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Cristina de Suecia para niños

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Datos para niños
Cristina de Suecia
Reina de Suecia
Jacob Ferdinand Voet - Queen Christina of Sweden.jpg
Cristina de Suecia por Jacob Ferdinand Voet
Shield of arms of Sweden.svg
Reina de Suecia
6 de noviembre de 1632-6 de junio de 1654
Predecesor Gustavo II Adolfo
Sucesor Carlos X Gustavo
Información personal
Nombre completo Kristina Augusta Vasa
Coronación 20 de octubre de 1650
Nacimiento 8 de diciembre de 1626
Castillo Tre Kronor,
Estocolmo, Suecia
Fallecimiento 19 de abril de 1689

Roma, Estados Pontificios
Sepultura Basílica de San Pedro
Religión Catolicismo
Familia
Casa real Casa de Vasa
Padre Gustavo II Adolfo de Suecia
Madre María Leonor de Brandeburgo

Firma Firma de Cristina de Suecia

Cristina de Suecia (nacida en Estocolmo el 8 de diciembre de 1626 y fallecida en Roma el 19 de abril de 1689) fue una reina muy especial de Suecia. Gobernó desde 1632 hasta 1654. También fue duquesa de Bremen y princesa de Verden por un tiempo.

Era hija de Gustavo II Adolfo de Suecia y de María Leonor de Brandeburgo. Cristina fue una gran protectora de las artes y apoyó a muchos artistas e intelectuales. Dejó su trono en 1654 y, aunque nació en una familia protestante, decidió cambiar su fe al catolicismo ese mismo año. Murió en Roma cuando tenía 62 años.

Sus Primeros Años y Familia

Cristina pertenecía a la Dinastía Vasa, una importante familia real de Suecia que comenzó en 1521. Su madre venía de la familia Hohenzollern, una dinastía alemana muy influyente.

Cuando Cristina nació el 8 de diciembre de 1626, su padre, el rey Gustavo II Adolfo, se alegró mucho. Sin embargo, su madre hubiera preferido tener un hijo varón para que fuera el siguiente rey.

En 1604, el Consejo del Reino de Suecia (un grupo de personas importantes que ayudaban al rey) había acordado que una mujer podía ser reina si no había herederos varones. Por eso, en 1627, el rey Gustavo II Adolfo confirmó que Cristina sería su heredera con todos los derechos al trono.

En 1630, Suecia se unió a la Guerra de los Treinta Años, un gran conflicto en Europa. El rey Gustavo II Adolfo se fue a la guerra y dejó a su hija Cristina bajo el cuidado del canciller Axel Oxenstierna. Le pidió que la protegiera si él moría en la batalla.

El 6 de noviembre de 1632, el rey falleció en la Batalla de Lützen (1632). Así, Cristina se convirtió en reina de Suecia antes de cumplir los seis años. El canciller Oxenstierna se hizo cargo del gobierno como regente (alguien que gobierna en nombre del rey o reina cuando es menor de edad).

El canciller Oxenstierna cumplió la voluntad del rey y se encargó de la educación de Cristina. Para protegerla y por razones de Estado, la pequeña reina fue separada de su madre. Fue cuidada por su tía Catalina, hermana de su padre.

Cristina pasó un tiempo con su primo Carlos Gustavo, quien más tarde sería el rey Carlos X Gustavo de Suecia. Después, regresó con su madre porque su tía Catalina falleció. La relación con su madre era difícil, así que Cristina fue cuidada por la hermana del canciller Oxenstierna. A los 13 años, dejó de ver a su madre y solo la volvió a encontrar para su coronación.

Una Educación Especial para una Reina

Archivo:Ducat en or à l'effigie de Christine de Suède, 1645
Cristina de Suecia, 1645.

El canciller Oxenstierna se encargó de enseñarle a Cristina sobre el gobierno y la política. Además, el obispo Johannes Mattiae Gothus fue su maestro principal. Él le enseñó idiomas, filosofía, historia, teología (el estudio de la religión) y astronomía, entre otras cosas.

Mattiae notó que la joven reina aprendía con mucha facilidad y tenía una gran curiosidad por saber más. Los idiomas eran su materia favorita, y siguió aprendiendo nuevas lenguas durante toda su vida.

Cristina era de estatura baja y tenía un cuerpo fuerte. Era una persona con mucha energía, muy activa y con un carácter decidido. Se destacó por su gran inteligencia y curiosidad, lo que la llevó a aprender muchas artes y a escribir cartas con el famoso filósofo René Descartes.

