Represión en la zona sublevada durante la guerra civil española para niños
La represión en la zona sublevada durante la Guerra Civil Española se refiere a las acciones violentas y el control que se ejercieron en la parte de España controlada por los militares que se levantaron en armas (conocidos como "sublevados" o "nacionales") durante la Guerra Civil Española (1936-1939). Estas acciones se dirigieron contra quienes se mantuvieron leales al gobierno de la Segunda República Española, así como contra líderes, miembros y simpatizantes de partidos políticos y organizaciones de izquierda.
El objetivo principal de esta represión fue eliminar a quienes se oponían al levantamiento militar y asustar a la población para evitar cualquier intento de resistencia. Algunos historiadores, como Santos Juliá y Javier Rodrigo, señalan que también se buscaba acabar con las ideas socialistas, anarquistas y liberales.
Esta "limpieza" en la zona sublevada fue planeada y ejecutada de forma organizada, no fue solo un estallido de violencia sin control. Las principales víctimas fueron personas de la clase trabajadora, campesinos y la clase media que apoyaba a la República.
Como resultado de esta represión, se calcula que unas 130.000 personas perdieron la vida. Muchas fueron ejecutadas sin juicio en lo que se conocía como "paseos" o "sacas", donde los cuerpos aparecían en cunetas o cerca de cementerios. Otras fueron juzgadas en juicios militares muy rápidos, sin las garantías legales adecuadas. En estos juicios, se acusaba de rebelión a quienes habían sido fieles a la República, lo que algunos llamaron "justicia al revés".
El ejército sublevado fue el principal responsable de estas acciones, aunque grupos de falangistas, requetés y voluntarios de derecha también participaron. La Iglesia católica no solo no se opuso, sino que justificó estas acciones, considerándolas una "cruzada" por la religión y la patria.
Historiadores como Enrique Moradiellos han dicho que quienes participaron en la represión crearon un "pacto de sangre" que aseguró su lealtad al régimen franquista y dificultó la reconciliación con los vencidos. Después de la guerra, el objetivo fue ocultar esta violencia, esperando que se olvidara.
Contenido
- Cómo se eliminó a los opositores
- Prisiones, campos de concentración y batallones de trabajo
- Confiscación de bienes y depuración de funcionarios
- La represión en diferentes regiones
- La represión del general Franco
- La justificación de la represión por la Iglesia católica
- Balance final
- Galería de imágenes
Cómo se eliminó a los opositores
La violencia fue una parte clave del levantamiento militar de julio de 1936 que dio inicio a la guerra. El general Mola, uno de los líderes del levantamiento, ya había dado instrucciones secretas antes del golpe, indicando que la acción debía ser "extremadamente violenta" para someter al enemigo rápidamente.
En sus órdenes, Mola insistía en que quienes no se unieran al levantamiento serían tratados como enemigos. Los bandos de guerra que proclamaron los generales sublevados, que declaraban el estado de guerra, tenían un doble objetivo: eliminar a los opositores y sembrar el miedo para evitar cualquier resistencia. Por ejemplo, el general Queipo de Llano amenazó con ejecutar a quienes hicieran huelga o desobedecieran sus órdenes.
Un decreto de la Junta de Defensa Nacional del 28 de julio de 1936 extendió el estado de guerra a toda España. Este decreto establecía que defender el gobierno republicano, de forma activa o pasiva, sería considerado un delito de rebelión militar.
Propósitos de la represión
El objetivo de los sublevados en los territorios que controlaban era eliminar cualquier rastro de la República. El propio general Franco lo explicó en febrero de 1937, diciendo que en una guerra civil era mejor una ocupación lenta del territorio, acompañada de una "limpieza necesaria", para evitar dejar el país lleno de opositores.
Un mes después, Franco insistió en la necesidad de una "recuperación moral" de las zonas ocupadas, afirmando que la conquista del territorio era el medio, y la "recuperación" de los habitantes, el fin.
El coronel Juan Yagüe, en un discurso en octubre de 1937, afirmó que había que "eliminar" a todos los líderes obreros y que a quienes resistieran se les llevaría "a la cárcel o al paredón". También dijo que no se necesitarían votos en el futuro y que impondrían su "civilización" a la fuerza.
