Carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la guerra en España para niños
Datos para niños Carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la guerra en España |
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Idioma | español, francés, inglés e italiano | |
Creación | 1 de julio de 1937 | |
La Carta Colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo entero fue un documento importante escrito por los obispos de España. Su propósito era informar a los católicos de otros países sobre la posición de la Iglesia católica en España durante la guerra civil española. La carta fue fechada el 1 de julio de 1937, casi un año después del inicio del conflicto. Sin embargo, no se hizo pública hasta mediados de agosto. Esto se hizo para que los pocos obispos que dudaban pudieran firmarla y para que los obispos de todo el mundo la recibieran antes de que la prensa la diera a conocer.
El cardenal Isidro Gomá, que era el primado de Toledo, redactó esta carta. Lo hizo a petición de Francisco Franco, quien le pidió el 10 de mayo de 1937 que publicara un escrito. Franco quería que este documento, dirigido a los obispos de todo el mundo, ayudara a difundir lo que él consideraba "la verdad".
La "verdad" que Franco quería que se compartiera buscaba contrarrestar las críticas de algunos grupos católicos en Europa y América. Estas críticas surgieron por la muerte de sacerdotes en el País Vasco y de muchas personas en la zona controlada por los sublevados. También querían cambiar la idea de que la guerra civil española era una "cruzada" o "guerra santa", una idea que las autoridades y la propaganda de ese bando habían difundido.
Franco logró su objetivo con esta carta colectiva. Los obispos de casi todo el mundo adoptaron el punto de vista de la carta sobre la guerra civil española. Esto fue especialmente cierto por la descripción que hacía el documento de la persecución religiosa en la zona republicana. Un colaborador de la Oficina Nacional de Propaganda de Franco incluso dijo que "la carta de los obispos españoles es más importante para Franco en el extranjero que la toma de Bilbao o Santander". Así, se cumplió la intención de influir en la opinión pública, algo que el cardenal Vidal y Barraquer había temido y por lo que no firmó la carta.
Contenido
Historia de la Carta Colectiva
Primeros pasos para una declaración eclesiástica
En agosto de 1936, el marqués de Magaz, representante ante el Vaticano de la Junta de Defensa Nacional, pidió a la Secretaría de Estado del Vaticano que condenara a los católicos vascos. Estos católicos se mantenían leales a la República. Esto era importante para los sublevados, ya que la situación de los vascos complicaba la idea de que la guerra era solo una lucha entre católicos y otros grupos.
Cuando el cardenal Isidro Gomá y Tomás regresó de Roma en diciembre de 1936, se reunió con Franco. Franco le insistió en que una declaración de la Iglesia contra la conducta de los vascos podría hacer que dejaran de luchar.
Aunque el cardenal Gomá dudaba de que una condena fuera efectiva, escribió al Vaticano. El secretario de Estado, el cardenal Pacelli, respondió que el papa estaría dispuesto a enviar una carta al clero vasco si Franco hacía algunas concesiones a los vascos. Como Franco no aceptó, el Vaticano sugirió que los obispos españoles escribieran una "carta colectiva sobre la colaboración de los católicos [vascos] con los comunistas".
Sin embargo, el 23 de febrero de 1937, el cardenal Gomá, después de consultar a varios obispos, respondió que no creía conveniente publicar un escrito colectivo sobre los católicos vascos. Pero sí añadió que podría ser útil que el Episcopado español publicara un documento colectivo adecuado a las circunstancias. Esta carta, dirigida a los católicos españoles, nunca se redactó.
La petición de Franco y la redacción de la carta
El punto de partida de la carta colectiva dirigida a los obispos de todo el mundo fue una reunión entre Franco y el cardenal Gomá el 10 de mayo de 1937. Franco se quejó de la prensa católica internacional, que consideraba hostil hacia el bando nacional. Atribuyó esto a la influencia de ciertos grupos y a la compra de algunos periodistas.
Luego, Franco le pidió al cardenal Gomá que, dado que el Episcopado español apoyaba al general y al Movimiento, publicara un escrito. Este documento, dirigido a los obispos de todo el mundo, debía "poner la verdad en su punto".
Después de consultar de nuevo a los obispos el 15 de mayo de 1937, el cardenal Gomá redactó la carta en las dos semanas siguientes. A principios de junio, envió una copia a cada obispo. La mayoría de los obispos recibieron la carta con entusiasmo y 43 de ellos, junto con 5 vicarios capitulares, la firmaron.
