parte de la Gran Alianza contra Felipe V. La Conferencia de los Tres Comunes (una reunión de las principales instituciones catalanas) pidió que se reuniera el recién creado Tribunal de Contrafacciones, porque consideraban que la orden violaba las Constituciones de Cataluña. Finalmente, el rey, desde Italia, canceló la expulsión.

Este conflicto coincidió con el aumento del apoyo al "partido austracista" (los que apoyaban al Archiduque Carlos) y un sentimiento contrario a los franceses. El propio Luis XIV se quejó de que no había "orden ni gobierno en Cataluña" y que en Barcelona se hablaba abiertamente a favor del emperador. Atribuyó esto a las leyes aprobadas en las últimas Cortes, que hacían que la gente fuera "cada vez más insolente" y no reconociera la autoridad real. Este ambiente hostil hacia Felipe V también se debió a las medidas severas del nuevo virrey Velasco contra quienes se sospechaba que apoyaban al Archiduque Carlos.

Como Barcelona estaba muy vigilada, el primer grupo activo de apoyo al Archiduque surgió en el interior de Cataluña, en la Plana de Vich. Por eso, a sus miembros se les llamó vigatans, un apodo que luego se extendió a todos los que apoyaban al Archiduque Carlos. Los vigatans prepararon el terreno para un levantamiento armado, persiguiendo a los partidarios de Felipe V y llegando incluso a quitar el retrato de Felipe V de la casa de la villa de Vich.

El intento de desembarco del Archiduque en 1704

Archivo:Georg-Hessen-Darmstadt
El príncipe Jorge de Darmstadt.

El príncipe Jorge de Damstadt había sido virrey de Cataluña y se había ganado el cariño de las instituciones catalanas. Después de ser destituido por Felipe V, se convirtió en un gran defensor del Archiduque Carlos. Acompañó al Archiduque Carlos a Lisboa en marzo de 1704 y fue nombrado representante de la Corona de Aragón. En ese momento, Darmstadt mantenía contacto con el grupo que apoyaba al Archiduque en Cataluña, que cada vez tenía más seguidores.

El 27 de mayo de 1704, una flota de 30 barcos ingleses y 18 holandeses, al mando del almirante George Rooke y con Jorge de Darmstadt, llegó a Barcelona. Esperaban que la ciudad se levantara en apoyo del Archiduque. Sin embargo, los que estaban implicados en el levantamiento no actuaron, y las instituciones catalanas, aunque simpatizaban con el Archiduque, tuvieron miedo y se mostraron obedientes al virrey.

Darmstadt, cansado de esperar y molesto por la indecisión de las instituciones catalanas, bombardeó la ciudad. También ordenó el desembarco de 2.600 soldados cerca del río Besós, pero esto tampoco logró que los partidarios del Archiduque se levantaran. Así que los soldados volvieron a los barcos y la flota aliada se fue de Barcelona.

Las medidas severas del virrey Velasco

El virrey Velasco encontró documentos que le hicieron pensar que la Conferencia de los Tres Comunes era el centro de una conspiración. Señaló al brazo militar de Cataluña como la parte más influyente. Entonces, encarceló a muchos sospechosos, la mayoría miembros de la Conferencia de los Tres Comunes. Entre ellos estaban Narcís Feliu de la Penya, un líder del apoyo al Archiduque, y Jaume Puig de Perafita, jefe de los vigatans, además de miembros de importantes familias nobles catalanas. Esto hizo que muchos que estaban indecisos se decidieran claramente a favor del Archiduque, aumentando el número de sus seguidores, lo contrario de lo que el virrey quería. Velasco también ordenó confiscar imágenes y retratos de Jorge de Darmstadt. Las medidas severas continuaron al año siguiente, con la detención de jueces y miembros del Consejo de Ciento, y la supresión de la Conferencia de los Tres Comunes.

El Pacto de Génova de junio de 1705 y el proyecto del Archiduque

En este ambiente de persecución, se firmó el pacto de Génova el 20 de junio de 1705 entre el Reino de Inglaterra y Cataluña. El objetivo era derrocar a Felipe V y hacer rey al Archiduque Carlos, a cambio de mantener las leyes e instituciones catalanas.

