Invasión española de Portugal de 1762 para niños
Datos para niños Invasión española de Portugal de 1762 |
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Parte de guerra de los Siete Años | ||||
![]() El Conde de Schaumburg Lippe, comandante de las fuerzas anglo-portuguesas que derrotaron a las ofensivas de España y Francia contra Portugal.
Pintura de Joshua Reynolds. |
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Fecha | 5 de mayo – 24 de noviembre de 1762 | |||
Lugar | Este y norte de Portugal, España | |||
Resultado |
Decisiva victoria anglo-portuguesa:
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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La Invasión española de Portugal de 1762 fue un conflicto militar que ocurrió entre el 5 de mayo y el 24 de noviembre de 1762. Fue parte de la Guerra de los Siete Años, donde España y Francia intentaron invadir Portugal en tres ocasiones. En todas ellas, fueron detenidos por la Alianza anglo-portuguesa.
Al principio, solo participaron fuerzas de España y Portugal. Luego, Francia y Gran Bretaña se unieron para apoyar a sus aliados. Esta campaña fue especial por el uso de la guerra de guerrillas en las montañas de Portugal. Los habitantes locales cortaban los suministros de los ejércitos invasores. Además, los campesinos usaron una estrategia de tierra quemada, destruyendo todo lo que pudiera ser útil al enemigo. Esto dejó a los invasores sin alimentos.
Contenido
- ¿Por qué España y Portugal intentaron mantenerse neutrales?
- El ultimátum a Portugal
- La primera invasión: Trás-os-Montes
- Reorganización del ejército portugués
- Invasión a Alentejo: un ataque frustrado
- Segunda invasión a Portugal: Beira
- La recompensa de Lippe
- La tercera invasión de Portugal
- ¿Por qué ganó Portugal?
- El prestigio de España en la época
- La invasión en la literatura
- Conflicto en América del Sur
- Galería de imágenes
¿Por qué España y Portugal intentaron mantenerse neutrales?
Durante la Guerra de los Siete Años, Portugal quería mantenerse neutral. Sin embargo, hubo incidentes que complicaron esta postura. Por ejemplo, en 1758, la flota británica atacó a la flota francesa en aguas portuguesas. Portugal, que era aliado de Gran Bretaña, pidió explicaciones. El gobierno británico se disculpó, pero no devolvió los barcos franceses.
Mientras tanto, Francia presionaba a España para que se uniera a la guerra. Finalmente, España y Francia firmaron un acuerdo secreto el 15 de agosto de 1761, conocido como el III Pacto de Familia. Este acuerdo buscaba aislar a Gran Bretaña en Europa. Cuando Gran Bretaña descubrió una cláusula secreta que indicaba que España declararía la guerra, se adelantó y lo hizo el 2 de enero de 1762.
El ultimátum a Portugal

España y Francia, gobernadas por la familia Borbón, querían que Portugal se uniera a su alianza. Por eso, enviaron un ultimátum a Lisboa el 1 de abril de 1762. Le exigían a Portugal:
- Terminar su alianza con Gran Bretaña y unirse a Francia y España.
- Cerrar sus puertos a los barcos británicos y detener todo el comercio con Gran Bretaña.
- Declarar la guerra a Gran Bretaña.
- Aceptar que un ejército español ocupara sus puertos, incluyendo Lisboa y Oporto, para "protegerlos" de los británicos.
Portugal tuvo solo cuatro días para responder. Si no aceptaba, enfrentaría una invasión. España y Francia esperaban que esto obligara a Gran Bretaña a mover sus tropas de Alemania a Portugal.
La situación de Portugal era muy difícil. El gran terremoto, tsunami e incendio de Lisboa de 1755 había destruido la capital y causado muchos daños. La reconstrucción había dejado al país sin dinero para mantener un ejército o una marina fuertes. Los soldados no recibían su paga y muchos regimientos estaban incompletos.

El ejército portugués estaba en muy mal estado. Faltaban uniformes y armas. El embajador francés en Portugal, el conde de Saint-Priest, describió el ejército como "en el mayor desorden". Sin embargo, con la llegada del Conde de Lippe, enviado por Gran Bretaña, la disciplina y el entrenamiento mejoraron.
Para presionar a Portugal, tropas españolas y francesas se reunieron en la frontera norte de Portugal desde el 16 de marzo de 1762. Portugal declaró la guerra a España y Francia el 18 de mayo de 1762, pidiendo ayuda a Gran Bretaña. España y Francia declararon la guerra el 15 y 20 de junio, respectivamente.
