Revueltas comuneras de mayo y junio de 1520 para niños
Las revueltas de mayo y junio de 1520 fueron una serie de levantamientos en varias ciudades de Castilla. Ocurrieron después de que el rey Carlos I se marchara, y marcaron el inicio de la rebelión comunera en el reino.
En abril y mayo de 1520, la mayoría de los representantes de las Cortes de Santiago y La Coruña aprobaron un pago importante al rey. Después de esto, el rey Carlos I viajó al Sacro Imperio para ser coronado emperador. En ese momento, empezaron a circular rumores falsos. Se decía que los mismos representantes habían aprobado nuevos impuestos muy altos. Esto, junto con el pago ya aprobado, creó un ambiente de descontento. Los primeros incidentes ocurrieron en Segovia el 29 y 30 de mayo. Allí, dos funcionarios y uno de los representantes de las Cortes fueron ejecutados por la multitud. Al mismo tiempo, en Zamora, el conde de Alba de Liste logró evitar problemas mayores. Sin embargo, en Guadalajara, el 5 de junio, la situación se volvió muy violenta. En Burgos, el 10 de junio, la gente destituyó al corregidor (un funcionario real). También atacaron las casas de personas impopulares y dieron muerte de forma muy violenta a un francés llamado Jofre de Cottanes. Estos actos de violencia contrastan con la calma en otras ciudades, como Ávila, León o Valladolid, donde hubo altercados menores o ninguno.
Contenido
¿Qué causó las revueltas de 1520?
Después de que las Cortes de Santiago y La Coruña terminaran en mayo de 1520, muchos folletos y listas falsas circularon por Castilla. Estos documentos se hacían pasar por oficiales y decían que los representantes habían autorizado al rey Carlos I a imponer muchos impuestos nuevos. Por ejemplo, esta propaganda afirmaba que cada hombre casado pagaría un ducado por él y otro por su esposa. También se decía que pagarían por cada niño, sirviente, oveja, cordero y hasta por las tejas de su casa. Productos básicos como la carne, el pescado, el aceite, el vino y otros, también tendrían nuevos impuestos. Curiosamente, solo la seda, el oro, la plata y el pan se salvarían de esta supuesta presión fiscal.
Esta propaganda, aunque era falsa y con malas intenciones, creó un ambiente de mucha agitación. Esto fue especialmente cierto en las ciudades cuyos representantes habían votado a favor del pago al rey. Además, Toledo ya se había rebelado en abril. Antes de irse al Sacro Imperio, el rey había nombrado como regente (la persona que gobierna en su ausencia) al cardenal Adriano de Utrecht. Como Adriano era extranjero, no era bien visto por muchos. Fue en este ambiente de gran tensión donde ocurrieron las revueltas contra los impuestos en mayo y junio de 1520.
Los sucesos en Segovia
El 29 de mayo, el corregidor de Segovia, Juan de Acuña, y sus ayudantes fueron muy criticados. A Acuña se le criticaba por su ausencia y a sus ayudantes por su ambición. Al mismo tiempo, los recaudadores de impuestos locales se reunían en una iglesia. Un funcionario, Hernán López Melón, se indignó por lo que consideraba una falta de respeto a las autoridades. Melón amenazó a los que criticaban, lo que enfureció aún más a la gente. La multitud atacó a Melón y lo colgó boca abajo en la Cruz del Mercado. Otro funcionario, Roque Portal, protestó por lo ocurrido. La multitud, unas 2000 personas, reaccionó de inmediato. Lo atacaron y lo colgaron de los pies, de la misma manera que a Melón.
La trágica muerte de Rodrigo de Tordesillas
Al día siguiente, 30 de mayo, el representante Rodrigo de Tordesillas iba a explicar lo que había hecho en las Cortes. Se dirigía a una reunión en la iglesia de San Miguel. Su compañero, Juan Vázquez, había preferido irse a El Espinar porque sabía cómo reaccionaría la gente. Pero la multitud se negó a escuchar a Tordesillas. Lo tomaron, rompieron sus papeles y lo asfixiaron en plena calle. Los relatos de la época describen este suceso con mucho detalle. Al principio, lo llevaron a la cárcel real, pero como estaba cerrada, decidieron ejecutarlo. Lo arrastraron con una soga al cuello por las calles, sin que el deán de la catedral y algunos sacerdotes pudieran ayudarlo. Frente a un convento, el prior Juan de Arévalo, hermano de Tordesillas, salió a rogar que no lo mataran.
