Batalla de Umachiri para niños
Datos para niños Batalla de Umachiri |
||||
---|---|---|---|---|
Parte de Rebelión de Cuzco | ||||
Retrato del teniente general Juan Ramírez Orozco. Litografía de Domingo Valdivieso y Henarejos, hacia 1853.
|
||||
Fecha | 11 de marzo de 1815 | |||
Lugar | Entre Cupi y Umachiri, Puno, Perú | |||
Resultado | Decisiva victoria realista | |||
Combatientes | ||||
|
||||
Comandantes | ||||
|
||||
Fuerzas en combate | ||||
|
||||
Bajas | ||||
|
||||
La batalla de Umachiri (o de Humachiri) fue el enfrentamiento bélico librado el 11 de marzo de 1815, entre las fuerzas de la Junta Autónoma de Cuzco y las del Virreinato del Perú. Constituyó el punto culminante de la revolución independentista del brigadier Mateo Pumacahua, la victoria realista significó el fin de la rebelión y el apresamiento y ejecución de sus principales líderes.
Contenido
Fuentes
Entre las principales fuentes primarias utilizadas están el Diario de la Expedición del Mariscal de Campo D. Juan Ramírez, sobre las provincias interiores de la Paz, Puno, Arequipa y Cuzco, escrito en Lima por el teniente coronel Juan José Alarcón, quien combatió en la batalla en la unidad de ingenieros, y fechado en el 27 de noviembre de 1815. Debe mencionarse que este texto tiene el claro propósito de enaltecer la campaña del brigadier y las políticas adoptadas por el virrey ante la rebelión.
El parte oficial del brigadier Juan Ramírez Orozco, Copia del parte del Sr. Ramírez de su gloriosa acción contra Pumacahua el 11 de marzo de 1815 en Humachiri, fechado en el cuartel general del Cuzco el 3 de abril de 1815. Fue publicado en la Gaceta de Madrid del 2 de noviembre de 1815 como parte de una carta del virrey José Fernando de Abascal al secretario de Guerra fechada en Lima el 27 de junio de 1815. Del mismo oficial proviene el Diario de las operaciones del ejército del general Ramírez en su marcha de la ciudad de Arequipa para la del Cusco, fechado en Cuzco el 1 de abril de 1815. Fue publicado en la Gaceta del Gobierno de Lima el 10 de mayo de 1815.
El documento Proceso de Pumacahua incluye el interrogatorio al cacique rebelde. Fue escrito por un juez fiscal, teniente coronel Manuel Ponferrada, y su secretario, teniente Pascual Bernedo, en el cuartel general de Sicuani, durante el juicio militar celebrado entre el 16 y 17 de marzo de 1815. Fue publicado por primera vez en el artículo Centenario de la inmolación de Pumaccahua. El folleto limeño El pensador del Perú de 1815 es anónimo, aunque sin duda fue inspirado de una u otra forma por el virrey. El escritor peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre aporta Carácter del general Pomacagua, publicado originalmente en Filadelfia en 1823. El brigadier Pío Tristán aporta su Proclama de Pio Tristán á los arequipeños, redactada a su secretario, José Manuel Tames, en Arequipa el 21 abril de 1815 y publicada originalmente en la Gaceta del Gobierno de Lima, suplemento del Núm. 40, 17 de mayo de 1815.