En marzo de 1705, la reina Ana de Inglaterra había enviado a Mitford Crowe, un comerciante, para negociar una alianza con Cataluña. La reina había sido informada de que los catalanes querían liberarse del dominio francés y volver a apoyar a la Casa de Austria.

Como Crowe no pudo reunirse con representantes de las instituciones catalanas debido a las medidas del virrey Velasco, contactó con el grupo de los vigatans. Ellos se reunieron el 17 de mayo de 1705 en Vich y acordaron dar plenos poderes a Antonio Peguera y Domingo Perera para firmar el tratado con Inglaterra en nombre de los catalanes.

Según el acuerdo firmado en Génova, Inglaterra se comprometía a desembarcar en la costa española 8.000 soldados de infantería y 2.000 de caballería de la Gran Alianza, y a entregar 12.000 fusiles para armar a las fuerzas catalanas. A cambio, Cataluña reconocería a Carlos de Austria como rey de España, y el nuevo rey debería jurar y mantener las leyes catalanas.

El tratado mostraba la forma de pensar de los catalanes que apoyaban al Archiduque. Ellos defendían un modelo de gobierno en el que el rey y sus súbditos se ponían de acuerdo, y donde la lealtad a la "patria" (sus leyes y derechos) era más importante que la lealtad al rey si este no respetaba sus leyes. El tratado mencionaba 17 veces las Constituciones catalanas y su defensa.

Barcelona proclama a Carlos III el Archiduque (octubre de 1705)

Archivo:Setge de Barcelona de 1705
Sitio de Barcelona de septiembre de 1705 por las tropas aliadas al mando del conde de Peterborough.

Los vigatans cumplieron su parte del pacto de Génova. Desde la Plana de Vich, que ya controlaban desde la primavera de 1705, extendieron la rebelión a favor del Archiduque por las zonas vecinas del interior de Cataluña. Otros grupos hicieron lo mismo en diferentes regiones. A principios de octubre de 1705, ya controlaban casi todo el Principado, excepto Barcelona, donde el virrey de Felipe V seguía dominando.

Por su parte, el Archiduque Carlos, cumpliendo lo acordado en Génova, partió de Lisboa hacia Cataluña. La flota aliada estaba compuesta por 180 barcos y 9.000 soldados ingleses, holandeses y austriacos. El 17 de agosto, la escuadra se detuvo en Altea, donde el Archiduque fue proclamado Rey.

La flota llegó a Barcelona el 22 de agosto de 1705, cuando la revuelta a favor del Archiduque estaba en su punto más alto. Pocos días después, desembarcaron unos 17.000 soldados aliados y comenzó el asedio de Barcelona. Los vigatans se unieron al asedio y tomaron represalias contra los partidarios de Felipe V que vivían fuera de la ciudad. El ataque a Barcelona comenzó con la batalla de Montjuic, donde el príncipe de Darmstadt perdió la vida. Después de capturar el castillo de Montjuic, los aliados comenzaron a bombardear la ciudad desde allí el 15 de septiembre.

Barcelona se rindió el 9 de octubre, también debido a una revuelta popular en el barrio de la Ribera. Cuando las tropas aliadas entraron, hubo gritos de apoyo a la patria, la libertad y a Carlos III. Gracias a la intervención del Consejo de Ciento, el virrey Velasco y algunos partidarios de Felipe V lograron salvarse. Cuando el Archiduque Carlos, Carlos III, entró en Barcelona el 22 de octubre, se le entregaron los acuerdos de rendición, en los que se insistía en que se respetaran las Constituciones catalanas y las decisiones de las últimas Cortes catalanas reunidas por Felipe V en 1701-1702, en clara referencia a lo acordado en el Pacto de Génova.

Carlos III el Archiduque juró las constituciones catalanas el 7 de noviembre de 1705 y luego convocó las Cortes.

La Cataluña que apoyaba al Archiduque

Las Cortes de 1705-1706 y el gobierno de Carlos III

Archivo:Carles-III-arago
Actos de las Cortes de 1705.

El ambiente en las Cortes de 1705-1706 fue muy diferente al de las Cortes anteriores presididas por Felipe V. Carlos III el Archiduque recibió a los Tres Comunes de Cataluña y nombró a personas que lo apoyaban en los puestos clave de la nueva Real Audiencia. También nombró a Ramon de Vilana Perlas como su secretario personal y a Narcís Feliu de la Penya como mediador con las Cortes, ambos importantes líderes del apoyo al Archiduque.

