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Resurrección de Jesús para niños

Enciclopedia para niños
Archivo:Noel-coypel-the-resurrection-of-christ-1700
La Resurrección de Cristo, de Noël Coypel (1700), usando una representación ascendente de Jesús.

La resurrección de Jesús es la creencia religiosa cristiana según la cual, después de haber sido condenado a muerte y ser crucificado, Jesús fue resucitado de entre los muertos, como «primicias de los que durmieron» (1 Corintios 15:3-4), siendo exaltado como Cristo (Mesías) y Señor. Esto constituye el fundamento principal de la fe.

En el Nuevo Testamento, después de que los romanos crucificaron a Jesús, él fue ungido y enterrado en una tumba nueva por José de Arimatea, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y se apareció a muchas personas en un lapso de cincuenta días antes de ascender al cielo, para sentarse a la diestra de Dios.

Para la tradición cristiana, la resurrección corporal fue la restauración de la vida de un cuerpo transformado (inmortal o incorruptible) impulsado por el espíritu, según lo descrito por Pablo y los Evangelios, que condujo al establecimiento del cristianismo. En la erudición cristiana secular y liberal, las apariciones de Jesús se explican como experiencias visionarias que dieron ímpetu a la creencia en la exaltación de Jesús y una reanudación de la actividad misionera de los seguidores de Jesús.

En la teología cristiana, la muerte y resurrección de Jesús constituyen los eventos más importantes y, como consecuencia, forman el fundamento de la fe cristiana. Su resurrección es la garantía de que todos los cristianos muertos serán resucitados en la segunda venida de Cristo.

Los cristianos celebran la resurrección de Jesús el Domingo de Pascua, dos días después del Viernes Santo, el día de su crucifixión. La fecha de la Pascua se corresponde aproximadamente con el Pésaj, la observancia judía asociada con el Éxodo, que está fijado para la noche de la luna llena cerca del tiempo del equinoccio de primavera.

Contexto histórico

Judaísmo del Segundo Templo

Archivo:Resurrection of the Dead vision
Resurrección de los muertos, fresco de la sinagoga de Dura Europos.

La idea de la resurrección aparece en los registros bíblicos en el Libro de Daniel durante el siglo II a. C. Daniel 12:1-3 constituye la primera referencia clara de una resurrección concreta (corporal). El verso plantea que «muchos de los que duermen en el polvo de la tierra» (es decir, los muertos) «serán despertados» (es decir, resucitarán). Añade que «resplandecerán como el resplandor del firmamento» y «como las estrellas a perpetua eternidad». Este concepto de resurrección del cuerpo físico se repite en el judaísmo posbíblico, en la historia de la madre y los siete hermanos del Segundo Libro de los Macabeos (2 Macabeos 7).

Para el siglo I, las tres principales sectas judías tenían comprensiones diferentes de lo que significaba la «resurreción». Josefo explicó sus ideas de la siguiente forma: los saduceos sostenían que tanto el alma como el cuerpo perecían al morir; los esenios, que el alma era inmortal pero no la carne; y los fariseos, que el alma era inmortal y que el cuerpo resucitaría para albergarlo. De estas tres posiciones, Jesús y los primeros cristianos parecen haber estado más cerca de los fariseos.

Mason señala que para los fariseos, «el nuevo cuerpo es un cuerpo especial y santo», diferente del viejo cuerpo, «una opinión compartida hasta cierto punto por el antiguo fariseo Pablo» (1 Corintios 15:35). No obstante, la evidencia de los textos judíos y de las inscripciones de las tumbas apunta a una realidad más compleja. Los textos iban desde la visión tradicional del Antiguo Testamento de que el alma pasaría la eternidad en el inframundo hasta una creencia metafórica en la elevación del espíritu. La mayoría evitó definir exactamente qué podría implicar la resurrección.

Por otro lado, si bien existe un consenso de que Daniel exponía una «resurrección real de individuos de entre los muertos», Endsjø señala que la expresión «muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados» probablemente tiene de fondo un renacimiento como seres angelicales (descritos metafóricamente como estrellas en el cielo de Dios). Tal renacimiento descartaría una resurrección corporal, ya que se creía que los ángeles no tenían carne. Endsjø concluye que una resurrección de la carne era una creencia marginal. Lehtipuu añade que «la creencia en la resurrección estaba lejos de ser una doctrina establecida del judaísmo del Segundo Templo».

No obstante, para la época de Jesús, Wright señala que por la mayoría de los judíos creían o eran conscientes de la existencia de la doctrina de la resurrección, gracias a la interpretación de textos como Daniel 12:2-3, Isaías 26:19 y Ezequiel 37:1-14. Esta creencia, basada en el poder y el espíritu de YHWH, se había convertido en habitual. Incluso la Septuaginta, la traducción de la Biblia hebrea al griego, interpretaba o incluso invertía el significado de otros textos veterotestamentarios para dar a entender (implícita o explícitamente) la resurrección. Otros textos intertestamentarios (2 Macabeos, 1 Enoc, el Apocalipsis de Moisés, los Testamentos de los Doce Patriarcas, etc.) apuntaban en la misma dirección. La resurrección ocurriría al final de los tiempos, pero nadie imaginaba que individuo alguno fuera a ser resucitado antes del gran día final.

Civilización grecorromana

Los griegos sostuvieron que un hombre meritorio podía resucitar como un dios (el proceso de apoteosis o divinización), y los sucesores de Alejandro Magno hicieron que esta idea fuera muy conocida en todo el Medio Oriente a través de monedas con su imagen, un privilegio previamente reservado para los dioses. La idea fue adoptada por los emperadores romanos y, en el concepto imperial romano de apoteosis, el cuerpo terrenal del emperador recientemente fallecido era reemplazado por uno nuevo y divino a medida que ascendía al cielo. Los muertos apoteosizados permanecían reconocibles para quienes los conocieron, como cuando Rómulo apareció ante testigos después de su muerte pero, tal y como el biógrafo Plutarco (c. 46-120 d. C.) explicó este incidente, mientras que algo dentro de los humanos proviene de los dioses y retorna a ellos después de la muerte, esto sucede «solo cuando está lo más completamente separado y liberado del cuerpo, y se convierte en completamente puro, sin carne y sin mancha».

N. T. Wright resume el concepto grecorromano así: «[e]l mundo antiguo estaba, pues, dividido en dos: quienes afirmaban que la resurrección no podía darse, aun cuando tal vez lo hubiesen deseado, y quienes decían que no deseaban que se diera, sabiendo que de todos modos no podía ocurrir. [...] El mundo pagano suponía que (la resurrección) era imposible [...] La divinización no requería resurrección; se producía constantemente sin ella. Afectaba al alma, no al cuerpo».

