Expedición auxiliar de Roque Guruceta al Pacífico para niños
La Expedición de Roque Guruceta al Pacífico fue el último gran envío de ayuda naval desde España hacia América del Sur durante las Guerras de Independencia Hispanoamericanas. Esta expedición partió de Cádiz el 13 de enero de 1824. Su objetivo era apoyar a las fuerzas leales al rey de España que aún luchaban en el Perú, el Alto Perú (hoy Bolivia) y la isla de Chiloé.
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¿Por qué se envió la Expedición de Guruceta?
Después de que se declarara la independencia en algunas partes del Perú, el conflicto continuaba. La costa y el norte del Perú eran independientes, pero las zonas de la sierra y el Alto Perú seguían bajo el control de las fuerzas leales al rey. El virrey José de la Serna, que era la máxima autoridad del rey en la región, había establecido su gobierno en Cuzco.
Hubo varios levantamientos y batallas. Por ejemplo, en Lima, un grupo de militares se levantó en 1823 y pidió que José de la Riva Agüero fuera presidente. También hubo campañas militares que no lograron terminar con la resistencia de las fuerzas leales al rey.
Ante estas dificultades, el Congreso peruano pidió ayuda a Simón Bolívar, un importante líder de la independencia. En junio de 1823, el general español José de Canterac tomó Lima por un mes. Cuando las tropas independentistas, ahora lideradas por Bolívar, recuperaron Lima, algunos soldados que estaban en el Callao se unieron al bando leal al rey. Mientras tanto, en la sierra peruana, Cuzco se convirtió en la nueva capital del virreinato, y el Alto Perú seguía bajo el control de líderes como el general Pedro Antonio Olañeta.
En medio de estos eventos, España preparó una flota de barcos de guerra para enviar refuerzos. Esta flota estaba compuesta por el navío Asia, al mando del Capitán de Navío don Roque Guruceta, quien era el jefe de la expedición, y el bergantín Aquiles, al mando del Teniente de Navío don José Fermín Pavía.
División Guruceta
Unidades y comandantes
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¿Cómo se desarrolló la Expedición de Guruceta?
La flota zarpó de Cádiz el 13 de enero de 1824 con 1000 hombres, incluyendo tripulantes y soldados. Después de un largo viaje, el 15 de marzo, los barcos llegaron a Puerto Egmont en las Islas Malvinas para descansar y preparar sus velas para cruzar el Cabo de Hornos.
El 27 de marzo, la flota partió de las Malvinas hacia el puerto de San Carlos de Ancud en Chiloé, donde llegaron el 27 de abril. Esto fue justo unos días después de que una expedición chilena, liderada por el general Ramón Freire, se hubiera retirado de la zona.
El gobernador de Chiloé, Antonio de Quintanilla, proporcionó a la flota de Guruceta todos los suministros que necesitaban.
En ese momento, Lima había sido recuperada por las fuerzas leales al rey, y la Fortaleza del Real Felipe en el Callao estaba bajo el mando del brigadier José Ramón Rodil y Campillo. En junio de 1824, el brigadier Rodil, que necesitaba marineros experimentados, ordenó que todos los prisioneros con conocimientos de navegación fueran embarcados a la fuerza. Así, el capitán chileno Pedro Angulo Novoa y otros marineros fueron obligados a servir en los barcos.
Después de pasar el invierno en Chiloé y reabastecerse, el comodoro Guruceta decidió zarpar hacia el Perú el 15 de agosto. Para evitar ser interceptado por barcos chilenos, navegó a 300 millas de la costa. Sin embargo, un barco pesquero inglés lo avistó y dio aviso a las autoridades chilenas en Valparaíso.
La flota llegó primero a Quilca, en el sur del Perú, para obtener información sobre la situación. Al asegurarse de que no había barcos enemigos cerca, continuaron hacia el Callao, donde llegaron el 13 de septiembre.
El comandante Guruceta tuvo la oportunidad de atacar a los barcos peruanos que bloqueaban el puerto, pero los dejó ir, a pesar de que el almirante Martin Guisse lo desafió con disparos. Aun así, logró levantar temporalmente el bloqueo marítimo del Callao.
Después de reabastecerse y reforzar sus tropas con 200 soldados, la flota zarpó hacia los puertos del sur.
Guruceta fue nombrado Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales Españolas en el Pacífico. A su flota se unieron la corbeta Victoria de Ica y los bergantines Constante y Pezuela, que habían sido recuperados en el Callao.
El 7 de octubre, Guruceta se encontró con la flota peruana al llegar al Callao. El almirante Guise volvió a la isla San Lorenzo el 6 de octubre para desafiar a los barcos españoles. El comodoro Guruceta embarcó 200 soldados y zarpó al día siguiente para interceptar al enemigo.
Los barcos peruanos, que incluían una fragata principal, una corbeta y cuatro bergantines, aceptaron el combate.
Después de un corto tiempo, los barcos peruanos se retiraron, ya que su fragata principal había recibido varios impactos. El jefe español los persiguió durante 2 horas, pero luego regresó al puerto, pensando que no valía la pena seguir a esos "barcuchos fugitivos".