La Memoria exacta e imparcial de la insurrección que ha experimentado la provincia y capital del Cuzco en el Reyno del Perú en la noche del 2 al 3 de agosto del año pasado de 1814 del regente de la Audiencia del Cuzco, Manuel Pardo Ribadeneira. El documento fue preservado por el coronel Juan Francisco Maruri de la Cuba, quien lo encontró entre los papeles de su hermano, vocal de Cuzco, estaba fechado el 1 de abril de 1816 y escrito por orden del brigadier Mariano Ricafort, presidente de Cuzco. Pardo Ribadeneira también participó, junto a los también oidores de la Audiencia de Cuzco, Pedro Antonio de Cernadas y Bartolomé de Bedoya, en la escritura del Informe (inédito) elevado al Rey Fernando VII (...), sobre las persecuciones que sufrieran con motivo de la rebelión del brigadier Don Mateo García Pumacagua (sic), fechado en Cuzco el 5 de mayo de 1815 acorde a la edición de Jorge Guillermo Leguía. En cambio, en la edición de Horacio Villanueva Urteaga el documento es denominado La Real Audiencia del Cuzco informa a V.M. sobre la insurrección ejecutada en ella, y especifica los sucesos relativos a sus Ministros y es fechado en Cuzco el 3 de mayo de 1815.
Antecedentes
Un día después de su victoria en Chacaltaya, el 2 de noviembre de 1814, los realistas de la división del brigadier Juan Ramírez Orozco entraron en La Paz. Posteriormente, la expedición siguió a Arequipa, ocupándola sin resistencia el 9 de diciembre; la guarnición patriota, al igual que los restos de una expedición fallida a Huamanga, se había unido a los fugitivos de Chacaltaya y la evacuó el 30 de noviembre (los patriotas la capturaron el 12 de noviembre). En la ciudad, Ramírez fue recibido con aclamaciones por el cabildo y el vecindario, pero sus tropas estaban agotadas después de una larga marcha por terreno montañoso. Además, como eran muy pocas, el brigadier no podía usar la fuerza para someter a la región y debió recurrir a comisionados enviados a los diferentes pueblos con proclamas de amnistía a todo aquel que entregara sus armas o cambiara de bando. También fueron entregados dos jefes rebeldes, José Astete y José Chirveches, quienes fueron juzgados y ejecutados. Finalmente, se preocupó de alimentar y conseguir nuevas armas y vestimentas a sus soldados y enviar una vanguardia de 250 soldados organizados en una compañía de veteranos y un cuerpo de caballería a Caylloma para poder vigilar a sus enemigos. Luego dejó como nuevo gobernador al brigadier Pío Tristán.
Después de Chacaltaya, Pumacahua se vio obligado a retroceder por el serio riesgo de quedar aislado de Cuzco, algo que no podía permitirse, o de ser rodeado si fuerzas realistas desembarcaban en la costa. Así, el 5 de diciembre realizó una junta de guerra en Apo decidió retirarse a Cuzco para impedir una concentración enemiga en el sur.
Las medidas antes mencionadas le costaron a Ramírez unos dos meses, tiempo en que se quedó en Arequipa. Durante enero, en Chuquibamba había cada vez más agitación y en Sicuani se reunían 10 000 rebeldes. A la vez, hubo un alzamiento realista en Tinta, donde el teniente coronel Ignacio Ruíz Caro fue vencido y forzado a huir a Arequipa con 40 seguidores. De hecho, el plan patriota era debilitar a las fuerzas realistas usando el clima y la orografía adversas y la necesidad de dejar unidades en las ciudades que tomaba. Al mismo tiempo, los rebeldes usaban su mejor conocimiento del terreno para bloquear los caminos con pequeñas fuerzas mientras atacaban con el grueso de sus fuerzas los cuarteles monárquicos, robando armas y dinero. Finalmente, después del fusilamiento del intendente José Gabriel Moscoso y al mariscal de campo Francisco Picoaga en Sicuani el 1 de febrero (capturados después de ser vencidos en La Apacheta) y siguiendo las órdenes del virrey, el brigadier realista decidió volver a la ofensiva el día 11.