Los registros bíblicos

De acuerdo con el Nuevo Testamento, Jesús fue resucitado por Dios, ascendió al cielo, a la «diestra de Dios», y volverá de nuevo para cumplir el resto de la profecía mesiánica como la resurrección de los muertos, el Juicio Final y el establecimiento del Reino de Dios.

Los escritos en el Nuevo Testamento no contienen ninguna descripción del momento de la resurrección en sí, sino más bien dos tipos de descripciones de testigos presenciales: apariciones de Jesús a varias personas y relatos de ver la tumba vacía.

Fondo

La historia de la resurrección aparece en más de cinco lugares en la Biblia. En varios episodios en los cuatro Evangelios, Jesús anuncia su subsiguiente muerte y resurrección, que él afirma es el plan de Dios Padre. Los cristianos consideran a la resurrección de Jesús como parte del plan de la salvación y la redención mediante la expiación del pecado del hombre. La creencia en una resurrección corporal de los muertos llegó a ser bien establecida dentro de algunos sectores de la sociedad judía en los siglos previos a la época de Cristo, según lo registrado por Daniel 12:2, de mediados del siglo II a. C.: «Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua». Josefo, en el siglo I, da la siguiente generalización: «Los fariseos creen en la resurrección de los muertos, y los saduceos no». Los saduceos, líderes religiosos políticamente poderosos, rechazaron la otra vida, los ángeles y los demonios, así como ley oral de los fariseos. Los fariseos, cuyos puntos de vista se convirtieron en el judaísmo rabínico, finalmente ganaron (o al menos sobrevivieron) este debate. La promesa de una futura resurrección aparece en la Torá, así como en ciertas obras judías, como La vida de Adán y Eva (c. 100 a. C.) y en el libro farisaico de 2 Macabeos (c. 124 a. C.): «el Rey del mundo nos resucitará a una vida eterna» (2 Macabeos 7:9).

Sin embargo, el judaísmo del siglo I no tenía la concepción de un solo individuo resucitado de entre los muertos como núcleo de la historia. El concepto judío histórico de la resurrección fue el de la redención de todo el pueblo. Su concepto fue siempre que todos serían resucitados juntos al final de los tiempos. Así que la idea de una resurrección individual como centro de la historia era ajena a ellos.

Pablo y los primeros cristianos

Los registros más antiguos escritos de la muerte y resurrección de Jesús son las epístolas de Pablo, que fueron escritas alrededor de dos décadas después de la muerte de Jesús, y muestran lo que los cristianos creían que había sucedido dentro de este marco de tiempo. En la epístola a los romanos, Pablo escribe que «su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos» (Romanos 1:3-4).

La primera epístola a los corintios contiene uno de los primeros credos cristianos que se refiere a las apariciones post-mortem de Jesús y expresa la creencia de que fue resucitado de los muertos:

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, [...], me apareció a mí.

1 Corintios 15:3-8

Es ampliamente aceptado que este credo es anterior al apóstol Pablo. Los estudiosos han sostenido que en su presentación de la resurrección, Pablo se refiere a una tradición autoritaria anterior, transmitida en un estilo rabínico, que recibió y transmitió a la iglesia en Corinto. El credo también hace referencia a las apariciones a miembros destacados de la actividad de Jesús y la posterior iglesia de Jerusalén, incluyendo a Jacobo, el hermano de Jesús y los apóstoles, nombrando al apóstol Pedro (Cefas). Pablo, tal y como lo describe en su epístola a los gálatas, conocía personalmente a ambos.

Geza Vermes señala que el credo es «una tradición que él ha heredado de sus mayores en la fe sobre la muerte, sepultura y resurrección de Jesús». Los orígenes finales del credo probablemente se encuentran dentro de la comunidad apostólica de Jerusalén, habiéndose formalizado y transmitido a los pocos años de la resurrección. Hans Von Campenhausen y A. M. Hunter escribieron que el texto del credo supera los más altos estándares de historicidad y fiabilidad de origen. Hans Grass defiende un origen en Damasco y, de acuerdo con Paul Barnett, esta fórmula credal (y otras) eran variantes de la «tradición temprana básica que Pablo» recibió «en Damasco de Ananías en aproximadamente 34 [d. C.]» después de su conversión.

En la ekklēsia (Iglesia) de Jerusalén (de la cual Pablo recibió este credo), la frase «murió por nuestros pecados» derivó probablemente de un razonamiento apologético de la muerte de Jesús como parte del plan y el propósito de Dios, «conforme a las Escrituras», siguiendo a Isaías 53:4-11: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados [...]». La frase «resucitó al tercer día» sigue a Oseas 6:1–2: «Venid y volvamos a YHWH; [...] [n]os dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él».

Los Evangelios y Hechos de los Apóstoles

Los cuatro evangelios contienen pasajes en los que se describe a Jesús como el que predice la resurrección venidera, o contienen alusiones que «el que lee, entienda» (p. ej., Marcos 2:20, Juan 2:19–22 y otros lugares); y tres clímax con sus apariciones póstumas después de haber sido crucificado (excepto en el final corto original de Marcos). El momento de la resurrección en sí no se describe en ninguno de los evangelios.

Jesús es descrito como «el primogénito de entre los muertos», prototokos, el primero en resucitar de entre los muertos y, por lo tanto, adquiere el «estatus especial del primogénito como hijo y heredero preeminente». Su resurrección es también la garantía de que todos los cristianos muertos serán resucitados en la parusía de Cristo.

Después de la resurrección, se describe a Jesús proclamando «salvación eterna» a través de los discípulos (Marcos 16:8), y posteriormente llamó a los apóstoles a la Gran Comisión (Mateo 28:16-20, Marcos 16:14–18, Lucas 24:44-49, Hechos 1:4-8 y Juan 20:19–23), en el que los discípulos recibieron el llamado «para que el mundo conozca las buenas nuevas de un Salvador victorioso y la misma presencia de Dios en el mundo por el espíritu». Según estos textos, Jesús dice a los discípulos que «recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo» (Hechos 1:8), que «se predicase en su nombre (del Mesías) el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» (Lucas 24:46-47) y que «[a] quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos» (Juan 20:12–23).

