Proceláridos para niños
Datos para niños
Proceláridos |
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Taxonomía | ||
Reino: | Animalia | |
Filo: | Chordata | |
Clase: | Aves | |
Orden: | Procellariiformes | |
Familia: | Procellariidae Leach, 1820 |
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Géneros | ||
Los proceláridos (nombre científico: Procellariidae) son una familia de aves marinas que viven en alta mar, parte del orden de las Procellariiformes. Este grupo incluye a los petreles, pardelas, fardelas, fulmares y patos petreles. Son aves que habitan principalmente en mares fríos y están emparentadas con los albatros, paíños y potoyuncos.
La distribución de los proceláridos es muy amplia. Por ejemplo, el petrel gigante antártico (Macronectes giganteus) se encuentra en todos los mares del hemisferio sur, desde las costas de la Antártida hasta el trópico de Capricornio.
Esta es la familia más grande dentro del orden de las Procellariiformes, que antes se llamaban tubinares. Su tamaño varía mucho: desde el abanto marino antártico, que es casi tan grande como un albatros (con una envergadura de alas de unos 3,50 metros), hasta el petrel paloma chico, que es tan pequeño como el paíño más grande.
Se alimentan de peces, calamares y crustáceos. Los cazan volando muy cerca del agua para lanzarse sobre su presa. Todas las especies de esta familia viajan largas distancias, y muchas hacen migraciones que cruzan el Ecuador. Crían en colonias, formando parejas que permanecen juntas y anidan en el mismo lugar cada año. Ponen un solo huevo por temporada de cría. El tiempo que tardan en incubar el huevo y en que la cría crezca y pueda volar es muy largo, comparado con otras aves.
Muchas especies de esta familia forman colonias de millones de parejas durante la época de cría, mientras que otras solo juntan a unas 200 aves. Antiguamente, los humanos cazaban muchas especies de fulmares y pardelas para obtener alimento, combustible y cebo. Esta práctica aún continúa de forma controlada. Muchas especies están en peligro debido a especies introducidas que atacan a los adultos y a los polluelos en las colonias. También les afecta la pesca con palangre, ya que los adultos se acercan a comer los cebos y quedan atrapados.
Contenido
Características de los Proceláridos
Clasificación y Origen
Según estudios científicos, la separación de los Procellariiformes en cuatro familias ocurrió hace unos treinta millones de años. Se ha encontrado un hueso fósil de hace 70 a 60 millones de años, pero no se puede asegurar que sea de este grupo. La evidencia molecular sugiere que los paíños fueron los primeros en separarse del grupo original, luego los albatros, y después la familia Procellariidae junto con los potoyuncos, que se separaron más recientemente.
Los géneros modernos de esta familia empezaron a aparecer hace mucho tiempo. Se encontró un fósil del Oligoceno temprano en Bélgica que podría ser del género Puffinus, y muchos géneros modernos se establecieron en el Mioceno.
La familia de los proceláridos se divide en cuatro grupos principales: los petreles fulmares, las fardelas, los priones y las pardelas.
- Los petreles fulmares incluyen especies grandes como los petreles gigantes y los fulmares, el petrel blanco, el petrel antártico y el petrel damero. Son un grupo diverso en hábitats y apariencia, pero se conectan por la forma de los huesos de su cabeza, especialmente por su tubo nasal.
- Las fardelas son un grupo de 37 especies del género Pterodroma, a las que a veces se añaden dos especies del género Bulweria. Son de tamaño pequeño a mediano (26–46 cm), con alas muy largas y picos cortos.
- Los priones incluyen seis especies del género Pachyptila y el Petrel Azulado, que está muy relacionado. Tres especies tienen un pico largo con filamentos que usan para filtrar el plancton, como lo hacen las ballenas. Son proceláridos pequeños (25–30 cm) con plumaje gris, que viven en los océanos del sur.
- Las pardelas están adaptadas para sumergirse en busca de su alimento. Se sabe que una especie puede sumergirse hasta 70 metros de profundidad. Son famosas por sus largas migraciones que cruzan el ecuador. Incluyen 20 especies del género Puffinus, cinco especies grandes del género Procellaria y tres especies del género Calonectris.
