Combate de Chorros Blancos para niños
Datos para niños Combate de Chorros Blancos |
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Independencia de Colombia | ||||
Alto Boquerón, Yarumal (Antioquia). Fotografía de Humberto Barrera Orrego
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Fecha | 12 de febrero de 1820 | |||
Lugar | Yarumal, Antioquia, Gran Colombia | |||
Resultado | Victoria patriota, consolidada la Independencia de la Provincia de Antioquia | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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El Combate de Chorros Blancos se libró el 12 de febrero de 1820 en el municipio de Yarumal, Antioquia, en Colombia. Enfrentó a las tropas libertadoras contra el ejército realista español.
El subteniente Joaquín Viana afirmó que en la acción tan solo tomaron parte ochenta soldados de Warleta y sesenta patriotas. Se infiere que los 20 soldados restantes de la Corona y los 75 de la segunda compañía de Cazadores de Córdova estaban defendiendo o atacando algunos puntos estratégicos en los alrededores del camino.
Historia
El 30 de enero de 1820, José María Córdova envió al capitán de ingenieros Juan Antonio Gómez a reconocer los puntos militares de Yarumal, junto al camino de Cáceres; días antes, había marchado el teniente Polo Jaramillo, fungiendo como espía para Córdova . Este camino era, con el de Sonsón a Mariquita, de las actuales Antioquia a Tolima; y el de Urrao al Atrato, de las actuales Antioquia a Chocó; uno de los que Pablo Morillo y Pascual Enrile Acedo habían ordenado abrir en Antioquia.
La orden de Córdova se dio en respuesta a los rumores que desde el 31 de diciembre último, es decir, de 1819, indicaban la inminente invasión del coronel Francisco de Paula Warleta desde Zaragoza. A fines de 1819 y principios de 1820, las fuerzas expedicionarias del Rey de España volvieron a cerrar las fronteras del antiguo Virreinato de la Nueva Granada. Su acción envolvente, calco fiel de la estrategia de Pablo Morillo de 1815, pretendía tomar el control de la ciudad de Santafé y abrir una vía de comunicación entre Cartagena, sede provisional del gobierno español, y los recursos del Cauca y del Perú, que en 1820 era todavía un virreinato bajo el control de la monarquía Borbón. Avanzaron así las tropas realistas desde el norte por los ríos Atrato y Magdalena, y por el centro de la provincia de Antioquia, desde el oriente por Cúcuta, y desde el sur, por Popayán.
En 1815, Warleta había cruzado a Antioquia de paso hacia Popayán, con el objeto de recabar caudales para llevárselos al Pacificador, pero entonces había entrado por Yolombó y Barbosa. Así lo registran el historiador Restrepo y el cronista payanés Santiago Arroyo. Dice el primero que “Warleta remitió a Morillo [desde el sur] en calidad de secuestros diez cajones de alhajas y ornamentos de los templos”. Arroyo, por su parte, anota que el 15 de noviembre de 1816 “marchó Warleta [desde Popayán] para Santafé con el batallón del rey uniformado, llevando algunas cargas de doblones para entregarlos en el cuartel general de Morillo”. De acuerdo con ambas versiones, Warleta hizo cuando menos dos envíos de tesoros desde el sur: uno de vasos sagrados y otro de dinero contante y sonante.
La campaña de Yarumal, día a día
Según el investigador Humberto Barrera Orrego, se realizó de la siguiente manera:
Martes 1 de febrero
A las 5;00 de la tarde aproximadamente, entraron en Yarumal Warleta y su segundo, el teniente coronel Sebastián Díaz, a la cabeza de 125 fusileros.
Debido a que los vecinos no tuvieron tiempo suficiente de huir, los realistas habían encontrado “recursos de toda especie porque es muy provisto aquel lugar”, según anotó Restrepo, el gobernador civil de la provincia de Antioquia. Desde su cuartel general en Yarumal, Warleta envió destacamentos para defender los puntos estratégicos de Angostura, Carolina y el valle de San Andrés.
Esperando el informe de sus espías, hizo marchar su fuerza por el camino empedrado de losas volcánicas llamado hoy “del Asilo”, el cual, en cercanías del alto Boquerón, al oriente de la población, se dividía en dos ramales: uno que conducía a Cáceres y la Costa Atlántica, y otro que llevaba al caserío de Cañaveral y los minerales de Anorí. Se atrincheró en este camino no solo para impedirles el paso a los republicanos, sino para tener a sus espaldas el camino de Cáceres (hoy en gran parte desaparecido bajo la carretera al corregimiento de Cedeño), como plan de reserva si las cosas salían mal.
