Golpe de Estado de julio de 1936 en Granada para niños
Datos para niños El inicio del conflicto en Granada en julio de 1936 |
||||
---|---|---|---|---|
Golpe de Estado en España de julio de 1936 | ||||
Granada, vista desde la Alhambra.
|
||||
Fecha | 20 - 23 de julio de 1936 | |||
Lugar | Granada, España | |||
Resultado | Las fuerzas sublevadas toman el control | |||
Consecuencias | El movimiento de las fuerzas sublevadas tiene éxito en Granada y sus alrededores. | |||
Cambios territoriales | Granada y el aeródromo de Armilla quedan bajo el control de las fuerzas sublevadas. | |||
Grupos involucrados | ||||
|
||||
Líderes | ||||
|
||||
El inicio del conflicto en Granada en julio de 1936 fue un evento importante que marcó el comienzo de la Guerra Civil Española en la ciudad de Granada. Las fuerzas militares que se levantaron contra el gobierno de la Segunda República Española lograron tomar el control de la ciudad.
El 20 de julio de 1936, por la tarde, las tropas de Granada se levantaron contra el Gobierno. Días antes, el 17 de julio, otras fuerzas militares ya habían tomado el control en el protectorado español de Marruecos. El 18 de julio, otros grupos militares se habían levantado en Sevilla y Córdoba. En Granada, el comandante militar, general Miguel Campins, fue obligado a firmar una declaración de guerra. Las tropas y grupos de apoyo lograron controlar rápidamente el centro de la ciudad.
El gobernador civil, César Torres Martínez, el comandante local de la Guardia Civil, el alcalde y el presidente de la diputación fueron detenidos. Las fuerzas sublevadas también ocuparon el aeródromo de Armilla y otros lugares importantes.
Los trabajadores y las personas leales a la República, aunque tenían pocas armas y estaban desorganizados, se hicieron fuertes en el barrio del Albaicín. Las fuerzas sublevadas llevaron artillería y, después de varios días de intensos combates, lograron tomar el Albaicín. Con la caída de este barrio, toda Granada quedó bajo el control de las fuerzas sublevadas.
Durante estos combates, muchas personas que se resistían o eran sospechosas de hacerlo fueron detenidas y, en muchos casos, perdieron la vida. Después de que Granada fue tomada, se inició un periodo de severos castigos contra los grupos de izquierda y los republicanos. Se calcula que miles de personas perdieron la vida durante este tiempo.
Contenido
¿Qué sucedió antes del conflicto en Granada?
La situación social y política
Después de las elecciones de febrero de 1936, el ambiente político y social en Granada se volvió muy tenso. La victoria del Frente Popular (una unión de partidos de izquierda) y el regreso de estos grupos al gobierno municipal no fue bien recibido por los partidos conservadores. Granada era una provincia donde las fuerzas conservadoras tenían mucha influencia.
El 8 de marzo, los grupos de izquierda organizaron una gran reunión en el estadio de Los Cármenes. Luego, marcharon por la ciudad pidiendo que se anularan los resultados de las elecciones, pues creían que había habido irregularidades. Al día siguiente, en una reunión de trabajadores con sus familias, algunos individuos armados de un grupo político causaron heridas a varias mujeres y niños. Los sindicatos respondieron convocando una huelga general para el 10 de marzo.
El día de la huelga, el ambiente estaba muy cargado. Hubo incidentes por toda la ciudad. Algunos trabajadores quemaron la sede de un grupo político. Otros grupos incendiaron un teatro, varios cafés y la sede de un periódico conservador. Mientras esto ocurría, algunos individuos armados dispararon desde los tejados contra los manifestantes y la policía. También fueron incendiadas las sedes de otros partidos políticos, una fábrica de chocolates, un club de tenis y algunos edificios religiosos. No se sabe con certeza quiénes causaron muchos de estos incendios. La policía estuvo presente, pero no intervino para evitar los incidentes. Estos disturbios causaron gran preocupación en la clase media de Granada y dejaron un sentimiento de rencor.
Debido a los graves disturbios del 10 de marzo, la policía detuvo a más de trescientas personas y encontró muchas armas en la ciudad y la provincia. Los incidentes llevaron a la destitución de los gobernadores civil y militar. El comandante militar, general Eliseo Álvarez-Arenas, había amenazado con sacar las tropas a la calle si los disturbios no terminaban. Fue reemplazado por el general Llanos Medina, un militar con ideas conservadoras, quien comenzó a participar en la preparación del levantamiento militar.
