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Leoncio Prado para niños

Enciclopedia para niños
Datos para niños
Leoncio Prado Gutiérrez
Leoncio Prado.jpg
Información personal
Nacimiento 24 de agosto de 1853
Huánuco, Perú
Fallecimiento 15 de julio de 1883  
Huamachuco, Perú
Sepultura Cripta de los Héroes
Nacionalidad Peruana
Familia
Padre Mariano Ignacio Prado
Información profesional
Ocupación Oficial naval
Años activo 1863-1883
Lealtad Bandera de Perú Perú
Bandera de Cuba Cuba
Rama militar Ejército del Perú
Rango militar Coronel

Leoncio Prado Gutiérrez (nacido en Huánuco, Perú, el 24 de agosto de 1853 y fallecido en Huamachuco, Perú, el 15 de julio de 1883) fue un valiente militar peruano. Participó en importantes conflictos en su país, en Cuba y en Filipinas. Es especialmente recordado por su participación en la Guerra del Pacífico. Fue capturado y luego fusilado por el ejército chileno en julio de 1883, después de la batalla de Huamachuco. En su honor, se han creado varias instituciones en Perú, como el Colegio Militar Leoncio Prado. Su padre fue el presidente Mariano Ignacio Prado. Su hermano Manuel Prado Ugarteche también fue presidente de Perú en dos ocasiones.

La vida de Leoncio Prado

¿Cómo fue la infancia de Leoncio Prado?

Cuando Leoncio tenía seis años, su padre, que ya era coronel del ejército peruano, los llamó a Lima. Así, Leoncio y su madre llegaron a la capital en junio de 1859. Leoncio comenzó sus estudios en un colegio. Su padre, Mariano Ignacio Prado, sentía un cariño especial por él.

Desde muy pequeño, Leoncio se sintió atraído por la vida militar. Le encantaban los ejercicios y desfiles del Regimiento de la Unión, que era dirigido por su padre. A menudo los acompañaba y soñaba con unirse al ejército. En esa época, era común que niños se unieran a las fuerzas militares.

El 1 de abril de 1861, antes de cumplir los 8 años, Leoncio cumplió su sueño. Vistió el uniforme militar y fue reconocido como soldado distinguido en el regimiento. A los 9 años, ingresó al Colegio Guadalupe, y a los doce, ya era cabo en el Regimiento de Lanceros de la Unión.

En 1865, su padre, el coronel Mariano Ignacio Prado, era prefecto de Arequipa. En ese tiempo, Perú enfrentaba un conflicto con España. Una escuadra española había ocupado las islas Chincha. El gobierno peruano firmó un acuerdo que muchos consideraron una humillación. Por ello, el 28 de febrero, el coronel Prado se levantó en armas, iniciando una campaña militar en la que Leoncio participó. Esta campaña terminó con la toma de Lima el 6 de noviembre de ese año.

¿Cuándo se unió Leoncio Prado a la Marina?

Después de la revuelta y con el nuevo gobierno establecido, Leoncio, a los trece años, dejó sus estudios para unirse como guardiamarina a la fragata Apurímac. Esta nave formaba parte de la escuadra del capitán de navío Manuel Villar.

El nuevo gobierno ordenó que la escuadra peruana se dirigiera al sur para unirse a la flota chilena, ya que Chile también estaba en conflicto con España. Las naves peruanas eran las fragatas Apurímac y Amazonas, y las corbetas Unión y América. Se encontraron con las naves chilenas Covadonga y Esmeralda en Chiloé. La Amazonas no pudo llegar al naufragar. La flota aliada se ancló en la isla Abtao, bajo el mando del capitán de navío peruano Manuel Villar.

El 7 de febrero de 1866, las fragatas españolas Villa de Madrid y Blanca llegaron al lugar, dando inicio al combate de Abtao. Fue un bombardeo a distancia que no causó grandes daños. Por esta acción, Leoncio recibió su primera medalla de guerra.

Las difíciles condiciones en alta mar afectaron la salud del joven Leoncio, quien tuvo que regresar a Lima para recuperarse. Una vez mejor, ingresó a la Escuela Militar de Espíritu Santo como cadete. Por su participación en la campaña, se le otorgó el grado de subteniente el 1 de abril de 1866.

¿Qué pasó en el Combate naval del 2 de mayo?

Cuando se acercaba el combate en el Callao, se prepararon defensas. Las playas se llenaron de trincheras. En la madrugada del 2 de mayo, Leoncio se dirigió al Callao, diciendo que su lugar estaba en el combate.

Una vez en el Callao, se embarcó en una lancha que lo llevó a una de las naves peruanas. El combate comenzó con el bombardeo español al Callao, y las baterías de tierra respondieron. Una granada española destruyó la Torre de La Merced, donde estaba el ministro de Guerra, coronel José Gálvez, quien falleció. Después de seis horas, el jefe de la escuadra española ordenó terminar la acción.

El bombardeo del Callao fue la última acción de los barcos españoles en el Pacífico. Después de reparar sus naves, regresaron a España.

Reconocimiento y regreso a los estudios

Después del combate, Leoncio regresó a su casa en Lima. Por su valiente actuación, el Ejército le otorgó el grado de Alférez de Fragata y el derecho a usar las condecoraciones de los "Defensores del Honor e Integridad de la República".

Leoncio Prado continuó sus actividades militares como oficial de marina. Recibió una espada como regalo del comandante general de la Escuadra Peruana, contralmirante AP Lizardo Montero, por su "sereno comportamiento".