Miércoles 2 de febrero
Por su parte, Córdova concentraba en Barbosa la división republicana, que constaba de 400 fusileros uniformados y entrenados, y de 200 voluntarios armados de lanzas.
Jueves 3 de febrero
Marchó la división desde Barbosa. Considerando la penosa subida de Barbosa a Riogrande, la dificultad de trasladar al gobernador en su silla de manos (debido al accidente que sufrió al caer de su caballo el 28 de diciembre de 1819) y la impedimenta de más de medio millar de hombres, sumado lo anterior a la artillería, el ganado en pie, y otros elementos bélicos vitales; la jornada se cumplió con celeridad, y esa noche pernoctaron en Riogrande.
Viernes 4 de febrero
A las 10ː00 de la mañana llegó la división a Santa Rosa, donde permaneció hasta el jueves 10 del mismo mes, esperando durante una semana el informe de sus espías sobre el número de efectivos del enemigo y su distribución. Los datos eran variables, ya que don José Manuel Restrepo había anotado en su diario el 7 de enero que Warleta marchaba desde Zaragoza al interior de la provincia al frente de 330 soldados de línea, en tanto que los espías le informaron a Córdova que el número de los realistas era de 300. Restrepo informa que Warleta había dejado más de cien hombres en Zaragoza a cargo de José Guerrero y Cabero para cuidar su retaguardia. José de Villa, comandante militar de la Ciudad de Antioquia, le había informado al gobernador civil que “una partida enemiga de 60 hombres había ocupado el valle de San Andrés”. A su vez, Córdova consigna que el enemigo ocupaba los pueblos de Angostura y Claras (también conocido como Carolina del Príncipe), de suerte que Warleta, en forma imprudente, confiado en los informes del traidor Manuel Santamaría, había fraccionado su fuerza y la había diseminado, manteniendo su cuartel principal en Yarumal.
Jueves 10 de febrero
Córdova dirigió 100 lanceros voluntarios a desviar la atención de los espías del enemigo en los llanos de Cuivá, se puso a la cabeza de los 400 fusileros uniformados y de unos 100 lanceros de las milicias y marcharon con destino a la finca La Culebra, en Angostura, con el fin de sorprender el flanco izquierdo y la retaguardia del enemigo con un movimiento envolvente, tal como había hecho hacía cerca de seis meses en Soplaviento, a una legua de Nare, y como lo haría después en Tenerife y en otras oportunidades. La Culebra todavía subsiste, aunque amenaza ruina. La casa se encuentra a corta distancia del antiguo camino que comunicaba a Santa Rosa de Osos con Angostura, y del casco urbano de esta última población la separan aproximadamente 5.3 km (algo más de una legua granadina).
Viernes 11 de febrero
Creyendo que Angostura estaba ocupada por ochenta hombres, marchó la 2.ª compañía del batallón por una trocha a tomarles la retaguardia, mientras el resto de la división hizo retirar la parte que estaba en Angostura, la que se unió a otra partida situada en Pajarito; reunidas ambas, tan solo sumaban veinticinco soldados, que fueron exterminados por la segunda compañía al mando del capitán José Aguilar.
Tan solo escapó el oficial Benito Urdaneta, que mandaba la partida enemiga, gracias a que encontró un práctico que lo sacó por caminos extraviados. Siguió la división y pernoctó en Cañaveral. Al descontar aquella partida de veinticinco hombres abatidos de los 125 fusileros realistas que entraron a Yarumal le quedaba a Warleta una columna de tan solo 100 hombres para hacerles frente a los republicanos.
Sábado 12 de febrero
A principios del año no clarea en esta región antes de las seis de la mañana. Si la división hubiera salido más temprano, habrían tenido que encender faroles o antorchas, que delatarían su número, posición y movimientos, poniéndolos a tiro de las balas enemigas. Por lo tanto, a eso de las seis la división salió de Cañaveral (hoy Campamento) por el antiguo camino que comunicaba dicho sitio con Yarumal. “La división marchó directa a las alturas, que ocupaba Warleta con toda su fuerza”. Este pasaje, tomado del diario de campaña de José María Córdova, confirma que el combate no se libró cerca del río, sino, por el contrario, disputándole la sierra al enemigo. Por otra parte, Córdova parece ser deliberadamente ambiguo: la expresión “con toda su fuerza” parece implicar que Warleta disponía de trescientos hombres, tal como lo afirma también el subteniente Joaquín Viana. No obstante, el examen de otros documentos permite concluir que el jefe peninsular tan solo contaba aproximadamente con una compañía del regimiento de León. Dos semanas después del combate, le escribió Córdova a Santander: “Buen cuidado tendrá él [Warleta] de escaparse siquiera con cien hombres que le han quedado buenos, al castillo de Bocachica”.
