Sila para niños
Datos para niños Lucio Cornelio Sila |
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Dictador de la República Romana | ||||||||||||
![]() Supuesto retrato de Lucio Cornelio Sula, de época augústea (Gliptoteca de Múnich).
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Dictador de la República Romana (Legibus faciendis et rei publicae constituendae causa)
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82 a. C.-79 a. C. | ||||||||||||
Predecesor | Cayo Servilio Gémino (202 a. C.) |
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Sucesor | Julio César (49-44 a. C.) |
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Cónsul de la República Romana |
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80 a. C. | ||||||||||||
Predecesor | Cneo Cornelio Dolabela y Marco Tulio Decula | |||||||||||
Sucesor | Apio Claudio Pulcro y Publio Servilio Vatia Isáurico | |||||||||||
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Información personal | ||||||||||||
Nombre completo | Lucius Cornelius Sulla Felix | |||||||||||
Nacimiento | 138 a. C. Roma, República romana |
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Fallecimiento | 78 a. C. Puteoli, Campania, República romana |
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Familia | ||||||||||||
Cónyuge | Ilia Elia Cecilia Metela Valeria |
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Hijos | Lucio Cornelio Sila Cornelia Fausto Cornelio Sila Fausta Cornelia Cornelia Póstuma |
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Información profesional | ||||||||||||
Lealtad | República romana | |||||||||||
Lucio Cornelio Sila Félix (en latín, Lucius Cornelius Sulla Felix; Roma, 138 a. C.-Puteoli, 78 a. C.) fue un importante político y militar romano durante la época final de la República Romana. Perteneció al grupo de los optimates, que apoyaban al Senado. Fue cónsul en los años 88 a. C. y 80 a. C., y dictador entre 81 a. C. y 80 a. C.
Sila se destacó en varias guerras importantes, como la guerra de Jugurta, la guerra cimbria y la guerra Social. Cuando Cayo Mario intentó quitarle el control del ejército que iba a luchar contra Mitrídates VI de Ponto, Sila decidió marchar sobre Roma. Fue la primera vez que un ejército romano entraba por la fuerza en la propia ciudad. Sila restauró el orden y luego se fue a luchar en Oriente.
Dejó Roma en manos de dos cónsules, pero Mario regresó y, aliado con Lucio Cornelio Cina, tomó el poder. Mario falleció poco después, y Cina gobernó de forma autoritaria durante tres años, persiguiendo a los seguidores de Sila. Mientras tanto, Sila derrotó al rey Mitrídates en Oriente, obligándolo a firmar la Paz de Dárdanos en 86 a. C.
Su regreso a Italia provocó la primera guerra civil (83-82 a. C.). Sila venció a los líderes populares Cneo Papirio Carbón y Cayo Mario el Joven. Después de su victoria, Sila se convirtió en dictador por un tiempo indefinido. Durante su dictadura, persiguió a sus oponentes y realizó muchas leyes para intentar restaurar el funcionamiento de las instituciones de la República. Una vez que logró sus objetivos, Sila renunció a su poder y volvió a ser un ciudadano común.
La historia ha tenido opiniones muy diferentes sobre Sila. Algunos lo vieron como una persona cruel, mientras que otros elogiaron sus habilidades políticas. La decisión de Sila de tomar el poder por la fuerza, algo que fue posible gracias a las reformas militares de su rival (que hicieron que los soldados fueran más leales a su general que a Roma), desestabilizó las estructuras de poder romanas. Líderes posteriores, como Julio César, seguirían su ejemplo para alcanzar el poder político.
Contenido
Juventud y primeros años
Lucio Cornelio Sila nació en Roma en 138 a. C. Su familia, los Cornelii Sulla, era parte de la aristocracia romana, pero no era de las más importantes. Se sabe poco de sus antepasados. Las fuentes antiguas mencionan que su familia no tenía mucho dinero, aunque sí lo suficiente para vivir bien.
Se dice que Sila recibió una buena educación y hablaba muy bien latín y griego. Probablemente, la muerte de su padre lo dejó en una situación económica más difícil. Durante su juventud, Sila disfrutaba del teatro y de compañías que no eran bien vistas. Era alegre, le gustaba beber y contar chistes. Una mujer adinerada, Nicópolis, le dejó todas sus posesiones. También falleció su madrastra, dejándole más herencia. Con este dinero, Sila pudo empezar su carrera política cuando tenía unos treinta años.
Primeros pasos en la política
La guerra de Jugurta
Sila comenzó su carrera en 107 a. C. como cuestor (un tipo de magistrado) durante la guerra contra Jugurta, el rey de Numidia. Al principio, Cayo Mario, el general al mando, no estaba contento con Sila, debido a su reputación. Sin embargo, Sila pronto demostró sus grandes habilidades.
