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César Dávila Andrade para niños

Enciclopedia para niños
Datos para niños
César Dávila Andrade
Monumento a César Dávila, frente a la Casa de la Cultura .jpg
Información personal
Otros nombres El 'Fakir'
Nacimiento 5 de octubre de 1918
Bandera de Ecuador Cuenca, Azuay, Ecuador
Fallecimiento 2 de mayo de 1967
(48 años)
Bandera de Venezuela Caracas, Venezuela
Nacionalidad Ecuatoriana
Religión Zen; Rosacruz
Familia
Cónyuge Isabel Córdova
Familiares Jorge Dávila Vázquez
Información profesional
Ocupación Escritor, poeta, corrector de textos, periodista y columnista
Años activo Periodo de transición
Movimiento Neorromanticismo; neosurrealismo
Seudónimo Fakir
Géneros Poesía, narrativa (relato) y ensayo
Obras notables
  • Boletín y elegía de las mitas
  • Espacio me has vencido
Distinciones Premio 'La Lira' (3 ocasiones).
Firma Firma de César tomada de la edición cubana.jpg

César Dávila Andrade (Cuenca, 5 de octubre de 1918 - Caracas, 2 de mayo de 1967) fue un poeta, escritor y ensayista ecuatoriano, lejano descendiente del general José María Córdova; héroe de la independencia, fue uno de los escritores ecuatorianos más representativos, y señalado como el mayor representante del relato breve ecuatoriano. Su obra se cataloga en las corrientes literarias neorromántica y neosurrealista.

Proveniente de una familia de bajos recursos, no consiguió acabar en su Ecuador natal sus estudios reglados. Después de un fugaz paso por Guayaquil, se trasladó a Quito en 1951 y allí ensayó diversas ocupaciones hasta que finalmente emigró a Venezuela junto a su esposa Isabel Córdova, radicándose en Caracas, ciudad en la que trabajó de periodista hasta su muerte.

También era conocido como El Fakir tanto por su aspecto físico como por sus intereses sobre temas místicos y esotéricos.

En la obra del autor destacan sus poemas, aunque también escribió novelas cortas, cuentos, ensayos y numerosos artículos periodísticos.

Infancia y juventud

El poeta era hijo de un empleado público y un ama de casa que cosía para ayudar a sostener económicamente a la familia. No provenía de una familia de artistas, pero tanto un tío como un primo del autor eran escritores.

Cursó la primaria en la escuela de los Hermanos Cristianos. Después se matriculó en el Normal "Manuel J. Calle" donde aprobó hasta el segundo curso. También estudió un año en la Academia de Bellas Artes.

Durante esa etapa empezó a escribir poesías como simple pasatiempo. Su tío César Dávila Córdova era poeta y crítico y un primo hermano Alberto Andrade Arízaga era famoso en el periodismo azuayo por sus magistrales escritos que firmaba con el pseudónimo de Brummel. A este primo dedicaría en 1934 su primer poema conocido "La vida es Vapor", donde se nota el precoz uso de términos surrealistas.

Para ayudar al mantenimiento de la casa ingresó de amanuense en 1936 a la Corte Superior de Justicia, con un sueldo bajísimo, que entregaba a su madre diciendo "ahora sí estoy feliz, porque ya no tengo medio en el bolsillo", aunque después le solicitaba préstamos para comprar cigarrillos de envolver.

Interés por el hermetismo

Desde siempre le habían atraído las Ciencias Ocultas y en algunos de esos estudios, sobre todo en el Rosacrucianismo, fue conducido por el Coronel José Gómez Jurado, marido de su prima Raquel Muñoz Dávila. También practicaba el hipnotismo con su hermano menor Olmedo, a quien una tarde no podía hacerlo volver en sí. Aunque no acostumbraba realizar ejercicios físicos, tenía el tórax musculado y era muy fuerte, lo que él atribuía a ciertas formas de respiración y a concentraciones mentales.

Vencía fácilmente a sus compañeros jugando al brazo, media algo más de 1.60 m . Tenía una voz de tenor excelente para recitar, su complexión era delgada, los hombros anchos, se peinaba el cabello lacio y negro hacia atrás, sin raya y a la moda tango; sus ojos negros, profundos y grandes, la boca finísima, la nariz aguileña y como era del tipo medio árabe, cuando vivió en Quito le comenzaron a decir " El Fakir". Apodo con el que ha pasado a la historia, pues contaban sus amigos que de tanto beber comía tan poco como un fakir. Por las tardes y a la salida del trabajo, paseaba por el patio familiar con un gato dormido en el hombro. En otras ocasiones leía con el gato sus "libros raros", como él llamaba a los de Ciencias Ocultas.

