Epicureísmo para niños
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Epicureísmo: La búsqueda de la felicidad y la tranquilidad
El epicureísmo fue una forma de pensar que surgió alrededor del año 307 a.C. en la antigua Grecia. Se basó en las enseñanzas de un filósofo llamado Epicuro de Samos. Él fundó una escuela conocida como "El Jardín", donde sus ideas eran compartidas con otros pensadores llamados epicúreos.
El Jardín era especial porque valoraba mucho la amistad y, a diferencia de otras escuelas de la época, permitía la participación de mujeres. Epicuro escribió muchas obras, pero solo una pequeña parte ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, sus ideas fueron muy importantes y se conservaron en el poema latino De rerum natura (De la naturaleza de las cosas), escrito por el poeta Tito Lucrecio Caro.
Aunque pocos escritos originales de Epicuro sobrevivieron, conocemos sus ideas gracias a sus seguidores. A diferencia de otras filosofías que cambiaron mucho con el tiempo, las enseñanzas epicúreas se mantuvieron bastante fieles a lo que Epicuro enseñó. Muchos textos epicúreos fueron encontrados en rollos desenterrados en la Villa de los Papiros en Herculano.
Epicuro creía que todo en el universo estaba hecho de pequeñas partículas llamadas átomos, siguiendo las ideas de Demócrito. Su forma de ver el mundo lo llevó a cuestionar las supersticiones y la idea de que los dioses intervenían en la vida diaria. Epicuro pensaba que el mayor bien era alcanzar un estado de ataraxia (tranquilidad y ausencia de miedo) y aponía (ausencia de dolor físico). Para lograr esto, recomendaba entender cómo funciona el mundo y controlar los deseos. Por eso, Epicuro y sus seguidores preferían mantenerse alejados de la política, ya que podía causar preocupaciones y ambiciones que afectaran la paz mental.
Aunque el epicureísmo busca el placer, lo entiende como la ausencia de dolor y miedo, y promueve una vida simple. Esto lo hace muy diferente de la idea común de "hedonismo", que a veces se asocia con la búsqueda de placeres excesivos.
El epicureísmo fue muy popular en la época helenística y romana, con comunidades en lugares como Antioquía, Alejandría y Herculano. Aunque casi desapareció a finales del siglo III d.C., resurgió durante la Ilustración y sigue siendo estudiado en la actualidad.
El Jardín: Un lugar para la reflexión
El Jardín era el nombre de la escuela filosófica que Epicuro fundó en las afueras de Atenas, alrededor del año 306 a.C. Era un espacio tranquilo, más parecido a un huerto que a un jardín formal, lejos del bullicio de la ciudad. Este lugar reflejaba el ideal de Epicuro de una vida tranquila y su rechazo a las ideas intelectuales y políticas de otras escuelas.
La comunidad del Jardín vivía de forma sencilla, con contribuciones voluntarias de sus miembros. Los seguidores de Epicuro eran conocidos como "los filósofos del jardín". A diferencia de la Academia de Platón o el Liceo de Aristóteles, el Jardín era un lugar para el retiro intelectual y la amistad, más que para la investigación científica.
Epicuro quería que sus enseñanzas fueran accesibles a muchas personas. Se dice que en la entrada del Jardín había una inscripción que decía: "Extraño, tu tiempo será agradable aquí. En este lugar el mayor bien es el placer". En el Jardín se aceptaban personas de todas las condiciones sociales, incluyendo mujeres y esclavos, algo muy inusual para una escuela de filosofía en esa época.
Epicuro dirigió el Jardín hasta su muerte en el año 270 a.C. Después de él, la escuela fue dirigida por sus discípulos, quienes mantuvieron sus enseñanzas sin grandes cambios. Las comunidades epicúreas se extendieron por muchas ciudades, desde Atenas hasta el Oriente Próximo.
El culto a Epicuro y las celebraciones
Epicuro estableció la costumbre de celebrar su cumpleaños cada año con comidas compartidas, como un "héroe fundador" de su escuela. Sus seguidores continuaron esta tradición, viéndolo como un "salvador" y un modelo a seguir. El poeta Lucrecio, en su obra De rerum natura, buscó explicar la filosofía de Epicuro de la manera más clara posible, considerándolo un liberador de la superstición.
