Ataques apaches a México para niños
Datos para niños Guerras entre México y los Apaches |
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parte de las Guerras indias de México Parte de guerras indias de México |
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![]() Campamento apache (1873)
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Fecha | 1600-1915 | |||
Lugar | Noroeste de México | |||
Resultado | Victoria mexicana | |||
Beligerantes | ||||
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Durante los siglos XVIII y XIX, los pueblos indígenas Apaches, que habían sido desplazados por los colonos de la Nueva España y luego de México en el norte, realizaron ataques frecuentes. Estos ataques buscaban obtener recursos y eran dirigidos contra las regiones que hoy conocemos como Chihuahua, Durango, Sonora y Coahuila.
Contenido
- ¿Por qué hubo conflictos entre Apaches y Nueva España?
- ¿Cómo intentó la Nueva España controlar a los Apaches?
- ¿Qué pasó con la independencia de México?
- El colapso de los presidios
- ¿Cómo atacaban los Apaches?
- Ataques hacia el sur
- La búsqueda de recompensas
- Reanudación de la guerra con los indígenas
- Ataques a Janos en 1857 y Fronteras en 1858
- Últimas incursiones apaches
- Véase también
¿Por qué hubo conflictos entre Apaches y Nueva España?
La expansión de los colonos y su establecimiento en las provincias del norte de la Nueva España encontró una fuerte resistencia de los pueblos originarios. Con el tiempo, algunas tribus más sedentarias fueron sometidas, mientras que otras fueron llevadas a las montañas o más allá del Río Bravo y de las líneas de presidios (fortalezas militares) que lo protegían.
Entre estas tribus que no se sometieron fácilmente estaban los Apaches y los Comanches. Para ellos, la caza era una actividad muy importante.
Esta situación llevó a los grupos indígenas más guerreros a contraatacar. Empezaron a realizar incursiones en los territorios que antes eran suyos. Su objetivo era conseguir ganado y caballos para sus tribus. También buscaban vengarse de los colonos de la Nueva España y de México. Estas acciones se volvieron una forma de obtener provisiones y eran vistas como hazañas valientes.
El gobierno de la Nueva España intentó varias estrategias para detener estos ataques. Entre 1771 y 1776, solo en la región de Nueva Vizcaya, estos conflictos causaron la muerte de 1674 personas, sin contar soldados o viajeros. Grandes áreas quedaron deshabitadas.
¿Cómo intentó la Nueva España controlar a los Apaches?
En 1786, el Virrey Gálvez propuso una estrategia de guerra constante contra cada tribu hasta que pidieran la paz. Esta paz se basaría en el beneficio mutuo. Se les darían regalos a los indígenas y se les animaría a desear productos de lujo que solo podrían conseguir si vivían en paz con los colonos.
Cualquier incumplimiento de los acuerdos sería castigado con guerras. Esta política tuvo bastante éxito, aunque dependía de los diferentes comandantes. Por eso, durante el resto del siglo XVIII y principios del XIX, no hubo grandes conflictos.
Sin embargo, con los cambios en el gobierno y algunos problemas en la administración, la atención a esta situación disminuyó. Esto animó a los Apaches a ser más audaces. Dos líderes, Rafael y José Antonio, causaron muchos problemas con sus ataques durante seis años. Estos ataques llegaron hasta las fronteras de Durango, causando la muerte de 300 personas, la captura de varias decenas y grandes pérdidas de bienes.
Sonora también sufrió ataques. Pero la muerte de estos dos líderes en 1810 trajo un período de calma, excepto en 1813-1814, cuando Sonora fue la región más afectada. Aun así, los ataques menores eran frecuentes.
¿Qué pasó con la independencia de México?
Cuando la Nueva España se convirtió en el Primer Imperio mexicano y luego en la república de México, hubo muchos cambios en el gobierno. Esto llevó a que los soldados en el norte fueran mal pagados o ignorados, lo que causó que muchos abandonaran sus puestos. Las guarniciones de los presidios se redujeron o se volvieron inútiles.
Los líderes militares intentaban mejorar las guarniciones, pero la falta de dinero y recursos siempre fue un gran obstáculo.
Los estados y el gobierno federal a menudo pedían dinero, pero este dinero era desviado para otros fines o usado en los conflictos internos que surgían.
Estas cantidades de dinero solo servían para mantener la situación por un tiempo. Los soldados de las guarniciones recibían solo una parte de su paga, y a menudo con mucho retraso. Esto afectaba no solo a los soldados, sino también a los colonos, a quienes los soldados se veían obligados a pedir crédito.