A pesar de los ruegos, la multitud siguió arrastrando el cuerpo de Tordesillas. Cuando llegaron a la plaza de Santa Eulalia, donde se hacían las ejecuciones, los sacerdotes de la zona salieron con el Santísimo Sacramento. Iban acompañados de algunos caballeros armados que exigieron que lo soltaran. Pero fue en vano. La multitud colgó a Tordesillas boca abajo, junto a las dos víctimas del día anterior. Luego, saquearon e incendiaron su casa.
Este hecho fue la causa del sitio de Segovia por parte del alcalde Rodrigo Ronquillo. Su investigación judicial se convirtió en una verdadera expedición de castigo.
Los sucesos en Zamora

En Zamora, el movimiento fue menos espontáneo que en Segovia. Sin embargo, la noticia de que sus representantes, Bernardino de Ledesma y Francisco Ramírez, habían votado a favor del pago al rey, preocupó a la gente. Ellos se habían refugiado en un monasterio a 18 kilómetros de la ciudad. El 30 de mayo, el conde de Alba de Liste, Diego Enríquez de Guzmán, formó un tribunal. Esperaba que su intervención calmara los ánimos. Obligó al tribunal a dictar una sentencia que él mismo había preparado. Esta sentencia condenaba a los dos representantes a perder su nobleza, a ser expulsados de la ciudad y a que su "traición" fuera recordada con dos estatuas de piedra en la plaza mayor, con inscripciones deshonrosas.
Un regidor, Juan de Porras, se negó a firmar la sentencia, diciendo que iba en contra de las órdenes del rey. El conde, de forma muy dramática, rompió el documento y acusó al regidor de no querer castigar a los representantes. Juan de Porras huyó de la multitud enfurecida, pero fue capturado y encerrado en la fortaleza. Al mismo tiempo, la gente atacó las casas de los representantes. Sin embargo, la intervención del obispo Antonio de Acuña y de la esposa del conde evitó que fueran destruidas. Después de que los representantes huyeran a Valladolid, se hicieron estatuas parecidas a ellos. Las arrastraron por las calles con proclamas ofensivas, llamándolos traidores y enemigos de su patria. Luego, los pintaron en las casas del ayuntamiento, escribiendo al pie de cada uno quién era y lo que había hecho.
Los sucesos en Guadalajara

El 5 de junio, una multitud, liderada por Pedro de Coca y Buñulero, rodeó el palacio del duque del Infantado. Exigían el castigo de los dos representantes, Diego y Luis de Guzmán. Luego, derribaron sus casas hasta los cimientos, echaron sal en sus terrenos, atacaron la fortaleza y ahuyentaron a los funcionarios municipales.
El carpintero Diego Medina también animó a los vecinos frente a una iglesia. Estuvo dos horas sobre un banco de piedra, haciéndoles jurar con una cruz. Después, logró que los rebeldes nombraran al conde de Saldaña, hijo mayor del duque, como líder de la Comunidad. El duque del Infantado tardó en responder, pero ejecutó a Pedro Coca. También envió a su hijo a Alcocer para evitar que siguiera involucrándose en un asunto tan delicado. Así, el 21 de junio, el duque informó al cardenal Adriano que la situación en Guadalajara era normal. Sin embargo, creía necesario hacer algunas concesiones, como bajar los impuestos y dar una amnistía general, para evitar nuevos problemas.
Los sucesos en Burgos
Destitución del corregidor y primeros incidentes
El 10 de junio, los representantes de los barrios de Burgos se reunieron con el corregidor en una capilla. Querían aclarar los rumores falsos sobre los impuestos. La discusión se puso tensa rápidamente, y las amenazas del corregidor solo enfurecieron más a la multitud. Se empezó a rumorear que uno de los agitadores había sido encarcelado. En ese momento, el corregidor tuvo que huir y refugiarse en el convento de San Pablo. Pero la gente rodeó el lugar y amenazó con destruir el templo si no le abrían las puertas. Finalmente, para evitar lo peor, el corregidor aceptó entregar su vara de justicia a los frailes, para que estos, a su vez, se la dieran a los amotinados.