En el ámbito económico, se aprobaron medidas importantes, algunas de las cuales desarrollaron lo acordado en las Cortes de 1701. Estas medidas buscaban un equilibrio entre el libre comercio y la protección de la producción agrícola y manufacturera catalana, especialmente frente a Francia. Sin embargo, muchos de estos logros no pudieron llevarse a cabo debido a la guerra y la derrota final. No menos importantes fueron los acuerdos políticos, la mayoría dirigidos a lograr un mayor control sobre las autoridades reales. Sobre los temas más discutidos en las Cortes de 1701-1702, se acordó que las tropas vivirían en cuarteles y no en casas particulares. También se reconoció legalmente a la Conferencia de los Tres Comunes, que había sido prohibida por el virrey de Felipe V, convirtiéndose en un órgano de consulta.

El aspecto más innovador de los acuerdos de las Cortes fue la protección de los derechos individuales y el respeto a la ley. Hubo un avance notable en las garantías de la libertad civil: se prohibió a los oficiales reales investigar o procesar a los miembros de la Diputación del General, del brazo militar y de los consejos municipales sin causa justa. Se estableció el secreto de la correspondencia y se prohibió detener a los habitantes sin motivo legítimo. Además, se reconoció el derecho del acusado a la defensa y se limitaron las atribuciones de la Real Audiencia para evitar abusos.

A cambio de estas concesiones, las Cortes aprobaron una ayuda económica de dos millones de libras, a pagar en diez años, una cantidad menor de lo que el rey esperaba. Además, tanto la Diputación del General como el Consejo de Ciento debían crear y mantener un regimiento de 500 hombres cada uno.

Según el historiador Joaquim Albareda, las Cortes de 1705-1706, junto con las de 1701-1702, significaron una "actualización del constitucionalismo". Las Constituciones catalanas demostraron ser un mecanismo eficaz para gobernar la sociedad catalana, adaptándose a sus necesidades. Sin embargo, Carlos III el Archiduque no siempre respetó estas constituciones. Debido a la falta de recursos para su ejército, no aplicó lo acordado sobre el alojamiento de tropas y las contribuciones de guerra. También siguió controlando la elección de miembros de la Diputación del General y del Consejo de Ciento. A esto se sumó la persecución de los partidarios de Felipe V. Estos problemas, junto con la guerra, la escasez económica y los problemas causados por los ejércitos de ambos bandos, llevaron a los catalanes al desánimo.

Ofensivas y contraofensivas (1707-1711)

Archivo:Portrait of Charles III of Habsburg
El Archiduque Carlos hacia 1707.

Después de la victoria de Felipe V en la batalla de Almansa el 25 de abril de 1707, las tropas aliadas se retiraron hacia Cataluña. Esto permitió a Felipe V someter sin mucha resistencia al Reino de Valencia y al Reino de Aragón. Estos reinos perdieron sus leyes e instituciones propias por el Decreto de Nueva Planta a finales de junio de 1707. Mientras las tropas de Felipe V ocupaban Valencia, las del duque de Orleans tomaron Zaragoza el 25 de mayo. Desde allí, se dirigieron a Lérida, que fue tomada a principios de noviembre. En Lérida, al igual que en otras ciudades valencianas y aragonesas, los partidarios de Felipe V llevaron a cabo medidas muy duras contra quienes apoyaban al Archiduque, incluso contra simples sospechosos. A partir de ese momento, aumentaron los problemas para mantener a los soldados aliados y se multiplicaron los conflictos debido a los problemas que estos causaban a una población agotada.

A principios de 1708, Carlos III recibió el refuerzo de 6.000 soldados imperiales que desembarcaron en Barcelona. Sin embargo, no pudo evitar que los partidarios de Felipe V tomaran Tortosa el 10 de julio, casi al mismo tiempo que caían Denia y Alicante, los últimos lugares de resistencia del Archiduque en el reino de Valencia.

