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Regalismo en España para niños

Enciclopedia para niños

El regalismo en España es la forma en que los reyes de España, como los Reyes Católicos, los Austrias y los Borbones del siglo XVIII, buscaron tener más control sobre los asuntos de la Iglesia católica en sus territorios, en lugar de que todas las decisiones vinieran del papa de Roma. Querían que el poder del rey fuera superior en estos temas.

¿Cómo empezó el regalismo en España?

Archivo:Giovanni Paolo Pannini - Charles III at St Peter's - WGA16967
Visita de Carlos III a la basílica de San Pedro en Roma cuando era rey de Nápoles.

Los Reyes Católicos y los Austrias: Primeros pasos

Archivo:El Greco - Portrait of Diego de Covarrubias y Leiva - Google Art Project
Diego de Covarrubias, uno de los primeros pensadores regalistas españoles, retratado por El Greco.

Los Reyes Católicos querían que la Corona tuviera más influencia sobre la Iglesia. Su objetivo era mejorar el comportamiento y la formación del clero. Para lograrlo, necesitaban que los obispos fueran personas honestas y bien preparadas.

Por eso, los reyes intentaron proponer a sus propios candidatos para los puestos de obispo, lo que a veces causaba desacuerdos con el papa, quien era el encargado de nombrarlos. Finalmente, consiguieron el derecho de presentación. Este era un privilegio que les permitía presentar al papa una lista de candidatos para que él eligiera al obispo de entre ellos.

Además, para algunos lugares como el Reino de Granada, las Islas Canarias y Las Indias (América), se les concedió el Patronato Regio. Esto significaba que podían nombrar directamente a los obispos en esos territorios.

Aun así, la Iglesia en España no llegó a ser tan independiente del papa como la Iglesia en Francia, que tenía un sistema llamado galicanismo. En Francia, las decisiones del papa necesitaban la aprobación de la Iglesia francesa para ser válidas.

Estas dos ventajas, el derecho de presentación y el patronato regio en Granada, Canarias y América, se mantuvieron durante los dos siglos de la Monarquía de los Austrias. Durante este tiempo, varios expertos en leyes y religión desarrollaron ideas para apoyar el poder del rey sobre la Iglesia en sus dominios. Algunos de ellos fueron Juan López de Palacios Rubios y Diego de Covarrubias en el siglo XVI, y Francisco Ramos del Manzano en el siglo XVII.

Un ejemplo importante de estas ideas regalistas ocurrió en 1633. Se presentó un documento en Roma, en nombre del rey Felipe IV, que protestaba contra la excesiva intervención del papa en los asuntos internos de la Monarquía.

El regalismo en el siglo XVIII: Un gran impulso

Según los historiadores Antonio Mestre y Pablo Pérez García, el regalismo español se hizo muy fuerte en el siglo XVIII. Las ideas que venían de los Reyes Católicos y los Austrias se reforzaron con nuevas corrientes de pensamiento de Europa, especialmente el galicanismo. Pensadores como Bossuet y Zeger Bernhard van Espen influyeron mucho en la política española.

Felipe V: Desafíos y acuerdos

El primer problema con el papa durante el reinado de Felipe V ocurrió en plena Guerra de Sucesión Española. El papa Clemente XI reconoció a otro candidato al trono, el Archiduque Carlos, en 1709.

Felipe V respondió expulsando al representante del papa de Madrid. Poco después, en abril de 1709, decretó que los obispos españoles podían tomar decisiones importantes sin la aprobación de Roma, como se hacía antes de que hubiera un representante papal permanente.

Esta decisión provocó protestas de algunos líderes de la Iglesia en España, como el cardenal Belluga, quienes temían que el regalismo pudiera llevar a una separación de Roma. Sin embargo, también hubo defensores del regalismo, como el obispo Francisco Solís Hervás, quien escribió un documento defendiendo la independencia de los obispos y la necesidad de que el rey convocara un concilio (una reunión de obispos) para reformar la Iglesia. Solís incluso mencionó los antiguos Concilios de Toledo de la época visigoda como ejemplo de la autoridad real en asuntos eclesiásticos.

Archivo:Melchor Rafael de Macanaz (Museo del Prado)
Melchor Rafael de Macanaz, retratado con el plano de la Colonia de San Felipe que se tenía que edificar sobre la destruida Játiva.

El rey francés Luis XIV (abuelo de Felipe V) ayudó a mediar en el conflicto. Se redactó un documento importante para el regalismo español, llamado Pedimento, por Melchor de Macanaz, un firme regalista. En este documento, Macanaz defendía que el poder civil (el rey) tenía total autonomía en los asuntos temporales, es decir, los que no eran de fe. Sin embargo, Macanaz fue desterrado, lo que fue un golpe para el regalismo.

Más tarde, se llegó a un acuerdo provisional con el papa, conocido como el "concordato de 1717". El papado recuperó su situación anterior a cambio de un pago anual.

Cuando el hijo de Felipe V, don Carlos, recibió el reino de Nápoles, surgió un nuevo conflicto con el papa, quien decía que Nápoles era un territorio del papa. El verdadero problema era que España quería extender el Patronato Regio (el derecho a nombrar obispos) a todos sus dominios, no solo a Granada, Canarias y América.

