Exilio austracista para niños
El exilio austracista fue cuando muchas personas en España tuvieron que dejar sus hogares a la fuerza. Esto pasó después de la Guerra de Sucesión Española, porque el rey Felipe V de España castigó a quienes habían apoyado al Archiduque Carlos para que fuera el nuevo rey.
Este exilio afectó mucho a las regiones de la Corona de Aragón (como Cataluña, Valencia y Aragón), ya que la mayoría de sus habitantes apoyaron al Archiduque Carlos. En cambio, la gente de la Corona de Castilla se mantuvo fiel a Felipe de Borbón. Este evento es considerado por algunos historiadores como el primer gran exilio político en la historia de España. Muchos de los exiliados buscaron refugio en Viena, donde vivía el Archiduque Carlos, quien desde 1711 era el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos VI.
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¿Qué fue la represión borbónica?

Después de que los reinos de Valencia y Aragón se rindieran en 1707, el duque de Berwick, un general de Felipe V, llevó a cabo un fuerte castigo contra los austracistas. Incluso la Inquisición colaboró en esto.
Muchas personas fueron arrestadas y encarceladas, a pesar de que Felipe V había ofrecido un perdón. También se les quitaron sus bienes, dinero y derechos. Los austracistas se quejaron de estos castigos, describiendo robos, saqueos e incendios. Decían que en Valencia la persecución duró más de tres años, con muchas ejecuciones, como si quisieran dejar las ciudades vacías.
Sin embargo, Cataluña fue la región que más sufrió la represión. Esto se debe a que fue el último lugar donde los austracistas resistieron, incluso después de que la guerra terminara en Europa con la Paz de Utrecht.
Cuando Barcelona se rindió en 1714, el duque de Berwick también dirigió el castigo allí. Felipe V le había dado instrucciones muy estrictas, diciendo que los rebeldes debían ser tratados con el máximo rigor para que sirviera de ejemplo. El duque de Berwick escribió en sus memorias que estas órdenes le parecieron excesivas y "poco cristianas".
A pesar de sus dudas, el duque de Berwick cumplió las órdenes. Veinticinco oficiales que habían defendido Barcelona fueron arrestados y encarcelados, incluyendo a los generales Antonio de Villarroel y Joan Baptista Basset. Muchos de ellos murieron en prisión o estuvieron encarcelados hasta 1725. Un caso muy conocido fue la ejecución del general Josep Moragues, quien sufrió un castigo muy severo y su cabeza fue expuesta en una jaula para que sirviera de advertencia.
Berwick también usó amenazas y recompensas para obtener información, lo que llevó al arresto de unas 4.000 personas sospechosas de ser austracistas. La mayoría fueron condenadas a muerte, a trabajos forzados en galeras o a ser deportadas, además de perder sus propiedades. Un cronista de la época, Francesc Castellví, describió el miedo que se vivía en Barcelona, donde era peligroso hablar o incluso callar.
A quienes no fueron ejecutados o encarcelados se les obligó a irse al exilio. También se prohibió la comunicación con los territorios bajo el control del emperador Carlos VI. Una parte del clero colaboró con entusiasmo en esta represión. Otra medida fue la construcción de la Ciudadela en Barcelona para mantener la ciudad bajo el control de los Borbones.
¿Qué fue el exilio austracista?
Aunque también hubo un exilio de los partidarios de Felipe V (llamados felipistas) que tuvieron que dejar la Corona de Aragón entre 1705 y 1707, el exilio austracista fue mucho más grande. Se calcula que entre 25.000 y 30.000 personas tuvieron que abandonar España.
La primera gran oleada de exiliados austracistas ocurrió después de la victoria de Felipe V en la batalla de Almansa en 1707, que le permitió conquistar Valencia y Aragón. Muchos valencianos y aragoneses que apoyaban al Archiduque se fueron a Barcelona. El exilio de España comenzó realmente cuando la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick dejó Barcelona en marzo de 1713, y sobre todo después de que los Borbones ocuparan Barcelona en septiembre de 1714. Hubo una segunda oleada más pequeña de exiliados más tarde, debido a que la represión borbónica se intensificó en momentos de problemas internacionales.
El destino principal de los exiliados fueron los territorios que antes pertenecían a España en Italia (como Nápoles, Cerdeña o Milán) y los Países Bajos españoles. Estos lugares habían pasado a ser parte del imperio del Archiduque Carlos, ahora emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico. Unos 1.500 exiliados se fueron a Viena, la capital del Imperio, donde algunos ocuparon puestos importantes en la corte de Carlos VI. Por ejemplo, el catalán marqués de Rialp fue nombrado secretario de Estado. Un grupo de unos 800 colonos incluso fundó una "Nueva Barcelona" en Hungría, que también era un dominio de Carlos VI.
Nápoles fue uno de los lugares más activos para los exiliados austracistas. Allí, algunos juristas catalanes formaron parte de instituciones importantes, y había cerca de 900 oficiales. Roma fue otro centro, especialmente para los religiosos que buscaron la protección del Papa.
El Consejo Supremo de España, creado en Viena por orden de Carlos VI, se encargó de ayudar a los exiliados. Les pagaban rentas y pensiones para que pudieran vivir, usando el dinero de los bienes que se les habían quitado a los partidarios de Felipe V en los territorios italianos. Esta ayuda duró hasta 1734. El marqués de Rialp fue clave en esta ayuda, asegurándose de que los exiliados tuvieran apoyo económico.