La primera invasión: Trás-os-Montes
Avance español en el norte
El 30 de abril de 1762, las fuerzas españolas entraron en Portugal por la provincia de Trás-os-Montes. Declararon que venían como "amigos y liberadores" para ayudar al pueblo portugués a librarse de la influencia británica. El 5 de mayo, el Marqués de Sarria, al mando de 22.000 hombres, inició la invasión. Portugal declaró la guerra el 18 de mayo.
Miranda de Duero, una fortaleza importante, fue sitiada el 6 de mayo. Una explosión accidental de pólvora causó muchas bajas y abrió brechas en las murallas, forzando su rendición el 9 de mayo. Otras ciudades como Braganza y Chaves fueron ocupadas sin resistencia. El general español se sorprendió por la ausencia de soldados portugueses.
Al principio, la relación con los civiles parecía buena, y los españoles pagaban por los suministros. Pero pronto, la falta de provisiones llevó al ejército español a exigir contribuciones forzadas. Esto provocó una revuelta popular.
La resistencia portuguesa
Los invasores se encontraron con una rebelión en las provincias de Trás-os-Montes y Minho. Los pueblos fueron abandonados, sin comida ni campesinos para ayudar a construir caminos. Grupos de civiles armados, junto con milicias locales, atacaron a las tropas españolas, aprovechando el terreno montañoso.
Los españoles sufrieron muchas bajas por enfermedades y ataques de guerrilleros. Más de 4.000 soldados españoles murieron en el hospital de Braganza. El nacionalismo portugués y las acciones de los ejércitos españoles contra los poblados impulsaron esta resistencia. Los campesinos se negaban a dar provisiones sin una escolta grande.
Los invasores tuvieron que dispersar sus fuerzas para proteger las fortalezas y buscar alimentos. Los suministros venían de España, lo que los hacía vulnerables. Si no tomaban Oporto rápidamente, el hambre haría su situación insostenible.
La campaña de Oporto
Una fuerza española de 3.000 a 6.000 hombres, liderada por O'Reilly, avanzó hacia Oporto. Esto causó alarma entre los británicos en la ciudad.
Pero cuando los españoles intentaron cruzar el río Duero, se encontraron con fuerzas portuguesas y civiles armados. En la batalla, los ataques españoles fueron rechazados con muchas bajas. Los invasores se retiraron hasta Chaves. El general francés Dumouriez, que estudió la campaña, escribió que los campesinos lograron que O'Reilly se retirara con pérdidas, a pesar de su pequeño número.
Otro ejército español que marchó hacia la provincia de Minho también fue derrotado por las fuerzas portuguesas en las montañas de Montealegre. Un ejército de 8.000 españoles enviado a Almeida también fue obligado a retirarse.
Finalmente, llegaron refuerzos a Oporto y Trás-os-Montes, ocupando los pasos de montaña y haciendo que la retirada española fuera inevitable. La prensa británica elogió el coraje de las milicias y el entusiasmo del pueblo. La batalla del Duero fue clave para el fracaso de la invasión.
La retirada española
Los españoles sufrieron muchas pérdidas. Se decía que era imposible caminar en las montañas de Trás-os-Montes por el olor de los cadáveres. Las bajas españolas en esta primera invasión fueron más de 8.000 hombres, según el historiador José Luis Terrón Ponce. Dumouriez estimó 10.000 bajas.
Al no lograr su objetivo principal (Oporto) y sufrir grandes pérdidas por el hambre y la guerra de guerrillas, el ejército español se vio obligado a retirarse a España a fines de junio de 1762. Abandonaron todas sus conquistas, excepto Chaves. El Marqués de Sarria, el comandante español, fue reemplazado por Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda.
Reorganización del ejército portugués
En mayo, llegaron fuerzas británicas a Portugal, incluyendo regimientos de infantería y caballería, sumando 7.104 hombres. Gran Bretaña también proporcionó suministros, municiones y un préstamo de 200.000 libras.
Hubo algunas dificultades entre los aliados por el idioma y la diferencia de salarios. Sin embargo, el Conde de Lippe logró reorganizar el ejército portugués. De 40.000 soldados portugueses, seleccionó entre 7.000 y 8.000 hombres aptos para el servicio. Así, el ejército aliado en la campaña sumó unos 15.000 soldados regulares (mitad portugueses, mitad británicos). Las milicias y otras fuerzas (unos 25.000 hombres) se usaron para defender fortalezas.