Obras, resultados y ejecutorias

A partir del año 1945 publica cuentos, ensayos y artículos varios en la revista "Letras del Ecuador" de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Al año siguiente (1946) publicó más artículos, hasta que en 1956 cesó dicha publicación. Trabajos que testimonian sus dotes literarias y genialidad.

Casi enseguida dio su "Oda al Arquitecto", poema diferente por sus connotaciones panteístas, de reiteraciones letánicas acordes con el tema religioso de la composición y en los estribillos, que lo sitúan como el poema Daviliano mayor de esta época, que por primera fue romántica y llena de musicalidad, con rezagos modernistas y surrealistas.

A fines de año apareció su primer libro célebre intitulado "Espacio me has vencido".

En 1955 seleccionó sus mejores cuentos nuevos y la Casa de la Cultura los publicó bajo el título de "Trece Relatos" en 182 páginas. Obra que cimentó definitivamente su prestigio del mayor poeta y cuentista de la generación, "con cuentos fuertes, adensándose hasta convertirse en ambientes calcinados, asfixiantes, que pesan sobre sus antihéroes, exasperándolos y hundiéndolos en el mal"; sin embargo, su preocupación por la enfermedad y la muerte, que ya se insinuaron en el primer libro "Abandonados en la tierra", ahora se torna en obsesión.

En 1959 leyó las Noticias Secretas de América y Las Mitas del Prof. Aquiles Pérez y apasionándose por el indio y su tragedia, escribió "Boletín y elegía de las mitas". Ese año publicó su poemario "Arco de Instantes" en donde lo incluyó; posteriormente el Boletín fue traducido al quichua por Manuel M. Muñoz Cueva y se convirtió en una poesía antológica por telúrica, americana en cuanto a épica y a lírica, a austeridad verbal. "Poesía fuerte y grande, con ritmo de tambor indígena y canto ritual. Cuadro sombrío, de tintas recargadas hasta el paroxismo, salvado estéticamente por el clima general de grandeza trágica". El resto del poemario, es decir, el "Arco de Instantes", es un salto al tiempo como tal y a lo metafísico.

Dávila Andrade no perteneció a ninguna escuela literaria. Sin embargo, es preciso anotar que fue un romántico puro y tardío en sus primeros versos (Canción a la bella distante). Expresionista magnífico que atendió más el sentimiento que a la intuición. Después anduvo por el surrealismo. Sé hermanó con Neruda en la música de los primeros versos, en esas nostalgias de las primeras mujeres que van riendo sílabas azules. Más tarde utilizó su lira se empareja en la línea telúrica del cantor chileno y al igual que el canto de la epopeya de su Tomebamba Florecida.

En 1951 se radicó de manera definitiva en Venezuela, donde alterno su actividad literaria con una cátedra en la Universidad de los Andes de Mérida. En 1960 publicó "En un lugar no identificado" y cuatro años más tarde "Conexiones de Tierra".

Durante varios años se desempeñó como Adjunto Cultural de la Embajada del Ecuador, hasta que una mañana de mayo de 1967, murió en Caracas.

Archivo:Estatua de cuerpo entero de César Dávila Andrade
Monumento conmemorativo a César Dávila Andrade frente a la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión".

Boletín y elegía de las mitas

La obra más conocida del poeta, publicada en 1959 y comparada con "Alturas de Macchu Picchu" de Pablo Neruda, marcó un hito en la poesía americana y ecuatoriana. "Boletín y elegía de las mitas" ha opinado Rodrigo Pesantez Rodas, "es un poema de fundición, donde la historia se torna epopeya y el lirismo se vuelve monólogo y coro a la vez, para gritar la más grande profanación del siglo: la muerte y sacrificio de una raza de dioses dormida en el mito y de pronto despertada por la ambición conquistadora". Además esta obra "ha sido representada en la radio y en espectáculos como el creado por el músico andino y experimental Mesías Maiguashca en el 2007. El poema es adaptado para una cantata escénica con la colaboración del escritor Juan Valdano; consta de veintiséis estrofas interpretadas por un coro, instrumentos de orquesta, andinos y objetos sonoros. El texto se respeta en su totalidad y es cantado en kichwa y español. La musicalización orquestal incluye la voz de César Dávila recitando su texto, en el que se canta la historia de los indígenas en los siglos XVI y XVII en una especie de denuncia o llamado al levantamiento de los mitayos frente al humillante trato de sus patrones".