El "partido español" en la corte de Viena
Los exiliados que tuvieron puestos importantes en la corte de Carlos VI formaron lo que se llamó el "partido español". Estaba liderado por Ramon de Vilana Perlas, el marqués de Rialp, quien era secretario de Estado. Esto causó cierta rivalidad con otros altos funcionarios de Viena, que formaban el "partido alemán". Sin embargo, el "clan español" contaba con el apoyo de la emperatriz. Rialp nombró a miembros de su familia y a otros austracistas destacados en su secretaría.
Además de Rialp, otros miembros importantes del "partido español" eran el arzobispo de Valencia, Antoni Folch de Cardona, y Josep Folch de Cardona. También había mujeres influyentes como Marianna Pignatelli y d'Americ y Josepa de Copons, casadas con hombres de confianza del emperador. Militares austracistas españoles también comandaron regimientos imperiales. Todos ellos, junto con escritores y juristas, desarrollaron una importante actividad cultural y social en Viena, y crearon el Hospital de Españoles para los soldados heridos.
La influencia del "partido español" en la política imperial fue muy grande. Carlos VI confiaba mucho en sus consejeros españoles e italianos, especialmente en aquellos que habían estado con él en Barcelona entre 1705 y 1711. El emperador hablaba con ellos en castellano y catalán, no en alemán. El marqués de Rialp fue el más cercano a Carlos VI, incluso más que otros ministros importantes. La confianza del emperador en el "clan español" se debía probablemente a la nostalgia que sentía por sus años en Barcelona.
El Tratado de Viena de 1725 y el regreso de los exiliados
Poco después de la guerra, Felipe V permitió que unos 3.000 exiliados austracistas regresaran a España. Sin embargo, cada caso se revisaba cuidadosamente para asegurarse de que la persona no hubiera participado en la resistencia de Barcelona. La esperanza de un perdón general se desvaneció pronto, ya que la desconfianza hacia los austracistas seguía siendo fuerte.
La amnistía para los austracistas no llegó hasta la firma del Tratado de Viena el 30 de abril de 1725. Este tratado puso fin a la Guerra de Sucesión Española de forma diplomática. En él, el emperador Carlos VI renunció a sus derechos al trono de España y reconoció a Felipe V como rey. A cambio, Felipe V reconoció al emperador la soberanía sobre las posesiones de Italia y los Países Bajos que antes eran de España.
En uno de los documentos del Tratado, Felipe V concedió la amnistía a los austracistas y prometió devolverles sus bienes que habían sido confiscados. También se les reconocieron los títulos que les había dado el Archiduque Carlos. Sin embargo, cuando el emperador volvió a pedir que se restablecieran las leyes e instituciones de la Corona de Aragón, Felipe V se negó, y el emperador cedió. Esto causó críticas entre algunos austracistas.
El Tratado de Viena significaba que los exiliados austracistas podían volver a España y recuperar sus bienes y títulos. Pero el proceso fue lento y complicado porque las autoridades borbónicas no se esforzaron mucho. La devolución de bienes en Cataluña, por ejemplo, no terminó hasta el reinado de Carlos III.
La división del austracismo y el «austracismo persistente»
La firma del Tratado de Viena dividió a los austracistas en dos grupos. Uno, en Viena, pensaba que se había logrado lo máximo posible: la amnistía y la devolución de bienes. El otro, en Cataluña, creía que se había renunciado a lo más importante (la restitución de sus leyes e instituciones) y aún confiaba en un cambio político. Este último grupo se sentía muy decepcionado.

Muchos austracistas en Viena, especialmente los que tenían cargos en la corte imperial, no regresaron a España. Allí mantuvieron una importante actividad política e intelectual. Juristas como Domènec Aguirre publicaron estudios para recordar las instituciones catalanas que Felipe V había suprimido y para defender un modelo de monarquía "federal".
Esta actividad de publicación aumentó durante la Guerra de Sucesión Polaca (1734-1738), cuando el "caso de los catalanes" volvió a ser un tema importante. Aparecieron obras como Record de l'Aliança, que denunciaba los compromisos incumplidos por los británicos, o La voz precursora de la verdad, que proponía una gran alianza contra los Borbones. El texto más importante de este "austracismo persistente" fue Enfermedad crónica y peligrosa de los reinos de España y de Indias (1741) de Juan Amor de Soria.
En esta obra, Juan Amor de Soria defendía un austracismo renovado que proponía un modelo de monarquía "federal" para España, similar a una monarquía constitucional, en contraste con la monarquía absoluta de los Borbones. En este modelo, las Cortes de cada reino (parlamentos) tendrían un papel fundamental. También proponía unir a las Coronas de Castilla y Aragón para acabar con las divisiones históricas. Para lograrlo, las Cortes de Castilla, Aragón, Valencia y Cataluña deberían reunirse cada siete años, y se formaría una asamblea fija de diputados territoriales. Además, defendía un parlamento de la monarquía que se reuniría cada diez años.
Un ejemplo de este «austracismo persistente» es un escrito anónimo de 1732, Remedios necesarios, justos y convenientes para restablecer la salud de Europa. En él se decía que el "caso de los catalanes" no se refería solo a las libertades de Cataluña, sino a las de todos los reinos de España. Proponía una alianza europea para liberar a los españoles que "sufrían bajo el despotismo de la Casa de Borbón" y restaurar "la antigua libertad de los españoles y de los vasallos de aquella gloriosa monarquía".
La Guerra de Sucesión Polaca fue un golpe duro para el emperador Carlos VI, ya que tuvo que renunciar a los reinos de Nápoles y Sicilia, que pasaron al príncipe Carlos (hijo de Felipe V). La pérdida de Nápoles y Sicilia tuvo consecuencias muy negativas para los exiliados austracistas, ya que sus ingresos provenían de esos territorios.