El colapso de los presidios
Por un tiempo, el sistema de presidios se mantuvo para que las guarniciones, cada vez más pequeñas, intentaran mantener el orden entre las tribus cercanas. Esto se hacía buscando y castigando a los atacantes en expediciones. A menudo, contaban con el apoyo de grupos indígenas locales, aunque a estos rara vez se les daban más armas que arcos y lanzas.
Sin embargo, la política de protección se debilitó. Esto se debió a que los ataques no eran lo suficientemente fuertes como para someter a los indígenas, y también a la falta de interés de los políticos. Los indígenas pronto notaron el cambio. Como la falta de recursos se hizo evidente en la disminución de regalos y permisos, tuvieron una razón más para reanudar sus ataques.
En 1831, comenzó una gran rebelión que se extendió por Sonora. En enero de 1832, fueron atacadas Carrizal, Carretas, Galeana y San Buenaventura. El gobierno de Chihuahua tomó medidas urgentes, enviando tropas en varias direcciones. Una de estas partidas, bajo el capitán Ronquillo, incluso cruzó el Río Gila.
Sin embargo, en 1832 se aceptaron las ofertas de paz de los indígenas, incluso permitiéndoles quedarse con el ganado y otros objetos obtenidos en los ataques. Esta clemencia, muy diferente a la política anterior, animó a los indígenas a renovar sus incursiones a mayor escala.
De hecho, la capital del estado de Chihuahua se vio amenazada en 1832. Los ataques indígenas llegaron a tal punto que la mayoría de los pueblos fueron abandonados.
¿Cómo atacaban los Apaches?
El método de las tribus atacantes estaba diseñado para causar el mayor daño posible con el menor riesgo. Después de dejar un pequeño grupo para proteger a las mujeres y los campamentos, el resto de la tribu (unos 200 o 300 guerreros) se acercaba al área elegida para el ataque. Se dividían en grupos pequeños, atacando desde diferentes puntos. Esto les permitía obtener más botín y confundir a los colonos mexicanos, que no podían organizar una persecución efectiva.
Los ataques solían ocurrir durante las noches de luna, después de pasar el día escondidos y vigilados por centinelas. Si el objetivo eran viajeros o caravanas, la mejor forma de robar era mediante emboscadas sorpresa. Sin embargo, una resistencia fuerte obligaba a los atacantes a retirarse fácilmente.
Para capturar ganado, el método más común era provocar estampidas. Al retirarse con el botín, los grupos a menudo se dividían en grupos más pequeños para asegurar al menos una parte de lo robado. A veces, dejaban un vigilante para advertir o distraer a los grupos de persecución de los colonos.
En algunos casos, se reunía un número mayor de atacantes para detener a las tropas y dirigir el ganado capturado. Si eran perseguidos de cerca, los indígenas preferían sacrificar a los animales antes que abandonarlos.
En el punto de reunión elegido antes de partir, los grupos se repartían el botín. Luego, cada uno regresaba a su hogar para celebrar el éxito con danzas. La posesión de pruebas de victoria de los colonos asesinados era motivo de orgullo. A menudo se capturaban niños, que eran adoptados y criados como guerreros. Algunos de los guerreros y líderes apaches más valientes probablemente habían sido capturados de esta forma.
Aunque evitaban el riesgo de batallas abiertas, los Apaches a menudo combatieron de frente. Mostraban tácticas similares a las de las tropas, coordinando caballería e infantería, así como arqueros y lanceros.
Bajo el sistema de Gálvez, cada presidio debía enviar una partida de reconocimiento cada mes. En tiempos de peligro, los colonos y los soldados tenían caballos y provisiones listas para salir de inmediato.
La disminución de la fuerza y la disciplina en las guarniciones llevó al abandono total o parcial de la vigilancia en los presidios del norte. Las partidas de castigo de los soldados se hicieron más raras. Con el tiempo, las habilidades y la audacia de los indígenas hicieron que estas expediciones fueran cada vez más inútiles. Además, los pequeños grupos de soldados que salían regularmente estaban expuestos a un mayor peligro. Esto se debía a la creciente eficacia de las armas indígenas, como mosquetes y pólvora, que obtenían de comerciantes de Estados Unidos a cambio de ganado y otros objetos robados.
