Captura de Atahualpa para niños
Datos para niños Captura de Atahualpa |
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Parte de Conquista del Imperio incaico | ||||
![]() Óleo de Juan Lepiani que representa la captura de Atahualpa en Cajamarca.
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Fecha | 16 de noviembre de 1532 | |||
Lugar | Cajamarca, (actualmente Perú). | |||
Coordenadas | 7°09′25″S 78°31′03″O / -7.1569444444444, -78.5175 | |||
Resultado | Captura de Atahualpa. Victoria española estratégica y decisiva para la conquista de los Andes. | |||
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La captura de Atahualpa fue un evento clave en la conquista del Tahuantinsuyo. Ocurrió la tarde del 16 de noviembre de 1532, en la Plaza de Armas de Cajamarca, cuando los españoles, liderados por Francisco Pizarro, lograron tomar prisionero al Inca Atahualpa. Este suceso marcó el inicio de un cambio importante en la historia del Imperio Inca.
El evento fue rápido, durando unos 30 minutos. La acción provocó una gran confusión y desorden entre los asistentes, lo que resultó en muchas pérdidas.
Contenido
La Captura de Atahualpa en Cajamarca
¿Qué pasaba antes de la llegada de los españoles?
El Imperio incaico estaba en medio de una guerra civil por el trono. Atahualpa, uno de los líderes, se encontraba en Cajamarca con un gran ejército de unos 80.000 soldados. Estos soldados eran experimentados, pues habían ganado batallas contra su medio hermano Huáscar.
Mientras tanto, el español Francisco Pizarro dirigía una expedición. Había salido de Panamá en enero de 1531 con 168 hombres y 62 caballos.
El viaje de Pizarro y los mensajes de Atahualpa
Durante el viaje de los españoles, Atahualpa les envió varios mensajeros con regalos, algunos de ellos de oro. Esto hizo que Pizarro y sus hombres tuvieran más esperanzas de encontrar grandes tesoros.
Cuando Pizarro llegó a Cajamarca, la ciudad estaba vacía. Le informaron que el ejército de Atahualpa, de unos 30.000 hombres, estaba acampado a las afueras, en Pultumarca (hoy Baños del Inca). Atahualpa se preparaba para ir al Cuzco, donde sus generales habían capturado a Huáscar.
Atahualpa sabía que los españoles no eran dioses. Al contrario, no les dio mucha importancia. Según los relatos, planeaba usar a algunos de los conquistadores para conseguir armas y caballos.
La invitación de Pizarro a Atahualpa
Francisco Pizarro le pidió a Hernando de Soto que fuera a invitar a Atahualpa a cenar con él en Cajamarca. Pizarro insistió en que la invitación debía ser muy amable y pacífica.
Soto salió con veinte jinetes. Pizarro, al ver desde una torre en Cajamarca las muchas tiendas del campamento inca, temió una trampa. Por eso, envió a su hermano Hernando Pizarro con otros veinte jinetes más.
La visita a Pultumarca: El encuentro inicial

Soto y sus hombres llegaron a Pultumarca. Atahualpa estaba descansando en un pequeño palacio, custodiado por unos cuatrocientos soldados. Soto y sus hombres, sin bajarse de sus caballos, enviaron a Felipillo para pedir ver al Inca.
Pasó el tiempo sin respuesta. Entonces llegó Hernando Pizarro con otros cuatro españoles a caballo. Hernando Pizarro, molesto por la espera, le dijo a Martinillo que llamara al Inca. Como nadie salía, se enojó más y dijo: "¡Decidle que salga...!"
Después de esto, un noble inca llamado Ciquinchara salió del palacio. Informó a Atahualpa que el español que lo había molestado antes en Poechos (en Piura) estaba afuera. Fue entonces cuando Atahualpa decidió salir. Se sentó en un banco, detrás de una cortina que solo dejaba ver su silueta. Así podía observar a los españoles sin ser visto.
Soto se acercó a la cortina y le entregó la invitación a Atahualpa, pero este no lo miró. En cambio, le susurró algo a uno de sus nobles. Hernando Pizarro se molestó de nuevo y empezó a hablar fuerte, lo que llamó la atención de Atahualpa. El Inca ordenó que quitaran la cortina y miró fijamente a Hernando Pizarro.
Atahualpa le dijo a Soto que le avisara a su jefe que al día siguiente iría a verlos. También dijo que los españoles deberían pagar por todo lo que habían tomado en sus tierras. Hernando Pizarro, sintiéndose ignorado, le dijo a Martinillo que le comunicara a Atahualpa que él y Soto eran igual de importantes. Atahualpa no se inmutó.
Atahualpa ofreció a los españoles vasos de una bebida de maíz. Los españoles, con miedo de que estuviera envenenada, se negaron. Atahualpa les aseguró que no era así y probó un sorbo de cada vaso para tranquilizarlos. Entonces los españoles bebieron.
Soto, montado en su caballo, quiso impresionar al Inca. Galopó y se acercó rápidamente a Atahualpa, deteniéndose justo a tiempo. Soto se sorprendió al ver que el Inca no mostró ningún miedo. Atahualpa pidió más bebida y todos bebieron. La reunión terminó con la promesa de Atahualpa de ir al día siguiente a encontrarse con Francisco Pizarro.