Dos horas después, a eso de las ocho de la mañana, la avanzada republicana oyó los primeros disparos de los realistas. Los cien hombres de la segunda compañía, al mando del capitán José Aguilar, acompañados de veinticinco dragones llaneros, continuaron por el camino adelante y obligaron a unos cincuenta soldados del regimiento de León a replegarse hacia el paraje de Chorros Blancos, en tanto que Córdova resolvió salirse del camino, meterse al monte y dar un amplio rodeo con la primera, tercera y cuarta compañías y los 100 lanceros voluntarios que le quedaban, para sorprender al enemigo por su retaguardia. Lograr esto no era sencillo por la dificultad de transportar al gobernador en silla de manos y porque era preciso abrirse paso a machetazos por entre la maraña. El informe de Córdova adolece de algunas lagunas que el investigador Humberto Barrera Orrego hubo de llenar recurriendo a otras fuentes y a trabajos de campo: Córdova dejó en el tintero el nombre del cerro más alto de Chorros Blancos, así como su plan de rodear al enemigo y el motivo del fracaso de esta resolución: “pero habiéndose extraviado el práctico Francisco Misas, Córdova resolvió atacar de frente”.
En menos de media hora, la segunda compañía obligó a fuego cerrado a los realistas a retroceder hasta la mitad de la ladera del “cerro más alto de Chorros Blancos”, es decir, el alto Boquerón. En aquel momento, el número de combatientes de ambos bandos era más o menos parejo. El capitán Aguilar dejó varias partidas guardando algunos puntos estratégicos y se quedó tan solo con sesenta hombres, lo cual estuvo a punto de echar a perder lo ganado hasta ese momento, dado que Warleta, atrincherado en el camino, en lo alto del cerro, contaba con la superioridad del emplazamiento y con la del número, pues disponía de ochenta hombres, sin contar los que guardaban algunos puntos claves. Rechazados hasta el pie del cerro, los republicanos vivieron momentos de angustia bajo el fuego enemigo y, si esta situación se hubiera prolongado, muy distinto habría sido el resultado. Pero en ese momento, tras renunciar al movimiento envolvente para sorprender al enemigo por su retaguardia, llegó el comandante Córdova a la cabeza de sus 500 efectivos.
Córdova ordenó atacar a los hombres del Rey con dos columnas, simultáneamente por su derecha y por el centro: la derecha del enemigo se hallaba situada hacia la margen izquierda de la quebrada de Chorros Blancos, a pocos pasos de la bifurcación del camino, uno de cuyos ramales conducía a Cáceres y el otro unía a Yarumal y Cañaveral.
En el último momento, el cuerpo principal de la división inclinó la balanza a favor de los republicanos. De hecho, “cuando Warleta regresó en retirada, encontró un hijo de Santamaría en Mompox, a quien dijo: que su padre era un pícaro, pues lo había tratado de sacrificar, haciéndolo atacar una plaza guarnecida por 1.500 hombres, resueltos a morir y dirigidos por el mismo comandante que aseguraba en su carta estar delirante”.
Está claro que salió una partida del batallón patriota a cortar la retirada hacia la bifurcación del camino. Dicha retirada le hubiera permitido a Warleta la huida hacia Cáceres; de suerte que la única salida que le quedaba era abandonar sus posiciones y reunir su fuerza mientras meditaba en la mejor estrategia. Así lo hicieron precipitadamente los realistas, y mientras procuraban cruzar la quebrada de Chorros Blancos para ponerse a salvo, los republicanos les tomaron treinta prisioneros, “cuatro españoles y los demás venezolanos”. Es preciso registrar que la mayoría de los fusileros de Córdova también eran venezolanos, “excelentes soldados veteranos aguerridos”. El gobernador civil, José Manuel Restrepo, informa que los realistas tuvieron “solo un muerto y cinco heridos”. El teniente gobernador del Valle de Osos le escribió el 13 de febrero de 1820 al gobernador civil : “…nuestras tropas desde la Angostura o sus inmediaciones se han batido con el enemigo, llevándole en retirada hasta ayer, a las tres de la tarde, que se hallaba en Chorros Blancos, a cuyos puntos se habían reunido los enemigos, de los cuales teníamos varios prisioneros y que se nos habían pasado algunos de ellos; que en los nuestros no hay novedad alguna”. De la hora que proporciona esta carta, y de la duración aproximada del encuentro según Joaquín Viana, subteniente de la cuarta compañía republicana, concluye doña Pilar Moreno de Ángel que el combate se libró entre las dos y las tres de la tarde.