La fiesta de la Eikas
La Eikas era una fiesta mensual que los epicúreos celebraban el día 20 de cada mes para recordar a Epicuro y a su discípulo Metrodoro. Esta celebración era tan importante que los críticos de los epicúreos los llamaban "la gente del día veinte". El propio Epicuro dejó instrucciones en su testamento para que esta tradición continuara.
Obras y fuentes del epicureísmo

Gran parte de los escritos de Epicuro se han perdido. Sin embargo, conocemos su filosofía gracias a varias fuentes:
- Las tres cartas principales de Epicuro (Carta a Heródoto, Carta a Pítocles, Carta a Meneceo) y sus Máximas capitales, que fueron copiadas por Diógenes Laercio en su libro Vida y opiniones de los filósofos ilustres.
- Un códice encontrado en el Vaticano, el Gnomologium Vaticanum, que contiene 81 fragmentos de sus ideas.
- Obras de sus seguidores, como las inscripciones de Diógenes de Enoanda y los papiros encontrados en la Villa de los Papiros en Herculano, que incluyen textos de Filodemo de Gadara.
- Comentarios y críticas de otros filósofos como Sexto Empírico, Plutarco, Cicerón y Séneca.
- El poema De rerum natura de Lucrecio, que explica de forma detallada la física y las ideas de Epicuro.
La filosofía epicúrea
La filosofía epicúrea se divide en tres partes:
- La física: que estudia la naturaleza y el universo, basándose en la idea de los átomos.
- La canónica: que se ocupa de cómo conocemos la verdad y distinguimos lo verdadero de lo falso.
- La ética: que es la parte más importante y busca la felicidad a través del placer.
Para Epicuro, la filosofía no era solo para pensar, sino para ayudar a las personas a vivir mejor, eliminando miedos como el destino, los dioses o la muerte.
La ética: El camino hacia la felicidad
La ética epicúrea busca llevar a las personas a la felicidad (eudaimonia). Epicuro creía que el objetivo de la vida era el placer (hedoné), pero lo entendía de una manera muy particular. Para él, el mayor placer no era el exceso, sino la ausencia de dolor físico (aponía) y la tranquilidad del alma (ataraxia).
Epicuro enseñaba que no todos los placeres son buenos, ni todos los dolores son malos. A veces, es necesario aceptar un dolor para obtener un placer mayor después, o rechazar un placer si este nos traerá un sufrimiento mayor.
Tipos de placeres
Epicuro distinguía entre placeres del cuerpo y placeres del alma:
- Placeres del cuerpo: Son sensaciones físicas, como comer o sentirse cómodo. Solo existen en el momento presente.
- Placeres del alma: Son estados mentales, como la alegría, la ausencia de miedo o los recuerdos agradables. Estos son más duraderos, ya que podemos recordarlos o anticiparlos, y pueden ayudar a aliviar los dolores físicos.
También diferenciaba entre placeres en movimiento (cinéticos) y placeres en reposo (catastemáticos):
- Placer cinético: Implica acción o cambio, como comer cuando se tiene hambre.
- Placer catastemático: Es el placer que se siente en un estado sin dolor, como no tener sed. La aponía (ausencia de dolor físico) y la ataraxia (tranquilidad mental) son los placeres catastemáticos más elevados.
El objetivo era alcanzar la aponía y la ataraxia controlando los deseos, ya que el deseo en sí mismo puede ser una fuente de dolor.
Clasificación de deseos
Epicuro clasificó los deseos en tres tipos:
- Naturales: Son deseos innatos y limitados.
* Necesarios: Son fáciles de satisfacer y esenciales para la felicidad, la salud o la vida (ej. comida, ropa). * No necesarios: Son innatos, pero no esenciales para la felicidad o la supervivencia (ej. comer comida deliciosa). Deben evitarse si causan más problemas que placer.
- Vanos: No son innatos ni necesarios, y son ilimitados (ej. riqueza, fama). Deben evitarse porque solo causan problemas y nunca se satisfacen por completo.
Epicuro recomendaba una vida sencilla, rodeada de amigos, con placeres moderados y tranquilidad mental para alcanzar la felicidad.