El Evangelio de Marcos termina con el descubrimiento de la tumba vacía por María Magdalena, Salomé y «María la madre de Jacobo». Un ángel en el sitio de la tumba les anunció que Jesús había resucitado, y les ordenó «decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo» (Marcos 16:7). Además, señala que Jesús se apareció primero a María Magdalena, luego a dos seguidores fuera de Jerusalén, y luego a los once apóstoles restantes, comisionándolos a difundir «las buenas nuevas» (evento a menudo referido como la «Gran Comisión»), diciendo: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Marcos 16:16)

En Mateo, Lucas y Juan, el anuncio de la resurrección es seguido por las apariciones de Jesús primero a María Magdalena y luego a otros seguidores. Mateo describe una sola aparición en Galilea, Lucas describe varias apariciones en Jerusalén, Juan menciona apariciones tanto en Jerusalén como en Galilea. En algún momento, estas apariciones cesaron en la comunidad cristiana primitiva, como se refleja en las narraciones del Evangelio: Hechos de los Apóstoles señala que Jesús siguió «apareciéndoseles durante cuarenta días» (Hechos 1:3). Lucas describe a Jesús ascendiendo al cielo en un lugar cerca de Betania (Lucas 24:50-51).

En el Evangelio de Mateo, un ángel se le apareció a María Magdalena en la tumba vacía, diciéndole que Jesús no está allí porque ha sido resucitado de entre los muertos, e instruyéndola a decirle a los otros seguidores que vayan a Galilea para encontrarse con Jesús. Jesús se le apareció a María Magdalena y «la otra María» en la tumba; y luego, siguiendo a Marcos 16:7, Jesús se apareció a todos los discípulos en una montaña en Galilea, donde proclamó que «[t]oda potestad me es dada en el cielo y en la tierra», y comisionó a los discípulos a predicar el evangelio a todo el mundo. Mateo presenta la segunda aparición de Jesús como una deificación, comisionando a sus seguidores a «haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado» (Mateo 28:16-20). En este mensaje, los tiempos finales se retrasan, «para llevar al mundo al discipulado».

En el Evangelio de Lucas, «las mujeres que habían venido con él desde Galilea» (Lucas 23:55) llegaron a su tumba, que encontraron vacía. Dos seres angelicales aparecieron para anunciar que Jesús «[n]o está aquí, sino que ha resucitado» (Lucas 24:1-5). Jesús se apareció a dos seguidores en su camino hacia Emaús, quienes notifican a los once apóstoles restantes, quienes responden que Jesús se le apareció a Pedro (Lucas 24:13-35). Mientras describían esto, Jesús apareció de nuevo, explicando que él es el Mesías que resucitó de entre los muertos según las Escrituras y que «se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» (Lucas 24:47). En Lucas-Hechos (dos obras del mismo autor), Jesús luego ascendió al cielo, su hogar legítimo.

En el Evangelio de Juan, María Magdalena encontró la tumba vacía e informó a Pedro. Luego vio a dos ángeles, después de lo cual Jesús mismo se le apareció. Por la noche, Jesús se apareció a los otros seguidores, seguido de otra aparición una semana después (Juan 20:1-29). Más tarde se apareció en Galilea a Pedro, Tomás y otros dos seguidores, y le ordenó a Pedro que cuidara a sus seguidores (Juan 21:1-19)

En Hechos de los Apóstoles, Jesús se apareció a los apóstoles durante cuarenta días y les ordenó que se quedaran en Jerusalén (Hechos 1:3), después de lo cual Jesús ascendió al cielo, seguido de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, y la tarea misionera de la iglesia primitiva.

Las narrativas evangélicas

Comparación de las narrativas de los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles

Mateo Marcos Lucas Juan Hechos
Tumba vacía (Mateo 28:1–7) Tumba vacía (Marcos 16:1–7) Tumba vacía (Lucas 24:1–7) Tumba vacía (Juan 20:1–10)
Jesús se aparece a María Magdalena y a la otra María (Mateo 28:9–10) Jesús se aparece a María Magdalena (Marcos 16:9) Jesús se aparece a María Magdalena (Juan 20:11–18)
Jesús se aparece a dos discípulos (Marcos 16:12) Jesús se aparece a dos discípulos (Lucas 24:13–31) Jesús se aparece a sus apóstoles por cuarenta días (Hechos 1:3)
Jesús se aparece a once discípulos (Mateo 28:16–20) Jesús se aparece a once discípulos (Marcos 16:14–18) Jesús se aparece a sus discípulos (Lucas 24:36–50) Jesús se aparece a sus discípulos (Juan 20:19–31); Jesús se aparece de nuevo a sus discípulos (Juan 21:1–22)
Jesús promete el Espíritu Santo (Hechos 1:4–8)
Jesús es llevado al cielo (Marcos 16:19) Jesús es llevado al cielo (Lucas 24:51) Jesús es llevado al cielo (Hechos 1:9-11)

La resurrección de Jesús

En el Nuevo Testamento, los cuatro evangelios concluyen con una narrativa extensa del arresto de Jesús, su juicio, su crucifixión, su sepultura y su resurrección. En cada uno de estos cinco eventos evangélicos en la vida de Jesús son tratados con más intensos detalles que cualquier otra parte de la narrativa de Evangelio. Los estudiosos señalan que el lector recibe prácticamente un relato de hora a hora de lo que está sucediendo. La muerte y la resurrección de Jesús pasan a considerarse como el clímax de la historia, el punto en el cual todo se ha ido dirigiendo durante todo el tiempo.

Después de su muerte por crucifixión, Jesús fue colocado en una tumba nueva que fue descubierta vacía en la madrugada del domingo. El Nuevo Testamento no incluye un relato del «momento de la resurrección». En los iconos de la Iglesia oriental no se representa ese momento, pero muestran a las miróforas y representan escenas de la salvación. Las principales apariciones de Jesús resucitado en los evangelios canónicos (y, en menor medida, en otros libros del Nuevo Testamento) son reportadas como ocurridas después de su muerte, sepultura y resurrección, pero antes de su ascensión.

Entierro

Archivo:Entombment of Christ (15th century, Tretyakov gallery)
Lamentación en la tumba, siglo XV.

Los evangelios sinópticos coinciden en que, a medida que la noche se acercaba después de la crucifixión, José de Arimatea pidió a Pilato el cuerpo de Jesús y, después de que Pilato concediera su petición, lo envolvió en una sábana y lo pusieron en una tumba. Esto estaba de acuerdo con la ley mosaica, que establece que no debe permitirse que una persona colgada en un madero permaneciera allí por la noche, sino que debía ser enterrada antes del ocaso.