El obispo Gaspar de Molina y Oviedo, un nuevo líder regalista, impulsó esta idea. Cuando Roma rechazó la creación de una Junta para el Patronato Real, el obispo Molina ordenó que ninguna orden papal fuera válida en España sin la aprobación del rey (esto se llamó exequatur). Finalmente, se firmó un nuevo "concordato de 1737", que avanzó en el regalismo, aunque la cuestión principal del Patronato Universal se aplazó.

Fernando VI: El gran triunfo del regalismo

Archivo:Gregorio Mayans
El pensador valenciano Gregorio Mayans.

Después del concordato de 1737, se iniciaron negociaciones para resolver la cuestión del Patronato. El jurista Gregorio Mayans escribió un documento en 1745 donde defendía que el patronato real sobre la Iglesia era un derecho antiguo de los reyes españoles, que no necesitaba la aprobación del papa.

Con la llegada al trono de Fernando VI, las negociaciones secretas llevaron a la firma del Concordato de 1753. Aunque el papa no reconoció el patronato universal como un derecho del rey, sí aceptó que la Corona tuviera control sobre la mayoría de los nombramientos de la Iglesia.

Este acuerdo fue, según los historiadores Mestre y Pérez García, "el mayor triunfo del regalismo español". El rey obtuvo un poder casi total sobre la Iglesia en España, incluyendo el nombramiento de obispos y otros cargos eclesiásticos.

Carlos III: Control y expulsión de los jesuitas

El rey Carlos III entendió muy bien los poderes que le daba el Concordato de 1753. Desde el principio de su reinado, dejó claro que quería controlar la Iglesia española.

Una de sus primeras acciones fue restaurar el exequatur regio. Esto significaba que ninguna ley o documento del papa podía aplicarse en España sin la aprobación del rey. Esta medida ya había sido usada por reyes anteriores como Carlos V y Felipe II.

También se establecieron los recursos de fuerza, que permitían a los tribunales civiles revisar las sentencias de los tribunales de la Iglesia si encontraban errores en el procedimiento.

Otro tema importante fue el de las "manos muertas", que eran las propiedades de la Iglesia que no podían venderse. Pedro Rodríguez de Campomanes, un importante consejero del rey, propuso que la Iglesia no pudiera adquirir más bienes para evitar que aumentaran estas propiedades.

Carlos III fue muy estricto con el derecho de asilo eclesiástico, que permitía a los delincuentes refugiarse en iglesias para evitar ser arrestados. El rey no lo permitió y castigó a quienes lo usaban. También obligó a dimitir al obispo de Barcelona, José Climent, por querer convocar un concilio y ejercer su autoridad sobre el clero regular, que normalmente no estaba bajo la autoridad de los obispos locales.

Archivo:Josep Climent i Avinent, atribuït a Josep Vergara
Retrato del obispo de Barcelona José Climent en el paraninfo de la Universidad de Valencia, atribuido a José Vergara

La medida regalista más importante de Carlos III fue la expulsión de los jesuitas de España de 1767. Se les acusó de haber provocado el Motín de Esquilache el año anterior. Los jesuitas eran una orden religiosa muy leal al papa, lo que los hacía un obstáculo para el control del rey sobre la Iglesia.

La expulsión de los jesuitas tuvo grandes consecuencias. El gobierno aprovechó para reformar los planes de estudio en universidades y seminarios, promoviendo ideas regalistas.

Un año después de la expulsión, Campomanes escribió una fuerte respuesta a un documento del papa que condenaba leyes del ducado de Parma (gobernado por un sobrino de Carlos III). El rey apoyó a Campomanes, a diferencia de lo que había pasado con Macanaz años antes.

Además, Carlos III sometió a la Inquisición a un control más estricto. Se le exigió que escuchara a los autores antes de condenar sus obras y que no impidiera la circulación de libros sin examinarlos. También se limitó su ámbito de actuación a temas de fe y se le obligó a presentar sus edictos al gobierno antes de publicarlos.

Carlos IV: El "cisma de Urquijo"

Durante el reinado de Carlos IV, el regalismo español fue influenciado por dos eventos en Europa: el Sínodo de Pistoya de 1786 y la Constitución Civil del Clero de la Revolución Francesa de 1789. El Sínodo de Pistoya promovió ideas que daban más poder a los obispos. La Constitución Civil del Clero en Francia buscaba crear una Iglesia nacional, separada de Roma.

Archivo:Morte di S. S. Pio VI
La muerte de Pío VI. Grabado de 1805.

Mariano Luis de Urquijo, el principal ministro del rey, impulsó un proyecto para crear una Iglesia española más independiente de Roma. Aprovechó que el papa Pío VI estaba en dificultades, ya que sus territorios habían sido ocupados por las tropas francesas.

En septiembre de 1799, se publicó el decreto de Urquijo. Este decreto establecía que, mientras no hubiera un nuevo papa, los obispos españoles podían usar todas sus facultades para dispensas matrimoniales y otros asuntos. También decía que el rey confirmaría a los obispos, algo que antes hacía el papa.

La decisión de Urquijo se tomó por miedo a un largo periodo sin papa, lo que podría causar una división en la Iglesia. Aunque el decreto buscaba evitar una división, más tarde fue llamado el "Cisma de Urquijo". Tuvo poca duración porque el nuevo papa, Pío VII, no lo confirmó. Sin embargo, este decreto fue la manifestación más radical del regalismo español y marcó el camino para futuras leyes que buscarían un mayor control real sobre la Iglesia.

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