robot de la enciclopedia para niños

Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para niños

Enciclopedia para niños
Datos para niños
Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
EscorialBiblioteca.jpg
Tipo biblioteca central y biblioteca monástica
Fundación 1565
Fundador Felipe II de España
Sede central Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (España)
Empresa matriz Ministerio de la Presidencia
Coordenadas 40°35′21″N 4°08′56″O / 40.589177777778, -4.148825
Sitio web rbme.patrimonionacional.es

La Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, también conocida como la Escurialense o la Laurentina, es una importante biblioteca de estilo renacentista en España. Fue fundada por el rey Felipe II y se encuentra en la localidad de San Lorenzo de El Escorial, en la Comunidad de Madrid. Forma parte del famoso monasterio de El Escorial.

¿Por qué se creó la biblioteca?

La idea de Felipe II de construir una gran biblioteca en España tuvo varias razones importantes:

  • El rey era una persona muy culta y le encantaban los libros. Quería impulsar el conocimiento, algo muy propio del humanismo. Su colección personal de libros, llamada Librería Rica, fue el inicio de la Escurialense.
  • El Renacimiento fue una época de gran interés por el saber y la cultura, lo que animaba a crear lugares para el estudio.
  • Era necesario establecer la Corte en un lugar fijo, y la biblioteca sería un centro de conocimiento.
  • Los consejeros del rey, muchos de ellos humanistas como Benito Arias Montano, eran grandes lectores. Ellos le aconsejaron sobre cómo construir una excelente biblioteca.

Cómo se formó la colección

Archivo:ElEscorial distant view2
El Monasterio de El Escorial, donde se encuentra la biblioteca.

Felipe II pensó en crear una gran biblioteca desde 1556. Sin embargo, el proyecto se retrasó porque la Corte española se movía mucho de un lugar a otro. Por entonces, el rey pidió a sus consejeros que empezaran a reunir libros para una biblioteca real.

En 1559, la Corte ya estaba en Madrid. La decisión de elegir San Lorenzo de El Escorial como lugar para la biblioteca fue un poco polémica. Sus consejeros preferían ciudades como Salamanca, que ya tenían una gran tradición universitaria y más interés por los libros. Además, el lugar estaba lejos de los centros universitarios de la época, como Salamanca o Valladolid.

Los primeros libros llegaron en 1565. Eran 42 libros que ya existían en el palacio, pero que se compraron como duplicados.

En 1566, llegó una segunda entrega de libros muy valiosos. Entre ellos estaban el Códice áureo, el Apocalipsis figurado y un De baptismo parvulorum de san Agustín, que se creía escrito por él mismo.

En los dos años siguientes, la biblioteca superó los mil libros gracias a las donaciones de consejeros como el obispo de Osma, Honorato Juan. La biblioteca ya era una realidad. Felipe II se reunió con expertos para decidir qué obras adquirir. En esos años, se buscaban sobre todo libros originales y antiguos, pues se pensaba que eso hacía a una biblioteca "superior a otras".

Historia de la biblioteca

El tiempo de Felipe II

Archivo:Portrait of Philip II of Spain by Sofonisba Anguissola - 002b
Felipe II, el fundador de la Biblioteca.

En 1571, se compró parte de la biblioteca de Gonzalo Pérez, uno de los consejeros del rey. Esta compra incluyó 57 manuscritos griegos de Sicilia y 112 latinos. Ese mismo año, falleció otro secretario real, Juan Páez de Castro, y también se compró parte de su biblioteca, con 315 libros, muchos de ellos griegos y árabes.

La Escurialense se hizo muy famosa. Se enviaron embajadores a muchos lugares con dinero para comprar libros. En España, se compraron libros de archivos de catedrales y monasterios. En las principales ciudades europeas, había enviados que compraban obras importantes. El bibliotecario de El Escorial organizaba y clasificaba los libros que llegaban. Una colección muy valiosa fue la de manuscritos griegos y códices latinos que Diego Guzmán de Silva reunió como embajador en Venecia (1569-1577).