En Mateo, José es identificado como un hombre «que también había sido discípulo de Jesús» (Mateo 27:57-61); en Marcos, como un «miembro noble del concilio (Sanedrín), que también esperaba el reino de Dios» (Marcos 15:42-47); en Lucas, como «miembro del concilio, varón bueno y justo. Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos» (Lucas 23:50-56); y en Juan, como «discípulo de Jesús» (Juan 19:38-42).

El Evangelio de Marcos dice que cuando José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús, Pilato se sorprendió que Jesús ya estuviera muerto, y llamó al centurión para confirmar esto antes de dar el cuerpo a José. En el Evangelio de Juan, se hace constar que José de Arimatea fue asistido en el proceso de enterramiento por Nicodemo, quien llevó una mezcla de mirra y áloe e incluyó estas especias en la ropa de entierro por las costumbres judías (Juan 19:38-42).

El descubrimiento de la tumba

Archivo:Fra Angelico - Resurrection of Christ and Women at the Tomb (Cell 8) - WGA00542
Las mujeres en la tumba vacía, por Fra Angélico, 1437–1446.

Aunque ningún Evangelio da un registro inclusivo o definitivo de la resurrección de Jesús o sus apariciones, hay cuatro puntos en los que convergen los cuatro evangelios:

  1. Resaltar el removimiento de la piedra que estaba cerrando la tumba.
  2. La vinculación de la tradición de la tumba vacía y la visita de las mujeres con «el primer día de la semana».
  3. Que el resucitado Jesús eligió primero aparecerse a las mujeres (o a una mujer) y encargarle a ellas (ella) proclamar este hecho tan importante a los discípulos, incluyendo a Pedro y los otros apóstoles.
  4. La prominencia de María Magdalena.

Las variantes tienen que ver con el momento preciso en el que las mujeres visitaron la tumba; el número y la identidad de las mujeres; el propósito de su visita; la aparición del (los) mensajero(s), ángeles o humanos; su mensaje a las mujeres; y la respuesta de las mujeres.

Los cuatro evangelios reportan que las mujeres fueron las primeras en encontrar la tumba vacía de Jesús, aunque el número varía de uno (María Magdalena) a un número no especificado. De acuerdo con Marcos y Lucas, el anuncio de la resurrección de Jesús fue hecho por primera vez a las mujeres. De acuerdo con Marcos y Juan, Jesús realmente se apareció por primera vez (en Marcos 16:9 y Juan 20:14) solo a María Magdalena. En palabras de Stagg: «Mientras que otros encontraban a la mujer como no cualificada o autorizado para enseñar, los cuatro Evangelios muestran que el Cristo resucitado encargó a las mujeres anunciar a los hombres, entre ellos a Pedro y los demás apóstoles, la resurrección, el fundamento del cristianismo».

En los evangelios, especialmente los sinópticos, las mujeres desempeñan un papel central como testigos de la muerte de Jesús, su sepultura, y en el descubrimiento de la tumba vacía. Los tres sinópticos en repetidas ocasiones hablan de las mujeres junto con el verbo «ver», presentándolas claramente como testigos oculares.

Las apariciones de Jesús resucitado

Archivo:Burnejones1
Dos «ángeles» (u «hombres con vestiduras deslumbrantes»), Cristo resucitado y una de las mujeres (el evangelio de Juan especifica que María Magdalena) son representados en La mañana de la Resurrección, de Edward Burne-Jones, 1882.

Después de descubrirse la tumba vacía, los evangelios indican que Jesús hizo una serie de apariciones a los discípulos. Él no era reconocible de inmediato, según Lucas. E. P. Sanders llegó a la conclusión de que a pesar de que podría aparecer y desaparecer, él no era un fantasma. Lucas es muy insistente en que, en palabras de Sanders, «el Señor resucitado podía ser tocado, y podía comer» (cf. Lucas 24:39-43). Él primero se apareció a María Magdalena, pero ella no lo reconoció al principio. Los dos primeros discípulos a los que se apareció, caminaron y hablaron con él durante bastante tiempo sin saber quién era (el camino de la aparición de Emaús, Lucas 24:13-32). Él se dio a conocer «al partir el pan» (Lucas 24:35). Cuando se apareció por primera vez a los discípulos en el Cenáculo, Tomás no estaba presente y no quiso creer hasta una aparición posterior, donde fue invitado a poner su dedo en los agujeros en las manos y el costado de Jesús (Juan 20:24-29). Junto al mar de Galilea animó a Pedro a servir a sus seguidores (Juan 21:1-23). Su última aparición sucede como cuarenta días después de la resurrección, cuando fue «recibido arriba» en el cielo (Lucas 24:44-53, Hechos 1:1-4), y se sentó a la diestra de Dios (Marcos 16:19, Colosenses 3:1).

En un momento posterior, en el camino a Damasco, Saulo de Tarso, entonces el mayor perseguidor de los primeros discípulos, se convirtió al cristianismo después de tener una extraordinaria visión y escuchar a Jesús, lo que lo dejó ciego durante tres días (Hechos 9:1-20). Saulo más tarde sería conocido como el apóstol Pablo (Hechos 13:6), uno de los misioneros y teólogos más importantes del cristianismo.

Historicidad y origen de la narrativa

Archivo:5part-icon
Icono de 5 partes de la resurrección, Monasterio de Solovetsky, siglo XVII.

La historicidad y el origen de la resurrección de Jesús ha sido objeto de investigación y debate históricos, así como un tema de discusión entre los teólogos. Los relatos de los Evangelios, incluyendo la tumba vacía y las apariciones de Jesús resucitado a sus seguidores, han sido interpretados y analizados de diversas maneras: como relatos históricos de un evento literal, como relatos precisos de experiencias visionarias, como parábolas escatológicas no literales y como fabricaciones de escritores cristianos primitivos, entre varias otras interpretaciones. Algunas hipótesis son, por ejemplo, que Jesús no murió en la cruz, que la tumba vacía fue el resultado de que el cuerpo de Jesús fue robado o (como era común con las crucifixiones romanas) que Jesús nunca fue sepultado. Los historiadores posteriores a la Ilustración trabajan con el naturalismo metodológico, lo que les impide establecer milagros como hechos históricos objetivos.

Según R. A. Burridge, el consenso mayoritario entre los eruditos bíblicos es que el género de los Evangelios es una especie de biografía antigua y no un mito. E. P. Sanders argumenta que un complot para fomentar la creencia en la Resurrección probablemente habría resultado en una historia más consistente.