El 31 de marzo, el parlamento anuló los resultados de las elecciones de febrero en Granada y convocó nuevas elecciones para mayo. El Frente Popular ganó las nuevas elecciones el 3 de mayo, obteniendo todos los puestos de diputados. Los partidos conservadores no obtuvieron ninguno. Este fracaso electoral de los grupos conservadores fortaleció a un grupo político local, que había quedado debilitado a nivel nacional. Muchos jóvenes de un partido conservador se unieron a este grupo.
La preparación del levantamiento
Después de la victoria electoral del Frente Popular, algunos oficiales militares y personas con ideas conservadoras comenzaron a preparar un levantamiento militar. Las autoridades del gobierno en Madrid ordenaron al gobernador civil de Granada, Ernesto Vega, que vigilara a varios oficiales militares de la ciudad que eran conocidos por sus ideas contrarias a la República. Pero estos oficiales se dieron cuenta de que estaban siendo vigilados, lo que quizás llevó a la destitución de Vega el 25 de junio. Fue reemplazado por César Torres Martínez.
Cuando Torres Martínez llegó a Granada, encontró una situación complicada: huelgas de tranvías y basureros, y problemas entre los concejales de izquierda en el ayuntamiento. Aunque logró calmar la situación, en solo 25 días en el cargo, apenas pudo enterarse de la preparación del levantamiento militar y civil.
En 1936, Granada era la sede de una brigada de infantería y dependía militarmente de una división con sede en Sevilla. La guarnición militar de Granada estaba formada por dos regimientos: uno de Infantería, al mando del coronel Basilio León Maestre, y otro de Artillería, al mando del coronel Antonio Muñoz Jiménez. Los regimientos tenían pocos soldados porque muchos oficiales habían dado permisos de verano.
Al principio, el líder visible de la preparación militar en Granada era el general Llanos Medina, pero el gobierno conocía sus actividades y el 10 de julio fue destituido y trasladado. Fue reemplazado por el general de brigada Miguel Campins, quien tomó el mando el 11 de julio. Campins, en principio, no estaba involucrado en la preparación del levantamiento, y esta se hizo a sus espaldas. Los coroneles León Maestre y Muñoz Jiménez sí estaban implicados y contaban con el apoyo de otros oficiales con ideas conservadoras. También participaron otros oficiales, como el comandante de infantería Rodríguez Bouza o el comandante José Valdés Guzmán. Valdés fue importante porque conocía bien la situación política y militar local. Además, Valdés era miembro de un grupo político y líder de sus milicias en Granada. La preparación del levantamiento también se extendió fuera del Ejército.
Un cuerpo de seguridad estaba al mando del capitán Álvarez, con unos 150-300 efectivos. Aunque estas fuerzas no estaban directamente implicadas, sí lo estaba su antiguo comandante, el capitán José Nestares Cuéllar. La Guardia Civil tenía unos 40 efectivos en Granada. El comandante de la Guardia Civil en Granada, el teniente coronel Fernando Vidal Pagán, era leal a la República. Sin embargo, otro teniente, Mariano Pelayo, conspiraba contra él y tendría un papel importante en el levantamiento. Un grupo político local también tuvo un papel importante en la preparación; no se sabe cuántos miembros tenían, pero probablemente no más de 400. También participaron, aunque en menor medida, varios políticos conservadores que no habían sido elegidos en las elecciones de mayo.
Los días antes del levantamiento
El 17 de julio, por la tarde, las fuerzas militares de Melilla se levantaron de forma inesperada. Después de Melilla, siguieron otras ciudades del protectorado de Marruecos, y al día siguiente, el levantamiento se produjo en las Islas Canarias, bajo el mando del general Francisco Franco.
El 18 de julio, Granada estaba en un ambiente de tensa espera. El gobernador militar, general Campins, condenó el levantamiento de Marruecos. Las organizaciones del Frente Popular se manifestaron durante todo el día. Campins se reunió con las autoridades republicanas locales en el Gobierno civil, asegurándoles que confiaba plenamente en sus oficiales y que estos eran leales a la República. Sin embargo, esta actitud de Campins contrastaba con un mensaje que ese mismo día había enviado al general Franco, donde le comunicaba que estaba a sus órdenes.
