Historia de la política científica para niños
A lo largo de la historia, el apoyo económico para los científicos y sus investigaciones ha sido muy importante. Ha influido en cómo y a qué velocidad avanzaba la ciencia. Al principio, la ciencia se impulsaba por necesidades prácticas, creencias religiosas o la búsqueda de conocimiento general.
Desde la Edad Media hasta la Ilustración, los estudiosos buscaban apoyo de personas poderosas, como nobles o líderes religiosos. También financiaban su trabajo ejerciendo la medicina. En los siglos XVIII y XIX, muchas áreas de la ciencia se hicieron más profesionales. Los gobiernos ofrecían premios y las universidades crearon puestos de investigación para impulsar el trabajo científico. En el siglo XX, muchas fuentes, como organizaciones gubernamentales, fondos militares, ganancias de patentes, empresas y donaciones privadas, han ayudado a la investigación científica.
Plantilla:Ficha de política científica
Contenido
La ciencia en la antigüedad
Los primeros avances en matemáticas, astronomía e ingeniería surgieron de necesidades prácticas. Por ejemplo, la agrimensura (medir tierras) y la contabilidad impulsaron las matemáticas en Egipto, Babilonia, China e India. Los calendarios, usados para la religión y la agricultura, impulsaron la astronomía.
La ciencia moderna debe mucho a los antiguos filósofos griegos. Sus ideas influyeron en la astronomía, la mecánica, la geometría, la medicina y la historia natural. La arquitectura, especialmente en Grecia y Roma, también ayudó al desarrollo de las matemáticas.
Los gobiernos han influido en la financiación de obras públicas y la ciencia durante miles de años. En China, por ejemplo, se recaudaban impuestos para financiar grandes proyectos. Estos incluían almacenar granos para tiempos de escasez, construir diques para controlar inundaciones y crear canales para conectar ríos. Estos proyectos necesitaban funcionarios expertos, algunos de ellos muy buenos en hidráulica (el estudio del movimiento del agua).
La ciencia en la Edad Media
Los califatos omeyas y abasíes, especialmente, apoyaron un gran movimiento de traducción. Textos griegos, persas y siríacos fueron traducidos al árabe en lugares como la Casa de la Sabiduría en Bagdad. Científicos como Al-Kindi y Alhacén prosperaron bajo estas políticas.
La ciencia en el mundo islámico medieval tuvo varios modelos de financiación. El apoyo de gobernantes específicos permitió el desarrollo del conocimiento. El Movimiento de Traducción del siglo IX es un ejemplo clave. Otros mecenas ricos también apoyaron este movimiento, acelerando la traducción de obras antiguas.
La financiación se daba a quienes eran expertos en ciertas áreas, sin importar su religión. Por eso, había estudiosos judíos, cristianos y musulmanes trabajando juntos en Bagdad. Muchos de estos eruditos eran "polímatas", es decir, sabían mucho de varias materias. Por ejemplo, Alhacén estudió óptica, matemáticas y astronomía. Se les animaba a explorar múltiples campos, y eran muy respetados en sus sociedades.
La financiación de la ciencia continuó en otros imperios musulmanes, incluso después de las invasiones mongolas. Gracias a este apoyo, surgieron instituciones como la Casa de la Sabiduría, la Universidad de al-Azhar en El Cairo y observatorios famosos como el de Ulugh Beg.
La ciencia en los siglos XVI y XVII
En Italia, Galileo sugirió que pequeños impuestos individuales podían financiar grandes proyectos estatales, como su investigación sobre la trayectoria de las balas de cañón.
En Gran Bretaña, Francis Bacon influyó en la política científica al destacar la importancia de los "experimentos cruciales". La aprobación gubernamental de la Royal Society reconoció la existencia de una comunidad científica. Los premios de investigación británicos impulsaron el desarrollo de un cronómetro marino preciso, esencial para la navegación, y también financiaron la computadora de Charles Babbage.
El mecenazgo
Muchos astrónomos y filósofos importantes en los siglos XVI y XVII dependían del apoyo de figuras religiosas o políticas poderosas. Estas redes de mecenazgo se extendían desde emperadores y papas hasta nobles. Incluso los puestos universitarios dependían del patrocinio.