Estos 15.000 hombres se enfrentaron a un ejército combinado de 42.000 invasores (30.000 españoles y 10.000 a 12.000 franceses). Lippe logró integrar ambas fuerzas y hacerlas trabajar juntas.
Invasión a Alentejo: un ataque frustrado
El ejército franco-español se dividió en tres grupos. Uno invadió el noreste (primera invasión). Otro, reforzado por tropas francesas, invadió la provincia de Beira hacia Lisboa (segunda invasión). Y un tercer grupo, cerca de Valencia de Alcántara, planeaba invadir la provincia de Alentejo, en el sur de Portugal.
Los éxitos iniciales de la segunda invasión causaron preocupación. El rey D. José I presionó al Conde de Lippe para que atacara. Lippe decidió atacar primero al enemigo en su propio terreno, en Extremadura, cerca de Valencia de Alcántara, que era un importante depósito de suministros.
En la mañana del 27 de agosto de 1762, una fuerza anglo-portuguesa de 2.800 hombres, bajo el mando de Burgoyne, atacó y tomó Valencia de Alcántara. Derrotaron a un regimiento español, capturaron banderas y oficiales, y destruyeron armas y municiones.
La batalla de Valencia de Alcántara no solo animó al ejército portugués, sino que también impidió una tercera invasión de Portugal por el Alentejo, una provincia llana donde la caballería española podría haber avanzado sin oposición hacia Lisboa. Burgoyne fue recompensado por el rey de Portugal.
Segunda invasión a Portugal: Beira
La ilusión de una victoria
Después de la derrota en Trás-os-Montes, el ejército español se unió a 12.000 soldados franceses, formando una tropa de 42.000 hombres. El nuevo plan era invadir Portugal por la provincia de Beira Baixa, en el centro-este, con el objetivo de llegar a Lisboa. El Marqués de Sarria fue reemplazado por el Conde de Aranda.
A pesar de la gran diferencia de fuerzas, el Marqués de Pombal, primer ministro portugués, preparó barcos para evacuar al rey y su corte a Brasil si fuera necesario.
Al principio, la alianza franco-española ocupó varias fortalezas con muros dañados y sin tropas regulares, como Almeida, Castelo Branco y Vila Velha. Sin embargo, estas ocupaciones resultaron ser perjudiciales para los invasores, ya que perdieron más hombres por enfermedades que por combate.
Almeida, la fortaleza principal, estaba en muy mal estado. Su guarnición, de unos 3.000 a 3.500 hombres, se redujo por deserciones. Frente a 24.000 españoles y 8.000 franceses, los 1.500 hombres restantes se rindieron el 25 de agosto, después de una resistencia simbólica. La captura de Almeida fue celebrada en Madrid, pero la ocupación de estas fortalezas no ayudó a los invasores.
El pueblo en armas
El éxito inicial de los invasores en Beira se vio afectado por la fuerte oposición popular. Las acciones de los invasores, especialmente los franceses, pronto despertaron el odio de los campesinos. A medida que se adentraban en las montañas de Portugal, los invasores fueron atacados por guerrilleros, y sus líneas de comunicación y suministro fueron cortadas.
El general francés Maximilien Sébastien Foy señaló que la resistencia de la población armada dificultó mucho las operaciones del ejército invasor. Los habitantes de Beira incluso dijeron que no necesitaban tropas regulares y que lucharían sin apoyo.
Godoy, primer ministro español, explicó que los portugueses, por ley, eran todos soldados hasta los sesenta años para defender el reino. Se dispersaban en las montañas y atacaban en pequeños grupos, causando más daño que las tropas regulares.
Los invasores se vieron obligados a dispersar sus fuerzas para proteger las fortalezas, buscar alimentos y escoltar los convoyes. Las tropas restantes estaban hambrientas y desmoralizadas.
Abrantes: el punto de inflexión

En lugar de defender toda la frontera, Lippe se retiró a las montañas para defender la línea del Tajo, protegiendo así Lisboa. Su objetivo era evitar una batalla directa contra un enemigo superior y evitar que los franco-españoles cruzaran el Tajo. Si hubieran cruzado, habrían llegado a la provincia de Alentejo, cuyas llanuras permitirían a su caballería llegar fácilmente a Lisboa.
Lippe anticipó el movimiento de Aranda para cruzar el Tajo en Vila Velha de Ródão. Llegó a Abrantes y estableció destacamentos para bloquear el paso del río. Todas las posiciones estratégicas estaban ocupadas y los barcos habían sido destruidos. Los invasores solo tenían dos opciones: regresar a España o avanzar hacia Lisboa por las montañas del norte.
