Manuel Carpio para niños
Datos para niños Manuel Carpio |
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![]() Diputado al Congreso de la Unión de México por Estado de México |
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1 de enero de 1825-31 de diciembre de 1826 | ||
Predecesor | Primer diputado electo | |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Manuel Eulogio Carpio y Hernández | |
Nacimiento | 1 de marzo de 1791 Cosamaloapan (Virreinato de Nueva España, España) |
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Fallecimiento | 11 de febrero de 1860 Ciudad de México (México) |
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Nacionalidad | Española (hasta 1822) y mexicana (desde 1822) | |
Familia | ||
Hijos | Guadalupe Carpio | |
Educación | ||
Educado en | Universidad Nacional Autónoma de México | |
Información profesional | ||
Ocupación | Poeta, escritor, filósofo, político y médico | |
Años activo | desde 1823 | |
Miembro de | Academia de San Carlos | |
Manuel Eulogio Carpio Hernández (nacido en Cosamaloapan el 1 de marzo de 1791 y fallecido en la Ciudad de México el 11 de febrero de 1860), conocido como Manuel Carpio, fue un importante pensador mexicano del siglo XIX. Ayudó a desarrollar la medicina científica en México. Fue poeta, médico, filósofo, maestro y político. También se le considera uno de los fundadores del Romanticismo mexicano. Fue miembro destacado de la Academia de Letrán y de la Academia Nacional de San Carlos de México.
Su forma de ser y su trabajo se caracterizaron por sus fuertes creencias religiosas y su amor por la humanidad. Para él, el amor y la ayuda a los demás eran lo más importante en su vida.
Contenido
La vida de Manuel Carpio
Sus primeros años y estudios
Manuel Carpio fue el octavo hijo de Antonio José Carpió, un comerciante de algodón de Córdoba, España, y de Josefa Hernández, de Veracruz. Cuando Manuel era muy pequeño, su familia se mudó a la Ciudad de Puebla por el trabajo de su padre.
Después de que su padre falleciera en 1796, la familia pasó por momentos difíciles. Manuel, con mucho esfuerzo, logró entrar al Seminario Conciliar de Puebla. Allí estudió latinidad, artes, letras, filosofía y teología. Gracias a su dedicación, pronto se destacó entre sus compañeros.
Uno de sus maestros, el sacerdote Don José Jiménez, profesor de teología, tenía una gran biblioteca. Él se convirtió en un guía para Manuel. A Manuel le encantaba leer, y con la ayuda de su maestro, descubrió libros de religión, historia antigua y clásicos griegos y latinos. Esto lo marcó para siempre.
Aunque pudo haber seguido el camino del sacerdocio al terminar teología, Manuel sintió que no era digno de ello. Por eso, decidió estudiar derecho. Sin embargo, esta carrera no llenó sus expectativas, así que finalmente eligió estudiar medicina.
Sus estudios de medicina y mudanza a la capital
En esa época, solo la Universidad de Guadalajara y la Real y Pontificia Universidad de México ofrecían estudios de medicina. Estos cursos eran básicos y no muy avanzados. En la Ciudad de México, había un curso de cirugía de cuatro años en el Hospital Real. En Puebla, se impartía un curso similar en el Hospital de San Pedro, pero de menor calidad.
Como Manuel tenía pocos recursos, no pudo pagar la universidad en la Ciudad de México. Así que se inscribió en el curso de Puebla. Tuvo la suerte de que otros jóvenes seminaristas también eligieron medicina. Al ver que el curso no era suficiente, decidieron formar una Academia privada para estudiar medicina por su cuenta, mientras seguían sus clases en el hospital.
Para demostrar lo que aprendían, el grupo de estudiantes hizo una presentación sobre fisiología para el Obispo de la Diócesis, Don Antonio Joaquín Pérez. Manuel Carpio fue uno de los que presentó este trabajo. Al año siguiente, sus compañeros lo nombraron Presidente de la Academia. Continuó presentando trabajos sobre anatomía y patología. Al terminar sus estudios, obtuvo el grado de Bachiller.
Manuel causó tan buena impresión que el Obispo Don Antonio Joaquín Pérez le dio una beca. Lo envió a la Ciudad de México para que estudiara en la Universidad. Hacia 1832, Manuel obtuvo el título de Profesor de Medicina después de aprobar los exámenes de la Facultad Médica del Distrito.