Así, el representante del rey fue destituido. La multitud nombró en su lugar al corregidor de Córdoba, Diego Osorio, que estaba de paso por la ciudad. Él se negó a aceptar la responsabilidad, pero cedió ante la presión de la gente armada. Como primera medida, le pidieron que ordenara la destrucción de la mansión de García Ruiz de la Mota, que era muy impopular. Su negativa no impidió que la multitud la destruyera por su cuenta. Junto con la mansión, muchos archivos del Estado que estaban allí se quemaron, y solo una pequeña parte pudo salvarse. Los relatos de la época afirman que la gente no se dedicó al saqueo.
La casa de Diego Soria, un recaudador de impuestos, también fue atacada. Después de romper en la plaza los recipientes para calcular el impuesto del vino, se anunció que al día siguiente tomarían el Alcázar. La mañana del 11 de agosto, el alcaide de la fortaleza ignoró las demandas de la multitud. Sin embargo, comunicó a un sacerdote y al corregidor Diego Osorio que sería imposible seguir resistiendo. Horas después, el edificio ya estaba en manos de los rebeldes.
Después de estos eventos, la multitud atacó lo que quedaba de las mansiones destruidas el día anterior. La casa de Francisco Castellon, otro recaudador de impuestos, fue incendiada, y la de Joffre de Cottanes fue saqueada. La rivalidad de la ciudad con Cottanes venía de cuatro años atrás, en 1516, cuando este francés obtuvo del rey la tenencia del castillo de Lara, a pesar de la indignación de los burgaleses.
La trágica muerte de Joffre de Cottanes
El mismo día en que los amotinados tomaban el Alcázar, Joffre de Cottanes llegó a Burgos con el embajador francés. Fue advertido a tiempo y se refugió en la casa de un conde y luego en un convento a las afueras de la ciudad. El 14 de junio, emprendió su retirada a Francia, no sin antes insultar a los burgaleses.
Los dichos ofensivos de Joffre se difundieron rápidamente, pero Osorio se negó a firmar una orden contra él. Cuando la multitud fue a buscarlo, el francés se había refugiado en una pequeña aldea llamada Atapuerca. Desde allí, Diego Osorio y Pedro de Cartagena pidieron a la multitud, reunida en un templo, que no se tomara la justicia por su mano. Joffre fue trasladado al interior de la ciudad, pero los intentos del corregidor de protegerlo encerrándolo en el Alcázar fracasaron por la gran oposición popular. Horas después, fue llevado a la cárcel, pero la multitud entró y le dio muerte de forma violenta.
Después, los presentes, apoyados por Pedro de Cartagena, fueron a casa de Diego Osorio y le pidieron que dictara una sentencia de muerte para Joffre, para que fuera "legal". Sin otra opción, el corregidor accedió, aunque había sospechas de que estaba interfiriendo en los deseos del pueblo.
¿Cómo reaccionaron otras ciudades?
Ciudades como León, Ávila, Soria o Valladolid sufrieron altercados menores o directamente no tuvieron ninguno.
Ávila
En Ávila, el 5 de junio, Sancho Sánchez Cimbrón exigió a Juan de Henao y a Diego Hernández que se presentaran en el ayuntamiento en 10 días para explicar sus acciones como representantes de las Cortes. Estos representantes no aparecieron por la ciudad. Además, se pusieron en contacto con el rey, quien envió una carta al ayuntamiento de Ávila el 22 de junio. En ella, el rey pedía que aceptaran las explicaciones de los representantes a través de sus cartas, sin que fuera necesaria su presencia física en Ávila.
León
El 24 de agosto en León, uno de los representantes, el conde de Luna Francisco Fernández de Quiñones, se enfrentó a Ramiro Núñez de Guzmán. Sin embargo, Juan Ramírez evitó que la situación se convirtiera en problemas mayores.
Valladolid y Soria
En Valladolid, no se registraron incidentes, principalmente por la presencia en la ciudad del cardenal Adriano y el Consejo Real. En Soria, los únicos incidentes ocurrieron meses después, cuando la casa de un representante fue saqueada y su esposa tuvo que refugiarse en la localidad de Portillo.
¿Cómo respondió el rey?
El regente Adriano, consciente de la naturaleza de las revueltas, pidió al emperador que cediera en el tema de los impuestos. El emperador aceptó en julio. Así, a principios de agosto, se anuló el pago aprobado en La Coruña y el impuesto de la alcabala volvió a su nivel de 1518. Sin embargo, estas medidas no lograron detener el movimiento comunero. Llegaron tarde, y el movimiento ya empezaba a buscar cambios más profundos, como la reorganización del gobierno a través de una nueva autoridad, la autodenominada Santa Junta.