Los españoles convencieron a Atahualpa de llevar solo sirvientes y no soldados al encuentro, como señal de buena voluntad. Sin embargo, Atahualpa llevó a su lado a algunos cientos de soldados con pequeñas armas escondidas. Lo seguían entre 30.000 y 40.000 sirvientes y tropas desarmadas. Pizarro los esperaba con 180 españoles y 37 caballos, además de aliados indígenas.
Después de que los españoles se fueron, Atahualpa ordenó a ocho mil soldados, dirigidos por Rumiñahui, que se colocaran a las afueras de Cajamarca. Estaba seguro de que al ver tanta gente, los españoles se rendirían.
El Día de la Captura: La Estrategia Española

Atahualpa aceptó la invitación y comenzó una marcha lenta y ceremonial. Miles de sus súbditos, incluyendo bailarines, músicos y cargadores, lo acompañaban. El viaje duró gran parte del día, lo que preocupó a Francisco Pizarro y sus soldados, ya que no querían luchar de noche. Los españoles no sabían que los incas no combatían de noche por razones religiosas.
Dentro de Cajamarca, los españoles habían preparado una trampa. Pizarro dividió a sus jinetes en dos grupos, uno bajo el mando de Hernando Pizarro y otro bajo Hernando de Soto. A los caballos se les pusieron cascabeles para que hicieran más ruido. Los soldados de a pie también se dividieron en dos grupos, uno con Francisco Pizarro y otro con Juan Pizarro. Todas estas tropas se ubicaron estratégicamente.
En lo alto de una torre en la plaza, se colocó al artillero Pedro de Candía con tres soldados, dos trompetas y dos cañones pequeños (uno se dañó). Estaban listos para disparar cuando se diera la señal.
Antes de la acción, Pizarro animó a sus hombres:
Tengan todos ánimo y valor para hacer lo que espero de ustedes y lo que deben hacer todos los buenos españoles. No se asusten por la gran cantidad de enemigos, ni por lo pocos que somos los cristianos. Aunque fuéramos menos y el enemigo fuera más numeroso, la ayuda de Dios es aún mayor. En la hora de la necesidad, Él ayuda y favorece a los suyos para vencer y humillar el orgullo de los que no creen en nuestra Santa Fe.
Escondidos en la ciudad, las tropas españolas vieron entrar al líder inca a la plaza principal, casi al atardecer. Atahualpa cometió el error de no ver el peligro en el pequeño grupo de españoles. Llegó escoltado solo por entre 3.000 y 6.000 sirvientes. El resto de su ejército se quedó fuera de la muralla de la ciudad.
Los acompañantes de Atahualpa vestían lujosamente con ropas ceremoniales. Muchos llevaban discos de oro o plata en la cabeza. Un grupo con ropa de colores cantaba mientras barría el camino frente a Atahualpa. El Inca era llevado en una litera cubierta de plumas y plata, cargada por ochenta nobles incas vestidos de azul brillante. Detrás de Atahualpa venían otras dos literas con importantes líderes incas. Atahualpa quería impresionar a la pequeña fuerza española con esta muestra de esplendor y no esperaba un ataque.
Llevado en su litera, Atahualpa se detuvo en el centro de la plaza. Se sorprendió al no ver a ningún español y preguntó a su espía Ciquinchara dónde estaban. Algunos de sus capitanes le respondieron que los españoles estaban escondidos por miedo.
De repente, un hombre con barba y vestido con un hábito blanco y negro se acercó a Atahualpa. Era el fraile Vicente de Valverde, acompañado de un intérprete indígena (Felipillo o Martinillo) y del soldado español Hernando de Aldana. Valverde, con una cruz y un libro, comenzó a leer el Requerimiento. Le pidió a Atahualpa que dejara su religión y aceptara el catolicismo y al rey Carlos I de España. Atahualpa se sintió ofendido y confundido por estas peticiones.
La Captura de Atahualpa

El Inca notó que Valverde miraba su libro antes de hablar y, con curiosidad, se lo pidió. Atahualpa, al no conocer la escritura, tomó el libro, lo revisó y se lo acercó al oído. Se enojó al no oír la "palabra" anunciada y no sentir que el objeto fuera poderoso. Por eso, lo lanzó lejos con furia. Gritó que él no se sometería a nadie, pues era hijo del sol, y que no conocía la religión de la que el fraile le hablaba. También exigió que los españoles pagaran por los problemas que habían causado desde su llegada.
El cronista Pedro Pizarro, testigo de los hechos, contó la escena así:
«El sacerdote tenía en sus manos un libro del cual leía lo que predicaba. Atahualpa lo quiso y se lo dio cerrado. Cuando lo tuvo en sus manos y no supo cómo abrirlo, lo tiró al suelo. Llamó a [Hernando de] Aldana para que viniera y le diera su espada. Aldana la sacó y la mostró, pero no quiso dársela. Atahualpa entonces dijo que eran ladrones y que los mataría a todos. Cuando el fraile oyó esto, se dio la vuelta e informó al marqués [Francisco Pizarro] de lo sucedido.»