En 1709, la ofensiva de Felipe V sobre Cataluña no pudo continuar porque Luis XIV, que había empezado a negociar el fin de la guerra con los aliados, ordenó la retirada del ejército francés que apoyaba a su nieto Felipe V en la península. Carlos III el Archiduque intentó aprovechar esta situación para iniciar una ofensiva desde Cataluña en la primavera de 1710, con el objetivo de ocupar Madrid por segunda vez. El 27 de julio, el ejército aliado derrotó a los partidarios de Felipe V en la batalla de Almenar y casi un mes después, el 20 de agosto, en la batalla de Zaragoza. Después de esta victoria, el reino de Aragón volvió a manos de los partidarios del Archiduque, y Carlos III cumplió su promesa de restablecer sus leyes. Carlos III entró por segunda vez en Madrid el 28 de septiembre, pero un mes después la abandonó debido a la falta de apoyo y a la hostilidad que encontró.

Durante la retirada del ejército aliado de Madrid, llegó la noticia de que un ejército francés de quince mil hombres había llegado a Perpiñán y se disponía a cruzar la frontera. Carlos III se adelantó para llegar cuanto antes a Barcelona. Mientras tanto, el 3 de diciembre, Felipe V entraba de nuevo en Madrid, y sus tropas emprendieron la persecución de los ejércitos aliados que se retiraban hacia Aragón. El primero fue derrotado el 6 de diciembre en la batalla de Brihuega y el segundo al día siguiente en la batalla de Villaviciosa. Con estas dos victorias, la guerra en la península ibérica cambió decisivamente a favor de Felipe V.

A principios de enero de 1711, Felipe V volvió a ocupar el reino de Aragón. Carlos III no llegó a tiempo a Cataluña para impedir que las tropas francesas cruzaran los Pirineos hacia Gerona, ciudad que tuvo que rendirse el 23 de enero de 1711. A partir de esa conquista, las tropas de Felipe V llevaron a cabo acciones muy duras en los territorios que ocupaban (medidas severas, intimidaciones, exigencias de dinero para la guerra, etc.). Las tropas de voluntarios catalanes también cometieron problemas, lo que provocó protestas de la Conferencia de los Tres Comunes. Finalmente, el ejército del Archiduque pudo contener el avance de Felipe V en la batalla de Prats del Rey, estabilizando así el frente.

La derrota de Cataluña (1712-1714)

La retirada británica (1712)

Archivo:1stViscountBolingbroke
Henry St John, 1.er Vizconde de Bolingbroke.

Las victorias de Felipe V en Brihuega y Villaviciosa en diciembre de 1710 dieron motivos al nuevo gobierno británico, que había ganado las elecciones, para buscar el fin de la guerra lo más rápido posible. Así, ese mismo mes, el secretario de estado Henry St John, vizconde de Bolingbroke ofreció un acuerdo de paz a Luis XIV. Este acuerdo se basaba en reconocer a Felipe V como rey de España, si él renunciaba a la Corona de Francia. A cambio, Gran Bretaña obtendría Gibraltar, Menorca y concesiones en América.

El motivo definitivo para cambiar la política de guerra llegó el 17 de abril de 1711, cuando la muerte del emperador José I de Austria hizo que la Corona Imperial pasara al Archiduque Carlos. Según el gobierno británico, la prioridad ahora era evitar que una sola persona gobernara un imperio demasiado grande. Así, se aceleraron las negociaciones secretas entre británicos y franceses, que llegaron a un acuerdo en pocos meses.

El 27 de septiembre de 1711, Carlos abandonó Barcelona para ser coronado emperador con el nombre de Carlos VI. Dejó a su esposa Isabel Cristina de Brunswick como su representante y capitana general de Cataluña, para demostrar su "amor paternal" hacia sus súbditos.

En enero de 1712, comenzaron en la ciudad holandesa de Utrecht las negociaciones para poner fin a la Guerra de Sucesión Española. Pronto, los representantes de los países presentes se dieron cuenta de la buena relación entre las delegaciones de Luis XIV y la reina Ana de Inglaterra. Esto se hizo evidente mucho antes de que se firmara el primer tratado, cuando el 17 de julio de 1712, Gran Bretaña y Francia anunciaron la suspensión de las hostilidades. Como consecuencia, las tropas británicas en Cataluña se embarcaron a finales de octubre, en un ambiente de clara hostilidad por parte de los catalanes. Poco después, también se retiraron las tropas holandesas y portuguesas, por lo que solo quedaron en Cataluña las tropas imperiales.