En 1867, a los 14 años, Leoncio regresó al Primer Colegio Nacional del Perú de Nuestra Señora de Guadalupe para completar su educación. El 3 de diciembre de ese año, mientras Leoncio estaba de permiso, hubo una protesta estudiantil en el colegio. Los alumnos se quejaban de algunos profesores y de la disciplina, y tomaron las instalaciones.

Leoncio Prado, al enterarse, fue al colegio y, al encontrarlo cerrado, escaló las paredes para unirse a sus compañeros. Al día siguiente, la policía entró al colegio y ordenó la salida de los estudiantes. Leoncio Prado salió a la cabeza, asumiendo la responsabilidad de lo ocurrido.

El gobierno, al saberlo, expulsó a la mayoría de los alumnos. El presidente Mariano Ignacio Prado, padre de Leoncio, ordenó que su hijo partiera de inmediato en una expedición de exploración a la selva amazónica peruana.

¿Qué le sucedió a Leoncio Prado en la selva amazónica?

El 16 de diciembre de 1867, Leoncio partió de Lima para unirse a una expedición que exploraría los ríos de la Amazonía. La expedición se dirigió a Huánuco y luego a Pozuzo. Allí, Leoncio Prado recibió la orden de ir con otros expedicionarios al río Pachitea para hacer un mapa topográfico de los ríos Mayro y Pachitea. En el camino, se encontraron con la expedición del sabio Antonio Raimondi.

Mientras trabajaba, Leoncio Prado se perdió en la densa selva y vagó por varios días. Antonio Raimondi, al enterarse, organizó una búsqueda. Días después, se supo que Leoncio Prado estaba en un campamento de indígenas Campas. Raimondi fue a ese poblado, lo encontró y lo rescató. Los Campas lo habían hallado perdido, curaron sus heridas causadas por animales pequeños y mosquitos, y lo salvaron. Después de este incidente, la expedición continuó hacia Iquitos, enfrentando muchas dificultades por el clima, los animales y los zancudos.

Las duras experiencias que vivió hicieron de Leoncio, con solo 15 años, un hombre fuerte. Permaneció en Iquitos con la Flotilla Fluvial del Amazonas de la Marina de Guerra del Perú hasta 1868, cuando se retiró debido a cambios políticos.

De regreso a Lima, Leoncio Prado volvió a estudiar. El presidente Manuel Pardo le otorgó una beca para estudiar en un colegio en Richmond, Estados Unidos.

Allí, Leoncio se interesó por la lucha del pueblo cubano por su independencia y decidió viajar a Cuba para ayudar.

¿Cómo participó Leoncio Prado en la independencia de Cuba?

En 1874, Leoncio Prado viajó a Cuba con su hermano Justo y su medio-hermano Grocio, quienes también se unieron al ejército libertador. Leoncio participó en varias acciones de guerra. Él creía que su aporte podía ser mayor y soñaba con planes más audaces. Así, ideó un proyecto sorprendente: capturar barcos españoles y usarlos contra ellos.

Después de mucho esfuerzo, logró convencer a los líderes cubanos, quienes aprobaron su plan. El presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, le escribió una carta expresando su agradecimiento por sus deseos de ayudar a la causa cubana.

Leoncio Prado reunió a un grupo de diez jóvenes cubanos valientes, dispuestos a luchar por la libertad. Se encontraron en Kingston, Jamaica, y luego en Puerto Plata, República Dominicana.

El 7 de noviembre, el vapor español “Moctezuma” llegó a Puerto Plata. Estaba armado con dos cañones y tenía 60 hombres de tripulación. Leoncio Prado decidió embarcarse en él sin esperar a todos sus compañeros. Rápidamente, guardó doce machetes en su equipaje y ordenó a sus pocos compañeros armarse con revólveres, comprando pasajes de forma escalonada para no levantar sospechas.

La captura del Moctezuma

Para abordar el barco, se hicieron pasar por comerciantes de diferentes países. Se alojaron en la cubierta, excepto Leoncio Prado, Manuel Morey y Domingo Vélez, que viajaron en primera clase.

El Moctezuma zarpó a las 2:00 p.m. de Puerto Plata. En ese momento, Leoncio Prado reveló su plan: tomar el barco y rendir a la tripulación en alta mar. Sus hombres, armados con revólveres, se ubicaron estratégicamente. Prado, Morey y Vélez se encargarían de rendir al Comandante y a sus oficiales durante la cena.

A las 6:00 p.m., sonó la alarma para la cena. Prado y Vélez esperaron a que todos estuvieran sentados. Leoncio Prado apareció en la puerta del comedor y dijo con voz firme: "Capitán Cacho, en nombre de la República de Cuba que se halla en guerra con España lo hago a usted mi prisionero y le demando me rinda el vapor".

Todos los pasajeros quedaron asombrados. El capitán respondió: "Me parece que Usted está de broma", a lo que Prado contestó: "Hablo de veras, no haga usted resistencia y los desembarcaré a todos en lugar seguro".

Hubo un momento de confusión y lucha. Prado recibió un golpe en la cabeza, pero se recuperó. Vélez disparó su arma, y el Comandante de la nave falleció. Prado luchó con un puñal. Finalmente, los oficiales y la tripulación fueron controlados. El propio Leoncio Prado izó la bandera de Cuba en el mástil del Moctezuma.

La primera orden de Leoncio Prado como Comandante fue atender a los heridos y sepultar a los fallecidos en el mar. Eran las 7:00 p.m. y todo había terminado. La tripulación fue encerrada en las bodegas y los oficiales en la cámara de popa. Prado ordenó cambiar el nombre de la nave de Moctezuma a Céspedes, en honor a un héroe cubano.