Estudios recientes han reevaluado la clasificación tradicional de la familia. Por ejemplo, los petreles del género Bulweria ya no se consideran cercanos a las fardelas, sino más bien a las pardelas del género Procellaria. La clasificación de muchas especies aún se discute, especialmente de aquellas que rara vez se han visto.
Existen cerca de 80 especies de proceláridos en 14 géneros.
Forma del Cuerpo y Vuelo
Los proceláridos son aves marinas de tamaño pequeño a mediano. El más grande, el petrel gigante, es casi tan grande como un albatros. Los más pequeños, como los priones y algunas pardelas, son un poco más grandes que los potoyuncos. No hay diferencias notables en el tamaño o apariencia entre machos y hembras, aunque las hembras suelen ser un poco más pequeñas.
Como todos los Procellariiformes, los proceláridos tienen un tubo nasal especial que usan para oler. Esta habilidad les ayuda a encontrar alimento disperso en el mar y también a localizar sus colonias de anidación. El plumaje de los proceláridos suele ser de colores apagados, como grises, azules, negros y marrones, aunque algunas especies tienen patrones llamativos (como el petrel damero).
Comparadas con otras aves, las proceláridos tienen alas largas y delgadas, lo que significa que deben volar a gran velocidad para mantenerse en el aire. La mayoría usa dos técnicas de vuelo: el vuelo dinámico y el planeo orográfico. El vuelo dinámico consiste en deslizarse a través de las corrientes de aire para aprovechar el viento y ahorrar energía. El planeo orográfico es más simple: las aves se elevan contra el viento y luego planean hacia el mar. La mayoría de los proceláridos también aletean y planean, ajustando su vuelo según la fuerza del viento. Como necesitan mucha velocidad para volar, deben correr o esperar un viento fuerte para despegar.
Los petreles gigantes, al igual que los albatros, tienen una adaptación en el hombro que les permite bloquear el ala cuando está extendida. Esto les ayuda a volar sin usar tanto esfuerzo muscular. Las fardelas suelen alimentarse en el aire, atrapando a sus presas sin posarse en el agua. Las alas de todas las especies son largas y rígidas. Algunas especies de pardelas usan sus alas para impulsarse bajo el agua mientras bucean en busca de alimento, sumergiéndose hasta 70 metros.
Generalmente, los proceláridos tienen patas débiles y se mueven en tierra arrastrándose sobre su pecho y empujándose con las alas. La excepción son los dos tipos de petreles gigantes, que tienen patas largas como los albatros y las usan para buscar alimento en tierra. Las patas de las pardelas están más adaptadas para nadar que para caminar en tierra.
Dónde Viven
Los proceláridos se encuentran en todos los océanos del mundo y en muchos mares. No están en el golfo de Bengala ni en la bahía de Hudson, pero sí en el resto del mundo, ya sea todo el año o en ciertas estaciones. Los mares al norte de Nueva Zelanda son un lugar con mucha diversidad de proceláridos, ya que allí se encuentran la mayoría de las especies.
Entre los cuatro grupos, los petreles fulmares viven principalmente en las regiones polares, la mayoría alrededor de la Antártida. El fulmar boreal vive en el Atlántico y el norte del Pacífico. Los priones se limitan al océano Antártico. Las fardelas se encuentran sobre todo en los trópicos, con algunas especies en climas templados. Las pardelas son el grupo más extendido y crían en la mayoría de los mares templados y tropicales.
Muchas proceláridos realizan largas migraciones anuales cuando no están criando. Las pardelas más sureñas, como la Pardela Sombría (Puffinus griseus) y la Pardela de Pico Fino (Puffinus tenuirostris), que anidan en islas de Australia, Nueva Zelanda y Chile, viajan millones de aves hasta las aguas de Alaska y regresan cada año durante el invierno del sur. La Pardela Pichoneta del Atlántico Norte también migra desde Europa occidental y Norteamérica hasta las aguas de Brasil. No se sabe bien cómo se guían, pero experimentos han demostrado que pueden regresar a casa con gran precisión. Una pardela pichoneta liberada en Boston regresó a su colonia en Skomer, Gales, en solo 13 días, un viaje de al menos 5150 kilómetros.