No le gustaban los lujos, las joyas ni la ropa elegante. Prefería vestir prendas sencillas y cómodas, y le gustaba usar pantalones, algo muy inusual para una mujer de su época. Era muy buena en deportes como la equitación (montar a caballo), la caza y la esgrima (lucha con espadas). Dormía poco y pasaba muchas horas leyendo.

Su Reinado y el Amor por la Cultura

Archivo:Cristina de Suecia a caballo (Bourdon)
Cristina de Suecia a caballo (1653) de Sébastien Bourdon. Museo del Prado (Madrid)

Cuando cumplió 16 años, Cristina empezó a asistir a las reuniones del Consejo del Reino. Demostró que conocía muy bien las leyes y cómo se administraba el reino.

A los 18 años, alcanzó la mayoría de edad y se convirtió en la soberana de Suecia. Poco a poco, fue asumiendo las responsabilidades del canciller Oxenstierna. En 1645, participó activamente en un tratado de paz con Dinamarca (el Tratado de Brömsebro), que fue muy beneficioso para Suecia.

En 1648, Suecia firmó la Paz de Westfalia, que puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Esto dejó a Suecia en una posición muy poderosa en la región del Mar Báltico. Cristina y el canciller Oxenstierna tuvieron algunas diferencias sobre cómo llevar a cabo los acuerdos, pero al final, la opinión de la reina prevaleció.

El 17 de octubre de 1650, Cristina fue coronada en la Catedral de San Nicolás (Estocolmo). Llegó con mucha pompa y los festejos duraron semanas. Siguiendo la costumbre, nombró a su primo Carlos Gustavo como su sucesor.

La reina Cristina se dedicó a impulsar la vida cultural de su reino, que había sufrido mucho por las guerras. Adoptó el lema "La sabiduría es el pilar del reino".

Aunque la economía de Suecia no era muy buena debido a los gastos militares, la reina no dudaba en comprar obras de arte para enriquecer el patrimonio cultural del país.

Su fama como protectora de las artes creció, y muchos intelectuales europeos se interesaron en sus proyectos. Cristina los invitó a su corte, ofreciéndoles su apoyo. Así, en 1649, llegó a Estocolmo el filósofo francés René Descartes, con quien Cristina ya se escribía. Descartes falleció cinco meses después. En 1652, llegó el artista Sébastien Bourdon, quien trabajó como pintor de la corte por dos años.

Archivo:René Descartes i samtal med Sveriges drottning, Kristina
Descartes en la Corte de la reina Cristina de Suecia (detalle), Louis-Michel Dumesnil, Museo Nacional del Palacio de Versalles.

Cristina valoraba mucho la pintura. Incluso regaló al rey Felipe IV de España una obra muy importante de su colección: el hermoso díptico de Durero, Adán y Eva, que hoy se encuentra en el Museo del Prado.

Otro personaje importante de la época fue el jurista Hugo Grocio, quien fue embajador de Suecia en Francia desde 1635.

Gracias a Cristina, Estocolmo y Upsala recibieron a muchos expertos en idiomas, historia, literatura y otras áreas. En 1652, los estudiosos franceses Samuel Bochart y Pierre Daniel Huet se hicieron cargo de su biblioteca. Por un tiempo, Suecia se convirtió en un centro importante para el Humanismo renacentista en Europa, y a Cristina se la conoció como la Minerva del Norte.

La reina también apoyó el desarrollo del ballet y el teatro. Trajo a Estocolmo compañías de Francia, Países Bajos, Alemania e Italia, que presentaban ballets, pantomimas, óperas y obras en sus propios idiomas. Entre los italianos, destacó el escenógrafo Antonio Brunati, quien construyó un escenario moderno en el castillo real con decorados que se movían.

Su entusiasmo por el teatro era tan grande que en 1651, la propia reina participó en una obra, interpretando el papel de una camarera.

En 1652, la salud de Cristina empeoró, y llamaron al médico francés Pierre Bourdelot para que la tratara. Bourdelot logró que la reina se recuperara y se convirtió en uno de sus favoritos, lo que causó envidia en la corte. Finalmente, el médico dejó la corte sueca.

Embajadores y Consejeros

En la época de Cristina, otros reyes importantes eran Luis XIV de Francia y Felipe IV de España. El representante de Francia en la corte sueca desde 1645 era Pierre-Hector Chanut, quien se hizo amigo personal de la reina y la apoyó en sus planes culturales.

