Francisco Solano (santo) para niños
Datos para niños San Francisco Solano |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Francisco Sánchez Solano Jiménez | |
Nombre en español | Francisco Solano | |
Nacimiento | 10 de marzo de 1549 Montilla, Córdoba, Reino de España |
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Fallecimiento | 14 de julio de 1610 Lima, Virreinato del Perú |
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Sepultura | Basílica y convento de San Francisco de Lima | |
Nacionalidad | Española | |
Religión | Catolicismo | |
Familia | ||
Padres | Mateo Sánchez Solano Ana Jiménez |
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Información profesional | ||
Ocupación | Presbítero y misionero | |
Información religiosa | ||
Beatificación | 20 de junio de 1675 por el papa Clemente X | |
Canonización | 27 de diciembre de 1726 por el papa Benedicto XIII | |
Festividad | 14 de julio | |
Atributos | Cruz, indígena a sus pies, violín (por su talento de buen músico) | |
Venerado en | Iglesia católica | |
Patronazgo | ||
Orden religiosa | Franciscanos | |
San Francisco Solano, cuyo nombre completo era Francisco Sánchez Solano Jiménez, fue un fraile y sacerdote franciscano de España. Nació en Montilla el 10 de marzo de 1549 y falleció en Lima el 14 de julio de 1610. Dedicó 20 años de su vida a ser misionero en el Virreinato del Perú, donde compartió el cristianismo con los pueblos indígenas.
Fue reconocido por la Iglesia católica por sus acciones. El papa Clemente X lo declaró beato en 1675, y el papa Benedicto XIII lo nombró santo en 1726. Se le conoce como "el Taumaturgo del Nuevo Mundo" debido a los muchos milagros que se le atribuyen.
Contenido
¿Quién fue San Francisco Solano?
Sus primeros años y educación
Francisco nació en Montilla, una ciudad en la región de Córdoba, en marzo de 1549. Sus padres fueron Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez. Tuvo dos hermanos, Diego e Inés. Desde pequeño, creció en un hogar con valores cristianos.
Comenzó sus estudios con los jesuitas de su ciudad. A los 20 años, decidió unirse a la Orden de San Francisco, una comunidad religiosa. Estudió Filosofía y Teología en un convento en Sevilla y se hizo sacerdote en 1576. Quería ir como misionero al norte de África, pero no pudo.
Un regreso inesperado a Córdoba
Cuando su padre falleció, Francisco tuvo que volver a Montilla para cuidar a su madre, que había perdido la vista. Su estancia se alargó por una peste (una enfermedad que se extendía rápidamente) que afectó a la ciudad. Durante este tiempo, realizó algunas curaciones que la gente no podía explicar, y así empezó su fama de hacer milagros.
Se decía que no era muy guapo, sino más bien moreno y delgado. Sin embargo, en Montilla, todos se fijaban en él por la forma en que hablaba y la bondad que transmitía.
En 1581, Francisco Solano fue enviado a un convento en Córdoba llamado la Arruzafa. Allí, ayudaba a los enfermos y aconsejaba a los jóvenes que fueran pacientes en los momentos difíciles. Al igual que Francisco de Asís, el fundador de su Orden, Francisco Solano tenía una conexión especial con los animales.
La misión de Francisco Solano en América
El largo viaje a Sudamérica
En 1589, el rey Felipe II de España pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica. Para su alegría, Francisco fue elegido para esta importante misión: llevar la religión a estas nuevas tierras.
El viaje al Virreinato del Perú fue muy difícil. Su barco naufragó y estuvo a punto de morir. Su destino era Tucumán, en lo que hoy es Argentina. Emprendió un viaje larguísimo con otros ocho franciscanos. Tuvieron que cruzar las montañas de los Andes, pasar por Ayacucho y llegar hasta Cuzco. Luego, atravesaron la meseta del Collao (actual Bolivia) por Potosí y entraron en el noroeste argentino, hasta llegar a Salta y las llanuras de Tucumán. Allí permaneció como misionero hasta 1595.
Un don especial para comunicarse
Francisco Solano recorrió vastos territorios, desde Tucumán hasta las pampas y el Chaco Paraguayo y Uruguay. Se dice que tenía el "don de lenguas", lo que significa que podía entender y hablar los idiomas de los pueblos indígenas a los que iba a predicar.
Llegaba a las tribus más guerreras. Al principio, lo recibían listos para la batalla. Pero después de que les predicaba por unos minutos con un crucifijo en la mano, todos empezaban a escucharlo con atención. Cientos y miles de personas se bautizaban.
El Padre Solano tenía una voz muy bonita y sabía tocar muy bien el rabel (un instrumento musical antiguo) y la guitarra. En los lugares que visitaba, alegraba a la gente con sus canciones.
