Sublime para niños

Lo sublime es una idea en el arte y la filosofía que describe algo tan grande, impresionante o hermoso que nos deja sin palabras. Es una experiencia tan fuerte que va más allá de lo que podemos entender con la razón. A veces, incluso puede causar una sensación de asombro o un poco de temor, porque es demasiado grande para que nuestra mente lo asimile por completo.
Este concepto viene de un antiguo escritor griego llamado Longino, quien escribió sobre ello en su obra Sobre lo sublime. La idea de lo sublime se hizo muy popular en el Renacimiento, el Barroco y, especialmente, durante el Romanticismo.
Contenido
¿Qué es lo sublime?
Según Longino, lo sublime es una cualidad especial en el lenguaje que hace que un texto sea muy poderoso y memorable. Él decía que lo sublime, cuando se usa en el momento justo, puede impactar como un rayo y mostrar toda la fuerza de quien habla o escribe. Para Longino, algo es realmente grande si nos hace pensar mucho y su recuerdo permanece en nuestra mente. También creía que una emoción fuerte y noble puede hacer que las palabras se sientan divinas.
En la retórica antigua (el arte de hablar y escribir bien), "sublime" era la forma más alta de estilo. La idea de "grandeza" de Longino tiene raíces en el pensamiento de Platón, quien hablaba de la "elevación" que viene de la inspiración. Esta idea fue adoptada por pensadores como San Agustín y se conectó con la mística (una forma de experiencia espiritual profunda), donde lo sublime se asocia con el silencio y la contemplación.
En la estética oriental, especialmente en la filosofía zen, existe un concepto similar llamado yūgen. Esta palabra puede significar "oscuro", "profundo" o "misterioso". En la poesía japonesa, yūgen describe la profundidad sutil de las cosas que se mencionan en los poemas. En el teatro nō, se refiere a la elegancia y el comportamiento refinado, pero también a un sentido profundo y misterioso de la belleza del universo y la tristeza del sufrimiento humano.
El redescubrimiento de lo sublime
El libro de Longino Sobre lo sublime no fue muy conocido durante la Edad Media. Pero en el siglo XVI, volvió a ser importante gracias a nuevas ediciones. En el siglo XVII, las ideas de Longino sobre la belleza fueron muy valoradas y se aplicaron al arte barroco. Una de las ediciones más influyentes fue la de Nicolas Boileau-Despréaux en 1674, que puso el concepto de lo sublime en el centro de las discusiones artísticas de la época. Boileau decía que lo sublime "eleva, rapta, transporta" y se dirige más a los sentimientos que a la razón.
Lo sublime en el siglo XVIII: Reino Unido y Alemania
En el siglo XVIII, el concepto de lo sublime resurgió con fuerza en el Reino Unido, dentro de la filosofía empirista (que se basa en la experiencia). Pensadores como Anthony Ashley Cooper y John Dennis admiraron la grandeza de la naturaleza, especialmente después de viajar por los Alpes. Joseph Addison resumió estas ideas en su revista The Spectator (1711), en artículos llamados Los placeres de la imaginación.
Addison habló de tres cualidades estéticas: grandeza (sublimidad), singularidad (novedad) y belleza. Él conectó la belleza con la emoción, diciendo que nos afecta de forma inmediata y es más poderosa que la razón. Al retomar la idea de Longino, Addison llevó lo sublime del lenguaje a la imagen, aplicándolo a lo que vemos.
Edmund Burke profundizó en estas ideas con su libro Una investigación filosófica sobre el origen de nuestras ideas de lo sublime y lo bello (1756). Burke fue el primero en decir que lo sublime y lo bello son categorías opuestas, como la luz y la oscuridad. La belleza puede ser realzada por la luz, pero una luz muy intensa o la oscuridad total pueden ser sublimes porque nos impiden ver claramente. Esto lleva a la imaginación a un estado de asombro o incluso de temor ante lo "oscuro, incierto y confuso". Sin embargo, este temor también produce un placer estético, porque sabemos que es una ficción.
Burke describió lo sublime como un temor controlado que atrae el alma, presente en cosas como la inmensidad, el infinito, el vacío, la soledad o el silencio. Dijo que la belleza es "amor sin deseo" y lo sublime es "asombro sin peligro".
En Alemania, el filósofo Immanuel Kant también estudió lo sublime en su obra Crítica del Juicio (1790). Kant definió lo sublime como "lo que es absolutamente grande" o solo comparable a sí mismo. Esto sobrepasa al observador y le causa una sensación de asombro. Para Kant, lo sublime solo puede darse en la naturaleza, cuando contemplamos algo tan inmenso que supera nuestras capacidades.
Para Kant, lo bello es una contemplación tranquila, mientras que lo sublime agita y mueve el espíritu, causando asombro. Para sentir lo sublime, se necesita cierta cultura, ya que lo que para una persona sin experiencia puede ser solo atemorizante, para alguien con conocimiento puede ser sublime. Kant veía la naturaleza como una fuerza poderosa y en ella encontraba lo sublime.
Kant distinguió un sublime "matemático" (relacionado con el intelecto y lo incomprensiblemente grande) y un sublime "dinámico" (relacionado con los sentidos y el poder de la naturaleza que puede amenazar nuestra integridad física, como una tormenta).
Lo sublime en el Romanticismo
La idea de lo sublime fue muy importante para el Romanticismo, un movimiento artístico y cultural. Los románticos creían que el arte debía surgir de las emociones del artista, valorando la figura del "genio". Exaltaban la naturaleza, el individualismo, los sentimientos y las pasiones. También le dieron importancia a lo oscuro, lo misterioso y lo irracional, considerándolos tan válidos como lo racional y luminoso.
El concepto de belleza se alejó de los cánones clásicos, aceptando aspectos como lo grotesco o lo macabro, no como algo feo, sino como otra cara de la belleza. Se valoró la cultura clásica con una nueva sensibilidad, apreciando lo antiguo y lo original. También se revalorizó la Edad Media como una época de grandes hazañas individuales. El gusto romántico sentía una especial predilección por las ruinas, que expresaban imperfección pero también evocaban un espacio espiritual.
En el arte, lo sublime se unió al concepto de lo pintoresco (cualidades como la singularidad, la irregularidad o la originalidad en paisajes y objetos). Así, en el paisaje romántico, lo sublime y lo pintoresco se combinaron para crear imágenes que generaran nuevas ideas y emociones. Para los románticos, la naturaleza era una fuente de inspiración intelectual, vista de forma mística, llena de leyendas y recuerdos. Los paisajes románticos mostraban una naturaleza grandiosa: grandes cielos y mares, montañas, desiertos, glaciares, volcanes, así como ruinas, ambientes nocturnos o tormentosos y cascadas.
Pero no solo la naturaleza podía ser sublime; también existía una sublimidad moral en acciones heroicas o grandes actos civiles, políticos o religiosos. Y una sublimidad pasional, relacionada con la soledad, la nostalgia, la melancolía y el mundo interior de cada persona.
Los románticos encontraron lo sublime en la arquitectura gótica y en la "terribilità" de Miguel Ángel, a quien consideraban el genio sublime por excelencia. Dos grandes artistas que representaron lo sublime fueron William Blake y Johann Heinrich Füssli. Blake, poeta y pintor, creaba imágenes llenas de fantasía, con personajes y composiciones épicas y apasionadas. Füssli, pintor suizo, exploró temas de lo macabro y lo satírico, con una visión personal de la humanidad. Su estilo era imaginativo y monumental. El sentido de lo sublime en Füssli se centraba en las emociones y la mente, como en el gesto heroico o el gesto que causa asombro, como en La pesadilla (1781).