El embajador de España desde 1652 era el general Antonio Pimentel de Prado, quien también se hizo amigo de la reina. Es posible que ambos, como personas de fe católica, hayan sido confidentes de Cristina en sus inquietudes religiosas.

Archivo:Antonio Pimentel
Antonio Pimentel de Prado (1604-1671/72)

También el religioso Antonio Macedo, de Portugal, notó el interés de la reina por temas de fe. En 1651, trajo a Estocolmo a dos sacerdotes jesuitas italianos, Paolo Casati y Francesco Malines, para que respondieran a las preguntas de Cristina sobre la fe católica.

Archivo:Uppsala slott-2
El castillo de Upsala

La Sorprendente Decisión de Abdicar

En 1647, el Consejo del Reino le preguntó oficialmente a la reina si pensaba casarse para asegurar que la Dinastía Vasa continuara. Ella respondió que lo pensaría y que consideraría a su primo Carlos Gustavo.

En 1649, Cristina dio su respuesta oficial: anunció que no se casaría, sin dar explicaciones.

Esto inició una discusión política entre Cristina y los nobles. La reina aprovechó un desacuerdo entre la nobleza y la gente común (que pedía menos impuestos) para imponer su voluntad. Cristina insistió en que Carlos Gustavo fuera su sucesor a cambio de no reducir los impuestos, y los nobles finalmente aceptaron.

En 1653, fundó la Orden del Amaranto. En febrero de 1654, la reina comunicó al Consejo del Reino su decisión de dejar el trono. No dio razones, pero dijo que "con el tiempo se entenderían sus motivos".

Se hicieron muchos intentos para que cambiara de opinión, pero ella se mantuvo firme.

El Consejo del Reino le exigió una explicación, y la reina respondió: "Si el Consejo supiera las razones, no le parecerían tan extrañas".

El 6 de junio de 1654, en el castillo de Upsala, la reina se quitó sus símbolos reales, y su primo asumió la corona de Suecia como Carlos X Gustavo de Suecia. Al día siguiente, en una emotiva ceremonia, Cristina se despidió del nuevo rey, de los miembros del Consejo, de los nobles y de las damas de la corte.

Para su sustento, se acordó que Cristina recibiría propiedades en el reino, y sus ingresos serían administrados por un gobernador general. Recibió estos ingresos hasta su fallecimiento.

Después de dejar el trono, Cristina se despidió de su madre en Nyköping. Luego, se embarcó hacia Hamburgo, y de allí continuó a Amberes y Bruselas, en Flandes. Allí, bajo la protección del rey español Felipe IV de España, Cristina tomaría otra decisión muy importante.

Un Cambio de Fe Importante

Después de unos meses en Flandes, Cristina hizo oficial su cambio de fe al catolicismo en privado, en la víspera de Navidad de 1654, a los 28 años. Sin embargo, tardaría un tiempo en hacer pública la noticia.

El papa Inocencio X aceptó la conversión de la exreina sueca antes de morir. Su sucesor, Alejandro VII, en abril de 1655, aceptó que Cristina se mudara a Roma. Se acordó que su cambio de fe se haría público antes de su llegada a los Estados Pontificios (los territorios gobernados por el Papa).

Así, Cristina viajó a Roma a finales de octubre de 1655. El 3 de noviembre, fue recibida oficialmente por la Iglesia católica en la capilla del castillo de Innsbruck. Desde allí, se informó a todas las casas reales de Europa sobre el cambio de fe de la joven.

La noticia sorprendió en Suecia y en otros reinos protestantes. Era extraño que la hija del "León del Norte" (Gustavo II Adolfo), un gran defensor del protestantismo, hubiera cambiado su fe.

Su antiguo profesor, Johannes Mattiae Gothus, obispo de Strängnäs, fue muy criticado por el clero sueco, quienes pensaron que él pudo haber influido en esta decisión.

Cristina continuó su viaje a Roma, visitando lugares importantes como la universidad de Bolonia y el Santuario de la Santa Casa, donde donó una corona a la Virgen.

Debido a la importancia de Cristina para el mundo católico, el papa Alejandro VII organizó una recepción espectacular en su camino a Roma. En cada lugar por donde pasaba, la saludaban con cañonazos, campanas de iglesias, misas, procesiones y obras de arte en su honor.