Al día siguiente, el Céspedes estaba cerca de Puerto Paix. Leoncio Prado ordenó desembarcar a los pasajeros, oficiales y a la mayoría de la tripulación, permitiéndoles llevar sus pertenencias. A quienes no tenían dinero, se les dio lo necesario.

La noticia de la captura del Moctezuma causó gran impacto en todo el continente y en España. El Senado español pidió a las naciones de América que trataran a los participantes como piratas, pero Brasil y las demás naciones americanas rechazaron esta solicitud.

La aventura del Céspedes-Cuba

Leoncio Prado necesitaba recursos para operar la nave y envió a Domingo Vélez a buscarlos. Inmediatamente, Leoncio Prado y su nave se dirigieron a Laguna Catarazca para escapar de los españoles. La poca profundidad de la bahía impidió que el barco anclara, así que se dirigió al cabo Gracias a Dios, llegando el 27 de noviembre de 1876. Allí, Leoncio Prado se presentó a las autoridades con los documentos del comandante Cacho, sin levantar sospechas.

La principal preocupación de Leoncio Prado en cabo Gracias a Dios fue encontrar un lugar seguro para el Céspedes. Envió a Morey en un bote para explorar la costa. Morey partió con dos de los marineros españoles que se habían quedado en la nave. La embarcación de Morey naufragó y los marineros españoles escaparon. Leoncio Prado comprendió el peligro y decidió partir de inmediato. Intentó conseguir carbón, pero solo encontró 18 toneladas, lo cual era insuficiente. Estas dificultades retuvieron al Céspedes 21 días en cabo Gracias a Dios, después de lo cual partió sin rumbo fijo. Los marineros españoles informaron a las autoridades españolas sobre la captura del Moctezuma y la partida del Céspedes.

El gobierno español de Cuba ordenó a la fragata Jorge Juan y a los transportes Bazán y Fernando el Católico que persiguieran al Céspedes. También ordenó el arresto de toda la tripulación del Moctezuma en Santiago de Cuba.

El Jorge Juan apareció en cabo Gracias a Dios. Por falta de carbón, el Céspedes tuvo que detenerse en Troappe. El 3 de enero de 1877, fue avistado por el “Jorge Juan”. Temprano ese día, un marinero español vio al “Jorge Juan” pero no dijo nada. Solo a las 10:00 a.m., Leoncio Prado y su tripulación se dieron cuenta de que estaban bloqueados.

Sin combustible y lejos de la playa, escapar era imposible. Con calma, Leoncio Prado ordenó bajar los botes y que la tripulación se embarcara. Él se quedó en el “Céspedes” con el capitán Morey. El “Jorge Juan” se acercaba con precaución. Cuando estuvo a distancia de cañón, disparó. Prado y Morey hicieron explotar el “Céspedes” prendiendo fuego a la santabárbara, lo que causó una terrible explosión. El “Jorge Juan” se acercó al barco en llamas y confirmó la "completa destrucción del corsario y su gente".

Prado y Morey habían abandonado el barco antes de la explosión y esperaron la noche para nadar hasta la playa, guiándose por el incendio. El “Jorge Juan”, después de confirmar la destrucción del “Céspedes” y recoger a los marineros de la playa, se retiró. Leoncio Prado y Morey se unieron a algunos marineros en la playa. Caminaron varios días, sufriendo hambre, frío y calor. El historiador cubano Eladio Aguilera describió esta difícil travesía.

Finalmente, llegaron al Puerto de Corinto en el Pacífico. Desde allí, Leoncio Prado se dirigió a Estados Unidos, donde se reunió con el Agente General de Cuba, a quien le contó todos los detalles de la captura y las aventuras del Moctezuma.

El gobierno cubano recompensó a Leoncio Prado, "héroe del “Moctezuma”", dándole el alto grado de coronel de su Ejército. Hoy, su retrato está en la Galería de Patriotas del Ayuntamiento de La Habana, siendo considerado uno de los héroes de la Independencia de la República de Cuba.

¿Intentó Leoncio Prado la independencia de Filipinas?

Desde Estados Unidos, Leoncio Prado viajó a Perú para recuperarse de la campaña en Cuba. El 11 de abril de 1877, se embarcó hacia el Callao. Un diario de Albany escribió sobre él, destacando su fama por la captura del vapor Moctezuma y su posible gloria futura si la causa de la libertad de Cuba triunfaba.

El 1 de mayo de 1877, llegó a Lima, reconocido por sus hazañas en Cuba. Después de un breve descanso, regresó a los Estados Unidos. Allí, concibió la idea de ayudar en la independencia de Filipinas, creyendo que esto facilitaría el triunfo de la revolución en Cuba. Con el apoyo de patriotas cubanos, la expedición se preparó. Sin embargo, la embarcación que llevaba a los expedicionarios naufragó en una terrible tormenta frente a las costas de China. Salvado del naufragio, recorrió Europa, ocultando su nombre porque era perseguido por sus ideas de libertad, especialmente por España.

De Europa, se trasladó a Estados Unidos en enero de 1878. Allí, preparó otra expedición para la independencia de Filipinas, pero se enteró del posible conflicto entre Perú y Chile. En 1879, ante la grave situación con Chile, Leoncio Prado decidió regresar a Perú.

¿Cómo participó Leoncio Prado en la Guerra del Pacífico?

A su llegada, el gobierno lo envió a Estados Unidos para comprar armamentos. El 9 de agosto regresó a Perú, y el 15 del mismo mes se embarcó hacia Arica, donde estaba su padre, el presidente Mariano Ignacio Prado. Leoncio le pidió un puesto en la guerra. Luego regresó al Callao para recibir a sus hermanos Justo y Grocio, que volvían de las batallas en Cuba.

