Historia de la industria del algodón en Cataluña para niños
La del algodón fue la industria que convirtió a Cataluña, a mediados del siglo XIX, en la principal región industrial de España. Es la única excepción mediterránea a la tendencia de la industrialización temprana a concentrarse en el norte de Europa. Al igual que en otros países europeos y en Estados Unidos, la industria algodonera catalana fue la primera en aplicar el sistema fabril y la tecnología moderna.
La industria nace a principios del siglo XVIII, con la producción de telas estampadas chintz impulsada por el Gobierno para sustituir importaciones y abrir las colonias americanas a los comerciantes catalanes. El hilado se añade tras introducir tecnología inglesa a principios del siglo XIX. La industria despega a partir de la década de 1830 una vez que Gran Bretaña elimina las restricciones a la emigración de mano de obra experta (1825) y a la exportación de maquinaria (1842) lo que permite a Cataluña importar el sistema fabril. Se introduce entonces la máquina de vapor. No obstante, el coste del carbón importado llevará a un uso extensivo de la energía hidráulica a finales de la década de 1860 que estimulará la creación de más de 75 colonias industriales en los ríos de la Cataluña rural.
Desde mediados del siglo XIX, la industria subsiste gracias a medidas proteccionistas ya que el costo de las pacas de algodón en bruto, la energía y la maquinaria dificultará su competitividad global y dependerá casi por completo del mercado interno y de las colonias en las Antillas. A partir de la Gran Depresión, la industria declina. El aumento de los conflictos laborales, una economía en declive, una guerra civil y, a partir de 1939, la política autárquica del primer Franquismo impidió que la industria se beneficiara del crecimiento y la inversión global posterior a la Segunda Guerra Mundial. La apertura de la economía española en la década de los 1960 y la crisis del petróleo en los 1970 acabaron con la industria.
La industria dejó un legado arquitectónico extraordinario. Los magnates del algodón fomentaron y financiaron los mejores logros del modernismo, ya fueran fábricas, residencias privadas o edificios de viviendas. A menudo, estos edificios servían tanto de sede de la empresa como de símbolo del poder, la modernidad y el espíritu progresista de sus propietarios. Algunos ejemplos notables: Casa Calvet, Casa Terradas, Casa Burés, Palau Güell, Fábrica Casaramona, Vapor Vell, Can Batlló, uno de cuyos edificios alberga hoy L'Escola Industrial, y la fábrica Aymerich de Terrassa, ahora Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña. La Iglesia de la Colonia Güell está inscrita en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO.
Las colonias industriales industrializaron y modernizaron la Cataluña rural, y sus infraestructuras albergan numerosos museos. Muchas de las turbinas instaladas en las (ahora cerradas) colonias continúan suministrando electricidad a la red nacional. Las colonias también fueron un imán poderoso que atrajo mano de obra y estimuló la redistribución de la población territorial en todo el país, con implicaciones para la política actual.
Contenido
1650-1736 La era de las indianas
Los primeros indianas (en inglés, chintz) llegaron a Barcelona alrededor de 1650, posiblemente reexportados desde Marsella, entonces la ruta principal de Europa a la India. Las indianas supusieron una verdadera revolución en el mundo de la industria textil tradicional. Eran tejidos más cómodos e higiénicos, más baratos y con colores más vivos que las prendas de seda y lana de entonces.
En 1717 se prohibieron en España los textiles asiáticos, probablemente como resultado de las quejas de los comerciantes de Cádiz y Sevilla ya que arruinaban su propio negocio de reexportación de Filipinas a México.
En 1728 se prohibió también la importación de imitaciones europeas de textiles asiáticos para así fomentar la industria textil local, como ya había hecho Inglaterra. Aunque no hubo inversión directa de la Corona española en algodón como sí la hubo, por ejemplo, en la lana, la prohibición favoreció el crecimiento de la industria algodonera catalana.
1736-1783 Los tejidos de algodón estampados
Los primeros tejidos estampados en Barcelona, utilizando la técnica de moldes de madera o sellos, fueron sobre lino, en 1736. Comerciantes emprendedores pronto establecieron sus negocios, ya que había demanda para estos tejidos. Este enfoque inicial en el estampado contrasta con la evolución de la industria en Inglaterra que, habiendo prohibido los textiles de algodón puro pero no la importación de algodón en bruto, se centraría ya en hilar y tejer una mezcla de lino y algodón.