Qué Comen

La dieta de los proceláridos es muy variada. Excepto los Petreles Gigantes, todas las proceláridos son exclusivamente marinas. Su dieta se compone principalmente de pescado, calamar, crustáceos y carroña, o una mezcla de ellos.
La mayoría de las especies se alimentan en la superficie, tomando alimento que ha sido empujado hacia arriba por otros animales o corrientes, o que simplemente flota. Otra forma de obtener alimento es sumergiéndose, como hacen las fardelas, que se lanzan en vuelo hacia las profundidades. Las aves que se alimentan en la superficie a veces se asocian con otros depredadores, como delfines y atunes, que empujan a las presas hacia la superficie.
Los petreles fulmares comen tanto peces como crustáceos. Los petreles gigantes, a diferencia de otros proceláridos, también se alimentan en tierra, comiendo carroña de otras aves marinas y focas. También pueden atacar a los polluelos de otras aves. La dieta de los petreles gigantes varía según el ave; las hembras comen más kril y los machos más carroña. Todos los petreles fulmares se han acostumbrado a comer los desechos de los barcos de pesca, lo que ha contribuido a la expansión de la zona donde vive el fulmar boreal en el Atlántico.
Tres de las seis especies de priones tienen picos con láminas que actúan como filtros para separar el zooplancton del agua. El agua pasa por las láminas y las pequeñas presas quedan atrapadas. A veces usan una técnica llamada hidroplaneo, donde sumergen el pico y se impulsan hacia adelante con las alas y patas, como si caminaran sobre el agua.
Muchas de las pardelas del género Puffinus son buceadoras expertas. Aunque se sabe que bucean desde la superficie para perseguir a sus presas, usando alas y patas para impulsarse, la profundidad a la que pueden sumergirse no se conocía bien hasta que los científicos usaron grabadoras. Estudios han mostrado que aves migratorias como la pardela sombría y especies que no migran como la Puffinus opisthomelas pueden sumergirse hasta 67 metros y 52 metros respectivamente. Las pardelas tropicales, como la Pardela pacífica y la Pardela Garrapatera, también bucean para pescar, siendo las únicas aves marinas tropicales capaces de aprovechar este tipo de alimento. Muchas otras especies de proceláridos también se sumergen unos pocos metros, aunque no tan hábilmente como las pardelas.
Cómo se Reproducen
Colonias de Proceláridos

Los proceláridos son aves que viven en colonias, anidando la mayoría en islas. Estas colonias varían en tamaño, desde más de un millón de aves hasta solo unas pocas parejas. Pueden estar muy juntas o muy separadas. Por ejemplo, la pardela capirotada anida con una pareja por metro cuadrado en colonias de más de un millón de parejas, mientras que los petreles gigantes anidan en grupos, pero sus nidos están tan dispersos que apenas se consideran coloniales. Las colonias suelen estar cerca de la costa, pero algunas especies anidan tierra adentro e incluso en lugares altos (como la fardela de Barau).
Muchas aves que viven en alta mar forman colonias, y los científicos no entienden completamente por qué. Muchos proceláridos tienen patas débiles y les cuesta despegar, lo que los hace vulnerables a los depredadores mamíferos. Muchas colonias de proceláridos se encuentran en islas que históricamente no tenían mamíferos. Por esta razón, algunas especies no pueden dejar de ser coloniales y se limitan a pocos lugares para reproducirse. Incluso las especies que anidan en la Antártida, como el petrel antártico, deben elegir lugares sin nieve ni hielo y rocas orientadas al norte para anidar.