Espacio me has vencido

El libro Espacio me has vencido es su primera publicación bajo el sello editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión" en 1946, lugar donde ejerció el oficio de "corrector de pruebas".

En el prólogo "En el arco de tu poesía", escrito por Galo René Pérez, dice: «Oigo el cansancio profundo de una carreta llena de nostalgia y doradas gavillas, que pasa por la claridad de los caminos hacia tu aldea blanca, azulada en los bordes por el cielo de junio. Los tardos bueyes que la arrastran, tienen grande y lenta el agua de sus ojos mansos. Los vientos mezclan la luz y el polvo sobre sus pieles pardas. Caminan entre altos eucaliptos que cercan prados en donde la siega avanza con su ruido de cañas». Y al finalizar, su también amigo, afirma: «César Dávila Andrade, compañero de amados ideales, cantor dionisíaco de junio, dulce anunciador del verano, tu espíritu rompe el límite real y cae vencido de azul y de espacio. En la ciudad de Quito, junio 29 de 1946.»

Ensayo daviliano

Dávila Andrade escribió numerosos ensayos sobre poesía, pensamiento oriental, pensadores y escritores trascendentales, como también aquellos donde buscaba la búsqueda del "más allá".

Entre los títulos destacan: El humanismo llamado Zen; Magia, yoga y poesía (el ensayo mejor logrado); Evocación de Omar Khayyam; Teoría del Titán Contemplativo, entre otros.

Juicios críticos

Miguel Donoso Pareja, realiza una breve antología para la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, donde dice en la nota introductoria, que: «La literatura del Ecuador, como la de prácticamente todos los países latinoamericanos, podría reducirse a unos pocos nombres. El tiempo decanta y la decantación resulta, cualitativamente, buena. Entre esos nombres (y obras) que quedaron ya, no solo en la “literatura nacional” sino en la continental; está César Dávila Andrade, El Fakir, como le decían sus amigos, nacido en Cuenca, Ecuador, en 1918, y muerto en Caracas, Venezuela, en 1967. Fue alguien que, como señala en algún poema, vivió el enigma de las dos patrias y supo que “la conciencia del destierro” era su “único país”. Cuando se quitó la vida dejó en el rodillo de la máquina una hoja de papel en la que había escrito: “Nunca estamos verdaderamente solos si vivimos dentro de un mismo corazón”.

»Dávila Andrade escribió poesía y prosa. En esta última publicó tres volúmenes de cuentos: Abandonados en la Tierra (1956), Trece relatos (1956) y Cabeza de gallo (1966), y constituye un punto de enlace entre la narrativa de Pablo Palacio, precursor de la vanguardia ecuatoriana (y aun latinoamericana, según Lavín Cerda) en la prosa de ficción, y los actuales y más avanzados cuentistas y novelistas ecuatorianos.

»Su obra poética es más abundante: Catedral salvaje (1951), Boletín y elegía de las mitas (1957), Arco de instantes (1959), En un lugar no identificado (1962), Conexiones de tierra (1964) y, póstumamente, Material real (1970). Después de Jorge Carrera Andrade (solo en un sentido cronológico), es el más alto poeta que ha dado el Ecuador y, a nuestro juicio, uno de los grandes de América Latina.

»Son pocos, como en casi toda nuestra América, los nombres significativos en la literatura de mi país —Olmedo, Noboa y Caamaño, Montalvo, Mera, Medardo Ángel Silva, Carrera Andrade, Benjamín Carrrón, Gallegos Lara, Pablo Palacio, Gil Gilbert, De la Cuadra, Pareja, y alguno que otro más—, y a estos se une, en lugar de honor, César Dávila Andrade, “... poeta sin parroquia / ni ocupaciones respectivas”, pero sabedor de que “solo el Infierno puede hacer verdaderos mártires” y “el pez solo puede salvarse en el relámpago”. Miguel Donoso Pareja».