A principios del siglo XVIII, se comienza a importar tela de lino de Ámsterdam a cambio de brandy.
El crecimiento de la demanda de brandy y vino en el norte de Europa sentó las bases para la transformación de la economía catalana y en particular de su industria textil. A medida que la viticultura se volvió más especializada y rentable, la prosperidad resultante condujo a una mayor demanda de telas estampadas. La viticultura generó también capital para invertir en la producción de estas telas, así como en la construcción de barcos para activar el comercio con las colonias americanas. La Real Compañía de Comercio de Barcelona a Indias se expandió rápidamente en el último cuarto del siglo XVIII, tras la abolición del monopolio de Cádiz. Exportaba a América vino y brandy y, cada vez más, telas estampadas, y el comercio de retorno importaba productos que eran insumos para la industria textil, como el índigo y el palo de Brasil, entre otros. Los comerciantes también invirtieron a partir de 1814 en el comercio de esclavos a Cuba.
El estampado creció rápidamente en Barcelona, en el clima de crecimiento demográfico y prosperidad que vivió España en la segunda mitad del siglo XVIII. Se fabricaba en talleres en las plantas bajas de los edificios en el interior de la muralla medieval de Barcelona. Los artesanos vivían en el barrio de Sant Pere, donde tradicionalmente se había utilizado la fuente de agua del Rec Comtal para operaciones de teñido y para tender la ropa a secar. El número de tales negocios aumentó de 8 en 1750 a 41 en 1770 y a más de 100 en 1786, más que en cualquier otra ciudad de Europa. En Mataró, a finales de la década de 1740 había 11 negocios con aproximadamente 470 telares y 1300 trabajadores.
La actividad se concentró en Barcelona debido a la existencia de artesanos de los gremios textiles medievales que proporcionaron una mano de obra con las habilidades adecuadas, una vez aprendieron las técnicas transmitidas por inmigrantes de Marsella, Hamburgo y Suiza. La formación en grabado y dibujo impartida por la Escuela de Bellas Artes de Barcelona fundada por la Real Junta de Comercio de Barcelona en 1775 fue clave.
1783-1832 Proto-industria
Este período preindustrial o proto-industrial se caracteriza por una expansión gradual de la hilatura y la tejeduría y, hacia 1800, la introducción de maquinaria inventada en Inglaterra.
Las guerras en Europa y Estados Unidos entre 1793 y 1814 interrumpieron el crecimiento de la industria textil. En España, con un mercado limitado a su propio territorio, los productores se vieron obligados a incorporar la hilatura (que hasta entonces de escasa importancia) y a mejorar su productividad mediante la adopción de la hilatura mecánica inglesa.
En España se hila y teje el algodón ya desde la década de 1760, pero usando métodos manuales tradicionales. La maquinaria se comienza a introducir en la década de 1790. Hasta entonces, la mayoría del hilo llegaba de Malta (hecho de algodón egipcio o turco), pero tras la captura de Malta por los ingleses, un edicto real en 1802 prohibió su importación. El hilado, entonces, cobra importancia. En 1806, el Tratado de Fontainebleau facilitará el proceso al permitir la compra de copias francesas de la mula de hilar inglesa.
Las fechas de llegada de la tecnología inglesa nos permite apreciar cómo la fabricación de tejidos se va automatizando en Cataluña. La primera Hiladora Jenny llegó en 1785, 21 años después de su invención; la primera hiladora hidráulica en 1793, 24 años después; y la primera mula de hilar en 1806, 27 años después. En 1820, la fabricación de estampados de algodón se realizaba con tecnología de 1792, pero utilizando ya hilo de algodón local. Hacia 1815 contando mulas de hilar e hiladoras jenny había en Barcelona un total de 40, y en 1829, son ya 410 mulas y 30 hiladoras.
A diferencia del estampado, que se centró en Barcelona, la hilatura se extendió a otros puntos de Cataluña, debido al uso de fuerza hidráulica. Igualada se convirtió en el centro de hilado más importante después de Barcelona, seguido por Manresa. Manresa contaba en 1831 con 11 hilanderías hidráulicas. La tejeduría se extendió aún más que el hilado con concentraciones (en orden decreciente de importancia) en Mataró, Berga, Igualada, Reus, Vic, Manresa, Terrassa y Valls. Sin embargo, los telares se mecanizaron a un ritmo más lento: en 1861 solo el 44 por ciento eran mecánicos.
El estampado también avanzó en este período, con el proceso de estampado cilíndrico introducido en 1817.