Leoncio Prado escribió: "Mis hermanos deben llegar a ésta el 12 del corriente (septiembre) y como es natural a mí me toca definir sus respectivas situaciones colocándolos del mejor modo posible...Han llegado sin novedad, Antonio (Manuel Antonio Prado) ha sacado para ellos los despachos de capitanes y marchan al frente". Justo y Grocio Prado obtuvieron grados similares a los que tenían en el Ejército de Cuba. Leoncio Prado partió nuevamente a Arica, esperando órdenes.

El gobierno le encargó organizar un grupo de torpederas que operarían en la Isla del Alacrán del puerto de Arica. Se instaló en un islote y desde allí "prestó importantes servicios al Perú, ya vigilando las costas peruanas, ya haciendo retroceder al enemigo cuando intentaba sus sorpresivos ataques, ya luchando en cooperación con el Manco Cápac", como consta en los informes de guerra del combate naval del 24 de febrero de 1880.

¿Fue Leoncio Prado un jefe de guerrilleros?

Cuando Nicolás de Piérola Villena asumió el poder, se reorganizó el ejército. Leoncio Prado recibió la orden de formar y comandar un grupo de guerrilleros para actuar de forma independiente, pero en coordinación con el jefe supremo, el contralmirante Lizardo Montero.

En esta función, participó en la Batalla del Alto de la Alianza, donde "se batió con singular denuedo" y luego cubrió la retirada del ejército aliado. Los "Guerrilleros de Vanguardia" del coronel Leoncio Prado causaron muchos problemas al ejército chileno en la campaña del sur. Atacaban sus avanzadas o se infiltraban para atacar por la retaguardia y luego desaparecían, desorientando a los chilenos. La acción de Leoncio Prado era tan efectiva que el comando chileno envió al coronel Orozimbo Barbosa Puga con fuerzas superiores para perseguir a los "Guerrilleros de Vanguardia".

¿Qué le sucedió a Leoncio Prado como prisionero en Chile?

La situación de Leoncio Prado y sus guerrilleros se volvía cada día más peligrosa. La persecución del coronel Orozimbo Barbosa terminó el 21 de julio de 1880, en Tarata. Allí, se libró un combate con la pequeña fuerza de Prado. Después de una feroz lucha, los guerrilleros cayeron uno a uno. Las fuerzas chilenas, superiores en número, hicieron que la mayoría de los guerrilleros fallecieran. Al final del combate, Leoncio Prado estaba entre muchos cuerpos y heridos. Un oficial chileno, al verlo luchar con valentía, impidió que sus soldados le dispararan. Lo llevó prisionero ante el coronel Orozimbo Barbosa, quien le dijo: "Quiero que mis oficiales se honren con la compañía de usted".

Fue trasladado a Chile con grandes consideraciones y recluido en la prisión de San Bernardo. Varias veces rechazó la oferta de libertad que tenía como condición "comprometerse a no volver a empuñar las armas". Pero, finalmente, considerando que como prisionero no podía ayudar a la causa, fingió aceptar la propuesta y fue liberado. Poco después, demostrando que no cumpliría la condición, escribió: "Cuando la patria se halla subyugada, no hay palabra que valga sobre el deber de libertarla".

¿Cómo regresó Leoncio Prado a las armas?

Llegó al Callao en febrero de 1882 y se informó sobre la lucha que el Ejército de La Breña, al mando del general Andrés Avelino Cáceres, libraba en el Perú rural. Intentó motivar la resistencia en Lima, pero sus llamados no fueron escuchados. Con decepción, escribió: "Lo que me apena es ver que en estos momentos que se juega la última esperanza de la patria, haya hombres todavía egoístas que se resisten a contribuir en una forma o en otra, a la defensa de la patria".

Leoncio Prado sentía amargura y dolor al ver la capital bajo el control chileno. Su espíritu no podía soportar la humillación y decidió iniciar una campaña contra el ejército invasor.

Evadiendo la vigilancia enemiga, Leoncio Prado fue a Huánuco con la intención de unirse a la resistencia guerrillera que allí dirigía su hermano, el capitán Justo Prado. Poco después de su llegada, vio morir a su hermano de pulmonía, lo que fortaleció aún más su espíritu. Tomó el mando del pequeño grupo de guerrilleros de Huánuco.

Logró reunir a ochenta jóvenes y con ellos marchó a Cerro de Pasco. Desde allí, con ciento cincuenta hombres, se dirigieron a las alturas de Canta y Chancay. Al principio, esta fuerza solo estaba armada con puñales y algunas armas de fuego. Bajaron hasta Palpa y desde allí, por las alturas, llegaron a Sayán, desde donde asediaron Huacho, que estaba ocupado por un destacamento enemigo. Finalmente, estableció su cuartel general en Vista Alegre, una excelente posición estratégica.

Los guerrilleros de Leoncio Prado no usaban uniforme militar, sino ropa de civil, y la mayoría tenía caballos, lo que facilitaba sus incursiones cerca de la costa. Con el apoyo del pueblo indígena de Ihuarí, los patriotas tenían sus avanzadas en Piedra Parada. Varios hacendados de la región apoyaban a Prado, dándole provisiones. Todos los campesinos lo apoyaban, uniéndose a los combatientes y sirviendo en tareas de vigilancia y espionaje. Con el grado de coronel, Prado dirigió personalmente la instrucción militar de estos grupos, transmitiéndoles su fervor patriótico con discursos como el que dirigió a sus paisanos: "Hermanos de mi alma, hijos de mi pueblo: Sabed que las balas del enemigo no matan y que morir por la patria es vivir en la inmortalidad de la gloria".