En 1576, un inventario registró 4546 libros, entre manuscritos (unos 2000) y libros impresos (unos 2500). Ese mismo año, se compró la biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza, considerada la más importante de España. Esto añadió más de 850 códices y 1000 libros impresos, la mayoría comprados en Italia, que era un gran centro de comercio de libros.

La biblioteca creció tanto que se necesitó la ayuda de Benito Arias Montano. Él tardó unos diez meses en catalogar las obras, organizándolas por idioma.

A principios de los años 1580, la Escurialense adquirió obras muy importantes. Jorge Beteta donó un códice de los Concilios visigóticos del siglo IX d. C.. De la biblioteca de Pedro Fajardo se obtuvieron unos 500 libros impresos. Además, de la Capilla Real de Granada se trajeron libros de Isabel la Católica, muchos de ellos muy hermosos, como los Libros de horas.

La última década del siglo comenzó con la compra de la biblioteca de Antonio Agustín, una de las más grandes de España. No todos sus libros llegaron a San Lorenzo, pero unos mil ejemplares sí lo hicieron.

Otros reyes de la Casa de Austria

El siglo XVI d. C. terminó con la muerte de Felipe II en 1598. Antes de morir, dejó dinero para que la Biblioteca pudiera seguir comprando libros.

Su hijo, Felipe III, continuó esta medida. Decretó que la Escurialense recibiría gratis un ejemplar de cada libro publicado. La cantidad de libros siguió aumentando. Arias Montano donó códices hebreos. En 1612, Luis Fajardo capturó muchos códices árabes al sultán Muley Zidán.

La Real Biblioteca de El Escorial siguió creciendo durante todo el siglo XVII d. C.. Se convirtió en un símbolo de la monarquía y del país. De hecho, el propio Felipe IV envió más de 1000 manuscritos alrededor de 1656. La mayoría venían de la biblioteca de su consejero, el Conde-Duque de Olivares, que a su vez tenía libros de varios monasterios y catedrales.

El gran incendio de 1671

El 7 de junio de 1671, un gran incendio causó enormes pérdidas en la Biblioteca y en todo el Monasterio. Aunque se hizo un gran esfuerzo por apagar las llamas, se perdieron más de 4000 códices en todos los idiomas. Entre las pérdidas más importantes estaban los Concilios visigóticos y la Historia natural de las Indias, una obra de 19 volúmenes de Francisco Hernández de Toledo.

Para salvar los libros durante el incendio, simplemente se retiraron tantos como fue posible. Después del fuego, los códices quedaron amontonados en una sala y desordenados durante casi 50 años. Finalmente, en 1725, el padre Antonio de San José fue nombrado bibliotecario. Dedicó 25 años a reordenar y catalogar todos los libros. El nuevo inventario mostró que 4500 ejemplares habían sobrevivido al incendio.

El siglo XVIII: un nuevo enfoque

Con Carlos III, hubo un cambio total en la forma de ver la biblioteca, quizás por el impacto del incendio de 1671. Antes, la idea era acumular obras para enriquecer la Biblioteca. Pero en el siglo XVIII, se pensó en compartir las obras de la Escurialense para que más gente pudiera aprender de ellas. Los intelectuales de la época querían que los manuscritos de San Lorenzo de El Escorial fueran conocidos. Por eso, se publicaron catálogos para que los estudiosos supieran qué libros había allí.

El siglo XIX

Archivo:El Escorial, el monasterio incendiado en la noche del 1º del actual, de Galofre
Incendio, 1 de octubre de 1872, dibujo de Galofre en La Ilustración Española y Americana.
Archivo:Sauvetage des livres et manuscrits précieux de la bibliotèque de l'Escurial pendant le grand incendie du 2 octobre, de Vierge
Salvamento de libros y manuscritos preciosos de la biblioteca de El Escorial durante el gran incendio del dos de octubre de 1872, dibujo de Vierge, en Le Monde Illustré.