Manuel Carpio aprendió mucho por sí mismo, estudiando en privado. Siempre le interesaron los avances científicos de su tiempo y las nuevas ideas. Sin embargo, nunca dejó de lado las teorías clásicas que tanto habían formado su mente. Un ejemplo de esto es su traducción al español de los Aforismos y Pronósticos de Hipócrates.
La traducción de Aforismos y Pronósticos de Hipócrates
Durante sus estudios, Manuel estaba tan interesado en la ciencia y los textos clásicos que, al encontrar los aforismos y pronósticos de Hipócrates, decidió traducirlos al español. Los publicó poco después de obtener su título de bachiller en medicina (1823).
Este libro tiene cuatro partes. Las dos primeras son la traducción al español del texto de Hipócrates. Las últimas dos son artículos traducidos del francés: uno sobre el estetoscopio y otro sobre la percusión del pecho, escrito por el Dr. Joaquín Villa.
Al principio, su traducción fue criticada porque en esa época el latín era el idioma oficial de enseñanza en la Universidad. Manuel Carpio explicó su decisión en el prólogo de su obra:
No estaba muy contento con las traducciones de los Aforismos y Pronósticos de Hipócrates. Algunas estaban incompletas, otras eran muy antiguas, y todas eran poco exactas. Por eso, me propuse hacer una nueva traducción que fuera útil para los profesionales de la medicina.También me motivó el deseo de eliminar, en lo posible, un idioma que, aunque es hermoso en Cicerón y mágico en Virgilio, resulta molesto y difícil en las escuelas y universidades. Allí, todavía se tiene la idea anticuada de hablar en una lengua cuyas expresiones propias se desconocen.
No soy tan orgulloso como para pensar que logré la exactitud perfecta. Lo intenté en todo momento, y si a veces no lo conseguí, atribúyanlo menos a mi descuido y más al lenguaje latino un poco rudo de los traductores de Hipócrates.Carpio, Manuel. 1823. Aforismos y Pronósticos de Hipócrates, seguidos del artículo Pectoriloquia del Diccionario de Ciencias Médicas Traducidos al castellano, los primeros del latín, y el último del francés/ Prólogo
Además, Carpio usó una frase como introducción que para su tiempo fue muy atrevida: “Hipócrates era hombre, y a veces se engañó como todos”. Esta frase muestra el cambio de ideas que vivía México en esa época. Las antiguas formas de pensar estaban dando paso a nuevas ideas y el idioma se usaba como una herramienta para el cambio.
Como dijo José Bernardo Couto sobre la obra de Manuel Carpio: «Se mantuvo al día con los avances de la ciencia hasta sus últimos días, pero sin dejarse deslumbrar por las novedades.»
Médico innovador
Manuel Carpio fue muy influenciado por uno de sus maestros, el Dr. Luis José Ignacio Montaña. Montaña era un innovador para su época. Rechazaba las ideas sin base, criticaba prácticas que podían ser dañinas y promovía una nueva visión: que para cada enfermedad existía un medicamento específico. Este pensamiento marcó a Carpio. Él se dedicó a cambiar el método de enseñanza tradicional, que a veces era perjudicial, por una enseñanza científica y moderna. Por eso, se le considera un pionero de la medicina científica en México.
Manuel Carpio vivió la transición de la medicina antigua y tradicional a la medicina científica. En México, se dio un cambio muy importante en la forma de entender la medicina.
Se sabe que Manuel Carpio realizó los primeros estudios e investigaciones con microscopio en México.
Su labor como maestro
Hacia 1833, después de obtener su título de médico, Manuel Carpio se unió al grupo de profesores del Establecimiento de Ciencias Médicas. Allí fue responsable de las clases de fisiología e higiene. En este lugar, su espíritu investigador lo llevó a desafiar las viejas ideas médicas. Empezó a incluir nuevos conceptos de fisiología, influenciado por las investigaciones de Thomas Sydenham, Xavier Bichat y François Magendie.
