Batalla de Ilerda para niños
Datos para niños Batalla de Ilerda |
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Parte de Segunda guerra civil de la República romana | ||||
![]() Mundo mediterráneo en enero del 49 a. C., al comenzar la guerra civil. En rosado claro las provincias romanas gobernadas por César, en rojo oscuro los territorios leales al Senado y en rojo claro las provincias asignadas a Pompeyo en Hispania y África. En círculos rojos el número de legiones que había por provincias. Gracias a su larga carrera militar, Pompeyo contaba con aliados en Hispania, Massilia, Numidia, Egipto (verde oscuro), los Balcanes y Asia Menor y el apoyo de los dacios de Berebistas (amarilla) y los partos de Orodes II (verde claro).
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Fecha | Operaciones: desde el 22 de junio Capitulación final: 2 de agosto de 49 a. C. |
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Lugar | Ilerda y zonas colindantes, Hispania | |||
Coordenadas | 41°22′00″N 0°30′00″O / 41.36666667, -0.5 | |||
Resultado | Victoria cesariana | |||
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La Batalla de Ilerda fue un enfrentamiento militar importante que ocurrió durante la Segunda guerra civil de la República romana. Tuvo lugar en el verano del año 49 a.C., primero en Ilerda (la actual Lérida, en España) y luego en sus alrededores. En esta batalla se enfrentaron los ejércitos de Cayo Julio César contra las fuerzas de los generales de Cneo Pompeyo Magno en Hispania.
Contenido
¿Por qué comenzó la guerra civil romana?
La rivalidad entre César y Pompeyo
Después de que Cayo Julio César ganara muchas batallas en la Guerra de las Galias, el Senado romano (el consejo de gobierno de Roma) empezó a temer su gran poder. Buscaron la protección de Cneo Pompeyo Magno, un importante general y cónsul, asegurándose de que solo se eligieran cónsules que lo apoyaran.
César, por su parte, quería ser cónsul en el año 49 a.C. Pero para eso, debía regresar a Roma como un ciudadano común. Esto lo dejaría vulnerable a ser juzgado y condenado por sus enemigos políticos.
Pompeyo y César se habían distanciado. La hija de César, Julia, que era esposa de Pompeyo, había fallecido. También había muerto Marco Licinio Craso, el tercer miembro de un grupo llamado el Triunvirato, que mantenía el equilibrio entre César y Pompeyo. Ahora, solo quedaban dos líderes poderosos, y la tensión entre ellos crecía.
El ultimátum y el cruce del Rubicón
En el año 50 a.C., César pidió ser elegido cónsul sin estar presente en Roma. Esto ya se le había negado antes. Aunque algunos senadores apoyaban una solución pacífica, otros, como Marco Porcio Catón, se negaron a ceder.
El 1 de enero del 49 a.C., César envió un mensaje al Senado pidiendo que tanto él como Pompeyo disolvieran sus ejércitos. El Senado, que en su mayoría estaba en contra de César, exigió que solo César disolviera sus tropas.
El 7 de enero, el Senado envió un ultimátum a César, ordenándole disolver sus tropas antes del 1 de marzo. Dos tribunos que apoyaban a César, Marco Antonio y Quinto Casio Longino, intentaron bloquear esta orden. Pero, al sentirse inseguros en Roma, huyeron a Rávena. Sin ellos, el Senado aprobó una ley que declaraba a César enemigo de la República. Esto significaba que era legal matarlo sin juicio.
Cuando César se enteró, reunió a sus soldados. Les dijo que sus enemigos lo habían declarado fuera de la ley y que el derecho de veto de los tribunos había sido ignorado. Les pidió que lo defendieran.
Con el apoyo de sus tropas, César partió de Ariminum y cruzó el río Rubicón la noche del 11 al 12 de enero. Este río marcaba el límite de su provincia. Cruzarlo significaba que ya no era un servidor de la República, sino su enemigo. Se dice que al cruzar, pronunció la famosa frase: "¡La suerte está echada!".
El avance de César fue muy rápido. Muchas ciudades se rindieron. Pompeyo, que estaba en Apulia, decidió retirarse a Brundisium y luego escapar a Epiro con su flota. César no pudo seguirlo de inmediato porque Pompeyo había requisado todos los barcos.
César decidió aprovechar este tiempo para derrotar a las poderosas fuerzas de Pompeyo en Hispania. Dejó guarniciones en Italia y envió a otros generales a controlar diferentes provincias.