Según el historiador Michael Richards, esta represión fue un plan del Estado para llevar a cabo un proyecto político de "purificación" de la sociedad. Gutmaro Gómez Bravo añadió que el régimen más violento de la historia de España surgió de esta guerra, donde se usaron mecanismos para eliminar al enemigo.
Quiénes fueron las víctimas y los responsables
La "limpieza" en la zona sublevada fue sistemática y planeada. Desde el principio, se dirigió contra militares que no se unieron al levantamiento, autoridades políticas (alcaldes, concejales), líderes de partidos republicanos y de izquierda, y líderes de organizaciones obreras. Muchos de ellos fueron ejecutados sin juicio o "paseados" en las primeras semanas de la guerra.
Sus cuerpos eran abandonados en cunetas o cerca de cementerios. Por ejemplo, en Galicia, cuatro gobernadores civiles fueron ejecutados. En algunos casos, si no encontraban a la persona buscada, se atacaba a su familia.
Después de los líderes, la violencia se dirigió contra los miembros o simpatizantes de los partidos del Frente Popular y las organizaciones obreras, así como contra maestros progresistas, muchos de los cuales fueron ejecutados. También fueron víctimas personas denunciadas por sus vecinos.
Las mujeres sufrieron formas específicas de violencia, incluyendo malos tratos y humillaciones, como raparles el pelo o forzarlas a beber aceite de ricino. A miles de mujeres que perdieron a sus familiares se les prohibió mostrar su dolor. Muchas fueron asesinadas, a veces por su papel activo en la sociedad o por ser pareja de un "rojo" conocido.
La brutalidad de la represión hizo que algunas personas que inicialmente apoyaron el levantamiento, como el escritor Miguel de Unamuno, lo rechazaran. Los responsables de la violencia fueron militares, falangistas, requetés y personas que aprovechaban para ajustar cuentas.
Los militares sublevados fueron los verdaderos organizadores de la represión, controlando cada ejecución. Ningún líder sublevado protestó contra la represión en su zona, a diferencia de lo que ocurrió en la zona republicana. Sin embargo, Manuel Hedilla, líder provisional de Falange, intentó frenar los excesos, pidiendo que no se castigara a nadie sin investigar sus antecedentes.
Gutmaro Gómez Bravo ha destacado el impacto de la represión en la sociedad española, señalando que España es el segundo país con más personas desaparecidas después de Camboya. También mencionó que la represión fue extremadamente cruel, con la Iglesia católica jugando un papel clave en justificar el "castigo legítimo" para "recristianizar" España.
Cómo se llevó a cabo la represión: "extrajudicial" y "legalizada"
La eliminación de personas se hizo de dos maneras:
- Vía "extrajudicial": Los "paseos" y "sacas" fueron comunes en los primeros meses. Los militares sublevados, la Guardia Civil, falangistas y requetés los llevaban a cabo. Usaban listas de afiliados de partidos de izquierda y denuncias de vecinos. Las víctimas eran detenidas y ejecutadas en descampados o cementerios. A veces, eran sacadas de la cárcel y asesinadas lejos. Era común que fueran maltratadas antes. Los cuerpos solían quedar abandonados para infundir miedo y luego eran enterrados en fosas comunes, a menudo sin registrar su muerte.
- Vía "legalizada": Se basó en el Bando de Guerra de julio de 1936, que dio poder a la justicia militar. Se aplicó lo que se llamó "justicia al revés", donde los defensores de la República eran acusados de rebelión. Los juicios militares eran muy rápidos y sin garantías. Los tribunales estaban formados por militares, no necesariamente abogados. Las penas eran arbitrarias y las absoluciones, raras.
Prisiones, campos de concentración y batallones de trabajo
En los territorios controlados por los sublevados, hubo detenciones masivas. Las prisiones se llenaron rápidamente, y se usaron otros lugares que a menudo no tenían condiciones adecuadas.
En enero de 1940, había más de 270.000 presos en España, una cifra mucho mayor que antes de la guerra. Las condiciones en las prisiones eran muy duras: hacinamiento, falta de higiene, hambre, miedo y trabajo forzado. Se calcula que unas 140.000 personas murieron en prisión, por ejecuciones o por enfermedades y hambre.
Entre los presos, se distinguía entre "detenidos gubernativos" (sin juicio), "presos preventivos" (esperando juicio) y "penados" (ya condenados). La libertad condicional dependía del "trabajo para redimir penas".