Como acontecimiento histórico

Sanders sostiene que un complot concertado para fomentar la creencia en la resurrección probablemente habría dado lugar a una historia más coherente, y que algunos de los que participaron en los acontecimientos dieron sus vidas por sus creencias. Sanders ofrece su propia hipótesis, afirmando que: «parece haber sido una competición: ‹Yo lo vi›, ‹yo también›, ‹las mujeres lo vieron primero›, ‹no, yo lo hice; ellos no lo vieron en absoluto›, y así sucesivamente». En la defensa de la historicidad de la resurrección, Sanders va aún más allá: «Que los seguidores de Jesús (y más tarde Pablo) tuvieron experiencias de resurrección es, a mi juicio, un hecho. Lo que en realidad dio origen a las experiencias es algo que desconozco».

Dunn escribe que, mientras que la experiencia de la resurrección del apóstol Pablo era «de carácter visionario» y «ni material ni físico», los relatos en los Evangelios son muy diferentes. Sostiene que «el ‹realismo masivo› de las apariciones [de los Evangelios] sólo pueden ser descritas como visionarias con grandes dificultades; y ciertamente rechazar la descripción de Lucas no es apropiado» y que la primera concepción de la resurrección en la comunidad cristiana de Jerusalén era física.

Wright argumenta que el relato de la tumba vacía y las experiencias visionarias apuntan hacia la realidad histórica de la resurrección. Él sugiere que las múltiples líneas de evidencia del Nuevo Testamento y las creencias de los primeros cristianos reflejadas demuestran que sería muy poco probable que la creencia en la tumba vacía simplemente apareciera sin una base clara en la memoria de los primeros cristianos. A la par de las experiencias visionarias ciertamente históricas de los primeros discípulos y apóstoles, la resurrección de Jesús como una realidad histórica se convierte en mucho más plausible. Wright trata la resurrección como un evento histórico y accesible, en lugar de como un evento «sobrenatural» o «metafísico».

Argumentos a favor

Lo primero que suele tomarse a consideración en la apologética cristiana (por ejemplo, en la obra de Josh Mcdowell) sobre este punto de especial importancia es la premisa de que, a pesar de que las diferencias narrativas en los cuatro evangelios son evidentes, las cuatro versiones, escritas en diferentes momentos, sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús no son necesariamente contradictorias: hay una misma cadena de acontecimientos en la cual se incluyen los mismos personajes.

Adicionalmente, esta cadena (o, por lo menos, una parte importante de sus eslabones) se menciona en fuente extrabíblicas. Una de las principales razones esgrimidas para considerar la resurrección de Jesús como un hecho histórico por parte de los creyentes cristianos tiene que ver con que los hechos ocurridos en la história necesariamente dejan huellas que terminan registrándose. Después de todo, existen "fuentes enemigas" (como las menciones del Talmud judío sobre este hecho), tradición oral y testimonios de los padres apostólicos como San Juan Crisóstomo o Ireneo de Lyón. Tales fuentes constituyen huellas dejadas por un acontecimiento real. Así, los evangelios de Lucas y Mateo se escribieron después del de Marcos, y cada uno contiene partes exclusivas que no contradicen la narrativa.

A pesar de que muchos críticos del cristianismo señalan como premisa el no poder echar mano del Método Científico para comprobar la resurrección de Jesús, es importante tener en cuenta que el método científico no puede ponerse en práctica en la historia, considerando que los hechos históricos son únicos e irrepetibles. No es posible, por ejemplo, la experimentación. A pesar de eso, lo que sí es posible es analizar la historia con rigor científico, teniendo en cuenta las cadenas causales que, guardando un sentido, no se contradicen (tal como, por ejemplo, hace la policía en una investigación o un tribunal al determinar la verdad sobre un caso judicial).

En esa medida, a las realidades presentes es preciso darles una explicación. Algunos llaman a esto "cráteres históricos", es decir, secuelas en la historia dejadas por un acontecimiento que exigen un veredicto. Ejemplos de ello son los siguientes: (1) El cristianismo existe, la muerte de Jesús es un hecho histórico (mencionado, además de la Biblia, por copistas romanos como Sirilio y Pracitius, y muchos otros) y su razón de ser puede rastrearse hasta los eventos narrados en los cuatro evangelios incluidos en la Biblia. (2) La tumba vacía se ha mencionado en fuentes extrabíblicas, así sea a manera de difamación (como en el caso del Talmud). Si la tumba no hubiera estado vacía, habría un cuerpo. Son un solo testimonio de un cuerpo en la tumba de Jesús hubiera bastado para falsear el hecho. (3) Pablo de Tarso existió y se convirtió a la fe cristiana siendo un fariseo, y se sabe que visitó la iglesia de Corinto en el año 49, y, tal y como figura en las epístolas que le escribió a esta congregación, mencionó la resurrección de Jesús, acaecida la década anterior. Tal historia, por lo demás, tuvo que haberse mencionado en la Jerusalén de la época (pues todo ocurrió en ese lugar; y todos los hechos y testimonios corroborables en su momento estaban ahí). Es difícil construir una mentira en un lugar tan pequeño. (4) Los antiguos cristianos usaban una fórmula de fe: los recién bautizados debían confesar la resurrección de Jesús. Pablo de Tarso hizo tal confesión, a lo sumo, dos años después de la resurrección (teniendo en consideración la cronología del libro de los Hechos de los apóstoles. (5) Todos los apóstoles murieron en el martirio, y, después de ellos, muchos creyentes lo hicieron. La pregunta que muchos apologistas formulan de manera retórica en este punto es: si la verdad es una sola, ¿quién miente: los cristianos dispuestos a morir de formas horrendas, o sus enemigos?

Por otro lado, es vital señalar que no todo documento histórico constituye necesariamente una fuente histórica, y, debido a ello, los historiadores implementan una serie de filtros para evaluar la confiabilidad de los hechos que estudian, como:

  1. Fuente temprana: consiste en analizar cuánto tiempo transcurrió entre el acontecimiento real y su registro escrito, de manera que, mientras más tiempo transcurra, más confianza se pierde respecto a su veracidad.
  2. Testimonios de testigos presenciales: la confianza aumenta a partir de la multitud de fuentes; en especial, si hay independencia entre ellas.
  3. Testimonios vergonzosos: tienen que ver con versiones que desprestigian la reputación de una persona, institución u organización.
  4. Testimonios enemigos: hace referencia a un testimonio que describe un hecho sin afinidad de por medio y, por el contrario, con bastante antipatía.
  5. Múltiples fuentes independientes: es un aspecto que sugiere la objetividad necesaria para predicar la veracidad de un hecho.
  6. Coherencia con la realidad: al observar el contexto histórico, por ejemplo.