Tan pronto como el comando chileno supo de la formación de este grupo de guerrilleros y su cercanía a la costa, envió fuerzas importantes para perseguirlos y eliminarlos. Así comenzó la persecución. Pero Leoncio Prado, aplicando una "estrategia de desgaste y atracción a terreno propicio para golpear certeramente", se retiró a las altas montañas de la provincia de Chancay. Antes de abandonar Vista Alegre, dejó un grupo de guerrilleros bien escondidos para "cubrir su retirada". El jefe chileno, al descubrir esta posición, ordenó el ataque.

Después de una corta lucha, los defensores resistieron. Al asaltar la posición, los soldados chilenos vieron caer a uno, dos, tres soldados. No había duda de que resistían. El fuego continuó y las tropas chilenas tomaron la posición, donde los esperaban, imperturbables, un grupo de muñecos agujereados por las balas chilenas. El eco de los disparos, las nubes de polvo y el rodar de piedras habían creado la ilusión perfecta de un combate.

Con la retirada cubierta, la guerrilla de Leoncio Prado se estableció en las escarpadas montañas de Chancay. El cuartel general se estableció en Jucul, una posición bien protegida por su ubicación ventajosa. Desde allí, mantuvo en jaque durante cinco meses, hasta abril de 1883, a las fuerzas chilenas. Los indígenas de Santa Cruz, Paccho y otros pueblos, recorrían grandes distancias para llevar rifles, cartuchos o alimentos a los combatientes de Leoncio Prado. Prado había aumentado significativamente su fuerza guerrillera. Al respecto, escribió: "A pesar de muchos tropiezos, cada día voy mejor; pues ya cuento con trescientos hombres bien armados. A este paso creo que pronto contaré con mil y entonces mucho tendrán que hacer los chilenos conmigo. La columna que manda Fernández está preciosa lo mismo que el escuadrón del doctor Rubín. Está a mi lado como jefe de Detall el coronel Alcázar".

Con su tropa bien equipada, Leoncio Prado bajó a Sayán, donde se encontró con el coronel Isaac Recavarren, quien había sido enviado por el general Andrés Avelino Cáceres para formar el Ejército del Norte. Recavarren le pidió las fuerzas que comandaba a Prado por razones disciplinarias. Prado, molesto, entregó las tropas y su posición al coronel Recavarren y se quedó solo con su escolta de jóvenes de Huánuco. Con esta escolta, se dirigió a Aguamiro, donde se reunió con el general Cáceres, quien lo nombró jefe de Estado Mayor de la Primera División del Ejército del Norte, bajo el mando inmediato del coronel Isaac Recavarren. Los guerrilleros de Leoncio Prado sintieron el cambio de mando, lo que pudo causar muchas deserciones en las tropas del coronel Isaac Recavarren antes de llegar a Huamachuco.

¿Qué sucedió en Huamachuco?

El general Andrés Avelino Cáceres se había retirado al norte de Perú, esperando que la campaña fuera más favorable allí. El comando chileno en el Departamento de La Libertad envió a la división del coronel Alejandro Gorostiaga Orrego para bloquearle el paso e impedir que se uniera al coronel Isaac Recavarren. La división del coronel Arriagada seguía de cerca al ejército de Cáceres.

Cáceres, con una hábil maniobra, hizo que el coronel Arriagada retrocediera, eliminando así a este enemigo, y al mismo tiempo se unió a las tropas del coronel Isaac Recavarren. Al saber esto, el coronel Gorostiaga se retiró a Huamachuco, pidiendo refuerzos con urgencia.

Debido a las continuas marchas desde Tarma por las escarpadas montañas andinas, las tropas de Cáceres estaban enfermas, casi sin ropa y hambrientas. Estaban tan agotadas que cuando se encontraron con los refuerzos solicitados por Gorostiaga, no pudieron alcanzarlos. Cáceres, apelando al patriotismo de sus tropas y con un gran esfuerzo, logró llevarlos por caminos difíciles a las alturas de Huamachuco. El 8 de julio de 1883, a las 3:00 p.m., disparó los primeros cañonazos sobre la plaza ocupada por el invasor chileno. Los chilenos, sorprendidos, apenas tuvieron tiempo de retirarse del cerro Sazón, una posición fuerte que ya tenían preparada. Una vez tomada la plaza de Huamachuco por el ejército peruano, al día siguiente hubo algunas escaramuzas hasta el día 10.

La Batalla de Huamachuco

Al terminar el segundo día de la ocupación de Huamachuco (9 de julio de 1883) por las fuerzas peruanas, se acordó el plan de batalla. Todo estaba listo, pero la división del coronel Recavarren no pudo ocupar su posición señalada esa noche, lo que arruinó el plan del general Andrés A. Cáceres Dorregaray. Ante esto, el alto mando peruano decidió aplazar el encuentro. Pero en la madrugada del día 10, un sector que no había recibido la orden de aplazamiento, comenzó a disparar, involucrando a todas las líneas. Así, la batalla se desató de forma inesperada.

El valor de las fuerzas peruanas se enfrentaba al contraataque chileno. La lucha encarnizada se desarrollaba en la pampa. De repente, las tropas chilenas se retiraron a sus primeras defensas. El empuje peruano se redobló con un esfuerzo desesperado. Los combatientes subieron al cerro Sazón, la fuerte posición chilena. Las bandas del ejército peruano tocaban música triunfal, y en la cima del cerro se vislumbraba la victoria. Pero en ese preciso momento, uno de los grupos peruanos se quedó sin municiones. Un grito terrible recorrió las filas peruanas: "¡Municiones!… ¡municiones!..." Las tropas chilenas, al darse cuenta de esta situación inesperada, saltaron sobre las trincheras peruanas y avanzaron, lo que llevó a la derrota de las fuerzas de Cáceres.