Los monárquicos salieron de Arequipa y en la noche llegaron a Cangallo, donde pernoctaron hasta la mañana para seguir el avance, pero una tormenta los mantuvo inmóviles hasta el 15. En cuanto el clima mejoró llegaron rápidamente a Pati, enterándose que los patriotas concentraban fuerzas entre Ayaviri y Pucará. Esa misma jornada, Ramírez recibió la orden de Pezuela de volver a Potosí para ayudarlo contra una nueva campaña de los rioplatenses. El brigadier ordenó una junta con sus oficiales y decidieron unánimemente no obedecer la orden, pues si volvían al sur, los rebeldes tomarían Arequipa, Puno y La Paz de nuevo, cortando las comunicaciones entre Lima y el Alto Perú, pudiendo forzar a disolverse al ejército realista aislado y poniendo fin al virreinato. Así, primero acabarían con la rebelión y después ayudarían a Pezuela, decisión que fue informada al general.
El clima nuevamente empeoró y sólo el 19 pudieron reanudar la marcha a Lampa, donde descansaron tres días y se les unió el teniente coronel Lacón con 20 000 pesos. El 28 de febrero, Melgar escribió un oficio (y Vicente Angulo lo firmó) al brigadier, ofreciéndole reconciliación pero este último simplemente le respondió que si se sometía inmediatamente recibirían un indulto. Entre tanto, los patriotas seguían concentrándose a orillas del río Ayaviri, sabedores del avance enemigo. Al día siguiente, los monárquicos llegaron al cauce fluvial, pero lo consideraron imposible de vadear y se movieron al pueblo de Pucará. En esos momentos Pumacahua envió un mensaje a Ramírez exigiéndole su rendición, lo que fue respondido con insultos por el brigadier.
Son UU. muy viles é indecentes para que un general del Rey pierda el tiempo en contestaciones indebidas é indecorosas. Mis bayonetás humillarán la altivoz que á UU. anima (sic).Contestación de Juan Ramírez Orozco a Mateo García Pumacahua, cuartel general de Pucará, 7 de marzo de 1815.
Durante cuatro días (6 a 10 de marzo) ambos ejércitos marcharon de forma paralela, con los ríos Umachiri y Ayaviri entre ambos. En los días 6 y 7 de marzo, las tropas de Ramírez siguieron marchando por terreno pantanoso bajo fuego de la artillería patriota, especialmente en un camino estrecho donde hubo un enfrentamiento con una compañía de cazadores hasta que forzaron a los cusqueños a volver a las cumbres. Dándose cuenta que no había forma de vadear el Ayaviri, el brigadier ordenó construir unas baldas que quedaron listas en la tarde del 8. Entre tanto, los monárquicos también podían notar la llegada de numerosos refuerzos de forma constante al campamento patriota, que fue trasladado a un cuarto de legua, a la falda del cerro que dominaba la pampa, pudiendo aprovechar con su artillería esa posición si es que los realistas intentaban cruzar. Por eso Ramírez ordenó seguir la marcha hasta las cabeceras del río Umachiri buscando algún paso. Los días 9 y 10 tuvieron que atravesar profundos pantanos con el agua hasta la cintura y seguidos de siempre por los rebeldes desde la otra orilla. El día 10, Pumacahua había reconcentrado sus fuerzas a orillas del río Cupi, que estaba crecido por unas lluvias recientes. Al anochecer, los patriotas acamparon en tres campamentos: Pumacahua al frente del campamento realista, Angulo en la rinconada de Chuquibamba y Béjar cerca de Ayaviri.
Ejército patriota
Mando, composición y armamento
Las fuerzas rebeldes eran comandadas por el Inca, mariscal o marqués del Perú y teniente general Mateo Pumacahua, el General en Jefe, mariscal de campo y capitán Vicente Angulo, y el auditor de guerra Mariano Melgar.
Pocos hombres tenían pistolas y sables, algunos con granadas de mano que se podían arrojar con hondas, pero la mayoría lanzas, palos, hondas, macanas y lihuis (boleadoras).
La artillería era servida por desertores realistas, veteranos de la campaña en el Alto Perú. Las piezas fueron fundidas en Cuzco por un inglés llamado George. Ramírez lo ignoraba, pero estas piezas, apodadas vivorones, eran de calibre menor a las propias pero de un largo alcance.
