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Noche de los cuchillos largos para niños

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La noche de los cuchillos largos (en alemán: Nacht der langen Messer) u Operación Colibrí fue una purga política que tuvo lugar en Alemania entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1934, cuando el régimen nazi, dirigido por Adolf Hitler. Se puede incluir dentro del marco de actos que realizó el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán para apoderarse de todas las estructuras del Estado alemán. Muchos de los que fueron arrestados esos días pertenecían a las Sturmabteilung (SA), una organización paramilitar nazi. Hitler se opuso a las SA y a su líder, Ernst Röhm, porque percibía la independencia de las SA y la inclinación de sus miembros hacia la violencia callejera como una amenaza contra su poder. Hitler, además, quería el apoyo de los jefes de la Reichswehr, la organización militar oficial de Alemania, que temían y despreciaban a las SA y, en particular, la ambición de Röhm para que las SA absorbieran a la Reichswehr bajo su liderazgo. Finalmente, Hitler usó la purga para atacar o eliminar a los críticos con su régimen, especialmente contra aquellos que eran leales al vicecanciller Franz von Papen, y para vengarse de sus antiguos enemigos.

Murieron en el suceso al menos 85 personas, y más de mil oponentes al régimen fueron arrestados.

Contexto histórico

Hitler y las Sturmabteilung

El presidente Paul von Hindenburg nombró a Hitler canciller el 30 de enero de 1933. A lo largo de los meses siguientes, durante la llamada Gleichschaltung («Sincronización» en alemán), Hitler logró prohibir todos los partidos políticos rivales de Alemania, y en el verano de ese mismo año, el país se había convertido en un Estado unipartidista bajo el control del partido único, el Partido Nazi. Sin embargo, pese a la rápida consolidación de su autoridad política, Hitler no ejercía el poder absoluto. Como canciller, no lideraba el ejército, que estaba subordinado a Hindenburg, un respetado mariscal que se encontraba débil y senil. Aunque muchos militares estaban impresionados por las promesas de Hitler sobre un ejército mayor y mejor y una política exterior más agresiva, el ejército se mantuvo independiente durante los primeros años del régimen nazi.

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Logotipo de las Sturmabteilung.

Las SA, una organización paramilitar, se mantenían autónomas respecto al Partido Nazi. Ésta evolucionó a partir del movimiento de los Freikorps surgido tras la Primera Guerra Mundial. Estas organizaciones del periodo de entreguerras del siglo XX se caracterizaban por su fuerte carácter nacionalista y su anticomunismo; durante la República de Weimar colaboraron con el gobierno en la represión del movimiento obrero y organizaciones izquierdistas, destacando acontecimientos como el Levantamiento Espartaquista o el Levantamiento del Ruhr, además de participar en el fallido Golpe de Estado de Kapp contra la joven república. Freikorps eran una organización nacionalista compuesta básicamente por veteranos alemanes desencantados y enfadados que creían que su gobierno había traicionado a Alemania y los había vendido a los países enemigos al rendirse y aceptar los humillantes términos del Tratado de Versalles. Los Freikorps se opusieron a la nueva República de Weimar. Ernst Röhm era su comandante en Baviera, donde recibió el sobrenombre del Rey de las metralletas de Baviera porque era el responsable de almacenar y repartir metralletas ilegales a las unidades de los Freikorps. Posteriormente se convirtió en jefe de las SA. Durante las décadas de 1920 y 1930, las SA funcionaron como una milicia privada que Hitler usaba preferentemente contra reuniones de comunistas. También conocidos como «camisas pardas», los miembros de las SA se hicieron muy notables por sus batallas callejeras contra los comunistas. Las confrontaciones violentas entre los dos grupos contribuyeron a la desestabilización del experimento democrático de la Alemania de entreguerras, conocido como República de Weimar. En junio de 1932, uno de los peores meses de violencia política, hubo más de 400 altercados callejeros. Esta desestabilización fue crucial en el ascenso de Hitler al poder, sobre todo porque aseguró que si llegaba a la cancillería, acabaría con la violencia.