La invasión francesa de 1808 fue un gran peligro para la biblioteca. Se corrió el riesgo de que muchos libros se dispersaran, ya que el Gobierno de Francia ordenó trasladar los fondos a su país. Esta tarea se le encargó a José Antonio Conde, quien, en lugar de obedecer, ocultó las obras en un convento de Madrid durante la ocupación francesa.

Sin embargo, cuando en 1814 Fernando VII ordenó que los libros volvieran a su lugar original, muchos se perdieron o fueron robados durante el traslado. Entre las obras que no regresaron estaban el Cancionero de Baena y el Códice borbónico, comprados por el Gobierno de Francia. También se perdieron dos libros de evangelios griegos que ahora están en el British Museum y en la Biblioteca Pierpont Morgan de Nueva York. En un inventario de 1839, faltaban 20 manuscritos y 1608 libros impresos.

Desde mediados del siglo XIX d. C., hubo muchos cambios en los responsables de la biblioteca. En 1837, la gestión pasó a la Real Academia de Historia. Antes, la habían administrado los monjes jerónimos, pero la Reina Gobernadora disolvió su orden. Aunque un académico estaba al frente, la gestión real la llevaban ex-jerónimos. En 1848, la Real Academia de Historia dejó su labor, y la biblioteca pasó a la Real Casa.

A pesar de estos cambios, la biblioteca siguió desarrollándose. Se hicieron inventarios más detallados y se reencuadernaron libros de forma hermosa. La adquisición de nuevos libros no fue tan importante como la recuperación de obras que habían sido robadas o prestadas.

En 1854, la biblioteca volvió a manos de los jerónimos por un corto tiempo. Durante este periodo, se vendió por poco dinero la obra Descripción del Escorial, de Juan de Herrera. Sin embargo, se recuperaron 106 libros impresos de Valladolid. En este periodo, hubo otro incendio, la noche del 1 al 2 de octubre de 1872. Aunque no fue tan grave como el de 1671, causó algunos daños.

Estado actual de la biblioteca

La dirección de la Real Biblioteca de El Escorial cambió de nuevo en 1875, pasando al Real Patrimonio. Durante 10 años, el bibliotecario fue Félix Rozanski, un sacerdote polaco que restauró y conservó manuscritos antiguos. También trabajó para reparar los daños del incendio anterior. Su mayor aporte fue la incorporación de la librería del padre Claret, con 5000 libros.

En 1885, por una orden real, la Escurialense fue confiada a los Agustinos. Ellos tenían la tarea de hacer inventarios y organizar los libros que llegaban. En este momento, la biblioteca ya estaba destinada casi exclusivamente a los investigadores. De hecho, se creó por primera vez un catálogo de incunables (libros impresos antes de 1501).

A lo largo del siglo XX d. C., los Agustinos siguieron publicando catálogos para mostrar a los investigadores las obras de la Laurentina. Hoy en día, la biblioteca tiene dos funciones principales:

  • Es un lugar de visita obligada para investigadores de todas las épocas, tanto españoles como extranjeros.
  • Es un importante atractivo turístico que atrae a miles de visitantes cada año a la sierra de Guadarrama.

¿Cómo está organizada la biblioteca?

El Salón Principal

Archivo:Escorial - Biblioteca
Salón principal.

Es la sala más importante y hermosa de la biblioteca. Por eso se le conoce como Salón Principal o Salón de los Frescos.

Mide 54 metros de largo, 9 de ancho y 10 de alto. Lo más impresionante es su bóveda de cañón (techo en forma de medio cilindro) que cubre toda la sala.