La mayoría de los nidos de proceláridos se encuentran en madrigueras o en terreno abierto, aunque algunos también se encuentran bajo la vegetación (por ejemplo, en un bosque). Todos los petreles fulmares y otras especies tropicales anidan al aire libre. El Petrel Blanco prefiere anidar en grietas naturales en acantilados cerca del mar. Hay varias razones para estas diferencias. Los petreles fulmares probablemente no pueden anidar en madrigueras debido a su gran tamaño y a que el suelo helado en las latitudes altas es difícil de excavar. El tamaño más pequeño de otras especies y su falta de agilidad en tierra significa que, incluso en islas sin depredadores mamíferos, siguen siendo vulnerables a los págalos, gaviotas y otras aves depredadoras. Los polluelos de todas las especies son vulnerables, pero los polluelos de petreles fulmares pueden defenderse escupiendo aceite, como sus padres. En latitudes más altas, anidar en madrigueras tiene ventajas térmicas, ya que la temperatura es más estable. La ausencia de aves depredadoras en las islas tropicales permite que algunas pardelas y dos especies de pamperos aniden en la superficie. Esto reduce la competencia por madrigueras y les permite anidar en pequeños islotes de coral sin suelo para excavar. Los proceláridos que anidan en madrigueras casi siempre llegan a sus colonias durante la noche para evitar a los depredadores. De las especies que anidan en el suelo, la mayoría llega durante el día, excepto el Petrel Trinidad, que se cree que es vulnerable al Pigargo Oriental, que es diurno.

Los proceláridos muestran una fuerte tendencia a regresar al lugar donde nacieron para anidar. Esto se llama filopatría natal. La evidencia de esto viene de varias fuentes, como el hecho de que muchas especies de proceláridos solo se encuentran en una sola isla. El estudio del ADN mitocondrial también muestra que hay poco intercambio genético entre diferentes colonias, lo que apoya la filopatría del Pato-Petrel Piquicorto. El Anillamiento de aves también lo demuestra; un estudio de una colonia de Pardela Cenicienta en Córcega encontró que nueve de 61 polluelos machos que regresaron a su colonia natal, lo hicieron en la misma madriguera donde fueron criados. Esta tendencia es más fuerte en algunas especies que en otras. Se cree que el costo de colonizar un nuevo sitio incluye la posibilidad de no encontrar pareja, lo que afecta más a las especies con menos individuos. También hay evidencia de que las hembras son más propensas a anidar lejos de su lugar de nacimiento.
Parejas y Nidos Fijos
Además de regresar a su lugar de nacimiento, los proceláridos son muy fieles a su sitio de anidación, volviendo a la misma madriguera o territorio año tras año. Este porcentaje es alto en la mayoría de las especies, estimado en un 91% para el petrel de Bulwer. Esta fidelidad también puede variar según el ave. Casi el 85% de los machos de la Pardela Cenicienta regresaron a la misma madriguera al año siguiente para criar, mientras que para las hembras fue alrededor del 76%. Esta tendencia a usar el mismo sitio cada año va de la mano con la monogamia, donde las aves crían con la misma pareja durante muchos años. Se sugiere que la fidelidad al sitio ayuda a las aves a reunirse con su pareja al principio de la temporada de cría. Una pareja de fulmares boreales ha criado en el mismo sitio durante 25 años. Al igual que los albatros, los proceláridos tardan varios años en madurar. La edad en que empiezan a criar varía desde los tres años en las especies más pequeñas hasta los doce años en las más grandes.
Los proceláridos no tienen los elaborados bailes de cortejo de los albatros. Esto se debe a que la mayoría llega a las colonias de noche y cría en madrigueras, donde las señales visuales no son útiles. Los petreles fulmares, que anidan en la superficie y llegan de día, sí usan comportamientos como cacarear, acicalarse, mover la cabeza y picotear. Pero para la mayoría de las especies, el cortejo se limita a frotar sus picos y a vocalizaciones. Las llamadas tienen varias funciones: proteger el territorio y llamar a la pareja. Cada tipo de llamada es única para cada especie, y es posible identificar el ave por su llamada. También puede servir para evaluar a posibles parejas; un estudio de los petreles azulados encontró una relación entre el ritmo y la duración de las llamadas y el peso del ave. La capacidad de un individuo para reconocer a su pareja también se ha demostrado en varias especies.