Entre 1797 y 1814 las guerras interrumpieron el comercio de brandy con el norte de Europa, que ya había descendido debido a la competencia en la producción de bebidas espirituosas de Escocia (whisky) y Rusia (vodka). Los comerciantes abrieron entonces un nuevo mercado de brandy y vino en Estados Unidos, con el algodón en bruto como comercio de retorno. Este comercio proporcionó el capital para comprar maquinaria para hilar y tejer y las primeras máquinas de vapor.
La nueva maquinaria aumentó la demanda de algodón en bruto, que se comenzó a importar de las colonias americanas en cantidades cada vez mayores. Entre 1804 y fines de la década de 1830 el volumen importado se cuadruplicó llegando a unos 5 millones de kilogramos.
1832-1861 El gran salto
La era industrial comienza realmente en 1833 con la instalación de la primera máquina de vapor aplicada a la industria en España en la nueva Fábrica Bonaplata (también llamada El Vapor), posible gracias a la eliminación de las restricciones por parte de Gran Bretaña a la emigración de mano de obra experta en 1825. Incluso los contemporáneos calificaron este evento como de revolución industrial, ya que en ella también se utilizaban por primera vez máquinas de hilar, tejer y estampar hechas de hierro fundido y impulsadas por vapor. La creación de esta empresa fue una alianza entre los representantes más dinámicos de los diferentes sectores de la industria: la importación y fabricación de maquinaria (Bonaplata, que realizó extensas visitas a Inglaterra), la estampación (Rull) y la hilatura y tejeduría (Vilaregut).
El Gobierno español apoyó la creación de la empresa. La fábrica recibió subsidios, se prohibieron otras importaciones de algodón y se permitió la importación de ciertos materiales y maquinaria libres de impuestos. A cambio, la empresa se comprometió a fabricar telares mecánicos y máquinas de hilar para el mercado local y a otorgar acceso gratuito a cualquier fabricante que quisiera aprender la tecnología del vapor.
Durante este periodo, además de la mecanización del hilado y de los telares del algodón, y de la adopción del sistema fabril se produjo el primer vertido de hierro fundido. La desamortización de tierras de la iglesia y de tierras comunales se tradujo en el aumento de la producción agrícola y de la población. La repatriación de capital de las colonias tras su independencia también contribuyó a una ola de prosperidad general. Un año después de inauguración de Bonaplata, cinco empresas más habían reunido el capital para importar e instalar máquinas de vapor. En 1842, Gran Bretaña eliminó las restricciones a la exportación de maquinaria. En 1846 había ya 80 máquinas de vapor en funcionamiento en Cataluña.
El número de barcos cargados de algodón en bruto que llegaban a Barcelona aumentó de 12 en 1827 a 65 en 1835 y a 140 en 1840, la gran mayoría procedentes de Cuba y Puerto Rico. En 1860 se habían importado 18.000 toneladas de algodón, 10 veces más que en 1820.
A finales de la década de 1830, la industria necesita ya salir de la ciudad amurallada de Barcelona, donde las máquinas de vapor con sus frecuentes explosiones asustaban a los vecinos. Pronto se instalaron fábricas en los pueblos de Gracia, San Andrés, San Martín y Sants, convertidos en los nuevos suburbios industriales mucho antes de que se incorporaran a la Gran Barcelona.
La industrialización aumentó la productividad y permitió la reducción de los precios. Con el fin de obtener economías de escala y competitividad internacional predominaba entonces la integración vertical con hilandería, tejeduría y acabados en una sola fábrica. Mientras que en 1840 los textiles españoles eran un 81 por ciento más caros que los ingleses, en 1860 la mecanización había reducido la diferencia al 14 por ciento. El precio de las indianas en Cataluña cayó un 69% entre 1831 y 1859. Para entonces, la mecanización ya había expulsado del mercado a los productores de otras partes de España. Por ejemplo, el precio de la tela de lino, producida principalmente en Galicia, no varió en el mismo período, por lo que la industria del lino se evaporó. Al mismo tiempo, el desarrollo de la industria textil algodonera en Cataluña impulsó la localización de la industria lanera en Sabadell, Tarrasa y Manresa, con el consiguiente declive de los centros laneros tradicionales de Castilla.