Francisco Solano fue misionero por más de 14 años en el Chaco Paraguayo, Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba del Tucumán. Siempre viajaba a pie, y logró que muchísimos indígenas y colonos españoles se unieran al cristianismo.
Historias de milagros
Un día, en un pueblo llamado San Miguel, había una corrida de toros. Un toro muy bravo se escapó del corral y empezó a atacar a la gente en las calles. Llamaron a Francisco Solano, y él se acercó tranquilamente al animal. La gente vio con asombro cómo el toro se acercaba a Fray Francisco, le lamía las manos y se dejaba llevar de vuelta al corral, guiado por el cordón de su hábito.
Se cuenta que en Trancas, un verano, había una sequía muy fuerte. No llovía, la tierra estaba seca y agrietada, y los animales morían o se iban buscando agua. No había comida ni bebida. De repente, se escuchó una melodía extraña. Los nativos estaban asombrados y curiosos. Vieron a un hombre con un hábito marrón y un instrumento. Se acercaron, atraídos por la música. Francisco Solano empezó a cantar con su voz.
Pronto, una multitud de nativos lo rodeó, mirándolo como si hubiera bajado del cielo. Cuando la música y el canto pararon, Solano habló. No habló en español, sino en la lengua nativa, lo que impresionó a todos. Le contaron con tristeza que no había agua, las plantas morían, los animales se iban, y el hambre y la sed estaban matando a su pueblo.
Dicen que Solano se levantó, acarició la cabeza de un niño y miró a una madre con su bebé. En medio de tanto dolor, tomó su bastón y lo clavó en la tierra. Pronunció palabras que nadie entendía, con la cabeza levantada y los ojos hacia el cielo, rezando a Dios. De repente, el agua brotó de la tierra, mojando sus pies y el suelo. Los nativos estaban asombrados. Una fuente de agua pura y cristalina se hizo cada vez más grande, llenando una hondonada que se convirtió en una pequeña laguna, a la que llamaron "el pozo". Además, vieron peces saltar del agua. Una vez más, un milagro había ocurrido, y Dios usó a Francisco Solano para ayudar a los necesitados.
Los últimos años en Lima
En 1595, Francisco Solano fue llamado a Lima, la capital del Virreinato del Perú, donde residían los superiores de su Orden. Al llegar a Lima, fue nombrado guardián del Convento de Nuestra Señora de los Ángeles. Él siempre intentaba evitar los cargos de responsabilidad, diciendo que no era capaz de gobernar, pero finalmente tuvo que aceptar la decisión de sus superiores.
Era muy austero y vivía con muy poco. En su celda, solo tenía una cama sencilla, una manta, una cruz, una silla, una mesa, una lámpara y la Biblia con algunos libros, como todos los frailes. Era el primero en hacer todo y nunca pedía algo que él mismo no hubiera hecho antes.
Sus consejos eran sabios, y cuando tenía que corregir a otros frailes, lo hacía con mucho cuidado y bondad. A pesar de sus penitencias (sacrificios personales) y su dedicación a la oración, siempre era alegre con los demás. Por eso, a Solano también se le conocía como el santo de la alegría.
Francisco Solano pasó los últimos años de su vida en Lima. Aunque su salud era delicada, seguía haciendo grandes sacrificios y pasaba noches enteras rezando. También visitaba a menudo a los enfermos o salía a las calles a predicar con su pequeño rabel y una cruz en las manos. Así, lograba reunir a muchas personas en la plaza mayor, donde les hablaba en voz alta. Predicaba en todas partes: en talleres, en las calles, en monasterios e incluso en los teatros. Se opuso a algunos espectáculos teatrales que, según él, no eran apropiados.
Su fallecimiento
En octubre de 1605, Francisco Solano fue trasladado a la enfermería del convento debido a una grave enfermedad de estómago. Apenas podía salir a predicar o visitar a los enfermos. Intentaba comer con los demás frailes en el refectorio, pero comía muy poco, solo algunas hierbas cocidas, debido a su edad avanzada. A pesar de su salud frágil, continuaba con sus sacrificios.
Finalmente, falleció el 14 de julio de 1610, el mismo día de San Buenaventura. En ese mismo momento, las campanas del convento de Loreto en Sevilla, donde había estudiado, sonaron solas.
Reconocimiento y veneración
Francisco Solano fue declarado beato por el papa Clemente X en 1675 y santo por el papa Benedicto XIII en 1726. Su día de celebración en la Orden Franciscana es el 24 de julio.
Es el patrón de Montilla, su ciudad natal, donde se celebra una feria local el 14 de julio en su honor. La Parroquia de San Francisco Solano fue construida en el lugar donde nació. También es considerado patrón de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Perú.