La guerra se alargaba, así que Sila fue enviado a hablar con Boco I, el rey de Mauritania y suegro de Jugurta. Sila se hizo amigo de Boco y lo convenció para que entregara a Jugurta a los romanos en 105 a. C. Este hecho le dio a Sila mucho prestigio militar y popularidad. Plutarco cuenta que esto fue el inicio de la rivalidad entre Mario y Sila, ya que Mario sintió envidia del éxito de su subordinado. Sila estaba tan orgulloso de este logro que lo grabó en su anillo de sello.
Los cimbrios y teutones
La amenaza de la invasión de los cimbrios y teutones hizo que las diferencias entre Mario y Sila se dejaran a un lado por un tiempo. Sila siguió bajo las órdenes de Mario en las campañas de 104 a. C. y 103 a. C. Dirigió con éxito una expedición y, como tribuno militar, negoció un tratado con los marsos. También dirigió el ejército del cónsul Quinto Lutacio Cátulo contra los cimbrios.
Los derrotó en Vercellae en 101 a. C., donde Sila dirigió la caballería, mostrando su capacidad para el combate y la organización.

Después de esta victoria, la rivalidad con Mario se hizo más evidente. Cátulo y Sila reclamaron más mérito por su actuación en Vercellae del que Mario estaba dispuesto a darles. Plutarco concluye que de estas pequeñas disputas nació el odio que llevó a la guerra civil. Sin embargo, el conflicto entre Mario y Sila se desarrolló lentamente y no se convirtió en una hostilidad abierta hasta mucho después.
Pretura y gobierno en Cilicia
Alrededor del año 100 a. C., Sila intentó conseguir el cargo de pretor, pero no lo logró al principio. Plutarco dice que Sila no compró suficientes votos. Sin embargo, finalmente fue nombrado pretor en 94 a. C. Se destacó por los magníficos juegos que organizó en honor de Apolo, los ludi apollinares, en julio. En estos juegos, los romanos vieron por primera vez a cien leones, enviados por su amigo Boco I.
Después de su mandato, Sila fue gobernador de Cilicia. Allí, el rey de Capadocia, Ariobarzanes I, había sido depuesto por Tigranes el Grande, rey de Armenia, y su suegro Mitrídates VI de Ponto. Sila logró restaurar a Ariobarzanes I, aunque esto duró poco. Sila fue el primer romano en llegar al Éufrates y negoció un tratado de amistad con los partos.
A su regreso a Roma, Sila enfrentó un juicio por corrupción. Mario lo acusó de aceptar sobornos. Aunque Sila no fue condenado, su prestigio se vio afectado, y se retiró de la vida pública por unos años.
En 91 a. C., el rey Boco I de Mauritania donó un grupo de esculturas a Roma, que representaban la entrega de Jugurta. En la escultura aparecían Jugurta, Boco y Sila, pero no Mario. Esto molestó mucho a Mario, quien lo interpretó como un ataque a su honor. Este incidente, y Sila, fueron usados por una parte del Senado que se oponía a Mario. Solo el inicio de la Guerra Social evitó que las facciones se enfrentaran abiertamente.
La guerra social

La Guerra Social, que estalló en 91 a. C. entre Roma y sus aliados itálicos, le dio a Sila la oportunidad de ganar más fama y ascender en la política. Mario también tuvo un papel importante en esta guerra.
Sila obtuvo grandes éxitos como legado (un tipo de comandante militar) en la Campania y en el Samnio. Logró sorprender al general samnita Papio Mutilo y conquistar la ciudad de Bovianum. En 89 a. C., consiguió una victoria decisiva cerca de Pompeya, por la que recibió una corona gramínea, la más alta condecoración militar romana. Después, conquistó otras ciudades rebeldes en la Campania.
Al presentarse como el que había sofocado la rebelión, Sila obtuvo el consulado en 88 a. C., junto a Quinto Pompeyo Rufo. Sila recibió el mando de la guerra contra Mitrídates VI, mientras que Pompeyo Rufo se quedó en Roma. Ese mismo año, Sila se casó con Cecilia Metela, emparentando con la poderosa familia senatorial de los Cecilios Metelos.
El tribuno Sulpicio Rufo y la marcha sobre Roma
Los problemas comenzaron cuando los populares, apoyados por los caballeros, quisieron que Mario volviera a tener el mando militar en Oriente. Sila estaba a punto de irse a Capua para la campaña en Asia, cuando el tribuno de la plebe Publio Sulpicio Rufo cambió de bando político y se alió con Mario.