La gran cantidad de soldados reclutados a la fuerza en el ejército de la república hizo que este fuera menos eficiente, porque estos soldados no querían arriesgar sus vidas. A medida que el peligro aumentaba, se hicieron llamados generales a las armas, se dieron grandes poderes al gobernador y se destinó dinero para luchar contra los grupos indígenas, pero sin grandes resultados.
Cada vez que una tribu estaba a punto de ser derrotada, aceptaba la paz de inmediato. Esto les daba la oportunidad de vender lo que habían robado y reponer sus municiones. Así, se preparaban para unirse a otras tribus que, mientras tanto, habían estado atacando en zonas menos protegidas.
De esta forma, la devastación continuó, los asentamientos fueron abandonados y el hambre se extendió. Esto ocurrió a pesar de las repetidas peticiones de ayuda al gobierno central. Pero la lucha continuó durante la década de 1830 entre diferentes grupos políticos, que seguían desviando tropas y fondos para sus propios fines. Por eso, poco se podía obtener para proteger estas provincias.
Ataques hacia el sur
Además, las quejas de esa zona a menudo se habían exagerado para llamar más la atención. Sin embargo, pronto llegó una confirmación dolorosa. Animados por la impunidad de los Apaches, los Comanches aumentaron sus ataques. Los indígenas penetraron más hacia el interior, llegando hasta Durango y Zacatecas.
Entonces, hubo un gran clamor que reveló la gravedad del peligro. Esto animó al gobierno a hacer un esfuerzo, al menos por un tiempo. Las sugerencias de los representantes y comandantes para proteger las fronteras fueron analizadas. Mientras tanto, se envió algo de dinero y tropas para cooperar con las fuerzas del estado. Estas lograron hacer retroceder a los atacantes o inducirlos a retirarse. Una vez logrado esto, las tropas regresaron a sus asuntos políticos, y los indígenas reanudaron sus operaciones.
La búsqueda de recompensas
En su desesperación, los estados ofrecieron recompensas por las cabezas de los atacantes: 100 pesos por cada hombre y la mitad por cada mujer. Con este incentivo, extranjeros e indígenas aliados (llamados indios de paz) se dedicaron a la búsqueda de personas. Especialmente el cazador de recompensas James Kirker, quien organizó una compañía para quienes buscaban estas recompensas.
Su primer éxito, al sorprender un campamento indígena, fue tan grande que solo se le pudo pagar una parte del dinero prometido. El resultado fue una clara disminución de los ataques, pero luego estos aumentaron de nuevo en magnitud. Llegó un momento en que "apenas quedaba un caballo en todo el estado de Chihuahua", y los atacantes llegaron hasta el centro de Durango. En una semana de septiembre de 1845, mataron a cien personas, y en octubre, a 50 solo en la región de Cuencamé.
De nuevo se formaron y enviaron soldados y voluntarios. Aparecieron noticias de victorias y de indígenas expulsados, pero luego siguieron otras de nuevos ataques y derrotas desastrosas. El mismo ministro de asuntos interiores declaró que el estado de Sonora estaba en completa desolación.
En Chihuahua, el gobernador García Conde recurrió en 1842 a la triste y peligrosa medida de comprar la paz. Como se había demostrado a menudo, esto resultó ser solo un incentivo para otros ataques. Sonora protestó en voz alta contra la firma de tales acuerdos. Estos acuerdos pacificaban temporalmente ciertas regiones de Chihuahua a expensas del estado vecino, que era atacado por las tribus que se refugiaban en Chihuahua, vendiendo lo que habían robado horas antes. Cansado de la vida aburrida, Kirker escapó con el dinero que había obtenido. Después de realizar un ataque en el que murieron 130 Apaches chiricahuas en Galeana, Chihuahua en la primavera de 1846.