Fuentes primarias
Alarcón menciona las declaraciones de José Bernandino Escobedo, patriota que desertó días antes de la batalla. Según él, los rebeldes disponían de 21 piezas de artillería de diversos calibres y afirmaba escucharles decir que tenían 12 000 hombres de todas las armas, incluyendo numerosa caballería de Arequipa. Posteriormente, el documento menciona la declaración de Melgar, la que hace subir el número de enemigos a 30 000, de los que 800 tenían fusiles, números aceptados por el general de división peruano Víctor López Mendoza en su Historia general del Ejército peruano.
Un camino similar sigue el parte oficial que escribió Ramírez, donde menciona un oficio que escribió el 11 de marzo para el virrey en que había afirmado que eran 12 000 enemigos. El militar rectifica y eleva el número a 30 000. En su Diario de operaciones menciona que eran 36 000 hombres, incluyendo 2000 a caballo y 600 con fusiles.
En el interrogatorio posterior a su captura, Pumacahua admitía que su ejército sumaba 14 000 combatientes, aunque desconocía el número de escopetas y fusiles, y respecto del número de cañones, dijo que eran «treinta y tantos» de varios calibres. El folleto El pensador del Perú de 1815 se limita a repetir las cifras clásicas, es decir, 30 000 indios con 40 cañones de diversos calibres y abundante caballería. Vidaurre dice que en las Cortes de Cádiz se rumoreaba que los rebeldes podían movilizar 40 000 indios. En su proclama, Tristán afirma que en Umachiri se había «escarmentando decenas de millares de indios reunidos con el fin de dislocar estas provincias para la dominación del mejor de los soberanos, el señor don Fernando VII».
En la Memoria exacta e imparcial de Pardo Ribadeneira eleva el número de rebeldes a 20 000 indios, aunque otras ediciones hablan de 25 000. Según la edición de García Cambia contaban con 500 fusiles y 37 piezas de artillería. En el informe de Pardo Ribadeneira se afirma que se «arrollaron y destruyeron en los campos de Umachiri a más de treinta y nueve mil hombres entre indios y mestizos» según la edición de Leguía. En cambio, la edición de Villanueva Urteaga dice «arrollaron y destruyeron en los campos de Umachiri a más de 30 mil hombres entre indios y mestizos».
Estudios posteriores
Todas las fuentes y eruditos coinciden en que los cuzqueños contaban con más de 10 000 hombres en el campo de batalla. El historiador peruano Luis Antonio Eguiguren Escudero afirma que informes del virrey Abascal (y remitidos al brigadier Ramírez) hablan de 10 000 hombres reunidos por los patriotas entre Ayaviri y Pucará en el mes de enero. Este número es perfectamente posible si se analizan otros ejércitos reunidos por los cuzqueños en años posteriores. El escritor peruano José Casimiro Ulloa en su obra de 1879, La revolución de 1814, menciona que alcanzaban los 12 000 efectivos con una poderosa caballería formada en los campos de Arequipa y 31 piezas de artillería de diverso calibre. Jorge Basadre, historiador peruano, se queda con esta cifra como la más verídica, aunque él eleva el número de cañones a cuarenta. Sin embargo, tanto Eguiguren Escudero como Ulloa aceptan las rectificaciones de Alcón y Ramírez. Para ellos lucharon 30 000 patriotas con 40 cañones de diverso calibre, aunque para el primero tenían 800 fusileros, mientras que el segundo hablaba inicialmente 500 y después los eleva a 800.
El diplomático español Mariano Torrente es claramente es favorable a los realistas. Afirma que eran 20 000 indios, 800 fusileros y 40 cañones. El historiador ecuatoriano Alfonso María Borrero Moscoso la estimación de veinte mil indios, 500 fusiles y 37 cañones. Andrés García Camba, militar realista, escribió en 1846 Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, donde se asume que Pumacahua tenía 500 fusileros, 37 cañones y «muchos miles de indios á pie y á caballo (...) se computó en mas de 20,000» (sic).