Sulpicio intentó aprobar leyes sobre el derecho al voto de los itálicos y, posiblemente, de los libertos. La violencia estalló entre los que apoyaban y los que se oponían a estas leyes. Los cónsules intentaron detenerla suspendiendo las actividades legislativas. Cuando Sulpicio pidió que se reanudaran, la asamblea se convirtió en una pelea, y Quinto Pompeyo Rufo, el hijo de uno de los cónsules, falleció. Sila se refugió en casa de Mario, donde llegaron a un acuerdo. Sila regresó a la Asamblea, anuló la suspensión y se fue a Capua para embarcarse hacia Asia.
Pero antes de que Sila llegara a Capua, Sulpicio Rufo propuso darle el mando de la guerra contra Mitrídates a Mario. La reacción de Sila fue rápida y drástica. Sila sabía cómo motivar a su ejército. Les dijo que Mario seguramente llevaría a sus propias tropas a Oriente, privándolos a ellos de la gloria y las riquezas. Los soldados se indignaron y exigieron ser llevados contra Roma. Los enviados de Mario fueron atacados, y Sila aceptó liderar a sus tropas hacia la ciudad.
Por primera vez en la historia de Roma, un general usaba su ejército para influir en la política interna. Esto desestabilizó las estructuras de poder romanas para siempre. Sila actuó oficialmente para defender la legalidad y restaurar el poder del Senado, pero irónicamente, tuvo que usar la fuerza, lo que sentó un precedente peligroso.
Dos pretores y una comisión del Senado intentaron disuadir a Sila, pero no lo lograron. Mario, Sulpicio y sus seguidores sabían que no podían defenderse de las seis legiones de Sila. Después de un breve asedio, Sila entró en Roma con su ejército, cometiendo una falta grave al entrar con tropas en la ciudad. Solo la gente del Esquilino intentó resistir, pero Sila ordenó incendiar las casas. Sus oponentes más decididos huyeron.
Antes de irse, Sila publicó una lista de enemigos del Estado, incluyendo a Mario y Sulpicio Rufo. También aprobó leyes para reducir el poder de los populares. La lex Cornelia Pompeia limitó la capacidad de los tribunos de la plebe y dio más poder a los comitia centuriata (asambleas controladas por los ciudadanos más ricos). Sila dejó Roma bajo el consulado de Lucio Cornelio Cina (popular) y Gneo Octavio (aristócrata), y partió hacia Mitrídates.
Sin embargo, su larga ausencia fue aprovechada por los populares para retomar el poder y vengarse. En el verano de 87 a. C., el conflicto se reanudó. Mario regresó del exilio en África con un ejército y se unió a las fuerzas de Cina para derrotar a Octavio. Mario entró en Roma y sus soldados comenzaron a ejecutar a los partidarios de Sila, incluyendo al cónsul Octavio. Esta persecución conmocionó a Roma, y muchas personas importantes perdieron la vida.
El Senado, ahora controlado por los populares, exilió a Sila, y Mario fue nombrado nuevo general para la guerra en Oriente. Cina fue elegido cónsul por segunda vez, y Mario por séptima. Pero poco más de un mes después de regresar a Roma, Mario falleció repentinamente a los 71 años.
La primera guerra mitridática
Después de desembarcar en Dirraquio entre 87 a. C. y 85 a. C., Sila luchó contra las fuerzas de Mitrídates en Grecia, dirigidas por Arquelao. A pesar de tener menos soldados, sin una flota fuerte y con poco dinero, los romanos actuaron con mucha energía.
La campaña de Sila en Grecia fue difícil debido a la falta de dinero. Sila lo consiguió saqueando los tesoros de templos griegos, como el de Delfos. Además, tuvo problemas con la moral de su propio ejército. Para mejorarla, Sila los ejercitó en cada oportunidad, logrando que sus legiones tuvieran una excelente disciplina. Mientras tanto, su ayudante Lucio Licinio Lúculo fue enviado a conseguir barcos y dinero en otros puertos.
Sila sitió Atenas y El Pireo, gobernadas por el tirano Aristión, un aliado de Mitrídates. Aristión usó una estrategia de tierra quemada, lo que hizo que Sila tuviera que talar todos los árboles en cien millas a la redonda para construir máquinas de asedio. Esto devastó el Ática, incluyendo los árboles centenarios de la famosa Academia.
Durante este difícil asedio, Sila contrajo una enfermedad de la piel debido a las malas condiciones de su campamento. Esta enfermedad le causó picazón y ronchas que desfiguraron su piel pálida por el resto de su vida. Los atenienses se burlaban de él por esto.
Después de un largo sitio, Atenas fue tomada el 1 de marzo de 86 a. C. Sila permitió a sus soldados saquear la ciudad. Al principio, Sila pensó en destruir Atenas, pero luego decidió perdonarla por su gran fama y respeto histórico. Plutarco dice que Sila se mostró clemente con Atenas.