Como admirador de Hipócrates, dedicó parte de su investigación y enseñanza a mejorar las clases que estaban influenciadas por teorías que él consideraba "malas influencias". Como dijo Don Bernardo Couto, la actitud de Carpio ante estas ideas era: Las escuchó con cuidado, las puso a prueba con la observación y la razón, y pronto decidió que no eran correctas. No solo las rechazó para sí mismo, sino que, convencido de que eran falsas y dañinas, las atacó de todas las formas: en escritos científicos, en conversaciones familiares, e incluso con humor.
Hay un poema corto, un epigrama, que con humor y poesía, mostraba mucho del pensamiento de Manuel Carpio:
Método de nuestros días
Y que el enfermo no coma.
Luego que algún mal asoma
Agua de malvas o goma,
Sanguijuelas o sangrías,Manuel Carpio, Epigrama, sin fecha conocida
El Establecimiento de Ciencias Médicas se vio afectado por la situación política de la época. Al año siguiente, estuvo a punto de cerrar. Pero gracias al esfuerzo y dedicación de los profesores, lograron salvarlo. Trabajaron sin sueldo, sin recursos para los gastos más básicos y sin un lugar fijo para enseñar. Fue así como Carpio y los demás profesores lograron mantener el Establecimiento, donde Manuel Carpio siguió dando clases hasta el día de su muerte.
Con una gran reputación como médico, decidió dedicarse por completo a la vida académica, una pasión que mantuvo hasta su muerte, en lugar de ser un médico privado. Entre sus muchas actividades, fue miembro de la Primera Academia de Medicina (1836 - 1841), donde fue Secretario y Presidente en diferentes momentos. Su espíritu aventurero y académico lo llevó a ser editor y director del Periódico de la Academia. También fue miembro de la Comisión Nacional de Estudios y vicepresidente del Consejo Superior de Salubridad, que en 1841 reemplazó a la Facultad Médica del Distrito.
Manuel dividía su tiempo entre las clases del Establecimiento de Ciencias Médicas, las clases de anatomía que daba a los estudiantes de la Academia Nacional de San Carlos de México (hoy Escuela Nacional de Artes Plásticas), donde el famoso pintor José María Velasco fue uno de sus alumnos, y algunas consultas gratuitas a personas con pocos recursos. Su biografía muestra su gran humanidad:
Bondadoso e indulgente, como he dicho, con los enfermos, jamás sin embargo lisonjeaba, ni mentía, ni halagaba manías; que todo eso era incompatible con la mesura y gravedad de su carácter. Algunos libros se han escrito de moral médica: creo que bastaría por todos uno que contase cómo ejercía Carpió su oficio.
La Universidad de México le otorgó el título de Doctor en 1854, sin pedirle nuevas pruebas ni gastos. Luego le dio las cátedras de Higiene e Historia de las ciencias médicas.
Su trabajo social
Manuel Carpio siempre buscó educar a la gente y promover hábitos de higiene. Por eso, decidió escribir un libro llamado Medicina Doméstica. En él, enseñaba los principios básicos de higiene, primeros auxilios y pequeñas intervenciones médicas que se podían hacer con lo que se tenía en cualquier hogar mexicano.
Este libro fue muy útil, especialmente en el campo y en lugares donde era casi imposible acceder a un médico. Bernardo Couto explicó que para escribir una obra así, se necesitan cualidades que parecen imposibles de combinar: mucha claridad, mucha exactitud, total seguridad en lo que se enseña, y al mismo tiempo, nada de lenguaje científico complicado.
Otros intereses científicos
Además de la medicina, la docencia, la anatomía, la higiene y la salud pública, Carpio tenía un gran interés en otras ciencias como la geología y la astronomía, que le fascinaba.
También le llamaban la atención la arqueología, las bellas artes y los textos sagrados. Le encantaban las obras de los clásicos de Grecia y Roma, y la historia de civilizaciones antiguas como las de Nínive, Babilonia, Siria y el Antiguo Egipto. Seguía de cerca los descubrimientos de Jean-François Champollion y buscaba toda la información que podía en México.
Hizo lo mismo con las investigaciones sobre las ruinas de las ciudades de Asiría y Caldea. Pero, sobre todo, Palestina era su lugar favorito. Había leído a Flavio Josefo tanto como a Hipócrates, y los relatos de viajeros a Tierra Santa eran una fuente de inspiración para su imaginación.