Ese día, el levantamiento se extendió a la península. Por la tarde, una parte de las fuerzas militares de Sevilla se levantó contra el Gobierno. El general Gonzalo Queipo de Llano detuvo a los mandos de la división militar y tomó el control. Aunque encontró fuerte resistencia popular en varios puntos de la ciudad, Queipo de Llano logró dominar el centro urbano y un aeródromo. Horas después, en Córdoba, el coronel Ciriaco Cascajo, siguiendo instrucciones de Queipo de Llano, levantó a su regimiento de artillería y declaró el estado de guerra, logrando dominar la ciudad.
El 19 de julio, la situación en Granada seguía en calma tensa, con la preparación del levantamiento detenida y los miembros del Frente Popular aún sin armas. El gobernador civil, Torres Martínez, se negaba una y otra vez a entregar armas a las organizaciones de trabajadores que las pedían, siguiendo las órdenes del jefe de gobierno de no armar a la población. El ministro de la guerra llamó a Campins para que organizara un grupo de tropas que fuera a Córdoba y detuviera el levantamiento del coronel Cascajo. Sin embargo, los oficiales de la guarnición no estaban de acuerdo con esta idea. Vidal Pagán también recibió la orden de Madrid de reunir armas para el grupo de tropas de Córdoba, pero cuando fue al cuartel de Artillería, los mandos militares se negaron a entregárselas, dando varias excusas. Algunos efectivos de las fuerzas militares de Granada fueron enviados a Almería, donde más tarde ayudarían a que el levantamiento fracasara en esa ciudad. Campins fue al cuartel de artillería y habló a los oficiales sobre lo inútil y deshonroso de la rebelión militar. El capitán Nestares, por su parte, visitó los diferentes cuarteles militares de la ciudad, animando a los que preparaban el levantamiento a tomar la iniciativa. Esa noche, los que preparaban el levantamiento estuvieron despiertos, coordinando sus planes.
El inicio del conflicto
El 20 de julio, se decidió finalmente el levantamiento de las fuerzas militares, bajo la dirección de los coroneles Muñoz y León. Durante la mañana, continuaron los preparativos para tomar la ciudad, lo que comenzaría a las 17:00 horas. Después de que el comandante Rodríguez Bouza hablara con el jefe de la Guardia de Asalto, el capitán Álvarez, este finalmente se comprometió a unirse al levantamiento. Para los que preparaban el levantamiento, ese fue un momento clave.
A las 16:30, el secretario del Comité local del Frente Popular, Antonio Rus Romero, recibió una llamada telefónica informándole que las tropas del cuartel de Artillería se estaban formando y estaban listas para salir. Él se lo comunicó a Torres Martínez, quien habló inmediatamente con Campins. El general le dijo a Torres Martínez que no sabía nada de eso y volvió a insistir en la lealtad de sus oficiales. Concluyó que visitaría el cuartel de Artillería y desde allí llamaría para confirmar que no pasaba nada. Sin embargo, cuando Campins llegó allí, comprobó que, efectivamente, las tropas estaban formadas y que incluso había un grupo de civiles armados, principalmente de un grupo político. Entonces, surgió una fuerte discusión entre el general y el coronel Muñoz. Campins descubrió, sorprendido, que todos sus oficiales, así como los de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, estaban implicados en el plan de levantamiento. Ante esta situación, intentó marcharse, pero sus ayudantes le impidieron el paso. Uno de ellos le sugirió que declarara el estado de guerra y firmara la orden militar (que los que preparaban el levantamiento ya habían redactado). Después de ir al cuartel de Infantería y asegurarse de que allí también estaban con los sublevados, Campins fue llevado a la comandancia militar y firmó la orden de guerra.
La toma del centro de la ciudad
Bajo el liderazgo del coronel Antonio Muñoz, a las 17:00, las tropas salieron de sus cuarteles, situados en los alrededores de la ciudad, y se dirigieron al centro urbano. Algunos civiles pensaron que las tropas habían salido para defender el orden republicano. El ministro del gobierno ya había llamado al gobernador civil, pidiéndole que ofreciera una "resistencia fuerte". Las fuerzas sublevadas colocaron piezas de artillería en varios puntos de la ciudad: en la plaza del Carmen (frente al ayuntamiento), en la Puerta Real y en la plaza de la Trinidad (junto al Gobierno civil). Otra batería fue colocada en la carretera que iba a El Fargue, ya que desde allí se podía bombardear la ciudad. Frente al cuartel de la Guardia de Asalto, en la Gran Vía, se detuvo un camión con soldados y, acto seguido, los guardias de asalto se unieron al levantamiento.