Martinillo recogió el libro y se lo dio a Valverde. El fraile corrió hacia Pizarro, gritándole: "¡Qué hace vuestra merced, que Atahualpa está muy enojado!". Luego, se dirigió a los soldados españoles, contándoles que el Inca había tirado los Evangelios y rechazado el Requerimiento. Los animó a luchar contra el "idólatra", prometiéndoles el perdón.
Así, Pizarro ordenó a sus hombres que actuaran. Sonaron las trompetas y, al mismo tiempo, Pedro de Candía disparó uno de los cañones. El disparo impactó en medio de la multitud, causando muchas pérdidas. Antes de que los incas se recuperaran, los jinetes españoles, al grito de "¡Santiago, Santiago!", salieron con fuerza, arrollando todo a su paso. Los seguía un grupo de personas con armaduras, espadas y lanzas. Al mismo tiempo, otro grupo de españoles disparaba con sus mosquetes desde lejos.
Se produjo un gran caos. Los pocos guerreros incas armados no tuvieron tiempo de sacar sus armas, que tampoco eran muy útiles contra los disparos y los caballos. La mayoría de la gente intentó salir de la plaza. Como la puerta principal estaba llena, cargaron contra uno de los muros, abriendo un hueco y saliendo del lugar.
Los españoles atacaron especialmente a los nobles y líderes incas, que se distinguían por sus ropas especiales. Muchos capitanes incas cayeron ese día, incluyendo Ciquinchara, quien había sido embajador ante los españoles.
El objetivo principal del ataque español era Atahualpa y sus comandantes. Pizarro se dirigió a caballo hacia donde estaba Atahualpa, pero el Inca no se movió. Los españoles cortaron las manos o brazos de los sirvientes que llevaban la litera de Atahualpa para que la soltaran y poder alcanzarlo. Los españoles se sorprendieron porque los sirvientes, a pesar de sus heridas, siguieron sosteniendo la litera hasta que muchos de ellos fueron eliminados y la litera cayó. Atahualpa permaneció sentado en la litera mientras muchos sirvientes se apresuraron a ponerse entre la litera y los españoles, permitiendo que los soldados de a pie los detuvieran.
Mientras Juan Pizarro y sus hombres rodeaban al Señor de Chincha y lo eliminaban en su litera, Francisco Pizarro cabalgó hasta donde Andrés Contero, quien había sacado a Atahualpa de la litera. En ese momento, otros soldados también llegaron a la litera y uno de ellos intentó atacar a Atahualpa. Reconociendo el valor del Inca como prisionero, Pizarro se interpuso a tiempo, gritando que "nadie hiera al indígena bajo pena de perder la vida...". Se dice que en ese forcejeo, el mismo Pizarro sufrió una herida en la mano.
La fuerza principal de Atahualpa, bajo el mando de Rumiñahui, que había conservado sus armas pero estaba "a un cuarto de legua" fuera de Cajamarca, se dispersó en confusión. Esto ocurrió cuando los sobrevivientes que habían acompañado al Inca huyeron de la plaza, derribando los muros de la ciudad. Los guerreros de Atahualpa eran muy experimentados, superando en número a los españoles en más de 45 a 1 (8.000 contra 168). Sin embargo, el impacto del ataque español, junto con el significado de perder al Inca y a la mayoría de sus comandantes de golpe, afectó la moral del ejército. Esto causó una gran huida. No hay pruebas de que las fuerzas incas principales intentaran enfrentarse a los españoles en Cajamarca después del éxito de la trampa inicial.
Como resultado del encuentro, entre 4.000 y 5.000 personas perdieron la vida (entre sirvientes y guardias de Atahualpa, además de otros presentes). Otros 7.000 resultaron heridos o fueron capturados. Según los cronistas, los españoles tuvieron solo una persona fallecida (un esclavo africano) y varios heridos.
La esposa de Atahualpa, Cuxirimay Ocllo (que tendría entre 13 y 15 años), estaba con el ejército y acompañó a Atahualpa mientras estuvo prisionero. Después de su ejecución, fue llevada al Cuzco y adoptó el nombre de doña Angelina. Hacia 1538, era compañera de Francisco Pizarro, con quien tuvo dos hijos, Juan y Francisco. Después de que Pizarro fuera asesinado en 1541, ella se casó con el intérprete Juan de Betanzos. Él escribió Suma y narración de los incas, un libro que cuenta la historia de los incas hasta la llegada de los españoles, y la conquista hasta 1557. Este libro incluye entrevistas con guardias del Inca que estaban cerca de la litera de Atahualpa cuando fue capturado.
Galería de imágenes
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Dibujo de Felipe Guamán Poma de Ayala que representa a Atahualpa en Cajamarca, sentado en su trono o usno y acompañado de sus guerreros. Delante de él están Francisco Pizarro y el padre Vicente de Valverde.
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Véase también
En inglés: Battle of Cajamarca Facts for Kids