De su obra hay recogida diversas opiniones y críticas, como la que León Felipe, que lo calificó como "el valor más alto de los nuevos y jóvenes poetas sudamericanos".

Diego Araujo afirma que “ningún poeta ecuatoriano ha vivido la poesía con la intensidad, el religioso fervor y la entrega con la que vivió Dávila”, en el ensayo César Dávila: El dolor más antiguo de la tierra. Después añade, refiriéndose al camino del conocimiento, que César Dávila “sabía que el poeta que va por este camino no juega con literatura sino con vida” . Asimismo, Vladimiro Rivas en el estudio introductorio del libro El tiempo y las palabras afirma que “Dávila Andrade es el poeta de la iluminación: visionario, es nuestro Rimbaud y nuestro Hölderlin. Es el poeta del conocimiento esotérico, de la tierra sacralizada, de los magmas terrestres y de los tejidos biológicos”.

A su vez, César Eduardo Carrión, dice: «Es Hermes quien inventa la lira y se la cede a Apolo, a cambio del cayado de oro, que luego se transformará en el caduceo. La lírica fue primero hermética y después, apolínea. Quizá, por esta razón, César Dávila se remita con sus versos a este sentido primitivo (hermético) de la poesía.

»Un poema no tiene por qué ser necesariamente diáfano y fácilmente inteligible (apolíneo). Pero siempre debe apelar a cierto sentido oculto para el sentido común: su significado último es siempre patético, emocional, afectivo. Aquellos lectores que reclaman claridad de los poemas últimos de César Dávila olvidaron que durante las fiestas en honor a Hermes (que se celebraban en Argólide y Creta), los papeles entre amos y esclavos se intercambiaban. En aquellos rituales de carácter saturnal, seguramente era difícil reconocer quién estaba originalmente al mando (¿el poema o el lector?). No hay lecturas seguras ni definitivas para los textos herméticos (para casi ningún poema importante). No existe criterio de autoridad al que se pueda acudir fácilmente, cuando se lee los desconcertantes versos de Dávila Andrade.»

Trascendencia

Grupo literario Madrugada

El grupo literario Madrugada, fundado por Galo René Pérez en Quito, en 1944, mantenían estrecha relación con César Dávila. En la revista del grupo solían publicarse poemas, además de escritos críticos y políticos de El Fakir.

Hipertextualidad

La obra más difundida de Dávila Andrade es Boletín y Elegía de las Mitas. Esta obra fue musicalizada en cantata popular sinfónica por la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Emmanuel Siffert, con música de Edgar Palacios, por motivo de la celebración del Bicentenario o del Primer Grito de la Independencia, además de adjuntar el arte de Eduardo Kingman. Esta obra, tuvo como objetivo principal visibilizar el dolor, el desgarramiento y la opresión del trabajador indígena por parte de los españoles-criollos. Pero asimismo esta obra no muestra todas las magnitudes de Dávila Andrade, porque solo es observable la tendencia indigenista y no las demás facetas literarias.

Presencia en las artes y el cine

César Dávila Andrade ha alcanzado, pese a su prematura –no llegó a la cincuentena– y trágica muerte, un lugar de excepción entre las letras de Hispanoamérica de mediados del siglo XX. Dotado portentosamente para el relato, logró con su obra poética un espacio excepcional entre los cultivadores de lo telúrico y lo abisal, con una empática sensibilidad social y un carácter confesional de proporciones místicas. Su tormentosa vida y su muerte han resultado atrayentes para un nutrido número de lectores de las últimas generaciones de ecuatorianos. Y su obra y su personalidad únicas han seducido a un significativo número de creadores plásticos, visuales y audiovisuales, y aún de escritores y compositores, del Ecuador.

La figura de César Dávila Andrade ha servido a distintos narradores y dramaturgos ecuatorianos para sus ficciones. En el caso de la novela, Jorge Enrique Adoum, sitúa a un trasunto de César Dávila Andrade en la trama de Eliécer Cárdenas (1950), introduce a nuestro poeta en la trama apócrifa de El pinar de Segismundo (2008). El sobrino del poeta, y el mayor especialista en su obra, Jorge Dávila Vázquez (1947), le erigió en 1991 en protagonista de una obra teatral, Espejo roto, en la que un César Dávila Andrade, en el Más Allá, se reencuentra con familiares y amigos muertos y es capaz de ver a los allegados que dejó atrás tras su movimiento definitivo, y ha dedicado, asimismo, un relato a César Dávila Andrade, “Ángel sin misión”, incluido en una colección homónima de narrativa breve del autor, cuya acción tiene lugar instantes antes de que se diera muerte.