Época de Cría
Como muchas aves marinas, la mayoría de los proceláridos anidan una vez al año. Sin embargo, hay excepciones. Algunas especies grandes pueden saltarse una temporada después de que su cría haya volado con éxito. Otras especies más pequeñas anidan en temporadas de nueve meses. Entre las que anidan anualmente, hay mucha variación en los tiempos. Algunas especies anidan en una temporada fija, mientras que otras lo hacen durante todo el año. El clima y la disponibilidad de alimento son muy importantes para planificar la temporada de cría. Las especies que anidan en latitudes más altas siempre lo hacen en verano, ya que las condiciones son muy duras en invierno. En latitudes más bajas, muchas especies tienden a anidar continuamente. Algunas especies anidan por temporadas para evitar la competencia por madrigueras con otras especies, para evitar depredadores o para aprovechar la abundancia de alimento. Otras, de clima tropical, como la pardela del Pacífico, anidan por temporada por razones desconocidas. Entre las especies con temporadas de cría estacionales, hay una gran sincronización en la llegada a la colonia y en la partida.
Estas aves empiezan a llegar a sus colonias aproximadamente un mes antes de poner los huevos. Los machos llegan primero y visitan las colonias con más frecuencia que las hembras, en parte para proteger las madrigueras y nidos de posibles competidores. Antes de poner el huevo, hay un período en el que tanto la hembra como el macho se alejan de las colonias para acumular reservas de energía para el período de anidación. Este período puede durar entre 9 días (como en el caso del petrel damero) y unos 50 días (como el Petrel Atlántico). Todos los proceláridos ponen un solo huevo por pareja en cada temporada de cría. El huevo es grande en comparación con otras aves, pesando entre el 6% y el 24% del peso de la hembra. Inmediatamente después de poner el huevo, la hembra regresa al mar para alimentarse mientras el macho se encarga de la incubación. La pareja comparte esta tarea, turnándose, aunque la duración de los turnos varía según la especie. El turno más largo registrado fue de 29 días en un petrel de Murphy en la Isla Henderson; el turno típico de un petrel es de entre 13 y 19 días. Los petreles fulmares, pardelas y priones suelen tener turnos de incubación más cortos, entre 3 y 13 días. El período total de incubación dura entre 40 días para las especies más pequeñas (como los priones) y unos 55 días para las especies más grandes. El período de incubación es más largo si los huevos son abandonados temporalmente; los huevos de los proceláridos son resistentes al frío y pueden eclosionar incluso después de haber sido desatendidos por varios días.

Después de nacer, la cría es alimentada por uno de los padres hasta que es lo suficientemente grande como para regular su temperatura y, en algunos casos, defenderse de los depredadores. Esta etapa es corta para las aves que viven en madrigueras (2-3 días) y un poco más larga para las que anidan en la superficie, como los fulmares (unos 16-20 días) y los petreles gigantes (entre 20 y 30 días). Después de este período, ambos padres alimentan a la cría. En muchas especies, los padres alternan entre viajes cortos de 1 a 3 días y viajes largos de 5 días. Los viajes más cortos, sobre la plataforma continental, benefician a la cría con un crecimiento más rápido. Sin embargo, los viajes más largos, que se adentran mar adentro hacia zonas con mucha comida, permiten a los padres mantener su propia condición física. El alimento consiste tanto en presas como en óleo estomacal, que es una fuente de energía más ligera de transportar que los restos de presas sin digerir. Este aceite se produce en un órgano similar al estómago llamado proventrículo, a partir de los restos de las presas, y le da a los proceláridos y otros procelariformes su olor característico. El desarrollo de las crías es relativamente lento en comparación con otras aves, con un período de emplumecimiento que dura unos 2 meses desde que nacen para las especies más pequeñas, y cuatro meses para las más grandes. Las crías de algunas especies son abandonadas por los padres. En otras especies, los padres continúan llevando comida al polluelo en el nido incluso después de que ha sido abandonado. Las crías ganan peso bastante rápido, incluso algunas pueden pesar más que los padres, pero vuelven a su peso normal antes de dejar el nido. Todas las crías de proceláridos vuelan por sí solas, y no reciben más cuidados de los padres a partir de ese momento. La esperanza de vida de un procelárido es de entre 15 y 20 años; sin embargo, se han registrado ejemplares de fulmar boreal que han vivido más de 50 años.