Los soldados capturados fueron llevados a más de 180 campos de concentración. Allí, los prisioneros eran clasificados: los "afectos" (favorables) se unían al ejército sublevado; los "desafectos leves" iban a batallones de trabajo; y los "desafectos graves" iban a prisión para ser juzgados. En estos campos, también se buscaba "reeducar" y "doblegar" a los prisioneros.
Los batallones de trabajo forzado, formados por presos, realizaban obras públicas, especialmente militares, y recogían cuerpos después de las batallas. Las mujeres detenidas también sufrieron malos tratos y humillaciones. El sufrimiento no terminaba al salir de los campos, ya que al regresar a casa, seguían siendo marginados.
Confiscación de bienes y depuración de funcionarios
Además de la represión personal, se confiscaron los bienes de los "desafectos" y de las organizaciones republicanas. Esto tenía tres objetivos: castigar a los opositores, dejarlos sin recursos y recaudar fondos para la guerra.
También se creó una delegación para recuperar documentos de la zona republicana, que servía para obtener información para los juicios militares.
La "depuración" de funcionarios buscaba castigar a los opositores, intimidar a los indecisos y promover a los leales. Se cesaba a quienes habían apoyado huelgas o simpatizado con ideas de izquierda. La depuración más dura fue la de los maestros, a quienes se les acusaba de "envenenar el alma popular". Muchos fueron asesinados. Se buscaba destruir la educación republicana y reemplazarla por una educación conservadora y católica.
Profesiones como abogados, médicos y periodistas también fueron "depuradas".
La represión en diferentes regiones
La represión se extendió por todo el territorio controlado por los sublevados, con características específicas en cada zona.
Melilla, Ceuta, Protectorado de Marruecos, Canarias y Baleares
En Melilla, Ceuta y el Protectorado de Marruecos, el levantamiento fue muy violento. El general Mola dio órdenes de "eliminar los elementos izquierdistas". En Melilla, el levantamiento triunfó el 17 de julio, y el general Manuel Romerales fue ejecutado. El capitán Virgilio Leret Ruiz, que resistió, también fue ejecutado. Su esposa, Carlota O'Neill, fue encarcelada y sufrió malos tratos.
En Ceuta y Tetuán, también triunfó el levantamiento, y el alto comisario interino Arturo Álvarez-Buylla fue ejecutado. Se estima que cientos de personas fueron ejecutadas en estas zonas.
En Canarias, el general Franco proclamó el estado de guerra el 18 de julio. A pesar de que no hubo muertes a manos de los republicanos, la represión de los sublevados causó la muerte de más de 2.500 personas. Se usaron almacenes de fruta como prisiones, y desde allí, grupos armados se llevaban a los presos para ejecutarlos y arrojarlos al mar.
En las Islas Baleares, el levantamiento triunfó en Mallorca e Ibiza, pero fracasó en Menorca. En Mallorca, la represión fue organizada por el "conde Rossi", un líder italiano. El escritor católico Georges Bernanos, que vivía en la isla, se horrorizó por los asesinatos. Entre las víctimas estaban Aurora Picornell y el padre Jeroni Alomar.
La represión del general Queipo de Llano
El general Queipo de Llano, al mando en el sur, dejó claro el alcance de la represión en sus emisiones de radio, afirmando que no dudarían en tomar medidas rigurosas hasta eliminar a todos los "marxistas".
Cádiz, Sevilla y Huelva
En Cádiz, el levantamiento triunfó el 18 de julio. Inmediatamente, se ejecutó a la mayoría de las autoridades municipales. La represión se extendió por toda la ciudad, con grupos de falangistas, guardias civiles y regulares realizando detenciones masivas, saqueos y tratos inhumanos, crueles y degradantes. Se estima que más de 3.000 personas murieron en la provincia de Cádiz.
En Sevilla, el general Queipo de Llano tomó el control el 18 de julio. Las tropas bombardearon los barrios populares, y una vez ocupados, muchos hombres y mujeres fueron ejecutados. El capitán Manuel Díaz Criado dirigió la represión, actuando de forma brutal y arbitraria. Se estima que 12.507 personas murieron en la provincia de Sevilla.
En Huelva, el levantamiento fracasó inicialmente, pero las columnas sublevadas de Sevilla tomaron la ciudad el 29 de julio. La represión fue muy dura, con fusilamientos masivos y humillaciones. Se calcula que 6.019 personas fueron ejecutadas en 75 de los 78 municipios de Huelva.