Además, se encargó de la edición y publicación de la obra Tierra Santa, impresa por Mariano Galván. El libro se basaba en la parte del Itinerario de Chateaubriand que trata sobre Siria y Egipto.
Otro autor que le gustaba mucho era Calmet. Por encargo de Galván, tradujo al español partes de la Biblia de Aviñón o de Vencée, específicamente el Deuteronomio y el Libro de Josué. Es probable que también haya traducido el profeta Jeremías.
Su lado humano
Manuel Carpio era, según Bernardo Couto, un hombre naturalmente bueno, incapaz de odiar nada más que el vicio en sí mismo. Nunca conocí a nadie que juzgara menos a los demás, ni que expresara una opinión o sentimiento contrario a otra persona. Delante de él, los chismes tenían que callar, porque su presencia seria y respetuosa obligaba a la moderación.
Con un lenguaje impecable y buenas costumbres, nunca toleró a las personas groseras o chismosas. No era amargado ni sin gracia; al contrario, tenía un sentido del humor muy fino, a veces con sarcasmo y chistes. Sin embargo, no permitía comentarios que hirieran a alguien, que afectaran la reputación o que rebajaran lo que él consideraba fundamental en el trato entre personas.
Su bondad, sin embargo, no era señal de debilidad o miedo para enfrentar sus deberes, por difíciles que fueran. Actuaba según su conciencia y seguía al pie de la letra la frase de Leibniz: "La justicia es la caridad del sabio". Manuel Carpio tenía paz en su alma y siempre se controlaba a sí mismo. Amaba la verdad en todas las cosas, y la mentira era para su corazón lo que la trampa lógica para su mente; algo que le causaba un rechazo natural, antes de cualquier pensamiento.
Se dice que era un amigo excelente, bondadoso con todos, pero muy selectivo al dar su amistad, sabiendo lo valiosa que era. Con una fuerte formación católica, nunca interfirió en otras creencias; al contrario, las respetaba. Su fe la mostraba a través de sus acciones. Las discusiones religiosas le parecían dañinas, y seguía con una fe completa pero razonada las creencias de la Iglesia católica.
Su participación en la política
Manuel Carpio también dedicó tiempo a la administración pública y la política. En 1824, fue redactor de actas en la legislatura del Estado de México. Después, fue elegido Diputado al Congreso General por el mismo estado para los años 1825 y 1826. Tenía una buena reputación en el Congreso y llegó a ser Presidente de la Cámara en algún momento.
Para el siguiente periodo, en su estado natal, Veracruz, fue consejero del Gobierno Estatal y Diputado local por el Partido Conservador Mexicano. En ese tiempo, el Congreso y el Gobierno Estatal se opusieron a un grupo político llamado "yorkino", que se había organizado en logias masónicas bajo la supervisión del Embajador de Estados Unidos, Joel R. Poinsett. Para defender su postura, la Legislatura local decidió escribir un manifiesto, y Manuel Carpio fue el encargado. El manifiesto se publicó el 19 de junio de 1827. Fue un escrito muy impactante, redactado con fuerza. En algunos lugares causó tanta sorpresa que no creían que Carpio, conocido por su carácter tranquilo, lo hubiera escrito.
Cuando la Revolución de Tulancingo fracasó, Manuel Carpio, que había llamado la atención, recibió amenazas y temió ser atacado por el grupo ganador. Por eso, decidió irse al Estado de Puebla. En septiembre de 1828, poco antes de las elecciones presidenciales, regresó a Xalapa. Votó, como sus colegas del Congreso, a favor de Manuel Gómez Pedraza y en contra del general Vicente Guerrero, candidato de los yorkinos. Pero cuando se anularon los resultados de las elecciones generales, que llevaron a Guerrero a la Presidencia, decidió retirarse y regresar a la Ciudad de México.