Proceláridos y los Humanos
Uso y Amenazas
Los proceláridos han sido una fuente importante de alimento para las personas en ciertas épocas, dondequiera que se pudieran alcanzar sus colonias. Los registros más antiguos de su uso por humanos provienen de los concheros de los pueblos cazadores del sur de Chile, donde la pardela sombría se cazaba desde hace al menos 5000 años. Más recientemente, los proceláridos han sido cazados para alimento por pueblos europeos, especialmente el fulmar boreal en Europa, y varias especies por el pueblo Inuit en Norteamérica y Groenlandia, y por marineros de todo el mundo. La caza de la fardela de Bermudas fue tan intensa que esta especie estuvo al borde de la extinción y se consideró desaparecida durante 300 años. El nombre en inglés del petrel de Solander, Providence petrel (petrel de la Providencia), viene de su llegada "milagrosa" a la Isla Norfolk, donde sirvió de alimento inesperado para los colonos europeos hambrientos. Sin embargo, diez años después, el petrel de Solander se había extinguido en la Isla Norfolk. Varias especies de proceláridos se han extinguido en el Pacífico desde la llegada de los humanos a la zona, y sus restos se han encontrado en conchales de esa época. Una actividad más sostenible se ha desarrollado en Tasmania y Nueva Zelanda, donde la caza de pardelas, cuyas crías se recogen para alimento y otros usos antes de que abandonen el nido, continúa hasta hoy.
Peligros y Protección
Aunque algunas especies de proceláridos tienen poblaciones de millones, muchas son menos comunes y algunas están en peligro de extinción. Las actividades humanas han causado una disminución drástica en el número de algunas especies, especialmente las que vivían solo en una isla. Según la lista de la IUCN, 36 especies están clasificadas como vulnerables o en peor situación, y diez de ellas están en peligro crítico. Los proceláridos están amenazados por especies introducidas en sus colonias, la pesca industrial, la contaminación, la explotación y posiblemente el cambio climático.
La amenaza más urgente para muchas especies, sobre todo las más pequeñas, proviene de especies introducidas en sus colonias. Los proceláridos crían en islas lejos de depredadores terrestres como los mamíferos, y muchos han perdido la capacidad de defenderse de estas amenazas (excepto los que pueden escupir aceite estomacal). La introducción de mamíferos depredadores como gatos asilvestrados, ratas y otros roedores y mangostas puede tener resultados desastrosos para las aves que anidan en zonas donde no están acostumbradas a estos peligros. Estos depredadores pueden atacar a los adultos que están incubando o, más comúnmente, a los huevos y las crías. Las especies que anidan en madrigueras y dejan a sus crías sin atención a una edad temprana son especialmente vulnerables. Estudios de las pardelas de alas grandes que anidan en la isla Moutohora de Nueva Zelanda mostraron que la población bajo presión de ratas pardas apenas se reproducía. Sin embargo, cuando las ratas fueron controladas (con veneno), el éxito de la reproducción fue mucho mayor. Este estudio también destacó el papel de especies no depredadoras introducidas que amenazan a las aves marinas; los conejos introducidos en la isla no causaron daño directo a las pardelas, pero sirvieron de alimento para las ratas cuando las aves no estaban criando. Esto permitió que el número de ratas fuera mayor, lo que resultó en más depredadores para las pardelas. La interacción con especies introducidas puede ser compleja. La fardela gris anida solo en dos islas de Nueva Gales del Sur. Los conejos introducidos destruyeron la vegetación baja en una de ellas (Cabbage Tree Island). Esto aumentó la vulnerabilidad de las fardelas a sus depredadores naturales y las dejó expuestas a los frutos pegajosos de un árbol nativo (Pisonia umbellifera). En un estado natural, estos frutos caen en la vegetación baja, pero al no haberla, los frutos llegan al suelo donde caminan las fardelas, pegándose a sus plumas y haciendo imposible que vuelen.