La retirada imperial (1713)

Archivo:Convencion para la evacuacion de la Cataluña y el armisticio de Italia
Publicación traducida al español del Convenio de evacuación de Cataluña, y el armisticio de Italia.

Una vez que Felipe V renunció formalmente en noviembre de 1712 a sus derechos a la Corona de Francia, lo que permitía formalizar rápidamente los acuerdos de paz en Utrecht, Gran Bretaña presionó al emperador Carlos VI para que retirara sus tropas de Cataluña. Aunque el general Starnhemberg intentó que Felipe V prometiera una amnistía general para los que apoyaban al Archiduque y que mantuviera las instituciones y leyes propias de Cataluña antes de la evacuación, la realidad política de Utrecht se impuso. El 2 de marzo, se firmó en esa ciudad holandesa el Convenio para la evacuación de Cataluña entre Gran Bretaña y Austria.

Archivo:Elisabeth Christine of Braunschweig Wolfenbuettel Austria
La emperatriz Isabel Cristina de Brunswick en 1712, cuando era regente y capitana general de Cataluña en nombre de su esposo Carlos VI de Austria y III de España.

El 19 de marzo de 1713, la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick abandonó Barcelona con gran solemnidad. Cuatro días antes, había nombrado a Starhenberg capitán general de Cataluña. En una carta, la emperatriz confesó: "jamás pude yo querer más a otra nación, que yo quiero a los catalanes, y lo haré toda mi vida". Los detalles del embarque de las tropas imperiales en los barcos británicos fueron acordados el 17 de mayo. El 10 de junio, el propio Carlos VI justificó la evacuación diciendo que no quería perder a sus tropas para que los catalanes sufrieran más.

El 21 de junio, se firmó el convenio del Hospitalet, que concretaba la evacuación de las tropas imperiales y la entrega de Barcelona o Tarragona a los partidarios de Felipe V como garantía. Durante las conversaciones, Starnhemberg intentó, sin éxito, que el representante de Felipe V se comprometiera a mantener las Constituciones catalanas. Finalmente, el 9 de julio de 1713, Starnhemberg se embarcó junto con los 20.000 soldados imperiales. Se dice que después de la firma del convenio, un ambiente de derrota se apoderó de Barcelona, y por las noches se oían canciones que decían en catalán: "Carlos e Isabel, necesitados, al fin nos han dejado" o "Ingleses han faltado, portugueses han firmado, holandeses firmarán y al fin nos colgarán".

Cataluña sigue resistiendo (julio de 1713-septiembre de 1714)

Archivo:Insignia Sant Jordi
Cruz de San Jordi, insignia del Ejército de Cataluña.
Archivo:Antonidevillarroel
Antonio de Villarroel, nombrado comandante general del Ejército de Cataluña.

El 30 de junio de 1713, se reunió la Junta de Brazos (que agrupaba a los representantes de los tres estamentos de las Cortes catalanas en Barcelona) para decidir si se rendían a Felipe V, como habían acordado una semana antes los representantes imperiales y de Felipe V. En la reunión, el único que defendió la resistencia desde el principio fue el braç reial (que representaba a las ciudades), pero el braç militar (la nobleza) acabó siguiendo su ejemplo. Así, el 9 de julio, el mismo día en que las tropas imperiales abandonaron Cataluña, la Diputación del General de Cataluña proclamó la resistencia:

por la conservación de las libertades, privilegios y prerrogativas de los catalanes que nuestros antecesores a costa de su sangre gloriosamente alcanzaron y nosotros debemos, así mismo, mantener, las cuales no han sido tomadas en consideración ni en Utrecht ni en L'Hospitalet.
Archivo:1714-defenderse cataluña por el rey y por la patria
Lealtad Cathalana (1714)

Después de la decisión de la Junta de Brazos de seguir combatiendo, algunos nobles, burgueses y canónigos abandonaron Barcelona y se dirigieron a Mataró, ciudad controlada por los partidarios de Felipe V. Allí, unos cuarenta nobles formaron el "Cuerpo de Nobleza" y juraron obediencia a Felipe V, considerando la resistencia "abominable". Lo mismo hicieron los canónigos de la catedral de Barcelona. Al mismo tiempo, ciudades importantes que apoyaban al Archiduque, como Vich y Valls, se pasaron al bando de Felipe V.