La industrialización también supuso dislocación y conflicto social. En 1835 ardió la fábrica de Bonaplata. En 1839 se formó el primer sindicato de España, la Asociación de Tejedores de Barcelona. En 1842 hubo una revuelta en Barcelona contra las políticas de libre mercado del Gobierno que amenazaban a la industria y a los trabajadores. En 1854-55 se produjo la primera huelga general en España, una acción de tipo ludita contra la mecanización de la hilatura facilitada por las denominadas «selfactinas» o máquinas de hilar automáticas a las que se culpó del paro forzoso de muchos trabajadores. Se quemaron fábricas y se demandó el derecho de asociación de los trabajadores. La acción terminó con la ocupación militar de la ciudad.
A pesar de la industrialización, a los fabricantes les resultaba cada vez más difícil competir con los importadores extranjeros por lo que solicitaron protección arancelaria. Un problema persistente fue el mayor costo de materias primas y maquinaria. De 1830 a 1844 el coste del algodón en bruto fue de media un 47 por ciento más alto en Barcelona que en Nueva York y un 28 por ciento más que en Liverpool. Los precios del carbón en Barcelona, un 76 por ciento más altos que en Gran Bretaña, desde donde se importaba. La maquinaria y las piezas también se importaban de Gran Bretaña y resultaban hasta tres veces más caras. Por otro lado, los salarios en Cataluña eran alrededor de un 15 por ciento más baratos que en Lancashire. La industria tenía también en su contra la gran cantidad de contrabando que ingresaba al país, un mercado más reducido y una productividad menor con respecto a la industria algodonera británica, lo que significaba que, sin protección, la industria catalana probablemente hubiera sucumbido a la competencia británica. Como resultado, el crecimiento a partir de este período tiene solo lugar en el mercado interno, con todas sus negativas consecuencias.
1861-1882 Las colonias industriales
Una serie de leyes en las décadas de 1850 y 1860 contribuyeron a una expansión de la industria en la Cataluña rural, estimulada por la posibilidad de reducir costes.
El objetivo de las Leyes de Colonias Agrícolas de 1855, 1866 y 1868 era transformar y modernizar el campo español, por lo que las colonias industriales quedaban cubiertas por estas leyes (y por lo tanto exentas de impuestos por un plazo de 10 a 25 años) solo si se establecían en zonas rurales. De las 142 colonias industriales que se beneficiaron de estas leyes en toda España, 26 fueron empresas textiles, quedando solo por detrás de la industria agroalimentaria con 60 colonias. 15 de estas 26 colonias estaban ubicadas en la provincia de Barcelona. La mayoría de estas 26 fábricas estaban integradas verticalmente, realizando toda la gama de procesos del algodón.
Además, las Leyes del Agua de 1866 y 1879 permitieron el uso del agua como fuente de energía gratuita, con el consiguiente ahorro en las importaciones de carbón inglés. Estas leyes también eximieron a las empresas que se acogieran del pago de impuestos industriales durante diez años.
Estas dos iniciativas, más el hecho de que en las zonas rurales los propietarios también encontraban mano de obra y terrenos más baratos que en Barcelona, y abundantes materias primas con las que construir sus fábricas, llevó a que la concentración de fábricas a lo largo de los ríos fuera quizás la más alta de Europa. La alta concentración en los ríos Ter y Llobregat permitió la construcción de ferrocarriles ya rentables que, desde alrededor de 1880, unieron minas de carbón locales con las fábricas (no se podía contar con el agua en todos los momentos del año), redujeron el costo del suministro de algodón y abarataron el transporte de los textiles al mercado.
En total, se construyeron en Cataluña unas 100 colonias industriales de las cuales 77 eran textiles, y en su mayoría algodoneras.
1882-1898 Comercio protegido con las Antillas
Con sobreproducción cada vez más común y demanda interna inelástica, los industriales del textil presionaron al gobierno para obtener más medidas proteccionistas. La Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas de 1882 fijó Cuba, Puerto Rico y Filipinas como áreas de cabotaje para España, lo que obligaba a estas colonias a comprar productos españoles y no les permitía importar productos extranjeros.
La actitud proteccionista de los gobiernos españoles de la época favoreció no solo al textil sino también a los cereales y la siderurgia. La Tarifa Cánovas de 1891 fue aún más allá, y ha sido descrita por un autor como el primer paso hacia el corporativismo (también conocida como la vía nacionalista del capitalismo español), ya que fomentaba participación estatal en las empresas y el rechazo de la competencia como norma en los negocios.