El viaje de César a Hispania
César entró en Roma el 1 de abril, después de años de ausencia. Allí, se reunió con los senadores que quedaban y les recordó los problemas que había enfrentado. Pidió el gobierno de la República y anunció que enviaría embajadores para negociar con Pompeyo.
Los senadores aprobaron enviar embajadores, pero nadie quería ir por miedo a Pompeyo. Para no perder más tiempo, César salió de Roma el 6 de abril. Se dice que les dijo a sus hombres que iba a luchar contra "un ejército sin general para volver a luchar contra un general sin ejército".
Mientras tanto, Lucio Domicio Enobarbo, un partidario de Pompeyo, ocupó Massilia con siete barcos. Los habitantes de Massilia cerraron sus puertas a César y se prepararon para un asedio. César envió embajadores, pero Enobarbo llegó y tomó el control de la ciudad.
César respondió trayendo tres legiones y comenzando un asedio. También ordenó construir doce barcos de guerra en Arelate, que estuvieron listos en treinta días. Dejó a sus legiones bajo el mando del legado Gayo Trebonio y partió hacia Hispania el 5 de junio.
Los ejércitos en Ilerda
Las fuerzas de Pompeyo
Hispania estaba bajo el control de tres ejércitos de Pompeyo. Estaban al mando de los generales Lucio Afranio en la Hispania Citerior (con tres legiones), Marco Petreyo en la Hispania Ulterior (con dos legiones), y Marco Terencio Varrón en Lusitania (con dos legiones). En total, se estimaba que Pompeyo tenía unos 65.000 soldados en el norte de la península ibérica y 45.000 en el centro y sur.
El plan de Afranio y Petreyo era unir sus fuerzas en Ilerda, una ciudad con una ubicación estratégica. El ejército combinado de Afranio y Petreyo sumaba 5 legiones (unos 30.000 legionarios), 80 cohortes de auxiliares (alrededor de 18.000 hombres) y 5.000 jinetes. Algunos historiadores creen que eran entre 35.000 y 40.000 soldados en total.
Las fuerzas de César
Al inicio de la guerra, César tenía unos 60.000 soldados, incluyendo ocho legiones veteranas y tropas auxiliares. César dice que Cayo Fabio llegó a Hispania antes que él con tres legiones (VII, IX, XI). César luego envió órdenes para que otras legiones (VI, X y XIV) se unieran a la campaña.
Así, César contaba con 6 legiones (unos 25.000 legionarios), apoyadas por 5.000 infantes auxiliares y 3.000 jinetes veteranos. También se le unieron unos 900 jinetes mercenarios de la Galia Aquitania y los Pirineos, que servían como su guardia personal. Sus auxiliares sumaban un total de 12.000 hombres, de los cuales 7.000 eran a caballo. En total, César tenía entre 35.000 y 40.000 soldados.
Las legiones de César eran unidades experimentadas que lo habían acompañado en sus conquistas en la Galia.
El desarrollo de la campaña militar
Primeros encuentros
El general de César, Fabio, expulsó a las guarniciones de Afranio de los pasos de los Pirineos. También construyó dos puentes de madera sobre el Sicoris. Los pompeyanos controlaban un puente de piedra cerca de Ilerda.
El 20 de junio, Afranio y Petreyo llegaron a Ilerda y decidieron atacar de inmediato. Intentaron ocupar un puente con cuatro legiones. Lucio Munacio Planco, comandante de una legión de César, logró ocupar una colina cercana al puente, resistiendo a un enemigo más numeroso. Cuando Fabio llegó con el resto del ejército, los pompeyanos se retiraron.
La llegada de César
El 22 o 23 de junio, César llegó al campamento de Fabio con su guardia personal de 900 jinetes. Una inundación destruyó uno de los puentes, pero fue reconstruido rápidamente. César inspeccionó el lugar y ordenó a su ejército marchar hacia Ilerda, desplegándose en un llano cerca de Afranio.
Los pompeyanos se desplegaron frente a su campamento, que estaba en una colina. César decidió acampar a unos cien metros de ellos. Para evitar un ataque sorpresa mientras construían el campamento, César ordenó cavar una fosa profunda en lugar de levantar una empalizada visible.
Al día siguiente, César continuó la construcción de su campamento. Afranio y Petreyo ofrecieron batalla, pero César no interrumpió su trabajo, y los pompeyanos no atacaron. Al tercer día, el campamento de César estaba listo.