Si en el mundo antiguo pocas fuentes eran necesarias para señalar la existencia de un lugar, un evento o una persona. Algunos de ellos son asumidos como verídicos con tan solo una, como la vida de Sócrates, la anécdota sobre el encuentro entre Diógenes de Sinope y Alejandro Magno o la famosa frase pronunciada por el rey Leónidas I frente al ejército persa en la Batalla de las Termópilas: Μολὼν λαβέ (Molon labe), «Ven y tómalas». Respecto a la resurrección de Jesús hay más de 11, como la mencionada por Flavio Josefo o el historiador Tácito, hablando sobre la "horrible superstición" de la resurrección de Jesús, que, según él, sucedió en Judea.

Luego, frente a la suma de testimonios sobre la resurrección, habría una serie de posibilidades para exlicarla. Por un lado, una alucinación colectiva o confabulación comparida (a modo de Efecto Mandela) que, sin considerar las pocas probabilidades de tal cosa, deja sin explicar muchos testimonios y fuentes que no se originaron en Jerusalén. Por otro, como señala el documental Zeitgeist, pudo haber sido un mito, y, en este sentido, las mitologías de todo el mundo son generosas en historias de dioses resucitados, como Balder u Osiris. Sin embargo, no hay documentación histórica de ningún tipo acerca de deidades resucitadas, como en este caso, y las coincidencias no constituyen una prueba en contra. En los magnicidios de John F. Kennedy y Abraham Lincoln, por ejemplo, hubo una serie de insólitas coincidencias, y no por ello, Kennedy es un personaje inexistente.

Otra posibilidad, como apunta el Talmud y Justino Mártir, es el robo del cuerpo, aunque esta no explica, por ejemplo, la motivación de los mártires de estar dispuestos a morir de formas horribles por una mentira, o la conversión de Pablo de Tarso. Una posibilidad mencionada por los gnósticos de la época era la resurrección espiritual, pero Pablo fue claro acerca de una resurrección material, corporal, de Jesús; acaecida en una tumba que resultó vacía y que movió a Pablo a convertirse. La posibilidad de que Jesús simplemente se desmayó se descartaría a partir de las actas de Pracitius y Sirilo, en las cuales se describe con multitud de detalles los suplicios sufridos por Jesús de Nazaret, así como la confirmación de su muerte. Finalmente, afirmar que Jesús fue sepultado en una fosa común no concuerda con la mención de la tumba cedida por José de Arimatea.

Así, de acuerdo con apologistas como Mcdowell, la única hipótesis que encaja con todos los acontecimientos mencionados, y que los explica, es la resurrección.

Resurrección corporal o física

Pablo y los Evangelios

James Ware sostiene, principalmente a partir de la terminología de Pablo y la comprensión contemporánea judía, pagana y cultural de la naturaleza de la resurrección, que Pablo sostuvo un cuerpo físicamente resucitado (sōma), restaurado a la vida, pero animado por el espíritu (pneumatikos) en lugar de alma (psuchikos), de la misma forma que los relatos evangélicos. La naturaleza de este cuerpo resucitado es un tema de debate. En 1 Corintios 15:44, Pablo usa la frase «cuerpo espiritual» (sōma pneumatikos), término que ha sido interpretado como «cuerpo potenciado por el Espíritu», pero también como un «cuerpo celestial», hecho de un material más fino que la carne. En la Epístola a los Filipenses, Pablo describe cómo el cuerpo del Cristo resucitado es completamente diferente al que llevaba cuando tenía «la condición de hombre» (Filipenses 2:8), y sostiene un similar estado glorificado (Cristo «transformará el cuerpo de la humillación nuestra», en Filipenses 3:21), como la meta de la vida cristiana: «la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios» (1 Corintios 15:50), y los cristianos que entren al reino estarán desechando «el cuerpo pecaminoso carnal» (Colosenses 2:11).

Pablo se opuso a la noción de una resurrección puramente espiritual, como lo propagaron algunos cristianos en Corinto, que aborda en 1 Corintios. Sus opiniones sobre una resurrección corporal iban en contra de los pensamientos de los filósofos griegos para quienes una resurrección corporal significaba un nuevo encarcelamiento en un cuerpo corpóreo, que era lo que querían evitar, dado que para ellos lo corpóreo y lo material encadenaban el espíritu. La tradición evangélica en desarrollo, a su vez, enfatizó los aspectos materiales para contrarrestar cualquier interpretación espiritual.

Dunn señala que hay una gran diferencia entre la aparición de la resurrección de Pablo y las apariencias descritas en los Evangelios. Donde «la visión de Pablo fue visionaria [...], desde el cielo»; en contraste, los relatos evangélicos tienen un «realismo masivo» dentro de ellos: «el ‹realismo masivo› de [...] las apariciones [evangélicos] en sí mismas solo puede describirse como visionario con gran dificultad, y Lucas ciertamente rechazaría esa descripción como inapropiada». Según Dunn, la mayoría de los estudiosos explican esto como una «materialización legendaria» de las experiencias visionarias, «tomando prestados los rasgos del Jesús terrenal». Sin embargo, según Dunn, había «una tendencia a alejarse de lo físico [...] y una tendencia inversa a lo físico». La tendencia hacia lo material es más clara, pero también hay signos de la tendencia a alejarse de lo físico, y «hay algunos indicios de que una comprensión más física era actual en la primera comunidad de Jerusalén».

La tumba vacía

La tumba vacía y las apariciones posteriores a la resurrección nunca se coordinan directamente para formar un argumento combinado. Si bien la coherencia de la narración de tumbas vacías es cuestionable, es «claramente una tradición temprana». Vermes rechaza la interpretación literal de la historia, como prueba de la resurrección, y también señala que la historia de la tumba vacía está en conflicto con las nociones de una resurrección espiritual. Según Vermes, «[el] vínculo estrictamente judío de espíritu y cuerpo está mejor representado por la idea de la tumba vacía y sin duda es responsable de la introducción de las nociones de palpabilidad (Tomás en Juan) y de comer (Lucas y Juan)».