El historiador José Tamayo Vargas reduce el tamaño de la expedición a Arequipa, no más de 5000 indios, 500 fusileros y 37 cañones. Su colega Jorge Cornejo Bouroncle coincide en el número de infantes y fusiles, pero agrega un dato más: sostiene que José Gabriel Moscoso y el coronel José Menaut actuaron como espías de los realistas, informando a Ramírez cuando estaba en Puno que «Pumacahua está aumentando sus fuerzas, de cinco mil hombres que eran tiene ya doce mil y muchos voluntarios se han presentado con sus propios caballos y armas».
La investigadora de la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú (CPHEP), Lourdes Rosario Medina Montoya, asumió los 12 000 combatientes mencionados por Alarcón y Ramírez, aunque reconoce que ambos rectificaron y triplicaron el número. También asume como correctos los números de la caballería patriota. Por último, cree que los hombres debieron tener entre 500 y 800 fusiles.
Ejército realista
Comandante en jefe
Adjunto
Comandantes de unidades
Unidades |
Eran menos de 2000 hombres, y es probable que no llegaran a los 1500. La mayoría eran cuzqueños, posiblemente miembros de clases o etnias enfrentadas a las involucradas en la rebelión, fuerzas disciplinadas con años de experiencia en combate en el Alto Perú.
Alarcón afirma que al comienzo de la campaña el regimiento 1.º de Infantería de Línea del Cuzco se componía de dos batallones que sumaban 687 plazas y el batallón General del Alto Perú de 312 plazas. También contaban con un piquete de 40 jinetes y 6 piezas de campaña de 4 libras. Posteriormente, cuando salieron de Arequipa eran 1200 infantes con 50 jinetes, es decir, menos de 1300 efectivos con 6 cañones de campaña. En esta última estimación coincide con Pardo Ribadeneira en Informe (inédito) elevado al Rey Fernando VII. En tanto que en su Memoria exacta e imparcial habla de 1200 a 1800 cuzqueños dependiendo de la edición. En El Pensador del Perú se señala que la división de Ramírez se componía inicialmente, al salir de Cotagaita el 16 de septiembre, de 1200 hombres.
García Camba asume como correcta la cifra de 1200 hombres organizados en dos batallones y dos escuadrones y con 4 cañones. Eguiguren Escudero y Ulloa creían que inicialmente la división sumaba 1200 hombres, a los que se fueron sumando algunos reclutas y dispersos en Arequipa. De hecho, Pardo Ribadeneira menciona que 200 voluntarios tinteños a cargo del coronel Francisco de Paula González se habían sumado a la fuerza durante la campaña.
Alarcón también se menciona que con algunos veteranos y muchos jinetes locales se formó un cuerpo de 250 jinetes que fue enviado a las cabeceras de Caylloma a vigilar a los rebeldes.
Combate
Terreno
Ambos bandos estaban separados por los ríos Umachiri y Ayaviri; cerca del primero estaba el pueblo de Pucará, que está 9 leguas al norte de Lampa, a orillas de un río que desciende de los montes Aricoma y Carabaya, estando cerca de un peñón homónimo de 300 a 350 pies de altura. A 6 leguas al norte está Ayaviri y luego Orurillo. Al noroeste está Ñuñoa y al suroeste Santa Rosa, y 5 leguas al sur de esta última se encuentra Macari. En tanto de Umachiri está a 5 leguas de Ayaviri y Macari, siendo un lugar muy frío que vivía de la producción de papas y cebada y la minería de cobre y plata y carece de buenos caminos. A tres leguas al sur le sigue Cupi y a otra legua más Llalli, también lugares fríos y sin caminos pero dedicados a la ganadería.