Reanudación de la guerra con los indígenas
Durante la invasión americana, los ataques indígenas fueron menos frecuentes. Pero en 1848, se reanudaron a tal grado que las autoridades mexicanas decidieron retomar el plan militar de la época colonial. Destinaron 200,000 pesos para ayudar a los estados en esta campaña (Plan para la defensa de los Estados Invadidos, 24 de abril de 1849). También se designó un comité de miembros del Congreso de la región afectada para que informara sobre las mejores medidas a tomar contra las tribus. Mientras tanto, varios estados, incluyendo Chihuahua y Durango, volvieron a ofrecer recompensas, con la ayuda de cazadores americanos. Pero a pesar del premio de 200 pesos por cada captura (o 250 pesos por cada guerrero capturado), los cazadores no lograron mucho beneficio ni causaron un gran impacto en las tribus. Kirker perdió a casi toda su banda, y Glanton incluso atacó a una tribu aliada. Desde los estados del sur (menos afectados), se escuchaba la indignación contra tales acuerdos. Pero casi cualquier medida era permitida dadas las circunstancias tan difíciles. Gran parte de Chihuahua quedó abandonada, y la mitad este de Durango fue devastada. Miles de familias fueron arruinadas, y miles más vivían con el miedo diario de sufrir un destino similar. Con la ayuda del gobierno, una gran cantidad de tropas iniciaron la campaña de 1850, con la decisión de no conceder la paz a los indígenas que venían de los Estados Unidos. La operación principal se dirigió hacia Laguna de Jaco (hoy en el Municipio de Sierra Mojada, Coahuila, entonces en Chihuahua). Esta operación fue comandada por el Inspector Militar de la Frontera de Chihuahua, Emilio Langberg, a principios de 1852, y apoyada por los seminolas. Algunos indígenas se rindieron y abandonaron el país, y los restantes firmaron la paz. La vigilancia de estos acuerdos fue confiada a las colonias militares recién establecidas. Sin embargo, las constantes rebeliones políticas dejaban a los estados solos. Así nació un proyecto de unión con Jalisco, Zacatecas, San Luis Potosí y Tamaulipas para enviar refuerzos. Pero pronto esta unión de los estados levantó sospechas de independencia. Los representantes de Chihuahua dieron la alarma en octubre de 1852, y los acuerdos fueron terminados. El resultado fue un aumento de los ataques (en 1855 Victorio, líder de los Chiricahuas del Este atacaba en Namiquipa) y de la devastación. En 1856, Chihuahua pidió ayuda a Durango, ya que ambos tenían el mismo problema. Tres de sus puntos de defensa en Durango (Cuencamé, Santiago Papasquiaro y El Oro) reportaron 34, 102 y 68 bajas respectivamente en noviembre de 1856.
Ataques a Janos en 1857 y Fronteras en 1858
En su desesperación, en una ocasión, los habitantes de Sonora siguieron en secreto a algunas tribus hasta sus campamentos alrededor de Janos y Fronteras. Cuando los indígenas se disponían a repartir el botín, los atacaron, matando a más de cien hombres y capturando a casi la misma cantidad de mujeres y niños. Se dice que hechos como estos no eran tan raros en aquellos días, y que inflamaron más a los indígenas que las campañas en sus territorios de caza.
Últimas incursiones apaches
El 15 de octubre de 1880, el teniente coronel Joaquín Terrazas emboscó a Victorio en los cerros de Tres Castillos en Chihuahua. Victorio y otros 77 Apaches murieron en la lucha. Una parte de los prisioneros Apaches fueron llevados a Chihuahua y Ciudad de México, donde fueron exhibidos hasta el final de sus días. Sin embargo, la lucha continuó.
Gracias a los esfuerzos del gobierno de Díaz y la cooperación de los Estados Unidos, los ataques de los Apaches disminuyeron. Los Estados Unidos propusieron varias veces una campaña conjunta contra los indígenas, así como un acuerdo para que las tropas de ambas repúblicas pudieran cruzar las fronteras en su búsqueda. Este plan no agradaba a México, ya que el objetivo de la república del norte era más capturar a los ladrones de ganado que a los nativos hostiles. El gobierno no podía permitir que extranjeros arrestaran a sus ciudadanos, mientras que un privilegio similar para perseguir ladrones de Texas habría creado dificultades.
Esta duda hizo que las demandas contra México por daños a los colonos afectados en Texas aumentaran, y finalmente tuvieron que ser reconocidas (estando a punto de iniciar otra guerra entre las dos naciones), mientras que los nativos encontraban refugio al otro lado de la frontera. México protestó inútilmente contra la responsabilidad de los Estados Unidos por no vigilar mejor sus reservaciones, de donde habían salido la mayoría de los grupos en los últimos años. Finalmente, en 1882, México accedió a la entrada mutua de tropas (los EE. UU. restringidos a la búsqueda exclusiva de indígenas). También se negociaron campañas conjuntas, lo que tuvo un rápido efecto en la reducción del número de ataques. Todo esto favoreció la formación de colonias al este y norte del estado, con el objetivo principal de establecer las primeras líneas del ferrocarril.
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Véase también
En inglés: Apache–Mexico Wars Facts for Kids