El tirano Aristión escapó por mar. Sila ordenó desmantelar los Muros Largos y destruir las fortificaciones de El Pireo para evitar que la flota de Mitrídates desembarcara más tropas.
La batalla de Queronea
Sila ocupó una colina llamada Filoboeto, desde donde dominaba la llanura de Elatea. El ejército de Arquelao, comandado por Taxiles, avanzaba desde el norte. Con 110.000 hombres y 90 carros de guerra, triplicaba en número a las fuerzas de Sila. Arquelao quería desgastar a los romanos lentamente, pero Taxiles tenía órdenes de Mitrídates de atacar de inmediato. Sila hizo que sus hombres cavaran trincheras y levantaran empalizadas para proteger sus flancos.
Sila fingió una retirada, y Arquelao avanzó. Los carros de Arquelao chocaron contra las trincheras romanas y se hicieron pedazos. Los caballos, asustados, retrocedieron y causaron confusión en las filas griegas. Las falanges griegas atacaron, pero no pudieron superar las defensas romanas y sufrieron muchas bajas por el fuego de la artillería. Sila resistió los ataques y, con el apoyo de su caballería, sus legiones destrozaron a las fuerzas de Arquelao. La derrota fue terrible, y se dice que solo sobrevivieron 10.000 soldados de Mitrídates.
La batalla de Orcómeno
Mientras tanto, en Roma, Cina envió a Lucio Valerio Flaco con dos legiones a finales de 86 a. C. La misión de estas fuerzas era luchar contra Mitrídates, no contra Sila. Sin embargo, Sila animó a sus hombres a causar problemas en el ejército de Flaco, que empezó a sufrir deserciones. Flaco se alejó de Sila y fue a luchar contra Mitrídates en la región de los Estrechos.

Sila tuvo que enfrentarse a un nuevo ejército de Mitrídates. Escogió como campo de batalla Orcómeno, una zona pantanosa en Beocia. Este lugar era ideal para que un ejército más pequeño se enfrentara a uno mucho más grande, gracias a sus defensas naturales. Sila organizó nuevas trincheras y empalizadas. Las fuerzas de Mitrídates, que superaban los 150.000 hombres, acamparon cerca de los romanos.
Al amanecer, Arquelao se dio cuenta de la trampa de Sila. El romano había cavado diques que iban acorralando el campamento de Arquelao. Las fuerzas de Mitrídates intentaron salir sin éxito. Al segundo día, Arquelao lanzó todo su ejército contra los romanos, que retrocedieron. Sin embargo, los legionarios se juntaron tanto que formaron una barrera impenetrable de espadas y escudos. Avanzaron como un puño blindado, destrozando la línea de combate de Arquelao y tomando el campamento. Las fuerzas de Mitrídates se dispersaron, y la batalla se convirtió en una gran pérdida de vidas.
Plutarco mencionó que, dos siglos después de la batalla, todavía se encontraban armas y armaduras enterradas en el lodo a orillas de las lagunas de Orcómeno.
Fimbria y la Paz de Dárdano
El segundo al mando de Valerio Flaco, Cayo Flavio Fimbria, era conocido por su carácter problemático. Aprovechando que Flaco estaba de visita, Fimbria incitó a los soldados descontentos, logrando que se amotinaran y asesinaran a Flaco. Fimbria tomó el mando del ejército y atacó a Mitrídates con éxito, logrando acorralarlo en la ciudad de Pitane. Si hubiera tenido la ayuda de la flota de Sila, Mitrídates habría sido capturado. Pero no la tuvo, y la flota de Mitrídates rescató a su rey.
A pesar de sus éxitos militares, Fimbria sometió a los habitantes de la provincia romana de Asia a saqueos y tratos injustos. Por ello, la gente se levantó en armas contra él y se unió a Sila. Fimbria logró entrar en Ilión (Troya) diciendo que era amigo de la ciudad, pero luego mató a todos sus habitantes, robó todo lo que pudo y la quemó.
Para poder enfrentarse a Fimbria, Sila negoció rápidamente la paz con Mitrídates. Mitrídates VI aceptó un acuerdo favorable, la Paz de Dárdano, en agosto de 85 a. C. En este acuerdo, Mitrídates se comprometía a retirarse de Europa y de los territorios romanos de Asia Menor, renunciar a sus conquistas y a su flota, y pagar una gran suma de dinero.
Una vez libre de Mitrídates, Sila fue en busca de Fimbria. El encuentro tuvo lugar en Tiatira. Fimbria, con la moral baja de sus tropas y la superioridad numérica de Sila, se quitó la vida cuando sus soldados lo abandonaron. Esto añadió otro éxito a la buena suerte de Sila. Aunque ya podía regresar a Roma, Sila pasó un tiempo en Asia y Atenas reorganizando la provincia, esperando el mejor momento para volver.