El nombramiento de Hitler como canciller, seguido de la supresión de todos los partidos políticos menos el nazi, redujo, aunque no terminó, con la violencia de los camisas pardas. En 1933 hubo numerosas quejas del comportamiento de los miembros de las SA; incluso el Ministerio de Exteriores alemán se quejó de los ataques a diplomáticos extranjeros. Este comportamiento molestaba a los elementos más conservadores de la sociedad, como el ejército.

El siguiente movimiento de Hitler fue reforzar su posición con respecto al ejército enfrentándose a sus enemigos, las SA. El 6 de julio de 1933, ante un grupo de oficiales nazis de alto rango, Hitler declaró que, tras el triunfo del nacionalsocialismo en Alemania, debían consolidar el poder. En ese discurso afirmó que «La corriente revolucionaria no se ha detenido, pero debe ser canalizada en el seguro curso de la evolución».

El discurso de Hitler señaló su intención de frenar a las SA, cuyo poder había crecido rápidamente en los años 1930. Este no era un objetivo fácil, ya que las SA habían aportado muchos de los votos que había recibido el Partido Nazi. Las SA registraron un gran crecimiento en sus filas durante la Gran Depresión, cuando muchos alemanes perdieron la fe en las instituciones tradicionales y habían conseguido llenar de fervor nacionalista y solidario a la clase media. Muchos de sus miembros creían en la promesa del nacionalsocialismo y esperaban que el régimen nazi tomase medidas económicas más radicales, tales como acabar con las grandes fincas de la aristocracia. El hecho de que el gobierno no llevase a cabo tales reformas desilusionó a aquellos que esperaban una revolución económica ligada a la política.

Conflicto entre el ejército y las SA

La voz más disconforme con la situación y la que pedía con más insistencia la continuación de la revolución alemana era la de Röhm. Como uno de los primeros miembros del partido nazi, Röhm había participado en el Putsch de Múnich, el fallido intento de Hitler de alcanzar el poder por la fuerza en 1923. Se tomó muy en serio la promesa socialista del nacionalsocialismo y pedía a Hitler y al resto de los líderes del partido que iniciasen una reforma a gran escala en Alemania.

No contento con la simple dirección de las SA, Röhm presionó al canciller alemán para que lo nombrase Ministro de Defensa, un cargo que ejercía el general Werner von Blomberg. Aunque algunos críticos lo apodaban el «León de Goma» por su devoción a Hitler, Blomberg no era nazi y, por tanto, representaba el nexo de unión entre el ejército y el partido. Blomberg y muchos de sus oficiales fueron reclutados entre la nobleza prusiana y consideraban que los miembros de las SA eran plebeyos que amenazaban el tradicional alto estatus del que gozaban los miembros del ejército en la sociedad alemana.

Archivo:Bundesarchiv Bild 102-15282A, Ernst Röhm
Ernst Röhm fue el principal dirigente de las SA. Sus ambiciones políticas y el recelo que inspiraba en los líderes nazis fueron unos de los principales motivos que llevaron a la «Operación Colibrí».

Si el ejército regular mostraba desagrado por las masas que pertenecían a las SA, muchos camisas pardas sentían la misma aprensión hacia el ejército, ya que no lo veían suficientemente comprometido con la revolución nazi. Max Heydebreck, un líder de las SA en Rummelsburg, denunció al ejército ante sus compañeros, diciéndoles que «Algunos de los oficiales del ejército son unos cerdos. La mayoría de los oficiales son demasiado viejos y necesitan ser reemplazados por jóvenes. Nosotros queremos esperar hasta que Papá Hindenburg muera, y entonces las Sturmabteilung marcharán contra el ejército.»

Pese a la hostilidad entre los camisas pardas y el ejército, Blomberg y otros militares veían las SA como una fuente de reclutas para un mayor y revitalizado ejército. Röhm, sin embargo, quería eliminar a los aristócratas prusianos de los altos mandos, siendo las SA el centro del nuevo ejército. Limitado por el Tratado de Versalles a 100.000 soldados, los jefes del ejército observaban nerviosos cómo los miembros de las SA sobrepasaban los tres millones de hombres a principios de 1934. En enero de ese año Röhm presentó un memorando a Blomberg en el que pedía que las SA reemplazasen al ejército regular como fuerza nacional y que la Reichswehr se convirtiese en parte de las SA.