Era una época en que la situación política en el país era inestable y complicada, con conflictos entre diferentes grupos. Manuel Carpio, a pesar de sus actividades políticas, siempre se mantuvo al margen de las luchas violentas. Como explica Luis Ramón Bustos, la actitud del poeta era:
Allí donde otros discuten a muerte, él solo disfruta de vinos dulces de Judea. Escucha los sonidos reconfortantes de laúdes brillantes; salmos que se cantan con melodiosa devoción; campos y montañas que, al amanecer, alaban a Dios. Es un médico que cuida rebaños. Por eso no está aquí, por eso recorre -día tras día y sin conocerla- Tierra Santa. Oriente lo guía. Solo hacia Oriente dirige sus pasos.Luis Ramón Bustos, Hablando de Manuel Carpio en La Crónica
Con el paso de los años, regresó a la actividad política. En 1837, fue miembro de la Junta Departamental de México. Por ley, debió haber entrado a las Cámaras en 1846, pero esa constitución fue derrocada antes. Después de la paz de Guadalupe, en 1848, fue miembro de la Cámara de Diputados, y en 1851, del Senado. En enero de 1858, entró al Consejo de Estado, como representante de Nuevo León. Sin embargo, a mediados del mismo año renunció a su cargo, como lo habían hecho varios de sus colegas, cuando se anunció que se adoptaría una política menos moderada.
Pocas veces participaba en las discusiones públicas. Prefería trabajar en comisiones. En estas y al votar, siempre mostró imparcialidad y honestidad. Por sus principios, su carácter y sus hábitos de vida, no podía pertenecer al grupo popular. Pero tampoco podía estar de acuerdo con los excesos del poder autoritario. Era un patriota sincero, amaba con pasión su país natal y deseaba para él prosperidad y buena reputación. Solo quería un gobierno de orden y justicia, que respetara los derechos de todos y que, de verdad, sin alborotos, promoviera el progreso de la República. Todos reconocían sus buenos sentimientos, y todos los partidos, al final, respetaron su persona y valoraron su virtud.
Actividad política en orden cronológico
Institución | Cargo | Periodo |
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Partido Conservador de México | Miembro del Partido Conservador |
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Congreso del Estado de México | Redactor de Actas |
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Congreso General de la Federación | Diputado por el Estado de México |
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Congreso General de la Federación | Presidente de la Cámara de Diputados |
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Junta Departamental de México | Miembro de la Junta |
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Academia de Medicina de México | Miembro de la Academia |
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Academia de Medicina de México | Secretario y Presidente | En diversos momentos entre
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Periódico de la Academia de Medicina de México | Director y Editor |
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Comisión Nacional de Estudios | Miembro de la Comisión |
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Consejo Superior de Salubridad | Vicepresidente |
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Congreso General de la Federación | Diputado por el Estado de Veracruz. |
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Congreso General de la Federación | Diputado por el Estado de Veracruz |
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Congreso General de la Federación | Senador por el Estado de Veracruz |
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Concurso "Himno a la Patria" | Jurado |
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Academia de Letrán | Miembro de la Academia |
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Academia Nacional de San Carlos de México | Secretario Provisional |
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Consejo de Estado | Representante del Estado de Nuevo León |
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Establecimiento de Ciencias Médicas | Catedrático |
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Academia Nacional de San Carlos de México | Académico honorario |
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El Romanticismo en su obra
Algunos autores consideran a Carpio como el Padre del Romanticismo mexicano. Era un hombre con mucha cultura y una fuerte formación religiosa. Desde muy joven, influenciado por sus padres y sus estudios en el Seminario de Puebla, la fe católica marcó todas sus obras. Era un humanista con una educación refinada y con ideas conservadoras. Los temas históricos y religiosos fueron el centro de la poesía de Manuel en el inicio del romanticismo mexicano. José Luis Martines llamó a Manuel Carpio y a José Joaquín Pesado los referentes del «romanticismo del pasado.»
Su profunda fe católica y sus ideas conservadoras hicieron que su espíritu compasivo, caritativo y reflexivo se reflejara en cada una de sus poesías. Buscaba la perfección en la forma y la claridad en la expresión.
Bernardo Couto lo llamó Musa vetat morí (el arte de la palabra evita la muerte), como había dicho el gran poeta latino Horacio siglos antes. Manuel Carpio comenzó a escribir poesía ya de adulto, cerca de los cuarenta años, solo cuando se sintió preparado y con suficientes conocimientos. Su primera obra, en 1832, fue una Oda a la Virgen de Guadalupe. Esta se presentó en la celebración anual que los comerciantes de la Ciudad de México hacían cada año. En los años siguientes, Mariano Galván le encargó otras composiciones sobre el mismo tema para incluirlas en el calendario anual que editaba.