El campo de batalla definitiva era una llanura atravesada de forma oblicua por el gran río Llalli de oeste a este, en cuya margen septentrional estaban las serranías que llevaban desde Umachiri a Santa Rosa. La llanura era espaciosa y estaba rodeada por serranías desde donde los rebeldes podían observar y decidir cuándo atacar, estando en completa ventaja sobre Ramírez.
Cruce del Umachiri
A las 02:00 horas del 11 de marzo, los rebeldes levantaron el campamento y los monárquicos hicieron lo mismo a las 06:00. Estos últimos se dirigieron al Umachiri, donde desalojaron a un piquete enemigo que vigilaba unas alturas para impedirles el paso del río. Al parecer se trataba de una vanguardia de caballería que hizo algunos disparos contra la vanguardia formada como guerrilla. Los Dragones de Tinta y una compañía de fusileros forzaron a los patriotas a cruzar al otro lado del río y dejar libre el paso a los realistas para atravesar las aguas. Después de este éxito se encontraron con todo el ejército rebelde a la otra orilla del caudaloso Llalli. Eso impidió a Ramírez realizar su plan: cruzar el Umachiri, ubicarse en la llanura cercana a las posiciones enemigas y al amanecer siguiente atacar a los patriotas.
Planes y orden de batalla
En la ribera norte estaban los patriotas en una línea de batalla de tres leguas que ocupaba parte del llano y las faldas de los cerros inmediatos. Había sido Pumacahua (o quizás Angulo) quien decidió esperar al otro lado del Umachiri, forzando a Ramírez a hacer un gran esfuerzo cruzándolo, posiblemente sufriendo muchos ahogamientos en el proceso.
Sus alas eran defendidas por tres cuerpos de caballería listos para cruzar el río cuando fuera necesario y se apoyaban en la artillería. Su plan era flanquear a los realistas cuando intentaran cruzar las aguas y atraparlos entre dos fuerzas.
Al otro lado estaba la división de Ramírez situada en una pequeña altura, pero al comprender la desventaja que tenía en dicha posición, decidió parar y situar a su artillería en el mencionado morro, levantar las tiendas y descargar a las bestias mientras estudiaba el terreno. Apenas habían terminado con esta operación, cuando 6 cañones patriotas empezaron a abrir fuego. Luego, los rebeldes se aproximaron en gran número al río Llalli, dejando claro que la batalla sería en ese momento y lugar. Según Ramírez, la línea rebelde se fue engrosando progresivamente con el paso del tiempo y se acercaba lentamente profiriendo insultos y gritos. Mientras, la artillería patriota forzaba a los realistas a refugiarse entre los peñascos del morro, aparentando debilidad para animar a los indios a atacar confiados en su superioridad numérica.
Cruce del Llalli
Sin embargo, la infantería patriota no cayó en la treta y Ramírez ordenó prepararse para cruzar el río, fue entonces un cuerpo de caballería rebelde, a media legua de los realistas, cruzó el río por un vado y amenazó a su flanco izquierdo, lo que forzó a Ramírez a reforzar ese sector con 30 hombres. Al mismo tiempo, otra fuerza de jinetes patriotas cruzó el Llalli y amenazó la derecha realista, forzando a enviar a la primera compañía de granaderos del 1.er regimiento, a las órdenes del teniente coronel Manuel Venero, pudiendo resistir durante todo el día a la caballería. Ramírez hizo formar a su tropa desde el inicio del cañoneo y después de dar vivas al rey, la hizo avanzar de frente, bajo el fuego de la artillería enemiga, hasta llegar a la orilla del río; su único apoyo fueron dos piezas de artillería que debían responder a sus contrapartes.