En respuesta, Hitler se encontró con Blomberg y los jefes de las SA y las SS el 28 de febrero. Bajo la presión del canciller, Röhm firmó a regañadientes un documento según el cual reconocía y acataba la supremacía de la Reichswehr sobre las SA. Hitler anunció a los presentes que las SA actuarían como fuerza auxiliar del ejército y no al contrario. Después de que Hitler y la mayor parte de los oficiales del ejército hubieran abandonado la sala, Röhm afirmó que no aceptaría órdenes de «ese ridículo cabo», en referencia a Hitler. Aunque Hitler no tomó ninguna acción inmediata contra Röhm por su estallido impertinente, este suceso ahondó la brecha entre ambos.

Aumento de la presión contra las SA

Pese al acuerdo con Hitler, Röhm seguía albergando la idea de un nuevo ejército alemán dirigido por las SA. En la primavera de 1934, esta idea entró en conflicto directo con el plan de Hitler de consolidar su poder y ampliar la Reichswehr. Debido a que sus respectivos planes eran contradictorios, Röhm solo podría tener éxito a expensas de Hitler. Como resultado, se produjo una disputa dentro del partido entre Röhm y los más cercanos al canciller, incluidos el líder prusiano Hermann Göring, el ministro de Propaganda Joseph Goebbels, el jefe de las SS, Heinrich Himmler, y el ayudante de Hitler, Rudolf Hess.

Todos estos hombres eran veteranos del movimiento nazi y apoyaban a Hitler por ser su líder. Sin embargo, Röhm continuó mostrando su independencia y su poca lealtad al canciller alemán. La irritación de Röhm por la burocracia del partido molestaba a Hess. La violencia de las SA en Prusia preocupaba en gran medida a Göring, Primer Ministro prusiano. Para aislar a Röhm, el 20 de abril de 1934, Göring transfirió el control de la policía política de Prusia a Himmler, quien, según creía Göring, sería un buen apoyo contra Röhm. Himmler envidiaba la independencia y el poder de las SA, aunque él mismo a la vez había comenzado la reconversión de las SS, desde un grupo de guardaespaldas de los líderes nazis a un cuerpo de élite leal a él y a Hitler. Esta lealtad se mostró muy útil cuando la cúpula nazi decidió actuar contra Röhm y las SA.

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Franz von Papen fue vicecanciller durante los primeros años del régimen nazi, y uno de sus principales críticos.

Las peticiones a Hitler de que limitase el poder de las SA aumentaron. El ala más conservadora del ejército, la industria y el partido pusieron a Hitler bajo presión para que redujese la influencia de las SA y actuase contra Röhm. Lo que más les preocupaba de Röhm eran sus ambiciones políticas. El 17 de junio, Franz von Papen encabezó estas demandas en un discurso en la Universidad de Marburgo en el que avisaba del peligro de una segunda revolución. Privadamente, Von Papen, un aristócrata católico con lazos con la industria y el ejército, amenazó con dimitir si Hitler no actuaba. Aunque su dimisión como vicecanciller no amenazaba la posición de Hitler, sería, sin embargo, una vergonzosa muestra de discrepancias dentro del partido.

En respuesta a la presión conservadora, Hitler partió hacia Neudeck para reunirse con Hindenburg. Blomberg, quien se encontraba con el presidente, reprochó a Hitler no haber actuado antes contra Röhm. Le dijo al canciller que Hindenburg se estaba planteando declarar la ley marcial y ceder el gobierno al ejército si Hitler no actuaba contra los camisas pardas. Hitler llevaba meses dudando si enfrentarse o no a Röhm, debido al gran poder de este último como líder de una milicia con tres millones de miembros. Sin embargo, la amenaza de Hindenburg, única persona en Alemania con autoridad para deponerlo, de declarar la ley marcial, fue crucial para que se decidiese a actuar. Abandonó Neudeck con la intención de destruir a Röhm y arreglar cuentas pendientes con antiguos enemigos. Tanto Himmler como Göring se alegraron de la decisión de Hitler, ya que tenían mucho que ganar con la caída del líder de las SA: Himmler, la independencia de las SS; Göring, la eliminación de cualquier rival para conseguir el mando del ejército.