La guerra civil
En Roma, la situación era muy mala para Sila. El gobierno que había establecido ya no existía, y él mismo había sido condenado a muerte en su ausencia. Sus propiedades fueron destruidas, y su familia (incluida su esposa, Cecilia Metela, de una familia influyente), así como sus amigos y partidarios, tuvieron que huir.
En respuesta, Sila envió una carta al Senado donde recordaba sus servicios a la República, reprochaba a sus oponentes sus acciones y juraba venganza. El Senado, asustado, intentó negociar con Sila. Sila ofreció un acuerdo razonable: se negó a entenderse con sus enemigos, pero dijo que no se opondría si el Senado los perdonaba. Exigió la restauración de su posición y bienes, y los de sus seguidores, y se negó a disolver su ejército.
La muerte de Cina durante un motín militar puso fin a las negociaciones y marcó el principio del fin del gobierno popular. Las fuerzas unidas por Cina comenzaron a dispersarse, y muchos se unieron a Sila. En la primavera de 83 a. C., Sila desembarcó en Brundisium con su experimentado ejército de 40.000 hombres. Se enfrentó a un ejército comandado por Papirio Carbón y Mario el Joven.
Los intensos combates que tuvieron lugar en 83 y 82 a. C. se consideran la primera guerra civil entre romanos. Se habla de decenas de miles de vidas perdidas. Las tres grandes victorias de Sila fueron en el Monte Tifata contra Cayo Norbano Balbo (83 a. C.), en Sacriportus contra Mario el Joven (82 a. C.) y, la más importante, en la Porta Collina (1 de noviembre de 82 a. C.) cerca de Roma.
En esta última batalla, Sila capturó a 12.000 populares, que fueron llevados al Campo Marcio. Al día siguiente, 3.000 de ellos fueron ejecutados, a pesar de sus súplicas. Sus gritos y lamentos llegaron a toda la ciudad y al Senado. Sila, sonriendo ante el terror de los senadores, dijo que estuvieran tranquilos, que solo estaba "castigando a unas personas problemáticas".
Fuera de Roma, los seguidores de Sila tuvieron que someter algunas ciudades de Italia, como Praeneste (donde se había refugiado el hijo de Mario), Nola (refugio de los samnitas), Volterra (en Etruria, que resistió hasta 79 a. C.) y Aesernia. Después de tomar Praeneste, 5.000 habitantes fueron ejecutados. Mientras tanto, Pompeyo tomó Sicilia y África y reprimió a sus oponentes.
La dictadura
La victoria de Lucio Cornelio Sila fue seguida por su dictadura ilimitada. Pocos días después de entrar en Roma, Sila convocó al Senado. En ese momento, no había cónsules, y Roma estaba bajo el control de Sila. Se esperaba que Sila convocara elecciones, pero él quería reformar la República.
Sila creyó encontrar la solución en una antigua magistratura extraordinaria: la dictadura, que no se usaba desde 216 a. C. El interrex (un magistrado temporal) Valerio Flaco recibió una carta de Sila, en la que este sugería que se eligiera a un dictador por un tiempo indefinido para restaurar el orden. Sila se propuso a sí mismo como el mejor candidato. Flaco propuso la lex Valeria de Sulla dictatore en diciembre de 82 a. C., para nombrar a Sila dictador para la promulgación de leyes y para la organización del Estado. Las asambleas romanas aprobaron la ley, y el Senado la ratificó.
Aunque tenía una base legal, la dictadura de Sila era muy diferente de la antigua magistratura romana. La duración máxima de seis meses se convirtió en un plazo indefinido, y sus poderes eran ilimitados, lo que la hacía parecer una monarquía sin corona. Sin embargo, Sila solo quería ser dictador mientras fuera necesario para restaurar la República.
Poco después de asumir la dictadura, Sila convocó elecciones para cónsules, y sus candidatos, Cneo Cornelio Dolabela y Marco Tulio Decula, ganaron.
Luego, Sila celebró su impresionante triunfo por la victoria sobre Mitrídates, que duró dos días completos, el 29 y 30 de enero de 81 a. C. Fue el más lujoso que Roma había visto. El primer día se exhibieron objetos y riquezas de las campañas, incluyendo 15.000 libras de oro y 115.000 de plata. El segundo día, Sila desfiló en su carro, rodeado de importantes figuras del Estado que le debían su regreso a Roma.
Más tarde, se le añadió el sobrenombre oficial de Félix (afortunado) y otros honores. Se rodeó de gran pompa, acompañado de 24 lictores (los cónsules solo tenían 12). Esta exaltación de su figura servía para su vanidad personal y para fortalecer el Estado, al darle un carácter casi sobrehumano a quien quería restaurar la República. La propaganda lo presentaba como un líder elegido por los dioses, un salvador y un nuevo fundador de Roma.