Archivo:Bernini-Porta del Popolo-Inner face-Rome
Porta del Popolo

El 19 de diciembre de 1655, Cristina llegó a la Ciudad Eterna. El 23, hizo su entrada oficial montando un caballo blanco, seguida de un gran grupo. En la Porta del Popolo, se grabó una inscripción en su honor.

El papa, los senadores, los cardenales, la nobleza romana y muchos ciudadanos salieron a recibirla.

El día de Navidad, Cristina recibió la confirmación y la comunión del papa Alejandro VII en la Basílica de San Pedro.

Eligió el nombre de Alexandra para su confirmación y, a petición del papa, también el de María. Así, María Cristina Alexandra Vasa comenzó una nueva etapa de su vida en la ciudad más importante del catolicismo.

Su Vida en Roma: Arte y Pensamiento

Al principio de su estancia en Roma, Cristina visitó iglesias, colegios, museos y bibliotecas. Le interesaba todo lo que tuviera importancia religiosa y cultural. El papa Alejandro VII la recibió en su residencia por un tiempo.

Para ayudarla en su nuevo ambiente, el papa nombró al cardenal Decio Azzolini, conocido por su gran cultura y habilidades diplomáticas. El cardenal era tres años menor que Cristina y se convirtió en su amigo más cercano y leal.

A través de él, Cristina conoció las discusiones internas entre los cardenales. El cardenal Azzolini lideraba un grupo que quería que el papado fuera más independiente de las influencias de Francia y España. Cristina apoyó esta idea y colaboró con los planes de su grupo.

Para contactar con las familias poderosas de Roma, Cristina organizaba espectáculos y reuniones culturales, que fueron muy bien recibidas. Empezó a organizar su propia corte, manteniendo su derecho a ser llamada reina, a pesar de haber dejado el trono.

En septiembre de 1656, Cristina viajó a Francia, donde vivió en el palacio de Fontainebleau por un corto tiempo. Francia era gobernada por el cardenal Mazarino. El rey Luis XIV de Francia asumiría el poder más tarde.

En octubre de 1657, regresó a Francia. Un mes después, descubrió que uno de sus cortesanos, Giovanni Rinaldo, marqués de Monaldeschi, espiaba sus comunicaciones privadas. Cristina resolvió esta situación juzgando a Monaldeschi el 10 de noviembre en el mismo palacio.

Esta acción fue muy criticada por la nobleza europea, que argumentaba que Cristina ya no tenía autoridad para tomar tales decisiones. Cristina defendió su derecho como reina, pero esto causó que su reputación se viera afectada.

Cristina regresó a Roma en febrero de 1658, donde fue recibida con frialdad por el papa Alejandro VII y la nobleza. Su amigo, el cardenal Azzolini, ayudó a mejorar la situación con el tiempo. Cristina decidió cambiar de residencia y se estableció en el Palacio Farnesio.

La exreina buscó obras de arte en Roma para aumentar su colección, pero a menudo no podía comprar lo que quería porque no tenía suficiente dinero. Aunque era muy inteligente y culta, no era buena administrando sus finanzas, y a veces confiaba en personas que no eran honestas. Sus ingresos de Suecia tampoco eran suficientes y los pagos se retrasaban debido a las guerras. Cristina le confió sus problemas económicos al cardenal Azzolini, quien reorganizó sus finanzas y le asignó un administrador más competente.

En 1659, se mudó al Palacio Riario (más tarde Palacio Corsini), donde estableció un protocolo estricto para su corte.

El 12 de febrero de 1660, el rey Carlos X Gustavo falleció de repente, dejando a su hijo Carlos XI de Suecia, de 5 años, como heredero. El Consejo del Reino nombró a cinco nobles para gobernar Suecia hasta que el heredero fuera mayor de edad. Cristina decidió regresar a su país natal para ver cómo estaba su situación y sus intereses.

Su visita a Suecia tuvo momentos buenos y malos. Logró confirmar su título y sus ingresos, pero le quitaron el poder de nombrar autoridades religiosas en sus propiedades. La exreina tampoco estaba contenta con la forma en que los gobernadores administraban sus bienes, pero sin poder político, no pudo cambiarlos. Además, algunos miembros de la corte no aceptaron su intromisión en el tema de la sucesión.