Las especies más grandes de proceláridos enfrentan problemas similares a los albatros con los barcos de pesca con palangre. Estas aves comen fácilmente los restos de los barcos de pesca y también roban el cebo de los anzuelos, con el riesgo de quedar atrapadas y morir ahogadas. En el caso del petrel de anteojos, esto ha causado una gran disminución en su población, llegando a ser una especie en peligro crítico. Las especies que bucean, especialmente las pardelas, también son vulnerables a la pesca de arrastre. Estudios sobre este tipo de pesca han demostrado que las pardelas representan el 60% de las aves marinas que mueren en las redes en aguas japonesas y el 40% de las que son capturadas accidentalmente en la Bahía de Monterey, California, en los años 80. El total de pardelas muertas en Japón rondaba entre 65.000 y 125.000 por año durante el mismo período de estudio (1978-1981).
Los proceláridos también son vulnerables a otras amenazas. La ingestión de bolsas plásticas flotantes es un problema para esta familia y otras aves marinas. Una vez tragado, el plástico puede afectar la salud del ave o, en algunos casos, bloquear la absorción de nutrientes en el intestino, lo que lleva a la muerte por falta de alimento. Los proceláridos también son vulnerables a la contaminación marina en general, así como a los derrames de petróleo. Algunas especies como el petrel de Barau, la pardela de Newell o la pardela cenicienta, que anidan en lo alto de grandes islas desarrolladas, son víctimas de la contaminación lumínica. Las crías que están aprendiendo a volar son atraídas por las luces de las carreteras y no pueden llegar al océano. Se estima que entre el 20% y el 40% de los petreles de Barau son atraídos por estas luces en la Isla Reunión.
Las organizaciones de conservación trabajan con gobiernos y empresas pesqueras para evitar un mayor declive y aumentar las poblaciones de proceláridos en peligro. Se ha logrado proteger muchas de las colonias de las especies más vulnerables. El 20 de junio de 2001, se firmó el Acuerdo sobre la Conservación de Albatros y Petreles por siete de los principales países pesqueros. El acuerdo establece un plan para manejar la pesca accidental, proteger los sitios de reproducción, promover la conservación en la industria y investigar las especies amenazadas. El desarrollo de planes de restauración de islas, que buscan eliminar especies introducidas para restaurar el hábitat de las especies nativas, se ha enfocado en varios programas de restauración. Especies invasoras como ratas, gatos y cerdos han sido eliminadas o controladas en muchas islas remotas, como en el Pacífico tropical (las islas de sotavento hawaianas), cerca de Nueva Zelanda (donde se desarrolló el concepto de restauración de islas), y en el Atlántico sur y el océano Índico. La pardela de alas grandes, que anida en la isla Moutohora (mencionada antes), ha logrado un alto éxito en el vuelo de sus crías después de que las ratas fueron eliminadas de su hábitat. En el mar, los proceláridos amenazados por las líneas de pesca con palangre pueden protegerse usando técnicas como lanzar la línea de pesca de noche, teñir el cebo de azul y sumergirlo, aumentar el peso de las líneas y usar espantapájaros. Un paso más en la conservación de estas aves fue la firma del Acuerdo de Conservación de Albatros y Petreles en 2001, que entró en vigor en 2004 y ha sido ratificado por ocho países hasta la fecha: Australia, Ecuador, Nueva Zelanda, España, Sudáfrica, Francia, Perú y el Reino Unido. El acuerdo exige que estos países tomen medidas específicas para reducir la muerte accidental de estas aves y la contaminación de los océanos, así como la eliminación de las especies introducidas de las islas de anidación.
Origen del Nombre
El nombre Procellariidae viene del latín procella, que significa ráfaga de viento o tormenta. El sufijo idae se añade para indicar que es una familia. Por lo tanto, su nombre se refiere a que a los miembros de esta familia les gustan las tormentas y los climas ventosos.