Córdoba, Granada y Málaga
En Córdoba, el levantamiento triunfó el 18 de julio. El comandante Bruno Ibáñez dirigió la represión, con fusilamientos en campos y cementerios. En Baena, los rebeldes cometieron una de sus mayores atrocidades, ejecutando a cientos de personas. Se calcula que 700 personas fueron asesinadas en la provincia.
En Granada, el levantamiento triunfó el 20 de julio. La represión se intensificó con la llegada de tropas de apoyo. Grupos de falangistas, como la "Escuadra Negra", sacaban a los izquierdistas de sus casas y los ejecutaban. El poeta Federico García Lorca fue asesinado el 18 de agosto de 1936. Más de 5.000 personas murieron en la provincia de Granada.
En Málaga, la ciudad cayó el 8 de febrero de 1937. La represión fue muy dura, con cientos de fusilamientos y detenciones masivas. Se usaron campos de concentración en Torremolinos y Alhaurín el Grande. Se estima que al menos 1.500 personas fueron asesinadas en los meses siguientes. Decenas de miles de habitantes de Málaga huyeron por la carretera hacia Almería, siendo bombardeados y ametrallados.
La represión del general Mola
El general Emilio Mola proclamó el estado de guerra en Pamplona el 19 de julio de 1936. Advirtió que los castigos serían "ejemplares" y que se debía "sembrar el terror" y eliminar a quienes no pensaran como ellos.
En Navarra, el levantamiento triunfó sin oposición. Los fusilamientos comenzaron de inmediato, con ejecuciones al amanecer y "sacas" de las cárceles. El pueblo de Sartaguda, con poco más de mil habitantes, fue conocido como "el pueblo de las viudas" por las 84 ejecuciones. El obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, pidió que no hubiera "ni una gota más de sangre de venganza", pero la jerarquía eclesiástica no mostró la misma actitud. En total, 3.280 personas fueron víctimas de la represión en Navarra.
En Álava, el levantamiento también encontró poca resistencia. Cientos de republicanos, socialistas, anarquistas y nacionalistas vascos fueron detenidos. Se estima que 170 personas fueron ejecutadas, la mitad sin juicio.
En Guipúzcoa, el levantamiento fracasó inicialmente, pero las tropas carlistas navarras ocuparon pueblos del sur. Después de la toma de Irún y San Sebastián, hubo un gran éxodo de refugiados. Se estima que cerca de mil personas fueron ejecutadas, incluyendo trece sacerdotes nacionalistas vascos.
Castilla la Vieja y León
La provincia de Logroño sufrió una represión masiva. Cientos de republicanos y de izquierdas fueron ejecutados, la mayoría sin juicio. Las esposas de los detenidos y asesinados sufrieron humillaciones. Se calcula que unas 2.000 personas murieron en la provincia.
En Valladolid, el levantamiento fue encabezado por el general Andrés Saliquet. La represión se dirigió contra republicanos, socialistas y anarcosindicalistas. Escuadrones falangistas, conocidos como "patrullas del amanecer", llevaron a cabo ejecuciones. Se estima que unas 3.000 personas murieron en la provincia.
En Salamanca, el levantamiento triunfó sin oposición. Se formó una Guardia Cívica que detuvo y ejecutó a líderes de izquierda. La represión se intensificó con la llegada de falangistas. El rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, que inicialmente apoyó a los sublevados, denunció el "régimen de terror".
En Soria, la llegada de los requetés desató la represión, con 300 personas ejecutadas. En Segovia, 175 fueron ejecutadas tras juicio y 217 en ejecuciones sin juicio. El gobernador civil republicano fue ejecutado.
En Palencia, unas 1.500 personas murieron. En León, la represión se centró en las zonas mineras. El Hostal de San Marcos se usó como prisión, llegando a albergar 8.000 cautivos.
En Zamora, unas 1.330 personas fueron asesinadas. Una de las víctimas fue Amparo Barayón, esposa del escritor Ramón J. Sender.
En Burgos, el levantamiento triunfó sin gran oposición. Unas 1.400 personas fueron ejecutadas sin juicio. En Ávila, unas 1.000 personas fueron ejecutadas. En Candeleda, tres mujeres fueron asesinadas, una de ellas embarazada, y sus cuerpos expuestos.