Quizás el artista más representativo de lo sublime fue el alemán Caspar David Friedrich. Él tenía una visión poética de la naturaleza, donde la figura humana a menudo aparece de espaldas, invitando al espectador a contemplar la inmensidad del espacio. Algunas de sus obras son: El monje junto al mar (1808-1810), Abadía en el robledal (1809), El caminante sobre el mar de nubes (1818) y Océano glacial (Naufragio de la “Esperanza”) (1823-1824).

Otro artista importante fue Joseph Mallord William Turner, un paisajista que combinó una visión idealizada de la naturaleza con una predilección por los fenómenos atmosféricos intensos: tormentas, niebla, lluvia, nieve o fuego. Sus paisajes son dramáticos y causan asombro, transmitiendo una sensación de energía desatada. Turner experimentó mucho con el color y la luz, dando a sus obras un gran realismo visual. Entre sus obras destacan: Naufragio (1805), Aníbal cruzando los Alpes (1812), El incendio de las Casas de los Lores y de los Comunes (1835) y Lluvia, vapor y velocidad (1844).
Otros paisajistas que representaron lo sublime incluyen a John Martin y Thomas Cole en el Reino Unido; Ernst Ferdinand Oehme en Alemania; Caspar Wolf en Suiza; y Hubert Robert en Francia.
Lo sublime en España
En España, el concepto de lo sublime fue explorado por varios pensadores y artistas. Benito Jerónimo Feijoo lo mencionó en su ensayo El no sé qué (1734). Más tarde, José Luis Munárriz tradujo obras que hablaban de la estética de lo sublime del prerromanticismo inglés. Francisco Sánchez Barbero y Esteban de Arteaga también lo abordaron en sus escritos. En el siglo XIX, Gustavo Adolfo Bécquer y el filólogo Manuel Milá y Fontanals profundizaron en esta categoría estética.
Revisiones del concepto después del Romanticismo
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el concepto de lo sublime siguió evolucionando. Pensadores como Max Dessoir distinguieron cinco formas estéticas básicas: lo bello, lo sublime, lo trágico, lo feo y lo cómico. Para Dessoir, la experiencia de lo sublime implicaba olvidarse de uno mismo, donde el asombro se convertía en una sensación de bienestar y seguridad al enfrentarse a algo superior.
Lo sublime también fue fundamental en el modernismo, buscando liberar al observador de las limitaciones humanas. En el siglo XX y siglo XXI, la idea de lo sublime se ha vuelto más común y se ha aplicado a la vida diaria e incluso a la política, aunque a veces de una manera menos profunda que en el pasado.
El teórico Jean-François Lyotard sugirió que lo sublime muestra los límites de nuestra capacidad para entender el mundo, revelando su complejidad. Fredric Jameson usó el término "sublime" para describir la experiencia estética del hiperrealismo, un arte que, según él, refleja un mundo dominado por las imágenes, donde es difícil distinguir la verdad de la falsedad.
Galería de imágenes
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Incendio de Roma (1787), de Hubert Robert.
Véase también
En inglés: Sublime (philosophy) Facts for Kids