Durante la preparación de la purga, tanto Himmler como su ayudante Reinhard Heydrich, jefe del Servicio de Seguridad de las SS, redactaron un expediente con pruebas de que Röhm había recibido de Francia doce millones de marcos para derrocar a Hitler. Los principales oficiales de las SS recibieron el 24 de junio el expediente falsificado, en el que se mostraba cómo pretendía usar Röhm a las SA contra el gobierno, lo que pasó a conocerse como Röhm-Putsch, el Golpe de Röhm. Mientras, Göring, Himmler, Heydrich y Lutze -por órdenes de Hitler- crearon listas de personas pertenecientes y sin vinculación a las SA. El 27 de junio Hitler se aseguró la cooperación del ejército. Blomberg y el general Walter von Reichenau consiguieron expulsar a Röhm de la Liga de Oficiales Alemanes y pusieron al ejército en alerta. Hitler se sentía suficientemente seguro en su posición como para acudir a una boda en Essen, aunque apareció agitado y preocupado. Desde allí llamó al adjunto de Röhm en Bad Wiessee y ordenó a los jefes de las SA que se reuniesen con él el 30 de junio.

La purga

Aproximadamente a las cuatro y media de la mañana del 30 de junio de 1934, Hitler y su entorno volaron a Múnich. Desde el aeropuerto se trasladaron al Ministerio del Interior de Baviera, donde se reunieron con los líderes de las SA responsables de los disturbios que se habían producido la noche anterior. Enfurecido, Hitler arrancó las charreteras de la camisa de Obergruppenführer de Schneidhuber, el jefe de la policía de Múnich, por haber fallado en su misión de mantener el orden en la ciudad. Mientras los «camisas pardas» eran conducidos a la cárcel, Hitler reunió a numerosos miembros de las SS y de la policía y fue al Hotel Hanselbauer (actual Lederer am See), en Bad Wiessee, donde Röhm y sus seguidores estaban esperando.

En Bad Wiessee, Hitler en persona arrestó a Röhm y otros altos cargos de las SA. Mientras tanto, las SS arrestaban a un gran número de jefes de las SA cuando bajaban del tren que habían tomado para acudir a la reunión con Röhm.

El hecho de que no hubiese existido en ningún momento ningún plan de Röhm para derrocar al régimen no evitó que Hitler denunciase a los líderes de las SA. Al volver a la sede del partido en Múnich, Hitler se dirigió a la gente allí congregada. Consumido por la rabia, Hitler denunció «la peor traición de la historia». El canciller contó a la muchedumbre que «los sujetos indisciplinados y desobedientes y los elementos asociales y enfermos serían inhabilitados». El gentío, que incluía a numerosos miembros de las SA que habían conseguido escapar de las detenciones, aplaudieron estas palabras. Hess, presente entre la multitud, incluso se ofreció voluntario para disparar él mismo a los traidores. Goebbels, quien había estado con Hitler en Bad Wiessee, puso en marcha la última fase del plan. Cuando volvió a Berlín, telefoneó a Göring y le dijo la palabra clave, Kolibri, para ordenar la salida de los escuadrones de ejecución en busca de sus víctimas desprevenidas.

Contra los conservadores y los antiguos enemigos

El régimen no se limitó a purgar las SA. Habiendo encerrado previamente en prisión o exiliado a los más destacados líderes socialdemócratas y comunistas, Hitler aprovechó la ocasión para actuar contra los conservadores, en los que consideraba que no podía confiar. Entre ellos figuraban el vicecanciller von Papen y los de su círculo más cercano. En Berlín, una unidad armada de las SS irrumpió en la vicecancillería por orden de Göring.

Hitler, Göring y Himmler también enviaron a la Gestapo contra sus enemigos personales. Esta ola de violencia desmedida fue uno de los motivos por los que se temía a la Gestapo como policía secreta nazi.

La mjerte de Röhm

El líder de las SA fue retenido brevemente en la prisión Stadelheim de Múnich, mientras Hitler decidía qué le sucedería. Por un lado, los servicios prestados al régimen nazi estaban a su favor, y, por otro, no podía permanecer en la cárcel indefinidamente y un juicio público podría abrir una investigación sobre la purga. Al final Hitler decidió que Röhm debía morir. El 1 de julio, a instancias de Hitler, Theodor Eicke, comandante del campo de concentración de Dachau, y el oficial de las SS Michael Lippert visitaron a Röhm. Lippert le disparó.