Cáceres
En Cáceres, el levantamiento triunfó fácilmente. El padre, tres hermanos y un tío del gobernador civil fueron ejecutados. En los primeros meses, hubo unas 1.000 ejecuciones sin juicio. La represión se recrudeció por la presencia de guerrilleros.
Galicia
En Galicia, se estima que cerca de 4.600 personas fueron ejecutadas, la mayoría sin juicio. El objetivo era erradicar un ideal y aterrorizar a la población.
En La Coruña, el gobernador civil Francisco Pérez Carballo fue ejecutado. Su esposa, Juana Capdevielle, fue asesinada. La represión la dirigieron escuadras falangistas.
En Lugo, la represión comenzó con la llegada de una columna militar. En Orense, también hubo "paseos" y ejecuciones sin juicio. En Pontevedra, la represión fue llevada a cabo por la Guardia Civil y grupos civiles.
Aragón
En las tres capitales aragonesas, el levantamiento triunfó. En Zaragoza, la represión fue muy dura, con cientos de personas ejecutadas sumariamente. Uno de los hechos más crueles fue el fusilamiento de más de 300 jóvenes por sospecha de deserción.
En Teruel, las primeras víctimas fueron líderes políticos y sindicales. Mil cuerpos fueron arrojados a un foso conocido como "Los Pozos de Caudé". En la Plaza del Torico, falangistas hicieron desfilar a 13 prisioneros y luego los ejecutaron.
En Huesca y Jaca, el levantamiento también triunfó. En Huesca, 74 mujeres fueron ejecutadas por ser esposas de huidos o ejecutados. En Jaca, hubo más de 400 ejecuciones.
La represión del general Franco
El avance hacia Madrid: la "columna de la muerte"
A principios de agosto de 1936, el general Franco ordenó a tres columnas del Ejército de África avanzar desde Sevilla hacia Madrid por Extremadura. Las órdenes eran "golpear" a las "turbas" para dejarlas inmóviles. Las columnas avanzaron rápidamente, ejecutando a los milicianos capturados.
De Sevilla a Badajoz
Las columnas rebeldes entraron en la provincia de Badajoz, sembrando el terror. Se cometieron saqueos y ejecuciones masivas. En Almendralejo, cientos de personas fueron ejecutadas, incluyendo cien mujeres que fueron humilladas antes de morir.
Mérida cayó el 11 de agosto. La entrada de las tropas fue "apocalíptica", con registros y asesinatos que duraron varios días.
La masacre de Badajoz
El 13 de agosto, antes del asalto a Badajoz, se lanzaron octavillas advirtiendo de un "castigo" si no se rendían. El 14 de agosto, comenzó el bombardeo. Las tropas insurgentes entraron en la ciudad, matando a todos los que encontraban. Cientos de prisioneros fueron recluidos en la plaza de toros y ametrallados.
La masacre de Badajoz continuó al día siguiente. Muchos que huyeron a Portugal fueron devueltos y ejecutados. Se estima que al menos 3.800 personas murieron en la masacre de Badajoz.
De Badajoz a Toledo
Las columnas de Yagüe continuaron hacia el norte. En Talavera de la Reina, la represión fue constante, con ejecuciones diarias de campesinos y trabajadores. Los cadáveres eran incinerados. También hubo violencia contra mujeres.
El 21 de septiembre, las columnas ocuparon Santa Olalla, donde 600 milicianos prisioneros fueron ejecutados. Ese mismo día, ocuparon Maqueda. Franco decidió desviar el avance hacia Toledo para liberar el Alcázar, donde resistían militares y falangistas.
Las columnas llegaron a Toledo el 26 de septiembre. La violencia fue extrema, con asesinatos masivos. Los heridos en el Hospital de Tavera fueron asesinados, y mujeres en la maternidad fueron ejecutadas. Un capellán denunció los crímenes, pero murió en el frente.
La campaña del norte
A principios de 1937, Franco emitió instrucciones sobre cómo tratar a la población civil en las zonas ocupadas. Se recopilaba información sobre los habitantes para elaborar un "fichero de criminalidad".
Se creó la Oficina de Información y Propaganda Antimarxista (OIPA) para recopilar documentos y descubrir responsabilidades. Después de la campaña del Norte, se creó el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) para elaborar datos de la población.