El deseo de más apoyo influía en el trabajo de los científicos. Las publicaciones académicas a menudo incluían dedicatorias a sus mecenas. Los intereses de un mecenas en un tema específico eran un gran incentivo para investigar ese tema. Por ejemplo, Galileo presentó el telescopio a la República de Venecia como un instrumento naval. Pero cuando buscó el apoyo de la corte Médici en Florencia, destacó el potencial astronómico del dispositivo, nombrando las lunas de Júpiter en honor a los Médici.
El mecenas no solo apoyaba la investigación, sino que también le daba credibilidad al asociar los resultados con su propia autoridad. Con el tiempo, las sociedades científicas asumieron esta función de dar credibilidad.
Ciencia autofinanciada
La autofinanciación y la riqueza personal también fueron fuentes cruciales para los científicos hasta finales del siglo XIX. Muchos científicos obtenían ingresos de actividades relacionadas: Galileo vendía instrumentos, Johannes Kepler publicaba horóscopos, Robert Hooke diseñaba edificios. La mayoría de los anatomistas y naturalistas practicaban o enseñaban medicina. Aquellos con medios propios a veces eran conocidos como "caballeros científicos".
Exploración y comercio
Los viajes militares y comerciales, aunque no eran para fines científicos, fueron muy importantes para el crecimiento del conocimiento natural durante la Era de los Descubrimientos. Los estudiosos y nobles de las naciones con flotas marítimas (España, Portugal, Italia, Francia, Inglaterra) reunieron colecciones de especímenes biológicos en "cuartos de maravillas". Esto despertó un gran interés en la diversidad de la vida y la taxonomía (clasificación de seres vivos).
La ciencia en los siglos XVIII y XIX
Poco a poco, surgió la idea de que las ideas científicas debían ser libres, como el aire. Thomas Jefferson dijo que las ideas deberían "extenderse libremente por todo el mundo, para la instrucción mutua del hombre y la mejora de su condición".
En los siglos XVIII y XIX, con el avance tecnológico antes y durante la Revolución Industrial, la mayoría de las investigaciones científicas y tecnológicas las hacían inventores individuales con sus propios fondos. Por ejemplo, Joseph Priestley era un clérigo y educador que compartía sus ideas libremente con otros, como Benjamin Franklin. Se creó un sistema de patentes para que los inventores pudieran comercializar sus inventos y recuperar ganancias. Sin embargo, muchos inventores, como Charles Goodyear, ganaron poco dinero con su trabajo.
La profesionalización de la ciencia, que comenzó en el siglo XIX, fue posible gracias a la creación de sociedades científicas como la Academia Nacional de Ciencias en 1863, el Instituto Kaiser Wilhelm en 1911, y la financiación estatal de universidades.
La ciencia en el siglo XX
En el siglo XX, la investigación científica y tecnológica se hizo más organizada. Las empresas invirtieron continuamente en investigación y desarrollo (I+D) como clave para el éxito.
El testamento del industrial sueco Alfred Nobel estableció premios en medicina, física, química, literatura y paz. El Premio Nobel incentivó a los científicos, les dio visibilidad y animó a otros filántropos a financiar la investigación. Irónicamente, no siguió una era de paz, sino guerras a gran escala que llevaron a un mayor interés estatal en la financiación de la ciencia.
Investigación en tiempos de guerra
El deseo de armas más avanzadas durante la Primera Guerra Mundial impulsó grandes inversiones en investigación científica e ingeniería en Alemania y los países aliados. La Segunda Guerra Mundial generó aún más investigación en campos como la química y la física nuclear. Los científicos trabajaron para desarrollar el radar, la espoleta de proximidad y la bomba atómica. En Estados Unidos, estos esfuerzos fueron coordinados por la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico, dirigida por Vannevar Bush.
Después de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, el Proyecto Manhattan fue un programa masivo para desarrollar armas nucleares. Miles de científicos e ingenieros trabajaron en este esfuerzo sin precedentes. Se crearon comunidades enteras para apoyar los aspectos científicos e industriales en lugares como Los Álamos, Nuevo México. El Proyecto Manhattan costó mucho dinero y se considera un hito en la financiación gubernamental de la gran ciencia.