Las persecuciones
El gobierno de Sila se basó en el miedo y en una política de persecuciones, conocidas como proscripciones. El 2 de noviembre, Sila reunió al Senado para que ratificara sus acciones, pero no obtuvo los medios legales para eliminar a sus oponentes. Al día siguiente, 3 de noviembre, reunió a las asambleas y amenazó a sus enemigos. Luego, publicó una lista de 80 senadores y 440 caballeros. Sila inventó este nuevo método de persecución, según él, para evitar mayores pérdidas de vidas.
El 4 de noviembre se hizo público un edicto que prohibía dar refugio o ayuda a los que estaban en la lista, bajo pena de muerte. Se ofrecía una recompensa de 40.000 sestercios al que denunciara o matara a un proscrito, y la libertad si era un esclavo. Los proscritos perderían sus tierras y fortunas. Aparecieron más listas en los días siguientes. Así comenzó la persecución de los proscritos, impulsada por la venganza y la codicia.
Los ciudadanos que apoyaban a Mario y no eran senadores ni caballeros también fueron juzgados. La lex Cornelia de proscriptione permitía la ejecución de cualquier romano o itálico sospechoso de haber colaborado con el gobierno anterior. La ley también especificaba la confiscación y venta de los bienes de los proscritos, y sus descendientes perdían el derecho a vivir en Roma y la ciudadanía romana, no pudiendo acceder a cargos públicos.
Tito Livio afirma que las ventas de bienes confiscados llenaron el Tesoro público con 350 millones de sestercios. Sin embargo, los más beneficiados fueron los que ejecutaban a los proscritos, el propio Sila y sus allegados, que compraban propiedades a precios muy bajos. Además, los esclavos de los proscritos se convirtieron en libertos al servicio de Sila: los Cornelii, unos 10.000, que actuaron como un ejército privado y guardia del dictador, y como una policía política. Las fuentes coinciden en las numerosas pérdidas de vidas y represalias cometidas por los seguidores de Sila. Incluso las cenizas de Cayo Mario fueron desenterradas y arrojadas al Anio. En total, se estima que unos 80 senadores, 1.600 caballeros y 4.700 ciudadanos perdieron la vida o fueron exiliados durante la dictadura de Sila.
Las persecuciones terminaron oficialmente el 1 de junio de 81 a. C., pero una ley posterior, la lex de maiestate, permitía más ejecuciones. Esta ley consideraba delito el reclutamiento ilegal de tropas, el inicio de hostilidades sin permiso del Senado, la entrada de un magistrado con tropas en Italia (se fijaron los ríos Arno y Rubicón como frontera), la invasión de una provincia con tropas de otra, el abandono del gobierno provincial antes de la llegada de un nuevo gobernador, o la entrada con tropas en un reino aliado. El gobernador acusado podía ser condenado con la pérdida de ciudadanía y un exilio permanente.
Las persecuciones no solo afectaron a Roma. Los itálicos que apoyaron a los oponentes de Sila fueron castigados. Las tierras de los samnitas fueron devastadas. Ciudades etruscas que habían apoyado a Papirio Carbón, como Volaterra, Arretium y Faesulae, perdieron sus tierras, que fueron repartidas entre los veteranos de Sila, fundándose colonias militares.
Las leyes de Sila
Al mismo tiempo, Sila llevó a cabo una serie de reformas para restaurar el Estado y promulgar leyes. Estas leyes eran muy conservadoras, especialmente en cuanto a la integración de los itálicos en las instituciones romanas.
Primero, para devolver al Senado su autoridad, Sila aumentó el número de senadores de 300 a 600 en 81 a. C., incluyendo a la élite de los caballeros. La lista senatorial se completó con algunos oficiales del ejército de Sila en Oriente. Los 20 cuestores (magistrados menores) entraban a formar parte del Senado, lo que renovaba sus miembros y hacía innecesario el trabajo de los censores.
Además, con la lex Cornelia iudiciaria, los senadores monopolizaron los tribunales de justicia. Ninguna propuesta de ley podía ser presentada a las asambleas sin el acuerdo previo del Senado.
Las magistraturas también fueron reformadas. La lex Cornelia de magistratibus especificó el orden de los cargos públicos (cursus honorum), la edad mínima para acceder a ellos y el tiempo que debía pasar entre un cargo y el siguiente. El número de magistrados aumentó, y los cargos con poder militar limitados a Italia perdieron ese poder.