La ofensiva de Vizcaya y la toma de Bilbao
La ofensiva sobre Vizcaya comenzó el 31 de marzo de 1937. El general Mola amenazó con arrasar Vizcaya si no se rendían. Hubo bombardeos, como el de Durango, donde murieron 127 civiles.
En todas las localidades ocupadas, hubo represión. Bilbao cayó el 19 de junio, y más de 200.000 personas huyeron. La represión en Bilbao se hizo con "consejos de guerra sumarísimos de urgencia", con cientos de fusilamientos. También se prohibió el uso público del euskera.
La toma de Santander y la rendición del Euzko Gudarostea
Santander cayó el 26 de agosto. La represión fue más dura que en Vizcaya. Cientos de personas fueron juzgadas y ejecutadas.
Las tropas vascas se congregaron en Santoña, buscando ser evacuadas, pero Franco no aceptó el acuerdo. Los líderes vascos fueron entregados y ejecutados.
La ocupación de Asturias
En Asturias, los rebeldes controlaban Oviedo. La represión fue muy dura, con ejecuciones sin juicio y expediciones nocturnas de falangistas. El gobernador civil republicano y el rector de la universidad fueron ejecutados.
La ofensiva de Asturias finalizó con la toma de Gijón el 21 de octubre. Muchos intentaron huir por mar, pero fueron interceptados y llevados a campos de concentración. Gijón fue arrasada y saqueada.
En los valles mineros, la represión también fue muy dura, con ejecuciones sin juicio y cuerpos arrojados a los pozos mineros. Las mujeres de los mineros sufrieron violencia. Se estima que cerca de 6.000 personas murieron en Asturias.
Ofensiva de Aragón y del Levante
La ocupación de Aragón
En diciembre de 1937, los republicanos tomaron Teruel, pero Franco la recuperó en febrero de 1938. Luego lanzó una gran ofensiva sobre Aragón, ocupando todo el territorio.
En la parte oriental de Teruel, la represión fue fuerte. En Calanda, unas 50 personas fueron asesinadas. Mil cuerpos fueron arrojados a "Los Pozos de Caudé".
La entrada en Cataluña
Las tropas sublevadas entraron en Cataluña el 3 de abril. Tomaron Lérida, donde saquearon casas y quemaron registros. Hubo juicios rápidos y ejecuciones.
La represión fue especialmente violenta en la comarca del Pallars Sobirà, donde 69 civiles fueron ejecutados sin juicio. El uso público del catalán fue prohibido. Franco abolió el Estatuto de Autonomía de Cataluña y ordenó la ejecución de Manuel Carrasco Formiguera.
El avance hacia Valencia
Después de Lérida, Franco avanzó hacia el mar, dividiendo la zona republicana. El 15 de abril, las tropas llegaron a Vinaroz, donde 31 catalanes fueron ejecutados. La iglesia de San Francisco se convirtió en prisión.
La ofensiva del Levante tenía como objetivo Valencia. Castellón de la Plana cayó el 14 de junio. Se celebraron juicios militares y cerca de 200 personas fueron ejecutadas. Los republicanos lograron detener el avance en la Línea XYZ.
La ocupación de la zona Centro-Sur
El intento de Negrín de seguir resistiendo en la zona Centro-Sur fue impedido por el golpe de Casado. Las tropas "nacionales" entraron en Madrid el 28 de marzo de 1939 y rápidamente ocuparon el resto de la zona.
En Alicante, unas 15.000 personas se agolpaban en el puerto intentando escapar, pero la mayoría fueron capturadas y ejecutadas.
En Madrid, los franquistas llevaban listas de sospechosos. Se produjo una oleada de detenciones y ejecuciones. A finales de abril de 1939, ya había al menos doce tribunales militares funcionando diariamente.
En Valencia, las tropas ocuparon la ciudad el 29 de marzo. Las primeras sentencias de muerte se dictaron el 2 de abril. Miles de detenidos se hacinaron en las prisiones. En toda la región valenciana, unas 5.000 personas fueron víctimas de la represión.
En el resto de provincias de la Zona Centro-Sur, la represión también fue una prioridad. Se calcula que al menos 50.000 personas fueron ejecutadas en la década posterior al final de la guerra, sin contar las muertes por hambre y enfermedades en las prisiones.
La justificación de la represión por la Iglesia católica
La Iglesia católica no solo no se opuso a la represión de los sublevados, sino que la justificó, considerándola una "cruzada por la religión, la patria y la civilización". La complicidad del clero con esta violencia fue casi total.