Para cruzar el río los soldados realistas debieron despojarse de sus ropas, llevar su cartuchera en la cabeza y el fusil al cuello, soportar el agua hasta el pecho bajo fuego enemigo y ver a algunos compañeros ser arrastrados por las aguas. Llegados a la otra ribera, se formaron en batalla de nuevo y a paso redoblado se arrojaron sobre los patriotas, quienes no hicieron la primera descarga hasta cuando ya estaban a unos pocos pasos. Ante tal acaso, en apenas 15 minutos la línea rebelde se deshizo y comenzó una retirada relativamente ordenada. Mientras tanto, la compañía de granaderos que defendía el ala derecha también pudo vadear el río y empezar a atacar al ala izquierda enemiga. Ramírez aprovechó el momento para reforzarla con todos los oficiales que tenía en reserva y al mando del teniente coronel Manuel Ponserrada (o Ponferrada) cargar a galope para masacrar a quien se encontraron.
En tales momentos, un cuerpo de 300 jinetes patriotas (otras fuentes hablan de 500 a 1000) vadeó el río y atacó por la retaguardia al campamento monárquico, donde estaban los equipajes y las mujeres que acompañaban a la división, aunque otra fuente dice que atacaron desde el pueblo de Umachiri, que en esos momentos había quedado atrás del ejército realista. El capellán y doctor de la división, Esteban Rodríguez, debió armar con palos y lanzas que encontró a las féminas e incluso con fusiles a 12 de ellas. Las mujeres también lograron mover un cañón que estaba abandonado por considerarse inútil, pero lograron moverlo al morro y hacer que disparada dos tiros. Posteriormente, la caballería a cargo del teniente coronel Aragón logró dispersar a los asaltantes.
Sin embargo, los patriotas aún no estaban vencidos y se reorganizaron en las alturas, desde donde abrieron fuego con las piezas que les quedaban. Por su parte, los monárquicos avanzaron contra ellos por el centro en como columnas (formación cerrada), a la vez que las unidades que habían defendido sus alas empezaban a cruzar y atacaban como guerrillas (formación abierta), logrando desalojarlos rápidamente. Cuando huyeron al otro lado de los cerros, los rebeldes se dieron cuenta de que muy pocos realistas los perseguían, se rehicieron y contraatacaron. Según Eguiguren y Ulloa debieron intervenir 100 hombres que se habían quedado de reserva acompañando al brigadier para dispersarlos. En cambio, el historiador peruano Evaristo San Cristóval Palomino afirma que Ramírez envió a la 1.ª compañía de fusileros del 1.er regimiento al mando del capitán Antonio Cruzado para expulsar a los enemigos del cerro, quedándose con sólo 100 hombres de última reserva.
El enemigo huía en grupos dispersos, pero luego cayó la noche, como estaban a 3 leguas de su campamento, Ramírez canceló toda persecución, temeroso que si sus hombres seguían persiguiéndolos fueran emboscados en las sierras cercanas a Santa Rosa. Eran las 21:00 horas y resolvió que sus soldados pasaran la noche en la orilla del río, no creyendo prudente ordenarles cruzarlo de nuevo.
Consecuencias
Bajas
Según Alarcón, las bajas rebeldes pasaron los mil muertos junto a 37 piezas de artillería y una considerable cifra de fusiles y un número aún mayor de otras armas capturadas. También se tomaron todos los pertrechos, campamento y una porción de prisioneros. Los monárquicos padecieron 7 muertos por disparos y 6 por ahogamiento al cruzar el río y unos pocos heridos, tal desproporción lleva al autor a comparar la victoria con la obtenida por Quinto Fabio Máximo Alobrógico en Vindalium o la de Lucio Licinio Lúculo en Tigranocerta.
Es destacable que el victorioso Ramírez no solicitara ningún título nobiliario por tal victoria, quizás un condado o marquesado, siguiendo el ejemplo de Goyeneche (conde de Huaqui), Pezuela (marqués de Viluma) y La Serna (conde de los Andes), aunque tenía los mismos méritos militares.