Sin embargo, cinco obispos no la firmaron: el obispo de Menorca Juan Torres y Ribas, el cardenal Pedro Segura, el obispo de Orihuela-Alicante Francisco Javier de Irastorza Loinaz, el obispo de Vitoria Mateo Múgica Urrestarazu y, el más notable, el arzobispo de Tarragona cardenal Vidal y Barraquer. También hubo un sexto obispo que "casi" no firmó: el obispo de Urgel y copríncipe de Andorra Justino Guitart y Vilardebó.
La reacción del Vaticano
Cuando Gomá envió el borrador de la Carta a Roma, no recibió respuesta. El Vaticano tampoco acusó recibo cuando Gomá envió el texto definitivo. Cuando la carta colectiva se hizo pública a mediados de agosto, el Vaticano siguió en silencio.
La respuesta oficial del Vaticano tardó nueve meses. Cuando el cardenal Pacelli envió una carta a Gomá en marzo de 1938, elogiaba el documento por condenar el mal, "de cualquier parte que venga". Esta frase molestó a las autoridades del bando sublevado.
Cuando la carta se publicó como prólogo de un libro con las respuestas favorables de obispos de todo el mundo, se quitó la frase "... de cualquier parte que venga". Esto obligó al diario oficial del Vaticano, L'Osservatore Romano, a publicarla completa. El embajador de la "España nacional" ante el Vaticano, Yanguas Messía, se quejó formalmente por la publicación completa. Él dijo que había causado un "penoso efecto" entre la opinión católica nacional porque, según él, equiparaba a los "nacionales" con los "rojos".
Contenido de la Carta Colectiva
La carta tiene unas 45 páginas y está organizada en varias secciones:
- Razón de este documento.
- Naturaleza de la carta.
- Nuestra posición ante la guerra.
- El quinquenio que precedió a la guerra.
- El alzamiento militar y la revolución comunista.
- Características de la revolución comunista.
- El movimiento nacional: sus caracteres.
- Se responde a unos reparos.
- Conclusión.
La Carta no declara que la Guerra Civil sea una "cruzada", aunque algunos obispos como Gomá y Enrique Pla y Deniel lo habían dicho en otros momentos. Sin embargo, sí la describe como un "plebiscito armado". Lo que más impacto causó fue el relato de la muerte de sacerdotes y religiosos, y la destrucción de iglesias y conventos en la zona republicana. La carta afirmaba que unas "20.000 iglesias y capillas fueron destruidas o saqueadas" y que "unos 6.000 sacerdotes fueron asesinados".
En el documento, los obispos negaban que la Iglesia hubiera provocado la guerra o que fuera una lucha social. También rechazaban la idea de que la Iglesia se hubiera aliado con los ricos o que apoyara una dictadura. La carta decía que la Iglesia no podía ser indiferente en la lucha, y que la única esperanza para recuperar la justicia y la paz era el triunfo del movimiento nacional.
La carta también describía el "movimiento nacional" como justo, porque la mayoría de la nación española se sentía separada de una situación estatal que no representaba sus necesidades. Afirmaba que la destrucción de templos y la muerte de sacerdotes fueron acciones planeadas, y que se les perseguía y mataba sin otra razón que su oficio.
Algunos historiadores han señalado "limitaciones" en la carta colectiva:
- La relación de la Iglesia con los ricos: Se decía que la carta absolvía fácilmente a la Iglesia de haberse puesto del lado de los ricos, olvidando a los pobres. La Iglesia se había alineado con los grupos de derecha que se oponían a las reformas de la Segunda República española.
- Los católicos vascos: La carta simplificaba la situación de los católicos vascos leales a la República, reprochándoles su "desobediencia", a pesar de que el Papa nunca los condenó.
- Valores democráticos: La carta mostraba una falta de sensibilidad hacia los valores democráticos, al identificar al bando republicano con el comunismo y alabar el "nuevo régimen" de Franco.
- La situación en el bando sublevado: La carta apenas mencionaba las acciones severas en el bando sublevado. Cuando lo hacía, adoptaba una actitud muy diferente a la que tenía sobre las acciones en la zona republicana. Esto es considerado por algunos historiadores como la deficiencia más grave del documento. La carta decía que toda guerra tiene excesos, pero que había una distancia enorme entre los principios de justicia de un lado y del otro.
En resumen, la Carta colectiva buscaba dar legitimidad al alzamiento militar y condenar a la República, usando ideas del pensamiento tradicional católico.
Obispos que firmaron la Carta Colectiva
La carta fue firmada por muchos obispos y vicarios capitulares importantes de España. Aquí algunos de ellos:
- Cardenal Isidro Gomá y Tomás, arzobispo de Toledo.
- Cardenal Eustaquio Ilundain y Esteban, arzobispo de Sevilla.
- Prudencio Melo y Alcalde, arzobispo de Valencia.
- Manuel de Castro Alonso, arzobispo de Burgos.