Muchos miembros de la jerarquía eclesiástica justificaron la violencia. El arzobispo de Zaragoza, Rigoberto Doménech Valls, declaró que la violencia se hacía "en beneficio del orden, la Patria y la Religión". El obispo de Segovia, Luciano Pérez Platero, ordenó a sus párrocos rezar por el "triunfo total y rápido de España".
El escritor católico Georges Bernanos denunció la beligerancia de la Iglesia, horrorizado por la violencia en Mallorca. Las noticias de los asesinatos de sacerdotes en la zona republicana acentuaron el apoyo de la Iglesia a los sublevados. La guerra fue definida como una "Cruzada" en la Carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la guerra en España de 1937.
Balance final
En 1977, el historiador Ramón Salas Larrazábal estimó que las víctimas de la represión de los sublevados durante la guerra fueron 57.662. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que la cifra fue mucho mayor, más del doble.
En 2012, los historiadores Francisco Espinosa y José Luis Ledesma publicaron un resumen de estas investigaciones, que mostraba el número de muertos por la represión en ambas zonas. Se advirtió que en algunas provincias el estudio aún estaba incompleto, por lo que el número de víctimas podría aumentar.
VÍCTIMAS DE LA REPRESIÓN DEL BANDO SUBLEVADO Y DE LA REPRESIÓN REPUBLICANA POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS ACTUALES (según los estudios realizados provincia por provincia) |
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Represión del bando sublevado | Represión republicana | ||||||||||||||||||
Andalucía | 47 399 | 8367 | |||||||||||||||||
Aragón | 8523 | 3901 | |||||||||||||||||
Asturias | 5952 | 2000 | |||||||||||||||||
Baleares | 2300 | 323 | |||||||||||||||||
Canarias | 2600 | - | |||||||||||||||||
Cantabria | 2535 | 1283 | |||||||||||||||||
Castilla-La Mancha | 10 358 | 7524 | |||||||||||||||||
Castilla-León | 14 660 | 575 | |||||||||||||||||
Cataluña | 3688 | 8352 | |||||||||||||||||
Ceuta-Melilla-Protectorado de Marruecos | 768 | - | |||||||||||||||||
Extremadura | 10 594 | 1567 | |||||||||||||||||
Galicia | 4265 | - | |||||||||||||||||
Madrid | 3204 | 8815 | |||||||||||||||||
Murcia | 1251 | 740 | |||||||||||||||||
Navarra | 3280 | - | |||||||||||||||||
País Vasco | 1900 | 945 | |||||||||||||||||
La Rioja | 2000 | - | |||||||||||||||||
Comunidad Valenciana | 4922 | 4880 | |||||||||||||||||
TOTAL | 130 199 | 49 272 |
Galería de imágenes
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Restes òssies trobades a la fossa de Sant Andreu de Llanars a Prats de Lluçanès.jpg
Restos óseos encontrados en una fosa de la guerra civil en el municipio de Prats de Llusanés.
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El general Franco y el general Mola junto con otros generales sublevados. Palacio de Capitanía General (Burgos). Fecha desconocida.
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Barrer España, póster propagandístico del bando sublevado que incita a la represión contra comunistas, anarquistas, intelectuales y separatistas para "limpiar" el país.
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María Domínguez, primera alcaldesa en la historia de España, fue detenida y ejecutada en Fuendejalón (provincia de Zaragoza) a principios de noviembre de 1936.
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Soldat republicà amb el braç enguixat a la fossa del Soleràs.jpg
Fosa de Solerás (La Garriga). Los cadáveres de los asesinados sin juicio solían ser enterrados en fosas comunes sin que quedara registrada su muerte.
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Ramón Serrano Suñer, junto al general Franco y al general Moscardó en 1938. Serrano Suñer justificó la vía "legalizada" llamándola la «justicia al revés».
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Monumento al general Emilio Mola. Fue la primera obra que realizaron los presos políticos encuadrados en los destacamentos penales de trabajo.
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Milicianos republicanos caídos prisioneros de los sublevados durante la batalla de Guadarrama. Los soldados capturados fueron internados en más de ciento ochenta campos de concentración.
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Cabecera del diario F.E. editado en Sevilla en los talleres del diario El Liberal cuyos bienes fueron confiscados por los sublevados y entregados a Falange Española y de las JONS.