Boletín y elegía de las mitas. Cantata de Mesías Maiguashca, estrenada en 2007.

En 1998 ya advertía Dávila Vázquez que el poemario Boletín y elegía de las mitas, “ha alcanzado, como ningún texto poético ecuatoriano, unos modos de difusión excepcionales: el teatro y la música”. El autor se refería entonces a dos aportaciones, la dramática de Fabio Paccioni y la musical de Edgar Palacios, pero desde entonces la misma obra ha conocido una segunda versión musical. En primer lugar, Dávila Vázquez alude a la escenificación del poemario de acuerdo con la dramaturgia y dirección de Fabio Paccioni –Pachioni en su forma españolizada– (Mantua, 1927-París, 2005), que había llegado al país en 1964, invitado por el gobierno ecuatoriano para incentivar la escena teatral nacional. Su versión escenificada de Boletín y elegía de las mitas, cuyo éxito conoció el poeta por una misiva de Vladimiro Rivas (1944) fue estrenaba en marzo de 1967 por la compañía Teatro Ensayo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana de Quito. El extenso poema ha servido como base para la creación de dos cantatas por los compositores ecuatorianos Edgar Palacios (la aludida por Dávila Vázquez) y Mesías Maiguashca. Así, Palacios (1940), compuso en 1968 la “cantata popular ecuatoriana” Boletín y elegía de las mitas para coro, solistas y piano, que posteriormente orquestaría, en su versión definitiva para orquesta sinfónica, coro polifónico, solistas y declamador en una obra cuya ejecución arroja unos cuarenta minutos de duración y que fue estrenada el 13 de diciembre de 1990 en el Teatro Nacional Sucre de Quito bajo la dirección de Álvaro Manzano . Maiguashca (1938) compuso la “cantata escénica”, asimismo titulada, Boletín y elegía de las mitas, en un larguísimo proceso abierto en Buenos Aires en 1963 y concluido en Friburgo en 2004. La obra fue estrenada en el Teatro Nacional Sucre de Quito el 25 de octubre de 2007 por la Orquesta de Instrumentos Andinos del Municipio de Quito, así como por tres coros, un ensamble de objetos sonoros de madera diseñados por el propio compositor y su hijo, Gabriel, y un tratamiento electroacústico en tiempo real, bajo la dirección del compositor ecuatoriano Jorge Oviedo Jaramillo (1974). La ejecución musical, que arrojó una duración de ochenta y siete minutos, estuvo acompañada por la proyección de fotografías, todas ellas, retratos de indígenas, tomadas por el compositor durante un viaje de tres meses en 2006 por los Andes ecuatorianos. Maiguashca, quien alcanzó a conocer a César Dávila Andrade en una ocasión siendo muy joven, decidió musicalizar el poema por su extraordinaria potencialidad de “comunicación sobre un tema traumático de los ecuatorianos” , la cuestión del maltrato al indígena. Una razón que le conmueve en lo personal, siendo hijo de Segundo Maiguashca, jurista que publicó en 1949 un ensayo reivindicativo de la población indígena: El indio, cerebro y corazón de América: incorporación del indio a la cultura nacional.

En las prácticas artísticas contemporáneas

En la producción de Patricio Palomeque (1962) se aprecia a menudo el recurso a materiales literarios ajenos procedentes de una heterogénea nómina de autores, pero si existe un escritor que le embargado a lo largo de su trayectoria, este es César Dávila Andrade. Un retrato imaginario del mismo se remonta a 1992, y en él, Palomeque ha representado a nuestro poeta en su última, su decisiva noche. La pintura se titula Gillete (1992, acrílico sobre lienzo, 100 x 80 cm).