Después de pasar un tiempo en una de sus propiedades, el castillo de Johannisborg, se embarcó en la primavera de 1661 hacia Hamburgo, donde permaneció casi un año. Allí, firmó un contrato con un banquero para regularizar sus ingresos. Durante su estancia en Hamburgo, se interesó por la alquimia (una antigua práctica que buscaba transformar metales en oro) y la piedra filosofal, lo que algunos creen que fue una forma de buscar soluciones a sus problemas económicos. En 1662, regresó a su palacio en Roma.

La década de 1660 fue difícil para ella económicamente. Sus relaciones con los regentes de Carlos XI empeoraron. El principal miembro del gobierno regente era Magnus Gabriel de la Gardie, quien había sido uno de sus favoritos durante su reinado y luego había perdido su aprecio. Esto complicó la situación de la exreina.

En 1666, dejó Roma para volver a Hamburgo. Después de un año, se trasladó a Suecia, pero esta vez con la prohibición de llevar sacerdotes católicos o celebrar misas en suelo sueco. Para Cristina, que era muy religiosa, esto fue un insulto. Sin embargo, lo aceptó y asistía a misa en la embajada francesa. En cuanto a sus propiedades, logró alquilar algunas, lo que le aseguró un ingreso fijo.

Con tristeza, abandonó Suecia en 1668 para no regresar más y volvió a Hamburgo. Durante su estancia allí, el rey Juan II Casimiro Vasa de Polonia abdicó, y se propuso a Cristina como posible candidata al trono de Polonia-Lituania, pero no tuvo suficiente apoyo. Cristina regresó a su corte en Roma y ya no volvió a viajar.

El Renacimiento de la Minerva del Norte

Mientras Cristina estaba en Hamburgo, el papa Alejandro VII había fallecido en mayo de 1667. Después de 18 días, fue elegido el cardenal Julio Rospigliosi, quien tomó el nombre de Clemente IX. Él también estaba interesado en las artes, y al regreso de Cristina, le dio una ayuda económica anual para sus proyectos. Cristina y el cardenal Azzolino habían trabajado activamente para que él fuera elegido papa.

La actividad cultural en Roma se revitalizó con los proyectos de la exreina. Ella empezó a reunir a artistas, científicos e intelectuales en su casa, dándoles una estructura de academias, donde podían discutir y crear. A los más destacados les daba dinero y, en algunos casos, una pensión. Una de sus academias, llamada Academia Real, se inspiró en la Academia Francesa. Su objetivo era mejorar el idioma italiano, que ella consideraba demasiado complicado, y hacerlo más sencillo. Este proyecto se convertiría, después de su muerte en 1690, en la Pontificia Accademia degli Arcadi, o Academia de la Arcadia. Entre los miembros de esta academia estaba un joven escritor, Giovanni Francesco Albani, quien más tarde sería el papa Clemente XI.

Cristina se interesó por la arqueología (el estudio de las civilizaciones antiguas) y, a pesar de sus ingresos limitados, financió algunas excavaciones. Reunió una excelente colección de esculturas antiguas, como un grupo de musas que luego sería comprado por Felipe V de España. Estas musas, que ahora están en el Museo del Prado, decoran el salón oval del museo.

También construyó un observatorio en su palacio, contratando a dos astrónomos, y pasaba horas mirando el cielo.

Su sistema de academias atrajo a científicos como el fisiólogo Giovanni Alfonso Borelli, a músicos como Bernardo Pasquini, Alessandro Scarlatti, Arcangelo Corelli y Alessandro Stradella, y a poetas.

Es importante destacar su amistad con el escultor Gian Lorenzo Bernini, a quien visitaba en su taller y a quien había protegido cuando perdió el favor del papa Inocencio X.

También se preocupó por decorar su palacio con colecciones de pinturas, esculturas, tapices y libros para su gran biblioteca.

Con un espíritu librepensador (alguien que forma sus propias ideas sin seguir tradiciones), Cristina no dudó en oponerse a las persecuciones religiosas. En 1686, publicó un escrito defendiendo a los judíos de Roma. También criticó duramente a Luis XIV por las persecuciones a los hugonotes (protestantes franceses) en 1685. Además, tuvo desacuerdos con el papa Inocencio XI por la intención de este de eliminar la inmunidad diplomática y el derecho a asilo en Roma en 1685.

Inocencio XI y Miguel de Molinos

El papa Clemente IX murió en 1669, y su sucesor fue Emilio Altieri, con el nombre de Clemente X. Como era muy mayor, fue papa hasta su muerte en julio de 1676.