Virtudes morales
Epicuro también valoraba las virtudes, especialmente la prudencia (phrónesis), que nos ayuda a elegir los placeres correctamente. Creía que no se puede vivir feliz sin ser justo, honesto y prudente. Las virtudes conducen al placer y son inseparables de una vida placentera.
La amistad
Epicuro consideraba que las amistades eran esenciales para una vida feliz. Creía que la amistad era un bien en sí mismo y que nos brindaba seguridad y apoyo. Aunque el sabio es autosuficiente, la compañía de amigos es placentera y necesaria. La amistad epicúrea se basaba en el amor mutuo y la confianza.
El Tetrafármaco: Cuatro remedios para la felicidad
El Tetrafármaco (o "La cura en cuatro partes") es un resumen de las ideas de Epicuro sobre cómo vivir una vida feliz, basado en sus primeras cuatro Máximas capitales. Es como una receta sencilla para la tranquilidad:
- No temas a los dioses:
Epicuro enseñó que los dioses existen, pero son seres perfectos y felices que viven lejos de nosotros y no se preocupan por los asuntos humanos. Por lo tanto, no hay razón para temer su ira o su intervención. Debemos verlos como modelos de virtud, no como seres que nos castigan.
- No te preocupes por la muerte:
Para Epicuro, la muerte no es nada que temer porque, cuando morimos, los átomos de nuestra alma se dispersan y dejamos de sentir. Si no hay sensación, no hay bien ni mal. Como dice Epicuro: "La muerte no es nada para nosotros; porque lo que se disuelve, no tiene sensación, y lo que carece de sensación, no es nada para nosotros". Temer a la muerte es absurdo porque, mientras vivimos, la muerte no está presente, y cuando llega, nosotros ya no estamos. De esta idea surgió el famoso epitafio epicúreo: Non fui, fui, non sum, non curo (No fui; fui; no soy; no me importa).
- Lo que es bueno es fácil de conseguir:
Los placeres naturales y necesarios son fáciles de obtener y nos alejan del dolor. La felicidad no depende de la riqueza o la fama, sino de satisfacer deseos simples y limitados.
- Lo que es terrible es fácil de soportar:
Si el dolor es muy intenso, suele durar poco. Si es crónico, no es tan fuerte y se puede sobrellevar. Y si el dolor es tan grande que lleva a la muerte, la muerte misma no es algo que temer. Epicuro creía que incluso en las peores situaciones, se puede encontrar algo de placer en la vida.
La política en el epicureísmo
Los epicúreos preferían mantenerse alejados de la política y la vida pública. Creían que participar en asuntos políticos podía generar preocupaciones, ambiciones y conflictos que perturbarían la paz mental. Su lema era láthê biōsas, que significa "vive en la oscuridad" o "vive la vida sin llamar la atención", es decir, sin buscar fama o poder.
Sin embargo, esto no significaba que fueran completamente apolíticos. Reconocían que las leyes justas en una sociedad eran útiles para proteger a las personas y permitirles buscar la felicidad. Pero en lugar de involucrarse directamente en el gobierno, Epicuro animaba a formar comunidades de amigos que se enfocaran en la solidaridad y la justicia interna.
Origen de la civilización
Según Lucrecio, los seres humanos al principio vivían solos y no podían comunicarse. Con el tiempo, descubrieron el fuego, formaron familias y se unieron para protegerse. Así desarrollaron habilidades como la agricultura y el lenguaje, lo que llevó a la creación de sociedades y naciones. Sin embargo, Lucrecio pensaba que cada avance en la civilización eliminaba un problema, pero creaba otro. Por eso, las enseñanzas de Epicuro eran necesarias para aprender a manejar nuestros deseos y encontrar una satisfacción verdadera y duradera.
La justicia como acuerdo social
Epicuro no creía en una idea universal de justicia. Para él, la justicia era un acuerdo que las personas hacían para no hacerse daño mutuamente. El objetivo de tener leyes y castigos en una sociedad era proteger a sus miembros para que pudieran buscar la felicidad. Las leyes son justas si ayudan a promover la felicidad humana.
Un sabio epicúreo no haría cosas prohibidas por las leyes, incluso si pudiera salirse con la suya, porque valora la prudencia y la tranquilidad. Causar miedo a otros o vivir con el temor de ser descubierto perturbaría su paz mental. Por eso, la amistad y la ayuda mutua eran muy importantes en la comunidad epicúrea.