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Resolución de la Junta Técnica del Estado del expediente de José Ramón Fernández Ojea, Inspector de primera enseñanza de Lugo, por el que se acuerda "suspender de empleo y sueldo durante el plazo de tres meses a don José Ramón Fernández Ojea, inhabilitarle para el desempeño de cargos directivos y de confianza e instituciones culturales y de enseñanza, y trasladarle a la plantilla de la inspección de Cáceres donde se incorporará transcurridos los tres meses de suspensión de empleo y sueldo. Burgos, 25 de mayo de 1937"
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María García Sanchís, miliciana y tejedora ejecutada en Manacor el 5 de septiembre de 1936
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El general Varela arengando a civiles y a militares en Sevilla (3 de septiembre de 1936). El general Varela dirigió el levantamiento en Cádiz.
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Portada de la revista satírica republicana La Traca en la que aparece una caricatura del general Queipo de Llano.
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El poeta Federico García Lorca junto a un cartel de su grupo de teatro La Barraca. Fue asesinado el 18 de agosto de 1936.
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Ramón Acín asesinado en Huesca por los sublevados. Su esposa fue ejecutada tres semanas después junto a otros 94 republicanos.
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Manuel Fal Conde, líder de la Comunión Tradicionalista. Protestó por la «debilidad» de la represión contra el clero vasco nacionalista.
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Requetés en un procesión fúnebre (San Sebastián, septiembre de 1936).
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Entrada de las tropas del bando sublevado en San Sebastián.
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General Andrés Saliquet. Encabezó el levantamiento en Valladolid.
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Amparo Barayón, esposa del escritor Ramón J. Sender, asesinada en Zamora por los sublevados.
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Teniente coronel Carlos Asensio Cabanillas. Comandó una de las tres columnas del Ejército de África que avanzó desde Sevilla hacia Madrid por Extremadura.
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El general Cabanellas pasando revista a una unidad de regulares. Junto con los legionarios los regulares fueron la principal fuerza de choque de la "columna de la muerte".
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Puerta de la Trinidad del recinto abaluartado de Badajoz.
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Teniente coronel Juan Yagüe. Mandó las tropas que perpetraron la masacre de Badajoz.
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El periodista estadounidense John T. Whitaker, con uniforme del ejército de su país durante la Segunda Guerra Mundial. Informó sobre las matanzas cometidas en Talavera de la Reina y en otras localidades por las columnas de Yagüe.
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El coronel Antonio Aranda Mata, jefe de las fuerzas sublevadas en Oviedo, impuso un clima de terror con ejecuciones sin juicio.
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Bombardeo de Durango en el que murieron ciento veintisiete civiles, entre ellos cuatro monjas y dos sacerdotes, uno de ellos cuando oficiaba la misa.
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Regulares festejando la toma de Rubielos de Mora.
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El general Antonio Sagardía Ramos (segundo por la derecha) junto a Serrano Suñer y Heinrich Himmler durante una visita a Berlín. El general Sagardía fue el responsable de las matanzas llevadas a cabo por los sublevados en la comarca leridana del Pallars Sobirá.
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Estatuto de autonomía de Cataluña de 1932. Fue derogado por el general Franco el 5 de abril de 1938, dos días después de que sus tropas hubieran entrado en Cataluña.
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Cola para comprar pan en Barcelona tres días después de haber sido ocupada por las tropas franquistas.
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Castillo de Santa Bárbara de Alicante. Uno de los lugares donde fueron encarcelados los republicanos que fueron apresados en el puerto de Alicante cuando intentaban escapar de la represión franquista.
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El socialista Julián Besteiro fue el único miembro de la Junta de Casado que decidió quedarse en Madrid. Fue condenado por un consejo de guerra a treinta años de prisión. Murió en la cárcel de Carmona un año después, en septiembre de 1940.
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Patio norte del Monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia. Uno de los lugares donde fueron encarcelados los detenidos tras la ocupación franquista de la ciudad.
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Isidro Gomá, cardenal primado de España. Fue el redactor y promotor de la Carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la guerra en España en la que dieron apoyo y justificaron la causa del bando sublevado.
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Portada del libro Les grands cimetières sous la Lune del escritor católico francés Georges Bernanos en el que denunció la beligerancia de la Iglesia a favor del bando sublevado y en el que contó la brutal violencia desatada en Mallorca por los sublevados de la que él fue testigo.