Esta bóveda está dividida en 7 zonas, cada una decorada con pinturas al fresco. Estas pinturas representan las siete artes liberales: el Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y el Quadrivium (Aritmética, Música, Geometría y Astrología). Cada arte está representada por una figura, dos historias relacionadas (de la mitología, historia clásica o sagrada) y cuatro sabios. En los extremos de la sala, se representan la Filosofía (al norte, el saber adquirido) y la Teología (al sur, el saber revelado).

Esta decoración fue pintada por Pellegrino Tibaldi (Peregrín de Peregrini) en estilo renacentista, siguiendo las ideas del Padre José de Sigüenza.

En los lados del salón principal, el muro oeste tiene 7 ventanas con vistas a la sierra de Guadarrama. El muro este tiene cinco ventanas grandes abajo, con balcones, y cinco pequeñas arriba, todas hacia el Patio de Reyes.

Las paredes laterales están adornadas con muchos retratos al óleo. Destacan los de Carlos II, Felipe II y Carlos V. Lamentablemente, durante la invasión napoleónica, se perdió el retrato de Felipe IV de Velázquez, que ahora está en la National Gallery de Londres.

También hay bustos, como el del marino Jorge Juan. En el hueco de una ventana, hay un armario de maderas finas, hecho a mediados del siglo XVIII d. C., que contiene 2324 piezas.

Las cuatro paredes tienen una gran estantería diseñada por Juan de Herrera, el arquitecto del monasterio. Es de estilo clásico-renacentista y está hecha con maderas preciosas como la caoba, el cedro o el ébano. Fray José de Sigüenza dijo que era "la cosa más elegante y bien hecha que se ha visto en una librería". La estantería tiene una base de mármol y 54 estantes, cada uno con seis compartimentos. Desde el siglo XVIII, el segundo compartimento tiene una tapa de madera con candado, porque los cortesanos solían robar libros.

Los libros en esta estantería están colocados con el borde hacia afuera. Esto puede ser para:

  • Mostrar que los bordes están dorados.
  • Romper la monotonía de los lomos.
  • Permitir leer el título, que está escrito en el borde.
  • Por la forma en que se colocaban, ya que el lomo es más delgado que el borde.

El suelo del Salón Principal está cubierto con mármoles blancos y pardos. En el centro, hay una mesa de madera, acompañada por otras cinco mesas de mármol gris. En cada una de estas mesas hay dos compartimentos con libros, a los que se les añadieron puertas a finales del siglo XVIII d. C.. Estas mesas son de la época de Felipe II y antes sostenían esferas de geografía y astronomía. Una de ellas todavía se conserva en la sala.

Hoy en día, estas mesas se usan para exhibir las obras más importantes de la Escurialense, como las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio o un Apocalipsis figurado.

Otras salas importantes

Archivo:Armillary sphere escorial
Esfera armilar de la Escurialense, construida por Antonio Santucci; ca. 1582.

El resto de las salas de la biblioteca no se usan actualmente para el público, pero las fuentes antiguas hablan de ellas.

Primero, están el Salón Alto y el Salón de Verano. El Padre José de Sigüenza los llamó las "dos piezas adicionales" de la biblioteca. El Salón Alto está justo encima del Salón Principal y es simétrico a él. Se sabe que contenía "estantes bien hechos", una estatua de San Lorenzo, retratos de papas, globos terráqueos y celestes, y muchos mapas, además de libros. Sigüenza decía que era muy fría en invierno y caliente en verano por su altura. Al principio, todos los libros se guardaron aquí hasta que el Salón Principal estuvo listo.

Una vez que los libros se trasladaron a la sala grande, el Salón Alto tuvo muchos usos: fue dormitorio de novicios, lugar donde el bibliotecario organizaba las obras y almacén de libros prohibidos.

El Salón de Verano, la segunda sala adicional, está al lado del Salón Principal y es perpendicular a él. Mide unos 15 metros de largo y 6 de ancho, y tiene 7 ventanas que dan al Patio de Reyes. Se sabe que esta sala guardaba manuscritos muy importantes y estaba dividida en dos partes para organizar los manuscritos por idiomas. Hoy en día, se usa para conservar libros impresos modernos y tiene retratos importantes.