Con la decisión de continuar la guerra, y sin la figura del rey, Cataluña se convirtió en una república de facto. En noviembre de 1713, se publicó un folleto llamado Despertador de Cataluña, que justificaba la decisión de seguir resistiendo. No defendía la separación de Cataluña, sino el mantenimiento de un modelo de monarquía en el que los reinos tenían sus propias leyes. Por eso, apelaba a la preservación de las "Leyes federales y fundamentales de la monarquía" y a la lucha por "la libertad de España" contra el "poder despótico que la gobernaba". Al año siguiente, en otro impreso, Lealtad catalana, se reprochaba a los castellanos su apoyo a Felipe V y se afirmaba que "después de la defensa de la honra de Dios, no hay causa más justa que la de la Patria y sus Libertades".

Cuando las tropas imperiales abandonaron Cataluña y la Junta de Brazos decidió seguir combatiendo, la situación militar era muy difícil. Los únicos lugares de resistencia estables eran la ciudad de Barcelona —con unos 5.000 hombres para su defensa— y el castillo de Cardona. El resto del territorio catalán estaba ocupado por las tropas de Felipe V —unos 25.000 soldados, que aumentaron a 55.000 en enero de 1714, y que llevaron a cabo una política de medidas muy duras sobre las poblaciones catalanas—. Sin embargo, su dominio no era estable, ya que sufrían el acoso de los grupos que apoyaban al Archiduque.

Después de la firma del Tratado de Rastatt el 6 de marzo de 1714, por el que Carlos VI firmaba la paz con el rey de Francia, lo que suponía un duro golpe para las posibilidades de resistencia de Cataluña, el emperador escribió una carta a los representantes catalanes el 28 de marzo. Les comunicaba que había firmado el tratado "sobre la indisputable condición de conservar mi justicia, derechos, acción y títulos, que como legítimo Rey de España me pertenecen" y les aseguraba que les daría "las asistencias que se hagan posibles". La Conferencia de los Tres Comunes entendió que en Rastatt Carlos VI había sido reconocido como rey de España, aunque en realidad el emperador solo había conservado el título de forma simbólica. Lo cierto era que el duque de Berwick, que se unió al asedio de Barcelona el 7 de julio de 1714, había recibido instrucciones muy claras de Felipe V sobre el trato muy duro que se debía dar a "este pueblo rebelde".

El asedio de Barcelona por las tropas de Felipe V comenzó a finales de julio de 1713, el mismo mes en que la Diputación del General de Cataluña decidió seguir combatiendo. En el castillo de Montjuic se izó una bandera negra con la inscripción "Muerte o nuestros privilegios conservados", mientras que en el otro lugar de resistencia, el castillo de Cardona, las banderas también negras llevaban la frase "Viviremos libres o moriremos". Mientras tanto, varios regimientos del Ejército de Cataluña intentaban recuperar las zonas del interior y proclamaban que Felipe V quería convertirlos en esclavos. En agosto de 1713, hubo un intento de romper el cerco por el general Nebot, que embarcó a 1.500 soldados hacia Arenys de Mar y desde allí recorrió varias comarcas catalanas. Pero no logró su objetivo y, además, provocó una nueva ola de medidas muy duras por parte de los partidarios de Felipe V contra las poblaciones que acogieron a los resistentes. Así, Vilassar, Tarrasa, Teyá y otras poblaciones fueron incendiadas. En el caso de Manresa, el propio marqués de Populi admitió que el castigo "había sido mayor de lo que se había resuelto", ya que el fuego consumió "casi la mitad de la ciudad".

Revuelta de las Quincenadas

En enero de 1714, hubo un levantamiento popular en varias comarcas al grito de Visca la pàtria! y Via fora lladres! ('¡Fuera los ladrones!'). Uno de los motivos eran los impuestos extraordinarios impuestos por los partidarios de Felipe V, llamados las quincenadas, y que al ejército del duque de Popoli le costó dominar. Como castigo, los partidarios de Felipe V llevaron a cabo una nueva ola de "medidas militares muy duras" con muertes de muchas personas —como la de San Quintín de Mediona, donde fueron ajusticiadas 800 personas— e incendios de poblaciones. El propio duque de Popoli se jactaba de que Arbucias "se quemó tan completamente que solo la iglesia se salvó del incendio general, para que sirviera de castigo y de recuerdo memorable para el futuro". Estas acciones fueron respondidas con venganzas por parte de los grupos que apoyaban al Archiduque —en Oristá, 700 soldados de Felipe V perdieron la vida y en Balsareny, 500—.