Lippe colocó fuerzas en estas montañas, dejando algunos pasajes abiertos para atraer al enemigo. Las fuerzas aliadas fortificaron sus posiciones en las alturas que cubrían Abrantes. Estas montañas tenían pendientes pronunciadas para los invasores, pero suaves para los aliados, lo que facilitaba sus movimientos y refuerzos. El ejército anglo-portugués logró detener el avance de los ejércitos borbónicos hacia Lisboa. Este fue el punto clave de la guerra.
Para romper el estancamiento, los españoles atacaron Abrantes. El 3 de octubre de 1762, tomaron el castillo de Vila Velha y atacaron los desfiladeros de San Simón. Sin embargo, el Conde de Schaumburg-Lippe envió refuerzos, y las tropas británicas derrotaron a los españoles en el río Alvito. El 5 de octubre, el ejército anglo-portugués, comandado por Lee, atacó y derrotó por completo a los españoles en Vila Velha. Capturaron artillería y destruyeron polvorines. Ese mismo día, los portugueses de Townshend derrotaron a una fuerza francesa en Sabugal, capturando muchos suministros.
La ofensiva fue un fracaso. La situación de la guerra había cambiado, y Abrantes demostró ser la "llave de Portugal" por su posición estratégica.
La táctica de tierra quemada
Ambos ejércitos estaban inmovilizados en Abrantes. Mientras los anglo-portugueses recibían provisiones, las tropas borbónicas tenían sus líneas de suministro cortadas por los campesinos armados. Esta situación empeoró con la táctica de la tierra quemada. Esta estrategia, usada en la historia portuguesa contra invasores, consistía en que la población evacuaba y destruía todo lo que pudiera ser útil al enemigo.
Los soldados portugueses y los campesinos convirtieron la provincia de Beira en un desierto. Los cereales y todo lo demás fue quemado o trasladado. Incluso caminos y casas fueron destruidos. Así, el ejército hispano-francés se vio obligado a elegir entre morir de hambre o retirarse.
Este plan era muy efectivo porque Lisboa solo podía ser atacada por el norte montañoso, donde el sistema defensivo aliado era fuerte. La ciudad estaba protegida por el Atlántico al oeste y el río Tajo al sur y este. Esto permitía a Lisboa recibir provisiones por mar, mientras el enemigo se debilitaba por el hambre y los ataques de guerrillas.

El ejército invasor sufría pérdidas terribles. El Conde de Schaumburg-Lippe, viendo la situación desesperada del enemigo, hizo una jugada audaz. La fuerza portuguesa del general Townshend realizó una maniobra para rodear al ejército invasor. Para no quedar atrapado, este comenzó a retirarse hacia Castelo Branco el 15 de octubre.
El ejército luso-británico abandonó sus posiciones defensivas y atacó la retaguardia del ejército español, tomando muchos prisioneros y recuperando casi todas las ciudades y fortalezas. Los españoles, que habían entrado como conquistadores, se vieron ahora perseguidos en un territorio devastado.
El colapso del ejército hispano-francés
Durante su retirada, el ejército franco-español, debilitado por el hambre, las enfermedades y las lluvias, se desintegró. Miles de soldados desertaron (el gobierno portugués ofrecía dinero a los desertores). Los rezagados y heridos fueron atacados por los campesinos.
Las cartas del secretario del ejército portugués al Marqués de Pombal mencionan miles de desertores y heridos. El coronel escocés John Hamilton describió al ejército español como "en una condición de máxima destrucción". Lippe afirmó que el ejército borbónico estaba "diezmado por el hambre, las deserciones y la enfermedad". Las bajas totales del ejército franco-español durante las dos primeras invasiones fueron de cerca de 30.000 hombres, casi tres cuartas partes de las fuerzas iniciales.
Isabelle Henry escribió que los españoles, desilusionados, abandonaron la lucha y perdieron 25.000 hombres. Edmund O'Callaghan estimó que el ejército español había perdido la mitad de sus efectivos antes de retirarse. Dumouriez calculó 15.000 bajas en la segunda invasión y 10.000 en la primera.
El desastre de Francia y España fue descrito por Dumouriez: "La corona de España envió 40.000 hombres a Portugal [...] Las fuerzas españolas, al arribar a la frontera, fueron reducidas a 25.000 hombres, y ninguna tropa sufrió jamás una campaña más horrible. Los heridos y los rezagados fueron casi todos atacados por los campesinos [...] el mal resultado de la campaña de Portugal deshonró a España, y la agotó hasta tal punto que tuvo que mantener la paz."