Batalla cerca de Ilerda
El 27 de junio, César intentó ocupar una pequeña elevación entre Ilerda y el campamento pompeyano para bloquear el acceso enemigo a la ciudad. Envió tres legiones, pero los vigías de Afranio los detectaron y enviaron tropas para ocupar el área primero. Pronto, ambos bandos enviaron refuerzos, y comenzó una batalla.
La forma de luchar de los pompeyanos, que estaban acostumbrados a combatir contra tribus locales, era muy diferente a la de los soldados de César. Atacaban con furia, pero no mantenían sus filas y se dispersaban. Si se veían en problemas, retrocedían sin vergüenza. Esto desconcertó a los soldados de César, que empezaron a retirarse.
César envió a la IX Legión para ayudar. Esta legión hizo retroceder a los pompeyanos hasta los muros de Ilerda. Sin embargo, los soldados de César quedaron en una posición baja y vulnerable a los proyectiles lanzados desde la ciudad. Los pompeyanos recibieron refuerzos, y César también tuvo que enviar más tropas.
Después de cinco horas de combate, los soldados de César cargaron desesperadamente cuesta arriba. Lograron hacer retroceder las primeras líneas enemigas, pero fueron rechazados en los muros de Ilerda. Finalmente, la caballería de César llegó por los flancos, permitiendo que sus tropas se retiraran de forma segura. En este primer encuentro, César tuvo unas setenta bajas y más de seiscientos heridos. Los pompeyanos tuvieron cuatro capitanes y más de doscientos soldados muertos. Afranio logró conquistar la pequeña loma.
Dificultades para César
Al día siguiente, una fuerte inundación (o una gran tormenta) destruyó los puentes de Fabio, dejando a las tropas de César atrapadas sin poder cruzar los ríos Sicoris o Cinga. El puente de piedra de los pompeyanos seguía funcionando, lo que les permitía moverse libremente.
Esto causó problemas de suministro para César, ya que no podían recibir alimentos de sus aliados. Los soldados de Pompeyo, en cambio, tenían grandes reservas y recibían nuevos suministros. César no podía reconstruir los puentes debido a la corriente y los ataques enemigos.
Cuando el general pompeyano supo que una caravana con materiales de construcción se dirigía a César, decidió atacarla. La caravana incluía arqueros, jinetes, legionarios, esclavos y no combatientes. Afranio salió de noche con su caballería y tres legiones y los atacó por sorpresa. Aunque los jinetes galos de César ofrecieron resistencia, la mayoría de la caravana huyó. Murieron doscientos arqueros y algunos jinetes.
Un cambio en la situación
La situación de los soldados de César se volvió muy difícil por el hambre. César ordenó buscar ganado en lugares lejanos. Mientras tanto, Afranio y Petreyo, sintiéndose victoriosos, enviaron cartas a Roma anunciando su triunfo.
Como no podían construir nuevos puentes, César ideó una solución. Construyó barcos ligeros, similares a los currach celtas, y los transportó de noche en carromatos. Sus hombres cruzaron el río sin ser vistos y fortificaron la otra orilla. En dos días, construyeron un nuevo puente, lo que les permitió recibir alimentos de nuevo.
Al mismo tiempo, César envió a su caballería río arriba para cruzar el río y atacar a los soldados enemigos que buscaban comida. Mataron a muchos hombres y animales. Esto asustó a los soldados de Pompeyo, que dejaron de alejarse mucho de su campamento.
Además, llegaron noticias de una victoria de César en el mar, cerca de Massilia. César exageró esta noticia para hacer propaganda. Así, muchos pueblos locales comenzaron a cambiar de bando y a aliarse con César. Primero Osca y Calagurris, luego Tarraco, y finalmente la gente de Ilerda. También se desmintió el rumor de que Pompeyo vendría con un gran ejército, lo que hizo que más tribus se unieran a César.
La retirada de los pompeyanos
César hizo construir zanjas para desviar el río y permitir que su caballería cruzara. Los comandantes pompeyanos decidieron retirarse para unirse a Varrón en la Celtiberia. Querían evitar que los jinetes de César los atraparan.
Afranio y Petreyo decidieron retirarse a Octogesa, cerca del Iber. Mandaron reunir botes para construir un puente sobre ese río. César se enteró de esto y ordenó a su caballería cruzar el río Sicoris rápidamente, dejando atrás a la infantería.