Más recientemente, la presencia física y reconocible de la obra de César Dávila Andrade en la obra de Palomeque se ha hecho más ostensible. Así, en marzo del presente año [2014], ha expuesto dos obras, realizadas ambas durante los meses inmediatamente anteriores. Uno de estos trabajos, S/t (2014, plancha de hierro perforada, 30 x 70 x 25 cm) consiste en una plancha de hierro en la que se han perforado, en el término superior, las letras que forman el título de la obra, Catedral salvaje, y en el inferior, las que integran uno de los versos de su primera parte; “Aquí no envejecen las murallas ni los ídolos!”. La plancha metálica está separada de la pared del espacio expositivo por cuatro guías, asimismo de hierro, de 25 cm de longitud. Ello permite que se proyecte sobre la pared el contenido de las dos líneas de texto. La obra resulta particularmente arquitectónica, logrando con ella Palomeque una elocuente visualización de la solidez de la que habla el poeta. La segunda de las obras procede a una reproducción fotográfica del perfil urbano de Cuenca, tomada por él mismo, del que destaca poderosamente su catedral, mediante un mecanismo digital que crea su cromatismo por la mayor o menor intensidad de la escritura que llena la integridad de la imagen y que es, nueva, diríamos necesariamente, el poemario Catedral salvaje.

En el cine y el audiovisual ecuatorianos

Después de haber filmado Arcilla indócil (1982), que fue editada en cámara, y La última erranza (1985), basadas ambas en obras literarias, los relatos homónimos de Arturo Montesinos Malo y Joaquín Gallegos Lara, respectivamente, Carlos Pérez Agustí dirigió Cabeza de gallo en 1989, para la que trabajó con El Taller de Cine de la Universidad de Cuenca. La película, que arroja una duración de ochenta y cuatro minutos, reconoce en sus créditos el débito hacia el poeta, “según una idea tomada del relato de César Dávila A.”. La historia comienza denunciando, a través de su protagonista, J. Tenesaca, la miseria de los indígenas campesinos.

El mismo Pérez Agustí codirigiría (junto con Pablo Carrasco) en 1994 un documental de veintiocho minutos de duración producido por el Centro de Cine y Audiovisuales de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca, César Dávila Andrade. Ángel sin cielo. Pérez Agustí fue, asimismo, corresponsable de su guion (en su aspecto técnico, el literario correspondió a Diego Carrasco), en el que se ofrecen testimonios del hermano del poeta, Olmedo Dávila Andrade, y de los escritores Efraín Jara Idrovo y Jorge Dávila Vázquez. A lo largo del documental y, de acuerdo con el guion, se declaman fragmentos de ocho poemas, cuya sucesión no respeta siempre el orden cronológico de su escritura.

Mucho más creativo desde un punto de vista estético es el documental El centinela. Imagen de César Dávila Andrade, un trabajo realizado por encargo del Segundo Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira celebrada en Cuenca en 2009 con dirección y guion (con una línea argumental y textos debidos a Cristóbal Zapata) de los cuencanos Juan Pablo Ordóñez y Melina Wazhima y el guayaquileño, y sobrino nieto del poeta, Mario Rodríguez Dávila. Durante sus diecinueve minutos de duración, encontramos intervenciones de, nuevamente, Jara Idrovo, así como de otros escritores que trataron al poeta: Jorge Enrique Adoum o Edmundo Aray, quien frecuentó su compañía en Venezuela. Del mismo modo, se escuchan algunos de sus poemas, para lo que el plano se cierra sobre la boca de los recitadores, entre los que se hallan la poetisa manabita Siomara España o artistas, como el guayaquileño Fernando Falconí.

En el año 2016, bajo la dirección del escritor Kevin Cuadrado, se grabó el disco Tarea poética: Fonografías de César Dávila Andrade, donde se musicalizan seis poemas escogidos de los tres periodos creativos del poeta. En el disco intervinieron los artistas: Esteban Gómez (1994) que musicaliza el poema "Espacio me has vencido", en balada acústica hablada; Los hermanos Gutiérrez (1990-1991-1992-1995) musicalizaron el poema "Atemporal" en género mambo; Andrés Álvarez y José David Pérez seleccionaron el poema "Encuentros", para musicalizarlo en género indie folk; Ismael Rodríguez (1992) musicalizó el poema "Tiempo imperceptible" a modo de pasillo.; Jerson Morán Landazuri (1993) musicalizó el poema "La Nave" en género rap, y Alexis Ortega (1992) y Arthur Parra (1988), seleccionaron el poema "Batallas del silencio" para musicalizarlo en género funk.