Pero la institución más afectada fue el tribunado de la plebe, debilitado por la lex Cornelia de tribunicia potestate. Perdió su capacidad de proponer leyes sin la autorización del Senado. Se prohibió a los tribunos acceder a otras magistraturas después de su mandato, y no podían ser reelegidos. Se les quitó el derecho de veto (ius intercessionis) y solo se les permitió el ius auxilii, la facultad de proteger a un plebeyo de los actos de un magistrado.
Mediante la lex Cornelia de provinciis ordinandis, Sila intentó proteger al Senado de la formación de grupos de poder en las provincias y de la amenaza de ejércitos provinciales. Roma pasó a tener diez provincias: Sicilia, Córcega y Cerdeña, Galia Cisalpina, Galia Transalpina, Hispania Citerior, Hispania Ulterior, Iliria, Macedonia, Acaya y Asia. Estas provincias serían gobernadas por los dos cónsules y los ocho pretores al final de sus mandatos en Roma.
Sila mejoró el proceso penal, creando un verdadero código jurídico que sentó las bases para futuras leyes de Julio César y Augusto. Finalmente, distribuyó 120.000 veteranos en las tierras confiscadas de Etruria y Campania y limitó la autonomía de los municipios.
También redactó leyes sobre otros aspectos de la constitución romana:
- La lex Cornelia de sacerdotiis cambió la forma de elegir a los sacerdotes principales. El número de pontífices y augures pasó a ser de quince miembros. Se restauraron varios templos, y se ofrecieron grandes fiestas públicas.
- La lex Cornelia de adulteriis et pudecitia, que trataba sobre la moralidad y la pureza del matrimonio.
- La lex Cornelia sumptuaria, que intentaba limitar el lujo de los banquetes y ceremonias públicas.
- Una nueva lex frumentaria, que eliminó los repartos de trigo subvencionado por el Estado, que eran muy costosos y se usaban para ganar votos.
- La lex Cornelia de novorum civium et libertinorum suffragiis dio la libertad a 10.000 esclavos, que adoptaron el nombre Cornelio y obtuvieron la ciudadanía. Estos nuevos ciudadanos actuaron como una guardia personal del dictador.
- La Lex Cornelia de falsis, la primera ley contra la falsificación.
Por último, amplió el pomerium (el límite sagrado de la ciudad), algo que no se hacía desde el rey Servio Tulio, y dio una nueva escala a los monumentos, lo que marcó el inicio de la gran arquitectura urbana romana.
Retiro y fallecimiento
Sila se casó con Valeria Mesala. Durante unos juegos de gladiadores, Valeria se sentó cerca de Sila y, según la historia, le arrancó un hilo de su toga, diciendo que quería tener un poco de su suerte. A Sila le gustó esto, y se informó sobre ella. Después de miradas y sonrisas, se casaron.
Fue una gran sorpresa cuando Sila renunció de repente a la dictadura y se retiró del poder, volviendo a ser un ciudadano común. La fecha exacta de su renuncia es debatida, pero se cree que fue a finales de 79 a. C.
Aunque la información es limitada, la renuncia de Sila ha generado muchas teorías. Algunos creen que fue la culminación lógica de su trabajo para restaurar el Estado, dejando el camino libre a las instituciones normales. Otros piensan que fue una salida forzada debido a un supuesto fracaso en sus intentos de revitalizar la República.
En cualquier caso, Sila renunció a todos sus poderes ante la asamblea popular. No aceptó el cargo de gobernador de la Galia y se mostró dispuesto a rendir cuentas de su gestión. Como nadie le hizo preguntas, despidió a sus lictores y regresó a su casa como un ciudadano más. Según Plutarco, Sila confiaba tanto en su suerte que, después de haber causado tantos cambios en el Estado, renunció al poder y se paseaba por el Foro como un ciudadano común.
Se instaló en una villa en Puteoli, en Campania, cerca de la que había sido de Cayo Mario, la cual vendió a su hija Cornelia por un precio muy bajo. Allí escribió 22 libros de sus Memorias y regresó a las fiestas y compañías que caracterizaron su juventud. Plutarco dice que Sila pasaba su tiempo "bebiendo con ellos y compitiendo en bromas y chistes, haciendo cosas muy impropias de su edad y que desentonaban mucho con su autoridad". Y así permaneció, lúcido y alegre, manejando sus asuntos con su manera decidida de siempre, hasta el día de su fallecimiento. No tomó medidas especiales de protección, confiando en que había eliminado a sus enemigos y en la lealtad de sus 120.000 veteranos, algunos de los cuales vivían cerca de su retiro.
Sila falleció en 78 a. C. a causa de una enfermedad que, según Plutarco, parece haber sido un tipo de cáncer intestinal. Se cree que Sila ya padecía esta enfermedad desde el inicio de su carrera y era consciente de su gravedad.