Las bajas británicas fueron mucho menores: 14 soldados muertos en combate y 804 por enfermedades o accidentes. La clave de la victoria fue la táctica de destruir al oponente sin combate abierto, atacando solo cuando se retiraba.
La caída del cuartel general español

La victoria luso-británica se simboliza con la conquista final del centro de mando español en Castelo Branco. Cuando el ejército aliado comenzó a rodear las fuerzas españolas en Castelo Branco, los españoles huyeron, abandonando a sus heridos y enfermos. El Conde de Aranda envió una carta al Marqués Townshend pidiendo un trato humano para los capturados.
El número de españoles capturados era muy alto, además de los heridos y enfermos. La epidemia se extendió a los habitantes portugueses cuando recuperaron la ciudad.
El historiador Lawrence H. Gipson afirmó que el ejército de Aranda, devastado por la enfermedad y las deserciones, se vio obligado a retirarse de las montañas, abandonando a sus enfermos y heridos. La guerra en Portugal terminó de manera poco gloriosa para España. Además, España sufrió reveses en sus colonias y en el mar.
La recompensa de Lippe
Con la excepción de dos fronteras fuertemente defendidas (Chaves y Almeida), todo el país fue liberado. Los restos del ejército invasor fueron expulsados hasta la frontera, e incluso dentro de territorio español.
Al final de la guerra, el Conde de Lippe fue invitado por el ministro Pombal de Portugal a quedarse para reorganizar el ejército portugués. Lippe aceptó. Cuando regresó a su país, fue elogiado por Voltaire y recibió grandes honores y regalos del rey de Portugal, incluyendo cañones de oro y una estrella con diamantes. También se le otorgó el título de "Serena majestad" y "Mariscal de campo honorario".
La tercera invasión de Portugal
La tercera invasión de Portugal fue impulsada por las negociaciones de paz entre Francia y Gran Bretaña. España quería conquistar una parte del territorio portugués para compensar sus grandes pérdidas coloniales ante Gran Bretaña y fortalecer su posición en las conversaciones de paz, que culminarían en el Tratado de París el 13 de febrero de 1763.
El factor sorpresa
Las tropas borbónicas estaban en sus cuarteles de invierno en España. Aranda calculó que si atacaba primero, antes de la primavera, los cuarteles portugueses serían tomados por sorpresa. El terreno llano de Alentejo daría ventaja a la caballería española.
Sin embargo, el Conde Lippe había tomado medidas preventivas. Fortaleció los cuarteles en Alentejo cerca de la frontera (en Elvas, Marvão, Ouguela, Arronches, Alegrete y Campomayor). También trasladó regimientos del norte al sur del Tajo y creó una fuerza de reserva. Varios oficiales británicos fueron enviados a comandar guarniciones portuguesas en puntos clave.
La ofensiva y la retirada
Los españoles dividieron su ejército en varios grupos para esta campaña. Entre 4.000 y 5.000 soldados intentaron invadir Marvão con un ataque frontal. La población fue forzada a rendirse, pero el capitán Brown resistió y venció a los españoles, que se retiraron.
Otros cuatro escuadrones atacaron el castillo de Ouguela el 12 de noviembre de 1762, pero su pequeña guarnición los rechazó. El asalto a Campomayor también fracasó.
El Conde de Schaumburg-Lippe movió todo el ejército luso-británico hacia el sur, cerca de Portalegre. Los españoles estaban desmoralizados. No habían logrado tomar ninguna fortaleza en las invasiones anteriores. El ejército portugués, aunque no siempre bien disciplinado, había ganado prestigio y nuevos voluntarios.
El ejército español se vio obligado a retirarse de nuevo el 15 de noviembre de 1762 y fue perseguido. Las tropas portuguesas incluso tomaron prisioneros en Alegrete y en Codicera.
España pide una tregua
El 22 de noviembre de 1762, el Conde de Aranda pidió un cese de hostilidades, que fue aceptado y firmado el 1 de diciembre de 1762. Aranda también intentó tomar Olivenza con 4.000 hombres, pero se retiró al ver que la ciudad había sido reforzada.