La presencia de César Dávila Andrade en la creación artística ecuatoriana contemporánea es heterogénea en disciplinas y lenguajes, pero manifiesta el poderoso influjo que su obra y su personalidad ejercen en los nacionales de una tierra en la que vino a un mundo que amó (léase «Invitación a la vida triunfante») y que surcó, con intolerable pasión, un hombre de una hondura y un fulgor extremados.

Centenario

En 2018 se celebró el nacimiento de uno de los mayores poetas que ha dado el Ecuador, César Dávila Andrade (1918-1967), su corta pero prolífica e intensa producción artística brilla con luz propia en el contexto hispanoamericano. A sus libros se suma una personalidad mística, magnética y adelantada a su época, que lo llevó a indagar y buscar constantemente en las religiones y filosofías orientales, en movimientos artísticos, en creencias y mitos ancestrales de orígenes antiquísimos y, en las cimas de las ciencias ocultas, para amasarlos, amalgamarlos y transferirlos a su particular mirada de la vida, el dolor y el silencio que se revelan en toda su obra. La obra y la figura de César Dávila Andrade merecen leerse más allá de fechas conmemorativas; por ello se reunió textos de distinto tono y de diversa hondura, que abordan y analizan las variadas características de la obra poética, narrativa y del epistolario de César Dávila Andrade. Se invitó a pensar, leer y escribir para el presente dossier a destacados escritores, poetas, investigadores, catedráticos y amantes de la obra de Dávila Andrade. En junio de se presentó el libro César Dávila: Distante presencia del olvido que contiene 3 ensayos y 25 poemas del Fakir, así como 13 dibujos de la artista plástica venezolana, Bettina Uzcátegui, uno de los amores de Dávila Andrade, además de fotografías de libros y cuatro poemas musicalizados en formato MP3, completando el universo Dáviliano, que en esta ocasión conmemorativa de los 100 años del nacimiento se ofreció de manera gratuita a lectores y futuros lectores de Dávila Andrade. En el libro se contó con los ensayo de los escritores: José Gregorio Vásquez (Venezuela), Jesús David Curbelo (Cuba), Mario Pera (Perú), José Eugenio Sánchez (México) y los ecuatorianos Jorge Dávila Vázquez, Kevin Cuadrado, Edwin Madrid, César Eduardo Carrión, Aleyda Quevedo Rojas, Maritza Cino Alvear, Myriam Merchán Barros, Gustavo Salazar Calle, César Chávez Aguilar.

Edición está a cargo de Mario Pera y Vallejo & Co. Y ha contado con la Coordinación editorial y curaduría del Proyecto «Coloquios Homenaje a César Dávila Andrade en su Centenario» de Aleyda Quevedo Rojas y la Corrección de textos y asistencia de producción de Kevin Cuadrado.

La escritora María Augusta Vintimilla dijo:

"César Dávila Andrade ha sido durante décadas un poeta secreto, y no sólo en la tradición poética hispanoamericana, sino inclusive dentro de las fronteras de su propio país. En un artículo reciente, el poeta mexicano David Huerta dice de él que ha permanecido oculto hasta para las inmensas minorías de los lectores latinoamericanos: “él mismo y sus escrituras – escribe Huerta– se han extraviado real y totalmente en la víscera convulsa de una cacería”. Y en el Ecuador nos queda la sospecha de que ha sido un poeta admirado pero solitario. Inclusive cuando es objeto de celebraciones y homenajes, hay una vasta zona de su poesía que permanece inaudible, y son pocos los lectores dispuestos a perderse –y reencontrarse – en esa poesía fascinante, extraña y poderosa que, aún ahora, a cien años de su nacimiento, continúa existiendo calladamente en una línea de sombra del canon ecuatoriano, como si su poesía llevara una señal de extranjería que la hace inapropiable.

Es verdad que la poesía de Dávila –extraviada, convulsa, combustible– porta una inquietante marca de ininteligibilidad que en sus momentos más extremos se juega peligrosamente en los límites de la no-significación: el poema quemado que se extravía en la cacería de un sentido imposible, un sentido que no puede ser dicho sino como convulsión y combustión del lenguaje y del poema mismo.