Fin de la rebelión
Entre los prisioneros estaban el coronel N. Dianderas, otro coronel que era yerno de Pumacahua y el cacique de Umachiri, todos ellos fallecieron en el campo. En tanto, Melgar también fue capturado e interrogado por su rango de auditor de guerra, siendo ejecutado a la jornada siguiente. Pumacahua fue a Tinta con unas pocas tropas para intentar organizar una defensa de Cuzco, pero en Sicuani, donde unos días antes había reprimido violentamente una contrarrevolución monárquica, se alzaron nuevamente y salieron en su captura. Entre tanto, Ramírez iniciaba la marcha hacia Cuzco el día 13. Pumacahua huyó a las alturas de Marangani pero fue traicionado por un seguidor al que envió a buscar comida. Fue capturado dos días después de la batalla por los indios de Ayaviri, quienes lo entregaron a Ramírez. El brigadier se enteró de su captura en la noche del 14. De inmediato se dirigió a Sicuani, llegando el 17. El prisionero fue ejecutado en Sicuani el día 18. Esa misma jornada, los monárquicos marcharon a Cuzco. Pumacahua no fue previsor y no había dejado ninguna fuerza de reserva para proteger el Cuzco si era vencido, por lo que después de la batalla, Ramírez marchó por el Altiplano y el valle del Vilcanota sin ser molestado, salvo por guerrillas intrascendentes.
La batalla significó el colapso del gobierno revolucionario. El 18 de marzo estallaba en la propia Cuzco una revuelta realista que consiguió arrestar a todos los jefes supervivientes. El 20 de marzo era nombrado como nuevo gobernador realista de Cuzco a José Mariano de Ugarte. El 23 de marzo, los realistas entraban triunfante en Cuzco exhibiendo la cabeza de Pumacahua en una pica (uno de sus brazos fue exhibido en Arequipa). Dos días más tarde lo hacía Ramírez. El 13 de abril Ramírez escribió una proclama para los cuzqueños donde acusaba a los rebeldes de y causantes de los males padecidos por la población. El 29 de mayo fueron ejecutados en la ciudad los hermanos Angulo, José Gabriel Béjar, José Agustín Chacón y Becerra, Josef Rosel y Valdés y otros cabecillas. La dureza de tal castigo fue justificada como una venganza por la muerte de Picoaga y Moscoso. Lo cierto es que los rebeldes habían dado un paso sin retorno cuando proclamaron la independencia del Perú en Arequipa, el 10 de noviembre del año anterior. Finalmente, se estableció una comisión encargada de juzgar a los vecinos de Cuzco según su nivel de simpatía o colaboración con la rebelión.
Gracias a la capacidad militar del brigadier se restablecieron las comunicaciones entre Lima y el ejército real acantonado en Oruro, pacificándose un enorme territorio, pues las ciudades de Huancavelica, Huamanga, Puna, La Paz y Arequipa habían caído ante el ímpetu de la revolución de Cuzco. El ejército vencedor reunió todos los recursos para reorganizarse y equiparse antes de regresar al sur, muchos de los medios se consiguieron mediante la fuerza y el uso de la represión contra oponentes. El general volvió para unirse a su superior, teniente general Joaquín de la Pezuela, y tomar rumbo a Cochabamba para detener el avance de los rioplatenses, dándose otra batalla decisiva en Viluma.
El 23 de abril, Tristán celebró una misa en Arequipa en honor a la victoria y unos días más tarde unas exequias por Moscoso y Picoaga. Ramírez envió al virrey, como trofeos y señales de respeto, el estandarte tomado en Umachiri y el uniforme de José Angulo. El 25 de abril, el Cabildo de Arequipa proclamaba al brigadier como el «restaurador de Cuzco, libertador de las cuatro provincias limítrofes».
En la batalla participó un adolescente llamado Miguel de San Román, futuro presidente peruano, junto con su padre, el coronel Miguel Pascual, quien fue ejecutado poco después en Puno.