Según Raymond E. Brown, el cuerpo de Jesús fue enterrado en una nueva tumba por José de Arimatea de acuerdo con la Ley Mosaica, que establecía que no se debe permitir que una persona colgada en un árbol permanezca allí por la noche, sino que debe ser enterrada antes del anochecer. El historiador del Nuevo Testamento Bart D. Ehrman descarta la historia de la tumba vacía; según Ehrman, «una tumba vacía no tenía nada que ver con eso [...] una tumba vacía no produciría fe». Según Ehrman, la tumba vacía era necesaria para subrayar la resurrección física de Jesús, pero es dudoso que Jesús fuera enterrado por José de Arimatea. Es poco probable que un miembro del Sanedrín hubiera enterrado a Jesús; la crucifixión estaba destinada a ejecutar a una persona de la forma más humillante y dolorosa posible, y los cuerpos usualmente eran abandonados para que los animales lo comieran; los delincuentes generalmente eran enterrados en fosas comunes; y Pilato no tenía preocupación por las sensibilidades judías, lo que hace improbable que hubiese permitido que enterraran a Jesús. Sin embargo, el teólogo e historiador inglés N. T. Wright argumenta enfáticamente y extensamente la realidad de la tumba vacía y las apariciones posteriores de Jesús, razonando que, como cuestión de historia, tanto la resurrección corporal como las apariciones corporales posteriores de Jesús son explicaciones mucho mejores que el surgimiento del cristianismo que otras teorías, incluidas las de Ehrman.

La Pascua

La Pascua, la fiesta por excelencia que celebra la resurrección de Jesús, es claramente el festival cristiano más antiguo. Desde los primeros tiempos del cristianismo, se ha centrado en el acto redentor de Dios en la muerte y resurrección de Cristo. En los Συναξάριον synaxarion y los calendarios litúrgicos de la iglesia ortodoxa se le llama «domingo de las miróforas con el noble José»

La Pascua está vinculada al Pésaj y la salida de Egipto en el Antiguo Testamento a través de la última cena y la crucifixión que precedió a la resurrección. De acuerdo con el Nuevo Testamento, Jesús dio a la cena pascual un nuevo significado, mientras se preparaba a sí mismo y sus discípulos por su muerte en el aposento alto durante la última cena. Él se identificó en la hogaza de pan y la copa de vino como su cuerpo antes de ser sacrificado y su sangre antes de ser derramada. 1 Corintios 5:7 señala: «Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros». Esto se refiere a la exigencia pascual de no tener levadura en la casa y en la alegoría de Jesús como el cordero pascual.

Relatos extrabíblicos

Evangelios apócrifos

Los evangelios apócrifos que desarrollan más ampliamente el tema de la resurrección son el Evangelio de Pedro y otros «Evangelios de la pasión y resurrección», el Evangelio de María (con los diálogos entre Jesús y María Magdalena tras la resurrección) y otros «Diálogos del resucitado» de carácter gnóstico.

El Libro de Mormón

El Libro de Mormón contiene un relato de 37 páginas del ministerio de Cristo después de su resurrección, en el que se aparece a los nefitas y los lamanitas en las Américas después de levantarse de la tumba y ascender al cielo. Se aparece a la gente y les permite sentir las marcas de los clavos en sus manos y pies. Él les predica el evangelio y establece su iglesia. Cristo lleva a cabo muchos milagros similares a los del Nuevo Testamento.

El relato afirma que cerca de 2500 varones, mujeres y niños vieron y escucharon a Jesucristo resucitado.

Otras apariciones

Joseph Smith registró una experiencia en la que vio al resucitado Jesucristo y a Dios Padre en la primavera de 1820; su experiencia se conoce hoy en día como la Primera Visión.

En 1832, Joseph Smith y Sidney Rigdon escribieron un relato en el que ambos afirmaron haber visto a Jesucristo resucitado. Ellos escribieron: «Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, éste es el testimonio último de todos, que nosotros damos de él, el que vive; porque lo vimos, incluso a la diestra de Dios, y oímos una voz testificando que él es el Unigénito del Padre».

Posiciones de otras religiones

Grupos como judíos, musulmanes, los bahá'ís y otros no cristianos, así como algunos cristianos liberales, discuten sobre si Jesús realmente fue resucitado de entre los muertos. Las discusiones sobre las reivindicación sobre la muerte y la resurrección se producen en muchos debates religiosos y diálogos interconfesionales.

Gnósticos

Algunos gnósticos no creían en una resurrección física literal. «Para los gnósticos, cualquier resurrección de los muertos fue excluida desde el principio; la carne o sustancia estaba destinada a perecer. ‹No hay resurrección de la carne, sino sólo del alma›, decían los denominados arcontes, un grupo gnóstico tardío de Palestina».

Judaísmo

El cristianismo se separó del judaísmo en el siglo I, y las dos religiones han diferido en su teología desde entonces. De acuerdo con el Toledot Yeshu, el cuerpo de Jesús fue removido en la misma noche por un jardinero llamado Judá, después de oír a los discípulos planificar robar el cuerpo de Jesús. Sin embargo, el Toledot Yeshu no es considerado canónico o normativo dentro de la literatura rabínica. Van Voorst afirma que el Toledot Yeshu es un conjunto de documentos medievales y sin una forma fija, desde el cual es «muy improbable» disponer de información fiable acerca de Jesús. The Blackwell Companion to Jesus establece que el Toledot Yeshu no tiene hechos históricos como tales, y acaso se creó como una herramienta para protegerse de las conversiones al cristianismo.

Islam

Los musulmanes creen que ʿĪsā, hijo de Maryām (María), fue un santo profeta con un mensaje divino. La perspectiva islámica es que Jesús no fue crucificado y volverá al mundo al final de los tiempos; «y por haber dicho: «‹Hemos dado muerte al Ungido, Jesús, hijo de María, el enviado de Alá›, siendo así que no le mataron ni le crucificaron, sino que les pareció así. Los que discrepan acerca de él, dudan. No tienen conocimiento de él, no siguen más que conjeturas. Pero, ciertamente no le mataron, sino que Alá lo elevó a Sí. Alá es poderoso, sabio» (Sura 4:157-158).

Bahaísmo

`Abdu'l-Bahá enseñó que la resurrección de Cristo fue una resurrección espiritual y que los relatos en los Evangelios son parábolas. Escribió: «Nosotros explicamos, por lo tanto, el significado de la resurrección de Cristo de la siguiente manera: Después del martirio de Cristo, los Apóstoles estaban perplejos y consternados. La realidad de Cristo, la cual consiste en Sus enseñanzas, Sus bondades, Sus perfecciones y Su poder espiritual, fue escondida y oculta durante dos o tres días después de su martirio, y no tenía ninguna apariencia externa o manifestación; de hecho, parecía estar perdida por completo. Para aquellos, pocos en número, que creían de verdad; incluso los pocos estaban perplejos y consternados. La causa de Cristo estuvo así como un cuerpo sin vida. Después de tres días, los Apóstoles se convirtieron en firmes y constantes, surgieron para ayudar a la causa de Cristo, resolvieron promover las enseñanzas divinas y practicar las advertencias de su señor, y se han esforzado por servirlo. Entonces surgió luminosa la realidad de Cristo, resplandeciendo su gracia a otro, encontrando una nueva vida en su religión, y sus enseñanzas y amonestaciones se ponen de manifiesto y son visibles. En otras palabras, la causa de Cristo, que era semejante a un cuerpo sin vida, fue llevada a la vida y rodeada por la gracia del Espíritu Santo».