A medida que el cerco de Barcelona se hacía más estrecho, la escasez dentro de la ciudad se hizo más grave. Para mantener el orden, se formó una "Compañía de la quietud". También creció un intenso fervor religioso, impulsado por el vicario Josep Rifós, lo que llevó a muchas procesiones, sermones en lugares públicos y grupos de penitentes que recorrían las calles.

El 26 de febrero de 1714, la Diputación General de Cataluña cedió el mando al Consejo de Ciento, formalizando así que el peso de la guerra lo llevaba la ciudad de Barcelona, cuya Coronela era la fuerza principal en su defensa. La renuncia de la Diputación reflejaba la composición social popular de la Barcelona resistente, ya que gran parte de la nobleza y la jerarquía de la iglesia, así como algunos comerciantes, habían abandonado la ciudad, facilitando que la opción más radical tomara el control. Dos meses después, comenzó el bombardeo de Barcelona por la artillería de Felipe V, que no pararía hasta su rendición.

El «caso de los catalanes»

Archivo:Studio of Kneller - Portrait of Queen Anne
Retrato de la reina Ana de Inglaterra, hacia 1705.

Una vez iniciadas las negociaciones en Utrecht, la reina Ana de Inglaterra —quien, por motivos de honor y conciencia, se sentía obligada a reclamar todos los derechos de los catalanes, ya que los habían animado a apoyar a la Casa de Austria— hizo gestiones a través de su embajador en Madrid para que Felipe V concediera una amnistía general a los españoles que apoyaban al Archiduque, y especialmente a los catalanes, quienes además debían conservar sus Constituciones. Pero la respuesta de Felipe fue negativa.

Finalmente, el secretario de estado británico, vizconde de Bolingbroke, deseoso de terminar la guerra, cedió ante la obstinación de Felipe V y renunció a que este se comprometiera a mantener las "libertades" catalanas. Cuando el embajador de los Tres Comunes de Cataluña en Londres, Pablo Ignacio de Dalmases, se enteró de este cambio de actitud del gobierno británico, logró que la reina Ana lo recibiera el 28 de junio de 1713. Ella le respondió que "había hecho lo que había podido por Cataluña".

El abandono de los catalanes por Gran Bretaña quedó reflejado dos semanas después en el artículo 13 del tratado de paz entre Gran Bretaña y España, firmado el 13 de julio de 1713. En él, Felipe V garantizaba la vida y los bienes a los catalanes, pero en cuanto a sus leyes e instituciones propias, solo se comprometía a que tuvieran "todos aquellos privilegios que poseen los habitantes de las dos Castillas".

En las siguientes negociaciones en Rastatt, el «caso de los catalanes» se convirtió en el tema más difícil de resolver. Felipe V quería aplicar en Cataluña y Mallorca las "Nueva Planta" que había promulgado en 1707 para los reinos de Valencia y Aragón, lo que había significado su desaparición como Estados. Así, el 6 de marzo de 1714, se firmó el tratado de Rastatt, por el que el Imperio Austríaco se unía a la paz de Utrecht, sin conseguir el compromiso de Felipe V sobre el mantenimiento de las leyes e instituciones propias del Principado de Cataluña y para el reino de Mallorca, que seguían sin estar bajo su autoridad. Felipe V argumentó su negativa en una carta a su abuelo Luis XIV:

No es por odio ni por sentimiento de venganza por lo que siempre me he negado a esta restitución, sino porque significaría anular mi autoridad y exponerme a revueltas continuas, hacer revivir lo que su rebelión ha extinguido y que tantas veces experimentaron los reyes, mis predecesores, que quedaron debilitados a causa de semejantes rebeliones que habían usurpado su autoridad. [...] Si [Carlos VI] se ha comprometido en favor de los catalanes y los mallorquines, ha hecho mal y, en todo caso, debe conformarse del mismo modo que lo ha hecho la reina de Inglaterra, juzgando que sus compromisos ya se veían satisfechos con la promesa que he hecho de conservarles los mismos privilegios que a mis fieles castellanos
Archivo:Case-catalans-1714
Los manifiestos Deplorable History of the Catalans y The Case of the Catalans recordaban a Inglaterra su tratado de alianza militar con Cataluña y la traición de Utrecht.