Esta decisión de Guruceta, de no destruir la flota enemiga cuando tuvo la oportunidad, afectó la moral de su gente y la percepción de la utilidad de su presencia en el Pacífico.
Otras acciones de la flota
El 20 de octubre, el comodoro Guruceta zarpó del Callao con su escuadra, escoltando dos barcos de transporte con tropas hacia Chiloé, Ilo y finalmente a Quilca, donde llegaron el 19 de noviembre.
Partió de Quilca el 4 de diciembre y ancló en Ilo. El 14 de diciembre, zarpó para buscar durante 4 días a la escuadra al mando de Manuel Blanco Encalada, pero no la encontró. Regresó a Quilca el 19 de diciembre.
La derrota en Ayacucho y la retirada de la flota

Roque Guruceta estaba en el puerto de Quilca cuando las fuerzas leales al rey fueron derrotadas en la Batalla de Ayacucho. El 24 de diciembre, Guruceta se enteró de la derrota del ejército y de la Capitulación de Ayacucho, un acuerdo que incluía la rendición de las fuerzas marítimas. En este acuerdo, se estableció que la armada española, con el navío Asia como barco principal, debía abandonar la zona de conflicto, dejando la fortaleza del Callao y la isla de Chiloé sin apoyo naval.
Guruceta zarpó de Quilca el 1 de enero de 1825 sin esperar al virrey La Serna. Se dirigió al Callao, donde desembarcó a los soldados veteranos del batallón Arequipa, dejándolos a su suerte. Tampoco se puso en contacto con el comandante del puerto del Callao para ofrecerle ayuda.
El 5 de enero de 1825, el navío Asia zarpó hacia las Filipinas junto con los bergantines Constante y Aquiles, y el barco de transporte Clarington. El resto de los barcos, la corbeta Victoria de Ica y el bergantín Pezuela, partieron hacia Europa por el Cabo de Hornos. La balandra Real Felipe y el transporte Trinidad se dirigieron a Chiloé.
Con Guruceta viajaban dos antiguos oficiales del Ejército Real del Perú, los brigadieres Ramírez y García Camba. Este último escribiría más tarde una descripción detallada de los eventos.
Después de dejar las costas de América, Guruceta ancló en las islas Marianas para reparaciones y provisiones en marzo de 1825.
Al llegar a la isla Guaján el 10 de marzo, la tripulación del Asia se rebeló. La tripulación del bergantín Constante hizo lo mismo el 12 de marzo. Abandonaron a los oficiales en tierra y regresaron a América, llegando a México, donde entregaron los barcos a las autoridades.
Los oficiales abandonados, incluyendo a Guruceta, fueron recogidos días después por un barco ballenero inglés que los llevó a Manila. Desde allí, se envió el navío Soberano en busca de los barcos amotinados, pero no tuvo éxito.
El bergantín Aquiles se mantuvo leal unos días más, pero el 14 de marzo, el marinero chileno Pedro Angulo Novoa, que viajaba como prisionero, logró que la tripulación se rebelara. Con el barco, se dirigió a México y luego a Valparaíso, donde lo entregó al gobierno chileno.
Al final, solo el transporte Clarington logró llegar a las Filipinas, donde también terminó sus días en las Islas Marianas, incendiado durante una lucha con los amotinados.
¿Qué consecuencias tuvo la Expedición de Guruceta?
La flota de Guruceta se retiró de las costas americanas, dejando los mares completamente libres para los independentistas. Esto demostró que la expedición había sido un fracaso y que su comandante no había actuado de la mejor manera, lo que le valió críticas de sus compatriotas. Desde España ya no llegaron más expediciones para ayudar a las fuerzas leales al rey en el Pacífico Sur.
Ahora, el puerto del Callao y la isla de Chiloé, que aún estaban bajo el control de las fuerzas leales al rey y no habían sido incluidos en la capitulación de Ayacucho, quedaron a merced de los independentistas. El brigadier Rodil lamentó el abandono de la armada española, diciendo:
"…me he convencido de que la escuadra que Don Roque Guruceta tiene a sus órdenes ha zarpado de Quilca hacia Manila. Esto nos hace pensar que el honor, la constancia y la buena suerte han abandonado a nuestros compañeros de armas en estas regiones."
Dos días después de que la flota española abandonara a las fuerzas sitiadas en el Callao, una gran flota combinada de los independentistas, al mando del Almirante chileno Manuel Blanco Encalada, se presentó ante el puerto. Esta flota incluía las fragatas O’Higgins y Protector, la corbeta Pichincha, y los bergantines Limeña, Moctezuma, Congreso, Macedonia y Chimborazo. Establecieron un fuerte bloqueo naval que complementaba el bloqueo terrestre que ya sufría la guarnición española.
Por otro lado, el gobierno chileno, liderado por el general Ramón Freire, envió una segunda expedición en 1826 para derrotar a las tropas leales al rey que resistían en Chiloé. Las derrotaron y las obligaron a rendirse el 15 de enero de 1826, firmando el tratado de Tantauco. Este acuerdo marcó la incorporación definitiva de Chiloé a la República de Chile. Una semana después, las fuerzas españolas en el Callao, el último lugar bajo control español en América del Sur, también se rindieron.