Consecuencias

Archivo:Reichsparteitagnov1935
Hitler triunfante pasa revista a los miembros de las SA con motivo del congreso del partido en Núremberg en 1935, algo que el Führer hacía continuamente.

Como la purga había costado la vida a tantos alemanes importantes, fue imposible mantenerla en secreto. En un principio, sus ideólogos no se pusieron de acuerdo en cómo manejar el asunto. Göring ordenó a la policía quemar todos los documentos relacionados con la masacre.

Interesado en presentar la masacre como una actuación legal, Hitler consiguió que su gabinete aprobase un decreto el 3 de julio en la que se declaraba que «las medidas tomadas el 30 de junio, el 1 y el 2 de julio para evitar asaltos traicioneros son legales como actos de autodefensa por parte del Estado». El ministro de Justicia del Reich, Franz Gürtner, un conservador que había sido ministro bávaro de Justicia durante la República de Weimar, demostró su lealtad al nuevo régimen redactando el decreto, lo que concedió carácter legal a la purga. La fuerza legal del régimen se hizo más importante cuando el principal jurista de Alemania, Carl Schmitt, escribió un artículo defendiendo el discurso del 13 de julio de Hitler. El artículo se titulaba «El Führer defiende la Ley».

Reacción

El ejército aplaudió casi por unanimidad el proceso llevado a cabo en la «noche de los cuchillos largos» pese a que supuso la muerte de dos de sus generales, Kurt von Schleicher y Ferdinand von Bredow, ambos notablemente reconocidos. El enfermo presidente Paul von Hindenburg, el mayor héroe militar de Alemania, envió un telegrama expresando su «profunda gratitud». El apoyo del ejército a la purga, sin embargo, tuvo numerosas consecuencias a largo plazo. La humillación de las SA puso fin a la amenaza que suponía para la Reichswehr pero, al mantenerse al lado de Hitler durante la purga, vinculó estrechamente al ejército con el régimen nazi.

Sin una prensa independiente que informase sobre el suceso de la purga, los rumores sobre la noche de los cuchillos largos se propagaron rápidamente. Muchos alemanes escucharon las noticias oficiales, dirigidas por Goebbels, con gran escepticismo. Al mismo tiempo, sin embargo, muchos otros aceptaron las palabras del régimen y creyeron que Hitler había salvado a Alemania del caos.

La noche de los cuchillos largos representó el triunfo de Hitler y un punto de inflexión en el gobierno alemán, estableciéndose la figura del canciller como «juez supremo del pueblo alemán». Posteriormente, en 1942, Hitler adoptó formalmente este título. Parecía que ninguna ley podría limitar a Hitler el uso del poder. La noche de los cuchillos largos también sirvió para enviar un claro mensaje al público de que ni los alemanes más destacados eran inmunes al arresto o incluso la ejecución si el régimen nazi los consideraba una amenaza.

Principales víctimas de la purga

Víctimas de la noche de los cuchillos largos
Ernst Röhm
General Jefe
de las SA.
Bundesarchiv Bild 102-15282A, Ernst Röhm.jpg Gregor Strasser
Presidente del NSDAP hasta 1925, ambiguo opositor de Hitler.
Gregor Strasser.jpg Kurt von Schleicher
General des Herees,
último canciller del Reichswehr.
KurtVonScheleicherEn1932.jpeg Erich Klausener
Líder católico,
opositor religioso al nazismo.
Erich Klausener - Deutsche Bundespost Berlin 1984.jpg
Edgar Jung
Abogado y político alemán,
colaborador de Franz von Papen.
EdgarJung0002.jpg Ferdinand von Bredow,
Generalmajor des Herees y exjefe de la Abwehr.
FBredow.jpg Karl Ernst
Gruppenführer de las SA.
.
Ernst Porträt.jpg Edmund Heines
Gruppenführer de las SA, miembro del Reichstag y jefe de Policía en Breslavia.
Bundesarchiv Bild 119-1231, Edmund Heines.jpg

La noche de los cuchillos largos en el cine

Las escenas finales de La caída de los dioses (1969), de Luchino Visconti, recrean la masacre de miembros de las SA por parte de las SS.

Véase también

Kids robot.svg En inglés: Night of the Long Knives Facts for Kids

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