Las fuerzas sublevadas se dirigieron hacia los alrededores del Gobierno civil, que estaba protegido por un grupo de 20-25 guardias de asalto con órdenes de disparar. Dentro, Torres Martínez y sus ayudantes ya sabían que los militares estaban en las calles de Granada. A las 18:00, el capitán Nestares llegó a la comisaría de policía, muy cerca del Gobierno civil, y los policías se unieron a las fuerzas sublevadas. En ese momento, había llegado a la comisaría un grupo de seis republicanos de Jaén con una orden para que se les entregara dinamita, que estaban cargando en un camión. Poco después de la llegada de Nestares, al darse cuenta de lo que pasaba, los republicanos comenzaron a disparar hasta que finalmente fueron capturados.
Luego, las fuerzas sublevadas avanzaron hacia el Gobierno civil. Un grupo de soldados de artillería y miembros de un grupo político se colocaron frente a la entrada del edificio. A su vez, Nestares y otras fuerzas llegaron desde la comisaría. Los guardias de asalto, quizás al verse en inferioridad numérica, no dispararon y las fuerzas sublevadas pudieron ocupar el edificio sin problemas. Al entrar en el despacho del gobernador civil, los militares y guardias de asalto hicieron prisioneros a Torres Martínez, Virgilio Castilla Carmona (presidente de la Diputación), Rus Romero y el jefe de la Guardia Civil, el teniente coronel Vidal Pagán. A excepción de Castilla, que intentó sacar una pistola y fue rápidamente detenido, nadie ofreció resistencia. Los detenidos fueron llevados a la cercana comisaría de policía, excepto Torres Martínez, que permaneció en el edificio del Gobierno civil.
Mientras esto ocurría en el Gobierno civil, la policía urbana de Granada salió del ayuntamiento hacia la plaza del Carmen, poniéndose a las órdenes de la batería que se había instalado allí. Varios republicanos y funcionarios municipales lograron escapar del ayuntamiento por una puerta trasera, pero gran parte del gobierno municipal fue capturada cuando las fuerzas sublevadas ocuparon el edificio. También fue hecho prisionero el alcalde Manuel Fernández Montesinos, cuando se encontraba en su despacho. Por su parte, un grupo de militares se dirigió al edificio de Radio Granada y lo ocupó sin dificultades. A las 18:30, el comandante Rosaleny leyó la orden militar firmada por Campins, y a partir de entonces se leyó por la radio cada media hora.
Un grupo armado de militares se dirigió hacia la Fábrica de Pólvora y Explosivos de El Fargue, situada en los alrededores de Granada. La importancia de esta acción era que en El Fargue se encontraba la mayor fábrica de explosivos del sur del país. Al llegar allí, las fuerzas sublevadas encontraron resistencia, aunque pudieron superarla fácilmente y tomar el control de la fábrica.
Otros puntos de resistencia en la ciudad fueron controlados sin mucha dificultad. En poco tiempo, se habían tomado todos los centros oficiales. Esta fácil conquista se debió a que las multitudes y los partidarios del Frente Popular apenas tenían armas y estaban dispersos. De hecho, durante la toma de la ciudad, las fuerzas sublevadas solo tuvieron un soldado fallecido. Muchos trabajadores y personas leales a la República huyeron al barrio del Albaicín, donde hubo una resistencia más fuerte.
El aeródromo de Armilla
El aeródromo de Armilla, situado a varios kilómetros de Granada, fue ocupado al amanecer por un grupo de soldados de artillería y oficiales, sin encontrar resistencia. Uno de los que ocuparon el aeródromo fue el piloto Narciso Bermúdez de Castro. Poco después, llegaron a Armilla tres aviones de combate enviados desde Madrid para apoyar la resistencia de las fuerzas leales de Granada, pero fueron inmediatamente capturados.