La religión en el epicureísmo
El epicureísmo no negaba la existencia de los dioses, pero sí su intervención en el mundo. Creían que los dioses eran seres perfectos y felices que vivían en regiones lejanas del universo y no se preocupaban por los asuntos humanos. Por lo tanto, los fenómenos naturales no eran castigos divinos, y no tenía sentido rezarles o temerles. Los dioses eran vistos como modelos de virtud a imitar.
Epicuro criticó las creencias populares sobre los dioses, que a menudo los presentaban como seres vengativos o caprichosos. Para él, estas ideas solo generaban miedo y evitaban que las personas alcanzaran la tranquilidad.
La paradoja de Epicuro

Existe un famoso argumento, a veces llamado la "Paradoja de Epicuro", que cuestiona la existencia de un dios todopoderoso y bueno si el mal existe en el mundo. Se plantea así:
- Si Dios quiere eliminar el mal y puede, ¿por qué existe el mal?
- Si quiere pero no puede, entonces es débil.
- Si puede pero no quiere, entonces es malvado.
- Si no quiere ni puede, entonces es débil y malvado.
- Si quiere y puede (lo que sería lo ideal para un dios), ¿de dónde viene el mal y por qué no lo elimina?
Aunque este argumento se le atribuye a Epicuro, no hay escritos suyos que lo contengan directamente. Es más probable que fuera un argumento usado por filósofos escépticos posteriores. Epicuro sí creía en la existencia de los dioses, pero rechazaba la idea de que intervinieran en los asuntos humanos.
Seguidores e influencia
El epicureísmo fue muy popular desde sus inicios, con muchos seguidores en Grecia y Roma. Aunque Epicuro fue criticado por algunos, sus ideas se mantuvieron firmes a lo largo de los siglos.
En Roma, el epicureísmo fue adoptado por importantes figuras, como el poeta Lucrecio, quien escribió el poema De rerum natura, una de las fuentes más completas sobre la filosofía epicúrea. También influyó en Julio César, quien se opuso a la pena de muerte basándose en ideas epicúreas.
Decadencia y recuperación
Durante los siglos I y II d.C., el epicureísmo comenzó a declinar, ya que otras filosofías, como el estoicismo, se hicieron más populares. Además, sus ideas sobre la mortalidad del alma y la no intervención divina chocaban con las creencias del cristianismo, que se estaba extendiendo. Por esta razón, muchos escritos de Epicuro se perdieron durante la Edad Media.
Sin embargo, en el Renacimiento, el interés por el epicureísmo resurgió. El descubrimiento de una copia del poema de Lucrecio en 1417 fue clave. Filósofos como Pierre Gassendi en el siglo XVII intentaron adaptar las ideas de Epicuro para hacerlas más aceptables en un contexto cristiano.
En la Ilustración y la Edad Contemporánea, el epicureísmo continuó influyendo en pensadores como John Locke, Thomas Jefferson, Jeremy Bentham y Karl Marx. Incluso el premio Nobel de química Ilya Prigogine encontró similitudes entre el clinamen epicúreo (la desviación aleatoria de los átomos) y el principio de indeterminación de la física moderna.
Usos modernos y conceptos erróneos
Hoy en día, la palabra "epicureísmo" a menudo se usa para describir a alguien que disfruta mucho de la buena comida y los placeres sensuales. Sin embargo, esta es una idea equivocada. Epicuro no promovía el exceso, sino la moderación y la búsqueda de la tranquilidad (ataraxia) y la ausencia de dolor (aponía). Para él, la prudencia era una virtud clave, y el exceso era contrario a la verdadera felicidad.
Lista de epicúreos notables
- Apolodoro el Epicúreo
- Demetrio de Lacón
- Diógenes de Enoanda
- Epicuro
- Filodemo de Gadara
- Hermarco de Mitilene
- Leontion
- Lucrecio
- Metrodoro de Lámpsaco (el joven)
- Polístrato el Epicúreo
- Temista
- Zenón de Sidón
Galería de imágenes
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Hetaira playing kottabos - Greek Getty Villa Collection.jpg
Pintura de una hetaera en una cílica. La escuela epicúrea aceptó su entrada.