Después de su fallecimiento, y ante las dudas sobre qué hacer con su cuerpo, un grupo de sus veteranos lo llevó desde su villa hasta el Campo de Marte romano. Allí construyeron una gran pira funeraria donde incineraron el cuerpo del exdictador, y luego enterraron sus cenizas. Su epitafio, escrito por él mismo, decía que nadie le había superado ni en hacer el bien a sus amigos ni el mal a sus enemigos.
Descripción personal
Físicamente, Sila era un hombre notable. Según Plutarco, tenía una "bella y excelente figura". Su cabello rojo dorado, típico de su familia, contrastaba con la palidez de su piel. Tenía ojos azules, brillantes y una mirada intensa, que mostraban su inteligencia.
En cuanto a su carácter, Cayo Salustio Crispo lo describe como un hombre de una familia distinguida pero en decadencia. Era un gran conocedor de las letras griegas y latinas, ambicioso, amante de los placeres pero más aún de la gloria. Se entregaba a la diversión en su tiempo libre, pero nunca descuidaba sus deberes. Era elocuente, sagaz y siempre dispuesto a hacer amigos, con una gran habilidad para disimular. Era generoso, especialmente con el dinero. Se decía que era muy valiente y afortunado.
Sila se dirigía a los soldados con buenas maneras, les hacía favores y se esforzaba para que muchos le debieran algo. Bromeaba con los más humildes y también trataba con ellos asuntos serios. Siempre estaba presente en los trabajos, marchas y guardias. Solo no permitía que nadie lo superara en previsión o en valor.
Sila demostró ser un comandante magnífico: sereno, sagaz, valeroso y con gran influencia sobre sus hombres, quienes lo admiraban tanto que dejaron de ser soldados de la República para convertirse en soldados de Sila. Se comportaba con prudencia y tacto, ganándose también a los oficiales. Su gran interés por la guerra se debía al placer que le producía, ya que implicaba juego y riesgo, dos cosas que le gustaban mucho.
Uno de sus oponentes políticos, Cneo Papirio Carbón, decía que en él dormían un zorro y un león, y que el zorro era mucho más peligroso que el león. Sila conocía perfectamente a las personas y cómo aprovechar sus fortalezas y debilidades.
La visión clásica de la moralidad a menudo sugiere que el poder supremo convirtió a un hombre divertido y compasivo en un déspota. Sin embargo, su carrera, y especialmente su renuncia voluntaria al poder, añaden misterio a su figura, una de las más debatidas del mundo clásico. Su personalidad es compleja, quizás porque fue, por un lado, un noble romano típico y, por otro, un hombre con una mentalidad helenística que se hizo llamar oficialmente Félix (elegido de la Fortuna) y se consideraba bajo la protección de Venus. Así, con un fuerte sentimiento de predestinación, Sila tenía una confianza suprema en sí mismo, una convicción total de que, sin importar las circunstancias, la victoria sería suya.
Sila y la historia
Para los populares de su tiempo, Sila fue visto como un tirano. Esta visión fue adoptada más tarde por la nobleza y se impuso en la literatura de la República tardía y la época imperial. Desde Salustio hasta San Agustín, la literatura griega y latina ha destacado su crueldad.
Familia
Se sabe poco sobre la familia de Sila debido a la escasez de información. El relato de Plutarco es el más detallado y ha sido aceptado por los historiadores.
Sila se casó varias veces, lo cual era común en su época para fortalecer relaciones sociales y avanzar en su carrera. Se sabe poco de sus esposas, incluso de su número exacto. Plutarco informa que Sila se casó tres (o dos) veces antes de 89 a. C. y otras dos veces después.
- Primera esposa, Ilia. Se ha sugerido que su nombre era Julia, lo que podría explicar la cercanía inicial de Sila con Mario, quien estaba casado con una Julia. Tuvieron dos hijos:
- Cornelia, se casó primero con Quinto Pompeyo Rufo (hijo) y luego con Mamerco Emilio Lépido Liviano; fue madre de Pompeya, la segunda esposa de Cayo Julio César.
- Lucio Cornelio Sila, quien falleció en la niñez.
- Segunda esposa, Clelia o Elia. Sila se divorció de ella porque no podían tener hijos.
- Tercera esposa, Cecilia Metela, viuda de Marco Emilio Escauro e hija del influyente Lucio Cecilio Metelo Dalmático. Tuvieron dos hijos:
- Fausto Cornelio Sila.
- Fausta Cornelia, casada con Tito Anio Milón (pretor en 54 a. C.).
- Cuarta esposa, Valeria, hermana de Marco Valerio Mesala Nigro. Tuvieron una hija:
- Cornelia Póstuma, nacida después del fallecimiento de Sila.