Los combates en el Albaicín
A pesar de sus planes, las fuerzas sublevadas no habían logrado tomar el control inmediato de toda la ciudad. Al anochecer, la resistencia aún continuaba en el barrio del Albaicín, donde se concentraron los trabajadores y las personas leales a la República. Estos levantaron barricadas en los puntos de acceso al barrio, especialmente en la Carrera del Darro. Al comienzo de la Cuesta del Chapiz, los trabajadores abrieron una zanja profunda. Los militares sublevados, al ver estos movimientos y al caer la noche, comprendieron que no podrían tomar el Albaicín por asalto. Tuvieron que traer artillería. Colocaron una batería en la entrada de la Iglesia de San Cristóbal, desde donde se dominaba la ciudad, mientras que otra batería fue situada en la Alhambra, frente al Albaicín. Antes de que terminara el día, hubo algunos tiroteos entre los defensores y las fuerzas sublevadas, que dejaron al menos dos fallecidos entre los militares y posiblemente algunos más entre los republicanos.

La mañana del 21 de julio, las baterías abrieron fuego sobre el Albaicín, al tiempo que estalló un fuerte tiroteo entre ambos bandos. Los defensores, a pesar de tener muy pocas armas y municiones, se defendían desde balcones y tejados. Las fuerzas sublevadas habían concentrado infantería, Guardia de Asalto y miembros de un grupo político para detener la resistencia republicana. A lo largo del día, lograron abrir algunas brechas en la resistencia republicana y varios defensores fueron capturados, pero al caer la noche el barrio aún seguía resistiendo. Por su parte, la radio pidió repetidamente a los defensores que dejaran las armas.
La mañana del 22 de julio, Radio Granada anunció un ultimátum a los defensores: se darían tres horas para que las mujeres y los niños abandonaran el barrio y se reunieran en varios puntos indicados, mientras que los hombres debían dejar sus armas y permanecer en sus casas con los brazos en alto, y en los balcones debían ondear banderas blancas. Si no se cumplían estas órdenes, la artillería volvería a abrir fuego a partir de las 14:30 horas. Empezaron a bajar del Albaicín filas de mujeres y niños, pero los hombres continuaron resistiendo. Las mujeres fueron revisadas por simpatizantes femeninas de las fuerzas sublevadas y, tras ser interrogadas, fueron enviadas a un centro de reunión que se había establecido a las afueras de la ciudad. Poco después, las piezas de artillería volvieron a abrir fuego. Al ataque contra los trabajadores del Albaicín se unieron los aviones de combate que habían sido capturados en Armilla, que realizaron varias pasadas sobre el barrio, disparando a los defensores. Varias viviendas fueron destruidas y los trabajadores tuvieron muchas bajas, pero la resistencia continuaba al anochecer.
La mañana del 23 de julio, el bombardeo sobre el Albaicín se intensificó. Para entonces, los trabajadores y/o milicianos republicanos habían sufrido un elevado número de bajas. Es probable que las municiones de los defensores ya se hubieran agotado. Al mismo tiempo, empezaron a aparecer banderas blancas colgadas de los balcones y las ventanas, situación que aprovecharon las fuerzas sublevadas para empezar a entrar en masa en el interior del Albaicín. En poco tiempo, lograron acabar con la resistencia en el Albaicín. Numerosos defensores fueron hechos prisioneros al intentar huir, mientras que otros fueron capturados en sus propias viviendas. Un número de defensores lograron escapar del Albaicín y llegar a las líneas republicanas cerca de Guadix. Luego, se inició un periodo de severos castigos contra los republicanos y los grupos de izquierda.
Al anochecer del 23 de julio, las fuerzas sublevadas ya controlaban toda Granada y sus alrededores.
¿Qué pasó después del conflicto?
El impacto en la estrategia
Hacia el 25 de julio, el levantamiento había logrado triunfar en Granada y en las poblaciones cercanas, pero estas quedaron aisladas en medio de la zona republicana, ya que la mayor parte de la provincia se mantuvo leal a la República. Este aislamiento se hizo aún más evidente después de que el levantamiento militar fracasara en Málaga, que finalmente se mantuvo del lado de la República. Durante los primeros días del conflicto, la línea del frente pasaba por varias localidades cercanas a Granada. En algunos puntos, los republicanos estaban a solo ocho kilómetros del centro de la ciudad.