En ese momento, los aranceles eran la principal fuente de ingresos de los gobiernos de todo el mundo. El proteccionismo era común en Europa. Incluso en Gran Bretaña se abogaba por la reintroducción de aranceles y por un bloque comercial exclusivo. En Estados Unidos la filosofía proteccionista prevaleció desde el fin de la Guerra Civil hasta la década de 1930. La Tarifa Wilson-Gorman de 1894 impuso aranceles sobre el azúcar de Cuba, la principal exportación de la isla. Ello sumado al efecto de las leyes de cabotaje españolas, avivó un malestar en la isla que en pocos meses estalló en guerra de independencia. España perdió sus posesiones y con ellas el mercado del algodón.
1898-1930 Hacia adentro
En el momento de la pérdida del mercado colonial americano, en 1900, la industria textil representaba el 56,8 por ciento de la producción manufacturera catalana y el 82% de la producción textil de España. La actividad de sus fábricas se redujo drásticamente hasta 1903 lo que provocó importantes conflictos sociales como la huelga de trabajadores de 1902.
Hubo modestos intentos de encontrar nuevos mercados extranjeros, principalmente en el sur de América Latina. Las exportaciones españolas a Europa en este período crecieron alrededor del 5 por ciento, en particular gracias a la exportación a Francia durante la Primera Guerra Mundial. Estos esfuerzos se vieron luego obstaculizados por la política monetaria de la Dictadura de Primo de Rivera a partir de 1923, que perjudicó a todas las exportaciones españolas.
En general, las empresas catalanas se mostraron reticentes a trabajar con distribuidores extranjeros, ignorando las solicitudes o exigiendo condiciones comerciales que las hacían poco competitivas. A diferencia de en el mercado interno, donde los fabricantes tenían poca necesidad de redes bancarias o de ventas, los mercados extranjeros requerían de tales redes para facilitar las transacciones y administrar los riesgos. En lugar de construir estas redes, se vio a los mercados extranjeros simplemente como válvulas de escape en tiempos de sobreproducción. En consecuencia, se perdieron oportunidades de exportar productos y de crear la cultura que facilitara la mejora de los productos y su competitividad.
1930-1990 Decadencia y reestructuración
La Gran Depresión y luego el aumento de los conflictos laborales llevaron a un fuerte declive en la economía española y al hundimiento de la industria textil algodonera de Cataluña. El periodo de autarquía posterior a la Guerra Civil aseguró su obsolescencia tecnológica y gerencial, además de reducir las oportunidades de entrada de nuevo capital.
Cuando España comienza a abrir su economía en la década de 1960, la industria se enfrenta a un mundo diferente y se requieren ajustes drásticos. En Estados Unidos el poliéster se había introducido ya en la década de 1950, el spandex se patentó en 1959, el Kevlar se empieza a producir en 1965. En 1968, las fibras sintéticas superaron a las fibras naturales por primera vez en la historia.
El sistema de colonias industriales comenzó a colapsar en la década de 1960 debido a la inflexible estructura de su capital (propiedad familiar) y a cambios sociales como el deseo de los trabajadores de poseer electrodomésticos, automóviles o su propia casa, la pérdida de influencia de la religión y las oportunidades que las ciudades ofrecían al mundo rural. En la década de 1980 cerraron casi todas las fábricas de estas colonias industriales.
En 1969, el Plan de Reorganización de la Industria Textil Algodonera del Gobierno incluía el cierre de empresas marginales, la destrucción de maquinaria obsoleta y la reducción de la mano de obra, idealmente reasignada a nuevos sectores como el automóvil. La industria manufacturera del algodón sufrió también la gran crisis del shock inflacionario mundial del petróleo en los setenta y para 1980 no podía ya competir ni con los países “baratos” (Checoslovaquia, Hungría, Rumania).
Can Batlló cerró en 1964 y la Colonia Güell en 1973. La Colonia Sedó, que había sido la más grande de España en la década de 1930, cerró en 1980. La empresa La España Industrial ejemplifica los hitos de la industria. No sólo fue la primera sociedad anónima formada en España para la fabricación de algodón, sino también la primera en abarcar hilatura, tejeduría y acabado bajo un mismo techo. Se formó en 1847, creció hasta los 2.500 empleados a finales del siglo XIX, consolidó sus fábricas en la década de 1960 y cerró definitivamente sus puertas en 1981.
Hoy en día, la industria tan solo emplea a no más de 5.000 trabajadores.
Véase también
En inglés: History of the cotton industry in Catalonia Facts for Kids
- Industria Malagueña