Otra sala es el Salón de Manuscritos, que antes era el guardarropa del monasterio. Mide 29 metros de largo, 10 de ancho y 8 de alto, y también tiene una bóveda. Está orientado al norte y se usó para guardar manuscritos a partir de la segunda mitad del siglo XIX d. C.. Tiene 47 estantes y tres mesas. Los manuscritos fueron trasladados aquí después del incendio de 1671, y este cambio los salvó del incendio de 1872, ya que no afectó a esta sala.

Relacionado con los manuscritos está el Salón del Padre Alaejos. Las fuentes de la época lo describen como una "biblioteca de manuscritos" o "librería de mano", porque allí se guardaban códices de todo tipo. Esta sala se quemó en el incendio de 1671 y perdió su valor después de eso.

Finalmente, está la Librería del Coro, que guarda los libros de canto usados para las oraciones y el canto en los servicios religiosos. Son 221 libros, hechos en pergaminos de pieles de animales, y están en una sola estantería de once cuerpos.

Colecciones destacadas de la biblioteca

Manuscritos latinos

Los códices latinos son las obras más numerosas de la Laurentina. Actualmente, se conservan unos 1400 ejemplares, pero en su mejor momento pudieron ser alrededor de 4000. La base de esta colección proviene de la biblioteca de Felipe II, que, aunque solo tenía 9 códices, eran muy valiosos, como los Evangelios escritos en letras de oro o el Apocalipsis Figurado.

Poco a poco, llegaron más libros, al principio de las bibliotecas de los consejeros del rey. Gonzalo Pérez aportó obras de autores clásicos como Tito Livio o Plinio, y Páez de Castro y Arias Montano también contribuyeron. Otra gran adición fue en 1571, cuando el rey pidió a los obispos de todo el país que le enviaran las obras de san Isidoro de Sevilla para hacer una edición completa. Esos libros nunca salieron de la Laurentina.

También llegaron muchos libros de Venecia, incluyendo 26 códices de alquimia. El obispo de Plasencia, Pedro Ponce de León, donó muchos códices. En 1572, se adquirieron manuscritos que habían pertenecido al rey Alfonso I de Nápoles. Diego Hurtado de Mendoza donó unos 300 libros, de los cuales se conserva más de una quinta parte.

Antes de la muerte de Felipe II, hubo muchas aportaciones; fue la época de mayor crecimiento. Después de su muerte, aunque el proceso no se detuvo, sí disminuyó. Durante el siglo XVII d. C., las principales adiciones vinieron del testamento del rey. A mediados de siglo, el Marqués de Liche donó gran parte de la biblioteca del Conde-Duque de Olivares, que hoy representa aproximadamente el 50% de los manuscritos latinos conservados.

Con el terrible incendio de 1671, se perdieron unas 2000 obras de valor incalculable. Además, los catálogos existentes perdieron su validez, por lo que durante un tiempo no se sabía con exactitud qué manuscritos quedaban. Carlos III, en 1762, encargó un catálogo que tardó tres años en hacerse. La colección de códices latinos sufrió mucho durante el siglo XVIII d. C., ya que en una época de gran patriotismo se arrancaron páginas de algunos libros que contenían opiniones en contra de la nación.

Durante el siglo XIX d. C., se estudiaron los manuscritos y se publicaron catálogos detallados. En la actualidad, los manuscritos latinos ocupan 26 estantes y suman más de 1300 obras.

Manuscritos griegos

La colección de manuscritos griegos de El Escorial, en su mejor momento, llegó a tener 1150 libros, siendo una de las más importantes de Europa. La adquisición de libros griegos fue una de las principales preocupaciones de Felipe II desde que decidió crear una gran biblioteca.