Durante los primeros días, las fuerzas del gobierno realizaron varios bombardeos aéreos sobre la ciudad. El 30 de julio, un grupo de milicianos intentó reconquistar la ciudad atacando por un sector, pero los republicanos fueron rechazados por fuerzas al mando del comandante Villalba y del teniente Pelayo. Los milicianos se retiraron dejando atrás un buen número de fallecidos y gran cantidad de armamento. Ese fue el único intento republicano importante por recuperar la ciudad. El aislamiento terminó a mediados de agosto, cuando las fuerzas militares lograron unir Granada con el resto de la zona controlada por las fuerzas sublevadas.
A pesar de estar rodeadas, las fuerzas sublevadas tenían varias ventajas. La captura de la fábrica de El Fargue fue muy importante, ya que durante el resto del conflicto, la fábrica produjo una gran cantidad de explosivos para el ejército sublevado. Por su parte, la captura del aeródromo de Armilla también fue muy importante, ya que permitiría mantener el contacto con las demás zonas controladas por las fuerzas sublevadas, especialmente con Sevilla, así como la recepción de refuerzos por vía aérea.
Las medidas de castigo
El comandante José Valdés Guzmán se convirtió en el gobernador civil y responsable de las cuestiones de orden público, siendo desde ese momento el principal responsable de las medidas de castigo en Granada. El teniente de la Guardia Civil José Nestares se convirtió en delegado de Orden Público, asumiendo un papel destacado en estas medidas. El jefe de la policía, Julio Romero Funes, también fue uno de los principales responsables.
Se crearon varios grupos encargados de las medidas de castigo en la retaguardia, entre los que destacó especialmente un grupo conocido como la "Escuadra Negra". Muchos lugares fueron usados como centros de detención improvisados. A las afueras de la ciudad se estableció un centro de reunión, mientras que la Comisaría de policía y el Gobierno Civil pronto se vieron llenos de detenidos. La cárcel de Granada, que tenía capacidad para unas 400 personas, vio sus instalaciones con más de 2000 personas encarceladas. Muchos de los detenidos eran llevados al cementerio y allí perdían la vida, la mayoría sin un juicio previo. El mes con más fallecidos fue agosto de 1936. Durante todo el conflicto, miles de personas perderían la vida.
Entre los fallecidos hubo numerosos médicos, abogados, escritores, artistas, maestros y, principalmente, trabajadores. También perdieron la vida muchas personalidades locales: el escritor y director de un diario, Constantino Ruiz Carnero; el ingeniero y constructor de la carretera que va desde la ciudad a Sierra Nevada, Juan José de Santa Cruz; o el alcalde de la ciudad cuando se produjo el levantamiento militar, Manuel Fernández Montesinos. Junto al alcalde, perdieron la vida 23 concejales de una coalición política, entre los cuales destacaba el antiguo alcalde Luis Fajardo Fernández. También tuvieron este destino Rus Romero y el presidente de la diputación, Virgilio Castilla. La Universidad de Granada también sufrió la pérdida de muchos de sus miembros debido a las medidas de castigo. Perdieron la vida el rector de la universidad y eminente arabista Salvador Vila Hernández; el catedrático de pediatría Rafael García-Duarte; el catedrático de química y antiguo alcalde Jesús Yoldi Bereau; el catedrático de derecho político Joaquín García Labella; o el vicerrector y catedrático de historia José Palanco Romero. Todos ellos perdieron la vida en el cementerio. Sin embargo, hubo una excepción: la del antiguo gobernador civil, Torres Martínez, que logró salvar la vida, aunque fue condenado a más de treinta años de prisión.
El comandante militar, general Campins, fue destituido y posteriormente enviado a Sevilla, donde sería juzgado y perdería la vida por iniciativa del general Gonzalo Queipo de Llano.
De entre todas estas pérdidas, la más conocida ha sido la del escritor y poeta Federico García Lorca, quien, tras el éxito del levantamiento militar, se había refugiado en casa de una familia conocida. Sin embargo, esto no salvó la vida al poeta granadino, que fue detenido y poco después perdió la vida cerca de Víznar. La pérdida de García Lorca tuvo un gran impacto en la opinión pública internacional. Aunque la dureza de las medidas de castigo era bien conocida, muchos miembros de la sociedad de Granada toleraban estos hechos.
|