En 1849, José Joaquín Pesado reunió las obras publicadas del poeta en un solo libro. También incluyó obras inéditas y un prólogo escrito por él mismo. La publicación fue muy reconocida y bien recibida en el mundo literario. Couto analizó la situación de la literatura mexicana en esa época: si se compara lo que se escribía hacia el año de 1830, con lo que dos siglos antes habían producido Valbuena, Ruiz de Alarcón, Sor Juana Inés de la Cruz, la comparación es claramente desfavorable para el tiempo posterior, y hay que admitir que habíamos retrocedido en lugar de avanzar.
En la poesía de Carpio se encuentra una rima sencilla y precisa, variada y rica. Parece que escribía versos de la forma más simple, sin siquiera esforzarse en sus estrofas. No buscaba a propósito rimas difíciles, pero tampoco las evitaba si se le presentaban. Nunca sacrificaba su pensamiento por la rima. Escribir en verso era lo suyo, era exacto y puro. Su estilo es limpio y claro. Aunque a veces se esforzaba demasiado por la perfección del estilo, nunca se dejó llevar por la tentación de la prosa, no porque fuera mala, sino porque no encajaba con su forma de ser. La poesía de Carpio se centró principalmente en dos temas: la Biblia y los paisajes naturales de Cosamaloapan, su lugar de origen. Fue tan grande su amor por su tierra natal que popularmente se le empezó a llamar El Cantor del Terruño.
Se cree que en la poesía de Manuel Carpio había dos grandes desafíos. El primero: la monotonía de sus composiciones, que parecían una producción en serie, porque en todas estaban los mismos elementos y las mismas emociones. El segundo, que esos elementos estaban profunda e íntegramente presentes en cada una de sus obras. Couto lo señaló así:
..."tal vez lo hubiera evitado todo, si no hubiera visto con desinterés la poesía de pensamiento, en que tantos recursos encuentran los talentos superiores; la poesía al modo horaciano. Pero, sea genio, sea sistema, él seguía otro camino.Bernardo Couto
Esta forma de escribir no solo la plasmaba en sus obras literarias, sino que también la difundía y defendía de palabra. Así lo hizo constantemente en la Academia de Letrán, donde desde 1836 hasta 1856 se reunían una vez a la semana para leer y analizar sus composiciones, y discutir los principios del arte. A esas reuniones asistían Andrés Quintana Roo, José María Lacunza y Juan N. Lacunza, Joaquín Pesado, Guillermo Prieto, Francisco Ortega, Alejandro Arango, entre otros.
El papel de Manuel Carpio en la Academia siempre fue el de mantener los principios estrictos del gusto clásico. En su opinión, solo lo que se ajustaba rigurosamente a esos principios era aceptable. Lo mismo que en la poesía, le pasaba en las bellas artes, de las que también era aficionado. Ninguna pintura o estatua le llamó la atención si el tema no era noble y si no estaba realizado con grandeza y pureza de estilo. Fue secretario provisional de 1856 a 1857 de la Academia de San Carlos, de la que también era Académico honorario.
Su formación era objeto de críticas. Al respecto, Luis Ramón Bustos, hace la siguiente aclaración:
Lo suyo es leer, aprender siempre, hacerse espíritu. De ahí que resulte tan absurdo que liberales furiosos lo cataloguen de conservador furioso. Quien lo conoce, sabe que su reino no es de este mundo; que su alma, entera y plena, pertenece exclusivamente al Señor. Suelen sus amigos agobiarlo con reconocimientos y aplausos. Hombres de ciencia, poetas consagrados, han escrito comentarios eruditos, estudios profundos que confirman sus talentos en ambos caminos... Nada le importan los lujos, los cantos de sirena de la fama, la fortuna inconstante. En un siglo donde el oro y las armas dominan, su único escudo es la oración... No tiene muebles lujosos: comidas sencillas y agua pura adornan su mesa... Sabe limpiar el corazón con versos simples, restaura cuerpos cansados con tónicos especiales. Es, simplemente, un hombre de Dios .Luis Ramón Bustos, Hablando de Manuel Carpio en La Crónica
Jurado del Himno Nacional Mexicano
En 1853, el gobierno de Antonio López de Santa Anna organizó un concurso para elegir la letra del Himno Nacional Mexicano. Como miembros del jurado, se eligieron a tres importantes pensadores de la época: Bernardo Couto, José Joaquín Pesado y Manuel Carpio.