- Rigoberto Doménech Valls, arzobispo de Zaragoza.
- Tomás Muñiz Pablos, arzobispo de Santiago de Compostela.
- Agustín Parrado García, arzobispo de Granada.
- Adolfo Pérez Muñoz, obispo de Córdoba.
- Josep Miralles i Sbert, obispo de Mallorca.
- Leopoldo Eijo y Garay, obispo de Madrid-Alcalá.
- Beato Manuel González García, obispo de Palencia.
- Enrique Plá y Deniel, obispo de Salamanca.
- Valentín Comellas Santamaría, obispo de Solsona.
- Justí Guitart Vilardebó, obispo de Urgel.
- Miguel de los Santos Díaz Gomara, obispo de Cartagena.
- Fidel García Martínez, obispo de Calahorra.
- Florencio Cerviño González, obispo de Orense.
- Rafael Balanzá y Navarro, obispo de Lugo.
- Félix Bilbao Ugarriza, obispo de Tortosa.
- Fr. Albino González Menéndez-Reigada, O.P., obispo de Tenerife.
- Juan Villar y Sanz, obispo de Jaca.
- Juan Perelló Pou, M.SS.CC., obispo de Vich.
- Nicanor Javier Mutiloa Irurita, C.Ss.R., obispo de Tarazona.
- José Eguino y Trecu, obispo de Santander.
- Feliciano Rocha Pizarro, obispo de Plasencia.
- Antonio Cardona Riera, administrador apostólico de Ibiza.
- Luciano Pérez Platero, obispo de Segovia.
- Manuel Arce y Ochotorena, obispo de Zamora.
- Manuel López Arana, administrador apostólico de Ciudad Rodrigo.
- Lino Rodrigo Ruesca, obispo de Huesca.
- Antonio García y García, obispo de Tuy.
- José María Alcaraz y Alenda, obispo de Badajoz.
- Josep Cartañà Inglés, obispo de Girona.
- Justo Antonino Echeguren y Aldama, obispo de Oviedo.
- Fr. Francisco Barbado Viejo, O.P., obispo de Coria.
- Benjamín de Arriba y Castro, obispo de Mondoñedo.
- Tomás Gutiérrez Díez, obispo de Osma.
- Beato Anselmo Polanco y Fontecha, O.S.A., obispo de Teruel.
- Santos Moro Briz, obispo de Ávila.
- Balbino Santos Olivera, obispo de Málaga.
- Marcelino Olaechea Loizaga, S.D.B., obispo de Pamplona.
- Antonio Pildáin Zapiáin, obispo de Canarias.
- Hilario Yaben, vicario capitular de Sigüenza.
- Eugenio Domaica, vicario capitular de Cádiz.
- Emilio F. García, vicario capitular de Ceuta.
- Fernando Álvarez Rodríguez, vicario capitular de León.
- José Zurita, vicario capitular de Valladolid.
Obispos que no firmaron
Doce obispos no pudieron firmar la carta en 1937 porque habían fallecido el año anterior, en 1936, durante la persecución religiosa durante la guerra civil española:
- Florentino Asensio Barroso, obispo de Barbastro.
- Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén.
- Manuel Borrás Ferré, obispo auxiliar de Tarragona.
- Narciso de Esténaga Echevarría, obispo de Ciudad Real.
- Salvio Huix Miralpeix, obispo de Lérida.
- Manuel Irurita Almándoz, obispo de Barcelona.
- Cruz Laplana y Laguna, obispo de Cuenca.
- Manuel Medina Olmos, obispo de Guadix.
- Eustaquio Nieto Martín, obispo de Sigüenza.
- Juan de Dios Ponce y Pozo, administrador apostólico de Orihuela.
- Miguel Serra Sucarrats, obispo de Segorbe.
- Diego Ventaja Milán, obispo de Almería.
Anselmo Polanco Fontecha, obispo de Teruel, sí la firmó en 1937, pero fue capturado y falleció en 1939.
El obispo de Menorca Juan Torres y Ribas, de 92 años, no pudo firmar la carta porque estaba incomunicado. Falleció el 20 de enero de 1939.
El cardenal Pedro Segura y Sáenz, exiliado en Roma, no la firmó porque ya no ejercía como arzobispo de Toledo.
El obispo de Orihuela-Alicante, Francisco Javier de Irastorza Loinaz, exiliado en Gran Bretaña, no quiso regresar a la zona sublevada. Se cree que no firmó por su fuerte nacionalismo vasco.
El obispo de Vitoria Mateo Múgica Urrestarazu no firmó porque había sido expulsado de España. Había protestado por la muerte de sacerdotes vascos por parte de los sublevados. No quería firmar un documento que elogiara a los "nacionales".