Al día siguiente, 25 de julio, Afranio y Petreyo cruzaron el Sicoris y se reunieron con sus legiones de vanguardia. César envió a su caballería para acosar al enemigo en retirada, atacando su retaguardia y forzándolos a detenerse. La caballería de César era muy efectiva contra la infantería ligera de los pompeyanos. Los soldados de César, desde su campamento, se indignaron al ver que el enemigo se escapaba. César quería evitar una gran batalla, esperando que los generales enemigos cometieran un error que los llevara a rendirse.
César ordenó a sus legiones cruzar el río, lo cual fue muy difícil. Usaron animales de carga para frenar la corriente. Los pompeyanos se asustaron al ver esto. Esa noche, ambos bandos acamparon. César se enteró de que sus enemigos estaban saliendo silenciosamente de su campamento y ordenó levantar el suyo. Los pompeyanos, al oír esto, decidieron encerrarse de nuevo en su campamento.
Al día siguiente, Petreyo y Afranio decidieron marchar ese mismo día. César, después de un reconocimiento, hizo salir a sus soldados al atardecer y, dando un rodeo por un sendero montañoso, bloqueó la ruta hacia Octogesa. Los pompeyanos, al ver a César acercarse a los desfiladeros, reiniciaron la marcha rápidamente, pero no podían ir deprisa por los ataques de la caballería de César.
Los pompeyanos quedaron aislados y sin suministros. Se detuvieron en una colina. Enviaron cuatro cohortes auxiliares a la montaña más alta para buscar otro camino, pero la caballería de César los rodeó y los masacró a la vista de todos. Los lugartenientes de César le rogaron que se uniera al combate, pero César no intervino. Sabía que el enemigo aislado se rendiría con el tiempo y no quería una masacre de romanos que se podía evitar.
Los pompeyanos rodeados
Afranio y Petreyo tuvieron que bajar de su colina por falta de agua. Volvieron a su campamento, mientras César construía uno nuevo más cerca y bloqueaba todos los caminos. Al día siguiente, los oficiales pompeyanos discutieron si retirarse a Tarraco o a Ilerda.
Mientras Afranio y Petreyo acompañaban a los soldados que iban a buscar agua, los soldados que quedaron en el campamento empezaron a conversar y a pensar que César sería clemente. Decidieron enviar a los centuriones a César con la promesa de unirse a él si les perdonaba la vida a todos. Tribunos y centuriones comenzaron a rendirse, y ambos ejércitos empezaron a celebrar el acuerdo.
Cuando Afranio se enteró, se encerró en su tienda. Petreyo, en cambio, reunió a su séquito y atacó a los invitados de César, que huyeron a su campamento. Petreyo incluso mató a uno de sus propios oficiales que intentó detenerlo. Luego, Petreyo reunió a sus hombres y les suplicó que no lo entregaran al enemigo. Les hizo jurar no desertar ni negociar, y ejecutó a los soldados de César que aún estaban en su campamento. Así, Petreyo logró que sus soldados no volvieran a pensar en rendirse. César, por su parte, ordenó devolver a los pompeyanos que habían ido a su campamento.
Los pompeyanos tenían problemas para conseguir comida y agua. Muchos auxiliares desertaban cada día. Petreyo y Afranio decidieron retirarse a Ilerda, donde quedaban algunas reservas. Pero la caballería de César atacaba constantemente su retaguardia, y César los seguía de cerca con sus legiones.
Los pompeyanos se detuvieron en una colina y levantaron un nuevo campamento. Al ver que César construía uno propio y había enviado a sus jinetes a buscar comida, decidieron reanudar la marcha. Sin embargo, César se dio cuenta, dejó algunas cohortes cuidando el campamento y salió a perseguirlos con sus legiones. Su caballería se unió y atacó a los pompeyanos, dispersando o matando a muchos. Afranio y Petreyo se dieron cuenta de que no podían retroceder ni encontrar un lugar con agua.
César no permitió que sus tropas montaran tiendas para evitar que el enemigo intentara escapar de nuevo. Los pompeyanos trasladaron su campamento toda la noche y el día siguiente, alejándose del agua. Al tercer día, César decidió bloquear el camino con una zanja y una empalizada para rendirlos por sed. Al día siguiente, los pompeyanos intentaron cruzar el Sicoris para escapar, pero César los detectó y ordenó a sus jinetes y auxiliares germanos atacar.
La rendición final
El 29 de julio, después de cuatro días sin leña, agua ni forraje para los animales, los pompeyanos pidieron una reunión con César. César rechazó que fuera en secreto. Luego, el hijo de Afranio se ofreció como rehén, y se acordó un lugar público para la reunión.