Política científica en la Guerra Fría
En Estados Unidos, la base para la política científica después de la Segunda Guerra Mundial se estableció en el informe de Vannevar Bush, "La ciencia - La frontera sin fin", presentado al presidente Truman en 1945. Bush, asesor científico del presidente Roosevelt, afirmó que "la ciencia es una preocupación adecuada del gobierno". Este informe llevó a la creación de la Fundación Nacional para la Ciencia en 1950 para apoyar la investigación científica civil.
Durante la Guerra Fría, la antigua Unión Soviética invirtió mucho en ciencia para igualar los logros estadounidenses en ciencia nuclear. Al mismo tiempo, Estados Unidos invirtió en sus propias actividades de investigación y desarrollo nuclear a través de laboratorios nacionales. Esta competencia en ciencia y desarrollo de armas se conoció como la carrera armamentista.
En octubre de 1957, el lanzamiento del Sputnik 1 por la Unión Soviética provocó una fuerte reacción en Estados Unidos. Esto inició un período de competencia entre las dos superpotencias en una carrera espacial. En respuesta al Sputnik, el presidente Eisenhower formó la Comisión Asesora de Ciencias del Presidente (PSAC). Su informe de 1960, conocido como el "Informe Seaborg", influyó en la política federal hacia la ciencia académica durante los siguientes ocho años.
El presidente John F. Kennedy nombró a Glenn T. Seaborg presidente de la Comisión de Energía Atómica en 1961. En un discurso en la Universidad Rice en 1962, Kennedy intensificó el compromiso estadounidense con el programa espacial, fijando el objetivo de llegar a la Luna. La financiación federal para la investigación pura y aplicada alcanzó niveles sin precedentes durante la Guerra Fría, impulsada por el deseo de ganar la carrera armamentista y la carrera espacial, y también por el avance de la medicina.
Recortes de fondos estatales
A partir de la Crisis del petróleo de 1973, una crisis económica afectó al mundo occidental. Esto dificultó que los estados mantuvieran su financiación para la investigación y la enseñanza. En el Reino Unido, el Comité de Subvenciones Universitarias comenzó a reducir sus fondos a las universidades en 1974. Esto se agravó con la llegada al poder del gobierno de Margaret Thatcher en 1979, que prometió reducir el gasto público.
En Estados Unidos, en 1970, la Ley de Autorización Militar prohibió al Departamento de Defensa apoyar investigaciones que no tuvieran una "relación directa o aparente con una función militar específica". Esto redujo la capacidad del gobierno para financiar la investigación básica.
Selectividad en la financiación
Para gestionar los recursos limitados de forma transparente, se desarrollaron varios mecanismos de "selectividad" en los años ochenta y noventa. En el Reino Unido, los recortes de fondos de 1984-1986 se acompañaron de una evaluación de la calidad de la investigación. Esto se hizo estimando los ingresos de investigación externos (de Consejos de Investigación y empresas privadas) y la opinión de expertos.
En Francia, la selectividad se ejerce de diversas maneras. El CNRS evalúa regularmente a sus unidades e investigadores. El gobierno intentó dar prioridad a la financiación de investigadores afiliados al CNRS. Con la creación de un sistema de contratos en 1989, toda la investigación debía ser aprobada por la universidad para incluirse en el contrato con el Ministerio de Educación. Esto permitió a las universidades seleccionar y priorizar la investigación que consideraban mejor.
Los críticos de estos sistemas de selectividad señalan sus posibles sesgos. Muchos sistemas estiman la calidad de la investigación por sus ingresos (especialmente privados), lo que puede favorecer disciplinas costosas sobre las baratas. También pueden favorecer la investigación aplicada (que atrae financiación empresarial) sobre la ciencia más fundamental.
La ciencia en el siglo XXI
El siglo XXI trajo el desafío de crear políticas científicas consensuadas entre grandes bloques regionales. Un ejemplo es la Unión Europea, que gestiona la financiación de la investigación a través de sus Programas Marco de Investigación y Desarrollo Tecnológico.
Galería de imágenes
Véase también
- Megaciencia
- Carrera espacial
- Investigación y desarrollo
- Política científica