Los bahá'ís creen que la afirmación del Corán significa que el Espíritu de Jesús no murió en la cruz; sin embargo, los bahá'ís defienden que Jesús fue realmente crucificado en la carne.

Reliquias

La resurrección de Jesús es desde hace mucho tiempo el centro de la fe cristiana y aparece dentro de diversos elementos de la tradición cristiana, desde fiestas, representaciones artísticas y reliquias religiosas. En las enseñanzas cristianas, los sacramentos reciben su poder salvífico de la pasión y resurrección de Cristo, sobre la cual la salvación del mundo depende por completo.

Un ejemplo del entrecruzamiento de las enseñanzas sobre la resurrección con las reliquias cristianas es la aplicación del concepto de «formación de la imagen milagrosa» en el momento de la resurrección en el Sudario de Turín. Autores cristianos han declarado la creencia de que el cuerpo alrededor del cual se envuelve la cubierta no era meramente humano, sino divino, y que la imagen en el sudario se produjo milagrosamente en el momento de la resurrección. Citando la declaración de Pablo VI: «[El sudario es] el maravilloso documento de la pasión, muerte y resurrección, escrito para nosotros con letras de sangre»; el autor Antonio Cassanelli sostiene que el sudario es un deliberado registro divino de las cinco etapas de la Pasión de Cristo, y creado en el momento de la resurrección.

En el arte cristiano

Archivo:Tommaso.Laureti.Triumph.of.Christianity
La asociación del crucifijo y el triunfo (en este caso sobre el paganismo) se explícita en El triunfo de la cristiandad, fresco de Tommaso Laureti de la Sala de Constantino en las estancias del Vaticano, 1585. No sólo aparece erguido sobre una estatua rota de un dios grecorromano, sino que se centra en un contexto arquitectónico clásico que alude al arco de triunfo.

Simbolismo paleocristiano

El arte paleocristiano, fuertemente simbólico, tuvo en el triunfo sobre la muerte uno de sus principales motivos. En el periodo de las persecuciones, el tema de la resurrección (trascendental para una comunidad que venera a sus mártires) se aludía a través de los pasajes bíblicos que se consideraban alegóricos de ella, como el de Daniel en el foso de los leones. Con la cristianización del Imperio romano, el arte cristiano pasó a desarrollarse pública y monumentalmente, y el tema de la resurrección se expresó en formas derivadas de la civilización romana: tanto en el crismón (evolución del lábaro imperial, transformado en cruz por el In hoc signo vinces del sueño que Constantino tuvo antes de la batalla del puente Milvio -en sus monedas aparece ese lábaro-crismón venciendo a una serpiente-) como en el ábside de las basílicas (donde se reproduce la forma del arco de triunfo).

La cruz deja de ser un simple instrumento de ejecución pública para convertirse en un símbolo de triunfo sobre la muerte, que recuerda al cristiano la resurrección de Cristo y la promesa de su segunda venida.

Un sarcófago procedente de la catacumba de Domitila (ca. 350) es uno de los primeros ejemplos del uso del crismón como crux invicta ("cruz invicta" o cruz triunfante) en contextos funerarios, como símbolo de la resurrección y triunfo sobre la muerte (rodeada por una corona de laurel, uno de los elementos del triunfo romano). A sus pies, dos soldados hacen referencia a los que custodiaban el sepulcro de Cristo. Posteriormente, en la Edad Media, se generalizó el uso de la cruz funeraria.

La crux gemmata ("cruz de gemas" o enjoyada) reproduce la cruz monumental de oro y piedras preciosas que Constantino mandó levantar en el monte Calvario de Jerusalén, y que se reproduce en el mosaico del ábside de la basílica de Santa Pudenciana de Roma.

Tema pictórico y escultórico

En pintura, la convención iconográfica fijada desde el Gótico para el tema de la resurrección incluye la presencia de soldados dormidos (ocasionalmente, despiertos y asombrados -mezclando anacrónicamente su actitud en el momento de la resurrección con la de la aparición del ángel, tal como se describe en el evangelio de Mateo-) en torno a la tumba abierta de Cristo de la que surge su figura (envuelta en su sudario) elevándose milagrosamente, rodada de un halo luminoso y portando un estandarte de la cruz.

Hay excelentes ejemplos de representaciones pictóricas de la Resurrección tanto en el Renacimiento italiano (La resurrección de Cristo de Piero della Francesca, La resurrección de Cristo de Rafael) como en el Renacimiento nórdico (una de las tablas del Altar de Isenheim, de Grünewald), en el Manierismo (La resurrección de Cristo, de El Greco) o en el Barroco (La resurrección de Cristo de Rubens).

En escultura la iconografía de la resurrección es similar, aunque en el caso del Cristo de la Minerva de Miguel Ángel (que se suele denominar como "Cristo redentor"), se optó por representar a Cristo abrazando la cruz, como símbolo de su victoria tanto sobre la muerte como sobre el pecado.

No debe confundirse el tema artístico de la resurrección con otros con los que puede tener alguna similitud formal o conceptual: la transfiguración (que refleja un episodio evangélico anterior a la muerte de Cristo, en el que la figura de Cristo se ilumina), la ascensión (que refleja uno posterior, en el que Cristo asciende al cielo ante la vista de sus discípulos), la anastasis Aναστασις ("resurrección" en griego, término que, como tema artístico, se refiere a la visita de Cristo al limbo -descenso de Cristo a los infiernos-, entre la resurrección y la ascensión). Algunos otros temas iconográficos participan de elementos de la resurrección y de otros episodios, como los denominados Varón de dolores o Cristo de las cinco llagas (donde, junto a un Cristo resucitado aparecen tanto elementos de la resurrección como las arma Christi -instrumentos de la Pasión-) y las denominadas Cristo muerto sostenido por ángeles.

Véase también

Kids robot.svg En inglés: Resurrection of Jesus Facts for Kids

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Resurrección de Jesús para Niños. Enciclopedia Kiddle.