Cristina logró que él levantara la prohibición de que las mujeres asistieran a espectáculos artísticos, lo que benefició mucho al teatro. La reina compró un convento y lo transformó en un teatro, financiándolo con donaciones. En este lugar, por iniciativa suya, comenzó a desarrollarse la ópera seria, incluyendo la participación de cantantes especiales llamados castrati.

Durante el papado de Clemente X, el sacerdote jesuita António Vieira, un brillante orador, se refugió en Roma. Él tenía problemas con la corte y la Inquisición de Portugal. Cristina lo llevó a su corte para que pudiera expresar sus ideas. El religioso regresó a Portugal en 1675. En 1679, Cristina le ofreció un puesto en su corte, pero Vieira lo rechazó.

La elección del nuevo papa en 1676, Inocencio XI, quien era un reformador y opositor de Luis XIV, trajo cambios para Cristina. El papa le retiró la ayuda económica que le había dado Clemente IX y quiso poner fin a su proyecto teatral. Cristina respondió con una fuerte campaña que hizo que Inocencio XI finalmente desistiera.

El ambiente religioso también cambió, como en el caso del teólogo español Miguel de Molinos, muy cercano a Cristina. La teología siempre fue un tema importante para ella, y el quietismo (una corriente religiosa que busca la unión con Dios a través de la quietud interior) propuesto por Molinos le interesó. Mantuvo mucha correspondencia con él. A pesar de la popularidad de las obras del sacerdote español, finalmente fueron condenadas por la Inquisición de Roma, obligando a Molinos a retractarse de sus escritos en 1685. Cristina se sintió decepcionada de Miguel de Molinos, pero no del quietismo.

La religiosidad de la reina siempre fue un tema de discusión en Roma. Su espíritu curioso y cuestionador, junto con su defensa de la libertad religiosa, a menudo hacían dudar a algunos sobre su conversión al catolicismo en el ambiente conservador de Roma.

Sus Escritos y Reflexiones

La filosofía y la teología eran los temas que más le interesaban a Cristina. Durante su vida, mantuvo muchas cartas con personas importantes en estos campos, siempre escribiendo en francés. Gran parte de esta correspondencia se encuentra hoy en la Biblioteca Vaticana y en otras partes de Europa.

En la última década de su vida, comenzó a escribir una Autobiografía, que dejó sin terminar. La obra tiene nueve capítulos cortos, escritos con un lenguaje sencillo. En ella, cuenta de forma resumida sobre su reino, su persona, sus antepasados, sus parientes, la vida en su corte y anécdotas personales. Solo llegó a relatar su niñez.

El texto está escrito como un monólogo dedicado al "Señor". Su habilidad para resumir parece haberla heredado de sus antepasados paternos, conocidos por expresarse de forma clara y concisa. Por algunos detalles en el escrito, se cree que empezó a escribirlo a principios de la década de 1660 y continuó en 1681.

En 1665, el duque de La Rochefoucauld publicó un libro de reflexiones. La reina comenzó a intercambiar cartas con el escritor francés, y motivada por su trabajo, empezó a escribir aforismos (frases cortas que expresan una idea). Estos fueron reescritos en 1670 en dos libros: Les Sentiments Héroiques y L'Ouvrage de Loisir: Les Sentiments Raisonnables. En total, son 1300 aforismos, escritos como máximas: la forma más breve de expresar un pensamiento.

También tenía la costumbre de escribir comentarios en los márgenes de los libros que leía, lo que ha ayudado a conocer más sobre su vida. Además, contó con el gran apoyo de los miembros de la Academia Real que ella misma fundó.

Los Últimos Años de la Reina

Archivo:0 Monument funéraire de Christine de Suède - St-Pierre - Vatican (1)
Monumento a la reina Cristina de Suecia en la Basílica de San Pedro, Roma.

La última década de su vida estuvo marcada por problemas económicos. Sus ingresos disminuyeron debido a las guerras en Suecia. Sin embargo, Carlos XI hizo lo posible por mantener el acuerdo económico con ella. La falta de dinero la obligó a dejar de apoyar a algunos artistas, siendo el caso de Arcangelo Corelli, su maestro de capilla, el más notable. Su salud empezó a empeorar y pasaba la mayor parte del tiempo escribiendo. Sus diferencias con el papa Inocencio XI se hicieron más grandes.