Un tratado de paz preliminar se firmó el 3 de noviembre. El tratado definitivo se firmó el 10 de febrero de 1763 en París. En este tratado, España se comprometió a devolver a Portugal las ciudades fronterizas de Almeida y Chaves, y la Colonia del Sacramento en Sudamérica. España hizo grandes concesiones a los británicos, recuperando solo La Habana y Manila.
Mientras tanto, Portugal capturó territorios españoles en América del Sur en 1763, como la mayor parte del valle del Río Negro. Los portugueses también resistieron al ejército español en Mato Grosso.
El conflicto en América del Sur entre España y Portugal durante la Guerra de los Siete Años terminó en un empate. España perdió casi todo el territorio que había conquistado, mientras que Portugal mantuvo sus conquistas en el valle del Río Negro.
¿Por qué ganó Portugal?

Esta guerra, conocida como la Guerra Fantástica en la historia portuguesa, no tuvo grandes batallas formales, sino muchas marchas y contramarchas. Fue una victoria de la estrategia sobre el número de tropas. Los ejércitos borbónicos no lograron su objetivo y tuvieron que retirarse ante un enemigo con menos soldados. El terreno montañoso y la falta de suministros fueron bien aprovechados por los aliados anglo-portugueses.
El ingenio de Lippe y el esfuerzo de sus tropas, que lograron reorganizar el ejército portugués, explican la victoria. La resistencia de la población rural fue determinante.
Los españoles cometieron errores, como cambiar su objetivo principal varias veces y reemplazar a su comandante en un momento clave. Su relación con los franceses era débil. Además, las tropas enviadas a América redujeron los recursos para la invasión de Portugal.
Las tropas borbónicas tuvieron que dispersarse para mantener los territorios, buscar alimentos, luchar contra guerrilleros y construir caminos. Las fuerzas restantes para operaciones militares eran pocas, hambrientas y desmoralizadas.
El prestigio de España en la época

Según varios observadores de la época, las pérdidas humanas en Portugal afectaron el prestigio de España.
- El general francés Charles-François Dumouriez en 1766 dijo: "La preservación [de la independencia] de Portugal costó a España su gloria, sus recursos, y un ejército."
- El español José Cornide en 1772 afirmó que la guerra de 1762 fue un desastre y que Galicia perdió más de 60.000 personas.
España compartió la derrota con Francia y su prestigio se vio afectado. Sin embargo, después de la guerra, España se comprometió a mantener la paz y comenzó un proceso de reformas y modernización.
La invasión en la literatura
En la literatura portuguesa, la invasión casi no se menciona. Sin embargo, en la literatura inglesa, hay al menos un libro sobre el tema: Absolute Honour.
En la literatura española, el novelista Benito Pérez Galdós escribió sobre la batalla de Bailén, donde un personaje describe con sarcasmo su participación en la campaña de 1762, defendiendo a su superior, el marqués de Sarria.
Conflicto en América del Sur
La invasión española de Portugal en Europa fue el escenario principal, pero también hubo un conflicto en los territorios portugueses de América del Sur. La invasión en Europa terminó en derrota para España, mientras que en América del Sur el resultado fue mixto.
- Desembocadura del Río de la Plata (hoy Uruguay): La expedición española de Cevallos fue exitosa. Conquistaron Colonia del Sacramento y otras fortalezas.
- Riogrande del Sur (sur de Brasil): Cevallos avanzó hacia el norte y conquistó la mayor parte del vasto territorio de "San Pedro" (actual Río Grande do Sul). Sin embargo, los españoles fueron derrotados en la batalla de Santa Bárbara por los portugueses. Todo este territorio fue recuperado por los portugueses entre 1763 y 1777.
- Río Negro (Amazonia, Norte de Brasil): Portugal conquistó la mayor parte del valle del Río Negro en 1763, expulsando a los españoles de sus fuertes.
- Mato Grosso (oeste de Brasil): Los portugueses resistieron al ejército español enviado desde Santa Cruz de la Sierra para alejarlos del río Guaporé, que era la entrada a la rica provincia de Mato Grosso. Los portugueses capturaron y ocuparon reducciones españolas que eran fuentes de suministro. El ejército español se retiró, dejando a los portugueses en posesión del territorio.
Así, el conflicto en América del Sur entre Portugal y España durante la Guerra de los Siete Años terminó en un empate táctico. Los españoles perdieron casi todo el territorio que habían conquistado, mientras que Portugal mantuvo sus conquistas en el valle del Río Negro.
Galería de imágenes
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La ciudad de Oporto, desde el flanco norte del río Duero. Su destino se decidió en la Batalla del Duero (25 de mayo de 1762).