Su vida personal
Manuel Carpio se casó con Guadalupe Berruecos, y tuvieron cinco hijos. Esta familia fue un ejemplo por su buen comportamiento y sus actos de ayuda a los demás. En 1856, falleció su esposa, y tres años después, en enero de 1859, su cuñado, Rafael Berruecos, a quien quería como un hermano. Estos hechos le causaron una profunda tristeza hasta el día de su muerte.
Sufrió una enfermedad cerebral que lo afectó por más de un año. Tenía fuertes dolores de cabeza, ceguera temporal, mareos y pérdida de memoria. El 11 de febrero de 1860, sufrió un ataque que le quitó la vida varias horas después. Sus funerales fueron públicos y llenos de dolor, dignos de quien en esa época era considerado una de las personas más importantes de la ciudad. Alumnos de la clase de escultura de la Academia de San Carlos, dirigidos por Manuel Vilar, hicieron un busto del poeta, más grande que el tamaño natural, como homenaje poco antes de su muerte.
Y, como dijo Bernardo Couto, "Del talento y la bondad unidos es imposible hablar sin algún sabor de alabanza."
Manuel Carpio en la cultura popular
En 1918, por un decreto publicado el 4 de junio, el municipio de Cosamaloapan recibió el nombre de Cosamaloapan de Carpio, en honor al médico y poeta.
En las tres ciudades más grandes de México, existen calles y avenidas con el nombre de Manuel Carpio. La Ciudad de México tiene 10 de ellas.
Centenario de su fallecimiento
En la celebración del centenario del fallecimiento de Manuel Carpio, el 11 de marzo de 1960, se compuso un himno en su honor. Aquí un fragmento:
Coro.
¡Oh Carpio! Tu fama
nimbada de gloria,
fulgura en la historia
con regio esplendor…
Las frondas te cantan
y el pueblo que te ama
te rinde tributo
de paz y de amor.
Letra: Aurora Ferat de Zamacona
Fue cantado por primera vez en el Centenario del fallecimiento del Dr. Manuel Eulogio Carpio Hernández.
Obras importantes
Publicaciones
- Carpio, Manuel (1832). Mariano Galván Rivera, ed. La Tierra Santa, o descripción exacta de Joppe, Nazareth, Belén, el Monte de los Olivos, Jerusalén y otros lugares célebres en el Evangelio. A lo que se agrega una noticia sobre otros sitios notables en la historia del pueblo hebreo (1era edición). México.
- Carpio, Manuel (1832). Periódico de la Academia de Medicina de México. En 5 tomos (1era edición). México: Cuatro primeros en la imprenta de Galván, y el último en la de Ojeda.
- Carpio, Manuel (1860). Poesías del Sr. Dr. Don Manuel Carpio. Con Su Biografía escrita por el Sr. Dr. Don José Bernardo Couto (2a edición). México: Imprenta de Andrade y Escalante.
- Carpio, Manuel (1823). Aforismos y Pronósticos de Hipócrates, seguidos del artículo Pectorílouo del Diccionario de Ciencias Médicas Traducidos al castellano, los primeros del latín, y el último del francés 1 (12) (1era edición). México: oficina de D. Mariano Ontiveros.
- Carpio, Manuel (1845). Medicina doméstica (1era edición). México: Sin datos.
Recopilaciones
- Carpio, Manuel; Pesado, José Joaquín, et al (2000). Poesía romántica mexicana (antología) (1era edición). México: Educal, S.A. de C.V. ISBN 968-27-0919-9.
- Carpio, Manuel (1987). Poesía (Colección UV Rescate) (1era edición). México: Universidad Veracruzana. ISBN 968-83-4070-7.
- Montes de Oca, Francisco (1993). «Ocho Siglos De Poesía: En Lengua Castellana». Sepan cuantos (873). ISBN 968-43-2784-6.