En medio de la batalla, Leoncio Prado cayó de su caballo por la explosión de una granada e intentó levantarse. Sus ayudantes lo levantaron, mientras él solo decía: "¡Mi caballo…, mi caballo…!". A pesar de sus esfuerzos, no pudo seguir combatiendo debido a la gravedad de su herida. Fragmentos de la granada chilena le habían dañado la pierna. Sus ayudantes lo volvieron a montar y lo sacaron lentamente del campo de batalla. Detrás de él, solo quedaba el desánimo que anunciaba la derrota.

Y así, ocurrió la gran derrota del Ejército Peruano de la Breña.

Al caer la tarde, mientras se retiraban del campo de batalla, Prado y sus ayudantes fueron alcanzados por el general Andrés A. Cáceres, con sus ayudantes y algunos jefes. Al preguntar quién era el herido, Leoncio Prado se incorporó y le dijo: "Mi general, soy el coronel Leoncio Prado. He cumplido con mi deber", y luego guardó silencio.

La comitiva continuó. "Se movía como el badajo de una campana al vaivén de la bestia", señaló en un testimonio el coronel Samuel del Alcázar, testigo de los hechos.

Al anochecer, ya no fue posible seguir con el herido, así que sus soldados lo dejaron en una cueva cerca de la laguna Cushuro. A la mañana siguiente, un sacerdote enviado por el general Cáceres llegó al refugio, le dio la bendición y luego se fue. Cerca de allí vivía el indígena Julián Carrión, a quien se le encargó ir al pueblo en busca de ayuda. Carrión no solo aceptó, sino que refugió al herido en su casa.

¿Cómo fue la muerte de Leoncio Prado?

La captura del coronel Leoncio Prado

Según una versión, Carrión llegó al pueblo y dio el mensaje a personas que no fueron discretas, revelando el nombre del oficial herido. La noticia se extendió y llegó al cuartel general chileno. Carrión fue tomado prisionero y obligado a confesar el paradero del oficial. Un grupo de veinticinco soldados al mando del teniente Aníbal Fuenzalida se dirigió a Cushuro, llevando a Carrión como guía.

El historiador chileno Nicanor Molinare, en su libro sobre la “Batalla de Huamachuco”, dice sobre Leoncio Prado:

Una de las figuras militares enemigas más atrayentes de la guerra del Pacífico, quizá la que descolló más, por su amor al Perú, por el denuedo con que defendió siempre sus colores y por su valor indomable, fue, sin duda, la del coronel Leoncio Prado.

La muerte de este hombre extraordinario, tiene tonalidades tan grandiosas, fue tan admirablemente estoico para morir, que como un homenaje a la memoria de tan valiente jefe peruano, publicamos este emocionante episodio de su vida, que sin duda es la página más hermosa de la historia del Perú en la última campaña, tomándola de nuestra Historia de la Batalla de Huamachuco, que verá la luz pública entre breves días.

Si hubiera imaginado, compañero, que le iban a fusilar, tenga la seguridad que no lo tomo prisionero, decía el año próximo pasado mi querido amigo, el mayor retirado, Don Aníbal Fuenzalida, refiriéndose al coronel Leoncio Prado. Figúrese usted, que Pradito estaba herido gravemente, tenía un balazo horrible en la pierna izquierda: mire, la tenía hecha astillas, compañero, si lo sabré yo, si lo recogí de una quebrada el día 13 de julio, dos días después, el 15 temprano, poco después de las 8 de la mañana, era domingo, lo fusilaron, y en su propia camilla.

Aquel militar chileno, que había estado al mando del grupo que capturó a Leoncio Prado, añadió, relatando a Molinare la tragedia de Huamachuco:

Le voy a relatar punto por punto, todo cuanto sé, respecto al coronel Leoncio Prado, a quien tomé prisionero, de quien fui amigo cerca de dos días y a quien no vi morir porque cuando lo fusilaron había yo partido de Huamachuco.