Y también es cierto que unos cuantos poemas –escritos entre los años treinta y los cincuenta– han escapado al mutismo de los lectores y la crítica: “Oda al arquitecto” (1946), “Catedral Salvaje” (1951), “Boletín y elegía de las mitas” (1960), y unos pocos más pertenecientes a los poemarios Espacio, me has vencido” (1947) y Arco de instantes(1959). Pero a partir de Conexiones de tierra, y sobre todo desde ese libro desconcertante titulado En un lugar no identificado (1962), seguidos por La corteza embrujada (1965) y los poemas recogidos póstumamente en el libro Poesía del Gran Todo en polvo (1967), Dávila Andrade emprende un camino sin retorno, que la crítica ha bautizado de “hermético”; y aunque sus líneas maestras ya estaban insinuadas en sus poemarios anteriores como un acorde secundario, se vuelven luego dominantes, con una escritura tensada hasta el extremo, con un universo enrarecido poblado de imágenes donde los significados se entrecruzan y colisionan en los límites mismos del sentido y por momentos parece precipitarse en el abismo del silencio y de la nada.

Quizá el impase entre Dávila y la crítica sea una concepción canónica del campo literario que lo imagina como un espacio homogéneo, sin grietas, sin disturbios ni tensiones internas. Una obra y un autor que, como Dávila, no caben en las rejillas diseñadas por la crítica, son expulsados hacia los márgenes y allí permanecen como una excrecencia indigerible.

La escasa recepción de buena parte de su obra, muestra los escollos y asperezas que presentan los poemas davilianos, tanto para los lectores como para la crítica literaria, que no pocas veces han renunciado sin más a adentrarse en su lectura aduciendo su “rareza”, relegándolo al panteón celebratorio de los poetas ilustres pero muertos.

Quienes impugnan el hermetismo daviliano coinciden en un punto: su oscuridad sería un resultado exterior, accidental, indeseado e indeseable, que deteriora el conjunto de su obra poética y la hacen inabordable.  Pero este carácter enigmático ¿proviene realmente de una simbología esotérica? ¿O es más bien un constitutivo esencial de sus búsquedas poéticas? Es cierto que las exploraciones de Dávila se desvían de la tradición central: no es occidente sino oriente; no es el racionalismo moderno con el avance arrollador de la ciencia y la técnica que aniquila toda otra forma de pensamiento, sino una apelación a otras formas de saber que provienen de la intuición, del deseo, de las revelaciones que subsisten en los repliegues del mundo profano; no es el vértigo de las ciudades tumultuosas sino los largos silencios y vacíos que reposan en el fondo de cualquier pregunta por la existencia; como si allí – en ese lugar no identificado– nosotros, los andinos, pudiéramos descubrir nuestra propia imagen, nuestra propia lengua.

Pero aún más: esta extranjería ¿no es una condición propia de toda escritura poética? Baste recordar que Platón expulsó a los poetas de la República, y que hasta hoy exigimos a la poesía cumplir alguna otra función social para merecer carta de ciudadanía en el patrimonio nacional. Marcel Proust decía que “los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera”, y más contemporáneamente, el filósofo francés Gilles Deleuze anotaba que escribir es la invención de una lengua que provoca una sensación de extranjería dentro de la propia: “el poeta inventa dentro de la lengua una lengua nueva, – dice Deleuze– una lengua extranjera en cierta medida. Saca a la lengua de los caminos trillados, la hace delirar”."

Así también, la revista cubana de la Casa de las Américas en su número 292, publicó el extenso ensayo de Vintimilla: "La piedra dentro de un durazno. César Dávila Andrade en un lugar no identificado".

A esa actividad productora de sentidos nos convoca la obra de Dávila: la experiencia poética solo existe y se realiza en la intimidad del poema y en la intimidad de su lectura.

Obras

La edición de las obras completas del autor fue acometida por el Banco Central del Ecuador y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador en 1984, en una edición de dos tomos, bajo la dirección de Jorge Dávila Vázquez.

Poesía

  • Espacio me has vencido (1947).
  • Boletín y elegía de las mitas (1959)
  • Arco de instantes (1959)
  • Conexiones de tierra (1961)
  • En un lugar no identificado (1963)
  • La corteza embrujada (1966)

Cuentos

  • Abandonados en la tierra (1952)
  • 13 relatos (1955)
  • Cabeza de gallo (1966)

Véase también

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César Dávila Andrade para Niños. Enciclopedia Kiddle.