El quinto prelado que no firmó fue el cardenal arzobispo de Tarragona Francisco Vidal y Barraquer. Él había logrado escapar de España gracias a la ayuda del presidente de la Generalidad de Cataluña Lluís Companys. No quiso regresar a la zona nacional. Su negativa se basó en que el documento era "propio para propaganda" y que se le daría una interpretación política. También temía que su publicación empeorara la situación de los religiosos en la zona republicana. Además, consideraba peligroso aceptar sugerencias de personas ajenas a la jerarquía de la Iglesia. La razón principal fue que creía que la Iglesia no debía identificarse con ninguno de los bandos, sino buscar la paz.
El obispo que "casi" no firmó fue el de Urgel, Justino Guitart y Vilardebó. Él era amigo cercano del cardenal Vidal y Barraquer. Guitart había escapado a Andorra y luego a Italia. Al principio, se negó a firmar, incluso bajo amenaza. Finalmente, dio su consentimiento, al parecer, porque el cardenal Vidal y Barraquer se lo pidió. El obispo de Urgel regresó a su diócesis cuando las tropas sublevadas estaban a punto de llegar, para estar presente en los momentos delicados de la ocupación. Allí, defendió el uso del catalán y se negó a colaborar en las acciones contra los vencidos.
Otros religiosos e intelectuales también sufrieron el exilio, como José Manuel Gallegos Rocafull. Él defendió la inocencia de la República en las acciones contra la religión y criticó la idea de "Cruzada Nacional" aplicada a la Guerra Civil. Fue suspendido de sus funciones por su obispo y tuvo que exiliarse en México.
Repercusiones de la Carta
La Carta colectiva causó indignación en la zona republicana. Esto dificultó la política de restablecimiento de la libertad religiosa que había iniciado el ministro de Justicia Manuel Irujo. De hecho, cuando el obispo de Teruel Anselmo Polanco fue capturado en la batalla de Teruel en enero de 1938, la principal acusación fue haber firmado la carta colectiva. Esto confirmó los temores del cardenal Vidal y Barraquer de que la carta empeoraría la situación del clero en la zona republicana.
A nivel internacional, el impacto de la carta colectiva fue muy grande. Los obispos de casi todo el mundo adoptaron el punto de vista de la carta sobre la guerra civil española, especialmente por la descripción de la persecución religiosa en la zona republicana. Hubo 580 mensajes de obispos, tanto colectivos como individuales, en respuesta a la carta española.
El director nacional de propaganda, Conde, dijo al cardenal Gomá que había logrado más con la carta colectiva que todos los demás con sus esfuerzos. Un año después, el P. Calasanz Bau, colaborador de la Oficina Nacional de Propaganda, escribió que "la carta de los obispos españoles es más importante para Franco en el extranjero que la toma de Bilbao o Santander". Así, se logró la influencia que el cardenal Vidal y Barraquer había temido.
La Carta recibió el apoyo oficial de unos novecientos obispos, que mostraron su solidaridad. Destacan las respuestas colectivas de obispos de Italia, Austria, Suiza, Alemania, Bélgica, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumanía, Albania, Grecia, Irlanda, Inglaterra, Portugal, Estados Unidos, México, Canadá, Armenia y África Central.
La importancia de este reconocimiento mundial no pasó desapercibida para obispos como Enrique Pla y Deniel. Él resaltó que las respuestas de países democráticos como Estados Unidos, Francia o Bélgica daban legitimidad a la actuación del Episcopado español. Pla y Deniel afirmó que los obispos españoles no se habían entregado a un partidismo político. Sin embargo, ante la situación de la religión y la patria, creyeron que su misión incluía ser "defensores de la ciudad". No tomaron armas, pero sí buscaron aclarar las conciencias sobre los deberes en momentos difíciles.
Los obispos españoles declararon en su Carta Colectiva que no provocaron el alzamiento ni conspiraron para ello. Pero consideraron que no podían ser neutrales entre el comunismo y quienes defendían la religión, la patria y la civilización. No debían liderar ejércitos, pero sí ser "defensores de la ciudad" en esas circunstancias.
En la zona republicana, los obispos supieron ser mártires y fallecer bendiciendo y perdonando. El obispo de Teruel, Anselmo Polanco, fue invitado a retirar su firma de la Carta Colectiva. Con valentía, respondió que la había firmado conscientemente y que todo lo que decía era verdad. Su fallecimiento, al no querer retractarse, demostró que los obispos españoles habían firmado la Carta Colectiva libremente, no por servilismo. Entendían que defendían los intereses sagrados de la Religión y de la Patria, y la civilización cristiana.
Galería de imágenes
Véase también
En inglés: Collective Letter of the Spanish Bishops, 1937 Facts for Kids