De orden superior de mi jefe, el inteligente mayor Fuentecilla, salí temprano el día 13 de julio en comisión a recoger armas y muy especialmente a buscar dos cañones que faltaron de los doce que había tenido la artillería enemiga.
Cerro arriba nos lanzamos por el Morro de de Flores, altura que queda encima, como quien dice para el sur de Huamachuco; llegamos a la cumbre y una vez en ella bajé con mi tropa para el otro lado, como para Entre Ríos o Silacochas, y con paciencia principiamos a registrar todas las quebradas, vallecitos y hondonadas que forman aquellas agrestes serranías.
Estos cerros que se presentan pelados, sin un arbustito hacia el costado norte para el que mira el pueblo, una vez que descienden hacia Silacochas, principian a cubrirse de vegetación; en sus quebradas se encuentra agua y también árboles y bosquecillos.
Mi tropa andaba dispersa, con orden de no separarse mucho y de registrar con sumo cuidado cuanto rinconcito hubiera; yo disponía de 30 hombres y de mi corneta Vílchez. Quince de los “niños” andaban a caballo, los demás a pie. Como le decía a usted, en partiditas, los soldados recorrían los cerros.
De repente, un artillero, cuyo nombre he olvidado, sintió que alguien se quejaba, más bien dicho, le pareció oír murmullo de una conversación; el hombre preparó su carabina por lo que pudiera acontecer y, con cautela, agazapándose, se fue acercando hacia el lugar de donde creía que venían las voces.
Pocos instantes después le hablan así con voz entera: “Avance Usted sin cuidado, que estoy herido; yo soy el coronel Leoncio Prado.
Y, efectivamente, mi artillero tenía a su frente, bajo una ramita, lo que los soldados llaman un torito, recostado en el suelo, sobre un cuero de oveja y una manta, a un hombre moreno, la nariz perfilada; de pelo negro y muy crespo y que usaba bigote y una insignificante pera militar.
El herido, sin ser otro, era el coronel Leoncio Prado, hijo natural del Presidente del Perú, don Mariano Ignacio Prado, y Jefe de Estado Mayor del Ejército del Centro, es decir del primer ejército de Cáceres.
Cuando mi artillero vio herido a Prado, o a Pradito, como todos le nombraban en el Perú, se quedó mirándolo al oír la tranquilidad con que le dirigía la palabra.
Y Pradito, con toda calma, le dijo: “Hazme un favor, dame un tiro aquí, en la frente.
Pídale ese servicio a mi Teniente Fuenzalida”, le contestó el soldado, y corrió a darme parte.
No pasó mucho tiempo y yo y otros soldados más, estábamos al lado del que fue mi pobre amigo el coronel Prado. ¡Qué hombre tan simpático, tan ilustrado y atrayente, compañero!; mire, encantaba conversar con él, de todo sabía, poseía el inglés y el francés lo mismo que el español; y con él podía usted hablar de artillería y tratar cuestiones guerreras a fondo, porque era hombre buen instruido, de estudio y muy sabido.
En cuanto estuve a su lado y después de darnos un afectuoso apretón de manos, me rogó que lo despachara al otro mundo, porque sufría dolores atroces a causa de la herida, y porque, suponía, le habrían de fusilar. “Naturalmente, le hice desechar tan negra idea, porque imaginé que estando tan gravemente herido, mi coronel Gorostiaga no lo ejecutaría”. “Compañero”, recuerdo que me dijo a propósito de su herida: “Este pobre chino es tan bueno, que por más que he hecho, no ha querido, cortarme la pierna herida”, y mostraba el muslo izquierdo horrorosamente fracturado encima de la rodilla.
Y nuestra conversación duró el tiempo necesario para armar una camilla y pronto regresamos todos a Huamachuco.

Usted se imaginará con cuanto cuidado bajamos aquellos empinados cerros. Qué hombre tan alentado. Usted supondrá que el camino era harto malo y que aquel hombre no se quejó una sola vez; hizo el viaje como en una cama de rosas.

El fusilamiento de Leoncio Prado

Fue encarcelado y sospechó que sería condenado a muerte cuando el cirujano militar se negó a amputarle la pierna herida. Ganó la simpatía de los soldados enemigos y comentó sobre la buena puntería de los cañones chilenos, a la vez que alabó el valor de sus propios soldados.

Según la versión chilena, el coronel Leoncio Prado, conocido como "Pradito", fue condenado a muerte por no haber cumplido su palabra de oficial. Siendo prisionero de guerra, había sido liberado bajo la promesa de no seguir combatiendo a Chile. Esta era la única pena posible para alguien que, a pesar de haber dado su palabra, fue capturado en una batalla en la que se había comprometido a no participar. Sin embargo, es importante señalar que también fueron fusilados otros oficiales peruanos que no estaban en la misma situación que Prado, como el coronel Miguel Emilio Luna y el capitán Florencio Portugal.

En 1912, el mayor chileno Aníbal Fuenzalida narró al historiador Nicanor Molinare cómo, según su versión, murió Leoncio Prado. Señaló que cuando le preguntaron por qué había incumplido su promesa de no volver a pelear, Prado afirmó "que en una guerra de invasión y de conquista como la que hacía Chile y tratándose de defender a la Patria, podía y debía empeñarse la palabra y faltar a ella".

Según el oficial Fuenzalida, Leoncio Prado dijo que realmente había dado su palabra cuando fue prisionero en junio de 1880 en Tarata. Sin embargo, "me he batido después muchas veces; defendiendo al Perú y soporto sencillamente las consecuencias. Ustedes en mi lugar, con el enemigo en la casa, harían otro tanto. Si sano y me ponen en libertad y hay que pelear nuevamente, lo haré porque ese es mi deber de soldado y de peruano".

El capitán Rafael Benavente, por su parte, relató los momentos previos al fusilamiento. Cuando se le informó de su destino, Leoncio Prado manifestó que tenía derecho a morir en la plaza y con los honores debidos a su rango, porque era Coronel y pertenecía al Ejército regular del Perú. Sin embargo, su pedido no fue aceptado y se le indicó que sería fusilado en su propia habitación.

Luego pidió un lápiz y escribió la siguiente carta:

"Huamachuco, 15 de julio de 1883. Señor Mariano Ignacio Prado. Colombia. Queridísimo padre: Estoy herido y prisionero; hoy a las .... (¿qué hora es? preguntó. Las 8.25 contestó Fuenzalida) a las 8:30 debo ser fusilado por el delito de haber defendido a mi patria. Lo saluda su hijo que no lo olvida Leoncio Prado".

Antes de su ejecución, Leoncio Prado pidió tomar una taza de café.

Enseguida, cuando entraron dos soldados, pidió que aumentaran su número para que dos le dispararan a la cabeza y dos al corazón. Una vez cumplido este pedido, dio breves instrucciones a la tropa sobre la dirección de sus disparos y añadió que podían disparar cuando hiciera una señal con la cuchara y diera tres golpes en el pequeño recipiente de lata en el que había estado comiendo.