En julio de 1714, Bolingbroke también rechazó una última propuesta del representante de los Tres Comunes de Cataluña en Londres, Pablo Ignacio de Dalmases. Él pedía que la reina Ana "tomara en depósito a Cataluña o al menos Barcelona y Mallorca hasta la paz general sin soltarlas a nadie hasta que mediante tratado se adjudiquen y se asegure la observancia de sus privilegios". Esto fue rechazado porque podría significar la reanudación de la guerra. La crítica a la política británica hacia los aliados catalanes y mallorquines se manifestó en debates parlamentarios y en dos publicaciones. En The Case of the Catalans Considered, se decía:

Sus antepasados les legaron los privilegios de que gozan hace siglos ¿Ahora deben renunciar a ellos sin honor y han de dejar, tras de sí, una raza de esclavos? No; prefieren morir todos; o la muerte o la libertad, esta es su decidida elección.
[...]
Todas estas cuestiones tocan el corazón de cualquier ciudadano británico generoso cuando considera el caso de los catalanes... ¿La palabra catalanes no será sinónimo de nuestra deshonra?

Por su parte, The Deplorable History of the Catalans, después de narrar lo sucedido durante la guerra, elogiaba el heroísmo de los catalanes: "ahora el mundo ya cuenta con un nuevo ejemplo de la influencia que puede ejercer la libertad en mentes generosas".

La caída de Barcelona (11-12 de septiembre de 1714)

Archivo:CastelldeCardona
Castillo de Cardona, el último lugar de resistencia de la Cataluña.

En julio de 1714, un ejército francés al mando del Duque de Berwick se unió al cerco de Barcelona, lo que aumentó aún más la diferencia de fuerzas. Se calcula que unos 47.000 soldados de Felipe V ocupaban Cataluña y unos 39.000 rodeaban Barcelona. Frente a ellos, unos 5.400 defensores resistían en la ciudad, al mando del general Antonio de Villarroel y del conseller en cap Rafael Casanova. Los grupos que apoyaban al Archiduque en el interior de Cataluña no superaban los 13.000 hombres. El cerco por mar impuesto por Berwick hizo que la situación en Barcelona fuera insostenible, ya que el abastecimiento que hasta entonces había recibido se interrumpió, y el trigo y los productos básicos comenzaron a escasear, incluida la munición. A esto se sumó el bombardeo continuo iniciado en abril, que tuvo efectos devastadores: cayeron alrededor de 40.000 proyectiles que destruyeron la tercera parte de los edificios.

La única esperanza que le quedaba a Barcelona era que llegara ayuda exterior. Esa posibilidad surgió cuando falleció la reina Ana de Inglaterra el 1 de agosto, y su sucesor Jorge I de Hannover parecía dispuesto a cambiar la política británica sobre el "caso de los catalanes". Así, el 18 de septiembre, el nuevo rey recibió en La Haya al embajador catalán Felip Ferran de Sacirera, a quien le prometió que haría lo posible por Cataluña, pero temía que fuera demasiado tarde. En efecto, cuando llegó a Londres a finales de mes, ya se sabía que el 12 de septiembre de 1714, Barcelona se había rendido.

El 3 de septiembre de 1714, Berwick dio un ultimátum a Barcelona para que se rindiera, pero los defensores decidieron seguir luchando. Así, en la madrugada del 10 al 11 de septiembre, se produjo el asalto final a la ciudad por una brecha en la muralla. Hubo combates cuerpo a cuerpo en las calles y casas. Los dos máximos dirigentes, Rafael Casanova y Antonio Villarroel, cayeron heridos. A las dos de la tarde del 12 de septiembre, Barcelona se rindió. Se calcula que durante los catorce meses de asedio, los defensores de la ciudad tuvieron unas 7.000 bajas entre muertos y heridos, mientras que los atacantes perdieron más de 10.000 hombres. El 13 de septiembre, las tropas de Felipe V entraron en Barcelona, y cinco días después, el 18, se rindió el último lugar de resistencia de Cataluña, el castillo de Cardona, defendido por el gobernador Manuel Desvalls.

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Véase también

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Guerra de sucesión española en Cataluña para Niños. Enciclopedia Kiddle.