En 1556, se envió un copista a París que transcribió docenas de códices de diferentes temas. Así llegó la primera colección, con 28 manuscritos. Sin embargo, a partir de 1570, el aumento de obras en griego fue notable. Antonio Pérez donó 57 códices de su padre, y Juan Páez de Castro también aportó algunos de sus bienes. De diversas abadías y monasterios llegaron códices en la década de 1570.

Las obras griegas eran tan importantes que se contrató a un copista griego para que organizara y mantuviera en buen estado las compras y donaciones. Diego Hurtado de Mendoza donó 300 manuscritos con obras humanísticas. Antes de la muerte de Felipe II, la biblioteca estaba en su apogeo, y las obras griegas que allí se encontraban eran una referencia en Europa.

Sin embargo, durante el siglo XVII d. C., la colección apenas creció. En estos años, las tareas se centraron en la catalogación y conservación. La última aportación conocida, de 52 manuscritos, fue realizada en 1656 por Felipe IV. El devastador incendio de 1671 destruyó 700 códices griegos. Además, hubo más pérdidas debido a robos durante el caos, y algunos de esos libros se conservan hoy en las universidades de Upsala y Estocolmo.

Durante el siglo XVIII d. C., se intentó publicar los fondos griegos bajo el apoyo de la corona. Sin embargo, durante la guerra con Francia a principios del siglo XIX d. C., la colección griega sufrió grandes daños. No se pudo hacer una catalogación científica completa hasta 1885, y esta no terminó hasta 1967. En total, en 2007, se contaban unos 650 manuscritos, que ocupan 9 estantes.

Manuscritos árabes

La Real Biblioteca de El Escorial fue, al principio, una excelente poseedora de manuscritos árabes. Los primeros se adquirieron en 1571 a través de Juan Páez de Castro. A partir de ahí, se combinaron las compras con las obras incautadas en batallas, como la de Lepanto.

En 1573, llegó una nueva serie de obras de Juan de Borja, que aún se conservan. A finales de la década, se produjo la gran aportación de Hurtado de Mendoza, que incluyó 256 manuscritos en árabe. En 1580, había unos 360 libros, pero como casi todos eran de temas médicos, Felipe II se esforzó en aumentar la colección. Esta tarea se encargó a un miembro de la Inquisición, que revisó las obras incautadas e incorporó algunas a la Escurialense. Así, tras la muerte de Felipe II, se contaban unos 500 manuscritos.

En 1614, la Laurentina se enriqueció con la biblioteca completa de Muley Zidán, sultán de Marruecos. En total, 3975 libros que fueron revisados y clasificados, y se conservaron aparte de la colección ya existente. Cuando en 1651 el sultán de Marruecos pidió la devolución de su biblioteca, se le negó.

En el incendio de 1671, se perdieron 2500 códices. Se salvaron algunos de los más valiosos, como un Corán capturado en Lepanto, pero el daño fue irreparable. Cuando en 1691 un enviado del sultán de Marruecos intentó obtener la biblioteca de Muley Zidán, se le dijo que todos los libros habían perecido en el fuego.

Marruecos siguió interesado en su biblioteca. Varias décadas después, en 1766, se encargó al secretario del sultán que fuera en misión diplomática a España para recuperarlos. Se le regalaron algunas obras, pero los bibliotecarios de la Escurialense ordenaron esconder los libros "buenos".

En los siglos XIX y XX, apenas hubo nuevas incorporaciones. Lo que sí se hizo fue un buen trabajo de catalogación y estudio. Es notable la cantidad de libros que han llegado hasta nuestro tiempo, pues en 2007, los códices árabes de la biblioteca eran casi 2000.

Manuscritos hebreos

Los manuscritos hebreos formaron en su mejor momento una colección de 100 libros. Todos eran de gran valor debido a su escasez en España por las persecuciones.