Se despidió de los oficiales chilenos, los abrazó y les dijo: "Adiós compañeros". La habitación era pequeña. Frente a la cama se colocaron los cuatro tiradores, y detrás de ellos, los tres oficiales presentes. El Coronel Leoncio Prado dio las órdenes para la descarga. "Todos llorábamos (manifestó Benavente) todos menos Pradito".

Se ordenó fusilar al militar que había ganado el corazón de sus enemigos. Se dice que los miembros del pelotón de fusilamiento dispararon con los ojos llenos de lágrimas. La muerte de Leoncio Prado fue valorada como la de un héroe. Se relata así:

Nos colocamos tras los cuatro soldados; las lágrimas nublaron mi vista. ¡Todos lloramos, todos, menos Pradito!

Tomó la cuchara, le pegó un golpecito para limpiarla, enderezó un poco más el cuerpo, se irguió; saludó masónicamente con la cuchara, pegó pausadamente los tres golpes prometidos, sonó una descarga y, dulcemente, expiró en aras de su patriotismo, por su nación, por el Perú, el hombre más alentado que he conocido, el heroico coronel Leoncio Prado.

El cabo avanzó dándole un balazo en el pecho, para cumplir con la ley, acabó de apagar así los latidos de ¡aquél gran corazón que no palpitó sino para servir a su patria

La versión chilena, con el testimonio de quienes estuvieron presentes, es la única fuente directa de su muerte, ya que los oficiales chilenos fueron los únicos testigos de los últimos momentos de Leoncio Prado.

El asistente asiático "compale José", mencionado en el testimonio del capitán Rafael Benavente B., era un cocinero de la familia dueña de la casa que sirvió de cuartel general a los chilenos en Huamachuco. Él se quedó al cuidado del inmueble durante la ocupación. Según Fuenzalida, fue encontrado con Prado cuando este fue capturado. No se menciona nada del guía Julián Carrión ni de la ejecución de los ayudantes del coronel Prado: Patricio Lanza y Felipe Trujillo.

Respecto a la fecha del fusilamiento, la mayoría de los historiadores la han confundido. El relato del historiador chileno Molinare la fija el 15 de julio.

A principios del siglo XX, en 1933, se entrevistó a dos residentes de Huamachuco, Fabio Samuel Rubio y Enrique Moreno Pacheco, quienes por su edad, debieron estar en la ciudad ese día. Su testimonio dice:

El día 10 de julio de 1883, nos encontrábamos en Huamachuco bajo la dolorosa impresión de la batalla realizada. Éramos niños. Nuestras familias al saber el triunfo de los chilenos huyeron con nosotros a Culicanda, donde teníamos una finca. El sábado 14 regresamos a la ciudad al saber que los chilenos se retiraban. El domingo 15, muy de mañana, presenciábamos la salida de las últimas tropas desde un balcón de la casa Pacheco, situada en la plaza principal. En esto sentimos una descarga de fusilería y con natural curiosidad nos dirigimos al lugar señalado, que era el cuartel de la artillería chilena, casa del señor Marino Acosta, y la encontramos desierta. Al penetrar al patio de dicha casa, en una habitación del lado derecho, vimos un cadáver: era el coronel Leoncio Prado. Sobre una camilla, recostado el cuerpo en la cabecera aparecía el héroe. Tenía el rostro bañado de sangre haciéndose visible una perforación cerca del ojo izquierdo, y su pierna del mismo lado estaba cubierta de vendas; al lado había un plato y una cuchara y en el suelo una taza.
Como alguien nos dijera que en el segundo patio había otros muertos, nos dirigimos al sitio señalado, encontrando a dos soldados peruanos casi juntos sobre un charco de sangre, en los últimos estertores de la muerte, y cerca de ellos una manta sobre la que estaba esparcido un naipe, consternados nos retiramos, grabándose en nosotros la escena que aún nos parece verla'

Los cuerpos del segundo patio correspondían a los ayudantes del coronel Leoncio Prado Gutiérrez, Patricio Lanza y Felipe Trujillo. Estos son omitidos en el relato del oficial chileno Fuenzalida y, según el testimonio citado, aún agonizaban en el mismo lugar donde habían caído. Esto podría indicar que la orden militar de un "tiro de gracia" para asegurar la muerte en caso de fusilamiento no fue cumplida.

Su cuerpo fue sepultado en el cementerio local de Huamachuco hasta 1889, cuando fue trasladado a Lima y depositado en el Cementerio Presbítero Matías Maestro. Desde 1908, sus restos reposan en la Cripta de los Héroes dentro de dicho cementerio, junto con otros grandes héroes peruanos.

Homenajes a Leoncio Prado

El Ejército del Perú, en reconocimiento a su valor y heroísmo, lo nombró patrono del Servicio de Material de Guerra del Ejército.

¿Tuvo Leoncio Prado descendencia?

De su relación con Paula Pacheco, nació un hijo póstumo, Leoncio Abel Prado Pacheco, en Paccho, el 19 de noviembre de 1883, cuatro meses después de su fallecimiento. A los seis años, su abuela paterna, María Avelina Gutiérrez, se hizo cargo de su educación con una pequeña pensión del Estado Peruano. Leoncio Abel llegó a ser Subprefecto de Trujillo, Inspector-Visitador Regional de Trabajo de Huamachuco y Pataz, y Subprefecto de Huamachuco, donde fue Alcalde Provincial en tres períodos. Tuvo 7 hijos (Avelina, Francisca, Pedro, Humberto, Eugenia, Naya e Isabel), a través de quienes la descendencia de Leoncio Prado continúa hasta hoy. Falleció el 11 de octubre de 1973, a los 89 años.

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Leoncio Prado para Niños. Enciclopedia Kiddle.