En la conferencia, Afranio le dijo a César que no estuviera enojado por su lealtad a Pompeyo, y que ya no podían seguir sufriendo, sin agua y "encerrados como animales". Por ello, pedían clemencia. César los felicitó por haber cumplido su deber, pero les recordó que los soldados pompeyanos que habían negociado antes tenían razón al buscar el bien de sus compatriotas.
El 2 de agosto, los pompeyanos se rindieron. Los ciudadanos que vivían en Hispania fueron licenciados de inmediato. Los demás prisioneros fueron liberados al llegar al río Varus. César se comprometió a darles alimentos hasta ese punto. También ordenó a sus soldados devolver todas las propiedades confiscadas a los vencidos. César actuó como juez para decidir cuánto dinero se debía pagar como compensación.
Dos días después, César ordenó a dos de sus legiones marchar hacia el sur. El resto las seguiría. El legado Quinto Fufio Caleno guio al resto de los pompeyanos al Varus, donde se disolvieron. César permitió a todos los oficiales unirse a Pompeyo si querían y no obligó a nadie a luchar para su causa. Tampoco hubo ejecuciones, a pesar de que Petreyo había matado a algunos de sus soldados durante una tregua.
Consecuencias de la victoria
La movilización de Varrón
La actitud de Varrón cambió cuando recibió informes exagerados de Afranio sobre sus éxitos contra César. Varrón movilizó 30 cohortes de auxiliares para apoyar a sus dos legiones, envió alimentos a Afranio y Pompeyo, y ordenó construir barcos de guerra. También llevó a cabo una campaña de propaganda contra César.
Varrón dejó guarniciones en las ciudades que consideraba favorables a César y les impuso impuestos. Sin embargo, cuando se enteró del resultado de Ilerda, Varrón comprendió que toda su provincia apoyaba a César. Decidió retirarse a Gades con sus legiones y resistir allí.
El edicto en Corduba
El general de César, Caleno, avanzó con dos legiones, seguido de cerca por César con 600 jinetes. César envió un edicto (una orden oficial) a todas las autoridades de la provincia para que se reunieran en Corduba. Todas las ciudades enviaron delegados, y se cerraron las puertas a Varrón.
Casi al mismo tiempo, la gente de Carmona expulsó a las tres cohortes de Pompeyo que la protegían. Varrón aceleró su marcha a Gades, pero le informaron que los nobles locales y los tribunos de la guarnición habían conspirado y forzado a su amigo Galonio a salir pacíficamente. Varrón decidió ir a Itálica, pero le informaron que la ciudad le cerraba las puertas.
Al verse atrapado, Varrón envió mensajeros a César prometiendo entregar sus fuerzas. César envió a su primo Sexto Julio César. El 7 de septiembre, Varrón llegó a Corduba, donde se rindió personalmente. Entregó las cuentas de la provincia, dinero y alimentos, y mostró las fuerzas navales que poseía. César le concedió clemencia.
El final de la campaña en Hispania
César agradeció a los hispanos y romanos por su apoyo. Ordenó devolver el dinero y las propiedades requisadas por Varrón a sus dueños legítimos. También otorgó recompensas a algunas comunidades e individuos y ordenó restaurar el tesoro del templo de Hércules.
César continuó hacia Gades, donde llegó el 17 de septiembre. Allí, la flotilla de Varrón se rindió, y César concedió la ciudadanía romana a muchos habitantes. En esos barcos, llegó a Tarraco el 25 de septiembre, donde fue recibido por embajadas de toda la región. El 1 de octubre, partió hacia Massilia para supervisar la rendición de la ciudad.
A finales de octubre, Massilia se rindió, después de enterarse de los éxitos de César en Hispania. César dejó dos legiones en la ciudad. Dejó la península ibérica a cargo de Quinto Casio Longino con cuatro legiones. César había ganado el apoyo de las ciudades hispanas y regresó a Roma el 12 de diciembre.
En cuanto a los generales vencidos:
- Varrón sirvió bajo Pompeyo en la batalla de Farsalia y fue perdonado de nuevo.
- Afranio también luchó contra César en Farsalia y luego en Tapso, donde fue capturado y ejecutado.
- Petreyo volvió a luchar contra César en Farsalia, Ruspina y Tapso. Después de la derrota en Tapso, luchó en un duelo a muerte con el rey de Numidia, Juba II, y, según lo acordado, el vencedor (Petreyo) se quitó la vida.
Galería de imágenes
Véase también
En inglés: Battle of Ilerda Facts for Kids