Los primeros libros llegaron en 1572, y entre ellos había una Biblia escrita en pergamino. Arias Montano, un experto en hebreo, fue el encargado de aumentar la colección de obras en hebreo, reuniendo libros antiguos y muy hermosos. A finales de 1576, Hurtado de Mendoza donó 28 manuscritos, entre ellos el Targum Onkelos. Hacia 1585, llegaron algunos más, requisados por el Santo Oficio.

Durante el siglo XVII d. C., la colección se estancó hasta 1656, cuando se recibió una gran cantidad de libros de la biblioteca del Conde-Duque de Olivares. En el incendio de 1671, se perdieron 40 manuscritos, lo que fue más de un tercio de los existentes. Después de esto, los libros en hebreo estuvieron un tiempo guardados junto a los prohibidos.

A lo largo del siglo XIX d. C., se publicaron catálogos de estos códices, especialmente en la segunda mitad del siglo. Además, las obras de origen judío de la Laurentina fueron objeto de varios estudios. Durante el siglo XX d. C., se siguió trabajando en la catalogación y descripción de las obras. Actualmente, se encuentran en un estante y no llegan a las 80 unidades. El libro más importante es la Biblia de Arias Montano.

Manuscritos castellanos

Archivo:Felipe II letra
Manuscrito de Felipe II.
Archivo:Vista del Monasterio de El Escorial, por Michel-Ange Houasse
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en una pintura de 1723, Michel-Ange Houasse (Museo del Prado).

Al igual que los manuscritos hebreos, los castellanos no son muy numerosos, pero sí de gran calidad. Felipe II guardó en la biblioteca obras escritas en español, a pesar de los prejuicios que existían en la época.

Como están en español, y por tanto son más conocidos, lo importante son las obras en sí mismas.

Al principio, había manuscritos de Francisco de Rojas, Juan Ponce de León, Antonio de Guevara (como su valiosa Crónica de la navegación de Colón) o Juan de Herrera.

De "palacio" llegaron obras de Francisco Hernández, de Alfonso X el Sabio y de Juan Bautista de Toledo. En 1576, de la biblioteca de Hurtado de Mendoza llegaron 20 códices castellanos, entre ellos el Cancionero de Baena. En los años siguientes, llegaron nuevas obras de Alfonso X el Sabio, así como de Isabel la Católica.

El incendio de 1671 fue igual de devastador, en proporción, para las obras escritas en castellano. Durante el siglo XVII d. C., hubo pocos aumentos, siendo la principal adición la biblioteca del Conde-Duque de Olivares. Después de esto, las obras en castellano apenas aumentaron.

Actualmente, los manuscritos castellanos se guardan en el Salón de Manuscritos, ocupando varios estantes de ese espacio.

Obras en otras lenguas

Hay menos obras en otros idiomas, pero también son importantes:

  • Alemanes: Hay dos códices en pergamino.
  • Armenios: Hay otros dos códices, uno de la biblioteca de Hurtado de Mendoza.
  • Chinos/japoneses: La colección es de 40 libros, todos de gran importancia. La mayoría fueron regalados por el portugués Gregorio Gonzálvez a Felipe II.
  • Catalanes/valencianos: Se conservan unos 50 códices, destacando el Flos Sanctorum de finales del siglo XIII d. C..
  • Franceses: En su mejor momento fueron casi 100, pero en 2007 no llegan a 30. Destaca un Breviario de Amor con ilustraciones muy hermosas.
  • Italianos: Son aproximadamente 80, la mayoría relacionados con la música, como el comentario de Ars Amandi atribuido a Bocaccio.
  • Persas/turcos: Se conservan casi 30, y se cree que la mayoría provienen de la batalla de Lepanto.
  • Portugueses/gallegos: Son solo 15, pero muy notables. Están relacionados con Alfonso X el Sabio e Isabel la Católica.

Galería de imágenes

Véase también

Kids robot.svg En inglés: Library of the Monastery of San Lorenzo de El Escorial Facts for Kids

kids search engine
Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para Niños. Enciclopedia Kiddle.