Warleta pensó que sería fatal tomar de inmediato el cercano camino a Cáceres: los republicanos no tardarían en darle alcance a su corto contingente. Decidió entonces replegarse a El Mortiñal, desde donde podría ver las carpas blancas de la división patriota, y, más importante aún, donde podrían verlo y suponer que esperaba refuerzos. Acantonados en ese punto, los hombres del rey encendieron fogatas para ahuyentar el frío de la noche y preparar sus alimentos (precisamente como lo estarían haciendo los efectivos de Córdova en el alto Boquerón y sus alrededores). Esa noche, al amparo de las sombras, Warleta y los suyos escaparon sigilosamente por el abra del Boquerón abajo, siguiendo el áspero camino a la Costa Atlántica, sin duda guiados por un práctico, dejando jirones de uniforme y de piel entre las zarzas, abandonando aquí y allá armamento y municiones de guerra y de boca. .....
La estrategia de Córdova en el combate de Chorros Blancos
Tal como él mismo lo declarará más tarde, tuvieron que trasladarlo “en silla de manos, sin ver bien”. De suerte que Córdova, según se vio anteriormente, se sentía muy débil; la mano trémula no le permitía escribir; tenía por ende que dictar su correspondencia y llevar un “libro de memoria” que, irónicamente, había dejado olvidado en Rionegro; no podía hablar por falta de soltura en la dicción; tenía una pierna lesionada que le impedía montar a caballo; lo devoraba el sueño y le costaba mucho trabajo levantarse de la cama y carecía de fuerza y tono muscular. No obstante, pese a su discapacidad física y a tener que ser transportado en un mueble por caminos abruptos y montes espesos, no había perdido ni un ápice de su lucidez, y basándose exclusivamente en la “traducción simultánea” de los hechos que se desarrollaban ante sus narices sin que él pudiera presenciarlos, logró hacerse una composición de lugar y concebir una estrategia para batir al enemigo.
Domingo 13 de febrero: Después del combate
La descubierta de la división republicana se puso en marcha, y media hora después se encontró con dos paisanos que le anunciaron que por la noche el enemigo había procurado reunir sus fuerzas para hacer la retirada, que comenzó a ejecutar desde muy temprano. La división republicana tomó El Mortiñal, donde aún humeaban los fogones enemigos, y pasó a Yarumal. Allí supo por tres pasados que la retirada del enemigo era para Cáceres, y marchó la segunda compañía a marchas forzadas en su persecución. El resto de la división permaneció en Yarumal, donde se le reunieron los 100 voluntarios que estaban en Cuivá.
Asegura la tradición que uno de los primeros actos de Córdova fue hacer ejecutar al anciano alcalde realista, José María Rada, acto que tuvo lugar ante una piedra que fue después dinamitada para darle lugar al atrio del templo de La Merced. Manuel de Rada era uno de los primeros pobladores de Yarumal y había formado una familia ejemplar y prolífica, pero había sido colaboracionista de los soldados de la Corona.
Consecuencias
Se consolidaron y ampliaron los efectos de la batalla de Boyacá; los patriotas pudieron arrebatar de manos de los españoles las sabanas de Corozal, que abastecían de víveres la Costa Atlántica, y pudieron apoderarse más tarde de la ciudad de Cartagena; al conocer la derrota de Warleta, el coronel español Sebastián de la Calzada, que había tomado el sur del país, de Pasto a Cartago, se replegó a Popayán; las victorias combinadas del peñón de Barbacoas (que se libró el 23 de enero de 1820 en el Magdalena antioqueño, y en la cual se destacaron el comandante José Antonio Mayz y el coronel Juan Carvajal) y Chorros Blancos aumentaron el optimismo de la opinión pública patriota. Pero la verdadera importancia del combate de Chorros Blancos consiste en haber impedido una nueva reconquista española y una “pacificación” aún más brutal y sangrienta que la de la época del terror.