Algún tiempo antes de su muerte, un visitante francés la describió así:

Tiene más de sesenta años, es pequeña, muy robusta y de cuerpo redondo. Su piel, voz y rasgos son masculinos: nariz grande, ojos azules grandes, cejas rubias, una barba doble con vello y un labio inferior un poco prominente. Su cabello es castaño claro, corto, empolvado y sin peinar. Su expresión es amigable y sus modales muy amables. Viste una chaqueta masculina ajustada, de satén negro, que le llega a las rodillas y se abrocha por delante. Usa una falda negra corta que deja ver su calzado masculino. Una gran cinta negra reemplaza el pañuelo al cuello. Un cinturón sobre su chaqueta le ajusta el vientre, haciendo más notoria su redondez.

En los primeros meses de 1689, la reina empezó a sentirse muy enferma. El 13 de febrero sufrió un desmayo, que se repitió tres días después. Sus allegados le pidieron que recibiera la extremaunción (un sacramento para los enfermos), lo cual ella aceptó con calma. El 1 de marzo, escribió su testamento, nombrando al cardenal Azzolino como su único heredero. También le escribió una carta al papa Inocencio XI pidiéndole perdón por las diferencias que habían tenido. El papa, que también estaba enfermo, recibió la carta con emoción y le respondió a través de un cardenal, diciendo que sus diferencias habían terminado y dándole la absolución (el perdón de los pecados). En sus últimos días, estuvo acompañada por su amigo Azzolino, quien también estaba enfermo y fallecería el 6 de junio de ese mismo año.

En su testamento, Cristina escribió que deseaba ser vestida de blanco y sepultada en el Panteón de Agripa, sin que se exhibieran sus restos y sin lujos. Su epitafio (la inscripción en su tumba) debería ser tallado en una piedra sencilla con solo la frase “D.O.M. Vixit Christina annos LXIII” (Deo Optimo Maximo. Cristina vivió 62 años).

A las 6 de la mañana del 14 de abril, mientras reposaba en su cama, solo acompañada por el cardenal Azzolino y su confesor, el Padre Slavata, Cristina llevó su mano izquierda al pecho y falleció.

Un Funeral Digno de una Reina

Archivo:Christina of Sweden (1626) grave 2010 Vatican (2)
El sarcófago de Cristina en la extensa cripta papal del Vaticano.

Su última voluntad de ser sepultada con sencillez no fue cumplida. El cardenal Azzolino y el papa Inocencio XI decidieron darle un funeral de Estado. Su cuerpo fue expuesto durante tres días en su palacio para que muchas personas pudieran despedirse. Al atardecer del 22 de abril, en un carro abierto, fue trasladada en un cortejo iluminado por antorchas y rodeada de su guardia, a una iglesia elegida por el cardenal Azzolino. Al día siguiente, se celebró una misa en presencia de todos los cardenales. Después, comenzó una gran procesión que llevó los restos de la reina hasta la Basílica de San Pedro. Allí, su cuerpo fue colocado en un ataúd de ciprés junto a su corona y cetro. Este ataúd fue puesto dentro de otro de plomo y, finalmente, en uno de madera. Fue depositado en las "Grutas viejas" de la Basílica. Su tumba fue sellada y luego se le añadió el epitafio: D.O.M. Corpus Christinae Alexandrae Gothorum Suecorum Vandalorumque Reginae Obiit die XIX Aprilis MDCLXXXIX.

En 1701, durante el papado de Clemente XI (aquel joven escritor Albani de la Academia de la Arcadia), el arquitecto Carlo Fontana, alumno de Bernini, creó el monumento funerario que se puede ver hoy en la Basílica de San Pedro.

Cristina en Libros y Películas

El escritor Calderón de la Barca escribió una obra de teatro llamada La protestación de la fe, inspirada en la vida de la reina Cristina.

El director Rouben Mamoulian dirigió a Greta Garbo en la película La reina Cristina de Suecia (Queen Christina), que fue un gran éxito en 1933.

En 1974, se estrenó la película británica Abdicación (The Abdication), dirigida por Anthony Harvey, con Liv Ullmann interpretando a la reina Cristina.

En 2015, se estrenó la película Reina Cristina, la mujer que fue rey (The Girl King), dirigida por Mika Kaurismäki.

Galería de imágenes

Véase también

Kids robot.svg En inglés: Christina, Queen of Sweden Facts for Kids

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Cristina de Suecia para Niños. Enciclopedia Kiddle.